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1

Con ese italianismo se refiere a la creatividad popular de fines del XVIII José Ortega y Gasset, en Papeles sobre Velázquez y Goya, Madrid, Revista de Occidente, 1950, p. 285. (Literalmente: «se manifiesta una vez más el extraño poder que ha tenido nuestro pueblo para 'fare da sè', para vivir por sí mismo y de sí mismo».)

 

2

José Antonio Maravall, «La época de Goya», Estudios de la historia del pensamiento español (siglo XVIII), ed. M. Carmen Iglesias, Madrid, Mondadori, 1991, pp. 109-110. Cfr. Eva M. Kahiluoto Rudat, «Lo neoclásico y lo plebeyo: Ortega y Gasset sobre Goya y el popularismo en el siglo dieciocho», Dieciocho, 2 (1978), pp. 87-115; de la misma, «The view from Spain: Rococo finesse and esprit versus plebeian manners», en French Women and the Age of Enlightenment, Bloomington, Indiana, 1984, pp. 395-406. En el siglo XIX (Cánovas del Castillo, Pérez Galdós) se relacionaba ya el majismo del XVIII con los valores caballerescos, y tal parentesco resulta «innegable», según afirma René Andioc, Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII, Valencia, Fundación Juan March/Castalia, 1976, p. 147.

 

3

Remito a Emilio Palacios Fernández, «La descalificación moral del sainete dieciochesco», en El teatro menor en España a partir del sainete dieciochesco, Madrid, CSIC, 1983, pp. 215-233.

 

4

Piénsese en las reflexiones de Jovellanos, en su Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas en España, o en las de Montiano, Nasarre, Clavijo y Fajardo, Moratín padre y Moratín hijo, etc. Vid. Natividad Massanés, «Auditorio, pueblo, vulgo: el espectador, en la crítica dramática del siglo XVIII español», Estudios Escénicos, 19 (abril 1975), pp. 83-101.

 

5

El término es de Eugenio Asensio, Itinerario del entremés (desde Lope de Rueda a Quiñones de Benavente), Madrid, Gredos, 1965.

 

6

Alberto González Troyano, «Teatro y cultura popular en el siglo XVIII», Draco 2 (1990), p. 206. Prosigue: «Ahí puede recaer una de las claves de esa monopolización del escenario del sainete por toda esa gente 'de baja estofa' y no porque tuviese su representación dirigida exclusivamente al público más popular. Ya que es lógico pensar que de la diversión y comicidad provocada por las peripecias de los personajes plebeyos se beneficiaban también, durante la representación, los restantes estamentos asistentes».

 

7

Alonso López Pinciano, Philosophía antigua poética (ed. A. Carballo Picazo), Madrid, CSIC, 1953, I, p. 289. Ramón de la Cruz había leído a este preceptista, y lo cita al lado de Aristóteles, Horacio, Boileau, Cascales, Mayans, Pellicer, Luzán y Montiano, en el prólogo a su Teatro (1786); vid. infra, n. 10.

 

8

Don Ramón de la Cruz y sus obras. Ensayo biográfico y bibliográfico, Madrid, Impr. J. Perales y Martínez, 1899, p. 143.

 

9

Jean-Louis Flecniakoska, La loa, Madrid, SGEL, 1975, p. 127.

 

10

Pról. a Teatro o colección de los sainetes y demás obras dramáticas de D. Ramón de la Cruz, entre los Arcades Larisio, Madrid, Imprenta Real, 1786, p. LXXII.

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