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11

La demostración geométrica de esta afirmación dependería de un completo análisis estructural (en sentido estricto) y semiótico que ahora no hace al caso. Me permito recordar, de todos modos, cómo Stephen Reckert (1977), alentado por la definición del maestro Eugenio Asensio de la producción de Gil Vicente como «teatro experimental» (p. 30), basa su capítulo «Teatro de vanguardia en el siglo XVI», en el arte de la variación de Gil Vicente, que tiene a la vista tres procesos fundamentales, «variación, combinación y repetición» (p. 49.).

 

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En 2003 ensayé la idea de movimiento interior, por ejemplo, para definir uno de los efectos del modo de presencia de la Representación de la Pasión.

 

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En la misma Salamanca, Hans Gysser estamparía dos obras musicales, cuya relevancia huelga ponderar, la Summula de canto de organo, ca. 1503 y Lux bella de canto llano, 16 de julio de 1509, ambas de Domingo Marcos Durán.

 

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Aunque discutible, ya es significativo el título de la amplia monografía de Lihani (1973), El lenguaje de Lucas Fernández. Estudio del dialecto sayagués.

 

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Servio aclara: «... in bucolicis humilem pro qualitate negotiorum et personarum: nam personae hic rusticae sunt, simplicitate gaudentes, a quibus nihil altum debet requiri [...] personae, sicut supra dixi, rusticae sunt et simplicitate gaudentes: unde nihil in his urbanum, nihil declamatorium inventur; sed ex re rustica sunt omnia negotia, comparationes et si qua sunt alia...» (Thilo, 1881-1887, III.1: 2 y 4.); lo que no empece la posterior extensión de sentidos del propio comentarista. Cf. Donato-Servio (Diehl, 1911: 22-23): «tria genera pastorum sunt, quae dignitatem in bucolicis habent», esto es, «caprarii», «opiliones» y «bubulcos», de menor a mayor consideración.

 

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Por no hablar, por ejemplo, de la relación del fundador Palatino, Evandro, con la Arcadia (cf. sub VIII 51; Thilo, 1881-1887).

 

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Cf. Donato-Suetonio: «Bucolica eo successu edidit, ut in scena quoque per cantores crebro pronuntiarentur» (Diehl, 1911: 10.). Sigue siendo fundamental el libro de Kohler (1911) para un modelo dramático (el de la égloga vernácula en la Península Ibérica) que reclama una potente monografía. Para el catálogo y cronología de las distintas piezas en su contexto, véase García-Bermejo Giner (1996). Para la orientación de la égloga poética en el Siglo de Oro, pero con perspectivas más amplias, véase el volumen compilado por López Bueno (2002).

 

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Véase, para los años de 1501 y 1503, Espinosa Maeso (1923: 402-403, 406-408, 573-579). Son relevantes a este propósito los documentos estudiados por Framiñán de Miguel (2011) en su tesis doctoral.

 

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Son recordados por Torres Naharro en el «Prohemio» de la Propalladia: «Y según Acrón poeta, ay seis géneros de comedias, scilicet: stataria, pretexta, tabernaria, palliata, togata, motoria...», que Torres Naharro propone reducir a dos en castellano, la «comedia a noticia y comedia a fantasía», según el grado de proximidad a la realidad o elaboración fabulosa, «fingida» de la comedia propuesta (Pérez Priego, 1994: 8-9). Téngase en cuenta la dilatada difusión del estudio de Terencio y los comentarios y escolios anejos a sus textos, estudiados en las escuelas catedralicias y monacales, así como en la Universidad, y por supuesto en la de Salamanca. Una tradición, en suma, que María Rosa Lida consideró esencial para comprender la gestación de La Celestina y que no es ajena al teatro de Lucas Fernández y Juan del Encina que, en este sentido, supone un novedoso híbrido entre la bucólica y la comedia, vehiculado por la experimentación de un lenguaje poético-dramático ad hoc (no exento de paralelos románicos) y por los usos métricos de una poesía, la cancioneril, sólidamente asentada.

 

20

Distintas recopilaciones de textos propedéuticos bajo el marbete de Libri menores (auctores octo; auctores cum commenta...) podrían concurrir (conteniendo o no la Ecloga de Teodulo). El sentido de estos libri y su historia queda bien reflejada en la edición de Gutiérrez (2009), donde entre la descripción de otros ejemplares se ofrece la del impreso de Gysser mencionado (pp. 41-42). Ya Lawrance (1999: 104 y n. 5) llamó la atención sobre un Teodoli liber impreso por Centenera en Zamora (ca. 1492), ejemplar preparado por el bachiller Cristóbal de Paradinas. Una edición reciente de la Ecloga de Teodulo, ya mencionada, en todo caso, por los compiladores de la General estoria alfonsí, en Mosetti (1997); para los inicios de su tradición hermenéutica, Huygens (1999). No he podido consultar la extensa tesis de Guthrie (1973).