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Stephan Henighan sugiere un paralelo entre la historia de Cornelio Hüeck Salomon, el prototipo histórico de Martinica, y la de Ramírez (741-742). No comparto esta lectura en clave y, como se verá a continuación, al mencionar el destino individual del autor, me refiero sobre todo a la evolución de su actitud/actividad con respecto a la revolución y a la literatura.

 

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Por ejemplo, en Castigo divino, el autor se manifiesta solamente hacia el final de la novela y de una manera muy fugaz: en la página 400, como un narrador en primera persona (»me dijo») y después, como un personaje del relato a quien uno de los testigos llama «hombre Sergio» (415).

 

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Hago referencia aquí al título del artículo de Stephan Kinzer, publicado en New York Times el 17 de julio de 2001 y mencionado en la novela por Lorena López y Sergio Ramírez mismo: «A Sandinista Who Renounced the Sword for the Pen». Ver infra.

 

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Idelber Avelar relaciona la pérdida del lugar central y del aura por parte del letrado latinoamericano con el advenimiento de los regímenes dictatoriales en el Cono Sur que protagonizan la transición del Estado al Mercado (36-37 y 11), aunque sitúa el comienzo de este proceso en la contradicción que caracteriza el Boom: «the boom had attempted to reconcile a modernizing thrust with the compensatory reestablishment of the auratic in the postauratic» (13). José Eduardo González vincula la pérdida de prestigio y autoridad intelectual con el posnacionalismo del periodo del posboom, cuando «la identidad de los sujetos latinoamericanos está formada por hábitos de consumo de productos masivos (música, moda, video-cultura, etc. (183-187; la cita figura en la página 186). En Nicaragua, la etapa posrevolucionaria coincide con una crisis cultural nacional y un intento consciente por parte del gobierno neoliberal de Arnoldo Alemán de sustituir la historia como fuente de identidad nacional por el consumo. Esta política debilita la autoridad de los intelectuales que pierden el papel de vates y voceros (Henighan 739; Babb 243).

 

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Una manifestación expresa de esta nostalgia se encuentra en el ensayo «Cuaderno de encargos» (2007), que retoma algunas ideas de «Oficios compartidos» (1998/1999) y donde Ramírez se forja una impresionante genealogía letrada e insiste en el papel central del intelectual como crítico en la sociedad latinoamericana que, según él, aún es «una realidad rural, un mundo anacrónico que es contemporáneo y a la vez cercano» (84).