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21

Curtius, op. cit., p. 273.

 

22

Fitzmaurice-Kelly, op. cit., p. 282.

 

23

Tomás Moro, Utopía, en Utopías del Renacimiento. Estudio preliminar de Eugenio Imaz. México, Fondo de Cultura Económica, 1984. (Colección Popular, 121), p. 45.

 

24

El escritor brasileño Afonso Arinos de Melo Franco identifica la isla de la fantasía de Moro con la de Fernando de Noronha, próxima a la costa brasileña. Cfr. su libro O indio brasileiro e a Revulução Francesa. As origens brasileiras da teoria da bondade natural. Rio de Janeiro, Livraria José Olympio Edit., 1976. (Coleção Documentos Brasileiros, 7), pp. 79ss.

 

25

Sobre la idea del desprecio por el oro, Afonso Arinos recuerda que fue Vespucio quien, en sus descripciones del salvaje brasileño, hizo notar el nulo valor que los indios concedían a este metal. De ahí Moro habría tomado la referencia para decir en su libro que el oro debía destinarse a los más sórdidos menesteres, como la confección de bacinicas, a fin de que los hombres perdiesen la superstición de su valor intrínseco. Lenin, lector de Utopía, habría, a su vez, retomado la sugerencia para dar a la desaparición del metal como valor de cambio un carácter más científico. Ibidem, pp. 84-85.

 

26

Cfr. Mircea Eliade, op. cit., pp. 11-12.

 

27

Ibidem, pp. 41-42.

 

28

Afonso Arinos cita una información documentada por Marx, en La Génesis del capital, según la cual, durante el reinado de Enrique VIII, 72 000 personas fueron ahorcadas por vagabundos o llevar una vida irregular. Recuerda, asimismo, que Marx fue lector de Utopía, y que se impresionó vivamente con los relatos y reflexiones del santo. Ibidem, p. 84.

 

29

Afonso Arinos recoge la información de que, en una carta dirigida al editor Duchesne, fechada en 1764, el filósofo pedía la Utopía de Moro. Y, por otro lado, el historiador brasileño escribe: «El Robinson Crusoe fue un libro estimadísimo por Jean-Jacques. Tan en cuenta lo tuvo que, en su tratado de educación, al hablar sobre la biblioteca de Emilio, declara enfáticamente que ésta se componía de un solo volumen, que era la novela famosa de Daniel Defoe». Ibidem, respectivamente, pp. 178-179 y 180-181.

 

30

Ibidem, p. 201.