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1

MENÉNDEZ PELAYO, M.: Historia de los Heterodoxos Españoles. CSIC Madrid, 1948, págs. 116-117.

 

2

Esta teoría parte de los temas planteados por el sensualismo de Condillac y aspira a una superación del mismo por medio de la acentuación del carácter propio e irreductible de la actividad de la conciencia. El concepto de fuerza y de actividad propia resulta central en el pensamiento de Laromiguière, quien, a la inversa de Condillac, no deduce las operaciones espirituales de la sensación, sino todas las operaciones de la llamada «primera facultad», es decir, de la atención o concentración de la actividad del alma sobre el objeto. La atención engendra, por lo tanto, según Laromiguière, las diversas operaciones, incluyendo la del razonamiento y la operación fundamental de la comparación. De este modo, Laromiguière defiende una concepción más espiritualista, pero con cierta relación y dependencia de los temas y aun con algunas soluciones de Condillac según se manifiesta en su consideración del lenguaje y del cálculo. En estos terrenos se desenvuelve forzosamente toda ciencia: el «arte de hablar» y la «lengua bien hecha» son, a su juicio, indispensables para una consideración científica de la realidad.

 

3

Menéndez Pelayo, en su obra citada, también califica la Filosofía de Arbolí de sensismo mitigado ó sentimentalismo. El sobrino del canónigo, después obispo gaditano, Servando Arbolí, Dignidad de Capellán mayor de San Fernando de Sevilla, le ha contestado en su opúsculo

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, de la manera siguiente:

«¿Debió el Sr. Arbolí anticiparse al movimiento de restauración ecolástica? ¿Logró, á lo menos, corrigiendo á Laromiguière, que a su vez reforma á su maestro Condillac, preservar la juventud estudiosa del veneno del sensualismo que se filtraba en las aulas? Y si lo hizo, como lo atestiguan sus coetáneos, y lo aplauden unánimes los varones más ilustres en letra y en virtud ¿hasta dónde será acertado envolver el nombre de aquel apóstol del esplritualismo en la nube de los corifeos del movimiento peligroso de la escuela francesa...? Denunciar todo procedimiento filosófico, que aunque basado en la más pura ortodoxia, no se halle tan estrictamente comprendido en el radio de la Escuela, podrá ser muy útil para la restauración completa a que aspiramos, pero no está exento de peligros al censurar á los que guiados por una luz que estimaban muy pura, coadyuvaron con celo ardiente y con actos probados en las lides gloriosísimas al triunfo definitivo de la verdad».



 

4

BONALD, viconde de: Investigaciones filosóficas acerca de los primeros objetos de los conocimientos morales. Traducido del francés al castellano por D.J.P.V. dos tomos. Imprenta Real. Madrid, 1824.

 

5

ARBOLÍ. J.: Compendio de las lecciones de filosofía que se enseñan en el Colegio de Humanidades de San Felipe Neri de Cádiz. Imp. de la Sociedad de la Revista Médica, Cádiz, 1844.

 

6

GÓMEZ HERMOSILLA, J.: Principios de Gramática General. Imp. La Nacional. Madrid, 1941. Tercera edición.

 

7

DESTUTT-TRACY: Elements D'Ideologie. Premier partie: Ideologie propement dite. Seconde partie: Grammaire. Troisième partie: Logique. Chez Courier. Paris, 1805. Puede verse también la Gramática General, trad. de Juan Ángel Caamaño. Imp. de José del Collado, Madrid, 1822.

 

8

LEÓN Y DOMÍNGUEZ, J. M.: Recuerdos Gaditanos. Imp. Cabello y Lozón. Cádiz, 1897, pág. 126.

 

9

Este artículo fue reeditado junto a otros publicados también por primera vez en Cádiz, en un libro titulado Ensayos literarios y críticos, con un prólogo de don José Joaquín de Mora. Calvo Rubio y Compañía, editores. Sevilla, 1844, págs. 40-42.

 

10

La noción de verbo es uno de los temas claves que polarizan las polémicas gramaticales del siglo XIX. Su sincretismo formal hace difícil el análisis y da ocasión a definiciones parciales y dispares. Los autores no están de acuerdo al señalar la razón de tales discrepancias. Algunas opiniones son tan simplistas como la de Noboa que explica así su interpretación de la dificultad de este tema:

«Nosotros creemos además que la causa de no definirse bien el verbo es porque, siendo una palabra de naturaleza tan distinta del nombre, hai que definirle con un nombre, i por eso su naturaleza no queda bien esplicada. Pues decir que el verbo significa ser, afirmación, existencia, movimiento, & c., es como decir que el verbo tiene la significación de un nombre; pues tales son ser, existencia, afirmación, movimiento, & c.».



Este mismo autor nos resume así las líneas que siguen las definiciones más frecuentes y conocidas:

«Unos dicen que es el signo de la afirmación; otros que expresa el juicio que hacemos de las cosas; otros que sólo representa la existencia de ellas, y que no hai más verbo propiamente tal que el verbo ser; otros dicen que el verbo significa ideas de movimiento u operaciones, & c. todas estas cosas son mui ciertas, pues estas propiedades convienen al verbo; mas como no es fácil comprenderlas en una definición, tampoco lo es el definirle bien». Noboa, Dr. D.A.M., Nueva Gramática de la Lengua Castellana según los Principios de la Filosofía Gramatical, con un apéndice sobre el arreglo de la ortografía. Imp. Eusebio Aguado, Madrid, 1839, pág. 14.