Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

201

Compruébese lo afirmado en el texto sobre el soneto aludido:


   Tú, que la paz del mar, ¡oh navegante!
molestas, codicioso y diligente,
por sangrarle las venas al Oriente
del más rubio metal, rico y flamante,
   detente aquí; no pases adelante;  5
hártate de tesoros, brevemente,
en donde Lisi peina de su frente
hebra sutil en ondas fulminante:
   Si buscas perlas, más descubre ufana
su risa que Colón en el mar de ellas;  10
si grana, a Tiro dan sus labios grana.
   Si buscas flores, sus mejillas bellas
vencen la primavera y la mañana;
si cielo y luz, sus ojos son estrellas.



 

202

Véase el texto del soneto mencionado:


   Que vos me permitáis sólo pretendo,
y saber ser cortés y ser amante;
esquivo los deseos, y constante,
sin pretensión, a sólo amar atiendo.
   Ni con intento de gozar ofendo  5
las deidades del garbo y del semblante;
no fuera lo que vi causa bastante,
si no se le añadiera lo que entiendo.
   Llamáronme los ojos las faciones;
rendiéronlos eternas jerarquías  10
de virtudes y heroicas perfecciones.
   No verán de mi amor el fin los días:
la eternidad ofrece sus blasones
a la pureza de las ansias mías.



 

203

Véase el aludido texto, Quevedo, p. 22, nº 122:


   Éstas son y serán ya las postreras
lágrimas que, con fuerza de voz viva,
perderé en esta fuente fugitiva,
que las lleva a la sed de tantas fieras.
   ¡Dichoso yo que, en playas extranjeras,  5
siendo alimento a pena tan esquiva,
halle muerte piadosa, que derriba
tanto vano edificio de quimeras!
   Espíritu desnudo, puro amante,
sobre el sol arderé, y el cuerpo frío  10
se acordará de Amor en polvo y tierra.
   Yo me seré epitafio al caminante,
pues le dirá, sin vida, el rostro mío:
«Ya fue gloria de Amor hacerme guerra».



 

204

Corrobórense nuestras afirmaciones con el referido texto:


   Ardo, Amor, i no enciende’l fuego al ielo,
i con el ielo no entorpesco al fuego.
Contrasta el muerto ielo al vivo fuego,
todo soi vivo fuego i muerto ielo.
   No tiene’l frio polo tanto ielo,  5
ni ocupa el cerco eterio tanto fuego,
tan igual es mi pena; que ni el fuego
m’ofende mas, ni menos daña el ielo.
   Muero, i vivo, en la vida, i en la muerte,
i la muerte no acaba, ni la vida;  10
porque la vida crece con la muerte.
   Tu, que puedes hazer la muerte vida:
porque me tienes viuo en esta muerte?
porque me tienes muerto en esta vida?



 

205

Véase el texto aludido:


   Dichoso tú, que naces sin testigo
y de progenitores ignorados,
¡oh Nilo!, y nube y río, al campo y prados,
ya fertilizas troncos y ya trigo.
   El humor que, sediento y enemigo,  5
bebe el rabioso Can a los sagrados
ríos, le añade pródigo a tus vados,
siendo Acuario el Léon para contigo.
   No de otra suerte, Lisis, acontece
a las undosas urnas de mis ojos,  10
cuyo ignorado origen se enmudece.
   Pues cuanto el Sirio de tus lazos rojos
arde en bochornos de oro crespo, crece
más su raudal, tu yelo y mis enojos.



 

206

Más exactamente del canto con confidente, ya que el confidente como los circunstantes son desarrollos facultativos -positivo/grado cero- de las tres clases temáticas fundamentales -canto, queja y sufrimiento- determinados a partir de los funtores de predicación. De estas cuestiones lingüísticas que afectan al confidente, como de las que se refieren al estatuto lógico-lingüístico de los demás componentes de la predicación temática nos ocupamos en detalle en nuestro trabajo Actancia, circunstancia y predicación textual.

 

207

Véase el soneto aludido:


   Fugitivo cristal, el curso enfrena,
en tanto que te cuento mis pesares;
pero ¿cómo te digo que te pares,
si lloro, y creces por la blanda arena?
   Ya de la sierra, que de nieves llena  5
te da principio humilde Manzanares,
por dar luz al que tienen tantos mares,
mi sol hizo su ocaso en la Morena.
   Ya del Betis la orilla verde adorna
en otro bosque de árboles desnudos,  10
que en agua dan por fruto, plata en barras.
Yo, triste, en tanto que a tu margen torna,
de aquestos olmos, a mis quejas mudos,
nidos deshago y desenlazo parras.



 

208

Véase el soneto aludido:


   Ángel divino, que en humano y tierno
velo te goza el mundo, ¡oh!, no consuma
el mar del tiempo, ni su blanca espuma
cubra tu frente en su nevado invierno;
   beldad que del artífice superno  5
imagen pura fuiste en cifra y suma,
sujeto de mi lengua y de mi pluma,
cuya hermosura me ha de hacer eterno;
centro del alma venturosa mía,
en quien el armonía y compostura  10
del mundo superior contemplo y veo.
   Alba, Lucinda, cielo, sol, luz, día,
para siempre al altar de tu hermosura
ofrece su memoria mi deseo.



 

209

He aquí el texto de referencia:


   Las hebras d’oro puro, que la frente
cercan en ricas bueltas, do el tirano
Señor texe los lazos con su mano,
i arde’n la dulce luz resplandeciente;
   Cuando el ivierno frio se presente,  5
vencedor de las flores d’[e]l verano,
el purpureo color tornando vano,
en plata bolveran su lustre ardiente.
I no por esso Amor mudarà el puesto;
que el valor lo assegura i cortesia;  10
el ingenio i del’alma la nobleza.
   Es mi cadena i fuego el pecho onesto,
i virtud generosa, Lumbre mia;
de vuestra eterna, angélica belleza.



 

210

Corrobórense nuestras afirmaciones frente al texto aludido:


   Ardientes hebras, do s’ilustra el oro,
de celestial ambrosia rociädo,
tanto mi gloria sois i mi cuidado,
cuanto sois del Amor mayor tesoro.
   Luzes, qu’al estrellado i alto coro  5
restais el bello resplandor sagrado,
cuanto es Amor por vos mas estimado,
tanto umilmente os ónro mas i adoro.
   Purpureas rosas, perlas d’Oriënte,
marfil terso, i angélica armonia,  10
cuanto os contémplo, tanto en vos m’inflamo;
   I cuanta pena l’alma por vos siente,
tanto es mayor valor i gloria mia;
i tanto os temo, cuanto mas os amo.