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ArribaFenómeno X

El monte Sión sobre los montes.

Texto de Isaías, capítulo II

249. Palabra, que vio Isaías, hijo de Amós, sobre Judá y Jerusalén. Y en los últimos días estará preparado el monte de la casa del Señor en la cumbre de los montes, y se elevará sobre los collados, y correrán a él todas las gentes. E irán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Señor, y a la casa del Dios de Jacob, y nos enseñará sus caminos, y andaremos en sus senderos; porque de Sión saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén. Y juzgará a las naciones, y convencerá a muchos pueblos; y de sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas hoces; no alzará la espada una nación contra otra nación, ni se ensayarán más para la guerra.1021

250. Lo mismo y casi con las mismas palabras se lee en el capítulo IV de Miqueas: En los últimos días el monte de la casa de Dios será fundado sobre la cima de los montes, y   —479→   ensalzado sobre los collados, y correrán a él los pueblos. Y se apresurarán muchas gentes, y dirán: Venid, subamos al monte del Señor, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y marcharemos en sus veredas; porque de Sión saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén. Y juzgará entre muchos pueblos, y castigará a naciones poderosas hasta lejos; y convertirán sus espadas en rejas de arados, y sus lanzas en azadones; no empuñará espada gente contra gente; ni se ensayarán más para hacer guerra. Y cada uno se sentará debajo de su vid, y debajo de su higuera, y no habrá quien cause temor; pues lo ha pronunciado por su boca el Señor de los ejércitos...1022

251. Los intérpretes de la Escritura, llegando a tocar estas dos profecías, en primer lugar se ríen mucho de la grosería de nuestros Rabinos, los cuales entendieron estas cosas con una extrema materialidad, diciendo que en la venida del Mesías crecería físicamente el monte Sión, elevándose sobre todos los otros montes y collados vecinos a Jerusalén. No nos metamos ahora a averiguar si esta inteligencia es tan absurda que sólo merezca la risa y el desprecio, no sea que se piense que la queremos adoptar. No obstante, se pudiera aquí preguntar, lo primero: la elevación física y material del monte Sión, ¿es alguna empresa imposible, o muy difícil al que elevó, en el principio, los montes de la tierra? Lo segundo: ¿se opone esta física   —480→   elevación del monte Sión a los textos citados, o a algún otro lugar de la Escritura Santa, o a alguna verdad demostrada?

152. Sin esperar la respuesta a estas dos preguntas, que no se ignora cuál será, se pudiera preguntar, lo tercero: entre dos inteligencias de un mismo texto (suponiendo por un momento que sea forzosa la elección), ¿cuál de ellas deberá preferirse? ¿La que en nada se opone al texto, ni al contexto, antes por conformarse con él escrupulosamente abraza un error material, pero inocente (si acaso lo es), o la que en nada se conforma con el mismo texto, antes en alguna cosa le repugna y se le opone visiblemente? La respuesta a esta tercera pregunta no es tan fácil adivinarla. Mas por ahorrar disputas, vamos a lo particular.

La inteligencia común de estas profecías.

Párrafo I

253. Abrid, señor mío, cualquiera expositor, digo cualquiera, porque partiendo todos de un mismo principio y caminando sobre un mismo supuesto, es preciso que digan en sustancia lo mismo, aunque varíen algo en los accidentes. Después de haber leído la explicación que dan a dichas profecías, tomad el pequeño trabajo de confrontarlas con el texto, y con todo su contexto, y hallaréis, a mi parecer, dos cosas tan diversas, y tan distantes entre sí, cuanto dista el Oriente del Occidente.1023

254. Dicen primeramente, o lo suponen, que en ambas profecías se habla únicamente de la Iglesia presente; ésta es la casa del Señor, y al mismo tiempo el monte de la casa del Señor1024, por estar elevada, como lo está un monte, sobre todas las cosas ínfimas de la tierra. De este monte de la casa del Señor, dicen ambos Profetas: en los últimos días estará preparado el monte de la casa del   —481→   Señor en la cumbre de los montes, y se elevará sobre los collados.1025 ¿Qué quieren decir estas expresiones tan singulares? No quieren decir otra cosa, sino que la Iglesia cristiana está fundada sobre montes y collados, como sobre firmes y solidísimos fundamentos. ¿Cuáles son éstos? Son los Patriarcas, los Profetas, los Apóstoles, y también los preceptos, consejos y máximas evangélicas: el mismo Jesucristo, que es la principal piedra angular.1026 Todo esto no hay duda que es una verdad, para aquel que usa de ella legítimamente; mas el uso legítimo de una verdad, cualquiera que sea, pide esencialmente su propio lugar y su propio tiempo. De otra suerte, sin dejar de ser una verdad, podrá muy bien ser un verdadero despropósito. San Pablo, hablando de la ley de Moisés, decía: Sabemos, pues, que la ley es buena para aquel que usa de ella legítimamente.1027 La ley buena es en sí; mas en tiempo de San Pablo ya no era del caso, según toda su extensión, especialmente respecto de los cristianos. Aplíquese la semejanza.

255. A esta Iglesia, pues, se procuran acomodar y se van acomodando, en cuanto se puede, las palabras y expresiones de las dos profecías. Digo en cuanto se puede, porque algunas hay, aunque pocas, que sin hacer notable resistencia se dejan acomodar bastante bien, otras que necesitan de verdadera violencia y coacción, y las más no lo permiten de modo alguno. Mas en el principio general de que estas profecías no pueden mirar a otra cosa que a la Iglesia presente, importa poco que no se pueda todo acomodar, ni es necesaria tanta prolijidad.

256. Para dar a esta acomodación cierta especie de brillo, reparan mucho en aquella expresión nueva y admirable de   —482→   fluir las gentes y pueblos hacia lo alto del monte Sión1028. Siendo esto, dicen, contra la naturaleza de los fluidos, los cuales naturalmente bajan, no suben; corren ligeramente de lo alto hacia lo bajo, no al contrario. Con la cual similitud se anuncia que las gentes y los pueblos de todo el orbe vendrían a la Iglesia de Cristo, no bajando, sino subiendo; no siguiendo las inclinaciones de la naturaleza, sino peleando contra ellas, y superando con la divina gracia toda su oposición y resistencia. Vuelvo a decir que todo esto es una verdad más clara que la luz; y la concordancia de esta verdad con las profecías fuera sin duda mucho más luminosa, si la suposición en que estriba fuera también alguna verdad. Quiero decir, si el fluir hacia lo alto fuese una maravilla tan contraria a la naturaleza, que no se viese de mil maneras practicada continuamente por la misma naturaleza. ¿Quién ignora, por ejemplo, que nuestra sangre fluye naturalmente no sólo de la cabeza hasta los pies, sino también desde los pies hasta la cabeza? ¿Quién ignora que los jugos del más alto cedro del Líbano fluyen naturalmente desde la raíz hasta lo más alto de las ramas? ¿Quién ignora que el rocío y aun las lluvias más copiosas no pudieran fluir de lo alto hacia lo bajo, si primero no hubiesen fluido de lo bajo hacia lo alto, etc.? Conque el fluir las gentes, por semejanza, hacia lo alto de un monte, no es un milagro tan nuevo que merezca especial reparo. La palabra fluir, que es la que da ocasión a dicho reparo, se halla en los LXX sin misterio alguno, pues leen simplemente vendrán; y Pagnini y Vatablo leen correrán juntamente; que no suena otra cosa que un gran concurso de todas las gentes al monte de la casa del Señor, lo cual está anunciado en el salmo LXXXV: Todas las gentes, cuantas hiciste, vendrán, y te adorarán, Señor, y glorificarán tu nombre1029; y en Daniel: todos los pueblos, tribus, y lenguas   —483→   le servirán a él.1030 Y mucho más claro en Zacarías: Y todos los que quedaren de todas las gentes que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año a adorar al Rey, que es el Señor de los ejércitos.1031

257. Mas volviendo a lo más inmediato e interesante, parece claro que la acomodación de nuestras profecías a la Iglesia presente, y la gran facilidad con que esta se comienza, no dura mucho. Apenas llega a tocar los confines del versículo 4, donde es preciso parar un poco, pues aquí se presenta cierto embarazo, no menos importuno que insuperable. Parece imposible dar un paso más adelante, si primero no se trabaja en allanarlo de algún modo.

Dificultad del versículo 4 de Isaías, y 3 de Miqueas.

Párrafo II

258. Dicen ambos Profetas que en aquellos tiempos de que hablan, cuando Sión se prepare y eleve sobre los otros montes, sucederá, entre otras muchas cosas, una bien singular y ciertamente inaudita hasta el día de hoy. Es a saber, que todas las gentes y pueblos de la tierra, juzgados y corregidos por el Señor, y en consecuencia inmediata y primaria de esta corrección y juicio, gozarán en adelante de una perfecta paz; que arrojarán de sí, como trastos inútiles, todas las armas con que mutuamente se habían defendido y ofendido hasta entonces, convirtiéndolas todas en instrumentos de agricultura; que ya no levantará la espada una gente contra otra: que ya no aprenderán, ni habrá quien enseñe el arte militar, ni habrá más ejercicio de armas para la guerra; que todos y cada uno vivirán seguros y quietos sin temor de enemigos: Y cada uno se sentará debajo de su vid, y debajo de su higuera, y no habrá   —484→   quien cause temor1032; porque el Señor ha hablado, y lo ha ordenado así1033.

259. Los intérpretes, llegando a este mal paso, confiesan a lo menos tácitamente, la dificultad de pasarlo bien. Preguntan comúnmente, ¿cómo se entiende esto? Es decir, ¿cómo se podrá vencer un impedimento tan notorio que absolutamente cierra el camino? La razón de dudar parece clara: porque la Iglesia presente, a quien se empezaban a acomodar las profecías, cuenta 18 siglos, y hasta ahora no se ha visto en ella el más mínimo vestigio de lo que aquí se anuncia; y la Iglesia triunfante, o el cielo, que es el ordinario refugio en las grandes urgencias, en la presente nada puede ayudar; pues allá no hay necesidad de labrar los campos, ni mucho menos de llevar de acá los instrumentos necesarios para la agricultura.

260. La respuesta a esta gran dificultad no es una sola, sino muchas, según varios modos de discurrir. Yo hallo a lo menos cinco; y todas ellas, o divididas o juntas, me parece que dejan en pie la dificultad. La primera nos acuerda que cuando nació Jesucristo, que fue el año 39 o 40 del imperio de Octaviano Augusto, estaba todo el orbe en paz; y esta paz fue anunciada desde entonces a todos los hombres de buena voluntad. Mas, ¿qué conexión puede tener esto con las profecías de que hablamos? Compárense éstas con aquella paz Octaviana, que fue sólo de cuatro días (en los cuales no dejaron de levantar la espada las gentes de Herodes contra los inocentes de Belén, de dos años y abajo1034), y hecha la comparación con toda la formalidad y rectitud que pide el asunto, júzguese con imparcialidad. La segunda respuesta nos tira a persuadir que después de la venida de Cristo y fundación de la Iglesia cristiana, ya no hay entre los hombres tantas guerras, ni tan obstinadas y   —485→   sangrientas como antes de esta época feliz. Mas aun dado caso que esta noticia fuese cierta, y no falsa por todas las historias, ¿qué proporción podremos hallar entre las guerras menos frecuentes, menos obstinadas, menos sangrientas, que quieren suponer en estos 18 siglos, con lo que anuncian nuestras profecías? No alzará la espada una nación contra otra nación, ni se ensayarán más para la guerra... no se ensayarán más para hacer guerra... convertirán sus espadas en rejas de arados, y sus lanzas en azadones.

261. La tercera respuesta nos hace reparar que en estas profecías no se dice que no habrá o no podrá haber entre los príncipes cristianos guerras justas, o uso legítimo de las armas. Éste fue, añaden, un error de Calvino y de otros herejes, los cuales pretendieron que no era lícito a los cristianos el uso de las armas. Hablan, pues, las profecías solamente contra las guerras injustas y tiránicas; pues éstas, y no aquéllas, están prohibidas por las leyes y máximas del evangelio; y pudiera añadirse que están del mismo modo prohibidas a todos los hombres sin distinción por las leyes y máximas de la naturaleza, así como está prohibido universalmente el hurto y el homicidio. Es más que visible que esta respuesta huye muy lejos de la dificultad, en vez de acometerla; tal vez puede ser por no ver una guerra injusta contra las leyes y máximas del evangelio. Si algunos herejes, fundados en estas profecías, abrazaron aquel despropósito, erraron en ello manifiestamente. Debían haber advertido que dichas profecías nada prescriben, nada mandan, ni a los cristianos, ni a los herejes, ni al resto de los hombres. Sólo anuncian simplemente lo que deberá suceder en esta nuestra tierra, en otros tiempos que todavía no han llegado.

262. La cuarta respuesta dice que el sentido propio de las profecías es que los verdaderos cristianos y fieles hijos de la Iglesia, si alguno tiene queja del otro1035, no usará, o no podrá usar lícitamente de las armas, sin haber primero   —486→   procurado amistosa y pacíficamente alguna honesta y razonable composición; lo cual se ha visto y se ve frecuentemente, no sólo entre los particulares, sino también entre los príncipes y señores cristianos. ¿Y esto mismo no se ha visto jamás, ni se ve frecuentemente, ni es posible que se vea fuera de la Iglesia? ¿No hacen esto mismo los gentiles?1036

263. La quinta respuesta del todo mística, dice que el verdadero sentido de estas profecías es que los hijos verdaderos de la Iglesia, esto es, los perfectamente justos y santos, sujetos enteramente a las máximas del evangelio y llenos del espíritu de Cristo1037, éstos gozarán de una tierna y verdadera paz; no paz del mundo, sino de Cristo; y esto aun en medio de las perturbaciones y persecuciones de los malos, en medio de los dolores, trabajos y molestias de la vida presente; pues como se dice en el salmo CXVIII: Mucha paz para los que aman tu ley.1038

264. A esto se reduce en sustancia todo lo que hallamos en los doctores en respuesta y como por solución de la gravísima dificultad. Si confrontamos ahora todo esto, o dividido o junto, con el texto de las profecías y con todo su contexto, no hemos menester otra diligencia ni otro estudio para quedar plenamente convencidos de la impropiedad de la acomodación. Por consiguiente de que las profecías hablan de otros tiempos, y anuncian otros misterios infinitamente diversos, que todavía no se han verificado. En medio de esta impropiedad, de esta insuficiencia, de esta violencia tan clara y tan visible, se extraña mucho más y se admira, con grande admiración1039, que haya valor (o no sé cómo llamarlo) para decir y afirmar, como se dice y afirma por autores graves y respetables, por otra parte, que la inteligencia que dan a estas dos profecías, o la acomodación vaga, inacomodable e ininteligible, a la Iglesia presente,   —487→   es, no solamente buena, sino cierta y de fe divina; y por consiguiente la verdadera y la única, que no admite duda ni disputa. Si preguntamos a estos sabios, ¿con qué razón, y sobre qué fundamento sólido, y bueno, nos quieren obligar a un nuevo artículo de fe, no solamente superior, sino contrario a la razón natural, aun después de iluminada con la luz de la fe?, nos responden aquí a una voz con todos los otros doctores de las cinco diversas opiniones, que acabamos de ver y de admirar, que esta inteligencia es un consentimiento unánime de todos los doctores y santos padres1040.

265. ¡Oh, válganos Dios, y válganos la reflexión y la razón! ¡Este consentimiento unánime de doctores y santos padres, que tantas veces oímos repetir (aun en cosas que no pertenecen al dogma, ni a la moral), se nos figura muchas veces, o es muy fácil que así se nos figure como un muro altísimo o inaccesible, que debe detenernos el paso, y obligarnos a volver atrás! Mas si por curiosidad o por atrevimiento llegamos a tocar este muro sagrado, hallamos no pocas veces con grande admiración y con no pequeño consuelo, que el muro sagrado no es otra cosa en realidad que una verdadera perspectiva; ya porque no todos, ni muchos, ni los más de los antiguos padres tocaron aquel punto particular de que se trata; ya porque los que lo tocaron de propósito, no era buscando y enseñando su verdadera inteligencia, sino solamente para sacar alguna moralidad, o algún concepto de edificación; ya también porque ninguno de los dichos padres se atrevió a asegurar que aquel sentido moral y místico, o puramente acomodaticio en que hablaba, fuese el verdadero sentido. Todo esto se ve claro en la inteligencia de las dos profecías que actualmente observamos, y casi lo mismo podemos decir de otras innumerables que quedan ya observadas, y pueden fácilmente observarse.

266. Lo primero: es falso que todos los padres (aun hablando solamente de los que tocaron este punto) convengan   —488→   unánimemente en la inteligencia y aplicación de dichas profecías a la Iglesia presente. San Gregorio papa es santo padre, y uno de los máximos, y dice expresamente que el monte sobre los montes de que aquí habla Isaías, es la Virgen María: Porque Isaías, vaticinando la muy excelente dignidad de este monte, dice: En los últimos días estará preparado el monte de la casa del Señor en la cumbre de los montes1041; como que el monte en la cumbre de los montes, fue, porque la alteza de María reluce sobre todos los santos.1042 San Jerónimo, San Basilio, y Ruperto dicen que el monte sobre los montes es Cristo mismo. San Bernardo dice que es el cielo, donde todo está en perfecta paz. Conque tenemos a lo menos cuatro o cinco padres que tocando estas profecías no convienen unánimemente en su inteligencia. ¿Cuántos más hallaríamos si nos fuese posible leerlos todos con todo su contexto?

267. Lo segundo y principal, porque los padres que tocaron estas dos profecías, las tocaron solamente de paso y como por incidencia; y así las tomaron en aquel sentido acomodaticio que convenía a su propósito actual, el cual propósito, generalmente hablando, no era otro en los antiguos padres (cuando se trataba de alguna controversia formal sobre el dogma) que la edificación y provecho espiritual de los fieles, ni más ni menos como lo hacen hasta el día de hoy nuestros más celosos predicadores. Así se ve, y es bien fácil notarlo, y lo confiesan nuestros doctores más eruditos, que los antiguos padres, en puntos no sustanciales de la religión, cuando citaban algunas profecías y hablaban sobre ellas, cuidaban poco de si aquel sentido en que las tomaban era el literal y verdadero, o no; ni jamás pensaron en asegurar y hacer creer a los fieles que aquello que decían sobre las profecías era ciertamente lo que en ellas había intentado   —489→   el Espíritu Santo. No lo hacían así en otros asuntos pertenecientes inmediatamente al dogma, o a lo sustancial de la religión y también a la moral. En estos asuntos se explicaban siempre en tono de seguridad; y cuando para esto citaban algunos lugares de la Escritura, se guardaban bien de darles otra inteligencia que la obvia y literal; no solamente cuando hablaban o de palabra, o por escrito, con solos los fieles; sino mucho más cuando hablaban o disputaban con los herejes. Los que tuvieren algún estudio en los escritos de los antiguos padres, podrán reparar fácilmente en esta diferencia.

Se propone otra inteligencia de estas dos profecías.

Párrafo III

268. Primeramente, yo convengo de buena fe con todos los doctores, así cristianos, como judíos en la inteligencia general de estas dos profecías, y de otras semejantes, o en lo que éstas tienen de general; quiero decir que en ellas se habla manifiestamente y con evidencia de los tiempos del Mesías: Y en los últimos días estará... Y acaecerá: En los últimos días. Esto es (dicen todos los judíos y cristianos, y todos con suma razón), esto es, en el tiempo del Mesías, en el de Cristo.1043 Mas este esto es, si no se explica más, parece muy equívoco por muy general. El tiempo del Mesías, el tiempo de Cristo (según todas las Escrituras, antiguas y nuevas, y según todos los principios fundamentales del Cristianismo), no es uno solo, sino dos tiempos infinitamente diversos entre sí; uno que ya pasó y que persevera hasta ahora en sus efectos, ciertamente grandes y admirables; otro que todavía no ha llegado, pero que se cree y espera, con fe y esperanza divina, el cual tiempo segundo parece todavía más grande y admirable,   —490→   según las mismas Escrituras, que se enderezan a él manifiestamente, y en él se terminan. Éste es el tiempo de que tanto hablan los Profetas, cuando dicen: en aquel día; en aquel tiempo; en los últimos días; en el otro siglo; en el siglo venturo. Éste es el tiempo de que tanto hablan en sus epístolas San Pedro y San Pablo, diciendo frecuentísimamente: para el día de nuestro Señor Jesucristo1044; en el día del advenimiento de nuestro Señor...1045 (en el día) cuando apareciere1046; (en el día) de su venida, y de su reino.1047 Y éste es el tiempo mismo de que tanto habló en parábolas, y sin ellas, el mismo Mesías, como se puede ver en los evangelios.

269. El primer tiempo del Mesías, de que hablan las profecías, ciertamente ya está verificado, y el mundo ha gozado, goza, y puede gozar a satisfacción de sus efectos admirables; mas con todo eso, las profecías no se han verificado plenamente; pues no sólo hablan del primer tiempo del Mesías, sino también, y mucho más, del segundo tiempo, que todavía se espera. Esto es tan evidente y tan claro que según los diversos principios o sistemas, se han sacado dos diversísimas consecuencias; y aunque la una más funesta que la otra, no por eso dejan de ser ambas a dos ilegítimas y falsas.

Primera consecuencia

270. «Luego el Mesías no ha venido, pues las profecías ciertamente no se han verificado. Si no ha venido el Mesías, luego no ha llegado su tiempo, y debemos esperarlo.»

Segunda consecuencia

271. «Luego las profecías no pueden entenderse como   —491→   suenan, o según la letra que mata; sino en otro sentido mejor, como es el alegórico y espiritual; y en este sentido ya se han verificado, y se están verificando en la Iglesia presente.»

272. Si fuese necesario e inevitable tomar partido por alguna de estas dos consecuencias, si no hubiese esperanza de hallar otra tercera más legítima, y más conforme a las Escrituras, yo suscribiría al punto por la segunda, cautivando mi entendimiento en obsequio de la fe. Mas esta tercera consecuencia, ¿será muy difícil hallarla? ¿Será necesario para hallarla ir al oriente, o navegar al occidente? ¿No se presenta de suyo a cualquier entendimiento libre de preocupación, o de empeño formal y declarado? Por todas las Escrituras sabemos con toda certidumbre que el tiempo del Mesías considerado en general, tiene primero, y tiene segundo; que no es uno solo, sino dos tiempos o dos épocas diversas, luego... (ved la tercera consecuencia.)

273. «Luego las profecías de que hablamos, y otras muchas semejantes a ellas, que no se han verificado, ni se han podido verificar en el primer tiempo del Mesías, podrán muy bien verificarse y se deberán verificar en el segundo, el cual tiempo no es menos de fe divina que el primero.»

274. Mala consecuencia, aunque por otra parte buena, dicen obstinadamente los doctores judíos. ¿Por qué mala? Porque procede sobre un falso supuesto, esto es, sobre dos tiempos diversos del Mesías, no habiendo ni pudiendo haber otro que el que anuncian los Profetas en gloria y majestad. Óptimamente, ¿y no anuncian los Profetas con la misma claridad el otro tiempo que debe preceder a éste? ¿No hablan del Mesías como de maestro y ejemplar de toda justicia, como de un hombre manso, pacífico y humilde, como de un hombre injustamente perseguido, lleno de oprobios y de injurias, y pacientísimo en medio de grandes tribulaciones1048? ¿No hablan de él, y lo consideran   —492→   como un Cordero manso, e inocente, que es llevado al degolladero... (que) delante del que lo trasquila enmudecerá1049? ¿No lo consideran, como leproso, y herido de Dios, y humillado1050? ¿No lo representan llagado por nuestras iniquidades, quebrantado1051... por nuestros pecados... con los malvados contado1052? ¿No hablan de sus llagas de manos y de pies, de su desnudez en la cruz, de su afrenta, confusión y dolor1053? ¿No hablan, en fin, de su muerte, de su resurrección, de su ascensión a los cielos, de su descanso y gloria a la diestra de Dios, hasta otro tiempo1054? ¡Oh ciegos, tardos e infelices judíos! No tenéis, hermanos, que buscar por otra parte la causa y origen de vuestros trabajos. Ésta es evidentemente la verdadera causa y el único origen de todo, de lo cual nuestros doctores tienen toda la culpa. El haberse, digo, imaginado y obstinado en esta imaginación, tan ajena y tan contraria a las Escrituras, que el tiempo del Mesías debía ser uno solo, y éste en gloria y majestad. ¡Oh necios y tardos de corazón, para creer todo lo que los Profetas han dicho!1055 Os digo con palabras de vuestro Mesías. ¿Pues qué, no fue menester1056 que el Cristo padeciese estas cosas, y que así entrase en su gloria?1057 No tenéis, pues, razón alguna para reprobar mi consecuencia, ni la suposición sobre que procede, pues todo se halla conforme con todas las cosas que hablaron los Profetas.

275. Mala consecuencia (oigo por otra parte, no ya a los doctores judíos, sino a los doctores cristianos). Mas,   —493→   ¿por qué mala? Porque ese tiempo segundo del Mesías, que se cree y espera religiosamente, no es a propósito ni lo puede ser, para que se verifique lo que anuncian éstas y otras profecías semejantes. ¿Por qué razón? Porque este tiempo segundo del Mesías no se dejará ver sino al fin del mundo, esto es, cuando todo el linaje humano y todos sus individuos, sin faltar uno solo, estemos no sólo muertos, sino resucitados y congregados en el valle (tan grande como pequeño) de Josafat, para el juicio universal. Porque este segundo tiempo del Mesías deberá ser únicamente para destruirlo todo y acabar con todo; para arrojar los malos al infierno, y llevar al cielo a los buenos, etc.

276. Mas esta idea (se pregunta una y muchas veces, pidiendo una respuesta categórica), ¿de dónde se ha tomado? ¿De las Santas Escrituras? Parece cierto que no, porque antes éstas la repugnan y contradicen a cada paso, y nos ofrecen otra idea infinitamente diversa, según hemos observado hasta aquí, y todavía tenemos que observar. ¿Acaso de alguna verdadera tradición constante, uniforme, universal, venida desde los apóstoles, y conservada fielmente hasta nuestros tiempos? Falso del mismo modo, por confesión forzosa de los mismos interesados, a lo menos de los más eruditos y sensatos; ya porque repugna absolutamente tradición apostólica contra las Escrituras y contra los escritos de los mismos Apóstoles; ya porque no se ignora el principio, ni el tiempo, ni la ocasión, ni las razones, por que dicha idea se empezó a recibir como buena o pasable, y de mano en mano, a hacerse universal. Aún en el quinto siglo de la Iglesia, como testifica San Jerónimo, no estaba esta idea tan asentada que no fuese rechazada y admitida la idea opuesta por una gran multitud de doctores católicos y píos; también un considerabilísimo número de los nuestros (dice este santo doctor) sigue solamente en esta parte1058; y en otro lugar añade: muchos varones eclesiásticos y mártires   —494→   la llevan.1059 ¿Quién podrá hablar así de una tradición apostólica? Conque no hay razón alguna para reprobar nuestra consecuencia; la cual parece perfectamente conforme con todas las Escrituras antiguas y nuevas, y con los principios fundamentales del cristianismo. Luego bien podremos esperar sin temor alguno que las profecías de que hablamos, y otras innumerables semejantes a ellas, se verifiquen plenamente, según la letra, en el segundo tiempo del Mesías; pues en el primero no han podido tener lugar.

277. Llegando, pues, este segundo tiempo, que todos creemos y esperamos religiosamente; sucederá, luego, entre otras cosas primarias y principales, la elevación del monte Sión sobre todos los montes y collados; expresión visiblemente figurada, pero admirable y propísima para explicar, según las Escrituras, la dignidad altísima y suprema, el honor y la gloria a que será entonces sublimada la ciudad de David, y con ella toda la casa de Jacob; después que resucite y se ponga en ella, como en los días antiguos (o como en los días del cielo), el tabernáculo o solio del mismo David, que cayó; y después que vuelva la potestad primera, y el reino de la hija de Jerusalén1060. Entonces se verificarán plenamente, según la letra, las dos profecías en cuestión, y otras innumerables que anuncian lo mismo con diversas palabras; por consiguiente, deberán fluir en aquel tiempo las gentes y los pueblos hacia lo alto del monte Sión.

278. ¿Qué gentes y qué pueblos? Sin duda los que quedaren vivos después de la venida del Señor, como parece ciertísimo que han de quedar, así por estas Escrituras expresas y claras, como por nuestro artículo de fe; el cual nos enseña que Jesucristo ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos; lo cual sucederá, dice San Pablo, por su venida y su reino (o como lee la versión Siriaca): en la manifestación de su reino. -Arias Montano: durante su   —495→   manifestación y su reino. -Erasmo: en su manifestación y su reino.1061 ¿Cómo ha de juzgar a los vivos, si no los halla?

279. ¿Qué gentes y qué pueblos? Sin duda las gentes y los pueblos que quedaren vivos después de la ruina entera del Anticristo, o de la bestia de siete cabezas y diez cuernos, como es ciertísimo que han de quedar; y tan cierto que lo confiesan tácitamente, sin poder hacer otra cosa, casi todos los intérpretes del Apocalipsis, los cuales, para salvar de algún modo su sistema general, han discurrido aquel efugio tan extraño de separar a toda costa el fin del Anticristo de la venida de Cristo; aunque sea necesario decir que el Rey de los reyes y el Verbo de Dios, que con tanto aparato y majestad baja del cielo, directamente contra la bestia, no es Jesucristo, sino San Miguel. Dije casi todos los intérpretes del Apocalipsis para exceptuar aquellos modernos, que divisando bien estos inconvenientes, han tirado por otro camino igualmente difícil e impracticable, diciendo que la bestia no es el Anticristo, sino Diocleciano, con los príncipes que continuaron la persecución de la Iglesia; y así, que la venida del cielo del Rey de los reyes con tanto aparato y majestad contra la bestia, ya sucedió en los principios del cuarto siglo, aunque tan oculta que nadie la vio, etc. Esto mismo dicen en su sistema Arduino y Berruyer, esto es, que la venida del Rey de los reyes se verificó, aunque ocultísimamente, en la destrucción de Jerusalén por los romanos; y no obstante, en este tiempo todavía no se había escrito el Apocalipsis; pues la destrucción de Jerusalén sucedió en el imperio de Vespasiano, a quien sucedió Tito, y a éste Domiciano, el cual desterró a Pathmos a San Juan, como consta de todas las historias, desde Tertuliano, citado por San Jerónimo.

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280. ¿Qué gentes y qué pueblos? Sin duda los que quedaren vivos, después que la piedra baje del monte sobre la estatua; y convertida toda en polvo y ceniza, se forme sobre sus ruinas otro reino incorruptible y eterno, no encima, sino bajo todo el cielo: ...quebrantará, dice Daniel, y acabará todos estos reinos... pero la piedra que había herido la estatua, se hizo un grande monte, e hinchió toda la tierra.1062

281. ¿Qué gentes y qué pueblos? Sin duda los que quedaren vivos, después de arrojada al fuego la cuarta bestia terrible y admirable, con todo su cuerpo de iniquidad; no cierto los que compondrán este cuerpo como miembros suyos (que de éstos parece claro por todo el contexto, así de Daniel, como del Apocalipsis, que no quedará uno solo vivo) sino de los pertenecientes a las tres primeras bestias, consideradas en sí mismas, que no se hubiesen unido con la cuarta, contra el Señor, y contra su Cristo1063; pues de estas tres primeras bestias asegura el Profeta, que después de muerta la cuarta, fueron despojadas de la potestad que tenían, mas no de la vida: y vi que había sido muerta la bestia... Y que a las otras bestias se les había también quitado el poder, y se les habían señalado tiempos de vida.1064 Fuera de estos vivos, quedarán también algunos otros que no tendrán entonces relación alguna con las bestias, sino que constituirán el verdadero cristianismo, no solamente de los judíos, sino también de las gentes; entre los cuales merecerán muchos aquella inmutación y rapto de que habla San Pablo, esto es, juntarse con los santos que acaban de resucitar, y levantarse   —497→   de la tierra junto con ellos, subiendo en las nubes a recibir a Cristo en los aires.1065

282. Estas reliquias de las gentes y pueblos que quedarán vivas después de la venida del Señor, es cierto e innegable por las Escrituras que no podrán ser muchas, sino pocas (pocas, digo, comparadas con los millones que cubren la tierra), así como fueron pocas y poquísimas, es a saber, ocho, las que quedaron después del diluvio: Y así como en los días de Noé (dice el mismo Señor), así será también la venida del Hijo del Hombre.1066 Léase, entre otras Escrituras, todo el capítulo XXIV de Isaías, y se hallarán noticias bien claras e individuales de lo que debe suceder en la tierra con la venida del Señor; y por lo que hace a nuestro propósito actual, repárese con especialidad en estas palabras: Lloró la tierra, y cayó, y desfalleció; cayó el orbe, y desfalleció la alteza del pueblo de la tierra. Y la tierra fue inficionada por sus moradores, porque traspasaron las leyes, mudaron el derecho, rompieron la alianza sempiterna. Por esto la maldición devorará la tierra, y pecarán los moradores de ella; y por esto darán en locuras los que moran en ella, y quedarán pocos hombres... Porque estas cosas serán en medio de la tierra, en medio de los pueblos; como si algunas pocas aceitunas que quedaron se sacudieren de la oliva; y algunos rebuscos, después de acabada la vendimia. Éstos levantarán su voz, y darán alabanza; cuando fuere el Señor glorificado, alzarán la gritería desde el mar.1067

  —498→  

283. De estas reliquias de las gentes y pueblos que quedaren vivas, cuando vendrá el Señor mi Dios, y todos los santos con él... se dice en Zacarías: Y todos los que quedaren de todas las gentes que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año a adorar al Rey, que es el Señor de los ejércitos1068, porque en este tiempo, dice poco antes, el mismo Señor será Rey sobre toda la tierra: (y añade que) en aquel día uno solo será el Señor, y uno solo será su nombre.1069

284. Pues en este día (decimos en conclusión), en este tiempo segundo del Mesías, se verificarán plena y perfectamente, sin faltarles ni un punto, ni un tilde1070, las profecías de que vamos hablando, y todas las demás que no se han verificado en el primer tiempo. Entonces, llegado el día de su virtud, y volviendo del cielo a la tierra, después de haber recibido el reino, evacuará perfectamente en primer lugar todo principado, potestad y virtud1071; argüirá, corregirá, castigará severísimamente a las gentes y pueblos, según su mérito: Y juzgará a las naciones, y convencerá a muchos pueblos... y castigará a naciones poderosas hasta lejos.1072 Y en consecuencia de este juicio, de esta corrección, de este castigo, los que quedaren vivos y su posteridad, por muchos siglos, arrojarán de sí por orden de su soberano todas sus armas, como una carga intolerable y ya del todo inútil, bajo el pacífico Salomón; las convertirán todas en instrumentos de agricultura, y ya   —499→   no pensarán en otra cosa que en emplear bien su tiempo en inocencia, en justicia y en piedad: Y cada uno se sentará debajo de su vid, y debajo de su higuera, y no habrá quien cause temor; pues lo ha pronunciado por su boca el Señor de los ejércitos. Ésta me parece, salvo meliori, la única inteligencia que se puede dar a estas profecías, según las Escrituras.

Párrafo IV

El contexto de estas profecías.

285. Para asegurarnos más en el conocimiento de los tiempos, con toda aquella seguridad que puede pedir en estos asuntos la más rígida crítica, sigamos primeramente el contexto de Isaías, que el de Miqueas lo seguiremos a su tiempo. Si la cosa no es en la realidad como pensamos, será moralmente imposible no encontrar en todo el camino algún embarazo que nos haga detener el paso. Mas si no encontramos embarazo alguno; si todo lo hallamos quieto, pacífico, seguido y llano, ésta será una señal moralmente indefectible de que el camino es bueno; no sólo bueno, sino el camino verdadero y el camino recto; pues todas las sendas por donde se ha pretendido caminar se hallan a cada paso llenas de obstáculos conocidamente insuperables. Ésta será, digo, una señal moralmente indefectible, de que los dos Profetas hablan del segundo tiempo del Mesías, no del primero.

286. Habiendo hecho Isaías, hasta el versículo 5, un compendio brevísimo y admirable de la felicidad de aquellos tiempos, convida en primer lugar a toda la casa de Jacob, diciéndole inmediatamente1073: Casa de Jacob, venid, y caminemos en la lumbre del Señor.1074 Luego, volviéndose, a Dios, y hablando con él hasta el versículo 10, refiere en breve las justas razones que ha tenido para arrojar de sí a su antiguo pueblo, para desconocerlo y olvidarlo por tantos   —500→   siglos: Pues arrojaste a tu pueblo, la casa de Jacob; porque se han llenado como en otro tiempo (es a saber, de superstición e iniquidad, como lee Pagnini), y así no los perdones (o no los perdonarás, etc.).1075 Después de este paréntesis, bien importante, endereza otra vez la palabra a la casa de Jacob, diciéndole en el nombre del Señor lo que se sigue hasta el fin del capítulo: Entra en la peña, y en las aberturas de la tierra escóndete de la presencia espantosa del Señor, y de la gloria de su majestad.1076 Este mismo consejo se le da, o esto mismo se anuncia como cosa que debe suceder en algún tiempo en el mismo capítulo XXVI, versículo 20 de Isaías: Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tus puertas tras ti, escóndete un poco por un momento, hasta que pase la indignación. Porque he aquí que el Señor saldrá de su lugar, para visitar la maldad del morador de la tierra contra él; y descubrirá la tierra su sangre, y no cubrirá de aquí adelante a sus muertos.1077

287. Dado este consejo, pasa luego a representar con la mayor viveza, lo que deberá suceder en nuestra tierra con la venida del Señor. Es a saber, la destrucción de los imperios, reinos o potestades, la ruina entera de toda la impiedad, la humillación de los soberbios, el temor y temblor con que estarán entonces los hombres más altivos, y más llenos de sí; en suma, la angustia y tribulación de todos los pueblos, tribus y lenguas, que debe preceder a la quietud y paz de la tierra.

  —501→  

Los ojos altivos del hombre han sido abatidos, y encorvada será la altivez de los varones; y sólo el Señor será ensalzado en aquel día. Porque el día del Señor de los ejércitos será sobre todo soberbio, y altivo, y sobre todo arrogante; y será abatido. Y sobre todos los cedros del Líbano altos, y erguidos... y sobre todos los collados elevados. Y sobre toda torre eminente, y sobre todo muro fortificado, y sobre todas las naves de Tarsis, y sobre todo lo que es hermoso a la vista.1078

288. Todas estas expresiones metafóricas tan vivas y magníficas de que usa este Profeta, diciendo expresamente que son cosas todas reservadas para el día del Señor, cuando se levantare para herir la tierra1079, es bien fácil decir, huyendo de la dificultad, que se verificaron en la destrucción de Jerusalén y Judea por Nabucodonosor; mas el probar esto de algún modo razonable, conforme al texto y al contexto, no parece tan fácil. Aun mirado sólo el texto no se halla proporción alguna entre aquel suceso y estas expresiones; aquél fue particular a Jerusalén y Judea; éstas son visiblemente generales a toda la tierra: porque el día del Señor de los ejércitos será sobre todo soberbio, y altivo, y sobre todo arrogante... sobre todos los cedros del Líbano altos, y erguidos... sobre todos los montes altos, y sobre todos los collados elevados... sobre todo muro fortificado... sobre toda torre... sobre todas las naves de Tarsis.

289. Estas últimas palabras, aunque no se considerasen las otras, bastaban para conocer que no se habla aquí de Nabucodonosor, ni contra Jerusalén y Judea. ¿Qué naves   —502→   de Tarsis o del mar occidental tenían en aquellos tiempos los judíos? Esta misma expresión y la sustancia de las otras se leen en el salmo XLVII, que manifiestamente habla del día del Señor: Porque he aquí que los reyes de la tierra se congregaron, se mancomunaron. Ellos, cuando la vieron así, se maravillaron, se conturbaron, se conmovieron. Temblor se apoderó de ellos. Allí dolores como de la que está de parto. Con viento impetuoso harás pedazos las naves de Tarsis.1080

290. Podrá decirse, y se dice, lo primero, que no se habla aquí de las naves propias de los judíos, sino de los tirios y egipcios, que deseaban e intentaban socorrer a Jerusalén contra la potencia de los Caldeos. Mas dado caso que los tirios y egipcios tuviesen buena voluntad, y óptima intención de socorrer a Jerusalén, ¿cómo podrían socorrerla con sus naves? ¿Jerusalén era acaso en aquellos tiempos algún puerto de mar? Si querían socorrerla, ¿no podrían hacerlo por tierra, los unos por la diestra, y los otros por la siniestra?

291. Podrá decirse, y se dice, lo segundo, que la profecía no habla solamente contra Jerusalén y los judíos, sino también contra Tiro, la cual siendo en aquellos tiempos la reina del mar, y teniendo tantas naves que cubrían el Mediterráneo, no pudo con todo eso defenderse de la potencia del rey de Babilonia. Bien, mas, ¿a qué propósito se traen a consideración las naves de Tarsis (aunque todas hubiesen sido de sola Tiro) en la expedición de Nabucodonosor contra esta ciudad? ¡Quién ignora que el día o tiempo de este príncipe, aunque fue terrible y funestísimo para Tiro, no lo fue de modo alguno respecto de sus naves? Así como las naves de Tiro nada hicieron, ni podían hacer contra el ejército de Nabuco, que obraba por la parte de tierra, así este ejército nada hizo, ni podía hacer   —503→   contra las naves de Tiro; antes estas naves le quitaron de las manos todo el fruto que podía esperar de su trabajo, pues estas naves salvaron no solamente los habitadores, sino también todas las riquezas y tesoros inmensos de la reina del mar.

292. San Jerónimo, sobre el capítulo XXVI de Ezequiel, citando las historias antiguas de los Asirios, dice que los Tirios, viéndose ya sin esperanza de poder resistir a los Caldeos, se embarcaron en sus naves, embarcando consigo todas sus riquezas, y todo cuanto había en Tiro digno de alguna estimación; y se retiraron, unos a Cartago, colonia de Tiro, otros a la Jonia o Grecia, otros a otras partes de Europa y África; dejando al rey de Babilonia solamente la ciudad destruida, o el lugar donde había estado, como una piedra muy lisa1081. La verdad de esta noticia, sin recurrir a la historia antigua de los Asirios, se colige clarísimamente del capítulo XXIX del mismo Ezequiel: Hijo de hombre (le dice el Señor a este Profeta), Nabucodonosor rey de Babilonia hizo hacer una trabajosa campaña a su ejército contra Tiro; toda cabeza quedó calva, y todo hombre quedó pelado; y no se le ha dado recompensa a él, ni a su ejército, acerca de Tiro, por el servicio que me ha hecho contra ella. Por tanto esto dice el Señor Dios: He aquí yo pondré a Nabucodonosor rey de Babilonia en tierra de Egipto; y tomará su multitud, y arrebatará su botín, y robará sus despojos; y habrá paga para su ejército, y por el servicio que me ha hecho contra ella...1082

  —504→  

293. De manera que habiendo trabajado tanto y padecido tanto el ejército de Nabuco en la expugnación de Tiro; habiendo servido a Dios con una trabajosa campaña, en abatir el orgullo de la reina del mar; y queriendo el mismo Dios premiar a este príncipe y a su ejército el gran servicio que le habían hecho, sin saber lo que hacían, le fue necesario echar mano de otro erario, o de otro ramo de su erario cual fue el Egipto; pues de Tiro no habían sacado utilidad alguna: y no se le ha dado recompensa (dice el Señor) a él, ni a su ejército, acerca de Tiro. ¿Y por qué no había sacado utilidad alguna de una ciudad tan rica como Tiro, sino porque sus naves habían librado a sus habitadores con todas sus riquezas? Luego aquellas palabras del Profeta, tan expresivas y tan vivas, porque el día del Señor será... sobre todas las naves de Tarsis, no vienen al caso, ni son de modo alguno acomodables a los tiempos de Nabucodonosor, ni a su expedición contra los judíos ni contra los Tirios. ¿Cuánto menos se podrán acomodar a aquellos tiempos todas las otras expresiones de la misma profecía? Porque el considerarlas todas en particular fuera una cosa molestísima y de poca o ninguna utilidad, yo sólo deseo que se repare en el versículo 11: y encorvada será la altivez de los varones; y sólo el Señor será ensalzado en aquel día; lo cual se vuelve a repetir en el versículo 17. Y será encorvada la arrogancia de los hombres, y será abatida la altivez de los varones, y sólo el Señor será ensalzado en aquel día. Y los ídolos serán del todo desmenuzados. ¿Todo esto se verificó, hablando formalmente, en tiempo de Nabucodonosor? ¿En tiempo de este príncipe fue exaltado, elevado y glorificado el Señor solo: será ensalzado... y sólo el Señor será ensalzado en aquel día? Sólo que quiera acomodarse a Nabuco la palabra Señor, y no al que llama Señor toda la Escritura.

294. Sobre todo aquellas palabras: y los ídolos serán del todo desmenuzados, ¿cómo se acomodan al día o tiempo de Nabucodonosor? Los intérpretes se dividen para   —505→   esto en dos opiniones o modos de pensar. Unos dicen que aquí no se habla de los ídolos de toda la tierra en general, sino solamente de los ídolos de los judíos. Estos ídolos, añaden, se acabaron del todo1083, respecto de los judíos, porque desde la cautividad de Babilonia dejaron de ser idólatras. Mas, ¿con qué razón se contraen a sólo los ídolos de los judíos aquellas palabras tan absolutas y universales: en aquel día... los ídolos serán del todo desmenuzados? ¿Con qué razón se asegura después de esto que los judíos desde aquella época dejaron de ser idólatras? Lo contrario nos dice la Escritura misma. Muchísimos lo fueron en su cautividad, y casi todos en Jerusalén y Judea, en los tiempos del rey Antioco. Otros confiesan que se habla aquí en general de los ídolos de toda la tierra; los cuales, aunque en el imperio o día de Nabuco no se exterminaron plena y perfectamente, a lo menos se empezaron a exterminar entonces1084. Es decir, entonces empezó el exterminio por los ídolos de los judíos, y prosiguió después de algún tiempo por los ídolos de las otras naciones; ya con la predicación del evangelio; ya también con los edictos del emperador Teodosio, en cuyo tiempo se acabó de verificar plenamente la profecía: los ídolos serán del todo desmenuzados.

295. En este modo de acomodar, parece fácil reparar, entre otros, en dos defectos capitales. Primero: el Profeta habla ciertamente de un día, o tiempo, o época célebre, en la cual deberán suceder todas las cosas que él mismo anuncia. Entre estas cosas, una es el exterminio pleno y total de los ídolos1085. Ahora, este día, o tiempo o época, quieren los doctores que fuese el día o tiempo de Nabuco. Mas como en este día no se verificó la ruina o exterminio de los ídolos, ni aun siquiera respecto de los judíos; así como nada se verificó de cuanto dice esta profecía (ved la ingeniosidad) alargan este día de Nabuco muy   —506→   cerca de mil años, que fueron los que pasaron hasta Teodosio; y esto únicamente para acomodar de algún modo el punto particular de los ídolos. Así, alargando aquel día mil veces más que el día célebre de Josué, que fue solamente por el espacio de un día1086, hay ya tiempo suficiente para seguir a este enemigo y acabar con él. En este día, pues, de Nabuco, se comenzó a verificar la profecía1087, esto es, se empezó a verificar en los ídolos de los judíos. Pasados 600 años, se verificó mucho más en los ídolos de otras naciones, que creyeron al evangelio por la predicación de los Apóstoles; y 400 años después se acabó de verificar por los edictos de Teodosio contra los ídolos.

296. Segundo defecto: aun después de hecho el gran milagro de parar el sol y alargar aquel día cerca de mil años, ¿qué cosa se puede concluir contra aquel (texto) enemigo: los ídolos serán del todo desmenuzados? ¿Los edictos de Teodosio exterminaron del todo los ídolos de toda la tierra? Los exterminaron, dicen, en el imperio romano. Mas aunque esto fuese verdad, que no lo es, ¿no había más ídolos en toda la tierra que los del imperio romano? ¿De estos solos habla la profecía? ¿No eran idólatras, y lo son hasta el día de hoy los habitadores de los vastísimos países del Asia, desde el Eúfrates hasta la China? ¿Los habitadores de lo interior del África, hasta el Cabo de Buena Esperanza? ¿Los habitadores de la América, y de todas las islas del Océano? ¿Y aun en la Europa misma, no eran idólatras tres o cuatro siglos después de Teodosio casi todas las regiones septentrionales, desde el río de los Alpes hasta el Glacial? Conque aquellas palabras: los ídolos serán del todo desmenuzados, ni se verificaron en el día de Nabucodonosor, ni en el día de Teodosio, ni tampoco en el día que ha corrido desde Teodosio hasta la presente. Luego deberá llegar algún día en que se verifiquen, que será sin duda el mismo día en que deben verificarse todas las palabras que preceden: y será   —507→   encorvada la arrogancia de los hombres, y será abatida la altivez de los varones, y sólo el Señor será ensalzado en aquel día. Y los ídolos serán del todo desmenuzados.

297. Fuera de esto, se puede hacer aquí una reflexión tan breve como interesante. Los doctores mismos, desde el principio de esta profecía, nos aseguran como una verdad indisputable, o como un artículo de fe, que se habla en ella del tiempo de Cristo, y de la Iglesia presente1088. Ahora bien, si esto es tan cierto y tan indisputable, ¿por qué no explican seguidamente toda esta profecía particular en este mismo supuesto, o sobre este nuevo artículo de fe? ¿Por qué dejan tan presto el tiempo de Cristo, y la predicación del evangelio? ¿Por qué desde el versículo 6 retroceden cerca de 600 años recurriendo tan repentinamente al día de Nabuco? ¿Por qué dan luego un salto tan prodigioso desde Nabuco hasta Teodosio?

298. Después de haber hecho estas y otras reflexiones, volved, Señor, a leer con más cuidado toda esta profecía particular, contenida en el capítulo II de Isaías. Si en esta lección ponéis los ojos únicamente en el segundo tiempo del Mesías, yo me atrevo a decir que con esta sola diligencia al punto la entenderéis toda, desde la primera hasta la última palabra; y esto seguida y llanamente, sin hallar tropiezo ni embarazo alguno que os obligue a retroceder, ni mucho ni poco, a otros días o tiempos ya pasados. Del mismo modo entenderéis al punto el último verso de esta profecía particular que ha parecido tan oscuro.

Párrafo V

Se consideran las últimas palabras de esta profecía.

299. Después que el Profeta nos ha representado con la mayor viveza y elegancia la tribulación horrible de aquel día, la humillación de los soberbios, la exaltación y elevación   —508→   del Señor solo, el exterminio pleno y total de los ídolos (en que se comprenden sin violencia alguna todas las falsas religiones) el temor con que andarán entonces los hombres, aun los más orgullosos, buscando por todas partes dónde esconderse: (pues dice el texto que) entrará en las hendeduras de las piedras, y en las cavernas de las peñas por causa de la presencia formidable del Señor, y de la gloria de su majestad, cuando se levantare para herir la tierra; después de todo esto concluye todo el misterio con estas palabras: dejaos pues del hombre cuyo aliento está en sus narices, por cuanto el mismo es reputado por el excelso.1089

300. ¿Qué quiere decir esto? ¿A quién se enderezan estas palabras? ¿Qué hombre es éste a quien no se debe irritar en aquel día?1090

301. Dos modos de pensar se hallan sobre éste en los intérpretes. El primero dice que estas palabras se enderezan a los judíos para los tiempos de Nabuco, el cual es el hombre cuyo aliento está en sus narices. En esta inteligencia las palabras tienen este sentido: Dejaos del hombre... esto es, dejad, oh judíos, de resistir, o no resistáis a un hombre tan grande como Nabueo, cuyo espíritu está en sus narices, esto es, porque es un príncipe guerrero, espiritoso y lleno de fuego: es el azote de Dios; y él se mira a sí mismo, y es mirado de todos, como un hombre excelso1091, y superior a todos los hombres.

302. El segundo modo de pensar pretende que las palabras se enderezan a los judíos, no para los tiempos de Nabuco, sino para los tiempos del Mesías, el cual es el hombre cuyo aliento está en sus narices. En esta inteligencia las palabras tienen este sentido: Dejaos del hombre...   —509→   esto es, dejad, oh pérfidos judíos, de resistir a vuestro Mesías; dejad de perseguirlo, de injuriarlo, de calumniarlo; porque aunque es un hombre manso, pacífico, es también un hombre superior a todos los hombres, cuyo aliento está en sus narices. Es un Hombre Dios, cuya omnipotencia os puede en un momento aniquilar. Entre estos modos de pensar se puede elegir el que pareciere más conforme al texto de la profecía con todo su contexto; mas si esta conformidad no se halla, ni en el uno ni en el otro, se puede examinar otro tercero que voy a proponer.

303. Para cuya mejor y más clara inteligencia se debe tener presente lo que hemos probado hasta aquí; esto es, que en toda esta profecía particular, o en todo este capítulo II de Isaías, se habla manifiestamente del día grande del Señor: Porque el día del Señor de los ejércitos será sobre todo soberbio, y altivo, y sobre todo arrogante; y será abatido. Y sobre todos los cedros del Líbano altos, y erguidos... Y sobre todos los montes altos, y sobre todos los collados elevados. Y sobre toda torre... y sobre todas las naves de Tarsis, y sobre todo lo que es hermoso a la vista. Y será encorvada la arrogancia de los hombres, y será abatida la altivez de los varones, y sólo el Señor será ensalzado en aquel día, etc.

Querer contraer todas estas expresiones tan generales y tan grandes a solos los judíos, a sola Jerusalén y Judea, y cuando más al Egipto y a Tiro; querer que el día del Señor1092, de que aquí se habla, fuese el día o tiempo de Nabuco, parece lo sumo a que puede llegar la violencia en la explicación de la Escritura Santa. De este modo pudiéramos también decir que hablan con Nabuco aquellas palabras del salmo CIX: El Señor está a tu derecha, quebrantó a los reyes en el día de su ira1093; pues este príncipe mató, despojó y aprisionó muchos reyes; y aquellas   —510→   otras del salmo XLV: Las naciones se conturbaron, y los reinos bambolearon; dio su voz, moviose la tierra1094; pues todo esto sucedió en parte en el día de Nabuco. Si esta acomodación se mirara como una violencia intolerable, ¿qué otra cosa podremos decir de aquélla guardando consecuencia?

304. Hablándose, pues, aquí del día grande del Señor que todos esperamos, no tenemos que buscar alguna persona singular de quien hablen aquellas últimas palabras: Dejaos, pues, del hombre. Este hombre no es otra cosa que todo hombre en cuyas manos ha estado y estará hasta aquel tiempo toda la potestad emanada de Dios, todo el mando, todo el imperio, todo el juicio. Contra este hombre, o contra estos hombres que han formado la gran estatua y todo cuanto en ella se incluye, debe bajar directamente la piedra, y quebrantarla del primer golpe, y reducirla a polvo. Contra este hombre, o contra estos hombres, dice Daniel: se sentará el juicio para quitarle el poder, y que sea quebrantado, y perezca para siempre.1095 Este hombre, o estos hombres son los más amenazados de toda la Escritura; especialmente se puede consultar a este propósito todo el libro admirable de la sabiduría, que se dirige a ellos inmediatamente. Este hombre, o estos hombres son evidentemente los que en esta profecía de Isaías vienen figurados por los cedros del Líbano, por los altos robles de Basán, por los montes y collados, por las torres elevadas, etc., diciendo que el día del Señor será directa o inmediatamente sobre ellos: Porque el día del Señor de los ejércitos, etc.

305. Humillado, pues, este hombre, encorvado, quebrantado con el golpe terrible de la piedra, y como dice San Pablo, evacuado todo principado, potestad y virtud, se dirigen las últimas palabras de la profecía de Isaías, no   —511→   solamente a los judíos en particular, sino generalmente a toda la tierra, o a todo el resto del linaje humano que no ha pasado por el filo de la espada del Rey de los reyes: Dejaos, pues, del hombre cuyo aliento está en sus narices, por cuanto él mismo es reputado por el excelso. Descansad ya, oh pobres judíos, y descansad también todo el residuo de las gentes; descansad de la potestad y dominación del hombre, cuyo espíritu, cuya fuerza, cuya grandeza consistía solamente en un poco de aire, que inspiraba y respiraba por sus narices; y no obstante esta necesidad, tan común a los hombres como a las bestias, él pensaba de sí que era excelso, o de otra clase superior al resto de los hombres; envaneciéndose en su potestad recibida de Dios, como si fuese propia suya y no recibida: por cuanto él mismo es reputado por el excelso.

Contexto de Miqueas, Capítulo IV

Párrafo VI

306. El profeta Miqueas, después de haber anunciado hasta el versículo 6 el misterio general que anuncia Isaías, y casi con las mismas palabras, lleva el misterio mismo por otro camino particular, mirando en él únicamente lo que pertenece1096 al estado futuro de su pueblo. Digo futuro no solamente respecto de los tiempos de este Profeta, sino también respecto de nuestros tiempos; pues las cosas que luego anuncia ciertamente no se han verificado hasta el día de hoy: En aquel día (prosigue diciendo luego inmediatamente) En aquel día, dice el Señor, reuniré aquella que cojeaba; y recogeré a aquella que ya había desechado, y afligido; y reservaré para residuos a la que cojeaba; y la que era afligida, para formar un pueblo robusto; y reinará el Señor sobre ellos en el monte de Sión, desde ahora y hasta en el siglo... y vendrá el primer imperio, el   —512→   reino de la hija de Jerusalén.1097 Esta misma claudicante aparece con más ricas galas en el capítulo III de Sofonías, versículo 19: He aquí (le dice el Señor) yo mataré a todos aquellos que te afligieron en aquel tiempo; y salvaré a la que cojeaba; y recogeré aquella que había sido desechada; y los pondré por loor, y por renombre en toda la tierra de la confusión de ellos... porque os daré por renombre, y por loor a todos los pueblos de la tierra, cuando tornare vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice el Señor.1098

307. Dos cosas tenemos aquí que conocer, las cuales conocidas queda entendido todo el misterio. Primera: ¿quién es esta claudicante, a la que había desechado el Señor, y a la que había afligido? Segunda: ¿de qué día o de qué tiempos se habla aquí? Ambas cosas las resuelven los intérpretes con suma brevedad, diciendo o suponiendo que la claudicante no es otra que la casa de Judá, que llevó cautiva a Babilonia Nabuco; la cual, setenta años después, congrega Dios en Jerusalén y Judea, con licencia y beneplácito del rey Ciro. Mas, ¿será posible ni aun tener por buena, ni aun por pasable, esta inteligencia después de haber leído la profecía de Miqueas y Sofonías, y combinándolos con la historia sagrada? En tiempo de Ciro, dicen, congregó Dios algunas reliquias de la claudicante, que había afligido y arrojado de sí. Bien, ¿y no hay más cláusula que ésta en ambas profecías? Si esta cláusula, mirada   —513→   en sí misma y separada de todas las otras, se puede acomodar a los tiempos de Ciro, ¿será posible acomodarla a estos tiempos, si se une con las que preceden, y con las que se siguen? ¿En tiempo de Ciro, por ejemplo, cuando volvieron de Babilonia aquellas reliquias, reinó Dios sobre ellas en el monte Sión, desde entonces para siempre sin fin? Pues esto es lo que añade inmediatamente Miqueas: y reinará el Señor sobre ellos en el monte de Sión, desde ahora y hasta en el siglo. ¿En este tiempo volvió a esas reliquias la potestad primera y el reino de la hija de Jerusalén? Pues esto sigue anunciando el mismo profeta: y vendrá el primer imperio, el reino de la hija de Jerusalén; que es lo mismo que había anunciado Amós: En aquel día levantaré el tabernáculo de David, que cayó... y lo reedificaré como en los días antiguos.1099 ¿En aquel día o tiempo de Ciro puso Dios estas reliquias, que volvieron de Babilonia, por loor y por renombre en toda la tierra1100? Pues esto promete Dios por Sofonías, versículos 19 y 20; y poco antes había dicho a la misma claudicante, versículo 15: Rey de Israel, el Señor en medio de ti, nunca más temerás mal. En aquel día se dirá a Jerusalén: no temas, Sión, no se descoyunten tus manos. El Señor Dios tuyo en medio de ti, el fuerte él te salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará por su amor, se regocijará sobre ti con loor, etc.1101 ¡Qué cosas tan diversas y tan ajenas de las que sucedieron en la vuelta de Babilonia, como de todas las que han sucedido hasta la presente!

308. Fuera de esto, los intérpretes nos dicen de esta   —514→   profecía de Miqueas lo mismo que de la de Isaías, esto es, que una y otra empiezan hablando del tiempo del Mesías y de la Iglesia cristiana. Siendo esto así, ¿por qué no prosiguen la explicación en este supuesto? ¿Por qué dejan tan presto el tiempo del Mesías, y retroceden repentinamente más de 500 años a buscar el tiempo de Ciro y a refugiarse en él? ¿Por qué cortan desde el versículo 6 la narración seguida del profeta de Dios, tomando libremente unas cosas para un tiempo y otras para otro? ¿Por qué se hacen dos o más días diversos, cuando la profecía desde el principio hasta el fin habla seguidamente de un mismo día1102? Sucederá en el último de los días; y luego va anunciando en particular todo lo que ha de suceder en este día novísimo. Primero: se preparará el monte de la casa del Señor sobre la cima de los montes, y fluirán hacia este monte las gentes y los pueblos. Segundo: el Señor los juzgará a todos, los argüirá, los corregirá, y en consecuencia de esta corrección y de este juicio, quedarán todos desarmados; convertirán sus armas en instrumentos de agricultura; no tomarán la espada en adelante la una gente contra otra, ni aprenderán más a pelear; sino que todos vivirán como buenos hermanos en paz y quietud; pues lo ha pronunciado por su boca el Señor de los ejércitos.

309. Tercero: en este mismo día novísimo congregará el Señor a la claudicante, a quien había afligido, y arrojado de si por justísimas causas. Cuarto: reinará el Señor sobre las reliquias de esta claudicante en el monte Sión, desde entonces hasta en el siglo; ni la arrojará otra vez de sí. Quinto: vendrá la potestad primera, o el reino de la hija de Jerusalén, etc. Ahora, en toda esta narración seguida, ¿se ve vestigio alguno de muchos días, o tiempos, o épocas diversas? ¿No se ve por el contrario que todo habla seguidamente de aquel mismo día, o tiempo, o época novísima de que empieza a hablar, diciendo: acaecerá; en los últimos días? Conque si este día o tiempo es el tiempo primero   —515→   del Mesías, como quieren los intérpretes, deberán explicar toda esta profecía particular, sin salir de este mismo tiempo. Y si esto no les es posible, deberán contentarse, y no tener a mal que se explique toda, desde el principio hasta el fin en el segundo tiempo del Mesías, sin salir de él, y sin claudicar en dos partes.

Se confirma todo este punto con el salmo XLV

Párrafo VII

310. La inteligencia de este salmo parece clara y facilísima, si se combina lo que en él se dice, con lo que acabamos de observar en las dos profecías de Isaías y Miqueas. Todo camina naturalmente hacia un misterio, y un mismo tiempo. Y aunque para mi propósito actual bastaba la observación de dos o tres versículos de este salmo, me parece conveniente observarlo todo, ya por ser brevísimo, pues sólo tiene doce versículos (o por mejor decir, diez, siendo los dos últimos repetición de lo que ya se ha dicho), ya porque es interesante en sí mismo, ya porque su inteligencia abre el sentido de otros muchos salmos, y de otras muchísimas profecías.

Exposición del salmo XLV

El Dios nuestro es refugio, y fuerza; ayudador en las tribulaciones que han dado con nosotros sobremanera. Por eso no temeremos mientras que sea conmovida la tierra, y trasladados los montes al medio del mar...1103

311. ¿Quién habla en esta profecía? ¿De qué tiempo o para qué tiempo se habla en ella? Los doctores cristianos (según su sistema, o empeño formal de acomodarlo todo en cuanto es posible a la Iglesia presente) dicen por consiguiente que aquí habla la Iglesia, cuando pasados los 300 años de la persecución, quedó victoriosa de todos sus enemigos,   —516→   a lo menos de los externos, y en una paz universal con la conversión, y bajo la protección del gran Constantino.

312. Esta inteligencia fuera bastante buena, a lo menos en aquel sentido no tan bueno, que se llama acomodaticio, si todo el salmo se concluyese en el versículo 6. El gran trabajo es que ésta es solamente la mitad del salmo, la cual debiendo unirse con la otra mitad, en esta inteligencia no se une, antes se le opone y la rechaza, sin esperanza razonable de acomodación. Ésta parece la verdadera razón por que los intérpretes de los salmos, aun los más difusos, por otra parte, apenas tocan con suma prisa esta segunda mitad, como si en ella no hubiese cosa alguna digna de consideración. Algunos otros tiran a explicarla brevísimamente, y pretenden haberla explicado suficientemente con sólo insinuar una manifiesta violencia con una extrema satisfacción, diciendo, o suponiendo, que desde Constantino hasta la era presente, se ha verificado todo cuanto dicen los Profetas de la paz y felicidad del reino del Mesías. A que debe añadirse que los unos y los otros no dejan de omitir del todo algunas palabras, como si fuesen de ninguna importancia, y aquellas precisamente que no se dejan acomodar.

313. Por todo lo cual, y por otras razones más inmediatas que luego veremos, decimos resuelta y confiadamente, según las Escrituras, que quien habla en este salmo y en los dos siguientes (así como en muchos otros, que a mi parecer pasan de la mitad) es la claudicante misma, no en cualquier estado o tiempo indeterminado, sino precisamente en el tiempo y estado de su futura vocación, de su congregación, de plenitud, etc.

314. Esta claudicante, esta pobre enferma, está abandonada del cielo y de la tierra, aunque cubierta toda de llagas horribles, desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza1104, es ciertísimo que algún día ha de ser curada de   —517→   sus llagas, y restituida a una perfecta sanidad. Es verdad que por Jeremías le dice el Señor que su rotura es incurable, y pésima su llaga, porque la ha herido como a enemiga, y la ha castigado con crueldad1105; mas también es verdad que le dice estas palabras tan expresivas únicamente para que conozca la grandeza de su mal, y por ella la grandeza del bien que le está preparado; pues luego la consuela al versículo 17 con la promesa de su perfecta sanidad: Porque te cerraré la cicatriz, y te sanaré de tus heridas... Porque te llamaron, oh Sión, la echada a fuera. Ésta es la que no tenía quien la buscase, etc.1106

315. Pues esta claudicante, vuelvo a decir, a la que había desechado el Señor, y a la que había afligido, sanada enteramente de todas sus llagas, cubiertas del todo aún las cicatrices, y congregada ya con todas sus reliquias, con grandes piedades, es la que empieza a hablar, o en persona de quien empieza y prosigue hablando el Espíritu Santo, por boca de David, en todo el salmo XLV, y en los dos siguientes.

Versículo 2. El Dios nuestro es refugio, y fuerza; ayudador en las tribulaciones que han dado con nosotros sobremanera.1107

316. El Señor es nuestro refugio, y nuestra fortaleza; su brazo omnipotente nos ha sacado libres de tantas angustias y tribulaciones antiguas y nuevas, que han dado con nosotros sobremanera; no tenemos ya que temer, aunque se turbe y desconcierte toda la tierra, aunque los montes sean arrancados de su sitio y hundidos en lo más profundo del mar; modo de hablar que denota una verdadera confianza y plena seguridad, bajo la protección del omnipotente.   —518→   Pasa luego a decir proféticamente y muy en breve lo que debe suceder, según todas las Escrituras, en la venida gloriosa del Señor; mejor diremos lo que en aquel tiempo de que habla en espíritu deberá suceder.

Versículo 4. Sonaron, y turbáronse sus aguas; se estremecieron los montes a la fortaleza de él.1108

317. Estas expresiones son conocidamente metafóricas, tomándose aquí por las aguas turbadas y sonantes la agitación, ruido confuso y espantable de todas las gentes, pueblos y lenguas, por causa de la presencia formidable del Señor, y de la gloria de su majestad, cuando se levantare para herir la tierra1109 (lo cual se explica luego en este mismo sentido en el versículo 7); tomándose del mismo modo por la conturbación de los montes, la conturbación y temblor de los hombres más altos y sublimes, que preceden en dignidad, y se elevan sobre los otros hombres; lo cual se dice claramente en la profecía de Isaías, que poco ha observamos: Porque el día del Señor de los ejércitos será sobre todo soberbio, y altivo, y sobre todo arrogante; y será abatido. Y sobre todos los montes altos... y los collados elevados. Esto mismo se dice de la claudicante después de sanada de sus llagas, y cubiertas las cicatrices: He aquí que el torbellino del Señor, el furor impetuoso, la tempestad deshecha, en la cabeza de los impíos reposará. No desviará el Señor la ira de indignación, hasta que haga y cumpla el pensamiento de su corazón.1110 Y para que no se ignore el misterio, ni el tiempo de que se habla, añade inmediatamente que estas cosas las entenderá la claudicante solamente en el día novísimo1111. Yo supongo   —519→   a cualquiera que lee plenamente enterado de lo que significan propia y rigorosamente en frase de la Escritura, ésta y semejantes expresiones: en lo último de los días; en los últimos días; en aquel día; en aquel tiempo; para el día de nuestro Señor, etc.; de las cuales expresiones usan frecuentemente en sus epístolas San Pedro y San Pablo, cuando hablan de la venida del Señor en gloria y majestad.

Versículo 5. El ímpetu del río alegrará la ciudad de Dios; santificó su tabernáculo el Altísimo.1112

318. Para entender bien estas palabras, que a primera vista parece que no vienen al caso, yo no hallo otro mejor intérprete que la paráfrasis Caldea; la cual, así entre los judíos como entre los cristianos, se ha mirado siempre con extraordinario respeto. A lo menos es cierto que su autoridad pesa más, según parece, que la de cualquier doctor particular. Ésta, pues, explica así este versículo: los pueblos como ríos, y sus arroyos vendrán, y alegrarán la ciudad de Dios, y orarán en la casa del santuario del Señor, en los tabernáculos del Altísimo.

319. En esta inteligencia concuerda este texto con innumerables otros de que están llenas las Escrituras; entre ellos con el texto de Isaías: correrán a él (al monte Sión) todas las gentes. Con el de Miqueas: y correrán a él los pueblos. Con el de Zacarías: Y todos los que quedaren de todas las gentes que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año a adorar al Rey, que es el Señor de los ejércitos.1113 Con lo que se le dice a Jerusalén en todo el capítulo LX de Isaías, máximamente desde el versículo 4: tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas del lado se levantarán. Entonces verás, y te enriquecerás, y tu corazón se maravillará y ensanchará, cuando se convirtiere a ti la muchedumbre del mar, y la fortaleza de las naciones   —520→   viniere a ti; inundación de camellos te cubrirá, etc.1114 Concuerda, en suma, con el salmo LXXXV: Todas las gentes, cuantas hiciste, vendrán y te adorarán, Señor, y glorificarán tu nombre.1115 Si no obstante alguno pretende que el ímpetu del río deba significar aguas materiales, propiamente dichas, no nos queremos oponer a este sentido, pues no hay en ello inconveniente alguno. Para lo cual se puede considerar el capítulo XLVII de Ezequiel, en donde se hallan aguas vivas en abundancia, que deben salir en aquellos tiempos, debajo del umbral de la casa, y formar aquel delicioso torrente, poblado por una y otra parte de árboles frutales: Y sobre el arroyo nacerá en sus riberas de una y otra parte todo árbol que lleve fruto; no caerá de él la hoja, ni faltará su fruto; cada mes llevará frutos nuevos, porque sus aguas saldrán del santuario; y sus frutos servirán de comida, y sus hojas para medicina.1116 Estas mismas aguas se hallan en el capítulo último de Zacarías, versículo 8: acaecerá en aquel día: Saldrán aguas vivas de Jerusalén; la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la mitad de ellas hacia el mar último; en verano y en invierno serán.1117 Todo lo cual lo toma San Juan, lo extiende, lo explica, lo aclara, y lo hace servir en el capítulo último de su Apocalipsis, como observaremos a su tiempo.

Versículo 6. Dios en medio de ella, no será conmovido   —521→   (o no se apartará); la ayudará Dios por la mañana al rayar el alba.1118

320. Dios no se moverá en adelante, o no se apartará de en medio de ella. ¿De quién? Manifiestamente de la claudicante misma, a la que había desechado el Señor, y a la que había afligido; de la cual se apartó, o a quien apartó de sí después que ella reprobó a su Mesías, y cerró obstinadamente los ojos a la gran luz, y los oídos a las voces de sus enviados. A la Iglesia presente en tiempo de Constantino no pueden competer estas palabras con alguna propiedad; pues Dios no se había apartado ni movido de en medio de ella en los tres siglos anteriores, aun en medio de sus mayores persecuciones, dirigidas por su sabia y benéfica mano; antes estas persecuciones habían sido como un óptimo cultivo que la hicieron dar frutos excelentes, y en una prodigiosa cantidad. Esta promesa del Señor de no apartarse jamás de Sión, ahora claudicante, después que la llame y recoja todas sus reliquias, con grandes piedades, se halla repetida de mil maneras y con suma claridad en otros muchos lugares de la Escritura Santa, que tantas veces hemos observado; ni hay para qué repetirlos aquí. Debo, no obstante, repetir uno o dos, por si se hubiesen olvidado todos los demás. En Sofonías, por ejemplo, hablando con la claudicante misma, y llamándola con este nombre, se le dicen estas palabras: Da loor, hija de Sión; canta, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor ha borrado tu condenación, ahuyentó tus enemigos. Rey de Israel, el Señor en medio de ti, nunca más temerás mal. En aquel día se dirá a Jerusalén: No temas, Sión, no se descoyunten tus manos. El Señor Dios tuyo en medio de ti, el fuerte él te salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará por su amor, se regocijará sobre ti con loor.1119

  —522→  

321. Lo mismo en sustancia se anuncia en Ezequiel1120, después que revivan los huesos áridos y secos, y se les introduzca el espíritu de vida.

Y morarán sobre la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual moraron vuestros padres... y David mi siervo será príncipe de ellos perpetuamente. Y haré con ellos alianza de paz, alianza eterna tendrán ellos; y los cimentaré, y multiplicaré, y pondré mi santificación en medio de ellos por siempre. Y estará mi tabernáculo entre ellos; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las gentes que yo soy el Señor, el santificador de Israel, cuando estuviere mi santificación en medio de ellos perpetuamente.1121

322. Compárense ahora estas dos profecías (como si fuesen únicas, y no hubiese otras muy semejantes) con las palabras del salmo, que actualmente observamos, Dios en medio de ella no será conmovido, y me parece que se hallará el mismo misterio y en el mismo tiempo, sin poder dudarlo.

323. A más de la promesa que hace aquí el Señor de no apartarse más de Sión, después que la recoja y la sane de todas sus llagas, señala inmediatamente el tiempo en que estas cosas se empezarán a verificar, diciendo que esto sucederá al amanecer o al venir el día.

  —523→  

La ayudará Dios por la mañana al rayar el alba.1122

324. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué día es éste de cuyo principio se habla aquí? ¿Es acaso algún día natural de diez o doce horas? ¿No salta luego a los ojos, y se presenta de suyo aquel mismo día de que tanto hablan los Profetas de Dios, los Apóstoles, y aun los Evangelios? ¿El día, digo, del Señor, a distinción del día de los hombres? Si no es éste el día de que se habla, ¿cuál podrá ser? El decir, ayudó Dios a su Iglesia, por la mañana al rayar el día..., esto es, oportuna y prontamente, son palabras que en realidad nada explican; pues a su Iglesia, siempre y a todas horas la ha ayudado el Señor, y no dejará de ayudarla hasta la consumación del siglo1123.

325. Hablando, pues, del día del Señor, dice David que muy al alba de este día, o al acabarse el día antecedente, esto es, el Hoy de que habla San Pablo citando el salmo XXIV: amonestaos vosotros mismos los unos a los otros cada día, entre tanto que se nombra Hoy1124; entonces ayudará Dios a esta miserable enferma, dándole la mano para que se levante: La ayudará Dios por la mañana al rayar el alba. Con esta inteligencia podemos decir sin exageración, concuerdan las palabras de los Profetas así como está escrito; y concuerdan tanto, que por esta concordancia han concluido los doctores como una verdad innegable que los judíos se han de convertir algún día; mas esto será, añaden según su sistema, al fin del mundo, y en vísperas de acabarse todo, como si fuese lo mismo fin del mundo que fin del siglo; y como si el día del Señor que debe amanecer en su venida, no se pudiese separar del fin del mundo, o no se debiese separar, según las Escrituras. Dije el fin del mundo, en lo cual sólo entiendo el fin de los viadores o de la generación y corrupción; porque yo no soy de parecer que el mundo,   —524→   esto es, los cuerpos materiales o globos celestes que Dios ha criado (entre los cuales uno es el nuestro en que habitamos), haya de tener fin, o volver al caos o nada de donde salió. Esta idea no la hallo en la Escritura; antes hallo repetidas veces la idea contraria, y en esto convienen los mejores intérpretes. A su tiempo espero hablar sobre esto de propósito.

326. Debemos ahora detenernos un momento más en la consideración de la palabra por la mañana. Esta palabra se halla no pocas veces en los Profetas y Salmos; y es fácil reparar que se usa de ella cuando se habla de la vocación futura de Israel, o de su congregación y asunción con grandes piedades. Por ejemplo, el capítulo XXVI de Isaías es un cántico admirable, muy semejante en lo sustancial al salmo XLV, el cual cántico dice el mismo Isaías que se cantará en aquel día en la tierra de Judá1125. Entre las cosas que dice proféticamente la persona que lo ha de cantar, esto es, Sión, ahora enferma y claudicante, una de ellas es ésta (versículo 9): Mi alma te desea en la noche; y con mi espíritu en mis entrañas madrugaré a ti.1126 Mi alma, le dice a su Mesías, te ha deseado siempre en la noche. ¿En qué noche? Sin duda en la noche presente, pues respecto de ella en este asunto todo es noche. No obstante, en medio de esta noche lo desea, y suspira incesantemente por él, no pudiendo persuadirse, ya por falta de luz, ya por vicio del órgano interno, que es aquel mismo, según las Escrituras, a quien ella reprobó y pidió para el suplicio de la cruz, obstinada siempre en aquella necia y funestísima negativa, profetizada por el mismo Mesías: No queremos que reine éste sobre nosotros.1127 Mas cuando esta noche esté para acabarse, con la vecindad del siguiente día, entonces (dice en espíritu) que no se dormirá, sino que se   —525→   alzará pronta y fervorosamente, y estará despierta al amanecer: y con mi espíritu en mis entrañas madrugaré a ti. Lo mismo y con circunstancias más particulares dice por Miqueas en el capítulo séptimo, verso séptimo, lo que es bien digno de una profunda consideración.

327. Por Oseas, capítulo VI, dice el Señor, hablando de la conversión futura de Israel, como parece claro por todo el contexto: En su tribulación por la mañana se levantarán a mí (diciendo): Venid, y volvámonos al Señor. Porque él nos tomó, y nos sanará; herirá (o hirió, como leen Pagnini y Vatablo), y nos curará. Nos dará la vida después de dos días; al tercero día nos resucitará, y viviremos en su presencia. Conoceremos al Señor, y le seguiremos para conocerle. Como el alba está preparada su salida, etc.1128

328. En el salmo VI se dice: en la mañana... oirás mi voz. En la mañana me pondré en tu presencia y veré, etc.1129 En el salmo LXXXIX: alabaré con regocijo de mañana tu misericordia.1130 En el salmo XXXIX: Hemos sido colmados de tu misericordia desde la mañana... Nos hemos alegrado por los días que nos humillaste, por los años en que vimos males.1131 Y en otras partes: mi oración madrugará a ti...1132 Hazme oír por la mañana tu misericordia.1133 Todo lo cual concuerda con el salmo XLV   —526→   que actualmente observamos: la ayudará Dios por la mañana, etc.1134

Versículo 7. Las naciones se conturbaron, y los reinos bambolearon; dio su voz, moviose la tierra.1135

329. En el versículo 4 había dicho Sión esto mismo con la metáfora de la agitación y sonido de las aguas del mar, y de la moción y conturbación de los montes: Sonaron, y turbáronse sus aguas; se estremecieron los montes a la fortaleza de él1136; aquí lo dice ya claramente, sin metáfora alguna. Las gentes todas se han conturbado, e inclinado los reinos, sin duda con el golpe de la piedra. Todo lo cual acaba de suceder en el tiempo de que se habla, y lo ha visto Sión, aunque de lejos, y lo ha sabido y sentido desde el retiro de su soledad. El Señor, prosigue diciendo, ha hecho sentir su voz, y la tierra toda se ha movido1137. Este moviose la tierra se halla con más fuerza y viveza en las otras versiones. Pagnini lee: Dejó de ser la tierra. Vatablo: se amedrentó la tierra. La paráfrasis Caldea: se disolvieron los habitadores de la tierra. Esta voz del Señor tan grande y tan operativa no es otra cosa manifiestamente que aquella vara de su boca de que habla Isaías: y herirá a la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus1138 labios matará al impío1139; o lo que es lo mismo, aquella espada de dos filos que ha de traer en su boca el Rey de los reyes, para herir con ella a las gentes.1140

330. A este propósito se puede leer todo el capítulo XXIV de Isaías, en que se habla, por confesión de todos, de la venida del Señor que esperamos; y entre otras cosas se debe reparar en aquella viva y elegante descripción que   —527→   hace el Profeta, del espanto, conmoción y conturbación de toda la superficie de la tierra, por estas palabras: Totalmente será quebrantada la tierra; desmenuzada enteramente será la tierra; conmovida sobremanera será la tierra, será agitada muy mucho la tierra como un embriagado, y será quitada como tienda de una noche; y la agobiará su maldad, y caerá, y no volverá a levantarse.1141 Ninguno que lea este capítulo puede ignorar que aquí no se habla de lo material de nuestro globo en que habitamos; sino de sus habitadores que han corrompido su superficie con su iniquidad, y la corromperán todavía mucho más. De esta superficie de la tierra empieza hablando desde las primeras palabras: He aquí que el Señor desolará la tierra, y la despojará, y afligirá el aspecto de ella, y esparcirá sus moradores1142; y aquí mismo dice que después de esta aflicción, agitación y conmoción de la superficie de la tierra, quedarán en ella algunas reliquias del linaje humano: y quedarán pocos hombres... como si algunas pocas aceitunas que quedaron, se sacudiesen de la oliva; y algunos rebuscos, después de acabada la vendimia. Éstos levantarán su voz, y darán alabanza; cuando fuere el Señor glorificado, alzarán la gritería desde el mar.1143

331. Habiendo, pues, sucedido este movimiento, agitación y conturbación de la superficie de la tierra, prosigue Sión con todas sus preciosas reliquias diciendo llena de un sagrado júbilo y penetrada del más vivo reconocimiento:

  —528→  

Versículo 8. El Señor de los poderíos con nosotros; nuestro amparador el Dios de Jacob.1144

332. El Señor de las virtudes (este nombre se le da al Mesías en varias partes de la Escritura, por ejemplo en el salmo XX.) El Señor de las virtudes está ya con nosotros, y nos ha llamado, iluminado, perdonado y recibido entre sus brazos el Dios de Jacob.

333. Luego, mirando el estado actual de la tierra, y comparándolo con todos los tiempos ya pasados, ciertamente oscuros y tenebrosos en su comparación, convida al residuo de las gentes a ver, admirar y alabar al común Señor, por tantos prodigios nuevos e inauditos que ha obrado en nuestra tierra con su presencia; uno de los cuales, y el más admirable y estimable entre todos, es la paz universal, la cual se anuncia y describe por estas breves y expresivas palabras del:

Versículo 9. Venid, y ved las obras del Señor, las maravillas que puso sobre la tierra. Que aparta las guerras hasta la extremidad de la tierra. Hará trizas el arco, y quebrará las armas; y quemará al fuego los escudos.1145

334. El confronto de este texto con el de Isaías y Miqueas, forma, según parece, su propia y legítima explicación, a la cual nada tenemos que añadir, persuadidos en verdad que no puede admitir otra, según las Escrituras. Si con esta idea clara y sencilla se leen inmediatamente los salmos siguientes, podrán servir de mayor confirmación, y facilitar la inteligencia de otros muchos salmos y de otras muchísimas profecías. Especialmente se entenderá al punto, sólo con leerlo, todo el salmo LXXV, muy semejante al XLV, aunque con noticias todavía más particulares: Conocido es Dios en la Judea; en Israel es grande su   —529→   nombre. Y está hecho su asiento en la paz, y su morada en Sión. Allí quebró las fuerzas de los arcos, el escudo, la espada, y la guerra, etc.1146

335. No hay duda que estas cosas y otras muchas del todo semejantes se procuran acomodar del modo posible a algunos sucesos antiquísimos que se leen en la historia sagrada; mas como esta acomodación, aunque intentada con empeño, y empezada tal vez con felicidad, no es fácil ni posible llevarla adelante por los graves y continuos embarazos que a cada paso se presentan; se ven al fin precisados los intérpretes más literales a recurrir frecuentísimamente a sentidos figurados y puramente acomodaticios, y parar en ellos. Sin este recurso, a lo menos en parte, les sería necesario admitir el nuestro, pues lejos de hallar en él algún embarazo insuperable, todo lo hallarían fácil y llano, y tanto más cuanto más nos avanzamos. Así como entendemos obvia y literalmente, y en este sentido recibimos religiosamente todo cuanto hay en las Escrituras, perteneciente a la primera venida del Mesías y a sus efectos admirables; así entendemos y recibimos lo que está escrito y claramente anunciado para la segunda, que es sin comparación mucho más. Para lo uno y para lo otro nos acompañan del mismo modo las Escrituras, nos instruyen, nos ayudan, nos alumbran, y ninguna de ellas se nos opone.

Apéndice

336. Cualquiera que haya leído hasta aquí (si tiene alguna noticia de las Escrituras) no tendrá dificultad en creer que los fenómenos que hemos observado no son los únicos en las mismas Escrituras que merecen particular observación. Yo tenía notados desde el principio hasta 24 con ánimo de observarlos cada uno de por sí; y de   —530→   éstos he observado sólo 10. Como en ellos me he detenido mucho más de lo que había imaginado, me parece ya conveniente el parar aquí. Las observaciones que quedan hechas parecen más que suficientes para poder formar un juicio prudente sobre la causa general que he procurado defender. Los que no contentos con éstas quisieren todavía nuevas observaciones, las pueden hacer por sí mismos con gran facilidad. Las Escrituras ofrecen en este asunto abundantísima materia. No faltan sino ojos atentos que mirando cada cosa de por sí, y combinándolas con otras, o idénticas o semejantes, las expliquen en ambos sistemas, y pesen luego en fiel balanza ambas explicaciones. Yo no puedo en esto detenerme más; así porque me llaman otras cosas algo más interesantes, como porque me siento ya notablemente fatigado en esta especie de trabajo, y pienso lo mismo respecto de quien lee. No obstante, debo confesar que dejo con repugnancia la observación de algunos puntos o fenómenos que ya tenía preparados, principalmente el de Jerusalén. Permítaseme tocar aquí este punto con la mayor brevedad posible, y dar alguna ligera idea de lo que en él hay de más sustancial y de más interesante en el asunto que tratamos.

Jerusalén

337. De dos modos hablan las Escrituras de Jerusalén, esto es, en historia y en profecía. Lo que pertenece a la historia no hace a nuestro propósito, ni ha menester observación particular. Todos los cristianos creemos fielmente todos aquellos sucesos conforme los hallamos escritos; los entendemos a la letra sin gran dificultad; y a ninguno le ha pasado por el pensamiento darles otro sentido diverso del que suenan obvia y literalmente las palabras. No sucede así con Jerusalén en profecía. Según la práctica común, lo que en ella se anuncia no siempre puede entenderse literalmente, sino ya en éste, ya en aquél, ya en otro sentido diversísimo según las circunstancias. ¿Estas circunstancias, siguiendo la misma práctica   —531→   común, deben tomarse de las mismas profecías, o de las cosas particulares que se anuncian en ellas? Porque unas son manifiestamente contrarias a Jerusalén, otras manifiestamente favorables (y entre ellas, no pocas, grandes en extremo). Unas le anuncian tantos castigos y tan horribles, cuantos y cuales ha visto y ve todo el mundo plena y perfectamente verificados. Otras le anuncian tantos favores y beneficios tan extraordinarios, que han parecido y parecen todavía del todo increíbles. Unas le anuncian ira y venganza, no solamente para los tiempos anteriores, sino mucho más para los tiempos posteriores al Mesías: Porque éstos son días de venganza (dice el mismo Mesías), para que se cumplan todas las cosas, que están escritas... Y caerán a filo de espada, y serán llevados en cautiverio a todas las naciones, y Jerusalén será hollada de los gentiles; hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.1147 Otras le anuncian amor, compasión y misericordia. Unas le anuncian terror, ruina, desolación. Otras bondad y paz, reedificación y creación. Unas muertes e ignominia. Otras resurrección y gloria.

338. Las primeras se entienden sin dificultad en su sentido propio, obvio y literal; tanto que, como dicen (y con suma razón), éste es su único sentido, que no admite ni puede admitir el consorcio de otros sentidos; pues en este verdadero sentido todas se han verificado ya plenísimamente, sin haberles faltado ni un punto, ni un tilde. Dios lo dijo por sus profetas, y todo se ha cumplido como lo dijo1148. La última profecía contra esta inicua e ingrata ciudad fue la del Mesías mismo (cuando) al ver la ciudad lloró sobre ella1149; y esta profecía (registrada ya en el   —532→   capítulo IX versículo 26 de Daniel) se cumplió perfectamente 40 años después de la muerte del Señor, como es notario a todo el mundo. Es, pues, constante que todas cuantas profecías hay en las Escrituras contrarias a Jerusalén se deben tomar a la letra, y entender en este sentido; pues así las vemos ya todas plenamente verificadas; mas las favorables no. ¿Por qué razón? Porque éstas no se han verificado hasta ahora, ni se han podido verificar, ni hay ya tiempo ni esperanza de que puedan jamás verificarse literalmente; en especial aquellas grandes y magníficas, cuya grandeza misma muestra bien que ocultan en su corazón grandes tesoros.

339. Veis aquí reducido a pocas palabras el modo práctico de discurrir en el asunto de Jerusalén; así como en tantos otros de que ya hemos hablado. Y veis aquí, vuelvo a repetir, aquel gran supuesto que ha hecho ininteligible una gran parte de las profecías; pues en dicho supuesto no hay otra cosa en el misterio grande de Dios que la Iglesia presente y el cielo, es decir, la vocación de las gentes en lugar de Israel, por la incredulidad de ellos, y el fin del mundo. Por una buena consecuencia parece imposible la verificación propia y literal de aquellas magníficas profecías que anuncian a Jerusalén tanta grandeza, majestad y gloria; y al mismo tiempo tanta justicia y santidad cual nunca se ha visto, ni se ha podido ver en los siglos anteriores. Así, los que han mirado aquel supuesto como una verdad, no solamente han desechado el sentido propio y literal en la explicación de todas estas profecías favorables; sino que con grande y ardentísimo celo reprenden durísimamente a los judíos, y tratan de judaizantes, de groseros, de imbéciles, y tal vez de herejes, a los que en éste y otros puntos semejantes han creído más a la afirmación de Dios que a las suposiciones humanas.

340. El gran argumento y el único que oponen contra todas las profecías favorables a Jerusalén, es una profecía de Daniel, en que hablando de la muerte del Mesías   —533→   (según la Vulgata) y de las resultas terribles para Jerusalén, y para todo el pueblo de Israel, dice así: Y un pueblo con un caudillo que vendrá, destruirá la ciudad, y el santuario; y su fin estrago, y después del fin de la guerra vendrá la desolación decretada... y durará la desolación hasta la consumación y el fin.1150 Supuesta la verdad de esta profecía, que no se disputa, argumentan así. La ruina y desolación de Jerusalén de que aquí se habla es evidentemente la que sucedió imperando Vespasiano cerca de 40 años después de la muerte del Mesías; de esta dice el Profeta que perseverará hasta la consumación y hasta el fin; luego es vana, y aun errónea la esperanza de otra Jerusalén; luego han errado manifiestamente cuantos han creído o sospechado que aquellas grandes y magníficas profecías que anuncian otra futura Jerusalén en esta nuestra tierra se deban o puedan entender literalmente. Confírmase esto con el capítulo XIX de Jeremías, versículo 11, en que se lee esta sentencia contra Jerusalén: Así quebraré yo a este pueblo, y a esta ciudad, como se quiebra una vasija de alfarero, que no se puede ya más restaurar1151; la cual sentencia, como explica San Jerónimo, no se verificó en aquella primera Jerusalén que destruyeran los Caldeos; pues ésta se volvió a reedificar pocos años después; pero se ha verificado, según la letra, en la que destruyeron los Romanos; pues ésta ni se ha instaurado, ni podrá jamás instaurarse, como sucede a un vaso de barro que una vez quebrantado y desmenuzado no se puede ya más restaurar. ¿Quién creyera que este argumento tomado de la profecía de Daniel no es otra cosa, con todas sus bellas apariencias, que un verdadero   —534→   sofisma? Todo él estriba sobre un equívoco que, aclarados los términos, queda reducido a la misma cuestión.

341. Mas antes de remover este equívoco no será fuera de propósito advertir aquí una inconsecuencia bien notable en que caen, según parece, los mejores intérpretes de la Escritura. De manera que aquellos mismos que, para quitarnos toda esperanza de otra nueva Jerusalén, nos ponen delante esta profecía de Daniel, estos mismos nos aseguran en varias partes que el Anticristo judío de la tribu de Dan edificará de nuevo a Jerusalén, y en ella pondrá la corte de su imperio universal. De la grandeza de este imperio se puede fácilmente inferir cuánta será en aquellos tiempos la grandeza, la opulencia, la riqueza y la magnificencia de su corte. Mas en este caso, ¿cómo quedará la profecía de Daniel? O quedará falsificada, o el argumento tomado de esta profecía no es tan concluyente como se había imaginado. El profeta dice expresamente que la ruina y desolación actual de Jerusalén, que ya cuenta más de 17 siglos, perseverará hasta la consumación y el fin1152; por otra parte, el Anticristo con todo su imperio universal, no puede sobrevivir a esta consumación y fin, como es necesario que confiesen todos; luego... etc.

342. Hecha esta advertencia de paso, vengamos ya a lo que más importa, que es la respuesta al único argumento que ofrece, a lo menos, una gran apariencia. De dos modos se puede responder: uno por línea recta, otro por línea curva, o por algún corto rodeo. Aunque el primero basta por sí solo, no por eso tenemos por inútil el segundo; antes podrá ayudarnos no poco para la mejor y más fácil inteligencia, así de éste, como de otros puntos muy semejantes. Este segundo modo, pues, se reduce a proponer una duda en forma de consulta, y pedir su resolución. Esta duda es bastante obvia en la lectura de la Escritura, y aunque comprende muchos casos particulares,   —535→   yo elijo ahora el punto de que actualmente hablamos, esto es, Jerusalén. Así, propongo mi consulta en estos términos.

343. Cien profecías cuando menos me hablan expresa y nominadamente de Jerusalén, no en cualquier estado indeterminado, sino de Jerusalén destruida por sus pecados, desolada, conculcada y sepultada en el olvido; de ésta, pues, me dicen con toda la claridad posible que algún día se levantará del polvo de la tierra, que resucitará, que se edificará de nuevo, y será vista en su gloria1153; y para que no equivoquen esta Jerusalén de que hablan con aquella otra que se edificó en tiempo de angustia, por los que volvieron de Babilonia con permisión de Ciro, me dan unas señales tan claras, tan individuales, tan nuevas1154 e inauditas, que es imposible acomodarlas a aquellos tiempos, y a aquella antigua Jerusalén. Por ejemplo, una profecía me dice que, en aquel tiempo de que habla, Jerusalén será llamada el solio del Señor: En aquel tiempo llamarán a Jerusalén trono del Señor; y serán congregadas a ella todas las naciones en el nombre del Señor en Jerusalén, y no andarán tras la maldad de su corazón pésimo.1155 Otra me dice que su nombre desde aquel día en que se edifique de nuevo será éste: el Señor está aquí. Y el nombre de la ciudad desde aquel día, el Señor allí.1156 Otra le dice a la misma Jerusalén que, después de las grandes tribulaciones que se le anuncian por sus iniquidades, se llamará ya ciudad del justo, ciudad fiel.1157 Y en otra parte: te será puesto un nombre nuevo, que el Señor nombrará con su boca. Y serás corona de gloria en la mano del Señor, y diadema de reino en la mano de tu Dios. De allí adelante no serás llamada Desamparada; y tu tierra no será ya más llamada desierta... Y los   —536→   nombrarán, pueblo santo, redimidos por el Señor. Mas tú serás llamada: La ciudad buscada, y no la desamparada.1158

344. El mismo le dice en otra parte: Porque fuiste desamparada, y aborrecida, y no había quien por ti pasase, te pondré por lozanía de los siglos... No se oirá más hablar de iniquidad en tu tierra, ni habrá estrago ni quebrantamiento en tus términos... Y tu pueblo todos justos... derivaré sobre ella como río de paz.1159 Y por abreviar, pues son cosas que se leen frecuentísimamente en los Profetas de Dios, otra profecía dice, hablando de Jerusalén y de los judíos: morarán en ella, y no será más anatema, sino que reposará Jerusalén sin recelo.1160

345. Yo confieso ingenuamente que estas y otras profecías semejantes, que realmente pasan de ciento, me habían hecho concebir grandes y alegrísimas esperanzas de otra Jerusalén todavía futura, pareciéndome incomponible creer a los Profetas de Dios, o al Espíritu Santo, que habló por los Profetas, sin creer con la misma sinceridad lo que tantas veces y con tanta claridad me dicen de Jerusalén; cuando veis aquí que en medio de estos alegres pensamientos me sale al encuentro a deshora una única profecía, mas de un aspecto tan terrible que parece que a todas se opone, que a todas contradice, y que todas deben desaparecer en su presencia. Ésta es la profecía de Daniel, la cual asegura   —537→   que la desolación de Jerusalén, que debe comenzar después de la muerte del Mesías, perseverará irrevocablemente hasta lo consumación y el fin1161.

346. Éste es el hecho, en cuyo supuesto se pregunta, ¿qué se ha de hacer? Así aquellas cien profecías, como esta última, son dictadas por el Espíritu de verdad; por consiguiente son todas igualmente ciertas y de fe divina; con todo eso, las cien primeras afirman unánimemente; la última parece que niega. Aquéllas muestran unánimemente un semblante dulce y benigno, respecto de la futura Jerusalén; ésta parece del todo inexorable; ¿qué partido pues debemos tomar?

347. La resolución de esta duda no es una misma en dos diversos tribunales. El uno decide prácticamente que debemos estar por la última profecía, aunque sea una sola; y todas las otras, aunque sean ciento o mil, se deben explicar en otros sentidos. Si alguno clamare pidiendo alguna razón de una sentencia tan dura, difícilmente podrá ser otra que el eco de su misma pregunta. El otro tribunal decide que debemos estar por las cien profecías, y explicar una por ciento, no ciento por una. Para lo cual produce tres brevísimas razones. Primera: porque aquéllas son muchas, y ésta una sola. Segunda: porque aquéllas son claras, y ésta no tanto. Tercera: porque aquéllas son ciertamente favorables a Jerusalén, y ésta parece contraria, y en caso de duda lo favorable se ha de ampliar, y lo odioso restringir, etc. Sin meterme yo a resolver cuál de estas dos sentencias es la más conforme a razón, pues esto toca a jueces imparciales, sólo pregunto si será lícito seguir la segunda sentencia, o no; así como es lícito seguir la primera. Si se dice que no, se pide la disparidad; mas una disparidad que no sea responder por la cuestión. Si se dice que sí, se concluye al punto; luego la profecía de Daniel nada prueba contra la futura Jerusalén; así como en la primera sentencia nada prueban a su favor cien profecías. Éstas   —538→   nada prueban a favor, porque se les dan otros sentidos ajenos del obvio y literal; y aquélla, digo yo, nada prueba en contra, porque es bien fácil hacer con una sola lo que se hace con ciento.

348. No por esto se piense que yo pretendo dar a la profecía de Daniel otro sentido diverso del obvio y literal. Esto sería no estar de acuerdo conmigo mismo. El mismo sentido en que entiendo las cien profecías, en este mismo sin diferencia alguna entiendo la última; y por ella tengo por cierto e infalible que la desolación presente de Jerusalén perseverará hasta la consumación y el fin. Mas de aquí, ¿qué se sigue? ¿Luego no tenemos que esperar otra nueva Jerusalén? Esta consecuencia que sacan los intérpretes en su sistema es puntualmente la que se niega como ilegítima y falsa; parece que debía sacarse esta otra justísima por todos sus aspectos; luego la Jerusalén futura, que tantas veces anuncian los Profetas de Dios, no podrá edificarse antes, sino después de la consumación y el fin. Antes no, porque en este caso se falsificará la profecía de Daniel; después sí, porque sin esto se falsificarán cien profecías. Esta consecuencia que yo admito y abrazo como verdadera y como tan conforme a las Escrituras, es también mi segunda respuesta por línea recta.

349. La consumación y el fin de que habla Daniel no puede ser otra, sino aquella misma de que hablan otros muchos Profetas; especialmente Isaías, Jeremías, Nahún, Sofonías y Zacarías, etc., y de que se habla en varias partes de los evangelios; por consiguiente no puede ser la consumación y fin del mundo, como se piensa en el sistema ordinario; sino la consumación y fin del siglo.

350. Estas dos palabras, mundo y siglo, aunque muchas veces se toman en un mismo sentido y significan una misma cosa; mas realmente hay entre ellas una grande y notable diferencia; y en el asunto que actualmente tratamos, de gran importancia. Mundo se llama propiamente toda la inmensa máquina del universo, y también más inmediatamente este globo terráqueo, en cuya superficie habitamos.   —539→   Siglo se llama, no solamente la revolución de cien años; sino también y con más propiedad, todo el aparato externo de nuestro mundo, o de nuestro globo: su fausto, su lujo, su engaño, su vanidad, su mentira, su pecado; en suma, se llama siglo el día actual de los hombres, de su potestad, de su dominación de su virtud, de su juicio, de su gobierno, etc.; a distinción el día del Señor. Yo hallo muchas veces en las Escrituras, principalmente en los evangelios, estas palabras: consumación del siglo; jamás hallo éstas: consumación del mundo.

351. En este sentido, pues, en que hablan otras Escrituras, dice Daniel que la desolación actual de Jerusalén, que empezó después de la muerte del Mesías, deberá permanecer hasta la consumación y el fin, es decir, hasta que se concluya y llegue a su fin el día presente, y empiece a amanecer el día del Señor; hasta que venga el Mesías en gloria y majestad, y con su segunda venida tenga principio el día de su virtud en los esplendores de los santos1162; hasta que se ejecute en la bestia aquella justicia terrible de que se habla en el mismo Daniel y en el Apocalipsis; hasta que la gran estatua caiga en tierra al golpe de la piedra, y desaparezca como una leve ceniza en medio de un gran viento; hasta que suceda aquella evacuación de todo principado, potestad y virtud, de que habla San Pablo; hasta que, en fin, se llenen los tiempos de las naciones. Comparad de paso estas últimas palabras del Señor con las de Daniel, y me parece que hallaréis el mismo misterio sin diferencia alguna: Jerusalén será hollada de los gentiles; hasta que se cumplan los tiempos de las naciones... y durará la desolación hasta la consumación y el fin.1163

352. Ésta es evidentemente la consumación y el fin de que habla Daniel; la cual deberá suceder con la venida misma del Señor; y por esto el mismo Señor compara su   —540→   venida con el día de Noé: hasta que vino el diluvio, y los llevó a todos.1164 Esta consumación y fin anuncian también otros Profetas con expresiones vivísimas, y con circunstancias bien particulares, como tantas veces hemos observado; y no obstante, estos mismos Profetas nos aseguran expresamente en nombre del Señor, que Jerusalén, destruida y conculcada de las gentes, volverá a edificarse de nuevo, con tanta grandeza, con tanto esplendor, con tanta justicia, y con tales y tantas circunstancias, que no habiéndose verificado hasta el día de hoy, ni pudiendo verificarse antes de la consumación y el fin, o antes que se llenen los tiempos de las naciones; deberemos esperar que todo se verifique después de la consumación y el fin del siglo, para que (como se dice en el Eclesiástico) tus Profetas sean hallados fieles.1165

353. Digamos ahora cuatro palabras sobre el texto de Jeremías, que sirve de confirmación al argumento: Esto dice el Señor de los ejércitos: Así quebraré yo a este pueblo, y a esta ciudad, como se quiebra una vasija de alfarero, que no se puede ya más restaurar.1166 Estas palabras (dicen algunos, siguiendo a San Jerónimo, aunque otros son de contrario parecer) no pueden entenderse propia y rigorosamente de aquella primera Jerusalén que destruyeron los Caldeos; pues ésta se volvió a edificar pocos años después; mas se entiende con toda propiedad de la Jerusalén que destruyeron los romanos, después de la muerte de Cristo, la cual hasta hoy persevera destruida y desolada, y debe perseverar en esta forma hasta el fin del mundo. Las palabras de San Jerónimo son éstas: claramente no se dice esto de la cautividad babilónica, sino de la romana. Como que después de los Babilonios la ciudad fue restablecida, el pueblo llevado de nuevo a la   —541→   Judea, y restituido a la abundancia antigua. Mas después de la cautividad que acaeció bajo el imperio de Vespasiano y Tito, y después en el de Adriano, las ruinas de Jerusalén han de permanecer hasta la consumación del siglo.1167

354. Esto último, ¿quién puede negarlo? Cualquiera que lea el verso último del capítulo IX de Daniel, deberá confesar como una verdad indisputable que las ruinas de Jerusalén han de permanecer hasta la consumación del siglo. Mas, lo primero, esto es, que Jeremías habla no de la Jerusalén destruida por los Babilonios, sino de la que destruyeron los Romanos 600 años después, ¿cómo podrá admitirse, si se lee seguidamente el texto del Profeta que dice: las casas de Jerusalén, y las casas de los reyes de Judá, serán inmundas, como el lugar de Tofet; todas las casas, en cuyos terrados sacrificaron a toda la milicia del cielo, y ofrecieron libaciones a los dioses extranjeros1168? Esta sola contraseña, aunque no hubiera otra, parece más que suficiente para conocer al punto los tiempos de que se habla, y la Jerusalén contra quien se habla. Cuando los romanos, bajo el imperio de Vespasiano y Tito, destruyeron a Jerusalén, ¿destruyeron también junto con ella las casas y palacios de los reyes de Judá? ¿Qué reyes de Judá había en este tiempo, ni los había habido jamás después de la cautividad de Babilonia? ¿Destruyeron así mismo todas aquellas casas donde se ofrecían sacrificios a los ídolos?   —542→   ¿Qué ídolos hallaron los Romanos en Jerusalén, sino los que ellos llevaron y colocaron en ella después de destruida? Mas si ponemos los ojos en aquella primera Jerusalén, que viviendo Jeremías destruyeron los Babilonios, hallamos casas y palacios de los reyes de Judá, y hallamos ídolos a millares en los terrados, y en lo más alto de casi todas las casas de la inicua Jerusalén; luego es claro por esta sola contraseña que se habla de la primera Jerusalén destruida por los Babilonios, no de la que destruyeron los Romanos. Si esto es así, se podrá replicar, ¿cómo entenderemos con propiedad aquella similitud de que usa Jeremías: Quebraré yo... a esta ciudad, como se quiebra una vasija de alfarero, que no se puede ya más restaurar?

355. La propia inteligencia de esta semejanza nos la ofrecen otros doctores, y estos no pocos que se apartan del sentir de San Jerónimo: debe interpretarse (dice uno de ellos) de la reparación que se haga por propio poder; porque después de concluidos setenta años la vasija judaica se reparará, y al fin del siglo volverá a restaurarse; mas esto por el poder de Dios, a quien es fácil lo que parece imposible al hombre.

356. Os considero, señor, lleno de admiración al ver que uno de los más sabios y más juiciosos expositores, conceda francamente otra Jerusalén todavía futura, diciendo: al fin del siglo volverá a restaurarse. Crecerá mucho más vuestra admiración, si se considera que este mismo autor, así como los otros, niega absolutamente como falsa e implicatoria otra nueva Jerusalén, cuando llega a la explicación de aquellos lugares de la Escritura, tantos y tan claros, donde se anuncia, se promete, y se habla de ella, como si ya existiese. ¿Luego se contradicen unos hombres tan sabios y tan advertidos? No, señor mío, no se contradicen, antes van conformes cuanto es posible en su sistema. Es verdad que niegan como absurda aquella Jerusalén de que hablan tanto las Escrituras; mas no niegan,   —543→   antes conceden liberalísimamente, otra Jerusalén de que las mismas Escrituras no hablan palabra. ¿Cuál es ésta? Es la que edificará el Anticristo judío para corte de su imperio universal. Así lo dicen expresamente sobre el capítulo XXXI, versículo último de Jeremías; sobre el capítulo XXXVIII de Ezequiel; sobre el capítulo IX de Daniel, etc., y así lo dicen implícitamente en otras muchas partes, hablando siempre que ocurre en esta suposición.

357. Mas aun permitida por un momento esta suposición, o esta supuesta Jerusalén, ¿cómo podrán decirse de ella aquellas palabras del autor citado: al fin del siglo volverá a restaurarse; mas esto por el poder de Dios, a quien es fácil lo que parece imposible al hombre? La potencia que suponen en su Anticristo, toda diabólica, ¿se podrá también llamar potencia divina? Mas, el mismo autor sobre el capítulo IX de Daniel, hablando de la Jerusalén que destruyeron los romanos, dice así: ciertamente esta desolación del templo y ciudad jerosolimitana perseverará no por pocos años, como aquella de la Caldea, sino hasta el fin del mundo y de los siglos. ¿Cómo podremos componer esta proposición con aquella otra: al fin del siglo volverá a restaurarse? Finalmente, concluye este sabio con esta terrible sentencia: También la ciudad de Jerusalén estará sujeta a un perpetuo anatema. Y no obstante, en Jeremías se leen estas palabras: He aquí que vienen los días, dice el Señor; y será edificada al Señor la ciudad... no será arrancada, ni destruida por siempre jamás.1169 Y en Zacarías capítulo último se leen éstas: morarán en ella, y no será más anatema; sino que reposará Jerusalén sin recelo.1170 Conque de la misma Jerusalén se pueden con verdad decir estas dos cosas.

  —544→  

Primera: será edificada al Señor la ciudad... no será arrancada ni destruida por siempre jamás... no será más anatema; sino que reposará Jerusalén sin recelo. Segunda: estará sujeta a un perpetuo anatema.

358. Si estas dos proposiciones son inacordables entre sí y perpetuamente enemigas, ¿por cuál de ellas nos deberemos declarar? ¿Crees, oh rey Agripa, a los Profetas? Yo sé que sí crees1171, decía San Pablo con toda libertad, aunque cargado de cadenas.

359. Otras muchas cosas generales y particulares teníamos que decir sobre Jerusalén, mas éstas pertenecen inmediatamente a la tercera parte, donde procuraremos darles lugar, así como a otros muchos puntos que no lo han podido tener hasta aquí. Me contento, pues, con transcribir aquí la profecía célebre del santo Tobías, y concluiré con ella esta segunda parte, ofreciendo este gran punto para una profunda meditación.

Tobías, Capítulo XIII

360. Jerusalén, ciudad de Dios, el Señor te castigó por las obras de tus manos. Alaba al Señor en tus bienes, y bendice al Dios de los siglos, para que reedifique en ti su tabernáculo, y vuelva a ti todos los cautivos, y te goces por todos los siglos de los siglos. Brillarás con luz resplandeciente, y todos los términos de la tierra te adorarán. Vendrán a ti las naciones de lejos; y trayendo dones, adorarán en ti al Señor, y tendrán tu tierra por santuario. Porque dentro de ti invocarán el grande nombre. Malditos serán los que te despreciaren, y serán condenados todos los que te blasfemaren, y serán benditos los que te edificaren. Y tú te alegrarás en tus hijos, porque todos serán benditos, y se reunirán con el Señor. Bienaventurados todos los que te aman, y los   —545→   que se gozan de tu paz. Alma mía, bendice al Señor, porque libró a Jerusalén su ciudad de todas sus tribulaciones, el Señor nuestro Dios. Bienaventurado seré, si quedaren reliquias de mi linaje para ver la claridad de Jerusalén. De zafiro y de esmeralda serán edificadas las puertas de Jerusalén, y de piedras preciosas todo el recinto de sus muros. De piedras blancas y limpias serán enlosadas todas sus calles, y por sus barrios se cantará Aleluya. Bendito el Señor, que la ha ensalzado, y sea su reino en ella por los siglos de los siglos. Amén.1172

361. Esta célebre profecía es sin duda una de aquellas muchas y grandes, de quienes al mismo tiempo se pueden afirmar dos cosas contradictorias; es a saber, que es una profecía clara y oscura, fácil y difícil, inteligible e ininteligible. Si la idea del reino de Cristo aquí en la tierra, y de otra Jerusalén todavía futura es, como quieren, una idea falsa y errónea, la profecía de Tobías es ciertamente   —546→   la cosa más oscura, la más difícil o la más ininteligible de cuantas pueden imaginarse. Al contrario, si aquella idea es verdadera y justa, como tan conforme a las Escrituras, la profecía se entiende al punto toda entera sin más trabajo que leerla. Conque el entenderla o no entenderla consiste solamente en admitir o no admitir aquella idea. Los intérpretes pretenden que no hay necesidad de tal idea para entender la profecía; por tanto han hecho los mayores esfuerzos imaginables para darle por otra parte alguna explicación. Si lo han conseguido, o no, lo podrá fácilmente juzgar cualquiera que lea dicha explicación, y la confronte fielmente con la profecía.

362. Dicen en general, y esto de un modo definitivo sin prueba alguna, que toda esta profecía, exceptuando sus cuatro primeras líneas, no puede admitir otro sentido que el alegórico, mezclado con el anagógico, pues Tobías como profeta hizo lo mismo, dicen, que hacen otros profetas, esto es, mirar al mismo tiempo la iglesia militante y la triunfante, hablar de ambas bajo el nombre y figura de Jerusalén. En este supuesto, la explicación necesita de tres sentidos, y aun éstos no alcanzan para todo. El primer sentido es el literal; mas éste sólo sirve para las cuatro primeras líneas. ¿Por qué? Porque estas cuatro primeras líneas son contrarias a Jerusalén. En ellas se anuncia su castigo, su ruina, su exterminio, todo lo cual se verificó plenamente pocos años después. El segundo sentido es el alegórico, que debe luego entrar en lugar del literal. ¿Por qué tan presto? Porque pasadas estas cuatro líneas contrarias a Jerusalén, se empieza luego a hablar en su favor, y se dicen de ella o se le prometen tantas y tales cosas, que ni se han verificado, ni es posible que se verifiquen jamás en el sistema ordinario; pues son infinitamente incómodas, no hay tiempo donde colocarlas. Así, deben acomodarse en cuanto se pueda a la Iglesia presente. El tercer sentido que debe suplir abundantemente todos los defectos del segundo es el anagógico. ¿Por qué? Porque el alegórico, o la acomodación a la Iglesia presente,   —547→   apenas puede llegar a una pequeña distancia, pasada la cual queda como inservible, y se pierde luego de vista. Por tanto, es necesario para no volver atrás tomar prontamente alas de águila grande, y dar un vuelo hasta lo más alto del cielo, para acomodar allá lo que por acá no es posible. Mas como tampoco es posible acomodar allá alguna parte considerable y seguida de la profecía, es necesario en la explicación subir y bajar continuamente; subir cuando acá no se puede más; bajar cuando allá más no se puede. Y como en las profecías están mezcladas, según dicen, las cosas de la Iglesia militante con las de la triunfante, es necesario por consiguiente subir y bajar, en un momento, en un abrir de ojo, casi a cada palabra. A que debe añadirse que después de un trabajo tan grande, queda visible acá y allá la violencia o impropiedad de las acomodaciones.

363. Si dejamos ahora por un momento la algarabía incómoda e ininteligible del triple sentido, con esto solo entendemos al punto toda la profecía, distinguiendo en ella clarísimamente sus dos puntos capitales, esto es, lo que hay en contra, y lo que hay a favor de la misma Jerusalén. Entendemos lo primero: cómo desde el principio se anuncia a esta ciudad ingrata y delincuente aquel castigo horrible, que vino sobre ella pocos años después, y la dispersión y cautiverio del residuo de Israel, esto es, del reino de Judá. Entendemos lo segundo: que hablando con la misma Jerusalén castigada y destruida, se le anuncia por orden del Señor, para otros tiempos, que ciertamente no han llegado, toda aquella majestad, esplendor, y gloria, que se puede colegir de estas solas palabras aunque no hubiese otras: Brillarás con luz resplandeciente; y todos los términos de la tierra te adorarán1173.1174 Estas palabras y todas las que siguen hasta el fin, ¿con quién hablan o a quién se dicen? ¿No es manifiesto que se dicen a la misma Jerusalén castigada y destruida por sus iniquidades,   —548→   con quien se empieza a hablar y se prosigue hablando sin interrupción? ¿No es manifiesto que se dicen a la misma Jerusalén, a quien se anuncia su castigo inminente y ruina total? Si este castigo y ruina no habla ni con la Iglesia militante ni con la triunfante, ¿con qué razón se puede asegurar que todas las cosas prósperas, que siguen inmediatamente, no hablan ya de Jerusalén castigada y destruida, sino con la Iglesia ya militante, ya triunfante? Pedid, señor, para esto alguna buena razón, y si no os responden sino por la misma cuestión me parece que tendréis que esperar la respuesta hasta el día de la eternidad. Amén.

364. Con esta profecía de Tobías concuerdan perfectamente entre otras innumerables profecías, todo el capítulo LX de Isaías; todo el capítulo V de Baruch; los capítulos XXX y XXXI de Jeremías; el capítulo último de Zacarías, etc.; todo lo cual lo hace servir San Juan en el capítulo XXI de su Apocalipsis. La profecía de Baruch, por ser breve y notable, me parece bien ponerla aquí: Desnúdate, Jerusalén, de la túnica de luto, y de tu maltratamiento; y vístete la hermosura, y la honra de aquella gloria sempiterna, que te viene de Dios. Te rodeará Dios con un manto forrado de justicia, y pondrá sobre tu cabeza un bonetillo de honra eterna. Porque Dios mostrará su resplandor en ti, a todos los que están debajo del cielo. Porque para siempre llamará Dios tu nombre: La paz de la justicia, y la honra de la piedad. Levántale, Jerusalén, y ponte en lo alto; y mira hacia el Oriente, y ve tus hijos congregados desde el sol Oriente hasta el Occidente, a la palabra del Santo gozándose en la memoria de Dios. Porque salieron de ti a pie llevados por los enemigos; mas el Señor te los traerá levantados con honra como hijos del reino. Porque Dios ha determinado abatir todo monte empinado, y las rocas estables, y llenar los valles al igual de la tierra; para que camine Israel con diligencia para honra de Dios. Aun las selvas, y todo árbol suave dieron sombra a Israel por mandamiento   —549→   de Dios. Porque traerá Dios a Israel con regocijo en la lumbre de su majestad, con la misericordia, y con la justicia, que viene de él.1175

FIN DEL TOMO II

LONDRES: IMPRESO POR CARLOS WOOD, Poppin's Court, Fleet Street.

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