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131

Un ejemplar de esta tirada se incorporó en el tomo Jardín ameno de varias y hermosas flores..., Madrid, 1704: volumen formado de comedias sueltas.

 

132

Para todos, Madrid, Imprenta del Reino, 1632, 4.º; folio 358 vuelto.

 

133

Obras de don Francisco Bernardo de Quirós... Madrid, Melchor Sánchez, 1656, 4.º; folio 97.

 

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No era más benévolo que Lista (si no es éste mismo), el criterio que en El Censor del sábado 7 de julio de 1821, con ocasión de representarse el drama Reinar después de morir, formula un severo juicio sobre el poeta, diciendo que «su lenguaje es a veces trivial y bajo», y prosigue: «Mas no siempre habla así: tal vez se eleva el lenguaje a la dignidad de la situación; tal vez degenera en el vicio opuesto de la hinchazón, y tal vez merece ser contado entre los poetas líricos. De todas sus comedias no sabemos que se representen en nuestros teatros más que la Inés de Castro o Reinar después de morir, aunque compuso muchas. Atila, azote de Dios, es la más desatinada rapsodia (?) que se puede imaginar. Los Empeños de un plumage (ésta no es de Vélez) es también disparadísima. Pero en éstas, como en las demás del mismo autor, se dejan ver centellas del genio poético, entre los desvaríos de una imaginación sin freno. Reinar después de morir no se ha conservado en el teatro sino por el interés que inspira la misma fábula». Después de esto poco importa que celebre algunos pasajes y la riqueza de imaginación que suponen.

Es curioso observar que la intolerancia clásica había aumentado con las libertades políticas. ¿Quién diría que había de ser más benévolo para esta obra el juicio de un crítico del siglo XVIII? Habiéndose puesto en escena varios días del mes de noviembre de 1784, en el teatro de la Cruz, el revistero del Memorial Literario (tomo III, p. 133), después de hacer el análisis del drama, dice: «Esta es una de las comedias más famosas de nuestros teatros, que, en medio de bastantes quiebras de lugar y tiempo, impertinencias del gracioso y algunos episodios irregulares, causa una fuerte impresión en los espectadores, cual si fuera tragedia, el terror y compasión que reina en ella, notándose esto particularmente en la tercera jornada, y en especial en la escena en que el Rey intima a Inés de Castro que ha de morir y le quita sus hijos».

Este mismo periódico, al dar cuenta en el mes de enero de 1787 (tomo X, p. 123) de las representaciones de la comedia verdaderamente extravagante y desaforada de Luis Vélez, titulada El Alba y el Sol, hace un severo, pero exacto juicio de la obra, que, sin embargo, fue muy representada (quizá porque al final sale a caballo la primera dama), pues que también El Censor del 23 de febrero de 1822, al hablar de su representación, la zarandea a su talante, aunque la cree obra de Lope de Vega. «Sea quien fuere el autor de esta pieza, lo cierto es que es una de las más horrendamente malas de nuestro teatro. No sólo atormenta su representación el buen gusto de los espectadores, sino ofende al decoro y a la dignidad nacional». Y lo curioso es que, a la vez, pone en las nubes La Restauración de Asturias (sic), de Diamante, que no es mucho mejor que la otra.

En 1787 también se representó La Duquesa de Sajonia, que al crítico del Memorial Literario (tomo X, p. 555) le inspira juicios menos favorables que al Conde de Schack, sobre todo en cuanto «a la horrorosa crueldad del Duque de Saxonia, de hacer dormir a la Duquesa con el cadáver del que creyó adúltero; ponerla de comer sobre el ataúd y hacerla beber en su media calavera, que sólo mira a tener, absortos los espectadores con sucesos maravillosos, violentos e increíbles».

Mejor opinión le merece la titulada El Vasallo perseguido y el Lucero de Castilla, representada en 1786 (Memorial, tomo IX, p. 126), que quizá sea una nueva variante o refundición de El Privado perseguido (aunque por el extracto que del asunto se hace es el mismo) y le parece bueno en los caracteres, trama y desenlace, a pesar de los anacronismos e inverosimilitudes que recoge el articulista.

En 1832, el editor de la colección de Comedias escogidas (Madrid, 1832, 8.º) pensó en publicar un tomo de cuatro comedias de Vélez, pero sólo dio a luz dos: Reinar después de morir y El Ollero de Ocaña. Al final de cada una va un regular análisis y apreciación de la obra. De la primera dice el crítico que «la ternura, la delicadeza de sentimientos, el tono triste que reina en esta composición, la impetuosidad de afectos encontrados y el dibujo de los personajes, prueban la altura a que pudiera haber llegado el autor si hubiese alcanzado mejores tiempos (!) y que el Amor y Melpómene le miraban con particular predilección. Indispensable era que pagase tributo a su siglo en ésta como en otras piezas suyas; que a no ser así, con sola la supresión de las jocosidades de Brito y algún arreglo en las unidades tuviéramos una tragedia más en nuestro teatro, escaso verdaderamente en tan nobles composiciones» (p. 107). Pero, así y todo, no quedaría siendo una tragedia «en toda regla», según expresa más adelante. De El Ollero de Ocaña dice que es comedia histórica y continuación de El Sastre del Campillo (de Bances Candamo). Hace resaltar las evidentes inverosimilitudes de que adolece este bello drama; pero no escatima el aplauso a las más interesantes situaciones y a la belleza de los caracteres que en la obra se ofrecen al espectador. Parece persona distinta el crítico de esta obra respecto del que juzga la anterior. Se sabe que fueron varios, entre ellos don Tomás y su hermano don Bernardino García Suelto, don Eugenio de Tapia, don Agustín Durán y don Manuel José Quintana.

 

135

Sevilla, 1844; tomo II, pp. 144 y siguientes.

 

136

Los escasos renglones que a Vélez dedica Mr. Luis de Viel-Castel en su Essai sur le Théâtre espagnol (París, 1882; tomo II, pp. 252 y 253) están tomados, aunque sin citarle, de este juicio de Lista.

 

137

Manual de Literatura, tomo II, Madrid, 1844, p. 259.

 

138

Historia de la literatura y del arte dramático en España, por Adolfo Federico, conde de Schack, traducida..., por Eduardo de Mier, tomo III, Madrid, 1887, pp. 292 y siguientes. La primera edición alemana de esta obra es de 1846, y la segunda, muy aumentada, de 1854.

 

139

Historia de la literatura española, por M. G. Ticknor, traducida..., por don Pascual de Gayangos y don Enrique de Vedia, Madrid, 1851, tomo II, pp. 439 y siguientes.

 

140

Dramáticos contemporáneos de Lope de Vega, Madrid, 1858; tomo II, pp. XII y siguientes. Las comedias reimpresas por Mesonero en este tomo fueron seis: Más pesa el rey que la sangre, Reinar después de morir, Los hijos de la Barbuda, El Ollero de Ocaña, El Diablo está en Cantillana y La Luna de la sierra.

Todo lo que Mr. Alfred Gassier en su libro Le théâtre espagnol (París, 1898, pp. 94 y siguientes) dice de Vélez está literalmente traducido de este prólogo de Mesonero Romanos.