Desde el punto de
vista de la Retórica, La Araucana de Ercilla es un
poema excepcional por la manera de incorporar a la epopeya las
normas dictadas por la oratoria y por la original
elaboración que dio a sus partes. La obra se inicia con una
introducción, que consta de los pasos y de los
tópicos requeridos del exordio, despliega su cuerpo en tres
partes y treinta y siete cantos, y finaliza con una
conclusión con sus divisiones retóricas bien
definidas. Ercilla compone cada canto iniciándolo,
también con una proposición; narrando el caso
propuesto con abundantes elementos retóricamente
significativos, y coronándolo, finalmente, con una
conclusión breve que suele adoptar diversas formas. El
carácter definidamente retórico de muchos momentos
del poema -podrían indicarse otros aparte de los
señalados- es, con todo, poco frecuente en la poesía
épica y en los poemas enunciativos en general. Es
característica marcadamente erciliana dar a esta
poesía narrativa un tratamiento retórico novedoso y
abundante.
En esta
ocasión nos detendremos en la conclusión y en la
tópica a que ha dado lugar en la poesía de
Ercilla.
La retórica
clásica indicaba que al final del discurso debía
constar de tres partes que comprendían: una
enumeración (enumeratio) o resumen de los puntos principales de
la narración; una amplificación (amplificatio) o empleo de
tópicos para conmover al auditorio, y un llamado a la
compasión de los auditores (commiseratio)1.
Los retóricos clásicos desarrollaron extensamente las
partes de la conclusión y la variedad de tópicos que
podían emplearse para las partes patéticas, pero la
poesía épica, que elaboró variadamente la
disposición del exordio y sus tópicos, no
llegó a desarrollar de igual manera la
conclusión2.
Es posible hallar doctrinas sobre el exordio en la Ars Poetica de Horacio y en
las Poéticas del Renacimiento, pero no es posible encontrar
consideraciones sobre la conclusión.
Es sabido que, en
general, los grandes poemas épicos clásicos carecen
de conclusión. En algunos contados casos se da lugar a un
final abrupto3.
En la
poesía épica de lenguas romances, domina durante la
Edad Media el final abrupto que encontramos en la Chanson de Roland:
En el Poema de
Mio Cid el Cantar Primero carece de conclusión,
pero los cantares Segundo y Tercero traen un «final
brusco»:
Las coplas deste cantar aquis van
acabando.
El Criador vos vala contados los
sos santos.
(vs.
2276-2277)
Así reza el
Cantar Segundo. Y el Tercero, después de presentar el
acrecentamiento de la honra del Cid y su muerte el día de
Pentecostés, concluye:
Estas son las nuevas del mio Cid el
Campeador;
en este logar se acaba esta
razón
(vs. 3729-3730)
Berceo emplea el
tópico antiguo: 'debemos terminar,
porque se hace de noche'5
al finalizar el prólogo de la Vida de Santa
Oria:
Avemos en el prólogo mucho
retardado,
Sigamos la estoria, esto es
aguisado:
Los días non son grandes,
anochezca privado,
Escrivir en tiniebla es un mester
pesado.
El motivo se
había desarrollado en la poesía bucólica
antigua condicionado por la situación imaginaria que se
desarrollaba en el lapso de un día y que concluía al
ponerse el sol.
En la
poesía pastoril del Renacimiento, Garcilaso emplea en sus
Églogas esta misma fórmula. En la Égloga
I, el lamento de Nemoroso concluye así como termina el
día:
Nunca pusieran fin al triste
lloro
Los pastores, ni fueran
acabadas
Las canciones que sólo el
monte oía
Si mirando las nubes
coloradas,
Al tramontar el sol bardadas de
oro,
No vieran que era ya pasado el
día.
La sombra se veía venir
corriendo apriesa
Ya por la falda espesa
Del altísimo monte, y
recordando
Ambos como de sueño, y
acabando
El fugitivo sol, de luz
escaso,
Su ganado llevando,
Se fueron recogiendo paso a
paso.
En el misma
Égloga I el lamento de Salicio adopta el
tópico del cansancio en la conclusión, tenido por el
motivo más natural para dar fin a un poema durante la Edad
Media latina y una de las formas más permanentes, como
veremos, en la poesía del Renacimiento6.
Lo que contó tras esto
Nemeroso
Decidlo vos, Plérides; que
tanto
No puedo yo, ni oso,
Que siento enflaquecer mi
débil canto.
Al conmovido
narrador se le hace tarea fatigosa e imposible el canto; pide
socorro a las Musas, con falsa modestia, para cantar el lamento de
Nemeroso que de esta manera aparece intensificado en
relación al primero.
En la
poesía épica del Renacimiento los poemas más
notables dan una conclusión definida a los cantos de que se
componen. El ejemplo más notable es el Orlando
Furioso de Ariosto. Podemos pensar legítimamente que
Ercilla siguió de cerca al poeta italiano en este aspecto,
pero veremos también que supo imponer novedad y variedad a
tópicos que Ariosto empleó en forma menos variada,
que dejó de seguirlo en algunos casos y que en otros se
condujo con libre originalidad. Por su parte, los seguidores de
Ercilla, Oña como el principal entre ellos, sigue al poeta
de La Araucana con originalidad, pero con un desarrollo
menos significativo de los tópicos de la conclusión,
en el Arauco Domado.
Enumeraremos
enseguida los principales tópicos de la conclusión
que pueden hallarse en la poesía épica de Ariosto y
Ercilla y del criollo Pedro de Oña.
1) Tópico del cansancio: la conclusión es motivada
porque el narrador está cansado, necesita reposo,
está falto de fuerzas, de voz o de aliento; aparece uno de
estos motivos o se agrupan varios de ellos.
Entre los cuarenta
y seis cantos del Orlando Furioso puede hallarse los
siguientes ejemplos7:
Non più,
Signor, non più di questo canto;
Ch'io son
giá rauco, e vo'posarmi alquanto.
XIV, 134
Ora non
più: ritorni un 'altra volta
Chi volentier la
bella istoria escolta.
XVI, 89
Signor, non
più: chè giunto al fin me veggio
Di questo canto, e
riposarmi chieggio.
XXV, 97
Ma lasciate, ch'io
mi ripose
Poi dirò
quel che'l Paladin rispose.
XLII, 104
En el poema de
Ercilla este tópico ocupa un lugar más importante y
presenta una variedad mayor8:
Decir prometo la cautela
extraña
De Lautaro después, que
ahora me siento
Flaco, cansado, ronco; y
entretanto
Esforzaré la voz al nuevo
canto.
I, xi
Y así seguro desto y
confiado
Me atrevo a descansar, que estoy
cansado.
I, xii
Nos saludó a su modo
alegremente
Levantando la voz… Pero la
mía
Que fatigada de cantar se
siente,
No puede ya llevar un tono
tanto,
Y así es fuerza dar fin en
este canto.
II, xvi
Más para proceder parte por
parte,
Según estoy cansado, ya no
puedo:
En el siguiente y nuevo canto
pienso
De declararlo todo un extenso.
II, xviii
Entre tanto también
razón sería,
Pues que todos descansan y yo
canto,
Dejarlo hasta mañana en este
estado,
Que de reposo estoy
necesitado.
II, xx
Mas según el trabajo se me
ofrece
Que tengo de pasar
forzosamente,
Reposar algún tanto me
parece
Para cobrar aliento
suficiente,
Que la cansada voz me
desfallece
Y siento ya acabárseme el
torrente;
Más yo me esforzaré
si puedo, tanto,
Que os venga a contestar el otro
canto.
II, xxi
Mas por tanta aspereza he
discurrido
Que la fuerza y la voz se me ha
acabado,
Y así habré de parar,
porque me siento
Ya sin fuerza, sin voz y sin
aliento.
II, xxii
Esta forma del
tópico del cansancio es dominante en el Arauco
Domado de Pedro de Oña. El poeta chileno se esfuerza en
dar al tópico novedad poética dentro de los rasgos
consabido9:
Espérelo su nao, que yo no
puedo,
Por no tener costado
suficiente
La rota navecilla de mi vena
Menesterosa ya de dar carena.
III, 129
Mas yo, me dé la casa del
tormento
Acabo de salir por gran
ventura,
Es bien que a descansar me pare un
tanto,
Pues no es como es de Sísifo
mi canto.
IV, 160
Y menos cabe en mí que los
alabe,
Faltándome la voz, el canto,
el pecho,
Si no me presta el cielo para
tanto
Voz nueva, pecho nuevo y nuevo
canto.
V, 195
Tan raudo por el mar de armada
cuela
Haciéndole escupir al cielo
espuma,
Que ya por popa deja mano y
pluma,
Sin que mi vuelo tenga con su
vela;
Mas, fuera de ser poco lo que
vuela,
Agora de cargada se embaluma,
Por donde hasta alijar del peso un
tanto
Mar en través habrá
de estarse el canto.
XVIII, 646
Con este
tópico concluyen por igual los cantos, I, II, VIII, IX, X,
XII, XIII, XIV, XV, XVI.
2) Tópico del cansancio: la conclusión es motivada
porque el narrador está cansado y la grandeza del asunto
requiere de nuevas fuerzas. Esta variedad del tópico es
privativa de Ercilla y está en directa relación con
la conciencia que el narrador de La Araucana tiene de la
grandeza imperial, por una parte, y de la excepcional
condición de los araucanos y de su mundo, por otra:
Pero acabar el canto me
parece,
Que a decir tan gran cosa no me
atrevo,
Si no es con nuevo aliento y canto
nuevo.
I, iii
Mas en el bajo tono que ahora
llevo
No es bien que de tan grave cosa
cante,
Que, cierto, es menester aliento
nuevo,
Lengua más expedita y voz
pujante:
Así medroso desto, no me
atrevo
A proseguir, Señor,
más adelante.
En el siguiente y nuevo canto os
pido
Me deis vuestro favor y atento
oído.
II, xxiii
Que ni el valor de Ongolmo
allí bastaba
Ni del fuerte Lincoya la
pujanza:
Ni yo basto a contar de una vez
tanto,
Que es fuerza diferirlo al otro
canto.
II, xxv
Pero para decir por orden
cuanto
Vi dentro de la gran poma
lucida,
Es, cierto, menester un nuevo
canto,
Y tener la memoria recogida.
Así, Señor, os ruego
que entretanto
Que refuerzo la voz
enflaquecida,
Perdonéis si lo dejo en este
punto,
Que no puedo deciros tanto
junto.
II, xxvi
Para decir tan grande
movimiento
Y el estrépito bélico
y ruido
Es menester esfuerzo y nuevo
aliento,
Y ser de vos, Señor,
favorecido,
Mas ya que el temerario
atrevimiento
En este grande golfo me ha
metido,
Ayudado de vos, espero cierto
Llegar con mi cansada nave al
puerto.
Que si mi estilo humilde y
compostura
Me suspende la voz
amedrentada,
La materia promete y me
asegura
Que con gran atención
será escuchada:
Y entre tanto, Señor,
será cordura,
Pues he de comenzar tan gran
jornada,
Recoger el espíritu
inquieto
Hasta que saque fuerzas del
sujeto.
III, xxxvi
3) Tópico del cansancio: la conclusión es motivada
por el cansancio que gana el narrador debido al largo del
canto.
Ariosto
proporciona un ejemplo curioso de este tópico: el canto
concluye porque el narrador tiene la hoja llena por todos
lados:
Ma primer che
più innanzi io la conduca,
Per non mi
dipartir dal mio costume,
Pinchè da
tutti i lati ho pieno il foglio
Finire il canto, e
reposar mi voglio
XXXIII, 128.
En Ercilla muestra
los siguientes ejemplos:
Paréceme, Señor, que
será justo
Dar fin al largo canto en este
paso,
Porque el deseo del otro mueva el
gusto
Y porque de cantar me siento
laso.
Suplícoos que al tardar no
os dé disgusto
Pareciéndoos que voy tan
paso a paso,
Que aun de gentes agravio una gran
suma,
Atento a no llevar prolija
pluma.
I, iv
Mas ya es razón, pues he
cantado tanto
Dar fin al gran destrozo y largo
canto.
II, xix
Le comenzó a decir…
Pero entre tanto
Será bien rematar mi largo
canto.
II, xxiv
Mas forzoso me será,
según me siento,
Dividir en dos partes este
cuento.
III, xxxii
En Pedro de
Oña aparte del ejemplo ya citado de la conclusión del
canto XVIII, puede citarse el siguiente:
Van todas a para do yo me
asiento,
Porque para tirar de un tiro
tanto,
Es chico mi vigor y grande el
canto.
II, 95
4) Conclusión para evitar el fastidio y mover al gusto. Es
una manera de manifestar deferencia al auditor o lector y un modo
de ganar su benevolencia. Tiene su antecedente definido en
Ariosto:
Ma son giunto a
quel segno, il qual s'io passo
Vi potria la mia
istoria esser molesta;
Ed io vo'piuttosto
diferiré
Che v'abbia per
lunghezza a fastidiare.
XXIII, 136
Ma saria forse,
mentre che dilecta
Il mio cantar,
consiglio utile e sano
Di finirlo,
piuttosto che seguire
Tanto, che
v'annoiasse il troppo dire.
XXXIX, 86
Y en Ercilla:
Dijo (si ya escucharlo no os
enoja)
Lo que el canto dirá, vuelta
la hoja.
III, xxxiv
Mas si queréis saber
quién es la gente
Y la causa de haber así
arribado,
No puedo aquí
decíroslo al presente,
Que estoy del gran camino
quebrantado;
Así para sazón
más conveniente
Será bien que lo deje en
este estado,
Porque pueda entre tanto
repararme,
Y os dé menos fastidio el
escucharme.
III, xxxv
Oña emplea
con frecuencia esta fórmula dentro de su modo
particular:
No dice más, que ya el dolor
esquivo,
Queriendo proseguir le cierra el
pecho,
Y si prosigo yo, cerrado el
mío,
Dirán que canto mal y que
porfío.
VI, 244
Otros ejemplos, en
la conclusión de los cantos VII, XI y XVII.
5) Conclusión que suspende la narración y mueve a la
curiosidad por lo que sigue. Esta es la fórmula más
frecuente y monótona de concluir el canto en el Orlando
Furioso. Se trata de 'differire'
la narración para suscitar el suspenso y el interés
por lo que se deja y promete para el canto siguiente:
En el poema de
Ercilla algunas conclusiones constituyen casos excepcionales que
sirven para proporcionar relieve a circunstancias narrativas y no
repiten su fórmula en otra ocasión aunque participen,
como en algunos casos ocurre, de otros tópicos ya
revisados:
6) Conclusión por temor a la novedad del asunto:
Pero ya la turbada pluma
mía
Que en las cosas de amor nueva se
halla
Confusa, tarda y con temor se
mueve,
Y a pasar adelante no se
atreve.
I, xiii
7) Conclusión que recurre a los tópicos de lo
indecible y de la falsa modestia para expresar la grandeza del
asunto y la razón para diferirlo para el canto
siguiente:
¡Quien fuera de lenguaje tan
copioso,
Que pudiera explicar lo que
allí vido!
Mas, aunque mi caudal no llegue a
tanto.
Haré lo que pudiera en otro
canto.
II, xvii
8) Conclusión para tomar consejo ante la duda en la
elección del camino que seguirá en la
narración:
Si del asalto y ocasión me
alejo
Dentro della y del fuerte estoy
metido;
Si en este punto y término
lo dejo,
Hago y cumplo muy mal lo
prometido:
Así dudoso el ánimo y
perplejo,
Destos juntos contrarios
combatido,
Lo dejo al otro canto
reservado
Que de consejo estoy
necesitado.
III, xxxi
9) Conclusión que deja a los combatientes con el movimiento
de las armas suspendido hasta retomar la narración en el
canto siguiente. Cervantes imitó este final de Ercilla en el
Quijote, I, VIII y de éste lo imitó
más tarde Fernández de Lizardi en el
Catrín, III:
Así los dos guerreros
señalados,
Las inhumanas armas
levantando,
Se vienen a herir… pero el
combate
Quiero que al otro canto se
dilate.
Ercilla repite el
mismo procedimiento en el combate de Rengo y Tucapel -canto XXIX y
final de la segunda parte- y canto XXX, inicial de la tercera
parte. Aquí el poeta suspende la pelea durante el tiempo que
separa la publicación de estas dos partes entre 1578 y 1589,
por once años- diciendo en la conclusión del
c. XXIX:
Mas quien el fin deste combate
aguarda
Me perdone si dejo destroncada
La historia en este punto, porque
creo
Que así me esperará
con más deseo.
(Canto XXIX)
10) Conclusión debida al tráfago y ruido que no dejan
oír al canto. Oña emplea esta curiosa
conclusión:
Donde podrá también
cesar mi canto,
Pues ultra de faltarme ya el
resuello,
Mientras hubiere tráfago y
ruido
No puede ser el canto bien
oído.
XVI, 580
En Ariosto y
Ercilla se da el caso de que falte la conclusión a
algún canto. Esto acontece en el canto XLVI y último
del poema de Ariosto que deja sin conclusión al poema
entero. Ocurre también en el canto XV y último de la
Primera Parte de La Araucana, dejando abierta la
continuación del poema. Para ello simplemente Ercilla retoma
la narración de la tempestad en el punto en que la
había dejado10.
A diferencia de
Orlando Furioso, que carece de conclusión, La
Araucana, posee la conclusión más elaborada
desde le punto de vista retórico que conocemos en la
poesía del Renacimiento. Su apoyo en la retórica
clásica resuelve con acierto un problema que los poetas
épicos sistemáticamente rehuyeron y no le impide
hacerlo con originalidad y temple de ánimo auténtico.
Nadie llegó a imitarlo en este aspecto.
La
conclusión de La Araucana comienza por ponderar en
lo indecible la riqueza y variedad del mundo y la grandeza de su
contenido y con el tópico del cansancio motivar la
coronación del poema. El poeta suspende el canto no porque
el asunto se haya empobrecido, sino porque su vena se ha agotado
bajo la desdicha, la mala suerte y la inutilidad del esfuerzo.
Importan tanto aquí el énfasis puesto en la grandeza
imperial de Felipe II -la que ha conferido su unidad a la
estructura total del poema- y en su inabarcable o inabarcado
espacio, que la invitación al canto épico expresa,
como el movimiento tendiente a despertar una actitud compasiva que
toman los motivos particulares de su cansancio en el poeta:
¡quien pudiera deciros
tantas cosas,
como aquí se me van
representando;
tanto rumor de trompas
sonorosas,
tanto estandarte al viento
tremolando
las prevenidas armas
sanguinosas
del portugués y
castellano bando
el aparato y máquina de
guerra
las batallas de mar y las de
tierra!
Veranse entre las armas y
fiereza
Materias de derecho y de
justicia,
Ejemplos de clemencia y de
grandeza,
Proterva y contumaz
enemicicia,
Liberal y magnánima
largueza
Que los sacos hinchó de
la codicia,
Y otros matices vivos y
colores
Que felices harán los
escritores.
Canten de hoy más los
que tuvieren vena,
Y enriquezcan su verso
numeroso,
Pues Felipe les da materia
llena
Y un campo abierto,
fértil y espacioso
Que la ocasión dichosa y
suerte buena
Vale más que el trabajo
infrutuoso,
Trabajo infrutuoso como el
mío,
Que siempre ha dado en seco
y en vacío.
Luego del
tópico del cansancio la conclusión adopta los pasos
retóricos clásicos. En primer lugar tenemos la
'enumeración'. La enumeración adopta la forma de una
relación de servicios al Príncipe que pone
énfasis en la lealtad y servicio personal cerca del monarca
y en el acrecentamiento del poder y la gloria del príncipe
en lejanas tierras conquistando y manteniendo nuevos mundos. Como
tal relación esta parte adquiere las características
de 'probanza' que Alfonso Reyes señalaba para las
crónicas hispanoamericanas y también para el poema de
Ercilla11:
¡Cuántas tierras
corrí, cuántas naciones
hacia el helado norte
atravesando
y en las bajas
antárticas regiones
el antípoda ignoto
conquistando!
Climas pasé, mudé
constelaciones
Golfos innavegables
navegando,
Extendiendo, Señor,
vuestra corona
Hasta casi la austral
frígida zona.
¿Qué jornadas
también por mar y tierra
habéis hecho que deje de
seguiros?
A Italia, Augusta, a Flandes, a
Inglaterra,
Cuando el reino por rey vino a
pediros;
De allí el furioso
estruendo de la guerra
Al Pirú me llevó
por más serviros,
Do con suelto furor tantas
espadas
Estaban contra voz
desenvainadas.
Y el rebelde indiano
castigado
Y el reino a la obediencia
reducido,
Pasé al remoto Arauco,
que alterado
Había del cuello el yugo
sacudido,
Y con prolija guerra
sojuzgado,
Y al odioso dominio
sometido,
Seguí luego adelante las
conquistas
De las últimas tierras
nunca vistas.
Enseguida tiene
lugar la 'amplificación' que posee un carácter
patético. El poeta deja de decir todo aquello que tiene
signos penosos o conmovedores en la relación de sus
servicios, lo que es un modo de representar las graves penurias
padecidas en el servicio del rey y sus infortunios y de acreditar
el mérito de su constante lealtad:
Dejo, por no cansaros y ser
míos,
Los inmensos trabajos
padecidos,
La sed, hambre, calores y los
fríos
La falta irremediable de
vestidos;
Los montes que pasé, los
grandes ríos
Los yermos despoblados no
rompimos,
Riesgos, peligros, trances y
fortunas,
Que aun son para contadas
importunas,
Ni digo como al fin por
acidente
Del mozo capitán
acelerado,
Fui sacado a la plaza
injustamente
A ser públicamente
degollado;
Ni la larga prisión
impertinente
Do estuve tan sin culpa
molestado,
Ni mil otras miserias de otra
suerte,
De comportar más graves
que la muerte.
Esta parte culmina
con la reiteración de la voluntad de servicio del
príncipe, pero también con la manifestación de
la fatiga de su esperanza de hallar la retribución ansiada
para él. Con esto se completa una situación muy
definida en los ideales del renacimiento que da forma cortesana,
ética y estética al discurso del poeta. Mirada la
totalidad de la obra como servicio del príncipe destaca en
este punto de ingratitud del monarca para la magnitud del servicio
y, lo que es esencial, para penetrar en el sentido del poema entero
que no tiene otro tema que cantar la grandeza imperial de
Felipe:
Y aunque la voluntad, nunca
cansada,
Está para serviros hoy
más viva,
Desmaya la esperanza
quebrantada
Viéndome proejar siempre
agua arriba;
Hallo que mi cansado barco
arriba
De la fortuna adversa
contrastado
Lejos del fin y puerto
deseado.
Al
desengaño sigue la formulación de la última
parte que comporta la 'compasión'. El poeta se consuela con
estoica dignidad, repite los motivos de su cansancio y manifiesta
una vez más la grandeza del rey:
Mas ya que de mi estrella la
porfía
Me tenga así arrojado y
abatido,
Verán al fin que por
derecha vía
La carrera difícil ha
corrido;
Y aunque más inste la
desdicha mía,
El premio está en
haberle merecido,
Y las honras consisten, no en
tenerlas,
Sino en sólo arribar a
merecerlas.
Que el disfavor cobarde, que me
tiene
Arrinconado en la miseria
suma
Me suspende la mano y la
detiene
Haciéndome que pare
aquí la pluma
Así doy punto en esto,
pues conviene
Para la grande innumerable
suma
De vuestros hechos y altos
pensamientos
Otro ingenio, otra voz y otros
acentos.
Esta parte se
remata con un paso complementario y muy significativo que propone
un contraste entre el desengaño por el desconocimiento de
los servicios del príncipe y la certidumbre de que el
servicio de Dios con haber sido imperfecto ha de encontrar
retribución generosa e inmerecida. Es destacable el temple
dolorido del resentimiento del poeta:
Y pues del fin y término
postrero
No puede andar muy lejos ya mi
nave,
Y el tímido y dudoso
paradero
El más sabio piloto no
le sabe,
Considerando el corto plazo,
quiero
Acabar de vivir antes que
acabe
El curso incierto de la
incierta vida,
Tantos años errada y
destraída.
Que aunque esto haya tardado de
mi parte
Y a reducirme a lo postrero
aguarde,
Sé bien que en todo
tiempo y toda parte
Para volverse a dios
jamás es tarde,
Que nunca en su clemencia
usó de arte,
Y así el gran pecador no
se acobarde,
Pues tiene un Dios tan bueno,
cuyo oficio
Es olvidar la ofensa y no el
servicio.
Y yo que tan sin rienda al
mundo he dado
El tiempo de mi vida más
florido,
Y siempre por camino
despeñado
Mis vanas esperanzas he
seguido,
Visto ya el poco fruto que he
sacado,
Y lo mucho que a Dios tengo
ofendido,
Conociendo mi error, de
aquí adelante
Será razón que
llore y que no cante.
Un motivo
más para el final resulta ser, de esta manera, la proximidad
de la muerte y la previsión del juicio divino que conducen a
un comportamiento ascético y a olvidar el canto.