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Este ensayo es fruto de la colaboración entre dos proyectos de investigación de la Universidad de Salamanca, Teatro en Salamanca en el siglo XVI (FFI2011-25582) y Petrarca y el humanismo en la Península Ibérica (FFI2011-24896). El objetivo de esta sencilla propuesta no es otro que insistir en la apertura de un modelo literario como el de las Farsas y églogas de Lucas Fernández de su marco regional, e incluso local, a un panorama en que las diferentes opciones que en esta tradición salmantina se manifiestan, afloren su carácter contemporáneo e incluso innovador. Algunas de las generalidades aquí contenidas, pues, solo cobran sentido desde la perspectiva de las particularidades que se pretenden contornear.

 

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Valga como ejemplo la opinión minusvaloradora de López Morales (1968: 120-129) respecto a la debilidad dramática (no poética) de las estructuras y personajes del primer teatro castellano, y en especial de una pieza, como la Representación de la Pasión de Lucas Fernández, cuya representatividad se defiende con criterios históricos y críticos muy distintos a los que atendía López Morales. No considero que merezca la pena abundar en otras entradas bibliográficas más cercanas en el tiempo, pero que no se alejan mucho de opiniones que advierten de lo «endeble de estos conatos castellanos» respecto a las «piezas francesas contemporáneas» (p. 122.) -las grandes y multitudinarias Pasiones que, en rigor, no son comparables-, o que denuncian como «otro rasgo revelador de primitivismo escénico», «la concepción y ejecución de los personajes» (p. 124.), rasgo según el cual «los evangelistas de Enzina son figuras de cera que repiten una versión romance de los textos bíblicos con poca gracia y aliento» (p. 124.).

 

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Baste con remitir al estudio clásico de López Estrada (1974) como muestrario de las múltiples posibilidades y transferencias genéricas de lo pastoril. Llama la atención, con todo, el puesto marginal que ocupó Lucas Fernández en este panorama.

 

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Al tratar de retroceder la cronología del término farsa en castellano, Gómez Moreno (1991: 82) se fijó en una glosa a la versión romance de la Ética de Aristóteles relacionada con el Príncipe de Viana: «Sçena. Ante los romanos era el juego de farças que agora fazemos después de scena, e por ende le dieron los antigos este nonbre», interpretando scena literalmente como «cena», y no como «escenario», y por lo tanto vinculando farsa al entretenimiento cortesano en un marco abierto que admitía la coincidencia de diversos géneros de representaciones artísticas más o menos efímeras.

 

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Ha sido crucial a este respecto la reorientación marcada por Cátedra (2001 y 2005).

 

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Es evidente que no cabe valorar aquí las partes o libros de la Copilaçam de todas las obras de Gil Vicente, tanto por su carácter de conjunto como por sus fechas (Coimbra, 1561, para el libro primero y Lisboa, 1562, para los cuatro restantes); tampoco, claro, las sueltas («polo miúdo») anteriores de algunas de sus obras dramáticas impresas. Téngase en cuenta la datación temprana del 24 de diciembre de 1502 en que se habría representado su célebre (a nuestra intención) Auto pastoril castellano. Véase un resumen de la situación en la «Historia del texto» en Calderón (1996: XLIX-LII).

 

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Del análisis del impreso de las Farsas y églogas de Lucas Fernández me ocupé en 2002 y 2009, lo que me evita reiterar detalles, en este momento, innecesarios. Para no abundar en los detalles más conocidos por los estudiosos del teatro español, remito para Lucas Fernández a la bibliografía de Stathatos (1999), así como para el contexto del teatro español en la época de los Reyes Católicos a la síntesis de Alonso (2008).

 

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Véase también la portada de la Aurea expositio hymnorum, Salamanca, Hans Gysser, ca. 1506. Para la estigmatización de San Francisco, compárese la portada (con xilografía prestada por Juan de Porras) de la obra impresa de fray Francisco de Ávila, La vida y la muerte, Salamanca, Hans Gysser, 17 de octubre de 1508. Años más tarde, este modelo icónico sigue fuerte en el espacio salmantino, como muestra la portada con el tema de las llagas de San Francisco, aunque no estrictamente comparable, del Compendium privilegiorum fratum minorum, Salamanca, Ildefonso Porras, 1533.

 

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En 1506 Hans Gysser imprime en Salamanca la Vita et processus Sancti Thome cantuariensis martyris super libertate ecclesiastica, en cuya portada ya se muestra la visión de San Francisco y el escudo con la Virgen y el motivo de la imposición de la casulla. No ha de olvidarse que fue Hans Gysser, precisamente, el que amplió el repertorio dramático impreso de Juan del Encina en las ediciones de su Cancionero de Salamanca, 5 de enero de 1507 y 7 de agosto de 1509.

 

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Remito de nuevo a una posición por la que han pasado los años (Hermenegildo, 1966) dado que mi intención es expositiva, no polémica.