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La reacción de las monjas de los conventos de calzadas restantes fue generalizada aunque no llegó a tener las consecuencias que tuvieron en Santa Inés. Al parecer uno de los motivo que agravaron la situación fue la expulsión de niñas.

 

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«Apasionadas o díscolas» se les llamó en la documentación procedente del obispado a las monjas que habiendo profesado bajo el régimen de vida particular se negaron terminantemente a seguir el régimen de vida común impuesto por los mitrados entre 1765 y 1773. Al respecto puede verse Sierra Nava Lasa, 1975.

 

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El caso de San Jerónimo podría incluirse aquí si atendemos a las cifras existentes en 1769. Sin embargo, nos parece que hay una coincidencia en los informes de 1689 y 1714 en el número de jerónimas en el convento, que sería alrededor de 50 de velo negro y de 60 considerando a las legas. Posiblemente en 1768 se incluyó a las religiosas que estaban en el colegio de Jesús María, anexo al convento. Por otra parte, integramos en este grupo a Santa Clara aunque la única referencia que tengamos de este convento, por cierto extraordinariamente alta, sea la de 1714. De este convento tuvimos dificultades para conocer su situación, ya que era el único exento del ordinario diocesano y no existe información acerca de él en los informes y visitas de la mitra.

 

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El caso de Santa Clara no deja de llamar la atención. Si tomamos el número de religiosas que lo habitaban en 1714, su lugar es prioritario. Sus rentas eran mucho más modestas y, si atendemos a la distribución por renta per cápita anual su lugar es el de los más pobres. En efecto, la distribución per cápita anual señalada parece haber sido de 200 pesos anuales por monja en tanto que la de Santa Teresa era de 390 pesos por persona para esos mismos años. No comparamos ese tipo de ingreso con calzadas porque hallaremos la paradoja que tienen menor distribución per cápita que los de descalzas. Esto se explica por el hecho que, en los conventos de calzadas, el consumo de cada monja sólo en parte se cubría por las rentas de los conventos y mejoraba sustancialmente su nivel de vida con entradas, rentas o regalos particulares que hicieron un modus vivendi característico de las monjas calzadas hasta las reformas de 1769.

 

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Al parecer una excepción notable la constituye Santa Clara. Por lo que se refiere al resto de los monasterios, el número de religiosas sólo podía ser mayor al especificado en las constituciones en el caso de las supernumerarias, pero éstas por lo general representaban menos de 20% de la comunidad de religiosas. Los conventos de descalzas, por su parte, tenían un número de ingresos estrictamente limitado.

 

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Refiriéndose a Santa Catalina, un cronista habla del «crecido número de religiosas [...] que eran muchas [...] habiéndose puesto número señalado de setenta de velo negro y seis de velo blanco [...]» Alcalá y Mendiola, 1714 [1993], p. 117. Conceptos similares encontramos en los otros conventos.

 

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En ellos se registran una a una las profesiones de cada religiosa en el monasterio a lo largo de los siglos. Para hacer un corte de un momento determinado, habría que saber con precisión los datos sobre las defunciones, sólo registradas en algunos casos.

 

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Véanse las gráficas 2 y 3 correspondientes a los conventos de La Concepción y Santa Catalina, que muestran una mayor concentración de profesiones en los primeros cincuenta años (1600-1650).

 

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Nos ha parecido prudente representar la información en intervalos de veinte años. En estas gráficas y las siguientes, a menos que especifique lo contrario, los intervalos están representados por el último año de la serie. Por ejemplo en la gráfica 2, los datos del periodo 1761-1780 están bajo la columna «1780». Para el caso de Santa Catalina el primer intervalo incluye a las monjas que ingresaron en la fundación en 1568 y en La Concepción en 1593.

 

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Esta baja se observa también en Santa Catalina (gráfica 3) y pude ser atribuida a la fundación del convento de Santa Mónica (c. 1680) del beaterio de Santa Rosa hacia 1683 y de Capuchinas (c. 1700).

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