Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Manuel Maldonado-Denis o las huellas de un hostosiano

Julio César López





Si aspiramos a constituir con la historia un registro de hechos que nos ayuden a descubrir los rumbos fundamentales de un pueblo en el tiempo y en el espacio, la vida de un ciudadano con vocación de estudioso y de patriota puede aportar a ese registro elementos indispensables en la valoración de esa trayectoria colectiva. Tanto en el registro mayor de la historia de un pueblo como en el registro menor de una búsqueda individual, la finalidad de su reconstrucción ha de ser la búsqueda de un balance justiciero en la apreciación de su alcance, en la determinación de su significado. Ese proceso; valorativo presupone una disciplina espiritual que coloque en su verdadera perspectiva las actuaciones correspondientes al contorno propio de esa vida, eludiendo esquemas que correspondan a otras vidas.

Lo que Manuel Maldonado-Denis pensó, sintió y realizó habremos de situarlo, pues, en el conjunto muy particular de sus vivencias como hombre cuyos sueños y actos quedan marcados por las reacciones de su espíritu crítico y su percepción de los valores frente al sistema colonial implantado en nuestro país. Todo sistema colonial, de apariencia benévola a veces, de entraña maligna siempre, desarticula las instituciones sociales y satura de incertidumbre el ánimo de sus víctimas, minando su voluntad y su inteligencia para sustituirlas por la desconfianza, el miedo y la impotencia.

Tras una búsqueda muy personal de la razón de ser de su vida, sacudida por la toma de conciencia frente a esta realidad opresiva, Maldonado-Denis va forjando sus propias metas en un largo, intenso y sistemático proceso de estudio, observación, meditación, para todo lo cual acudió a las mejores fuentes de la cultura universal y de las más depuradas corrientes críticas del pensamiento contemporáneo. A todo ese fecundo contacto intelectual y humano contribuyó su experiencia directa con las instituciones de cultura y vida en el propio escenario norteamericano y todo ello le ayudó a entender la mecánica del nuevo sistema imperial cuyas consecuencias sobre los puertorriqueños de allá y de acá él iba captando y comprendiendo para fortalecer primero su enfoque teórico y proyectar después en sus ejecutorias la iluminación alcanzada por su conciencia. Dotado ya de un instrumental ideológico, equipado ya de una metodología que asimiló en sus estudios especializados de sociología y ciencia política, Maldonado-Denis vierte en canales de expresión pública -revistas, periódicos, cátedras, tribunas y, finalmente, libros-, el caudal de ideas e inquietudes que su espíritu acucioso había ido concibiendo y definiendo en diversos momentos de sus años formativos.

Así fue tomando forma el intelectual que, a partir del año 1969, con sus libros Puerto Rico una interpretación histórico-social y Puerto Rico: mito y realidad, iniciaría una nueva etapa de afirmación de la presencia puertorriqueña en los medios culturales de la América Hispana; logrando que editoriales de tanta resonancia continental como Siglo Veintiuno, de México, y Ayacucho, de Venezuela, divulgaran sus ensayos sobre la problemática colonial de Puerto Rico y acogieran proyectos de difusión de escritos hostosianos, iniciativa que ha culminado en una oportuna y vigorosa atención hacia la figura de Hostos entre los miembros de una nueva generación de investigadores latinoamericanos. Recordemos que a este impulso publicitario, legítimo en sus motivaciones, oportuno en su circunstancia y productivo en sus efectos de amplia solidaridad ideológica, contribuyó singularmente el cúmulo de colaboraciones de Maldonado-Denis en Cuadernos Americanos, la célebre revista-libro, de carácter bimestral y amplia circulación internacional que se publica en México desde el año 1942. En este monumental depositario del pensamiento hispanoamericano figura Manuel Maldonado-Denis como uno de sus más importantes colaboradores. (Hasta el año 1971, Maldonado había publicado trece ensayos en esta revista). Este recuento, lamentablemente muy apresurado y, naturalmente, incompleto, autoriza ya una conclusión: Manuel Maldonado-Denis es, en los últimos treinta años, el ensayista puertorriqueño, de temas políticos y sociales, más conocido en la América Latina. Pero en la obra de Maldonado-Denis, ese contacto con lo hispanoamericano hallará su puntal más relevante, la dimensión más alta, el motivo más poderoso o, si se quiere, el puente más eficaz en sus trabajos de interpretación de la vida y la obra de Eugenio María de Hostos. Esta vida y esta obra ofrecen a la personalidad ya madura de Maldonado las mejores señales de identidad o el más sólido conjunto de claves para aclarar los nexos puertorriqueños con el mundo hispanoamericano y tomar ello como base de un futuro común, previsto o soñado como imperativo histórico que, en su propia estructuración, destacara el aporte de América a la civilización universal. Esa es la perspectiva que mueve la voluntad escrutadora de Maldonado en su acercamiento a la obra de Hostos.

El esfuerzo revalorativo de la obra hostosiana adquiere en Manuel Maldonado-Denis un carácter de compromiso histórico que sirve de puente en la Generación del Centenario (1929) y la Generación del Sesquicentenano (1989). Presidente del Comité, organizado en el 1986, para la celebración de los 150 años del nacimiento del Maestro, Maldonado culmina, en las gestiones correspondientes a su incumbencia, las jornadas interpretativas que él comenzara en el año 1973 con la publicación, en la segunda edición de su libro Puerto Rico: mito y realidad, del ensayo «Hostos, el antillano», y concluyera en el 1992 (año de su muerte) con su trabajo «La visión de Eugenio María de Hostos sobre el descubrimiento, la conquista y la Colonización de América», trabajo que fue leído en la Universidad de Puerto Rico durante el acto conmemorativo del 11 de enero de ese año. En la entusiasta secuencia de sus trabajos sobre Hostos, cumplida ejemplarmente durante dos décadas por este eminente estudioso puertorriqueño, figuran numerosas exploraciones de temas que el sabio mayagüezano había abordado en su vastísima obra; derecho, sociología, pedagogía, periodismo, ética, la libertad, antillanismo, la idea de América. El conocimiento de la cultura hispanoamericana auxilia también a Maldonado-Denis para establecer con mucha perspicacia los paralelos Hostos-Martí, Hostos-Betances y otros. (Recordemos también sus valiosos trabajos sobre Albizu Campos, el Che Guevara y Camilo Torres).

Pero Maldonado-Denis trasciende la simple transcripción del ideario que Hostos presenta en sus escritos y ofrece al lector la ventaja de frecuentes observaciones sobre antecedentes de ideas expresadas por el Maestro, así como sobre la vigencia de sus formulaciones. De ese modo, el investigador advierte con cierta frecuencia el carácter pionero en muchos aspectos del pensamiento hostosiano o una tendencia profética que reclama nuevas corroboraciones.

Pese a la magnitud de esta contribución a la bibliografía hostosiana, la devoción de Maldonado-Denis lo induce a elaborar varias antologías que presentan, con ejemplar criterio selectivo, piezas textuales del Maestro que son imprescindibles en el estudio de su pensamiento. Obras de esta índole son América, la lucha por la libertad (1980 y 1988); y Eugenio María de Hostos, sociólogo y maestro (1981). Maldonado hace la selección, escribe la introducción y prepara la bibliografía. Así lo hace también en la obra que pueden ser considerada como la mejor antología de escritos sobre Hostos hasta nuestros días. Me refiero a Visiones sobre Hostos, Caracas, Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1988; 522 páginas; 28 colaboradores.

¡Cuántos hechos adicionales tendríamos que consignar también en este registro para percatarnos todos de la portentosa tarea hostosiana de Manuel Maldonado-Denis! El despliegue excepcional de su iniciativa para proponer primero e influir después con tenacidad única en la fundación, por ejemplo, de la Cátedra de Honor Eugenio María de Hostos, de la Oficina del Editor-Jefe para las Obras Completas, del Instituto de Estudios Hostosianos, del Encuentro Internacional sobre Hostos; toda esta pluralidad de amorosa promoción favorable al reconocimiento de los valores en la vida y la obra del Maestro, ¿no son credenciales suficientes para estimar y recordar a Manuel Maldonado-Denis desde la entraña misma de nuestra puertorriqueñidad?

Conservaremos la imagen de Manolo como un hombre de doble fortaleza: la física y la espiritual. Su energía se desencadenaba hasta el estrépito y confieso que sus amigos perdíamos, algunas veces, ante su presencia, el sosiego normal de nuestras vocaciones. La obstinación de Manolo en acelerar los pasos hacia los objetivos trazados asumía a veces un carácter intenso que resultaba difícil acoplar nuestro ritmo al de ese movimiento huracanado de su carácter. Entraba a las oficinas como torbellino y nos tocaban ráfagas de perplejidad.

Alguna vez pensé en Manolo como uno de esos seres que entran a la escena del mundo tumbando puertas y después son los más finos y apacibles ebanistas de la reconstrucción. Pero todos terminábamos comprendiendo y agradeciendo la victoria final que él garantizaba con aquella insistencia oceánica en las altas esfera oficiales.

Sólo lo templó y lo acalló la muerte el segundo día de octubre de 1992. Y hasta en esa visión de estaciones finales mostraba él su robusto ademán de hombre hecho para exprimir la vida en la fuente más nutricia de sus jugos. El mismo lo dijo sin reservas en carta del 23 de mayo de 1988, invitándome a celebrar cuatro días después en el Viejo San Juan, junto a un grupo de amigos, los 55 años de su nacimiento. En su carta, Manolo expresaba, entre otras cosas, lo siguiente:

«Como yo no creo en la muerte, máxime, cuando en los últimos años la miré de frente en por lo menos, dos ocasiones, he decidido que nada es más apropiado, cuando se cumplen once lustros desde aquel alumbramiento de mi amada Carmen Denis el 27 de mayo de 1933, sino convocar a todos con quien tanto he querido para que se unan a mí ese día, de manera tal que podamos echar a correr a los cuatro vientos los versos del bardo inmortal del Parral [Se refiera al poeta chileno Pablo Neruda]:


   He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.
   Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme.
Me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.»


Hasta aquí los versos de Pablo Neruda que Manolo me cita en su invitación. El día de su cumpleaños le escribí el siguiente poema que fue leído en horas de la noche, cuando le acompañábamos en una de las salas del Hotel El Convento, en el Viejo San Juan:




A Manuel Maldonado-Denis


   Yo quería, Manuel, participar
de la palabra alada
que dice del rumor de los cielos
en el vuelo incesante
del tiempo y sus campanas,
convocando su encendido mural
de aniversario.
Pero Pablo Neruda, Don Pablo,
inapelable genio de los trigos australes
se te cruzó en el alma
y proscribió mi vuelo
y derritió mis alas
y me quedé sentado
en la estación terrestre,
agitando inútiles pañuelos de poesía
que naufragan en las chilenas aguas del gigante.
   A un mascarón de proa rediviva,
allá en la lejanía de Isla Negra,
coloco, pues, en polizón soñado,
mis flecos de poesía solidaria,
y allá me voy,
con tu larga amistad,
de signos corpulentos,
siempre flotante
en indecibles mástiles de vida,
porque cantar la patria presentida
es un nacer para seguir naciendo
y es un soñar para seguir viviendo.
   Con Pablo vamos, Manuel,
con Pablo vamos,
naciendo y renaciendo
para seguir diciendo:
«A la muerte de ayer
flores sembramos
y a la vida de hoy
las obsequiamos».


(27 de mayo de 1988)                






Indice