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Lazo esencial

Gladys Carmagnola de Medina



portada



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A Julio,
a Cecilia,
a Alejandro,
por todo.



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ArribaAbajoPalabras para esta segunda edición

He aquí la segunda edición de Lazo esencial, que quizá se justifique no sólo porque de la primera no quedan ya ni rastros.

No fue Lazo esencial mi primer poemario de amor édito. Tampoco alberga los versos más antiguos: algunos de los más remotos, de los pocos que se salvaron de mi juicio, viven A la intemperie en nuestra amada Alcándara, esa morada poética hasta hoy muy parcamente valorada. Sí fue -y es- este librito, el primero de poemas «para adultos» que publiqué.

Aunque no me han faltado ganas ni justificativos para modificar estos textos, me he permitido sólo añadir dos líneas al pie del poema que da título al poemario, y he reubicado una palabra en el quinto verso del último poema, que es, al fin, el motivo real de esta reedición, amén del deseo de que, con suerte, unos pocos ojos más la lean.

Con profunda y auténtica gratitud -me complace decirlo- incluyo como prólogo para esta segunda edición las palabras con las cuales Doña Josefina Plá presentó la primera, una cálida mañana cercana al mediodía: el 25 de marzo de 1982. Añado además un estudio crítico de Don Hugo Rodríguez Alcalá, que puede ser útil a quienes deseen profundizar en mis temas.

Ambos me han honrado sobremanera, y es casi seguro que no se lo he agradecido hasta hoy, inmersa como pude haber estado en mis otros múltiples trajines, algo menos poéticos.

Asunción, junio de 1995
G. C.



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ArribaAbajoPrólogo

Gladys Carmagnola
en su nuevo libro de poemas


Gladys Carmagnola se dio a conocer hace ya unos años, por vez primera, con un poemario dedicado a un niño: Ojitos negros1. Este poemario ofrecía en su sencillez, hija de su misma espontaneidad, una ternura auténtica, surgente de napas puras del corazón. Una terneza sin retórica, sin ripios sentimentales, que lo destacaba del montón de poemarios de este carácter, en los cuales la lógica ternura con frecuencia se literaturiza en exceso.

Tras unos años de silencio, Gladys nos da Piolín, poemario igualmente en la línea de la poesía infantil; pero al cual preside un acento menos hogareño y afectivamente inmediato, y se insertan semitonos que develan preocupación formal; libro menos ingenuo que el primero, y que, buscando su eficacia en valores estéticamente más elaborados, lo consigue: uno de nuestros mejores poemarios infantiles.

No sabríamos decir si merodeando en torno a la vertiente señalada por ambos poemarios -la gracia de la anunciación infantil- el duende intuitivo que nos persigue y que a menudo ve comprobadas sus inofensivas malicias, nos empezó a soplar al oído que Gladys Carmagnola tenía para ofrecer, líricamente hablando, algo más que la terneza y la frescura expresivas, aún siendo esto mucho; que el   —12→   amor al niño; como promesa -como ser en el cual el hombre se hace perdonar- era sólo una faceta de su espíritu. Que en ella vibraba soterrado el acento de más severos y profundos cuestionamientos.

Porque amar a los niños es don corriente: condición de humana supervivencia. Expresar ese amor en poesía, ya no es tan cotidiano, porque presupone peculiar don. Pero aun existiendo ese don, como en este caso particular, no excluye por cierto en el poeta la posibilidad y capacidad de ascender a otros niveles de eco más grave; a la dimensión de sombra de la vida. Sin el amor al niño, la humanidad se extinguiría: pero sin el amor al ser humano, como misterio dramáticamente consciente de sí, el Hombre, con mayúscula, no podría cumplir su destino. Y ese amor, aunque ello parezca paradoja, alcanza su ápice en el conocimiento del Hombre mismo. Para el conocimiento éste, existen varias vías: la poesía es una de ellas, y se cumple buscando el poeta a ese hombre dentro de sí. La poetisa de versos para el niño puede también serlo, lúcida y lucida, en este camino hacia la sombra del hombre. Y para citar un solo ejemplo, tenemos a Gabriela Mistral, quien por haber sido precisamente alta poetisa de ritos dolorosos, pudo cantar al niño con ternura infinita.

El vuelo lírico más amplio que el duende nos hacía presentir en Gladys es el que nos entrega ahora en este nuevo poemario unas instantáneas del otro rostro de la poetisa hasta ahora oculto. Un rostro hecho igualmente de líricas evidencias: la intensidad y diafanidad de los afectos, el anhelo de projimidad; la fe, en suma, en el ser humano,   —13→   simple reflejo de la fe en sí mismo. La espontaneidad, esa rara y riesgosa cualidad, persiste, pero se le suma ahora en alguna ocasión un semitono irónico, tan sutil, que parece un esguince a sí mismo hecho a escondidas en el espejo, y que le da leve pero innegable sabor distinto dentro del cuadro general de nuestra poesía femenina última.

Y, por supuesto, permanece también en esta poesía, como el sauce de Appleyard, la sencillez: preciosa sencillez, en cuya vestidura, la forma se arropa discreta y fluida.

Después de leer estos poemas, el lector sentirá seguramente, como nosotros, algo que no siempre es remate del encuentro con el poemario, en el ánimo lector: Deseará leer otros poemas de la autora.

Gladys Carmagnola, poetisa, ¡¡¡salud!!!...

Josefina Plá

(en la presentación de la Primera Edición
25 de marzo de 1982).





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ArribaAbajoLugar


AbajoCuando transita, libre, el corazón,
por el sendero gris de la nostalgia,
me lleva a mí detrás, cual una sombra
que dibuja en la tierra
una pequeña lámpara.  5

Aquí,
del otro lado del espejo,
se me muestra la vida cara a cara,
y me toma cual soy, sin un reproche,
y yo la acepto así, sin una lágrima.  10

Aquí he recogido siempre la verdad
en diminutas piezas fraccionadas.
Aquí me deslumbró la luz más bella y pura
de la estrella más alta.

Aquí desentrañé el significado  15
de la letra que esconde mi garganta.
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De aquí robé las sílabas
con las que he moldeado todas mis palabras.
Aquí balbuceé el primer poema,
que me supo a plegaria.  20

Y solamente aquí
he liberado siempre mis espaldas
de la ceniza fría
o del fuego y su llama
y he cargado en mi bolso, sin permiso,  25
un puñado de magia.

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ArribaAbajoVisita inesperada


ArribaAbajo ¿Alguien llama a la puerta?
Pues, que pase.

Siéntate, por favor. Disculpa este desorden
pero ¿sabes?
entre tanto trajín, hace ya tiempo  5
que se me hizo tarde:
se me fueron las horas
andando por ahí, hacia alguna parte,
borroneando papeles
que creía importantes.  10

No, no: todo está bien.
No pretendí una excusa, ni quejarme.
Quédate, por favor;
no hay por qué preocuparse.
Ahora que estás aquí  15
como debió haber sido mucho antes,
no te irás tan pronto:
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es la primera vez que un hermano de sangre
se llega hasta mi puerta
a compartir la dosis que me dan, de aire.  20

Escucho. Empieza a hablar;
sé que has traído mucho que contarme.
Ya veremos después, si queda tiempo
de preparar nuestro equipaje.

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ArribaAbajoEnero


ArribaAbajoVienes de lejos. Estarás cansado.
Hueles a tierra, a vientos;
hueles a agua.
El cansancio oscurece tu cintura,
tus hombros, tus espaldas,  5
y es un ardor de innumerables soles tu mirada.

Llegas a tiempo.
Aquí te quedarás
porque es éste el punto definitivamente exacto
donde ha crecido, recia, la muralla  10
que te obstruye la marcha.

Alégrate:
he tejido yo misma
con estas torpes manos
una delgada hamaca  15
donde podrás tender tus formas en el patio
en las puras mañanas
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o en las ardientes siestas
que a los dos nos aguardan.

Quédate.  20
Donde te encuentres estará mi hogar
y entre tus brazos
vivirá guarecida de fieras esta forma humana.

Vienes de lejos. Y estás muy cansado.
Pero ayúdame ya:  25
levanta las paredes
de la que ha de ser nuestra morada
y salgamos después
a aspirar el aroma que en el patio derrama pletórico,
el tiempo de los mangos.  30

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ArribaAbajoMisión diplomática


ArribaAbajo De chica, yo quería
pertenecer al cuerpo diplomático.

Apenas pude, redacté una larga
solicitud de empleo.
La guardé bien doblada  5
en un sobre oficio americano
y anduve por ahí
buscando a quién pudiera dársela,
a quien pudiese ofrecerme, oficialmente,
un cargo autorizado,  10
permanente,
de embajadora.

El sobre se me ajó
y la solicitud envejeció inevitablemente.

Y ya no preparé solicitudes  15
porque entendí hace tiempo
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que no hay empleador
para quien quiere ser embajadora del viento,
de la lluvia,
de los pájaros,  20
de las cosas que son o que no han sido,
del tiempo
que se aferra en seguir
mientras nosotros vamos y venimos;
mientras nosotros  25
venimos
y nos vamos.

Ya no presentaré solicitud para un empleo
que ejerzo
sin autorizaciones ni decretos  30
ignoro desde cuándo.

Si defrauda mi voz
la representación que usurpo
y me cancelo la licencia
o me jubilo por invalidez,  35
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siempre seré, a escondidas,
embajadora de mi vocación y de mí misma.

Por entenderlo, gracias.
Por disculparme, gracias.

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ArribaAbajoAntropofagia


ArribaAbajoAmo tu voz.
Destrozaría las alas de mis sueños
por tenerla por siempre conmigo.

Amo tu voz equinoccial y pura,
diáfana luz  5
para el callado y lóbrego rincón
plagado de intersticios de algunos de mis días.

Amo tu voz
porque al oírte hablándome
mi corazón escapa de su prisión de siglos  10
rompiendo sus cristales
para ir a tu encuentro
desnudo y malherido.

Amo tu voz.
Pero la quiero sólo  15
para las fauces ávidas de ti de mis oídos.

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ArribaAbajoDecisión



- I -

ArribaAbajoNo quiero rosas rojas.
Las quiero blancas.

Tierra muy roja,
paredes blancas,
alfombra verde,  5
puertas muy anchas.

Y pan.
Y lumbre.
Y mucho sol.

Y tú.  10
Y tu gesto de amor cada mañana.
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- II -

No quiero rosas rojas.
Tampoco blancas.

Sólo quiero tus manos
tendidas hacia mí tras la ventana.  15


- III -

No quiero rosas.

Te quiero a ti
y tendré pan
y lumbre
y versos  20
y rosas rojas y azules, amarillas y blancas.

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ArribaAbajoInterrogantes


ArribaAbajo¿Qué ocurrirá después,
cuando ya no nos sirvan las palabras,
cuando sus sílabas sean gajos abatidos
por el viento?

¿Podrá sobrevivir la voz a la tormenta  5
si de pronto las aguas de la nada
nos arrastran
y el vendaval apaga todo fuego?
¿Qué ocurrirá
si el moho nos invade hasta los tuétanos,  10
o el resabio metálico que esconde nuestra sangre
nos corroe los huesos
y nos convierte en oxidados círculos concéntricos?

¿Pero no podría ser
que el viento derribara  15
el obstinado paredón del miedo
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y nos abriera
un pequeño sendero
por donde, libres,
pudieran transitar los sueños?  20

¿Qué ocurrirá si no?
¿Nos pertenecerá al menos el silencio?

Ven.
Apriétate contra mi corazón
y escucha que estoy viva y que te quiero.  25

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ArribaAbajo24 de abril


ArribaAbajo Nadie lo sabe.
Pero esta forma humana que camina
desde ayer no es la misma.

Lleva idéntica imagen en sus ojos,
tiene en las manos el esbozo tímido  5
que crecerá en caricias,
porque hay un sueño nuevo,
inmenso, en sus pupilas.

Nadie lo sabe.
Pero todo mi ser tiene hoy orillas  10
prolongándose
casi hasta hacerse formas infinitas.

¿Nadie lo sabe?

Pero tú y yo sabemos
del sueño que se agranda en mis pupilas  15
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y sólo tú y yo
cuando el sueño sea sueño todavía,
sabremos por qué hoy, al mirarnos,
subimos de la mano los caminos
donde todos los sueños y las ansias del hombre  20
se eternizan.

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ArribaAbajoLazo esencial


ArribaAbajo Transité
los horribles caminos del miedo.
Conocí sus terribles fantasmas,
y, perdida en su noche de angustias
compartí,  5
prisionera,
su patética, oscura morada.

Me arrancaron sus manos la risa;
sus espinas me hicieron de cama;
su temblor fue mi triste vestido;  10
mi alimento
sus dudas y mieles amargas.

Mas de pronto el amor
a lo lejos
entreabrió para mí sus ventanas  15
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y corrí hacia la luz que la vida
encendió
para asirme en sus llamas.

Esta arcilla obediente y ansiosa
entendió su destino de ánfora  20
y eligiendo tres sílabas puras
moldeó una hermosa,
verdadera,
sencilla palabra
que es el lazo esencial que te anuda a mi alma  25
y amarrando a mi vida sus notas
le presta sus alas.

(Cecilia
es la hermosa y sencilla palabra).

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ArribaAbajoEn una tarde así


ArribaAbajo En una tarde así,
naranja y luto,
cuando color y luz
se vuelven uno...

En una tarde así,  5
cuando todo parece
ir
desmenuzándose
hasta el umbral temido del sepulcro...

En una tarde así,  10
cuando el alma
va contagiándose del alma del crepúsculo...

En una tarde así
yo quisiera partir
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llevándome todos mis sueños de este mundo  15
unidos a los tuyos
en un estrecho, indisoluble nudo.

En una tarde así
quisiera bajar a un callado sepulcro
y acurrucada allí  20
-por fin-
soñar a gusto.

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ArribaAbajoTestimonio


ArribaAbajo Llega un día.

Y en ése quiero estar
amarrada a tus sueños
con los míos.

Será liviana  5
a tus párpados secos la agonía
si me tienes contigo.

Pero,
si en nuestro corazón,
antes, crecen abismos,  10
cuando llegue ese día
llámame,
y déjame prender a tu hombro dolorido
este collar de amor
que enhebraste conmigo  15
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para que sea él
y por los siglos
testimonio enredado en tus huesos
de cuánto nos quisimos.

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ArribaAbajoOrigen


ArribaAbajoPorque los sueños mueren
nacen los suspiros
y viven en nosotros
minúsculos o inmensos,
pálidos o encendidos.  5

Sí.
Tú te irás.
Para entonces, tal vez ya habré partido.
Y cada cual caminará
sin detenerse a investigar su origen  10
con su dosis de amor y de suspiros.

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ArribaAbajoPre-réquiem2


ArribaAbajoTe marcharás un día
dejándome en las sombras, mutilada.

Qué3 ha de importarme entonces mi partida
súbita
o lejana  5
si no estará la diligencia de tu voz
para arropar mi corazón por las mañanas.

Cuando no estés
será de pura hiel la cita cotidiana
y me pregunto si distinguiré el atardecer  10
de la corola, ansiosa por abrirse,
del alba.

Te marcharás.
Lúgubre me será toda palabra
y diminuta el ánfora  15
para albergar mis lágrimas.
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Entonces sí saldré de luto hacia la calle
a ver si encuentro quien me preste un alma.

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ArribaAbajoPermanencia


ArribaAbajo¿Estás aquí
cuando ya se marchó la primavera?

Si saciada la sed
conserva el agua aún su permanencia
¿hay mérito? ¿en quién? ¿en quién la bebe?  5
¿o en el manantial que está para la entrega?

Óyeme:
no puedo arrinconar así nomás
mi cotidiana, imperceptible deuda.
Si ha de quedar impaga, tal parece,  10
mientras dure la tierra,
no querrás despojarme
de la última piel que esconde mi vergüenza.

Sí. Sé muy bien
que ser hombre y mujer es suficiente diferencia.  15
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Pero ¿es justo dejar
que se dirima sola la contienda?

Sí. Siento que estás aún aquí
aunque ya se marchó la primavera.

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ArribaAbajoCanción


Arriba Déjame musitar mi última canción
antes de que me vaya.

Una sola canción
mientras tú callas
como la noche calla los misterios  5
de la muerte que pasa.

Déjame musitar mi última canción
para que cuando ya no puedas escuchar
desde mi voz, mi alma,
conserves mi recuerdo dentro del corazón  10
como entre un viejo libro,
una pequeña y ya marchita flor
nostálgica.





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ArribaEstudio crítico de Hugo Rodríguez Alcalá

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Sobre una «Embajadora del viento y de la lluvia»


La primera impresión que nos causan estos poemas4 -ya diré cuáles- es la de que ellos cuentan cosas muy cotidianas y domésticas, en un tono realista y como exento de toda tensión poética. Si continuamos la lectura, ese realismo «doméstico» nos parece algo problemático, acaso una manera de evitar lo que en literatura puede ser artificio mostrenco para iniciar el desarrollo de un tema. Y luego se nos ocurre pensar que estamos en presencia de un contra artificio, el cual es pura invención, o que lo «real» de esta invención es mínimo. Lo cierto es que hay algo desconcertante en la lírica que nos ocupa. ¿Son verdaderamente versos los versos de estos poemas? Su tono no nos suena a tono conocido. ¿Sabe escandir sus versos el poeta? Si nos fijamos bien, la respuesta se impone como afirmativa. Las palabras, no obstante, no pertenecen al léxico con que antes -en tiempos en que la forma era muy respetada- u hoy mismo, cuando suele evitarse toda forma; no pertenecen, digo, al léxico con que se urdían y urden poemas, sean estos de versos bien medidos o de versos des-medidos...

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¿A quién se le ocurre, por ejemplo, comenzar un poema diciendo: «De chica yo quería / pertenecer al Cuerpo Diplomático...»? Claro es que se nos está comenzando a narrar algo inocente, y que la inocencia -dígalo William Blake- tiende a tener algo que ver con la poesía. Pero sigamos leyendo: «Apenas pude, redacté una larga / solicitud de empleo...». ¿Habrá quien eche de menos el deleite, la rotundidad en la expresión, de que son paradigmas versos como estos: «Yo soy aquél que ayer nomás decía / el verso azul y la canción profana...», o aquello de «Llamó a mi corazón un claro día / con un perfume de jazmín, el viento...». O la dulzura de estas líneas de Valéry: «La lune mince verse une lueur sacrée. / Toute une jupe d’un tissu d’argent léger...». Pero volvamos a la niña inocente y a su solicitud de empleo. ¿Qué hizo con la solicitud? Pues «la guardó en un sobre, / y anduvo por ahí / buscando a quién pudiera dársela, / a quien pudiese ofrecerle, oficialmente, / un cargo autorizado, /permanente, /de Embajadora...». Al llegar aquí, vemos que las pretensiones de Gladys Carmagnola no eran nada modestas: quería empezar la carrera desde arriba; quería ser jefa de misión. ¿Y qué le pasó al sobre, y dentro de él, a la solicitud de empleo? Pues aquél se fue ajando, y ésta envejeció... Entonces, sólo entonces, después de narrado lo que acaso tuvo algo de verídico, comienza, en rigor, el poema. Quedó la niñez atrás; llegó la edad de la razón: «Y ya no preparé solicitudes / porque entendí hace tiempo / que no hay empleador / para quien quiere ser Embajadora del viento, / de la lluvia, / de los pájaros, / de las cosas que son o que no han sido...».

Y entonces es cuando el lenguaje se hace paladinamente poético. Y es que la embajadora ya ha   —75→   asumido su embajada no en Washington o en Londres, París o Buenos Aires, sino en Luque, la ciudad de la Música -como la llaman- y que en justicia merece así llamarse5, en gran medida, porque allí vive Gladys Carmagnola.

¡Pero la hemos interrumpido! Dejémosla continuar su historia. Ella ha querido siempre ser embajadora. Ahora lo es del viento y de la lluvia y de otras cosas más, como hemos visto y como pronto veremos: «Embajadora /... del Tiempo / que se aferra en seguir / mientras nosotros vamos y venimos; / mientras nosotros / venimos y nos vamos...». ¡Qué misión la asumida! ¡Nada menos que la de intérprete, no de la política más o menos fluctuante de un Estado, sino que intérprete de la política del universo, de la belleza del mundo, de la tiranía del tiempo, de la vida y de la muerte!

El poema se titula «Misión Diplomática». Consta de tres partes: la primera versa sobre un afán infantil; la segunda nos declara lo que ha venido después con los años maduros. Y la tercera es una petición de disculpa, formulada con una conmovedora y candorosa gracia femenina: «Ya no presentaré solicitud para el empleo / que ejerzo / sin autorizaciones ni decretos / ignoro desde cuándo...».

Un tema de la poesía de Gladys es la Poesía misma. Pero oigamos su propia voz porque es de su voz misma de la que nos habla al terminar el poema, al pedir perdón por   —76→   la Usurpación de su Embajada: «Si defrauda mi voz / la representación que usurpo / y me cancelo la licencia / o me jubilo por invalidez, / siempre seré, a escondidas, / Embajadora de mi vocación y de mí misma».

Faltan ahora solamente dos líneas tras esta afirmación entre modesta y orgullosa con que ha de continuar en su misión: «Por entenderlo, gracias. / Por disculparme, gracias».

El tema de La Poesía misma, se ha dicho, es tema de Gladys. Al despedirnos de esta «Misión diplomática», recordamos dos poemas suyos en los que como un leitmotiv se presenta la Poesía; uno se titula «Mujer»: «Señor: tu poesía / me desborda toda, no cabe ya dentro...». Otro se titula «A mi papelera»: «... tú sabes que este oficio / de buscar la palabra verdadera / tiene extrañas, / sutiles herramientas...». Y otro se titula «Confesión»: «Pero dejarte, yo, / Poesía, / ¿dejarte? / ¡Muerta!».

No hemos probado, todavía, lo dicho al comenzar: que la lírica de Gladys parece a primera vista contar cosas cotidianas, domésticas, triviales.

Y ahora viene la prueba. Una prueba que no prueba nada en forma terminante y decisiva, pero que de todos modos nos sirve. No en vano hemos dicho que la primera impresión es la que nos hace creer en la cotidianidad y domesticidad de la poetisa. Leamos al comienzo de «Visita inesperada».

Dice: «¿Alguien llama a la puerta? / Pues que pase. / Siéntate, por favor. Disculpa este desorden / pero ¿sabes? / entre tanto trajín, hace ya tiempo / que se me hizo tarde...».

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¿Se puede concebir algo menos artificioso que esta entrada en el tema? Pero sigamos, porque muy pronto el lenguaje va cambiando: «Se me fueron las horas / andando por ahí, hacia alguna parte, / borroneando papeles que creía importantes...».

En la segunda6 y última parte del poema, nos enteramos de que la visita inesperada la hace un hermano: «es la primera vez que un hermano de sangre / se llega hasta mi puerta...». Ahora bien, hay un secreto entre el hermano que visita y el hablante visitado. Pero éste -o ésta- no lo hace hablar. Y cuando finalmente lo invita a hablar, abruptamente termina el poema.

El lector7 se queda preguntándose qué ha sucedido antes y qué va a suceder después: «Escucho. Empieza a hablar; / sé que has traído mucho que contarme». Ya veremos después si queda tiempo / de preparar nuestro equipaje...»8.

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¡Qué misterioso ha resultado el poema «cotidiano», tan «doméstico»! ¡Qué poco en rigor dice y cuánto habla a la imaginación intrigada por ese posible viaje que se menciona y que, sin embargo, los interlocutores no han tenido todavía tiempo de anunciar y mucho menos, de explicar!

Lo que hemos indicado como notas de la lírica de Gladys no ha sido todavía objeto de evaluación. Bastan unas cuantas palabras para sintetizar un juicio, positivo, de valor: ese lenguaje a primera vista «cotidiano» y «doméstico», lenguaje que al avanzar el poema se enriquece de imágenes y alusiones, constituye una forma de originalidad y confiere a sus poemas su más preciosa sustancia poética.

Claro está, que no siempre sucede esto: a veces el poema es de «lenguaje poético» al uso: «Cuando transita, libre, el corazón, / por el sendero gris de la nostalgia, / me lleva a mí detrás, cual una sombra / que dibuja en la tierra / una pequeña lámpara...».

Enseguida advertimos esa «nostalgia», palabra que con «alba», con «olvido», «ausencia», «silencio», y otras pulula en la lírica más o menos sincera que nos brindan poetas que están o no están a la altura de nuestra escritora. También «esa pequeña lámpara» aparece ya en más de un poeta de nuestra tierra, por ejemplo, Hérib Campos Cervera. (Pero conste que la metáfora de Gladys, pese «a la pequeña lámpara», y acaso gracias a ella, no tiene nada de objetable).

Donde, repetimos, reside la originalidad de la poesía de esta autora es en su prescindencia del «lenguaje poético». En una prescindencia bien dosificada, aclaremos. Dicho   —79→   de otro modo: el mérito de esta poesía consiste en la sutil poetización de lo que suele desdeñarse por «prosaico».

Sirva de ejemplo el breve poema titulado «Ignorancia»: «No» -dice la poetisa-: «No puedo explicar por qué la vida, / aunque sí da -y mucho- / exige en trueque siempre tanto. / ¡Si todo fuera como ir de compras / con monedero y bolso hasta el mercado...! / Mas no es así: / La vida no recibe / -como, tal vez aceptaría un ser humano- / pago en papel moneda o en metálico...».

Un breve análisis nos muestra la función de palabras menos «poéticas» y precisamente las más representativas de los afanes del mundo utilitario: «trueque», «ir de compras», «monedero», «bolso», «mercado», «papel moneda», «metálico...».

Y, sin embargo, el pensamiento que se expresa con tanta «carga prosaica», resulta un pensamiento poético. Y es que esta embajadora del viento, de la lluvia, de los pájaros, sabe cumplir con su misión difícil. No sin razón nos dice -empleando una de sus palabras «prosaicas» que... que ha cargado en un bolso, sin permiso, un puñado de magia...

Hugo Rodríguez Alcalá
en su libro Poetas y prosistas paraguayos,
1988.



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