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Acto II

 
 

(La escena se representa en el salón antecedente. Salen el CONDE, la CONDESA, el MAYOR, EULALIA, BITERMAN, PETERS, un Postillón, dos Lacayos y una Camarera de la condesa, que trae un niño de la mano.)

       
CONDE Enfín llegamos el cielo
bendiga nuestra jornada
como puede. Bella Miler,
cansado de mis campañas,
en las banderas de Vmd. 5
vengo a tomar una plaza.
EULALIA Mis banderas, Señor Conde,
ya sólo en la retirada
se despliegan.
CONDE                                 Sin embargo,
los amores y las gracias 10
vuelan en contorno suyo.
CONDESA Vaya, amado esposo, vaya,
Vmd. parece que olvida
que estoy aquí.
CONDE                              Pero, amada [59]
esposa, bien puedo yo (Remendándola.) 15
hacer también lo que acaba
de hacer su hermano de Vmd.
que ha reventado las jacas
de mi tiro, por llegar
con dos horas de ventaja. 20
MAYOR Si hubiera sabido cuanto
tienes de amable en tu casa,
dirías bien.
CONDESA                   Cara Miler,
voy a complacer el alma
de Vmd. como lo desea. 25
Este niño es de mi hermana,
de mi pobre Carolina,
que ha muerto la desgraciada,
y le deja sin amparo,
con que suplamos su falta 30
entre las dos.
NIÑO                       Tía mía,
¿es otra mamá? ¡que guapa!
¡ay! pues yo la querré mucho.
CONDESA Bien, Eugenio.
 

(Al oír Eugenio se turba EULALIA, y después profundamente pensativa se inclina hacia el Niño.)

 
EULALIA                          ¿Qué se llama [60]
Eugenio? Que bello nombre. 35
NIÑO Yo soy Eugenio.
EULALIA                            ¡Que gracia!
CONDE Y bien, Biterman, yo creo,
 

(Dando a BITERMAN su espada y sombrero y se sienta.)

 
que nos tendrás preparada
una regular comida.
BITERMAN Señor, no será muy mala. 40
MAYOR Oye, Condesa, ¿quién es (Aparte a ella.)
ese tesoro que guardas
en este campo?
CONDESA                         ¡Oh, Señor
enamorado, y que alma
tiene tan tierna!
MAYOR                          Responde. 45
CONDESA Y bien, ¿que quieres? se llama
Miler.
MAYOR            Sí, ya lo sé; pero...
CONDESA Pues yo tampoco se nada
más. [61]
MAYOR ¡Oh! no burles.
CONDESA                           No burlo.
Vente conmigo a la sala 50
del Conde, y allí verás
que lo ignoro. Eugenio, vaya,
ven a descansar un rato.
Querida Miler, no salga
Vmd. de aquí; pronto vuelvo, 55
y en la compañía grata
de Vmd. espero gozar
cuantos gustos me prepara
la soledad que amo tanto.
 

(Vanse la CONDESA, el MAYOR y los Criados y el Niño.)

 
CONDE Y bien, Biterman, ¿aún gastas 60
aquel buen humor que siempre?
BITERMAN Para servir a tan alta
Excelencia.
CONDE                   Bien, yo espero
tener buenas temporadas
contigo.
BITERMAN              Lo que es por mí 65
haré, Señor, cuanto haya
que hacer.

(Por PETERS, que le está haciendo cortesías cuando le mira.) [62]

 
CONDE                   ¿Quién es ese tonto?
¿y qué significan tantas
cortesías?
BITERMAN                        Con perdón
de su Excelencia se llama 70
Peters, y es mi hijo.
CONDE                                  ¡Ah! sí.
¿Y cómo estamos de caza?
BITERMAN ¡Oh! de caza grandemente.
Mas yo he preparado varias
diversiones a mis amos. 75
Excelencia, es una octava
maravilla ver el parque:
obeliscos, lontananza
ruinas y.. ¿qué sé yo?
Por ejemplo, allí a la entrada 80
del bosque, sobre el arroyo,
hay una puente labrada
a la chinesca... ¡mas cómo!
¡con qué solidez!
CONDE                                   Pues vaya, (Se levanta.)
hombre, mientras que comemos 85
llevame a ver esas raras
invenciones.
BITERMAN                                   Sí, Señor [63]
(BITERMAN le da el sombrero.)
pues Vuecelencia lo manda,
tendré el honor de servirle.
PETERS Yo también.
CONDE                             Pero, Madama 90
Miler, ¡Vmd. trabajando,
sin hablar una palabra!
¿qué es esto? yo vuelvo pronto,
y quiero verla ocupada
seriamente en discurrir 95
como variar las gracias
y los placeres del campo.
Vamos, que ya tengo gana (a BITERMAN.)
de ver la puente chinesca.
BITERMAN Es magnífica.
 

(El CONDE, BITERMAN y PETERS parten por la derecha de los actores. EULALIA, que desde que se fue la CONDESA se puso a bordar, derramando lágrimas sobre el bastidor, y sumergida en una profunda meditación que sólo interrumpe su llanto, después de haberse ido los de la escena anterior, dice, ya puesta en pie.)

 
EULALIA                              ¿Qué pasa 100
en mi corazón? ¡Dios mio!
¡qué moción inesperada
ha sentido, que mi llanto [64]
jamás con tanta abundancia
se vertió! cuando el dolor 105
me obedecía, las gracias,
la presencia de aquel niño
han aniquilado el alma
de una infeliz. ¡Ay! su nombre
me recuerda cuanto amaba 110
mi corazón en la tierra.
¡También esta madre ingrata
tiene un Eugenio! ¡un Eugenio!
cuya maternal crianza
no es obra mía. ¡Si ha muerto! 115
¿quién sabe si ante las plantas
del Dios de los inocentes
él y mi pequeña Amalia
piden contra mí? ¡oh idea
cruel! ¿por qué despedazas 120
mi corazón, y su llanto
moribundo me retratas,
sino hay remedio? ¿por qué
me pintas su amable infancia
luchando contra el dolor, 125
e implorando en su desgracia
la compasión que les niega
una mano mercenaria?
¡Y cruel los abandona
su madre desventurada 130
e insensible! ¡ay, cuán culpable
criatura soy! se me arranca
el corazón al pensarlo.
¡Y cuando, cuando mi amarga
pena me devora el pecho! [65] 135
cuando debo en mis palabras
aparentar un placer
de que no goza mi alma.
 

(Sale PETERS apresurado y gritando.)

 
PETERS ¡Ay Dios mío, ay!
EULALIA                             ¿Qué es eso?
PETERS Que el Conde ha caído al agua, 140
y su Excelencia se ahoga.
EULALIA ¿Pero ha muerto?
PETERS                             No le falta
mucho; pero no se ha muerto.
EULALIA Pues no grites, vamos, calla,
que su esposa...
PETERS                          ¿Que no grite? 145
¡ay Dios mío de mi alma! (Gritando más.)
que se ha mojado el Señor.
 

(Salen la CONDESA y el MAYOR.)

 
CONDESA ¿Por qué das voces?
MAYOR                                 ¿Quién causa
este ruido?
EULALIA                   Señora, [66]
un ligero acaso, nada; 150
¿ya está fuera de peligro
el Conde; es verdad? (A PETERS.)
CONDESA                               Madama,
¿pues qué ha sido?
PETERS                                 La maldita
puente chinesca... y estaba
fuerte; pero, ya se ve... 155
¡también el Señor se agarra
de los maderos! si aquello
no está para sufrir chanzas.
Toma, así que los tocó,
puf, se cayeron al agua, 160
y el Señor se fue detrás.
CONDESA ¡Ay mi esposo!
EULALIA                             Pero, vaya, (A PETERS.)
¿no le sacasteis al punto?
PETERS ¿Quién? ¿yo y mi padre? ¡ya baja!
lo que hicimos fue gritar, 165
y gritar por las cabañas.
A nuestros gritos llegó
aquel hombre que no habla
nunca, y soltando la ropa
se tiró de un salto al agua, 170
agarró al señor de un brazo, [67]
en la orilla me le planta
bueno y sano, y se marchó
sin decir una palabra.
CONDESA ¡Ay hermano! ¡ay Miler mía! 175
venid, corramos en, alas
del deseo a dar al Conde
nuestro favor, y las gracias
al generoso extranjero,
que le sacó de las aguas. 180
 

(Vanse precipitados.)

 

(El teatro representa la escena primera, del primer acto. El BARÓN aparece sobre un asiento rústico y de allí a un momento sale FRANTZ.)

 
FRANTZ ¿Quiere Vmd. comer?
BARÓN No.
FRANTZ       Vamos,
                     un pichón.
BARÓN No tengo gana; come tú.
FRANTZ Quizá el calor...
BARÓN                            Puede ser. [68]
FRANTZ Pues bien, ¿se guarda 185
para la noche?
BARÓN                             No, come.
FRANTZ ¿Me da Vmd. licencia para
(Después de algún silencio.)
hablarle un poco?
BARÓN                               Sí, Frantz.
FRANTZ Pues, Señor, Vmd. acaba
de hacer una buena acción. 190
BARÓN ¿Cuál?
FRANTZ             La de salvar...
BARÓN                              ¡Oh! calla.
FRANTZ ¿Sabe Vmd. a quién?
BARÓN A un hombre.
FRANTZ Pero un hombre que se llama
el Conde de Walberg.
BARÓN                                 Bien. 195
FRANTZ Ese proceder me arranca (Otro silencio.) [69]
mil lágrimas de ternura.
BARÓN ¡Qué debilidad!
FRANTZ                               ¡Un alma
tan noble! ¡tan generosa!
BARÓN ¿Tú me adulas? vamos, basta, (Se levanta.) 200
vete.
FRANTZ Cuando yo en silencio
pienso en la jamás exhausta
piedad de Vmd.; en el gozo
con que alivia las amargas
penas de cualquiera hombre, 205
y que a pesar de tan grata
virtud no es Vmd. felice,
se me parten las entrañas
de dolor.
BARÓN                 ¡Ay buen amigo! (Alargando la mano.)
FRANTZ Amado Señor, si tanta... 210
(La coge, y habla.)
melancolía procede
de alguna enfermedad rara,
yo sé de un médico docto,
que quizá podrá curarla.
BARÓN ¡Ay Frantz! mi mal es aquí, [70] 215
(Pone la mano sobre corazón.)
y a esta enfermedad no alcanzan
los remedios.
FRANTZ                             ¿Con que luego
es Vmd. por otra causa
realmente desdichado,
siendo tan bueno? ¡Que amarga 220
situación es la de Vmd.!
BARÓN Yo sufro, sin que lo haya
merecido.
FRANTZ                   ¡Pobre amo!
BARÓN ¿Olvidas que esta mañana
dijo el anciano: aún hay 225
otra vida más feliz? pues calla,
esperemos, y suframos.
FRANTZ Esperemos.
BARÓN                    Frantz.
(Después de algún silencio.)
FRANTZ                                       ¿Qué manda
Vmd.?
BARÓN               Es fuerza partir.
FRANTZ ¿Y adónde será la marcha? [71] 230
BARÓN Dios lo sabe.
FRANTZ                       Yo estoy pronto
a seguir a Vmd.
BARÓN                          ¿Me engañas
Frantz?
FRANTZ Señor, hasta la muerte.
BARÓN ¡Ay! ¡ojalá! allí descansa (Con vehemencia.)
para siempre el infelice. 235
FRANTZ El justo goza de calma
en todas partes. ¿Qué importa
la tempestad que amenaza
en derredor de nosotros,
si vive tranquila el alma? 240
fuera de que, ¿no está Vmd.
contento en su solitaria
habitación?
BARÓN                    No: mil gentes
desconocidas acaban
de llegar a ese castillo; 245
y los que ignoran las gracias
de la soledad acaso
llamarán extravagancia
y ridiculez mi humor. [72]
FRANTZ No, Señor, la temporada 250
que le habiten será corta:
es un enjambre que vaga
aquí y allí, sin deseo
de posar sobre las ramas
de la soledad; la moda 255
le trae aquí, y mañana
el frío y la moda misma
le llevarán de reata
a su primera colmena.
BARÓN Me parece, que acibaras (Con desconfianza.) 260
tu reflexión.
FRANTZ                       Ello es fuerza
mezclar tal vez con las gracias
la seriedad.
BARÓN                      Y presumo,
que acaso cuando le falta
objeto a la burla tuya, 265
lo soy yo.
FRANTZ                  ¿Quien, Vmd.? vaya,
volved a caer de nuevo
en esa desconfianza
universal. Es posible...
BARÓN Pero aguarda Frantz, aguarda: 270
(Mirando adentro.) [73]
¿qué uniformes, qué plumajes,
son aquellos que se alcanzan
a ver? huyamos.
FRANTZ                              Huyamos.
BARÓN Y presto; si yo tardara
en hacerlo, era preciso 275
cerrar por siempre mi estancia
a su importuna visita,
y yo en ellos no extrañara
que a mi pesar penetrasen
hasta mi retiro: basta, 280
que llegan, voy a cerrar
mis puertas y mis ventanas. (Vase.)
FRANTZ Y yo aquí de centinela. (Paseando.)
Con efecto no se engañan
en que a nosotros nos buscan; 285
pero al cabo, si ellos tratan
de saber quien es mi amo,
sera en valde: no sé nada,
y nada sabrán.
 

(Salen al bastidor la CONDESA y su hermano.)

 
CONDESA                           Hermano,
aquél que por allí anda 290
será su criado.
MAYOR                             Amigo, [74] (Se acercan.)
¿podríamos ver mi hermana
y yo al extranjero?
FRANTZ                               No.
MAYOR Con pocos minutos bastan
para verle.
FRANTZ                    Se ha encerrado. 295
CONDESA Dígale Vmd., que una Dama
se lo suplica.
FRANTZ                           Ay Señora,
es en vano.
CONDESA                           ¡Cosa rara!
¿aborrece a las mujeres?
FRANTZ A toda la especie humana. 300
CONDESA ¿Y por qué?
FRANTZ                           Acaso le habrán
engañado.
CONDESA                            ¡Extravagancia
poco galante!
FRANTZ                              Es verdad;
pero también cuando halla [75]
ocasión de dar la vida 305
a un hombre, corre y le salva,
exponiéndose a la muerte.
MAYOR Más vale que no la falsa
y necia galantería:
pero tampoco una vana 310
ceremonia nos conduce
aquí para darle gracias.
La esposa, pues, y el cuñado
de aquél a quien de las aguas
ha libertado, desean 315
hacerle ver la eficacia
de su gratitud.
FRANTZ                              Tampoco
gusta mucho de eso.
CONDESA                                 Vaya,
que es un hombre singular.
FRANTZ Que solo vive en la calma 320
de la soledad.
CONDESA                           No obstante
yo quisiera verle para
saber quién es.
FRANTZ                                Yo también.
CONDESA Pues ¿Vmd. que le acompaña
no le conoce? [76]
FRANTZ                        Y muy bien 325
esto es, conozco el alma
virtuosa que le anima;
porque a la verdad Madama,
¿juzga Vuecencia que sólo
con saber el nombre basta 330
para conocer al hombre?
CONDESA Tiene Vmd. razón, me agrada
ese modo de pensar.
¿Y Vmd. quién es?
FRANTZ                               Yo, Madama...
un criado de Vuecencia. (Vase.) 335
CONDESA Sin duda la extravagancia
de parecer singular
encierra en esa cabaña
a este hombre.
MAYOR                             Y el criado
le imita bien.
CONDESA                              Pues ya basta 340
de importunidad. Ahora
volvamos atrás, que tardan
mi marido y nuestra Miler.
MAYOR Escúchame antes, hermana.
El accidente del Conde [77] 345
nos interrumpió en la sala
del castillo, y aún ignoro
lo que le importa con tanta
verdad a mi corazón.
¿Quién es esta mujer sabia, 350
esta mujer singular,
cuyas virtudes y gracias
me han enamorado tanto?
yo te lo suplico, habla.
CONDESA ¿No sabes ya, que lo ignoro? 355
¿que te admira? es una exacta
verdad. Cuando yo la vi
por primera vez en casa
me pareció sumergida
en su dolor, y entregada 360
a la tristeza. Con todo
no le pregunté la causa
de su pesar, porque juzgo
que los secretos que guarda
el desventurado, son 365
su desventura, y un alma
sensible ha de distraer
al infelice que calla
del objeto de su llanto.
MAYOR ¿Pero como tuvo entrada 370
en tu casa?
CONDESA                       Veslo aquí.
Tres años habrá que estaba
yo en el castillo, y un día [78]
por la tarde mis criadas
me dijeron que una joven 375
solicitaba la gracia
de hablarme. Dije que bien;
cuando pareció Madama
Miler con esta modestia,
esta sencillez que arrastra 380
el amor; pero sus ojos [79]
con mil signos demostraban
el tormento roedor,
que se ha convertido en grata
y dulce melancolía. 385
Ella se arrojó a mis plantas,
pidiéndome que salvase
a la más desventurada
de la tierra. Yo sensible
a su llanto y a las gracias 390
de su juventud, la alcé
prometiéndola mi casa,
mi protección y mi amparo
sin afligir más su alma
con preguntas dolorosas; 395
pero procure con ansia
conocerla: y advirtiendo
la virtud que se hospedaba
en ella, muy desde luego
no la admití por criada 400
como pidió, sino amiga.
Un día, pues, que pasaba
con ella por estos campos,
y la vi absorta, enajenada,
y con el alma en los ojos, 405
contemplando la inexhausta
e imponderable belleza
de estas plácidas campañas.
Por lo mismo la propuse
mi castillo por morada 410
constante de su infortunio.
Ella, sin que otra palabra
pudiese articular, coge
mi mano, la besa y baña
con llanto: su corazón 415
agradecido brillaba
en su llorar silencioso.
Desde entonces, retirada
en mi castillo, prodiga
su piedad en las cabañas 420
del contorno con secreto;
y enfín, Mayor, adorada
de cuantos ven, habita
en mis campos solitaria.
Ve aquí, amigo, lo que sé. 425
MAYOR Poco, a la verdad, o nada
para dejar satisfecho
mi deseo; pero basta
para mi resolución.
Ayúdame; tu eficacia 430
puede hacer que se declare;
y con tal que sea honrada
su familia, es mi mujer.
CONDESA ¿Quién? [80]
MAYOR                     Miler.
CONDESA Hermano...
MAYOR                       Hermana... 435
querrás decir...
CONDESA                           Poco a poco.
Las máximas que reclaman
la igualdad de los estados
no juzguen que son extrañas
para mí; pero vivimos 440
en sociedad, y la vara
de la opinión...
MAYOR                           Enriqueta,
en vano, en vano te cansas:
la virtud es siempre noble.
Una pasión no esperada, 445
tan rápida como activa,
me subyuga y arrebata.
Yo no repugno a esconderme
en la tranquila morada
de la obscuridad, si en ella 450
puede reposar el alma
en paz y dichosa.
CONDESA                                Pero
ya ves tú, que no me falta
qué responder: tú, Mayor,
debes respetar tu casa [81] 455
y a tus amigos.
MAYOR                            Yo debo
(concluyamos, pues, hermana)
ser feliz y hacer felices
a mis hijos, y me basta
mi corazón para guía. 460
CONDESA Ahora el amor apaga
las luces de tu razón,
y no adviertes en las causas
que pudieran destruir
tu intención. ¿Quizá Madama 465
Miler podrá recibir
tu oferta sin repugnancia?
MAYOR Ve ahí para lo que imploro
tu persuasión y tu gracia.
Bella Enriqueta, conoces 470
mi corazón a quien cansa
y siempre cansó la necia
galantería. La llama
del amor, o lo que usurpa
su nombre, no tuvo entrada 475
jamás en él, y un amigo
en otro tiempo llenaba
toda su capacidad:
hoy amo enfín, y me arrancas
la felicidad, si estorbas 480
una unión tan deseada.
Pero compadéceme,
habla por mí. [82]
CONDESA                     La palabra
te doy de hacerlo, aunque veo
tu error. No te persuadas, 485
sin embargo, que confío
convencerla... pero calla,
que llegan aquí...
 

(Salen EULALIA y el CONDE por la derecha.)

 
CONDE                            Por Dios,
Señora Miler, que anda
Vmd. por doce: no, amiga, 490
para el necio que apostara,
con Vmd.
EULALIA                   Esto es costumbre,
y a las dos o tres semanas
que V. E. lo ejerciera
no le costaría nada 495
el andar.
CONDE                ¿Y donde está
Biterman? le daré gracias
por su puente a la chinesca,
que a fe mía, es una alhaja
digna de un príncipe.
CONDESA                                   Y bien, 500
dime, ¿ahora donde estabas,
que te ibamos a buscar?
CONDE ¿Dónde estaba? con Madama [83]
venía; yo no sé más,
porque, amiga, mientras habla 505
Miler no sé dónde estoy.
EULALIA En la colina cercana,
hemos estado a la orilla
del río que su pie baña,
y fertiliza el contorno. 510
CONDE A la verdad, que es muy grata
y amena la perspectiva
que ofrece nuestra comarca;
mas oír la descripción
poética y entusiasta 515
de las bellezas del campo
en la boca de la sabia
Miler, es más agradable.
Con todo, si no se enfada (A MILER.)
Vmd., basta de paseo: 520
me ha cansado la mañana,
y luego el salto que he dado
por Biterman.
CONDESA                           Si te cansas,
vamos al castillo.
CONDE                           No;
yo estoy fatigado para 525
andar de nuevo, y la sed
me molesta: que nos traigan
cerveza inglesa. ¿Mayor, [84]
que tal? bajo la enramada
la beberemos.
CONDESA                          Muy bien; 530
en tanto que tú descansas,
la bella Miler, si gusta,
me acompañará.
CONDE                            Pues vaya,
no os alejéis. ¡Voto va!
que no hay ninguno de casa 535
que vaya por la cerveza.
Ello es cierto, que me enfada
un holgazán de lacayo,
que me cuente las pisadas;
mas ahora... allí está Peters, (Mirando adentro.) 540
que anda a vueltas con las ramas
de un peral. ¿Peters, muchacho,
eres sordo?
(Dentro PETERS.)
PETERS                        ¿Quién me llama?
CONDE Yo; ven acá, que otro día
te comerás las que faltan. 545
(Dentro PETERS.)
PETERS Voy allá.
CONDE                Pronto.
 

(Sale PETERS con muchas peras en el seno.)

 
PETERS                             Aquí estoy. [85]
CONDE Mira, vete sin tardanza
al castillo por un frasco
de cerveza (y no te caigas
con él) que lo llevarás 550
allí debajo: despacha.
PETERS Voy corriendo. (Vase.)
CONDE                          Señoritas,
hasta luego.
 

(Se van por el fondo de la derecha.)

 
CONDESA                     A Dios, Madama
Miler, y bien, ¿qué os parece
mi hermano?
EULALIA                      Que en él se hallan 555
mil prendas que le hacen digno
de serlo.
CONDESA                Ya yo esperaba
una lisonja de Vmd.
EULALIA Muy lejos de cualquier vana
consideración, le miro 560
como un hombre a quien no falta
ni el valor, ni la virtud.
CONDESA Bella Miler, ni gallarda
persona: ¿no es verdad? [86]
EULALIA                     Sí.
CONDESA Pero un sí, dicho con tanta 565
(Remedándola con amistad.)
indiferencia es un no:
y sin embargo idolatra
en Miler. ¿Qué dice Vmd.?
EULALIA Que una burla poco urbana
es indigna de V. E.; 570
pero esta será una chanza
inocente, y sin embargo
está mi alma tan lejana
de admitirla...
CONDESA                          Como Vmd.
de ser el objeto: basta, 575
que os hablo con seriedad.
EULALIA Yo no afectaré una falsa (Llena de embarazo.)
modestia; pero V. E.
me confunde y embaraza.
Fue un día, es verdad, Señora, 580
en que brilló alguna
gracia en mí; pero el infortunio
ha borrado en su venganza
las facciones de mi rostro.
¡Ay! Sólo la paz, la calma 585
del corazón embellecen
a la mujer, y las gracias [87]
de que se enamora el justo
deben anunciar un alma
tan pura como tranquila. 590
CONDESA ¡Ojalá que yo probara
la satisfacción de ser
tan virtuosa!
EULALIA                         Madama, (Con vehemencia.)
¡oh no lo permita el cielo!
CONDESA ¿Cómo? (Admirada.)
EULALIA               Perdonad la causa 595
de nu agitación. Señora,
soy una desventurada.
Tres años de pena y llanto
no hacen digna mi desgracia
del amistad de V. E.; 600
pero sí de su inexhausta
misericordia. (Quiere irse.)
CONDESA                         No, Miler,
venga Vmd. acá; se trata
de un asunto que merece
atención. La inesperada 605
sentencia que Vmd. se impone
a la verdad no me causa
extrañeza: Vmd. parece
a un enfermo que juzgaba [88]
ver el infierno a su lado, 610
y este infierno sólo estaba
en su cabeza.
EULALIA                            ¡Ah Señora!
que el infierno me acompaña
en el corazón por siempre.
CONDESA Miler, la amistad es grata 615
(Tomándola las manos.)
y consoladora. Nunca
exigí la confianza
de Vmd. sobre su infortunio,
y ha tres años que mi casa
oculta su desventura; 620
mas hoy otra nueva causa
me anima para saberla.
Vmd. habla con su hermana,
con su amiga, y para prueba,
un hombre de bien os ama. 625
Vmd. quizá llamará
ligereza lo que acaba
de oír; pero, amiga mía,
mi hermano posee una alma
sensible, un corazón noble, 630
y una virtud no violada.
Él buscaba una mujer,
que reuniese la sabia
educación y belleza;
y la virtud y las gracias 635
le han enamorado en Miler.
La primera vez que hablaba [89]
con Vmd., su compasión,
su beneficencia... vaya,
(Miler demuestra vergüenza.)
cara Miler, no prosigo, 640
porque juzgo que se agravia
la modestia generosa
de Vmd. En una palabra;
él aspira a ser su esposo:
su felicidad descansa 645
en Vmd. sola; y supuesto
que Vmd. me ve interesada
en saber su desventura,
haga Vmd. más confianza
de su amiga. Bella Miler, 650
(Con la ternura de amistad.)
mi corazón se dilata
para recibir sus penas;
haga Vmd. por derramarlas
en él, y lloremos juntas,
si yo no puedo aliviarlas. 655
EULALIA No hay remedio, el sacrificio
más doloroso que el alma
me sugiere arrepentida
es renunciar voluntaria
a la estima de los buenos. 660
Es preciso. (Triste Eulalia (Aparte.)
empieza a pagar tu culpa.)
¿Nunca oyó V. E.? ¡Ay! basta,
(Apartándose con miedo.)
perdón... ¿Nunca oyó V. E. [90]
el nombre?... ¡Desventurada! 665
¡Cuanto es cruel disipar
la ilusión en que apoyaba
V. E. su compasión! (Aparte.)
(¡Pero una mujer culpada
podrá ser tan orgullosa! 670
No hay remedio.) En fin, Madama,
¿Nunca oyó V. E. el nombre
de la criminal Eulalia,
Baronesa de Menó?
CONDESA ¿Que vivía en la cercana 675
Corte? Sí, Miler, y juzgo
que ha causado la desgracia
de un hombre de bien.
EULALIA                                   ¡Dios mío!
¡de un hombre de bien!
CONDESA                                     ¡Ingrata!
y dicen que con un joven 680
huyó la infiel de su casa.
EULALIA Verdad, verdad... ¡ah Señora! (Se arrodilla.)
deja que inunde tus plantas
con mi llanto; no me niegues
una infelice morada 685
donde pueda yo morir.
CONDESA ¡Gran Dios! ¿y que es lo que habla [91]
(Apartándose de ella)
esta mujer? ¿Vmd. es...?
EULALIA Yo, la más desventurada
y abominable criatura. 690
CONDESA ¿Vmd. será...? ¡Desgraciada!
El corazón se le rompe
de dolor, y mis entrañas
se conmueven con su llanto.
Vamos, alce Vmd.: su amarga 695
situación me compadece;
pero evitemos que salga
de nosotras un secreto,
que Vmd. con razón callaba.
EULALIA ¡Ah! mi conciencia, Señora, 700
mi conciencia me amenaza
con su grito vengador.
No me aborrezcáis.
CONDESA                                Eulalia,
no, yo no aborrezco a Vmd.
Sus virtudes, sus desgracias, 705
su mismo remordimiento
no borrarán una falta
tan odiosa; pero nunca
negaré a Vmd. en mi casa
un aposento en que llore 710
de un esposo que la amaba
la pérdida irreparable. [92]
 

(Empieza a vagar furiosa por el teatro.)

 
EULALIA ¡Irreparable!
CONDESA                       ¡Oh incauta,
oh desgraciada mujer!
EULALIA ¡Y mis hijos!
CONDESA                           Basta, basta, 715
por Dios.
EULALIA                ¡Él sabe si viven!
CONDESA ¡Pobre madre!
EULALIA                          Me arrebatan
al hombre más virtuoso.
CONDESA ¡Infeliz!
EULALIA               Que idolatraba
en esta mujer indigna. (Con terror.) 720
¡Mísera yo! ¡Si su alma
inocente me acrimina
ante Dios!
CONDESA                     ¡Ah! ¡como vagan
sus ojos con el furor!
EULALIA ¡Murió para mí! [93]
CONDESA                             La espada 725
del dolor hiere su pecho.
EULALIA ¡Padre mío! tu malvada
hija te cuesta la vida.
CONDESA ¡Cuan cruel es la venganza
de la ultrajada virtud! 730
EULALIA ¡Y yo vivo!
(En todo el incremento de la pasión.)
CONDESA                          Desdichada,
¿quien habrá que te aborrezca,
viendote llorar? La falta
(A ella, con amor.)
de Vmd., infelice amiga,
quizá no habrá sido tanta. 735
La debilidad de Vmd.
ha sido un sueño, una vana
y pasajera ilusión.
 

(EULALIA con viveza.)

 
EULALIA No, no, mi culpa es bien clara,
bien horrorosa, y querer 740
hacerla menor agrava
mi tormento... ¡Ah! nunca, nunca
es mayor, que cuando trata
mi razón de disculparme:
no hay disculpa, ni se halla 745
para mi crimen. El triste
consuelo mío dimana [94]
de saber que he merecido
la execración de las almas
justas.
CONDESA           Pero también ellas 750
no le negarán su gracia
a las lágrimas de Vmd.
EULALIA ¡Ah! ¡si V. E. lograra (Más tranquila.)
conocer a mi buen Carlos!
cuando esta mujer ingrata 755
le vio... ¡ay! él reunía
las virtudes y las gracias:
apenas tenía yo
quince años.
CONDESA                    ¿Y casada
cuanto estuvo Vmd. primero 760
que abandonase la casa
de su marido?
EULALIA                       Dos años.
CONDESA Pues luego ve aquí la causa
de un yerro a que no asentía
el corazón: su temprana 765
juventud.
EULALIA                 La juventud
no me disculpa, Madama.
¡Oh inocente padre mío! [95]
tú grabastes en mi infancia
los principios del honor. 770
CONDESA Lo creo; ¿pero la incauta
inexperiencia resiste
a la seducción? ¡y cuantas,
cuantas veces ha caído
la virtud en las lazadas 775
de un corruptor cauteloso!
EULALIA Pues ve aquí lo que se llama
incomprehensible en mi yerro.
El autor de mi desgracia
y cómplice del delito se 780
confundía en su nada
comparado con mi esposo.
Mas su lengua inveterada
en la seducción, sabía
pintar cruel y tirana 785
la virtud de Carlos: éste
tampoco lisonjeaba
los caprichos de mi lujo,
que tanto aprecian las almas
nuevas como yo imprudentes, 790
y la elocuencia malvada
de mi corruptor indigno
seducía e inflamaba
mi vanidad. En fin... ¡ay!
padre, esposo, hijos... (¡oh caras 795
prendas!) todo lo dejé
por seguir... ¿a quién? La innata
providencia se ha vengado, [96]
permitiéndome que abra
los ojos sobre mi culpa. 800
Mil tormentos despedazan
mi corazón. ¡Ah! yo siento
(Se señala al corazón.)
aquí, aquí... ¡Justicia santa
de mi Dios! yo lo merezco,
y te adoro en tus venganzas. 805
CONDESA Pero un alma virtuosa
no pudo hacer dilatada
su ignominia.
EULALIA                       Lo bastante
para jamas expiarla.
¡Ah! sin duda mi embriaguez 810
pasó presto, y en la amarga
pena que me circuía,
invoqué desconsolada
el hombre a quien ofendí;
pero en vano: procuraba 815
tal vez escuchar el llanto
de mis hijos, que llamaban
a su madre, pero en vano.
CONDESA Dejemos ya tan ingratas
memorias. ¿Vmd., enfín, 820
huyó de aquella tirana
cautividad?
EULALIA                       No pudiendo
soportar la odiosa carga [97]
de mi error, viene a buscar
un asilo en la morada 825
de la virtud generosa
donde pueda mi desgracia
llorar y morir.
CONDESA                            Amiga
desde ahora se derrama
en mi corazón su llanto 830
¡ojalá hiciera más grata
la suerte de Vmd. mi amor
animando su esperanza!
EULALIA ¡Ah! nunca, nunca.
CONDESA                                 ¡Y Vmd.
qué sabe del Barón?
EULALIA                                    Nada. 835
Sólo sé que abandonó
su mansión amancillada
con mi desdoro.
CONDESA                             ¿Y los hijos?
EULALIA Los llevó consigo.
CONDESA                               Basta
por ahora, que mi hermano 840
y el CONDE vuelven. Eulalia,
Vmd. componga su rostro,
y oculte su desgraciada [98]
situación, que yo prometo
infórmarme dónde para 845
 

(Salen el CONDE y el MAYOR.)

 
el Barón.
CONDE                            ¿Y bien, Señoras,
no hacemos la retirada?
CONDESA Cuando quieras
CONDE                           Di, Condesa,
¿es cosa de que haga falta
el extranjero a la cena? 850
CONDESA Ni siquiera una palabra
nos ha querido escuchar.
CONDE A la verdad, que es bien rara
criatura; pero no importa;
es fuerza que yo le haga 855
conocer mi gratitud.
Conduzcamos estas damas
al castillo, y tú, Mayor,
si quieres, me harás la gracia
de suplicarle que venga. 860
Dile, que le hago la instancia
por ti, por no sonrojar
su modestia; que le aguarda
el objeto de su celo
generoso, y que si tarda 865
en venir, iré yo mismo
a sacarle de su estancia. [99]
MAYOR Yo admito la comisión,
y la haré con eficacia
y placer. Su beneficio 870
es de aquéllos, que se graban
en un corazón sensible,
y que la amistad consagra.
 

(El CONDE da la mano a EULALIA, que aparenta serenidad: el MAYOR da el brazo a su hermana, que no se atreve a mirarle. Por la posición y la CONDESA está cerca de EULALIA, y le pasa el brazo por el cuerpo con amistad.) [100]

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