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La conjuración de Amboise fue un complot urdido por los hugonotes contra los Guisa, a fin de arrancar a Francisco II de la dominación de éstos y establecer libremente en Francia el protestantismo. El jefe ostensible de esta conjuración fue La Renaudie; pero dirigiola encubiertamente el príncipe de Condé, sostenido en secreto, según opinión de muchos, por la misma reina Catalina de Médicis. El plan de los conjurados era entrar por armas en Blois, donde se hallaba la corte, y apoderarse de los Guisa y del mismo rey Francisco; pero, avisados a tiempo por un abogado de París, trasladaron la corte repentinamente al castillo de Amboise, y mandaron contra los conjurados fuertes destacamentos, que les derrotaron en el camino mismo de Amboise. La Renaudie murió peleando, y su cadáver fue colgado a la entrada del puente. Los otros jefes principales, en número de cincuenta y siete, fueron conducidos a Amboise y decapitados ante la plataforma del castillo. Al príncipe de Condé se le obligó a prestar juramento de que no había tomado parte en la conjuración, y a presenciar las ejecuciones desde la tribuna en que se hallaba la corte, sentado entre la reina María Estuardo y el duque de Orleans. Cuando el Príncipe apareció en la tribuna, todos los sentenciados, sus cómplices, le saludaron profundamente, y él les devolvió el saludo con la mayor serenidad, diciendo a la reina María: Il est difficile de ne pas être poli avec des gens qui vont mourir. (N. del A.)

 

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El célebre cirujano Ambrosio Paré era calvinista y nació en Laval en 1517. Hizo su aprendizaje en los campamentos, y el fruto de sus observaciones científicas lo compendió en 1545, en su obra titulada Méthode de traicter les plays faites par les arquebuses et aultres bastons à feu. Su principal descubrimiento fue el de sustituir en las amputaciones de los miembros la cauterización de las arterias por la atadura de las mismas. Por la recomendación del duque de Vendôme, le admitió Enrique II en el número de sus cirujanos ordinarios, e igual plaza conservó en la corte de Francisco II. Carlos IX le hizo su primer cirujano de cámara, y llegó a tenerle en tal estima, que, cuando la matanza de los hugonotes, fue el único que quiso salvar, según refiere Brantôme: Charles IX -dice- ne voulut sauver aucun calviniste, sinon Ambroise Paré, son premier chirurgien et le premier de la chrétienté. Murió en París en 1590, algunos meses después de la entrada de Enrique IV. (N. del A.)

 

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Esta tremenda herida la recibió el duque de Guisa en el sitio de Calais; fue un lanzazo que le entró por debajo del ojo derecho y le vino a salir por debajo de la oreja izquierda, quedando dentro la lanza quebrada. Diéronle por muerto y le llevaron a su tienda; mas Ambrosio Paré, poniéndole un pie sobre el pecho, como si se tratase ya de un cadáver, le arrancó poco a poco las astillas, deshaciéndolas con las uñas, y con un hábil esfuerzo consiguió arrancarle después el hierro de la lanza. La audacia de Ambrosio Paré salvó al duque de una muerte segura, si bien no pudo evitar que le quedase el rostro horriblemente desfigurado. (N. del A.)

 

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Hospedábanse los Reyes en el palacio de Jaime Groslot, canciller de Navarra y Bailio de Orleans. Este palacio, que es una bellísima construcción del siglo XVI, fue cuidadosamente restaurado en 1850, y sirve desde 1790 de Hôtel de ville. En una de sus fachadas hay una larga inscripción en que se enumeran los personajes que han habitado el palacio, y entre otras cosas dice: Logis accoutumé des Rois François II, Charles IX, Henri IV, des Reines Catherine de Médicis, Marie Stuart, Louise de Lorraine et Marie de Médicis. (N. del A.)

 

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El cardenal Francisco de Tournon fue uno de los hombres de Estado que más se distinguieron en su época, que alcanza desde 1489, fecha de su nacimiento, hasta 1562, que es la de su muerte. Vino a Madrid para negociar la libertad de Francisco I, y volvió más tarde para concertar el matrimonio de este Rey con D.ª Leonor de Austria. Fue hombre de mucha rectitud y juicio, y de grande habilidad en los negocios, que manejaba siempre yendo derecho al fondo y sin andarse por las ramas, como vulgarmente se dice. Enemigo acérrimo de los hugonotes, les combatió en todos los terrenos, y muy especialmente en los Estados de Orleans y las conferencias de Poissy; nunca pudo, sin embargo, entenderse con los Guisa por rivalidades con el cardenal de Lorena, y se mostró siempre partidario de Catalina de Médicis, prestándola grandes servicios. (N. del A.)

 

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Francisco de Scepeaux, mariscal de Vieilleville, fue uno de los grandes capitanes del siglo XVI que más reputación alcanzaron por su valor. Había tomado por tipo a Bayardo, y en su tiempo era proverbial este dístico:


Châteignerage, Vieilleville et Bourdillon
ont les trois hardis compagnons.



A la muerte de Enrique II siguió el partido de los Guisa, combatiendo a los hugonotes con muy discreto celo. Se dice que murió envenenado en 1571, y había nacido en 1509. (N. del A.)

 

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Jacobo d'Albon, señor de Saint-André, nació en 1505, y fue hecho mariscal de Francia en 1547 por Enrique II, que le dispensó siempre todo su favor y confianza. Distinguiose mucho por su valor y pericia militar, y fue hecho prisionero peleando como un héroe, en la batalla de San Quintín. A la muerte de Enrique II llamose al partido de los Guisa, y después de fallecido Francisco II, formó con el duque de Guisa y el condestable de Montmorency, el famoso triunvirato católico, que intentó exterminar la herejía en Francia. En la batalla de Dreux contra los calvinistas cayó prisionero de éstos y en el momento en que uno de ellos le colocaba atado a la grupa de su caballo, fue asesinado de un pistoletazo. Sucedió esto el 19 de diciembre de 1562. (N. del A.)

 

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Los dos hermanos Alberto y Carlos de Gondi eran hijos de Antonio de Gondi, que vino a Francia desde Florencia acompañando a Catalina de Médicis, y fue mayordomo de Enrique II. Carlos fue general de las galeras de Francia, y Alberto fue hecho duque de Retz y mariscal de Francia por Enrique III. Ambos pertenecieron siempre en cuerpo y alma al partido de la reina Catalina. (N. del A.)

 

19

[«ni como madre del rey de Francia» falta en el original. (N. del E.)]

 

20

Jacobo, o Jaime Amyot, fue preceptor de los últimos Valois, que le amaron y protegieron igualmente con verdadera gratitud y cariño. Nació en Melún, de padres humildísimos, y siguió en París los estudios eclesiásticos a fuerza de privaciones, de energía y de perseverancia. Logró al fin la cátedra de latín y griego en la Universidad de Bourges, y el cardenal de Tournon le sacó de su oscuridad, enviándole al Concilio de Trento con algunas reclamaciones del rey de Francia. A su vuelta fue cuando Enrique II le nombró preceptor de sus hijos Carlos y Enrique. Llamáronle éstos siempre su querido maestro, y el primer acto de Carlos IX, al subir al trono, fue nombrarle obispo de Auxerre y gran limosnero de Francia, contra la voluntad de Catalina de Médicis, que le estimaba en poco y quería este último puesto nada menos que para el cardenal de Tournon. Enrique III le mantuvo en el mismo cargo, y le hizo además comendador de la Orden del Espíritu Santo, a pesar de no ser noble. Acusáronle falsamente de haber aconsejado el asesinato de los Guisa en Blois, y esto le proporcionó grandes disgustos y aun puso en peligro su vida. Retirose a su diócesis lleno de amargura, y allí murió el 6 de octubre de 1593, a los ochenta años. Su traducción de las obras de Plutarco es considerada en Francia como uno de los más hermosos monumentos de la literatura francesa del siglo XVI. (N. del A.)