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Martín Rivas

Cedomil Goic



Más allá del texto narrativo, la novela Martín Rivas de Alberto Blest Gana, ha tenido una sobreexistencia múltiple. No sólo la historicidad del juicio literario, condicionador en parte de la historicidad de la obra misma, pero la imaginación de los lectores, al operar sobre la obra más leída en Chile por los más diversos grupos sociales, ha formado otra novela sobre la original1. La imaginación colectiva, con buen instinto, ha abstraído aquello que satisface sus aspiraciones de felicidad, es decir, la historia de amor de un joven pobre que vence la resistencia de una joven rica y desdeñosa. Mira la novela como un cuento de hadas donde las expectativas del bien y de la felicidad se realizan conforme a la moral ingenua. No se ha conformado, sin embargo, con eso. Ha potenciado ciertos elementos de la situación narrativa y postergado u olvidado otros2. Martín Rivas se ha convertido en un galán atrayente, dueño de las perfecciones que el género otorga al héroe de la historia de amor y ha olvidado o desconocido la apostura real de Martín, que no era bello, sino más bien feo -se ven caras de sorpresa-, que tenía bigotes -¡no!- y era, todavía más, paciente de cierto prognatismo -¡oh!- en lo cual el narrador veía un rasgo de voluntad y energía o determinación. Por otra parte, qué escaso relieve tiene la figura efectivamente romántica, bella y byroniana de Rafael San Luis, llena de desesperación y de humana debilidad3. Una representación escénica reciente de este asunto ha invertido justamente estos papeles, sin que nadie se haya sentido sorprendido. Acaso porque todos han querido ver siempre así las cosas, a pesar... de la novela.

La lectura ordinariamente es así: potencia ciertos elementos conforme a los intereses del lector, al grado de su sensibilidad o de su cultura personal, e ignora o posterga otros elementos.

Pero la lectura culta no ha sido menos variable. Condicionados de distintas maneras, los juicios conocidos sobre Martín Rivas, son extremadamente contradictorios. Desde el punto de vista de la novela europea, el comparativismo la disminuye y la obra aparece marcada ya por su virulencia social, ya por su regionalismo, ya por su costumbrismo pintoresco4. Vista dentro del marco hispanoamericano y del período romántico, es sin duda una obra importante que muestra con calidad las formas de la novela moderna y hace de Blest Gana el novelista más completo del siglo XIX5. En el plano nacional, sus veintitrés ediciones hablan por sí solas6, pero la interpretación de la obra ha sido muy variada y contradictoria. Puede decirse, todavía, que el éxito de la novela y el interés que conserva en el lector contemporáneo está hecho de un conocimiento primario que deja en penumbras la real estructura y sentido de la novela.






ArribaAbajo Edificación ética y social

Con ser diferente, el espíritu de Blest Gana es muy parecido al de Lastarria frente a la literatura y la novela. No puede menos que reconocerse en aquél la corriente romántico-social que viene de éste y en la que se inserta la narrativa del siglo XIX7. El carácter social y nacional de la literatura y su función político-social, no son, pues, ni mucho menos, ajenos a Blest Gana. Sin embargo, el autor de Martín Rivas mitigó notoriamente la virulencia ideológica y desestimó la pasión política de su antecesor. Blest Gana es más constructivamente consciente de la indiferencia social que configura la situación a que se enfrenta el novelista chileno. Aparta el resentimiento -que dominaba a Lastarria- y quiere que el novelista se levante como un héroe de la voluntad. «No es el aprecio por el trabajo literario lo que falta, es la constancia y el entusiasmo de los que pueden cultivarlo»8, escribía en 1859, acepta el lugar secundario de los pueblos americanos pero espera confiado -con optimismo romántico- el lugar que les dará la marcha del progreso9.

La función social de la literatura le parece inherente a su condición moderna y la acompaña del mismo sentido edificante que es posible sorprender en el origen de la literatura moderna como conciencia de cambio en el concepto de la literatura: «Si por largos años y en todos los países, las letras han sobrellevado el epíteto de frívolas, el ilustrado espíritu del siglo las ha lavado de afrenta tan injusta y asignándoles un elevado puesto entre los más activos agentes del adelantamiento de los pueblos. Las letras deben, por consiguiente, llenar con escrupulosidad su tarea civilizadora y esmerarse por revestir de sus galas seductoras a las verdades que puedan fructificar con provecho de la humanidad. Asumiendo esta elevada misión, nuestra literatura cumplirá con el deber que su naturaleza le impone y prestará verdaderos servicios a la causa del progreso»10.

En los rasgos relevantes del contenido cósmico de la novela moderna y del nivel de estilo que caracteriza la representación de la realidad ordinaria, Blest Gana ve las mejores posibilidades para la recepción del género por el mayor número de lectores y para actuar de modo edificante sobre la mayoría social:

la novela... tiene un especial encanto para toda clase de inteligencia, habla el lenguaje de todos, pinta cuadros que cada cual puede a su manera comprender y aplicar, y lleva la civilización hasta las clases menos cultas de la sociedad, por el atractivo de escenas de la vida ordinaria contadas en un lenguaje fácil y sencillo. Su popularidad por consiguiente, puede ser inmensa, su utilidad incontestable, sus medios de acción muy varios y extensísimo el campo de sus inspiraciones.11



La novela de costumbres es la que mejor responde a las expectativas que el novelista cifra en las formas narrativas y la encomia decididamente. El valor de la observación y de la filosofía, aparte de las condiciones específicamente literarias que Blest Gana siempre exige, le parecen garantizar su influencia en el mejoramiento social si el contenido del mundo da cabida a la discusión de los más palpitantes intereses sociales; si encomia por medio de estos cuadros las virtudes cuya imagen le importa presentar al lector como contraposición de las flaquezas humanas.

En la peculiaridad alcanzada por la vida social americana le parece posible sentar la originalidad de una literatura si representa la realidad con exacta observación y sentido filosófico. Este sentido penetra la observación misma. En el mismo sentido comtiano en que Lastarria describía la estructura del mundo narrativo, es que Blest Gana dice que la característica original del medio americano nace de la contraposición de las formas modernas de la vida europea introducidas en él y la persistencia de antiguas formas, de vestigios coloniales12.

El contraste establece una característica fundamental desde el punto de vista de la concepción progresiva del positivismo:

Vivimos en una época de transición -dice Blest Gana con espíritu comtiano-, y del contraste que resulta de este estado excepcional de nuestra sociedad, nacen variedad de tipos, multitud de escenas, que el novelista de costumbres puede aprovechar si posee las facultades de observación que debe tener para sacar partido de los hechos que acaecen a su alrededor, de la fisonomía especial de nuestra sociedad, y hacerlos servir a los altos fines que a la literatura bien entendida le cumple realizar.13



La moralidad de esta literatura pone en Blest Gana limitaciones al contenido que importan sistemáticamente un rechazo de las preferencias naturalistas14.

Con sus palabras Blest Gana continúa y confiere todavía mayor solidez a la misma concepción iniciada por Lastarria, que condicionará definitivamente la novela chilena moderna. El autor de Martín Rivas puso a esa concepción un acento ético-moral que la novela y sus obras en general traducen con claridad y eficacia narrativas. El que hayan permanecido largamente encubiertas estas características, o se las haya comprendido erradamente no puede, en definitiva, disimularlas o desconocerlas. Blest Gana es el novelista de sentido realista más completo, dentro de las limitaciones de su concepción del Realismo y de las vigencias románticas de su período. Si Lastarria fue el primero en dar forma a la sociedad chilena, y lo hizo en un marco de fuerte abstracción y limitación de recursos para animar con color local los cuadros de la realidad representada; Blest Gana es el intérprete verdadero de la vida chilena, pues consiguió darle una estructura de valores más concretos al atender a la complejidad y a la diversidad de lo real, provisto como estaba, mejor que el autor de Don Guillermo, de un talento narrativo auténtico15. La manera como programaba el camino para llegar a describir con verdad la vida social lo muestra así:

Estudiando... nuestras costumbres tales como son, comparándolas en las diversas esferas sociales, caracterizando los tipos creados por esas costumbres y combinándolos, a fin de ofrecer una imagen perfecta de la época con sus peculiaridades características, la novela no puede dejar de ser esencialmente nacional, según el mayor o menor acierto de los que a ella consagran sus esfuerzos.16






ArribaAbajo Actitud del narrador: lo grotesco

La crítica chilena se ha alejado, ordinariamente, de los términos de la obra misma para caracterizar las notas del mundo representado, deformando así la imagen original en favor de una interpretación o esquema contemporáneo o una concepción sociológica abstracta y ligera. El tema de Martín Rivas ha sido, para uno, «cómo con una buena comportación, puede el hombre de más humilde condición social llegar a adquirir una buena posición entre sus semejantes»17; para otro, «la historia del joven pobre que por su inteligencia, carácter y seriedad, logra vencer el orgullo de la patricia»18; para un tercero, «el triunfo de la clase media laboriosa, pobre, inteligente, sobre la alta clase envanecida, aunque no desprovista de méritos y que sabe reconocerlos en el prójimo»19; y, para un último, «la penetración lenta y paciente de una clase social en otra, conquistándola por el amor o por el dinero»20.

La crítica no ha desconocido sólo el contenido efectivo del mundo sino que ha olvidado por completo la estructura del narrador, cuya actitud crítica y acerbamente satírica -tan importante para la interpretación de la novela- apenas si ha sido advertida. No ha escapado sin embargo, al estudioso extranjero que sin los prejuicios locales puede juzgar la novela como:

acuta pittura dell'alta societá della capitale cilena, di mentalita gretta e provinciale, insostanziale, crudele e corrota. Tali caratteri (della sua tendenza realista) ci vengono presentati dell'autore in quadri crudi, di grande vigore rappresentativo, sullo sfondo violento delle lotte politiche tra liberali e conservatori, nell'alone viscido della corruzione política e sociale.21



Efectivamente, la actitud del narrador es satírica y llega en ocasiones al grotesco; un grotesco revelador de las limitaciones de la sociedad: reflejo de su incultura, de su brutal interés o de su convencionalismo; cuando no, de su exterioridad suma. Pero su tono es con frecuencia amable y llega a disimular, en la comicidad de ciertas situaciones o de pintorescas figuras, la crudeza de la sátira22.

Tratándose de figuras se hace visible el característico generacionismo romántico. Los personajes se dividen en grupos de edad. Los viejos representan en alto grado los rasgos del medio y su condición viciosa; en la sátira alcanzan una típica caracterización como «viejos ridículos». Los jóvenes, en cambio, representan los aspectos progresivos y encarnan los valores nobles, justos y bellos; y sus extravíos, a veces culpables, son atenuados por la simpatía de las figuras o su muerte en aras del ideal.

La interpretación que el narrador hace de la realidad social cobra en la novela de Blest Gana una importancia considerable. No existe en él, sin embargo, la tiranía que Lastarria ejerce sobre el mundo con la rigidez de su teoría historiográfica. Se ha visto que en sus términos teóricos generales, una misma historiografía identifica al uno y al otro. Pero Blest Gana atiende más y mejor al carácter complejo de la realidad, al sentido histórico concreto y a las condiciones espirituales del mundo. De manera que no son ya las características políticas o intelectuales las únicas que determinan la vida social y el destino de los seres. Sólo ahora tenemos un cuadro más integrado de la sociedad, no sólo de las líneas simples de la ideología, sino del complejo juego de los intereses económicos y de clase, y de las fuerzas morales capaces de sobrellevar el destino con éxito.

Lo grotesco de situaciones y características sociales de diferentes niveles o clases es engendrado por la sátira con frecuencia medida y bien distribuida, como una sanción para la deformidad del mundo. Así, por ejemplo, después que la familia de don Dámaso Encina recibe con estiramiento y desdén al joven provinciano, toda su superioridad aparente se derrumba cuando doña Engracia vuelca el plato de sopa mientras da de comer con su cuchara a la perra Diamela. La escena en que doña Bernarda sabe el desliz de su hija Adelaida da lugar a un momento de subido grotesco. La entrada de la misma en casa de los Elías «haciendo saludos que a fuerza de rendidos eran grotescos» y la escena que le sigue, dan una nota distorsionada a la situación que importa manifiestamente una sanción moral. Entre las situaciones, el extremo de la deformación grotesca corresponde al casamiento engañoso de Agustín, empujado por la violencia temible del siútico Amador Molina. La galería de retratos de don Dámaso, de Fidel Elías, de Agustín, de Amador, de doña Bernarda o de una criada de casa de medio pelo, sirven igualmente para dar expansión al grotesco que encierra la sátira de tipos sociales conducida al más ridículo extremo mediante la deformación de las maneras, de la elegancia, de las ambiciones o de los talentos. El grotesco moral es el modo más general de la deformación.

El narrador fija las limitaciones de su preferencia por lo grotesco estableciendo una distinción entre las posibilidades de las letras y de la pintura y el diverso grado de tolerancia de sus representaciones:

Dar una idea de aquella criada, tipo de la sirviente de casa pobre, con su traje sucio y raído y su fuerte olor a cocina, sería martirizar la atención del lector. Hay figuras que la pluma se resiste a pintar, prefiriendo dejar su producción al pincel de algún artista: allí está en prueba el «Niño Mendigo», de Murillo, cuya descripción no tendría nada de pintoresco ni agradable.23



Con este criterio eludirá algunas descripciones remitiéndose a los conocimientos pictóricos del lector; señalando, por ejemplo, que una escena tenía «todo el grotesco aspecto de esas pinturas favoritas de la escuela flamenca»24.

El narrador prefiere el grotesco que induce a la risa como sanción -esto fija con claridad el sentido de lo grotesco para Blest Gana- de ambiciones desmedidas, de contrastes que hacen sensibles las cosas fuera de su lugar y proporcionan la suma de las características del siútico. Podría decirse que el grotesco lleva a la conciencia del lector el ridículo de la presunción excesiva o de la moral de una clase que se atiene a la ley del embudo. La sátira de la moral convencional de la clase alta concluye en el grotesco de un matrimonio desigual no deseado o de la seducción entre desiguales. La sanción cae con dureza y produce extremos de penoso ridículo o de aniquilamiento en las figuras.

En torno a los aspectos más externos, nacidos del culto banal de dignidades o elegancias, el ánimo del narrador es livianamente festivo y juega libremente con el ridículo de siúticos o ancianos.




ArribaAbajo Distancia temporal

La distancia temporal que separa al narrador de los acontecimientos que narra es de diez años. Corrientemente, señala aquello que ha permanecido en las costumbres o en el desarrollo de la ciudad con una referencia frecuente a «antes y ahora», o «entonces como en el día». La indicación temporal sirve especialmente para significar que el paso del tiempo ha ido acompañado del progreso25. Diez años atrás las costumbres eran más primitivas, no había ni el lujo ni el refinamiento que ahora es general; o en aquel tiempo comenzaban a desarrollarse aspectos que han alcanzado su mayor brillo al presente. Ambos esfuerzos de precisión concretan la historicidad de cada rasgo de la vida social y la propia personalidad del narrador, situado en un tiempo definido y bien determinado que le ofrece una perspectiva superior para la comprensión de un pasado no absoluto; es decir, de un pasado que conduce sus manifestaciones hasta el presente que ha heredado el principio de sus transformaciones. Rasgos de esta historicidad son las indicaciones relativas a la supervivencia de formas de la vida política que se incoaban en los acontecimientos violentos de 1850 y que caracterizaran la vida política del decenio cerrado por la perspectiva del narrador. El reformismo y la aspiración a las garantías libertarias que subsisten en los ideales del narrador -ideológicamente un liberal- condicionan el conocimiento de la época que trata: se muestra parcial y traiciona inequívocamente sus simpatías. Los rasgos económicos e indumentarios de la vida santiaguina son otras tantas constantes que contribuyen a la elaboración del mundo interpretado por el narrador.

La incorporación de las informaciones históricas en relación a la Sociedad de la Igualdad, la Sesión de los Palos y la Revolución del 51, proporciona una referencia clara, fácilmente verificable, que fija la coordenada histórica para el reconocimiento de los diversos aspectos de la época. Constituyen los hechos salientes que aglomeran las características más variadas y las ordenan en el tiempo. La mirada del narrador selecciona con arte de anticuario -aprendido, sin duda, en Balzac- el vestuario y las costumbres de diferentes clases sociales, los carruajes, paseos, población y festividades tradicionales. Descritos con pormenor estudioso, proporcionan carácter concreto a la época26.

La proposición de la novela como «estudio social» está penetrada en este sentido histórico del tiempo medido en diez años de vida nacional. Los personajes que encarnaban exclusivamente valores políticos en la novela de Lastarria, encarnan ahora valores sociales y humanos. En este sentido la actitud del narrador tiende constantemente a la espacialización, a la generalización de los rasgos, a la gregarización de las caracterizaciones y a una igualmente generalizadora consideración de las situaciones, cuadros, motivaciones e ideales del mundo que describe. El comienzo de la novela entrega con la primera aparición del personaje protagónico, estas características de la actitud narrativa27.

Por otra parte, la novela se propone como un «estudio del corazón». El tiempo de la narración se ordena en las tensiones y los estadios que sigue al desarrollo del amor en el corazón de Leonor Encina. Tal desarrollo se ciñe cuidadosamente a la teoría del amor de Stendhal28. Las formas primeras de la admiración, unidas al deseo y la esperanza de ser amada, la cristalización seguida de la duda y la segunda cristalización, crean tiempos diferentes para las partes principales de la narración. La primera mitad de la novela está gobernada por la desesperación del joven Martín que ama sin esperanza. Lo estacionario del tempo de esta primera parte proviene de la índole recurrente de los estados en que recae Martín y del tema reiterativo de las conversaciones con Leonor que tienen por objeto la restauración del amor de Matilde y San Luis. Sólo el proceso, detenidamente seguido, del amor de la joven desdeñosa modifica el ritmo y precipita los acontecimientos con tempo rápido en la segunda parte29.

Esperanza y desesperanza ponen dos tiempos diferentes en juego, en los dos personajes, y las consecuencias narrativas se hacen sentir vivamente en las dos partes en que fácilmente se divide la novela. Los dos estados en que penetra el narrador con propósito de analista tiñen el conjunto diversamente por el carácter estacionario del uno y progresivo del otro. Ambos tiempos interiores encuentran correspondencia exterior, en la exposición de una multiplicidad de espacios, en el primero, y en el carácter veloz de los acontecimientos y de las decisiones en que se precipitan las características ya establecidas en el espacio.

La transformación y el desarrollo ponen notas distintivas en el mundo y en los personajes que cambian de especie a la manera balzaciana y que parecen garantizar de esa manera su condición de seres vivos y su capacidad de perfección.




ArribaAbajo «Estudio social»

El «estudio social» de ésta que se propone como «Novela de costumbres politicosociales» comienza con la llegada a Santiago en un día de julio de 1850 del joven provinciano. Se trata de un recurso fundamental de la novela moderna. Julien Sorel o Rastignac provocan con su conocimiento de la ciudad las manifestaciones características de la vida social y exponen el significado formador de su personal experiencia. La presencia de un extraño en el mundo es manera efectiva de promover la ilustración del mundo en que se penetra. El crítico social y el autor de viajes extraordinarios supieron desde luego de estas posibilidades descriptivas. Cierto es que Martín Rivas no trae la pasión que mueve a los jóvenes personajes de Le Rouge et le Noiro Père Goriot, sino entereza moral, energía de la voluntad, orgullo, dignidad e inteligencia que se imponen a la medianía del mundo y permiten al joven arribar al puerto en que apenas se atreve a poner sus ojos. Todo muy diferente a la inmoralidad o el carácter vacilante de aquellos héroes. No es un Rastignac a la conquista de la capital ni un Julien Sorel ambicioso de ascender al lugar a que se siente llamado30. Las condiciones de la vida social, por otra parte, son diferentes y traen menos perversión aunque mayor estupidez y ridículo al mundo. Atraer este motivo a la novela es vincularse a formas prestigiosas de la tradición europea y a una de las vertientes más definidas de la novela moderna.

La asunción de este motivo es, sin embargo, todavía más compleja y se articula directamente con un motivo afincado en la incipiente tradición nacional: «el provinciano en Santiago». Sometido a los rasgos generales de un extraño en el mundo, tiene la singularidad de los rasgos de una situación local literariamente ya conocida. En Jotabeche, quien plasma este motivo, la situación del provinciano en Santiago da lugar a la comicidad de un personaje vulgar. Estos rasgos no influyen sino en un aspecto restringido en la novela de Blest Gana31. La singularización del motivo en Martín Rivas es, definitivamente, uno de sus aspectos más originales.

El motivo inicial de la novela caracteriza al provinciano por el atraso de la moda que viste, correspondiente a la discronía de siete u ocho años que diferenciaba a la capital de las provincias. La vestimenta delata la condición provinciana del joven. Pero en las palabras del narrador y en las apreciaciones a que le someten diversos personajes, la desemejanza en el traje y las maneras pone de manifiesto un criterio de valoración social, es decir, una característica del medio. El criado de los Encina, la familia de don Dámaso, los zapateros de la Plaza -que dan lugar al motivo costumbrista del provinciano en Santiago- el estudiante de Universidad a quien corrige, señalan la universalidad del culto metropolitano de la elegancia y la superioridad que de él derivan. La situación específica desaparece o se anula en su significación narrativa inmediata cuando Martín viste a la moda asimilando las normas dictadas por el uso social32.

El pobre y anticuado traje de Martín ha servido para mostrar los rasgos de una sociedad que se paga mucho de exterioridades y entre ellas, las principales, el traje y el dinero. En relación a la primera, la sociedad santiaguina aparece como una sociedad de elegantes, donde el dandysmo proporcionaba una pauta de privilegios. La condición de «elegante», «buen mozo», «dandy», «león» o «leona», «empleado elegante» o «fastuoso capitalista»; y la descripción cuidadosa y detenida de vestidos femeninos y atuendos viriles, establecen rasgos muy caracterizados de la sociedad santiaguina y fijan normas de valoración que definen parcialmente esa sociedad por el culto exterior de las personas. La pobreza de Martín Rivas, que acompaña a su inteligencia, hará a su vez perceptible la característica esencial que se revela en la sociedad santiaguina. El «culto del oro» no aparece solamente como el motor de la vida capitalina, sino que las actividades económicas y comerciales tiñen el lenguaje de una manera extensa. «Grandeza pecuniaria», «gasto superfluo», «gastos de ostentación», «capitalista», «dinero, el ídolo del día», «fianza», «especulación», «caudal», «herencia», «utilidad», «la plata es la mejor recomendación», «nadie es feo con capital», «positivista», «acreedor», «fiador», «mercado», son giros, frases o vocablos que fijan la característica del mundo social.

La aristocracia de los Encina es «de derecho pecuniario», como dice el narrador sarcásticamente; su elegancia o la elegancia del «recién venido de Europa», Agustín, o de la hermosa Leonor, es consecuencia de su riqueza y las exigencias sociales. Todo gira en esa sociedad en torno de esos dos valores. La presencia de Martín en ese mundo engendra una oposición entre los modos de la exterioridad a que se rinde culto y los atributos reales inherentes a la persona humana. Estos atributos adornan a Rivas y van revelando gradualmente a la mirada sensible de Rafael San Luis y de los propios Encina, el verdadero ser del joven pobre y orgulloso. La personalidad de Martín queda entregada en este proceso de descubrimiento que también alcanza a su exterior: feo e inelegante, en un comienzo, se va convirtiendo gradualmente en un buen mozo.

Las costumbres políticas de aquella sociedad revelan un tercer aspecto ligado al económico. Dámaso Encina, Fidel Elías y Simón Arenal, representan con deformada estructura moral una tendencia a inclinarse política e ideológicamente conforme a sus intereses económicos y al poder autoritario que los defiende33. El liberalismo ocasional de algunos de ellos, es otra forma de su ambición, pero fundamentalmente el signo de su irresponsabilidad política e intelectual y de su corrupción. El narrador no ha evitado presentar estas figuras en extremos de perversión moral, egoísmo, ignorancia y estupidez. Frente a ellos Rivas es la voz de la razón y del buen sentido en medio de la ligereza o el pintoresquismo de los hábitos e ideales políticos de la sociedad. La «tertulia» es la forma banal que adopta el diálogo político: huero, convencional y descocado.

El sentido exterior y pintoresco del provinciano en Santiago como se ha señalado desaparece cuando Martín se asimila a las normas vigentes en la sociedad santiaguina y, por tanto, se neutraliza como característica. Su pobreza persiste, pero es un estudiante que viene a hacerse de una profesión para subvenir a su sustento y al de su madre y de su hermana. La perfección de su estado queda abandonada a su talento, a la disciplina de su voluntad, a la energía de su carácter y a su desinterés. Dos dignidades exigentes se enfrentan, cada una encerrada en sus trece, adoptando las formas de orgullo y del desdén. La actitud desdeñosa de Leonor, dictada por el orgullo herido, quiere jugar satánicamente al amor:

y este desengaño, que burlaba su creencia en el supremo poder de su belleza, irritó su vanidad, que contaba ya con un nuevo esclavo atado al carro de sus numerosos triunfos. Al abandonar su asiento, no pensaba en entretenerse a costa de Martín, ensayando el poder de su voluntad en la lid amorosa, sino que se prometía vengar su desengaño inspirando un amor violento del que se jactaba de tener suficiente fuerza para huir.34



Las derrotas de Martín se fundan en el convencimiento de que en el amor de la joven, ni el corazón ni la inteligencia tenían valor alguno al lado de la riqueza y la posición social.

Acontece, sin embargo, que mientras el orgullo herido de Martín Rivas lo precipita después de cada conversación con Leonor en la desesperación de un amor que cree imposible, como concibe imposible el manifestarlo a su amada; Leonor, por su parte, va penetrando lentamente en la conciencia de un extraño interés, de una emoción perturbadora y molesta primero, para pasar más tarde a preguntarse por la posibilidad de estar enamorada. Matilde descubre el interés de la joven en Martín y le pregunta por su corazón. El proceso es gradual y no llegará a la admiración sino al constatar los servicios, la inteligencia y el desinterés con que el provinciano resuelve las dificultades de su familia y hace prosperar los negocios de su padre. Un grado mayor de admiración se hará sensible, solamente, cuando advierta que Martín es amado por otra. Es decir, que el joven tiene el mérito de ser amado por las mujeres. Contradictoriamente, sin embargo, eso la hace sentirse desdeñada. La separación proviene de la salida de Martín de casa de los Encina y de las vacaciones de verano, y modifica los sentimientos de Leonor. En un día de abril de 1851, Martín, aparece a los ojos de Matilde «buen mozo y mejor que antes»; al mismo tiempo en el corazón de Leonor el amor había vencido su altanería, se sentía amante desdeñada y con ello viene a invertirse la situación inicial. Ahora, es la desdeñosa desdeñada, enamorada de un joven pobre35. La visita de la noble Edelmira asegurará a Leonor que Martín la ama y desde ese instante, perfeccionada ya la imagen del joven, la desdeñada ensoñará la esperanza de la declaración de Martín Rivas. Por lo pronto, quiere que sea reinvindicado en su casa y procura que Agustín lo haga volver a ella. Pero es la víspera del 20 de abril y los hechos se precipitan.

Antes de marchar al combate, el joven, declara su amor mediante una carta que lleva durante la noche a casa de los Encina. En la desastrosa jornada de abril, resulta herido y llega a casa de sus protectores donde Leonor lo oculta. Allí los amantes reconocen su amor y se hacen dulces reproches. En este punto, triunfa el amor, de dos iguales en virtud; uno ha mostrado bajo la exterioridad de las valoraciones sociales las nobles virtudes que lo adornaban, las cuales le valieron la admiración de todos y un lugar en el corazón de Leonor; la otra, despojándose de la exterioridad del orgullo que le imponía su casta y los hábitos autoritarios de su clase, dio lugar a las verdaderas virtudes de carácter y nobleza de sentimientos que le adornaban, distanciándose de la imagen fría y desdeñosa hasta convertirse en una amante apasionada y decidida a defender y alcanzar el amor.

Los acontecimientos alcanzan una considerable velocidad al precipitarse: primero, el ocultamiento y la declaración amorosa; luego, la captura, prisión y condena a muerte, que hacen presumir una separación funesta; pero, finalmente, la fuga de la cárcel y la unión feliz y definitiva rematan los acontecimientos proyectando su perfección a la totalidad del mundo. Todos los destinos participantes en la historia se completan de modo feliz. Tal efecto produce el esplendor de las virtudes esenciales del hombre sobre la exterioridad de convenciones e intereses sociales. Triunfa el amor sobre la sociedad y sus condiciones. Vence la virtud noble del corazón sobre todo interés o apariencia engañosa: la realidad sobre la apariencia. Así se fija el criterio con que el Realismo establece su noción de verdad.




ArribaAbajo Espacio

Los momentos espaciales que pueden señalarse en los motivos analizados, alcanzan mayor concreción a través de la multiplicidad de situaciones semejantes, que reiteran una misma motivación, una causa similar -el dinero- que conduce a la crisis todo amor entre desiguales o lo resuelve entre pares. Solamente los protagonistas violan las condiciones sociales en situaciones semejantes. Leonor, cortejada por el acaudalado Clemente Valencia o el buen mozo Emilio Mendoza, concluirá uniéndose al provinciano pobre pero virtuoso. En cambio, el amor de Rafael San Luis y Matilde Elías se interrumpirá cuando la familia del joven se arruina; el rico Adriano tomará su lugar y valiéndose de una presión económica empujará a don Dámaso para que despida a Rafael de casa de los Elías. Sólo la muerte de Adriano impide el matrimonio. El arriendo de un fundo al tío de San Luis abrirá la posibilidad de la unión definitiva de Rafael y Matilde. Pero esta vez, la revelación del hijo de San Luis, que ha seducido a Adelaida, caerá como una sanción para el engaño, que don Fidel Elías estaba dispuesto a perdonar llevado por su interés inmoral. Sus preocupaciones económicas y su interés quedará a salvo cuando su hija se case con Agustín. La desventurada Adelaida es engañada por San Luis, objeto de un matrimonio engañoso con Agustín Encina, juguete del hedonismo egoísta de la juventud aristocrática. Edelmira, enamorada de Martín, vive un amor imposible. La joven bovarista36 se unirá finalmente con Castaños, el teniente de policía, como un modo de salvar a Martín de la prisión, con lo cual la joven cumple el ideal romántico literario que ensoñaba su corazón.

La diferencia de clases desempeña un papel preponderante e insalvable dentro de los términos vigentes en el mundo. La ambición o el engaño terminan en una sanción moral. Las circunstancias conflictivas que no terminan en sanción, reciben cierto patetismo romántico al reducirse las ambiciones a sus términos proporcionales y devolver así la armonía convencional al mundo, al tiempo que participa en alguna medida en la irradiante perfección de la realidad final de la novela.

En cada situación amorosa hay, pues, la concreción de rasgos fundamentales del espacio. Estas características son las que conforman la vida nacional en la obra de Blest Gana: La clase alta, por una parte, que dicta los valores configuradores del mundo, objeto de la sátira del narrador y del desenmascaramiento de su mísera realidad37. La clase de «medio pelo» en seguida, descrita principalmente por su tendencia a imitar a la clase alta en sus ideales exteriores de elegancia y de dinero, rasgos imitativos que definen su condición de «siútica». Es siútico el modo de vestir de Amador Molina -tipo vulgar del siútico-, falta de gusto para aparentar con éxito la elegancia de la clase superior; siútico su afán de emparentar a cualquier precio con los jóvenes de la clase alta; siútica la esperanza de casar a su hermana y siútica la esperanza de las hermanas Molina de casar con jóvenes de la clase aristocrática; siútico el «picholeo», donde esas aspiraciones se engendran y encuentran su ocasión38.

El pueblo es apenas entrevisto en el pintoresquismo de la escena de los zapateros de la Plaza de Armas -captado en su lenguaje vulgar y sus idiotismos-, en los vendedores de los paseos santiaguinos o en los curiosos de la revolución de abril. Su presencia más constante se vislumbra en las palabras de los contertulios de don Dámaso Encina, conforme a las ideologías políticas que lo consideran digno de libertad, educación, derechos y garantías constitucionales, o nacido para obedecer a la autoridad y aceptar el lugar de inferioridad, sujeción y analfabetismo que sus tutores naturales les conceden. Esta doble concepción se vuelve fuertemente caracterizadora de la realidad social39.

El color local recibe tributos estimables en la pintura de los paseos de Santiago, de la Alameda o del Campo de Marte, y en la descripción de las fiestas de septiembre, el teatro, las tertulias aristocráticas y los picholeos de medio pelo. Cada cuadro o escena, cada escenario, contribuye a la integración total del espacio que configura el mundo narrativo, esto es: la sociedad santiaguina del medio siglo40. Este espacio, esta sociedad, porta el mundo que se ha descrito regulado por la elegancia y los intereses egoístas, por las costumbres pintorescas y los hábitos sociales que coordinan sus características históricas con el vestuario, las modas de diversas áreas, la economía y la sensibilidad. En correspondencia con el espacio, los personajes son en general representativos de sectores sociales bien definidos, adoptando consecuentemente la forma de tipos: viejos ridículos, en quienes se castigaban los vicios y el egoísmo de la clase aristocrática, caballeros improvisados, tejedores honrados; jóvenes no menos ridículos, como el recién venido de Europa, Agustín, elegante y dicharachero, pero vacío y desaprovechado; jóvenes bovaristas como Edelmira, o engañadas como Adelaida; siúticos extremados como Amador; tipos románticos byronianos como San Luis: damas letradas y feministas como doña Francisca41.




ArribaAbajo Ley de espacialidades

Ley de espacialidades o ley de estructura es en Martín Rivas la contraposición de la apariencia a la realidad esencial de las cosas y de los seres, norma -como se ha señalado- del Realismo de la novela moderna. El proceso narrativo avanza descubriendo o revelando progresivamente la realidad. Tal carácter progresivo proviene del modo cómo se concibe la realidad misma: como una época de transición -toda la vida deslizándose por el plano inclinado de la historia- que tira hacia una meta. La escatología blestganiana se asemeja a la de Lastarria en su carácter libertario:

Martín -dice el narrador- no había pensado jamás con detención en las cuestiones que agitan a la humanidad como una fiebre, que sólo se calmará cuando su naturaleza respire en la atmósfera normal de su existencia, que es la libertad.42



El estado social conocido tiene las contradicciones propias de un momento en el progreso hacia la libertad plena, la meta lejana hacia la cual marcha la vida histórica para arremansarse y dar expresión a las perfecciones de la vida moral, que sólo en esa atmósfera crece naturalmente. El movimiento se concibe con la necesidad y la irreversibilidad de una ley natural.

Blest Gana adopta estos principios para comprender la evolución moral de la sociedad y sus condiciones políticas o las condiciones políticas de su salvación. Pero no para interpretar un movimiento de clases, ni el ascenso de la clase media, ni la penetración de la provincia en la capital, sino para poner de manifiesto la inautenticidad o exterioridad de la vida en un medio políticamente imperfecto43. En este sentido, Blest Gana resulta entrañablemente próximo a Lastarria.

Sin embargo, sería de todo punto injusto e inexacto desconocer que el énfasis del autor de Martín Rivas está puesto en la configuración de la estructura espacial, en el diseño del cuadro social de Santiago en 1850 según puede verse desde 1860. Esta perspectiva decenal puede hacer pensar que falta aquí toda invivencia si la visión acomoda el conocimiento del pasado a la luz de las formas e ideales del presente. Desde este punto de vista, tal visión menosprecia el pasado y si algo se salva en ella es, justamente, la emergencia del individuo exaltado en sus valores morales y humanos frente al hedonismo insustancial de la sociedad. De esta manera, los seres estimables aparecen, precisamente, como aquellos que rompen las características del medio; aquellos que violentan las normas establecidas y, sobre prejuicios y convenciones superficiales, imponen la valía personal de sus talentos. El triunfo de Martín Rivas no es el triunfo sobre el orgullo de una patricia o de una clase, sino el triunfo de la virtud sobre el enajenamiento o la degradación social. En este paso, Martín y Leonor aúnan su actitud al despojarse -o resistir- a los elementos que los enajenan en las formas exteriores -elegancia, dinero, orgullo de casta- de la sociedad, para arribar finalmente a conocerse iguales en virtud. La novela crece, la ley de espacialidades se desarrolla, en este proceso de develamiento para recoger las primicias de una revelación que concluye por irradiar sus bondades sobre la totalidad del mundo. El carácter incondicionado del amor, parece preludiar el paraíso de libertad con que ensueña la creencia del poeta.

Este es el tiempo secreto que sostiene el proceso de descubrimiento, el proceso de liberación de las apariencias, para sorprender el meollo de la realidad sita en el ser personal de cada quien.






ArribaAbajoBibliografía

    Novelas de Alberto Blest Gana

  • El primer amor. Valparaíso, 1858.
  • La fascinación. Valparaíso, 1858.
  • Engaños y desengaños. Valparaíso, 1958.
  • Juan de Aria. Valparaíso, 1859.
  • La aritmética en el amor. Valparaíso, 1860.
  • El pago de las deudas. Valparaíso, 1861.
  • Un drama en el campo. La venganza. Mariluán. Santiago, 1962.
  • Martín Rivas. Santiago, 1862.
  • El ideal de un calavera. Santiago, 1863.
  • Durante la Reconquista. París, 1897.
  • Los trasplantados. París, 1904.
  • El loco Estero. París, 1909.
  • Gladys Fairfield. París, 1912.
  • Una escena social. Santiago, 1922.
  • La flor de la higuera. Los desposados. Engaños y desengaños. Santiago, 1953.
    Ediciones de Martín Rivas

  • Novela de costumbres político-sociales. Santiago, Imp. de La Voz de Chile, 1862.
  • Buenos Aires, Imp. del Siglo, 1869.
  • Nueva edición. París, Librería de A. Bouret e Hijo, 1875.
  • París, Librería de Charles Bouret, 1884. 2 vols.
  • Novela de costumbres chilenas. Santiago, Oficina de El Chileno, 1905.
  • París-México, Librería de la Viuda de Charles Bouret, 1910. 2 vols.
  • París-México, Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1924.
  • Santiago, Folletines de El Mercurio, 1925. 2 vols.
  • Novela de costumbres chilenas. Boston, D.C. Heath and Company, 1926, xv, 269 p. Edición abreviada.
  • París-México, Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1931. 2 vols.
  • Santiago, Editorial Ercilla, 1936. 163 p.
  • Santiago, Zig-Zag, 1939. 314 p.
  • Santiago, Ediciones Ercilla, 1941. 159 p.
  • ed. Santiago, Zig-Zag, 1944. 381 p.
  • Santiago, Editorial Orbe, 1946. 358 p.
  • 4ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1948. 381 p.
  • 5ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1955. 388 p.
  • 6ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1956. 388 p.
  • 7ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1956. 388 p.
  • 8ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1961. 387 p.
  • Santiago, Buenos Aires, Barcelona, Editorial del Nuevo Extremo, 1962. 388 p.
  • 9ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1963. 383 p.
  • 10ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1965. 387 p.
  • Santiago, Editorial Pomaire, 1965. 387 p.
  • 11ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1967. 387 p.
  • 12ª ed. Santiago, Zig-Zag, 1969. 387 p.
  • Santiago, Editorial Orbe, 1969. 337 p.
  • Buenos Aires, Editorial Andina, 337 p.
  • Obras selectas. Buenos Aires, El Ateneo, 1970. 3 vols. Tomo I.
  • Santiago, Joaquín Almendros, 1971. 337 p.
  • Santiago, Editorial Pomaire, 1972. 388 p.
  • Santiago, Editora Nacional Quimantú, 1973. 428 p. Prólogo de Jaime Concha. Tres ediciones en el mismo año.
  • Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral. 1974. 428 p. Prólogo de Alone.
  • 2ª ed. Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral, 1974. 428 p.
  • Santiago, Nascimento, 1975. 2 vols.
  • Barcelona, Editorial Vosgos, 1977. 429 p.
  • Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977. Prólogo de Jaime Concha, ix-xl.
  • Madrid, Cátedra, 1981 (Letras Hispánicas, 148). Introducción de Guillermo Araya, 13-52.
  • Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral, 1981.
  • Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral, 1982.
  • Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1981. 338 p.
  • Santiago, Editorial Renacimiento, 1985. 388 p.
    Costumbres, teatro, viajes y otras páginas

  • De Nueva York al Niágara. Santiago, 1867.
  • Costumbres y viajes. Páginas olvidadas. Santiago, 1947.
  • El jefe de la familia y otras páginas. Santiago, 1956.
  • Blest Gana: sus mejores páginas. Santiago, 1961.
    Bibliografía sobre Blest Gana

  • Luis I. Silva, La novela en Chile. Santiago, 1910.
  • Homero Castillo y Raúl Silva Castro, Historia bibliográfica de la novela chilena. México, De Andrea, 1961.
  • Jorge Román Lagunas, «Bibliografía anotada de y sobre Alberto Blest Gana», R. Iberoamericana, 112-113 (1980), 605-647.
    Estudios de conjunto

  • Alejandro Fuenzalida Grandón, Algo sobre Blest Gana y su arte de escribir (1830-1920). Santiago, 1921.
  • Raúl Silva Castro,Alberto Blest Gana (1830-1920). Santiago, 1941; 2ª ed. refundida. Santiago, Zig-Zag, 1955.
  • Alone, Don Alberto Blest Gana. Santiago, Nascimento, 1940.
  • Homero Castillo y R. Silva Castro, «Las novelas de don Alberto Blest Gana», Revista Hispánica Moderna, 23:3-4 (1957), 292-304.
  • Hernán Poblete Varas. Genio y figura de Alberto Blest Gana. Buenos Aires, Eudeba, 1968.
  • «Alberto Blest Gana», ap. L. Iñigo Madrigal, ed. Historia de la literatura Hispanoamericana. Tomo II. Madrid, Cátedra, 1983. 163-191.
    Referencias específicas

  • Domingo Amunátegui Solar, Las letras chilenas, 169-180. Considera a Blest Gana «El fundador de la novela en Chile». Resume la fábula de la novela, que le recuerda Le román d'un jeune homme pauvre, de Octave Feuillet. Sin embargo, para él «tenía el indiscutible mérito de ofrecer un cuadro netamente chileno y podía considerarse como un testimonio histórico del estado de nuestra sociedad hace sesenta años».
  • Eliodoro Astorquiza, «Don Alberto Blest Gana», Revista Chilena, 34 (1920), 345-370. Sin duda el mejor análisis de la obra de Blest Gana desde el punto de vista de la novela moderna. Considera MR una excepción dentro de la obra novelística del autor «por la manera de abordar los sentimientos y por la manera de contar».
  • X (=Diego Barros Arana). «MR, novela de costumbres político-sociales, por don Alberto Blest Gana», El Correo del Domingo, 18 (17 de agosto de 1862), 174. Tb. en L.I. Silva, La novela en Chile, 59-69. Otro de los excelentes artículos sobre la novela. Calla los errores históricos y juzga la novela desde un punto de vista estrictamente literario, reprochándole falta de imaginación para describir los sucesos del 20 de abril. Considera, sin embargo, de gran valor la obra.
  • Daniel Barros Grez, Martín Rivas, La Voz de Chile (9 de agosto de 1862). Lleva la simpatía del compañero de generación por el asunto nacional, la función social y la edificante moral de la novela. «Las sabrosas escenas de MR se encuentran como impregnadas de cierto sabor filosófico, que hace de la obra un libro de aprendizaje social».
  • Pedro N. Cruz, «Don Alberto Blest Gana», La Unión (20 y 21 de agosto de 1908). Tb. en Estudios de literatura Chilena, 81-95. Considera principalmente el modo narrativo de Blest Gana. Sobre los defectos de otras obras destaca algunas que «merecen y, en primer lugar, MR, que pinta bastante bien el amor gradual de una aristocrática y orgullosa joven hacia un pobre y caballeroso estudiante provinciano que alojaba en casa de ella. Esta novela también se duplica con los amores de un amigo de Martín, que son interesantes y pasan a menudo al primer término».
  • Alberto Edwards, «Una excursión por Santiago antiguo. El MR de Alberto Blest Gana y la sociedad chilena de 1850», Pacífico Magazine, 2:38 (1916), 115-128. Intenta sorprender en la novela una clave para personajes históricos contemporáneos.
  • Ricardo A. Latcham, «Blest Gana y la novela realista», Anales de la Universidad de Chile, 112 (1958), 30-46. Estudia la dependencia de la obra blestganiana del realismo francés.
  • Mariano Latorre, «El pueblo en las novelas de Blest Gana», Atenea, 100 (1933), 193-195.
  • Domingo Melfi, «Blest Gana y la sociedad chilena», Atenea, 100 (1933), 168-173. Tb. en Estudios de literatura chilena, 33-38.
  • R. Silva Castro, Historia crítica de la novela chilena, 71-76.
  • Walter T. Phillips, «Chilean customs in Blest Gana's novels», Hispania, 24:4 (1943), 397-406.
  • A. Torres Rioseco, «La novela en América: Isaacs, Blest Gana y Ricardo Palma», Atenea 141 (1937), 319-327.
  • C. Goic, La novela chilena. Santiago, Editorial Universitaria, 1968, 33-49, 184-187.
  • Historia de la novela hispanoamericana, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1972. 89-93; 2ª ed., 1980, pp. 89-93.
  • Jaime Concha, «Martín Rivas o la formación del burgués». Revista Chilena de Literatura, 5-6 (1972), 9-35; repr. en Casa de las Américas, 89 (1975), 4-18. Para una mayor precisión del conocimiento de los aspectos sociales considerados puede verse ahora la contribución del historiador de Sergio Villalobos, Origen y ascenso de la burguesía chilena. Santiago, Editorial Universitaria, 1987.
  • Maurice Fraysse, «Alberto Blest Gana et Balzac», Caravelle, 20 (1973), 117-134.
  • Hernán Loyola, «Don Guillermo y Martín Rivas: visión en paralelo», ap. C. Goic, ed. La novela hispanoamericana: invención y realidad de América. Valparaíso, Ediciones Universitarias, 1973. 55-70.
  • Guillermo Araya, «El amor y la revolución en Martín Rivas», Bulletin Hispanique, 77, 1-2 (1975), 5-35.
  • George D. Schade, «Notas sobre Martín Rivas: evaluación y vigencia». La literatura iberoamericana del siglo XIX. Tucson, University of Arizona, 1971. 149-154.
  • R. Anthony Castagnaro, The Early Spanish American Novel. New York, Las Américas, 1971. 173-182.
  • John S. Brushwood, Genteel Barbansm. Lincoln & London, University of Nebraska Press, 1981. 63-81. Mencionemos aquí además los trabajos de
  • Mireya Camurati, «Blest Gana, Lukacs y la novela histórica», Cuadernos Americanos, 197:6 (1974) 88-99, sobre Durante la Reconquista;
  • Carole Ann Novak, «El ideal de un calavera: una manifestación de la conciencia social de Alberto Blest Gana», Cuadernos Americanos, 226 (1981), 146-164.
  • Guillermo Gottschlich, «La aritmética en el amor, de Alberto Blest Gana», Revista Chilena de Literatura, 18 (1981), 95-111.
  • «Grotesco y tragicomedia en El ideal de un calavera». Revista Chilena de Literatura, 29 (1987), 119-148.


 
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