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Este trabajo se inserta en los proyectos INCITE09 104 249PR, financiado por la Dirección Xeral de Investigación, Desenvolvemento e Innovación de la Xunta de Galicia, y FFI2008-00035/FILO, del Programa Nacional de Investigación Fundamental (I+D+I 2008-2011).

 

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En palabras de E. Rubio Cremades, «Aventuras y desventuras amorosas de los protagonistas, ambientación medieval, interpretación de la historia de España como si de una aventura se tratara, personajes misteriosos y con un alto concepto del honor serían aspectos que atraían a un determinado lector que prefería, precisamente, estos relatos a los folletines o productos subliterarios de Eugenio Sue» (Rubio Cremades, 2011: 92).

 

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Muy conocido es el análisis del profesor R. P. Sebold. A propósito de su lectura crítica de la novela para preparar una de sus clases sobre novela romántica española, señala: «No podía honradamente presentarla como la obra cumbre del género novelístico romántico, porque opino que dista mucho de serlo. Sin embargo, el libro de Gil poseía innegables encantos, verbigracia, el lirismo de sus delicadas descripciones del paisaje del Bierzo» (Sebold, 1996: 237-238).

 

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Explica este aspecto W. C. Ríos-Font, 1993. A propósito de la influencia de Cervantes en el discurso histórico romántico, véase C. Mata, 1995.

 

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Recojo las palabras de G. Zellers, 1931: 149-162.

 

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Sintetiza estos aspectos J. E. García González, 2005: 109-119. No hay, sin embargo, unanimidad crítica respecto a la influencia scottiana perceptible en la novela histórica romántica española. Sobre las fuentes generales de la novela, véase la síntesis que lleva a cabo E. Rubio (1986: 47-55) en la «Introducción» a su edición de la novela, por la que cito.

 

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Se han ocupado de estudiar la presencia de la temática templaría en la obra de Gil y Carrasco, entre otros, I. L. Bergquist, 1997; F. López Criado, 1995; J. R. Lomba y Pedraja, 1915; J. L. Picoche, 1978; M. Ribao (en prensa); D. G. Samuels, 1939.

 

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A propósito de El señor de Bembibre, véase la reciente reelaboración de sus teorías en J. I. Ferreras, 2010: 344-346.

 

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Uno de los errores obvios afecta a la numeración de los capítulos a partir del sexto, que se duplica, de ahí que el último capítulo de esta edición aparezca numerado como 37 y no como 38, tal y como se corrige en la impresiones posteriores. Las características físicas de esta colección, que comienza a publicarse el 6 de marzo de 1844, así como los diferentes modos de suscripción posibles, se detallan en el Diario de Madrid (6 marzo, 1844).

 

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Los grabados de El señor de Bembibre son originales y la cercanía de ciertos detalles de los mismos al texto literario (con independencia de otras libertades que comento en este trabajo) demuestran que el ilustrador conocía bien la obra cuyo texto icónico se le encomienda. No siempre era así: en ocasiones se reutilizan dibujos, se plagian o se realizan con independencia de la obra a la posteriormente iban a ser añadidos. De la atención que Mellado presta a la calidad de su colección, pese a su declarado carácter económico y popular, da cuenta la categoría de los títulos originales que incorpora a su catálogo, como la novela de E. Gil, tal y como señala la prensa del momento. En este sentido, El Clamor Público (10 abril, 1845) en su sección de «Variedades» señala: «Continúa el señor Mellado conquistando cada día nuevos suscriptores para su Biblioteca Popular, publicación que ha sido recientemente enriquecida con libros de la importancia de la Historia romana y con novelas del mérito de la de El señor de Bembibre de don Enrique Gil».