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Reimpreso en 1969 (Nueva York: Kraus Reprint) y traducido al español por Esteban Pujals: Las novelas de caballerías españolas y portuguesas. Despertar de la novela caballeresca en la Península Ibérica y expansión e influencia en el extranjero, Anejos de la Revista de Literatura, 10, Madrid: CSIC, 1952.

 

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«La obra se limita a Amadís de Gaula y a los posteriores libros de caballerías escritos originariamente en castellano. Excluimos, por tanto, Tirante el Blanco, Palmerín de Inglaterra, o los primeros libros de Espejo de caballerías. No nos ocupamos tampoco del medieval Caballero Cifar, aunque se publicó a comienzos del siglo XVI al calor del éxito editorial de los nuevos libros de caballerías para abastecer las peticiones del público, ni de traducciones como la Demanda del santo Grial. Como ejemplo del progreso alcanzado en el estudio de los libros de caballerías durante los últimos veinte años, en esta nueva edición se ha suprimido Arderique, sólo ahora reconocido como traducción» (pág. 9).

 

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En Imprenta y libros de caballerías, Madrid: Ollero & Ramos, 2000.

 

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En un apéndice incluimos las ediciones de todos ellos, así como los ejemplares conservados de aquellos textos que no aparecen en la bibliografía de Eisenberg y M.ª Carmen Marín Pina. Para el resto, se remite a las correspondientes entradas de su Bibliografía de libros de caballerías castellanos (2000). Con una flecha (→), se indican los títulos que no tienen cabida en la bibliografía citada.

 

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Sus gráficos se realizan sobre los datos ofrecidos por José Simón Díaz en su Bibliografía de la literatura española, que fueron mejorados, como se ha indicado, por la bibliografía de Daniel Eisenberg en 1979.

 

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Estas estrategias editoriales, entre otras, vienen a matizar algunas de las conclusiones finales del análisis de Maxime Chevalier sobre los lectores de los libros de caballerías, que se centra, casi en exclusiva en la nobleza: «Recordemos que los libros de caballerías son casi todos pesados infolios, relativamente caros, cuya adquisición suponía un cierto desahogo económico. ¿Cómo vamos a admitir, dadas estas circunstancias, la hipótesis de una lectura «popular», relativamente extensa, de estas novelas?» (ob. cit., pág. 93).

 

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En total, Belinflor se enfrenta contra los siguientes caballeros: a la primera lanza, caen al suelo [1] el emperador Esplandián, [2] el emperador Lepolemo de Alemania, [3] el príncipe Primaleón, [4] el emperador Lisuarte de Trapisonda, [5] el príncipe Cupideo y [6] su padre, Leandro el Bel; a la segunda lanza, le sucederá lo mismo al [7] príncipe Agesilao, «hijo de don Falanges de Astra», [8] a Palmerín de Olivia, [9] al príncipe Florambel de Lucea, y [10] al príncipe Olivante de Laura; a la tercera lanza caen al suelo [11] Cristalián de España, «hijo de Lindedel», y [12] Amadís de Grecia, «el Caballero de la Ardiente Espada»; son derrotados en el enfrentamiento con espada después de mantenerse en el caballo las tres lanzas [13] Rogel de Grecia, «el disfrazado Arquileo», [14] Florisel de Niquea, «robador de Helena», «ofensor de don Lucidor», [15] Rosabel, «hijo del ínclito Rosicler», [16] y Claridiano de la Esphera, «armado de unas armas moradas». En este momento, se acercan tres caballeros, la culminación de la caballería, que no llegan a justar con Belinflor: [17] Caballero del Febo, «grande Alfevo», [18] Belianís de Grecia y [19] el príncipe Belflorán.

 

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«¿qué hermosura puede haber, o qué proporción de partes con el todo y del todo con las partes, en un libro o fábula donde un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique, y que cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de combatientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habernos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por solo el valor de su brazo?».

 

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«¿qué diremos de la facilidad con que una reina o emperatriz heredera se conduce en los brazos de un andante y no conocido caballero?».

 

10

«¿qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y que hoy anochece en Lombardía y mañana amanece en tierras del Preste Juan de las Indias, o en otras que no las describió Tolomeo ni las vio Marco Polo?».