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Memoria presentada al concurso sobre el tema Jovellanos

M. Menéndez y Pelayo





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El que suscribe ha examinado, por encargo de la Real Academia de la Historia, la única Memoria presentada á concurso sobre el tema Jovellanos como cultivador de los estudios históricos.

Esta Memoria, escrita con discreción y buen gusto, se distingue además por la claridad de su método, puesto que en capítulos diversos va enumerando los servicios que la crítica de Jovellanos prestó á la historia civil, á la eclesiástica, á la jurídica y literaria, á la económica, y finalmente á las memorias de su propio tiempo. El autor se muestra familiarizado con todos los escritos de Jovellanos incluídos en los dos tomos de la colección Rivadeneyra, los agrupa con toda exactitud por orden de materias, expone con lucidez su contenido, y hace notar su mérito en breves y oportunas frases. Ciertamente que si Jovellanos no hubiera hecho más trabajos que los que se insertan en la citada colección, poco ofrecería que tachar la Memoria, y ningún reparo tendría el que suscribe en proponerla como merecedora de premio.

Pero desgraciadamente hay que advertir que el aparato de noticias y documentos con que esta Memoria se ha redactado, es de todo punto insuficiente para llenar el tema que en la convocatoria se expresaba. El autor no ha tenido á la vista otro libro que la edición de Jovellanos inserta en la Biblioteca de autores españoles, y el estudio crítico del Sr. Nocedal que la precede. Parece   —264→   ignorar todos los trabajos posteriores, y en el mismo texto de la memoria da indicios de no haber consultado siquiera el libro capital que sirvió de base al prólogo del Sr. Nocedal, y forzosamente ha de ser el fundamento de toda investigación acerca de Jovellanos, quiero decir las Memorias de D. Juan Agustín Ceán Bermúdez. En este libro, que ciertamente nada tiene de raro ni de recóndito, hubiera encontrado indicaciones precisas sobre gran número de trabajos históricos de Jovellanos, que ni siquiera menciona, y que elevan la importancia del gran polígrafo asturiano, aun considerado meramente como investigador, á muy superior grado que el que puede inferirse de las obras suyas coleccionadas hasta ahora. Nuestra Academia posee una colección no poco extensa de documentos recogidos é ilustrados por aquel varón egregio en diversos archivos eclesiásticos y civiles de León, Asturias, Castilla la Vieja y otras partes, y no tiene disculpa el pasar en silencio tanta riqueza cuando de ella trae Cean Bermúdez un inventario cabal y detallado.

No parece menos grave la omisión de un libro inédito de Jovellanos que es á la vez autobiografía suya, historia de su tiempo, y resumen de sus investigaciones eruditas. Me refiero á su famoso Diario, que llegó á imprimirse, aunque no á publicarse, con destino á la Biblioteca de Rivadeneyra, donde debió figurar como tercer tomo de las obras de Jovellanos. No haríamos cargo al autor de la Memoria por la omisión de una obra que, con ser capitalísima, no ha entrado aún en el dominio público, si no hubiera podido y aun debido tener conocimiento de gran parte de su contenido por el extracto que formó Ceán Bermúdez é hizo imprimir hace algunos años en la Habana el Sr. D. Julio Somoza, que después ha dado á conocer otros diarios menores del gran patricio gijonés é importantísimos papeles suyos de índole histórica en el libro titulado Las Amarguras de Jovellanos.

Si la Memoria presentada al certamen se ha escrito en Mallorca, como de muchos pasajes puede inferirse, todavía es más digno de reparo el olvido en que deja el autor la descripción general de aquella isla, que escribió Jovellanos y que en rigor no está inédita, puesto que la imprimió D. Joaquín María Bover en los primeros cuadernos, hoy rarísimos, de un Diccionario histórico   —265→   de las Islas Baleares que no llegó á terminarse. Esta Memoria, que es uno de los más bellos trozos de la prosa de Jovellanos, debiera anteceder en las colecciones de sus obras á las muy conocidas y celebradas acerca de la Lonja, el castillo de Bellver y los conventos de Santo Domingo y San Francisco. Solo con ella, y con la relativa á la catedral de Palma (todavía inédita), se completa el cuadro de las investigaciones de Jovellanos acerca de la historia y geografía de Mallorca.

Estas investigaciones marcan también en la vida literaria y en el desarrollo de las ideas de su autor un período de modificación tan profunda que no nos hubiera pesado ver insistir al autor en punto de tamaña importancia. Los primeros estudios históricos de Jovellanos, como sus primeros trabajos económicos, jurídicos y políticos, están informados por el espíritu del siglo XVIII y participan ampliamente de él así en lo bueno como en lo malo. Sus discursos de recepción en esta Academia y en la Española, sus cartas sobre el estudio del Derecho, sus elogios de las bellas artes, su memoria sobre espectáculos y juegos públicos, lo mismo que la parte histórica del Informe sobre la Ley agraria adolecen de cierta intolerancia doctrinal y filantrópica que hace á su autor injusto á veces y otras sañudo en demasía con los hombres y las instituciones y el arte de otros tiempos. Pero así como en política fué pasando gradualmente Jovellanos desde las abstracciones optimistas de la ideología del siglo XVIII hasta un punto de vista próximo al de la escuela histórica y al de los partidarios de la constitución interna de las naciones, sentido que domina en los numerosos documentos que acompañan como apéndices á la Memoria en defensa de la Junta Central; y así como en pedagogía pasó desde el Reglamento de estudios del Colegio de Calatrava, lleno de resabios jansenistas y enciclopedistas hasta el Tratado teórico-práctico de enseñanza, que es un libro casi tradicionalista; y así como en bellas artes él, clásico intransigente, panegirista acérrimo de Mengs y de D. Ventura Rodríguez, llegó á convertirse en admirador de la arquitectura ojival y aun de las basílicas de los primeros tiempos de la Reconquista; así también en Historia comenzó por juzgar la Edad Media con las preocupaciones de un hombre del siglo XVIII, y acabó no sólo por estudiarla con simpatía,   —266→   sino por mirarla con los ojos de amor con que la ha mirado la arqueología romántica, de la cual fué verdadero precursor en sus memorias sobre el castillo de Bellver y otras fábricas mallorquinas. Este dualismo, que en la vida intelectual de aquel gran varón se observa, y que en nada se opone á la superior unidad de su fisonomía, la más clásica de la España moderna, es uno de los puntos que hubiéramos deseado ver de resalto en la Memoria y que quizá la hubiera dado cierta unidad interior de que ahora carece.

Finalmente, hemos advertido algún error incidental, como el de suponer ó insinuar que la célebre epístola de Jovellanos á Anfriso, fué compuesta en la Cartuja de Valldemosa, cuando es bien notorio que aquella epístola pertenece á la primera manera poética de Jovellanos y fué compuesta por él en la Cartuja del Paular, é inserta inmediatamente, aunque sin declararse el nombre del autor, en uno de los tomos del Viaje de España de Ponz.

Todos estos reparos mueven al que suscribe á opinar que la obra no merece el premio, puesto que es incompleta en puntos muy sustanciales y no aporta datos nuevos de ningun género. Pero como al propio tiempo se observan en ella condiciones estimables de crítica y de estilo, y no se ha presentado otra mejor ni peor que pueda hacer juego con las que otras Academias han premiado sobre diversos aspectos de la vida literaria de Jovellanos, por lo cual habría de quedar incompleto su estudio en parte muy esencial si este vacío no se llenase de algún modo, opina el que suscribe que puede concederse al autor un accessit, según las condiciones del programa.

La Academia resolverá, como siempre, lo más justo.





Madrid, 26 de Junio de 1891.



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