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La obra narrativa de Juan Marsé como objeto de estudio y de polémica: a propósito del libro de Samuel Amell, «La narrativa de Juan Marsé»

Ignacio Soldevila-Durante





En un número monográfico del Bulletin Hispanique dedicado a la novela española contemporánea, la hispanista francesa Geneviève Champeau se asombraba del «escaso interés que aparentemente suscita entre los universitarios» la obra de Juan Marsé, «frente al gran número de trabajos consagrados a un novelista como Juan Goytisolo» (360). Sin duda la afirmación es cierta en el contexto del hispanismo europeo, pero habría que matizarla al considerar la situación de este lado del Atlántico. Ya en 1980 se habían presentado dos tesis doctorales sobre Marsé en Estados Unidos, y una tercera, aparecida en 1982, preludiaba el libro que es objeto principal de esta nota1. En esta revista se publicó en 1981 un trabajo de Nivia Montenegro sobre Marsé, de origen igualmente norteamericano. Y, como queda indicado en nuestra primera nota, uno de los más reputados hispanistas norteamericanos, Paul Ilie, dedica a Marsé una atención particular (junto ¿cómo no?, al inevitable Juan Goytisolo) en su iluminador estudio sobre el exilio interior. Sin alcanzar, pues, las dimensiones torrenciales a las que la crítica universitaria ha llegado en su fijación juangoytisoliana, Marsé no es de los más descuidados entre los narradores de su generación, por lo que a América respecta. Su obra ha suscitado, por otra parte, no menos extremosas reacciones, entre los polos del improperio y el ditirambo. Entre los incondicionales entusiastas de Marsé hay que contar al narrador del libro de Amell, en donde no se deja pasar sin condigna réplica ninguna de las críticas -feroces o veniales- de que la narrativa marseana ha sido objeto.

Pero por encima de esta admiración sin restricciones manifiesta en el estudio de Amell, se destaca el trabajo concienzudo y exhaustivo de descripción y análisis de la obra narrativa de Marsé desde Encerrados con un sólo juguete hasta Ronda del Guinardó (1984). El estudio personal está enriquecido con una utilización ajustada de la abundante bibliografía, crítica por él recogida, a la que pocos elementos significativos podrían añadirse2. Por su actitud de absoluta generosidad, sabe mejor aprovechar los aspectos positivos de dicha bibliografía que los que adoptan reservas o restricciones críticas frente a algunos aspectos de la novelística de Marsé. Cabe, a este propósito, observar dos discrepancias que nos conciernen. La primera se refiere a nuestra opinión, manifiesta en más de una ocasión, de que Esta cara de la luna representa una progresión en el dominio del arte de narrar de Marsé3. Amell no tiene en cuenta la premisa, siempre explicitada, de que nos basamos, para la comparación, en la versión original de Encerrados con un sólo juguete, por una parte, y en la versión modificada (ocho años posterior a la primera) de Esta cara de la luna. Como Amell, para emitir su juicio contrario, ha tenido en cuenta únicamente las versiones modificadas de las dos novelas, y puesto que Encerrados con un sólo juguete -segunda versión- es posterior en ocho años a la segunda versión de Esta cara de la luna, nuestra discrepancia no es, ni mucho menos, insalvable. En ambos casos hay un vicio filológico que invalida nuestras respectivas opiniones: sólo examinando las primeras ediciones de ambos textos podremos discutir fundamentadamente sobre la progresión o la regresión relativas entre ellos. La segunda discrepancia tiene mayor y más sólido fundamento, y concierne la estructura de Si te dicen que caí. Partiendo de la opinión de Dionisio Ridruejo en torno a dicha novela, según la cual «Marsé era, y sigue siendo, un narrador realista», Amell abunda y encadena no viendo incompatibles dicho carácter realista y el experimentalismo formal generalmente señalado por los críticos:

...el novelista, no usa los alardes formales gratuitamente, sino que están puestos al servicio de la historia que nos quiere contar. Esto no ha sido visto así por toda la crítica, y pueden encontrarse opiniones que reprochan a Marsé lo «confuso» de la estructura de su obra. Ilustrativa es la de Ignacio Soldevila.


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Y transcribe un fragmento de nuestro estudio en el que, tras de hablar de la complejidad de los niveles y la variada penetración de las distintas calas de la memoria, que exige una relectura para que «el puzzle adquiera las dimensiones significativas necesarias», concluía: «...cuando una obra tiene que ser releída una segunda vez para el entendimiento cabal de su primer nivel de significación, cabe preguntarse si no se han traspasado los límites entre la complejidad y la confusión». No es Amell el único que ha utilizado mi afirmación como instrumento contrastivo. Ya hemos mencionado antes el trabajo de Geneviève Champeau, a propósito de esta misma novela. A diferencia de Amell, la hispanista francesa se permite manipular (y no simplemente citar fragmentariamente, como hace Amell) nuestro estudio. Utilizando la técnica escolar típica de los manuales de disertación, tanto en su introducción como en su conclusión toma una afirmación ajena para abrir y cerrar un debate y una demostración, lamentablemente, si bien es cierto, como dice, que hemos afirmado en las últimas líneas de tal estudio que Si te dicen que caí reduce -por causa de las técnicas de ocultamiento utilizadas- el número de sus lectores a los eruditos (y no a «une poignée d'érudits», como se permite traducir), no es menos cierto que «los eruditos», en esa frase, vienen después de otro sector de lectores que Champeau se olvida de citar: «las minorías cultas» como olvida igualmente el final de la frase, que pone muy en claro nuestra valoración positiva de la novela: «Es posible que, de todos modos, a la novela honestamente renovadora no le queden más clientes» (262). Como, además, esta frase es la que pone punto final a mi estudio sobre la obra de Marsé, y la profesora Champeau sabe muy bien la intensificación que por su carácter conclusivo adquieren las afirmaciones así ubicadas, resulta lamentable que en su conclusión remache aún: «Non, Si te dicen que caí n'est pas un monstre... un roman pour érudits? C'est méconnaître la réhabilitation des formes de culture de masse et le retour au récit oral qu'il opère» (378). ¿Cuenta la hispanista francesa con la pereza mental de sus lectores, incapaces de ir a verificar afirmaciones truncadas en su verdadero contexto? No hace falta insistir en que su credibilidad futura queda minada (en lo que a nosotros concierne) por la carencia de tacto de su procedimiento. Aunque quizá lo más divertido de todo esto es que, entre tal introducción y tal conclusión, Geneviève Champeau despliega una prodigiosa erudición para poner en claro los principios de organización de la novela, descendiendo a los niveles de su «estructura profunda». Con ello nos demuestra no sólo su pertenencia al círculo de los eruditos, sino algo mucho menos fácil de discernir: que ha leído la novela en cuestión. Con esto último entramos en un problema y un equívoco puesto de relieve en el polemizante artículo de Champeau. Tras la referencia a nuestra supuesta opinión de que la novela tendría un puñado de lectores, encadena diciendo: «Cette dernière critique est invalidée par le franc succès du roman en librairie». Es ya fatigante la confusión entre las estadísticas mercantiles del best selling (puestas en circulación por industriales y comerciantes del libro) y la realidad sociológica, que exige discriminar claramente entre publicidad y realidad por una parte, y por otra, entre el acto socialmente prestigiado de la compra de libros (y su ostentación como índice de status cultural elevado) y el acto individual y privado de la lectura. En otros lugares y tribunas ya nos hemos extendido en la denuncia de dicho estado de confusión y en sus consecuencias falseadoras de la realidad. Baste aquí recordar (en contraste con la situación en Francia al respecto) que en España, para los novelistas, no hay legislación que proteja su propiedad, impunemente pillada por industriales y comerciantes, al no existir ni el derecho a ejercer un control de tiradas por parte de los escritores. Lo que permite a la vez una utilización inflacionaria de las cifras a la hora de la publicidad, y otra deflacionaria al momento de ajustar cuentas con los autores. Pero esto es una cuestión legal de menor interés que la otra para nosotros ahora: los efectos reales que las técnicas de marketing tienen en el público afectan, en primer lugar, al acto de comprar el libro. Hemos ya demostrado, con el cotejo de estadísticas oficiales contradictorias, que la mayor parte de los compradores de libros no los leen, limitándose al gesto de la posesión física y la ostentación, unida o no a la mentira de status (unas veces sobre la posesión, otras sobre el acto de leer). Las cifras oficiales de ventas en librería no pueden invalidar ninguna hipótesis acerca del número de lectores. Y por lectores entendemos, rigurosamente, aquellos que terminan hasta el fin los libros que empiezan a leer. A este propósito, Samuel Amell, en su estudio, no saca ninguna conclusión precipitada sobre el éxito de lectura de Si te dicen que caí, limitándose muy acertadamente a exponer las circunstancias que rodearon la aparición de la novela: primero en México, como ganadora de un premio internacional de novela, y finalmente en España en 1977, tras de haber sufrido en 1973 un primer encontronazo con la censura, y en 1976 un secuestro del tribunal de orden público. Amell se limita a añadir que el secuestro «no hizo sino promocionar su venta cuando la novela fue autorizada, y ayudar a convertir la obra en el mayor éxito editorial de 1977» (109). En la misma página, Samuel Amell adopta una actitud defensiva frente a los numerosos críticos y lectores de a pie que han visto en esa o en otras novelas de Marsé una «supuesta intención política», que a su parecer no existe en ninguna de ellas. Geneviève Champeau nos servirá también de contraste aquí, cuando en su conclusión afirma que, sin pretender reducir a eso el sentido de la obra (Si te dicen que caí, se entiende), ésta es «una sátira del franquismo realizada a través de sus propias referencias y códigos culturales» (378). Digamos, en primer lugar, que tan divergentes afirmaciones son sintomáticas de no menos distintos y generalizados estados de opinión en los medios universitarios europeos y norteamericanos. Entre estos últimos y, particularmente, creemos, entre las jóvenes promociones, el término y la dimensión política están teñidos de claras connotaciones peyorativas. «Política» forma casi parte de los dirty words en los campus norteamericanos en las dos últimas décadas, y lo excepcional es, sin lugar a dudas, un enfoque como el de Paul Ilie en el ya citado libro Literatura y exilio interior, que utiliza los textos literarios como documentos para la revelación de un estado de opinión, de una «mentalidad exílica» dentro mismo de la España franquista. En la actitud profiláctica frente a lo político que hemos descrito puede comprenderse y, con generosidad, justificarse, la indiscriminación con que Amell maneja conceptos diferentes como «intención política», «literatura como arma política» y «partidismo político». Sin duda la novela Si te dicen que caí, como parece haber reconocido el propio Marsé, habrá defraudado a más de un lector por las circunstancias políticas que determinaron su prohibición por espacio de casi tres años. «Porque al cabo se ha visto que no es una novela específicamente política, ni sobre la guerra civil ni contra la Falange. La propia censura sacó las cosas de quicio»4. El malentendido nos parece fácil de aclarar, si analizamos ésta y otras declaraciones de Marsé de esos años, incluyendo una entrevista personal con el profesor Amell. En primer lugar, a Marsé parece repugnarle que se le considere como un escritor al servicio de una ideología de partido, consideración desprestigiada en España en los medios literarios de su generación desde la crisis de la llamada «novela social». De ahí que, junto con el inevitable antifranquismo y anticlericalismo viscerales patentes en toda su obra -y que Champeau tiene razón en poner de manifiesto- existe una consciente búsqueda de contrapeso manifiesta en el desvelamiento del proceso de degradación de los vencidos republicanos en el exilio interior que, partiendo de esa misma novela, ha puesto tan indiscutiblemente de manifiesto Paul Ilie en su mencionado estudio, y particularmente en páginas 166 y siguientes. Lo cual tampoco permite autorizar citas de J. L. Aranguren y Ridruejo, como hace Amell, para sostener «la falta de intención política» en sus novelas. Lo que Aranguren dice es que «la novela no literaturiza ninguna ideología previamente recibida». Es decir, confirma que el narrador no escribe al dictado de ninguna facción o partido político, mientras que Ridruejo, por su parte, afirma que el «realismo crítico o de denuncia» es de carácter «moral, judicial» y que no hay que confundir sus novelas con «aquellos desahogos de los señoritos culpables, aduladores de la clase amenazada, o de los ideólogos flagelantes de las clases odiadas»: es decir, la «novela social» arriba mencionada, con la que Marsé quería guardar las distancias. Otra cuestión más debatible es si en el fondo de la concepción política personal de Marsé existe o no un auténtico nihilismo que le hace entroncar, como dice el autor y corroboran Amell y Sanz Villanueva, con su antecesor Baroja. Más nos preocupa -y no es difícil imaginar la reacción espeluznada entre los hispanistas franceses- el paralelo hecho por Amell entre la concepción del mundo de Marsé y la de Ferdinand Céline. De cualquier modo, el espejismo que lleva a tantos jóvenes universitarios norteamericanos a confundir politicidad y actividad política regimentada conviene que sea resuelto urgentemente. Tal actitud equivale a confundir religiosidad y, pongamos por caso, catolicidad u opusdeísmo. Aunque con más graves consecuencias, puesto que si la areligiosidad puede no tener graves consecuencias para el cuerpo social en nuestras sociedades laicizadas de hoy, el apoliticismo en ellas, por estar fundacional e inevitablemente politizadas (so pena de dejar de ser sociedades democráticas), es la vía real que conduce a las dictaduras por omisión. En esa acepción básica, radical, no tiene sentido alguno hablar de la narrativa de Marsé como desprovista de intención política. ¿Qué mejor prueba de ello que la actitud de la censura franquista ante su obra? ¿O todavía hay quien crea que hay que confundir la inoperancia de aquel organismo con una supuesta, desorientación sobre lo que era o no era nocivo para el status quo político de la dictadura? La lectura de las obras de Manuel L. Abellán y Román Gubern no permite ninguna duda al respecto.

Para concluir, y con la excepción de esas mínimas divergencias de interpretación y de esa otra, no difuminable, de opinión, nuestra lectura del estudio de Samuel Amell se resume en un fructuoso diálogo en torno a la obra del novelista Juan Marsé, sobre la cual, y desde ahora, no se podrá profundizar sin tener en cuenta este análisis descriptivo e interpretativo del profesor Amell. Quien sabrá perdonarnos de haber utilizado esta ocasión para un mezquino desahogo con la desconocida colega francesa, a quien será más difícil ejercer tan sobrehumana virtud. Su escancia hizo desbordar nuestro vaso de la paciencia, ya colmado por las impertinencias de algunos roedores de zancajos en mal de nombradía5.






Obras citadas

  • Abellán, Manuel L. Censura y creación literaria en España (1939-1976). Barcelona, 1980.
  • Amell, Samuel. «La novela española actual. Un representante: Juan Marsé». [Tesis doctoral, State University of New York, 1982].
  • ——. La narrativa de Juan Marsé, contador de aventis. Madrid, 1984.
  • Blanch, Antonio. «Juan Marsé. La oscura historia...» Reseña 41 (enero 1971) 18-21.
  • Conte, Rafael. «Encerrados con un solo juguete». Acento 12-13 (junio 1961) 41-44.
  • Champeau, Geneviève. «A propos de Si te dicen que caí». Bulletin Hispanique LXXXV 3-4 (juillet-décembre 1983) 359-78.
  • Domingo, José. «Juan Marsé. La oscura historia...» Ínsula 290 (enero 1971) 5.
  • Gubern, Román. La censura. Función política y ordenamiento jurídico bajo el franquismo (1939-1975). Barcelona, 1981.
  • Ilie, Paul. Literatura y exilio interior. Madrid, 1981.
  • Joly, M., Soldevila, I., TENA, J. Panorama du roman espagnol contemporain. Montpellier, 1979.
  • Jordan, Barry. Reseña de La novela desde 1936 de I. Soldevila-Durante, Bulletin of Hispanic Studies LX (1983) 80-82.
  • Kirsch. J. A. «Técnica novelística en la obra de Juan Marsé». [Tesis doctoral, University of Wisconsin, 1980].
  • Mangini, Shirley. «La novelística de Juan Marsé». [Tesis doctoral, University of New Mexico, 1979; publicada fragmentariamente].
  • Montenegro, Nivia. «El juego intertextual de Si te dicen que caí». Revista Canadiense de Estudios Hispánicos V 2 (invierno 1981) 145-55.
  • Ríos Ruiz, Manuel. «Los aventis de Juan Marsé, novelista de nuestro tiempo». Nueva Estafeta 27 (febrero 1981) 71-74.
  • Roig, Monserrat. «Juan Marsé o la memoria enterrada». En Los hechiceros de la palabra. 1975. 84-91.
  • Sherzer, W. M. Juan Marsé, entre la ironía y la dialéctica. Madrid, 1982.
  • Sinnigen, J. «Proyecto ideológico y proyecto literario en las obras de Juan Marsé» en Narrativa e ideología. Madrid, 1982.
  • Soldevila-Durante, Ignacio. La novela desde 1936. Madrid, 1980.
  • Souza Saez, J. M. «Bajo el peso de la Historia». Nueva Estafeta 48-49 (noviembre-diciembre 1982) 115-17.
  • Sullivan, R. K. «Juan Marsé as Social Critic: A Structural, Thematic and Stylistic Analysis of Six Novels». [Tesis doctoral, Catholic University of America, Washington, D. C., 1982].


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