Obras completas de Curros Enríquez
Manuel Curros Enríquez
OFRENDA DE ORO
SR. D. ADELARDO CURROS VÁZQUEZ.
Querido amigo: Me coge su carta en un momento en que se viene sobre mí tal cúmulo de trabajo, y sobre todo de asuntos imprevistos, que me es imposible, imposible, imposible escribir el brazado de cuartillas que usted con tan redoblada insistencia me pide, para encabezar el tomo de las poesías en castellano de las obras completas de su padre, el gran poeta Manuel Curros Enríquez. ¿Ni qué iba yo a decir tampoco del autor inmortal de Aires de mi tierra y de El divino sainete? Ya han hablado todas las plumas por él, todas las campanas, todos los ojos humedecidos por el dolor, todas las liras, todos los diarios. La pintura lo ha fijado con colores; [VI] el cincel le ha dado la extática postura de lo eterno; la música ha movido en su honor todas sus cuerdas; los oradores le dieron la investidura de luz de la palabra. Las naciones todas, que habían la misma lengua, le han aclamado como a poeta, como a caballero, como a una encarnación de la patria.
Yo tuve la honra, la gloria imperecedera de que este hombre me quisiese entre los que más adoró. De su pluma salió para mí una página que parece burilada en bronce literario. Además deseó consagrar un libro entero al análisis de mi labor; pero este libro se lo llevó la muerte antes de nacer. Su corazón me quiso con tal ardor, que yo no tengo bastantes lágrimas para llorarle ni para bendecirle. ¡Qué lira tan completa la suya! Tenía un cordaje para cada círculo humano: el de hebras de sol cantaba los paisajes espléndidos de Galicia; el de fibras dolorosas cantaba las luchas de su vida; el de látigos políticos cantaba con risas amargas los combates sociales; el de culebras cantaba lo tormentoso y grande, lo apocalíptico y terrible. ¡Cuánto trabajó su corazón! Yo reuniría todos los cordajes que él tuvo para ensalzarlo, pues sólo con un millón de fibras se podrá sinfonizar el alma desbordada y maravillosa de este hombre, hecho con dolor, con risa, con bronce, con alaridos. Le andaban por la piel [VII] espiritual todas las pasiones, removiéndolo, encrespándolo como un mar sin límites y sin fondo. ¡Qué quiere usted que yo diga del Océano amargo, del Océano sin medida! Poeta tan personal, que todo se lo arrancó de su propio espíritu, el cual dio hecho hostia a los demás; poeta que donde ponía la pluma ponía su marca indeleble; poeta que daba su carne y su alma en el vaso del verso para oficiar en un altar que nada derriba, debe ser tomado como guía y como bandera. Que otras plumas lo analicen con honda sabiduría, que otras plumas acrisolen su mérito altísimo; yo, mi querido amigo Adelardo, ni sé ni dispongo de tiempo para esa labor. Plumas críticas magistrales tenemos a las cuales puede usted pedir un soberbio estudio acerca de la labor colosal de Curros. Yo no deseo más que romper a sus pies todos los incensarios y quemar en su ara suprema todas mis resinas.
Creame que no puedo, no puedo, no puedo.
Suyo de todo corazón,
SALVADOR RUEDA.
NOTA. Le escribo ésta al lado de una pobre enferma del corazón que ve acercarse el fin de su vida; por eso ni premiosamente puedo escribir una carta íntima. [VIII]
Con las hermosas líneas que anteceden contesta el soberano poeta malagueño a una carta de Adelardo Curros, en la que éste pedíale, no precisamente un prólogo, sino algo parecido a una oración hecha rimas, para que figurase al frente de este tomo.
Era tanta y tan inmensa la admiración que el inmortal vate galiciano profesaba a Salvador Rueda, que el hijo del llorado bardo creyó cumplir un deber sacratísimo al solicitar unas líneas del insigne autor de La Cópula para este volumen.
Salvador Rueda, ese incomparable brujo de la rima, cuya musa es tan varia y rica como la madre Naturaleza, ha respondido dignamente al llamamiento.
En unos cuantos renglones, que valen oro molido, y que nosotros no vacilamos en calificar como «ofrenda de oro», el autor de Lenguas de Fuego unge con los divinos bálsamos que brotan de su lira la veneranda memoria del sublime Curros Enríquez. Esas pocas líneas valen por el mejor de los prólogos, y por creer eso publicamos la carta de Rueda dirigida a Adelardo.
El sabio Carracido ha hecho una obra maestra al prologar El Maestre de Santiago años ha. Después de lo que dicen el pensador y el poeta hablando de la personalidad de Curros Enríquez y de las bellezas que atesora este volumen, sólo se nos ocurre decir: ¡Miel sobre hojuelas!
(NOTA DE LOS EDITORES.) [1]
El maestre de Santiago
Leyenda
[3]
Al señor D. Felipe Picatoste.
Testimonio de veneración y cariño de
EL AUTOR.
[5]Prólogo
I
La publicación de un libro de Curros Enríquez es acontecimiento que Galicia anuncia y espera con el regocijo precursor de las grandes solemnidades. A tanto honor tiene derecho quien la enalteció, cantando con vigoroso aliento las estrofas más audaces del himno de su rehabilitación. A la voz del poeta, hasta los indiferentes sacudieron su perezosa apatía, y el estruendo de los aplausos, ahogando las acriminaciones del fanatismo intolerante, resonó más allá de las fronteras regionales, difundiendo con la fama del genial o inspirado cantor los preciosos elementos artísticos latentes en el espíritu de su pueblo. El paladín generoso o infatigable de cuantos padecen rigores del destino, al exclamar en un arranque de indignación:
Que eu pra querer nacin todo caído, | |
pra dar á mau á todo disgraciado, [6] |
robustecía la palabra con el ejemplo, entregando sin reservas los tesoros de su fantasía y la incorruptible firmeza de su carácter al propósito andantesco de reivindicar la personalidad social de Galicia, libertándola, por la propaganda, del menosprecio de los extraños, y por la despiadada flagelación, de la ruindad de sus propios hijos.
Servicios de tan alta estima, ¿qué menor premio podían alcanzar que un perenne entusiasmo? Éste no se extingue, ni siquiera se aminora en los conterráneos del poeta gallego, porque el instinto de conservación, infalible en las colectividades, les advierte que no podrían incurrir en tal descuido sin mutilar su espíritu, sin despreciar la voz de sus más íntimos sentimientos, y sin exponerse a que abandonen sus banderas quienes más valerosamente las tremolaron, que la constante indiferencia entibia la abnegación aun en los corazones menos mundanos.
Impulsado por estos afectos, en que se mezclan la conciencia del propio valer y la gratitud a quien sabe revelarlo, el pueblo que antes lloró sus tristezas con la musa de Rosalía, hoy anhela acentos de combate del numen de Curros, para mostrar su vitalidad al arrojarse a la pelea, y, movido por este afán interior, se regocija al solo anuncio de que su actual poeta hace sonar de nuevo aquella cuerda de su
...lira iorca | |
com'on coitelo fera, | |
com'on tronido rouca. [7] |
Quien por el solo prestigio del nombre tiene asegurada la notoriedad de sus publicaciones, no debe agradecer éste ni cuantos prólogos le dediquen sus más fervorosos apasionados; el prologuista es quien recibe la honrosa distinción de tener la palabra anticipadamente, sabiendo que ha de dirigirla desde la tribuna que rodea numeroso auditorio; y en este caso, a la inversa de lo que se acostumbra, el prologado resulta heraldo del prologuista, confesión que, aun mortificando mi amor propio, debo consignar, por ser el hecho indiscutible.
Dispuesta así la escena, y presentado yo en ella, ¿qué debo decir para no rebajar la grandeza de la situación? ¿Exponer un juicio crítico de la personalidad poética de Curros? No me siento capaz de tal empresa, y hasta recelo de cuantos la intenten, a modo de agrimensores literarios, aplicando las reglas de los preceptistas a una figura que estimo en la categoría de autoridad.
Las obras que se imponen por su valor son señoras y no siervas de la crítica.
¿Discurrir acerca de la poesía gallega? ¡Cómo predecir su cielo de evolución, cuando está aún en los comienzos el renacimiento de un pueblo que alcanzó en la lírica puesto de preeminencia en siglos anteriores! No será calculista, sino vidente iluminado por revelación sobrenatural, quien se atreva a trazar toda la curva conociendo tan sólo un pequeño fragmento de la línea. Además, sería inoportuna esta tesis en el momento [8] actual, porque si es cierto que EL MAESTRE DE SANTIAGO está inspirado en la historia de Galicia y vestido con la pompa que la Naturaleza despliega en los frondosos paisajes de la región que le sirve de escenario, no vibran en él los acentos melodiosos que fueron
Fecundo nume d'o úneco Rey sabio | |
que no solio d'España tivo asento, | |
arpa inmortal d'a doce Rosalía, | |
d'o infortunado Añón himno postreiro. |
¿Remover, en último término, el litigio de las condiciones de existencia de la forma poética? Respetuoso con todo aquello que es obra de los siglos, cuidada y ensalzada por la Humanidad al través de las edades, considero tan absurdo y presuntuoso creer en la desaparición de las combinaciones métricas del lenguaje, como el intento del revolucionario exaltado de arrancar bruscamente las raíces históricas de las sociedades. Resistan los espíritus de alto vuelo, sin renegar de las llamaradas de su estro, a los desfallecimientos de las momentáneas crisis, y contemplando el cuadro de la civilización trazado por el decurso de los tiempos, no duden de la persistencia de la forma poética ni del poder fascinador de la fábula interesante, aunque generaciones literarias de inventiva pobre la desdeñen, llamándola engendro artificioso de un casuismo escolástico.
Las multiformes apariencias de las obras poéticas [9] se reducen en último análisis a corto número de factores estéticos, tan persistentes o inmutables como las emociones que, sin diferencias de lugar ni de tiempo, agitan los espíritus, determinando el rítmico oleaje que los lleva y los trae del frenesí entusiasta al más inexorable pesimismo.
II
Desechando uno tras otro los asuntos enumerados, ¿cuál es la intención de este prólogo? Si al frente de un poema no se habla de su autor o no se dilucidan cuestiones literarias, ¿qué podrá decirse a los lectores que no les sea importuno y fastidioso? ¿Por qué incurrir en la villanía de gozar las ventajas de la reputación ajena para no honrar después a quien las concede?
Si Curros viviese poseído del afán de notoriedad, las observaciones anteriores podrían cizañar nuestro cariñoso afecto; pero su historia consecuente en el vivir modesto y apartado del mundanal ruido, desdeñando porfiadamente los halagos de la fama en cuantas ocasiones le solicita para propagar su nombre, me garantiza que no ha de molestarle que no consagre estas páginas a exhibir su personalidad; antes al contrario, lo serio de su carácter y lo alto de sus sentimientos me compelen a suponer que me verá gozoso utilizar este momento en pro de una causa, en [10] sostener una idea de mayor alcance que su panegírico individual. Pero, aun colocado en este punto de vista, reconociendo al fin que las ideas abstractas tienen su fundamento en los hechos concretos, ¿por qué otra causa he de abogar aquí que no sea la representada por nuestro poeta, por la cual luchó y sigue luchando su espíritu?
En una de sus semblanzas mejor escritas, el panegirista, que le llama «caudillo de nuestros jóvenes poetas» y le confirma «la jefatura de la juventud de Galicia, que se ve subyugada por quien también es joven y tiene todos los sublimes anhelos y los bríos de los que serán dueños del mañana», dice: «Él no está en Galicia, pero Galicia está en él. Su amor late vivísimo y ardiente en lo más hondo de su corazón, y para ella son los más secretos afanes de su alma, siempre soñadora, de sus desfallecimientos, de sus horas negras».
En esta pintura moral de Curros, en que se presenta el dualismo constituido por la inexorable realidad en lucha con el ideal constantemente anhelado, se retratan con bastante exactitud las funestas consecuencias de la vida mezquina en que por obra de corruptores influjos se revuelven las regiones españolas, y muy principalmente Galicia.
A un pueblo que desea reconstituirse, apercibiéndose para la lucha en el terreno del derecho, es menester hablarle con ruda franqueza, para que vaya entendiendo cuál es su verdadera alma [11] y cuál debe ser el objeto preeminente de sus afectuosas atenciones.
Hora es ya de que la reja del arado arranque de raíz la maleza sembrada por el caciquismo político y abra el surco en que sólo germine la semilla productora del sano alimento que vigoriza los músculos y el cerebro de quienes la cultivan. Mucho se habló y se habla de democracia; pero juzgando por los resultados, pudiera creerse que su predicación sólo tiene el aleve propósito de que se la escarnezca al contemplar los corrompidos productos de su mixtificación. ¿A qué conduce repetir en las ocasiones provechosas que la soberanía es inmanente en el pueblo, si en vez de ponerlo en condiciones de ciencia y conciencia para influir en el rumbo de la vida pública, se le emplea en labrar ídolos, que sólo valen por la representación que se les otorga? ¿Qué enseñanza edificante recibe quien se ve obligado a reverenciar como seres de naturaleza superior personas cuya audacia, perfidia, o ambas cosas a la vez, son las únicas cualidades que las distinguen del común de las gentes, brillando por el puesto que les cupo en suerte, pero no por su propio mérito? La piedra soterrada en los cimientos sólo se diferencia de la que ostenta primores del cincel por la selección del artífice, y olvidando este accidente de la casualidad, ¡cuántos trozos de piedra berroqueña adoran los pueblos, sin fijarse en que sólo tienen personalidad por la hechura que los dieron! Espíritus pudorosos [12] que os escandalizáis del positivismo filosófico, ¡cómo no os sonroja el vuestro, sensual y grosero, que se prosterna ante el vellocino de oro esperando poseer todas las cosas de la tierra para amar a Dios sobre ellas! Galicia, levántate de la abyección idolátrica en que te ha sumido el engañoso artificio que suplanta con el símbolo el objeto simbolizado, y apercíbete a honrar lo que vale por su mérito intrínseco, sin subordinarlo a lo que realzan hábiles oportunismos o sórdidas aspiraciones.
Ante todo, y sobreponiéndose al medio geográfico, constituyen, y principalmente consolidan el sentimiento patrio, las manifestaciones más espléndidas de la vida intelectual y moral.
Inglaterra se enorgullece llamándose la patria de Shakespeare y Newton, como Italia la de Dante y Galileo; Alemania busca los gérmenes de su nacionalidad en el poema de los Niebelungen; España en el Romancero, y hasta Portugal sostiene sus derechos a la independencia, a pesar de lo indefinido de su frontera, por las empresas marítimas de los siglos XV y XVI, y más principalmente por haber producido a Camoens. Aprended en estos hechos de somera observación a respetar en su valor sustantivo los elementos perdurables de todo organismo social. Galicia podrá hacer los diputados que le plazca, y éstos llegar a ministros, o a otro cualquier puesto, casualmente, o peor que casualmente, por degradación; pero nunca el voto unánime de sus cuatro provincias [13] formará un poeta ni un sabio. Nombrando sólo a los muertos para evitar suspicacias de los vivos, ¿qué caciques son los capaces de producir a Pastor Díaz y a Rosalía Castro, a Cornide, a Rodríguez y González y a Casiano de Prado?
Esta hegemonía de las gentes llamadas políticas por la opinión pública, representa algo parecido al triunfo del periódico sobre el libro; y en efecto, nada más interesante que aquél en el momento en que aún húmedo de la prensa, lo recoge el lector. El capítulo más ameno del Quijote resulta soso ante el último número de La Correspondencia; pero éste cae en absoluto olvido a las pocas horas de su publicidad, y las aventuras del Ingenioso Hidalgo deleitan a todas las generaciones, sin atenuar su encanto el transcurso de los siglos. Pero este símil también nos revela que, anteponer el histrionismo político de quien halaga momentáneas pasiones a los merecimientos del artista o del sabio, equivale a desdeñar a Cervantes para oír exclusivamente los relatos de los noticieros.
Y a pesar de esta enorme diferencia, ¡las pasiones cómo ciegan los espíritus y empequeñecen el criterio! El austero Pastor Díaz, exceptuando un momento de su vida, sólo se sentó en el Congreso representando la provincia de Cáceres o la de Córdoba. Ahora, después de muerto, su país natal le erige estatua; pero en vida no le diputó para que le representara en Cortes. Parece que un instinto suicida mueve a Galicia, [14] porque aquellos de sus hijos que por la solidez de sus méritos pasan a la Historia, personalmente sólo los honra cuando transponen los umbrales de la eternidad, y entonces su patria, acusándose de ingratitud, llora amargamente la pérdida que padece, y una y otra vez reproduce la escena, perseverando en la impenitencia. ¡Cuántas veces Rosalía, por los alrededores de Santiago, hoy embellecidos por la magia de su arte, sólo cruzó su mirada con la de las gentes sesudas y correctas que la tachaban de estrafalaria! ¡Cuántas los cohetes y el murmullo popular atronaron los aires saludando a uno de esos personajes políticos, menesterosos de ideas y de vergüenza, y recibieron en silencio a la inmortal poetisa! ¡Cómo acibaró su larga agonía el contemplar que sólo para otros sonaba la música de sus canciones! ¡Cuán dolorosamente cierta resulta la queja de Curros, exhalada en la traslación solemne del cadáver de la autora de Follas novas:
¡Ay d'o que leva na frente unha estrela! | |
¡Ay d'o que lera no bico un cantar! |
Sí, desdichado, porque sólo después de satisfecha la voracidad de las ruines pasiones, recibirán sus huesos descarnados el homenaje debido a la excelsitud de sus méritos.
Despierta, Galicia, y fija la atención en tus intereses permanentes; piensa en aquellos que por el arte, por la investigación de tu pasado o por el poder de la ciencia te han de rehabilitar ante los [15] que te denigran. Juventud que vienes a la vida rebosando entusiasmo por la santa causa de la pequeña patria, lee en Aires d'a miña terra aquella poesía que la indomable entereza de Curros te dedicó, titulada Tangaraños, y despreciando mezquinos y transitorios intereses, no te arrastres ante el mérito dudoso o negativo, por grande que sea su poder, para que a nadie haya que pedir que trueque
N'unha gran xuventude d'estrelas | |
esta gran xuventude de sapos. |
Si en tu alma no se entibia el calor de los sentimientos regionales, visita las tumbas de nuestros muertos ilustres y edifícate en el ejemplo de su vida; pero no desatiendas por ellos a los que aún nos guían en la jornada, para que nadie pueda lamentar la indiferencia que con presentimientos de mártir arrastra a nuestro poeta a decir en su Encomenda:
Si cand'a loita vaya | |
tropezo n'unha foxa, | |
os que, cal eu, subides | |
a traballosa costa, | |
cuando chegués a cima | |
sagrada e vitoriosa, | |
¡arpas que saudedes | |
d'a nosa patria a aurora, | |
d'a y'arpa acordaivos que fúnebre queda | |
n'a noite d'olvido xemindo sin groria! |
Hoy, Curros, autorizado por su reputación, saca d'a noite d'olvido una leyenda romántica, [16] forjada en los arrebatos de su adolescencia poética; pero en ésta, como en las poesías gallegas, late vivísimo el amor a su país y en nada contradice sus obras posteriores, sin tener de qué avergonzarse al reimprimirla, sean cualesquiera las inexperiencias de su primer ensayo. Galicia debe honrar igualmente todas las producciones literarias de su poeta; podrán diferir por los caracteres peculiares del tiempo de su génesis; pero el sentimiento que las inspira es idéntico. Que éste sea tan correspondido como merece, es cuanto deseo al amigo que me ha honrado dejándome estas páginas.
JOSÉ R. CARRACIDO.
Madrid, 7 de Julio de 1892. [17]
Libro primero
Crimen y expiación
[19]
I | |||
En medio de un abrupto promontorio | |||
de acantiladas, vacilantes rocas, | |||
monstruos que arrancan de sus pardas bocas | |||
alaridos de rabia al huracán, | |||
levantábase en tiempos ya lejanos, | 5 | ||
cual implacable símbolo de muerte, | |||
la rica y opulenta casa fuerte | |||
del señor de Milmanda y Sanchidrián. | |||
Morada de dolor, sobre sus torres | |||
el murciélago vil revolotea, | 10 | ||
mientras el dulce jugo saborea | |||
que a la sagrada lámpara robó; | |||
y el bulto malhadado, pesaroso, | |||
deja escuchar allí su voz sombría, | |||
cuando a la luz espléndida del día | 15 | ||
la fatídica noche sucedió. | |||
Dueño de inmensos pueblos y vasallos, | |||
por pecheros y próceres temido, | |||
es en todo Galicia conocido | |||
don Ramiro de Acosta y Santarén; [20] | 20 | ||
conocido por cruel y sanguinario, | |||
temido por sagaz y traicionero, | |||
que su fama de innoble caballero | |||
cunde por pueblos y abadías cien. | |||
De espíritu mezquino y rencoroso, | 25 | ||
de corazón henchido de veneno, | |||
su palabra de déspota es un trueno | |||
que amaga pavorosa tempestad. | |||
Esposo infiel sacrificó a su esposa | |||
y en dura cárcel atormenta a su hija; | 30 | ||
que su pecho de tigre no cobija | |||
sentimientos de amor ni caridad. | |||
Temerario y sacrílego escarnece | |||
los fallos del Señor con insolencia, | |||
y creyendo extinguir en su conciencia | 35 | ||
los gritos de sus víctimas de ayer: | |||
-¡sangre!- murmuran sus febriles labios, | |||
y sangre entonces el tirano vierte, | |||
y el pueblo de Milmanda se divierte | |||
en contemplar cadáveres doquier. | 40 | ||
Recluso en lo interior de su castillo, | |||
el alma por recuerdos torturada, | |||
se alza de don Ramiro a la mirada | |||
el libro de su vida criminal, | |||
y al fijarse en su página postrera | 45 | ||
sus ojos hiere este recuerdo triste: | |||
«¡traidor, traidor!... ¿Por qué a tu rey vendiste, | |||
»tú, el privado del rey de Portugal?... | |||
»Don Alfonso te amaba como a un hijo, | |||
»te colmaba de dichas y favores: | 50 | ||
»los más altos magnates y señores | |||
»de su corte, nada eran ante ti; | |||
»te ha señalado cámara en su alcázar, | |||
»diote pajes y gentes de servicio, [21] | |||
»y al fin tanta merced y beneficio, | 55 | ||
»¿de qué manera los pagaste? ¡Di! | |||
»¡Ah! Mientras don Alfonso se lanzaba | |||
»al frente de sus tropas valerosas | |||
»a combatir las huestes numerosas | |||
»del leonés intrépido y feroz; | 60 | ||
»y mientras a su empuje se rendía | |||
»el pendón castellano hecho jirones, | |||
»trepando sus guerreros escuadrones | |||
»los muros de la invicta Badajoz, | |||
»cobarde, ¿tú qué hacías? Concertabas | 65 | ||
»la muerte de tu rey y tus hermanos; | |||
»de una mujer por los hechizos vanos, | |||
»¡miserable!, vendías tu nación... | |||
»¡Y la vendiste al cabo! ¿No te acuerdas?... | |||
»don Fernando el Segundo diote esposa, | 70 | ||
»y, precio infame a una traición odiosa, | |||
»regalaste un vencido al de León. | |||
»¡Un vencido! Encontraste un ruin arquero | |||
»que hiriese a tu señor; mas no has logrado | |||
»dar término a tu plan, ni el dedo airado | 75 | ||
»esquivaste de Dios, en justa ley. | |||
»La flecha pudo atravesar su muslo... | |||
»Huyó el villano; pero, en duro grito, | |||
»entre estas rocas te mandó proscrito | |||
»la voz severa de uno y otro rey. | 80 | ||
»Duerme, si puedes, Santarén malvado, | |||
»duerme, si logras conciliar el sueño... | |||
»¡Mas ah! que inútil ha de ser tu empeño, | |||
»vano tu esfuerzo, sí, vano tu afán. | |||
»¡Mañana acaso a tu castillo acuda | 85 | ||
»estrechas cuentas a zanjar contigo | |||
»el bandolero a quien llamaste amigo | |||
»cuando trazaste tan inicuo plan!...» [22] | |||
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . | |||
Al cruzar esta idea por su mente, | |||
doloroso recuerdo de otros días, | 90 | ||
recorre Santarén las galerías | |||
de su rico palacio señorial | |||
y da aviso a sus gentes que en la almena | |||
se cuelgue a todo aquel que, del rastrillo, | |||
pregunte si el que habita su castillo | 95 | ||
fue privado del rey de Portugal. | |||
Y siempre, ora de día, ora de noche, | |||
ya al resplandor del sol, ya al de la luna, | |||
en cada torre hay por lo menos una | |||
víctima de aquel ser sin corazón. | 100 | ||
Pobres mendigos que buscando vienen | |||
calor para sus miembros ateridos, | |||
por espías juzgados y tenidos | |||
en horca morirán, sin compasión... | |||
E impaciente, intranquilo, receloso, | 105 | ||
al cuarto corre Santarén de su hija | |||
y en ella clava la mirada, fija, | |||
cuando en sus rezos la sorprende allí: | |||
ávido la contempla... y más tranquilo | |||
tórnase de matanza a su faena, | 110 | ||
en tanto doña Dulce, el alma llena | |||
de pesadumbre y duelo, oraba así: | |||
-Virgen mía, mi Virgen adorada, | |||
esperanza feliz para el que llora; | |||
¡estoy triste, consuélame, Señora, | 115 | ||
consuela a la que siempre te adoró! | |||
¡Da a mi padre un momento de reposo, | |||
un momento de paz, en su tortura, | |||
o llévame a tu reino, Virgen pura, | |||
que entre sangre no puedo vivir yo! [23] | 120 | ||
II |
|||
Así la pobre niña | |||
de hinojos prosternada, | |||
el alma lacerada | |||
por bárbaro puñal, | |||
oraba ante una gótica | 125 | ||
imagen de María, | |||
en tanto que vertía | |||
de perlas un raudal. | |||
¡Lloraba! ¿Y quién no llora | |||
si vive entre cadenas, | 130 | ||
sufriendo los tormentos | |||
de dura esclavitud? | |||
¿Quién puede ver, sin lágrimas, | |||
que corran entre penas | |||
los plácidos momentos | 135 | ||
de nuestra juventud? | |||
¿Quién vio desde su cárcel | |||
cruzar la golondrina | |||
y rápida hasta el cielo | |||
su vuelo remontar, | 140 | ||
que no envidió esas alas | |||
al ave peregrina, | |||
para, en igual anhelo, | |||
tan rápido volar? | |||
Indócil es y triste | 145 | ||
de doña Dulce el llanto, | |||
tan triste y dolorido | |||
que mueve a compasión. | |||
su hogar trocado en cárcel, | |||
aumenta su quebranto [24] | 150 | ||
su padre, que ha perdido | |||
la paz del corazón. | |||
¡Sí, que sin ella vive | |||
el pobre don Ramiro, | |||
y vive condenado | 155 | ||
a guerra tan cruel, | |||
que sólo cuando exhale | |||
el último suspiro, | |||
si muere en buen estado | |||
la paz irá con él! | 160 | ||
En tanto, será inútil | |||
que al cielo mire ansioso, | |||
en busca de esa estrella | |||
que le alumbró fugaz: | |||
en vano paz demanda | 165 | ||
con grito doloroso, | |||
por ver si encuentra en ella | |||
su espíritu solaz. | |||
Que cuando sus pupilas | |||
tendió sobre la tierra | 170 | ||
y cuando allá hasta el cielo | |||
sus ojos levantó, | |||
tan sólo en torno suyo | |||
se alzó un clamor de guerra, | |||
y guerra siempre y duelo | 175 | ||
doquiera columbró. | |||
Si en noche silenciosa | |||
cerró sus tristes párpados | |||
y quiso en su despecho | |||
hallar la paz así, | 180 | ||
luego sintió su alma | |||
roída por cien víboras, | |||
y salta de su lecho | |||
con rabia y frenesí. [25] | |||
Si aún no desengañado, | 185 | ||
con báquica porfía | |||
en néctar y licores | |||
sosiego a buscar fue, | |||
en medio a las imágenes | |||
de amor, que halló en la orgía, | 190 | ||
espectros vengadores | |||
que le amenazan ve. | |||
Y en vano, ya el instinto | |||
perdiendo de la vida, | |||
lanzarse va a la muerte | 195 | ||
de eterna calma en pos; | |||
que cuando al pecho lleva | |||
el arma del suicida, | |||
se aterra, porque advierte | |||
la maldición de Dios... | 200 | ||
¡Ay! Triste del que piensa | |||
con infecundo empeño | |||
que el crimen ya pasado | |||
ni rastro dejará... | |||
En vano paz demanda: | 205 | ||
¡la paz sólo es un sueño | |||
de espantos mil poblado, | |||
sin término quizá! | |||
III |
|||
De sus valles cinturón, | |||
de su riqueza blasón, | 210 | ||
espejos de su atavío, | |||
fertilizan a León | |||
el Bernesga y el Torío. [26] | |||
Ambos sus anchos raudales | |||
llevan hasta las entrañas | 215 | ||
de bosques y matorrales | |||
y hasta poblados charcales | |||
de juncos y de espadañas. | |||
Ambos marchan, corredores, | |||
en esguinces invasores | 220 | ||
por el bosque y la pradera, | |||
arrastrando en su carrera | |||
espinos, plantas y flores. | |||
Por su curso lento e igual | |||
cierto instinto fraternal | 225 | ||
debe haber entre los dos, | |||
y algún misterio fatal | |||
en ellos esconde Dios. | |||
Que a no haber algún misterio | |||
velado a humano criterio | 230 | ||
y a deleznable razón, | |||
encontrara explicación | |||
un caso que dan por serio. | |||
Diz que es cosa de admirar | |||
en toda villa y lugar | 235 | ||
de estos ríos alredor | |||
el rojo vivo color | |||
que suele el agua llevar. | |||
Y ello podrán ser consejas, | |||
pero, al decir de las viejas | 240 | ||
que lo han llegado a saber, | |||
allí no quieren beber | |||
asnos, ni vacas, ni ovejas. | |||
Nadie en aguas tan impuras | |||
se atreve un paño a lavar; [27] | 245 | ||
y no hay mozo aventurar | |||
que eternice sus bravuras | |||
tirándose allí a nadar. | |||
Que hay quien dice, preocupado, | |||
que el color ensangrentado | 250 | ||
de las aguas de estos ríos, | |||
es señal de que está airado | |||
el Señor con los impíos. | |||
Y hay quien se arriesga a jurar | |||
que una noche -y nada arriesga- | 255 | ||
vio sobre el Torío flotar | |||
dos cadáveres al par, | |||
y otros dos sobre el Bernesga. | |||
Tal la gente lo pregona | |||
que de sus verdes riberas | 260 | ||
habita en toda la zona; | |||
y cuando el pueblo lo abona, | |||
el asunto va de veras. | |||
Mas el pueblo no logró | |||
sujetar a su criterio | 265 | ||
las causas de lo que vio, | |||
y el misterio que encontró | |||
se ha quedado en el misterio. | |||
Y ambos ríos continuaban | |||
en su marcha natural, | 270 | ||
y las gentes murmuraban | |||
siempre que turbio miraban | |||
su puro y limpio cristal. | |||
Y era porque no sabían | |||
que sobre un monte escarpado | 275 | ||
en cuya falda vivían | |||
y al que estos ríos tenían | |||
en sus giros rodeado, [28] | |||
una legión de bandidos, | |||
todos hombres mal nacidos, | 280 | ||
tenían su centro allí, | |||
a un capitán sometidos | |||
que eligieron para sí. | |||
*** | |||
Es una noche invernal, | |||
noche tormentosa y negra; | 285 | ||
no hay una estrella en el cielo | |||
ni hay una luz en la tierra. | |||
Braman los vientos con furia, | |||
gimen los robles con pena, | |||
cual si una planta satánica, | 290 | ||
sobre sus copas sintieran. | |||
Diríase que irritados | |||
los elementos que pueblan | |||
el espacio, sostenían | |||
lid pavorosa y sangrienta, | 295 | ||
tomando nuestro horizonte | |||
por campo de la pelea. | |||
Mas, para no entretenernos, | |||
dígase lo que se quiera, | |||
el caso es que roncos gritos | 300 | ||
de amenazas y blasfemias, | |||
súplicas y carcajadas, | |||
voces de mando y protestas, | |||
todo en medio de la noche | |||
distintamente resuena | 305 | ||
desde la cumbre del monte | |||
que entre sus giros rodean | |||
por una parte el Torío, | |||
por otra parte el Bernesga. [29] | |||
Amarrados fuertemente | 310 | ||
por las bridas y las riendas, | |||
al abrigo de un pinar | |||
varios trotones jadean. | |||
En sus arrogantes crines, | |||
que casi la tierra besan, | 315 | ||
y en la noble gallardía | |||
con que se alzan sus cabezas, | |||
bien claramente pregonan, | |||
si en su andar no lo dijeran, | |||
que no hay una raza en potros | 320 | ||
cual la raza cordobesa. | |||
Por debajo de los flecos | |||
de un caparazón que llevan, | |||
sin duda con miramiento | |||
de que el agua no les hiera, | 325 | ||
lujoso jaez de brocado, | |||
ricas monturas ostentan, | |||
y cinchas de cuero fino | |||
bordadas de lentejuelas. | |||
A juzgar por sus relinchos | 330 | ||
y por los surcos que dejan | |||
señalados al herir | |||
con sus cascos en la arena, | |||
grandes deben ser sus bríos | |||
y más grande la impaciencia | 335 | ||
de ver llegar a sus dueños | |||
y lanzarse a la carrera. | |||
Mas en estas soledades | |||
y a tal hora, ¿a quién esperan | |||
los ricos potros oriundos | 340 | ||
de las andaluzas vegas? | |||
¿Por qué miran anhelantes | |||
hacia el lugar donde suenan | |||
súplicas y maldiciones, | |||
carcajadas y anatemas? | 345 | ||
¿Qué jornada les aguarda, [30] | |||
que ya sus crines se encrespan | |||
al escuchar, de los ríos | |||
que bajo sus plantas ruedan, | |||
el estruendo pavoroso | 350 | ||
en medio de la tormenta? | |||
No es un misterio. -Al confín | |||
del pinar y en la ladera | |||
del monte, se alza una roca | |||
cuya ennegrecida cresta | 355 | ||
solamente es visitada | |||
por el buitre y la cigüeña, | |||
que en ella eternos habitan | |||
colgando su nido en ella. | |||
Al pie de esta roca, se abre | 360 | ||
mal oculto entre malezas | |||
Un abismo; de él pendiente | |||
cuelga siempre una escalera, | |||
y en su fondo, donde nunca | |||
los rayos del sol penetran, | 365 | ||
se divisa el arco rudo | |||
de una gruta obscura y negra, | |||
cuya boca está cegada | |||
por una puerta de piedra | |||
que gira a merced del brazo | 370 | ||
del que por dentro la mueva. | |||
Formidable es el terror | |||
que inspira la mansión ésta: | |||
la obscuridad, el silencio, | |||
la fría humedad que hiela, | 375 | ||
la estalactita que luce | |||
en medio de las tinieblas | |||
con la fosfórica ráfaga | |||
del ambulón, amedrentan | |||
el ánimo más valiente, | 380 | ||
el corazón de más fuerza, | |||
el valor más temerario. [31] | |||
Al umbral de esta caverna | |||
destaca una galería | |||
cóncava, oprimida, estrecha | 385 | ||
y torcida, como el rastro | |||
que deja en pos la culebra. | |||
Un paso más, y el pavor | |||
súbitamente se amengua, | |||
muda el alma cautivada | 390 | ||
por agradable sorpresa. | |||
Es una estancia espaciosa; | |||
de sus bóvedas de piedra | |||
penden por rojos cordeles | |||
tejidos de fuerte seda | 395 | ||
cuatro lámparas, labradas | |||
de figuras arabescas. | |||
A su luz triste y opaca | |||
y en derredor de una mesa, | |||
donde de espléndida orgía | 400 | ||
los pobres restos campean, | |||
don Pedro Fuentencalada | |||
sostiene viva polémica | |||
con once sicarios suyos | |||
de faz innoble y aviesa. | 405 | ||
Todos visten buenas ropas | |||
de las más vistosas telas | |||
de Oriente, blancos tabardos | |||
de lana fina, monteras | |||
con airón de blanca pluma | 410 | ||
y borceguí con espuela. | |||
Todos, pendientes del cinto, | |||
buídos puñales ostentan, | |||
de plata los gavilanes; | |||
que sólo don Pedro lleva, | 415 | ||
como el de más jerarquía, | |||
cumplido puñal de a tercia | |||
con cruz de macizo oro | |||
hecha de mano maestra, [32] | |||
y caja de piel de zorra | 420 | ||
llena de rubíes y perlas. | |||
Sentada junto a don Pedro | |||
en un sitial de madera, | |||
fijos los rasgados ojos | |||
en el suelo, Magdalena | 425 | ||
hace ademán para hablar; | |||
mas no lo consigue apenas, | |||
cuando surca sus mejillas | |||
llanto que ocultar intenta | |||
en vano, con una risa | 430 | ||
terriblemente siniestra. | |||
Cesa un momento; dirige | |||
una mirada sedienta | |||
a la metálica luna | |||
en cuyo fondo contempla | 435 | ||
su rostro del sol tostado | |||
y exclama la triste: | |||
-¡Vieja! | |||
¡Don Pedro!... ¡Tenéis razón! | |||
Vieja os parezco y debiera | |||
creeros, porque mis lágrimas, | 440 | ||
doquier que voy, no me dejan, | |||
y las lágrimas marchitan | |||
la juventud y la afean. | |||
Mas... ¿por qué no me afrentasteis, | |||
don Pedro, de esta manera, | 445 | ||
cuando, perseguido, errante | |||
os recogió en su vivienda, | |||
partiendo con vos su pan | |||
y los leños de su hoguera, | |||
aquella pobre gitana | 450 | ||
para vos entonces bella? | |||
Sí; ¿por qué no me ultrajasteis | |||
antes de que os conociera, | |||
antes de que en vos fiara, | |||
creyendo vuestras promesas?... [33] | 455 | ||
¡Ay de mí!, que si yo entonces | |||
desdeñase vuestras tiernas | |||
caricias, vuestros halagos, | |||
vuestras frases lisonjeras; | |||
si, cuando vos me decíais: | 460 | ||
«Yo te amo, gitana pérfida, | |||
ámame tú y a mi lado | |||
serás feliz», yo os dijera: | |||
«Id en mal hora, don Pedro, | |||
que soy libre en mi pobreza | 465 | ||
y no quiero vuestro amor, | |||
porque el amor me encadena. | |||
Si, en fin, asiéndoos de un brazo, | |||
de este brazo, en cuya arteria | |||
hay sólo sangre cobarde, | 470 | ||
porque hace un instante apenas | |||
se alzó, amenazando osado | |||
con un puñal mi existencia, | |||
os arrojase a los pies | |||
de las huestes portuguesas | 475 | ||
que iban a voz de pregón | |||
pidiendo vuestra cabeza, | |||
y les gritare: -¡Ahí tenéis | |||
lo que buscáis; la doncella | |||
que tiembla, que palidece, | 480 | ||
que llora en vuestra presencia, | |||
es don Pedro, el arrogante | |||
don Pedro, aquel cuya diestra | |||
mandó con poca fortuna, | |||
mas con intención certera, | 485 | ||
al pecho de don Alfonso | |||
de Portugal una flecha!...» | |||
«¡Oh! ¡Entonces no me afrentarais | |||
como hoy lo hacéis: en mi senda | |||
de espinas, abandonada, | 490 | ||
pero llevando doquiera! | |||
Por compañía mi llanto | |||
y el rigor de mi anatema, [34] | |||
fuera feliz sin amaros, | |||
sin gozar de estas riquezas, | 495 | ||
sin vuestros besos perjuros, | |||
sin vuestras caricias pérfidas!» | |||
Y esto diciendo, fijaba | |||
su mirada Magdalena | |||
en don Pedro, cuya faz, | 500 | ||
roja por la ira colérica | |||
que la indignación le imprime, | |||
su alza imponente y severa. | |||
Breve instante de silencio | |||
sucedió, calma siniestra, | 505 | ||
cual la que anuncia en el mar | |||
el equinoccio que llega. | |||
Luego, tendiendo don Pedro | |||
su mano, ruda y enérgica, | |||
dijo con la voz del trueno | 510 | ||
cuando inflamado revienta: | |||
-Maniatad a esta mujer | |||
y una mordaza ponedla, | |||
mis lebreles: ¡yo lo mando!; | |||
sed prestos a la obediencia.- | 515 | ||
Y como si estas palabras | |||
anuncio de muerte fueran, | |||
todos bajan al oírlas | |||
abrumada la cabeza, | |||
cual si el temor y el espanto | 520 | ||
ocultar así quisieran | |||
a los ojos de aquel monstruo | |||
cuyos mandatos respetan. | |||
-Obedeced prestamente, | |||
o ¡vive Dios! que con vuestras | 525 | ||
cabezas haga escarmiento | |||
de gente traidora y perra.- | |||
Y al reflejo mortecino [35] | |||
de las lámparas que cuelgan, | |||
todos los rostros se cubren | 530 | ||
de palidez cadavérica | |||
y sólo el sollozo se oye | |||
de la pobre Magdalena | |||
que de rodillas demanda | |||
a su tirano indulgencia. | 535 | ||
-¡Don Pedro, don Pedro mío! | |||
¿Tanto os afrentó mi lengua | |||
que así mandáis que me traten | |||
los que homenaje me prestan? | |||
¡Amordazarme! ¿Y por qué? | 540 | ||
¿Por qué, cuando a mi querella | |||
dio margen vuestro desdén | |||
y el rumor de vuestra ausencia? | |||
¡Ved, don Pedro, lo que hacéis! | |||
¡Ved que ya viva, ya muerta, | 545 | ||
mi sombra con vos irá | |||
por donde vaya la vuestra! | |||
¡Ved que os adoro, don Pedro; | |||
ved que mi fe no se quiebra | |||
con befos ni con mordazas, | 550 | ||
con aceros ni con flechas! | |||
¡Ved que tengo de seguiros | |||
hasta que me falte tierra | |||
en que pisar, y es en vano | |||
que os afanéis porque muera!... | 555 | ||
Yo no he de morir, don Pedro; | |||
no he de morir, porque vela | |||
en mis entrañas el hijo | |||
de vuestro amor y mi afrenta, | |||
por el nombre de su padre | 560 | ||
y por mi pobre existencia.- | |||
Mas estas tristes palabras | |||
en don Pedro no hacen mella | |||
y sólo consiguen dar | |||
a su coraje más fuerza; [36] | 565 | ||
y mientras, montando en cólera, | |||
la mano a su cinto lleva, | |||
muda la turba le mira | |||
y estupefacta contempla | |||
que de aquel drama sombrío | 570 | ||
la catástrofe se acerca. | |||
Entre tantos miserables | |||
no se brinda uno siquiera | |||
a ejecutar el mandato | |||
que el capitán los ordena; | 575 | ||
que todos, aunque villanos, | |||
no tienen en su conciencia | |||
remordimiento de ultraje | |||
a una mujer indefensa, | |||
y todos, antes de ser | 580 | ||
cobardes, páranse y tiemblan. | |||
Páranse, pero ¿qué importa? | |||
Nada a don Pedro le arredra, | |||
y siempre su brazo alcanza | |||
donde su anhelo le lleva. | 585 | ||
Don Pedro no se detiene | |||
cuando concibe una idea, | |||
y antes muere en la demanda | |||
que renegar de su empresa. | |||
-¡Cobardes! -dice rabioso | 590 | ||
al ver que por vez primera | |||
todos permanecen mudos | |||
a sus órdenes perversas-. | |||
Si sois tan viles que sólo | |||
matáis al que os da su hacienda, | 595 | ||
dejando desamparados | |||
sus deudos y parentela, | |||
volved el rostro, mezquinos; | |||
¡que vuestros ojos no vean | |||
morir a un ser que ya nada | 600 | ||
puede esperar en la tierra!- | |||
dijo- y alzando el puñal [37] | |||
a lo alto de su cabeza, | |||
dos veces rasgó iracundo | |||
el pecho de Magdalena... | 605 | ||
Tenues gemidos de angustia, | |||
entre gritos de sorpresa | |||
y de terror resonaron | |||
por las bóvedas de piedra, | |||
repitiéndose sus ecos, | 610 | ||
como un lúgubre anatema | |||
por el dédalo que forma | |||
la tortuosa vereda | |||
obscura, cóncava y húmeda, | |||
de la galería extensa, | 615 | ||
hasta perderse en la boca | |||
de aquel abismo, allá fuera. | |||
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . | |||
Y mientras tanto, don Pedro | |||
carga su víctima a cuestas; | |||
atraviesa silencioso | 620 | ||
la distancia que promedia | |||
desde las negras entrañas | |||
hasta el nivel de la tierra, | |||
y apareciendo un instante | |||
después encima la cresta | 625 | ||
de la roca donde anida | |||
la quejumbrosa cigüeña, | |||
dice, mirando con risa | |||
satánica a Magdalena: | |||
-Por Dios que no cumplirás, | 630 | ||
gitanilla, tu promesa; | |||
si viva ha sido tu intento | |||
lanzarte en pos de mi huella, | |||
a fe que hacerlo no puedes | |||
cuado te contemplo muerta.- | 635 | ||
E irguiendo en brazos el cuerpo | |||
de la egipcia, que chorrea [38] | |||
a borbotones la sangre | |||
de las heridas que lleva, | |||
lanzolo en medio al espacio | 640 | ||
y rebotando en las breñas | |||
rodó como una avalancha | |||
hasta hundirse en el Bernesga. | |||
*** |
|||
-Ya estamos demás aquí- | |||
exclamó Fuentencalada | 645 | ||
al penetrar nuevamente | |||
donde sus gentes le aguardan-. | |||
La noche nos favorece | |||
por lo obscura, camaradas; | |||
los caballos nos esperan | 650 | ||
y es muy larga la jornada. | |||
En marcha, pues, mis lebreles; | |||
que el plazo cumple mañana | |||
y es fuerza no reposar | |||
hasta llegar a Milmanda.- | 655 | ||
Y la legión de bandidos | |||
a quien don Pedro avasalla, | |||
fiel a su voz imperiosa | |||
abandonó aquella estancia. | |||
Oyose a poco un relincho | 660 | ||
y el estrépito que causan | |||
doce potros al galope | |||
que por la montaña bajan; | |||
luego el ruido que producen | |||
al atravesar las aguas | 665 | ||
del Bernesga; luego un grito | |||
penetrante, y luego nada | |||
más que el son de la tormenta | |||
y el trueno que ronco estalla, | |||
a tiempo que del relámpago [39] | 670 | ||
a la luz intensa y cárdena | |||
se mira una sombra que huye | |||
vacilante, incierta y vaga, | |||
por el camino que siguen | |||
don Pedro Fuentencalada | 675 | ||
y su gavilla, compuesta | |||
de sus once camaradas. | |||
IV |
|||
Silba en tanto en los cristales | |||
del castillo de Milmanda | |||
el viento, que sus almenas | 680 | ||
azota con ronco son, | |||
y crece el agua en su foso | |||
hasta lamer la baranda | |||
del puente, cuyas cadenas | |||
penden desde el murallón. | 685 | ||
La noche cubre del valle | |||
los horizontes estrechos: | |||
hay en las sombras acechos | |||
felinos, de tigre audaz. | |||
Todo reposa; tan sólo | 690 | ||
se escucha cómo desmaya | |||
el clamor del atalaya | |||
que anuncia: ¡Dormid en paz! | |||
¡Dormir! Dichoso el que siente | |||
en lecho de áureo palacio | 695 | ||
ese grito en el espacio | |||
lánguidamente morir | |||
sin que, desvelado, insomne | |||
por el dolor, el oído | |||
pueda escuchar repetido | 700 | ||
ese eco otra vez gemir. [40] | |||
Dichoso el mortal que en sueños, | |||
sana y libre su conciencia, | |||
de ese acento la cadencia | |||
en otro mundo escuchó, | 705 | ||
donde el alma dulcemente | |||
reposa alegre y tranquila, | |||
cuando sobre la pupila | |||
el párpado resbaló... | |||
¡Cuán dulces son y encantadas | 710 | ||
las breves horas de sueño! | |||
¡Qué espacio tan halagüeño | |||
llega el espíritu a ver | |||
cuando, inerte la materia | |||
que le atrofia y esclaviza, | 715 | ||
fugitivo se desliza | |||
lo infinito a recorrer! | |||
Dueño entonces absoluto | |||
de su imperio detentado, | |||
cual sultán que destronado | 720 | ||
regresa al perdido harén, | |||
así feliz el espíritu | |||
hacia su patria se lanza | |||
por regiones de esperanza, | |||
en ansias de amor y bien. | 725 | ||
Y allí admira las florestas, | |||
cuyas plantas olorosas | |||
crecen lozanas y hermosas | |||
en un perenne verdor, | |||
y las bullidoras fuentes | 730 | ||
de aguas puras, cristalinas, | |||
donde saltan las ondinas | |||
de su corriente al rumor; | |||
y los jardines poblados | |||
de dalias y de azucenas, [41] | 735 | ||
de violetas y verbenas, | |||
de fragancia sin igual, | |||
y los nópalos, que crecen | |||
entre los céspedes suaves, | |||
donde preludian las aves | 740 | ||
su cántico matinal; | |||
y los palacios, colgados | |||
de fantásticos doseles, | |||
cuyos altos capiteles | |||
piérdense en un cielo azul, | 745 | ||
y en sus mágicos salones | |||
bajo bóvedas de oro, | |||
vírgenes cantando a coro, | |||
veladas en blanco tul. | |||
Todo cuanto en su delirio | 750 | ||
puede ver la fantasía, | |||
de espléndido en la armonía, | |||
de armonioso en la ilusión, | |||
todo, en su rápido vuelo, | |||
lo mira el alma extasiada, | 755 | ||
mientras duerme fatigada | |||
la materia en su abyección. | |||
¡Sí! Dulces son y encantadas | |||
las breves horas del sueño; | |||
mas ¡ay! de mortal beleño | 760 | ||
para el que velando está, | |||
la conciencia torturada | |||
por recuerdos de amargura, | |||
crímenes que en guerra dura | |||
tienen al alma quizá. | 765 | ||
Tal don Ramiro que, loco, | |||
sobre su lecho se agita, | |||
lleno de angustia infinita | |||
y de cobarde terror; [42] | |||
tal don Ramiro, que clava | 770 | ||
sus turbios ojos con ira | |||
en una sombra que gira | |||
de su lecho en derredor. | |||
Sombra, sí, cuya amarilla | |||
mano, flaca y descarnada, | 775 | ||
va extendiéndose crispada | |||
poco a poco hasta su faz, | |||
como si en ella quisiera | |||
descifrar oculto enigma | |||
o imprimir algún estigma | 780 | ||
de deshonra pertinaz. | |||
Sombra loca, vengativa, | |||
que cual burbuja aparece | |||
y se hincha de pronto y crece | |||
haciéndolo estremecer, | 785 | ||
hasta que revienta en risas | |||
de sonido funerario, | |||
como el que del hondo osario | |||
arranca un cuerpo al caer; | |||
que modula a sus oídos | 790 | ||
blasfemias y maldiciones, | |||
y entona impías canciones | |||
con sordo acento infernal, | |||
ya postrándose de hinojos | |||
de don Ramiro en el lecho, | 795 | ||
ya atormentándole el pecho | |||
bajo su planta brutal; | |||
que se arrastra por las losas | |||
rabiosa y enfurecida, | |||
o levanta removida | 800 | ||
ceniza vana su pie, | |||
y difunde por la estancia | |||
claridad amarillenta, [43] | |||
a cuya luz, macilenta, | |||
su angustiada faz se ve. | 805 | ||
Faz sin formas ni contornos, | |||
carcomida, esqueletada, | |||
lívida, despestañada, | |||
sin expresión ni color, | |||
y a cuyo mondado cráneo, | 810 | ||
como lisa calabaza, | |||
una corona se enlaza | |||
con fatídico primor... | |||
Corona que nada arguye | |||
de su esplendor fenecido, | 815 | ||
hierro viejo, enmohecido, | |||
corona que fue de rey, | |||
cuando, en rubíes engastada | |||
y en piedras de gran valía, | |||
un monarca la ceñía | 820 | ||
cuya voluntad fue ley. | |||
¡Oh! Y esta sombra es su sombra; | |||
la sombra de aquel guerrero | |||
que al dar su aliento postrero | |||
pidió al Señor, al morir, | 825 | ||
la gracia de aparecerse | |||
al que traidor le vendiera, | |||
y hoy viene a su cabecera | |||
la atroz venganza a cumplir. | |||
¡Sí, ésta es la sombra angustiada | 830 | ||
del rey que, ingrato privado | |||
vendió herido y maniatado | |||
al de León, Santarén, | |||
a cambio de las caricias | |||
de una esposa noble y bella, | 835 | ||
tras cuya rápida huella | |||
queda una sombra también! [44] | |||
Y don Ramiro se espanta; | |||
y en su dolor inhumano, | |||
quiere apartar con la mano | 840 | ||
aquel fantasma de sí; | |||
pero, inútil su porfía | |||
y estériles sus antojos, | |||
adonde vuelve los ojos | |||
la sombra se encuentra allí... | 845 | ||
Y ya en su lenta agonía, | |||
rabioso, desesperado, | |||
va a gritar desalentado | |||
en demanda de favor, | |||
cuando siente con fiereza | 850 | ||
comprimida su garganta | |||
y un acento que le espanta | |||
y le llena de terror. | |||
Súbito entonces sus ojos | |||
miraron desvanecerse | 855 | ||
las visiones y perderse | |||
de su lecho en el dosel, | |||
como fugaz pesadilla | |||
de desolada quimera, | |||
tras de la cual nos espera | 860 | ||
una verdad más cruel... | |||
Y es que el plazo ha terminado, | |||
y al terminar su jornada, | |||
don Pedro Fuentencalada | |||
en Milmanda se encontró, | 865 | ||
y tras una breve lucha | |||
con las gentes del castillo, | |||
tintó en sangre su cuchillo | |||
por sus puertas penetró. | |||
Dejó en los patios su gente | 870 | ||
al amor de grata lumbre, [45] | |||
y mandó a la servidumbre | |||
del castillo aprisionar; | |||
y con grave y firme planta | |||
sin que nada le recele, | 875 | ||
llegó al fin adonde suele | |||
el de Acosta reposar. | |||
Rápido bajó el embozo | |||
del bien cumplido tabardo; | |||
se adelantó con pie tardo, | 880 | ||
y al noble altivo miró. | |||
Guardó silencio un instante | |||
y con voz enronquecida, | |||
así con el regicida | |||
estas palabras cambió: | 885 | ||
DON PEDRO | ¿Conocéisme, don Ramiro? | ||
DON RAMIRO | ¡No os conozco! | ||
DON PEDRO | ¡Cosa rara! | ||
A mí, en cambio, me bastara | |||
oír vuestra voz fatal, | |||
para teneros al punto | 890 | ||
por el ingrato valido | |||
del señor rey fenecido | |||
Alfonso de Portugal. | |||
DON RAMIRO | ¡Infierno! ¿Quién sois? [46] | ||
DON PEDRO | No es hora | ||
de revelároslo, acaso; | 895 | ||
antes, por ser muy del caso, | |||
una historia os narraré, | |||
para que brote el recuerdo | |||
más presto en vuestra memoria; | |||
es una historia esta historia | 900 | ||
que no olvidáis ni olvidé. | |||
Tras cuyas breves palabras | |||
calló don Pedro un momento | |||
y osado tomando asiento, | |||
en un cómodo sitial, | 905 | ||
comenzó de esta manera | |||
la narración que anunciara, | |||
mas no sin que antes cuidara | |||
de requerir su puñal. | |||
V |
|||
«Corren de mayo los postreros días | 910 | ||
y es una tarde de serenas auras; | |||
la fresca primavera en su apogeo | |||
de verde mirto y rosa engalanada, | |||
opulenta en sonrisas los vergeles, | |||
los bosques y las selvas visitaba. | 915 | ||
»Iba a cumplir el sol en Occidente | |||
su cotidiano exilio; con él marchan | |||
la luz y la armonía, sobre alfombras | |||
de nubes de carmín y de esmeralda. | |||
Regio proscripto, el paso detenía | 920 | ||
al columbrar las últimas montañas, [47] | |||
suspiró con las auras gemidoras, | |||
tendió al espacio la postrer mirada, | |||
y al ver la luna enseñorearse alegre | |||
sobre el cenit, donde moró su alcázar, | 925 | ||
agitó sus melenas fulgurantes, | |||
mandó un adiós a su perdida patria, | |||
y con rápido paso huyó iracundo | |||
allá en el mar a sumergir sus lágrimas... | |||
»Iluminan tan sólo el firmamento | 930 | ||
tibios rayos de luz amortiguada | |||
entre la débil sombra confundidos | |||
de una noche tranquila que avanzaba, | |||
cuando, por una senda que al viajero | |||
conduce a Badajoz, se destacaban | 935 | ||
negros bultos informes, movedizos, | |||
como de muchas gentes que cabalgan, | |||
ronco son de atambores y clarines | |||
que en ecos penetrantes se dilata, | |||
y el acerado brillo que producen | 940 | ||
yelmos, escudos, picas, cotas y hachas. | |||
»Eran gentes de guerra, a crudas lides | |||
y en cien y más combates adiestradas, | |||
gente ruda y salvaje cual las rocas | |||
que el padre Tajo con sus ondas, baña; | 945 | ||
eran los dignos hijos de Viriato | |||
que cuentan por victorias sus batallas | |||
y entre los que nacisteis, don Ramiro, | |||
como para negar sus prendas altas. | |||
Ávido de conquistas, don Alfonso, | 950 | ||
rey de los portugueses, caminaba | |||
sobre un caballo indómito, delante | |||
de sus guerreras huestes y bizarras. | |||
Caminaba sereno, denodado, | |||
esculpido el valor en la mirada, | 955 | ||
de ensanchar sus dominios codicioso | |||
tal vez acariciando la esperanza. [48] | |||
Vos erais su valido, y a su lado | |||
don Alfonso un lugar os dispensaba; | |||
que sin vuestro consejo y vuestra venia | 960 | ||
no excita al enemigo ni lo ataca. | |||
»Cesó el clarín; al rayo de la luna | |||
destacáronse ya, no muy lejanas, | |||
de Badajoz las torres, cuyos muros | |||
iban a ser testigos de una infamia. | 965 | ||
Acamparon las huestes, y entretanto | |||
que las perdidas fuerzas reparaban | |||
con un breve descanso, don Alfonso | |||
trazó, selló y os entregó una carta. | |||
«-Id -os dijo después-, id, don Ramiro, | 970 | ||
a saludar al rey de aquesa plaza, | |||
y decidle que un rey tan poderoso | |||
como el rey de León aquí le aguarda; | |||
decidle cómo vengo en son de guerra, | |||
de estos grandes dominios en demanda, | 975 | ||
y cómo están dispuestos mis soldados | |||
a morir por el triunfo de mi causa. | |||
En ese pergamino le encomiendo | |||
la razón que me asiste a esta jornada.- | |||
»Vos partisteis ligero como el rayo; | 980 | ||
quien viera vuestro gozo, no dudara | |||
que erais vos de este reto el responsable, | |||
trama por vos urdida y preparada. | |||
»Vacilando entre el miedo y la avaricia, | |||
llegasteis presto al castellano alcázar; | 985 | ||
hablasteis con el rey que, deferente, | |||
os hizo grande honor, y al leer la carta | |||
quizá su corazón latió violento, | |||
tal vez su hermosa frente se anublaba... | |||
»No es un temor cobarde, no es el miedo [49] | 990 | ||
a sostener la lid lo que le espanta: | |||
¡no hubo jamás cobardes en Castilla! | |||
Lo que al rey don Fernando le aterraba, | |||
era pedir al portugués un plazo | |||
para entablar la lucha provocada. | 995 | ||
»Mas ¿qué hacer, si sus tropas valerosas, | |||
sus fuertes caballeros y mesnadas | |||
derramaban su sangre en suelo extraño | |||
de la justicia y del honor en aras? | |||
»Y abrumado su reino por contiendas | 1000 | ||
y discordias civiles, amagada | |||
su corona y a guerra apercibido | |||
por las fuerzas que manda el de Navarra, | |||
¿cómo podrá luchar? ¿de qué manera | |||
probar esfuerzo ni reñir batalla?(1) | 1005 | ||
»¡Ay! A tales preguntas, don Fernando | |||
sobre el pecho la frente doblegaba | |||
y -¡Rendirme! ¡Oh, jamás!- en sordo acento | |||
sus balbucientes labios murmuraban... | |||
Vos comprendisteis bien cuánto sufría | 1010 | ||
su noble corazón, y vuestra audacia | |||
nunca pudiera ser tan oportuna | |||
como dándole al triste una esperanza | |||
en medio de inquietudes tan horribles, | |||
tantos crudos temores y asechanzas. | 1015 | ||
¡Y esa esperanza se la disteis, bella | |||
y halagadora, mas cobarde y falsa! | |||
»¿Vais haciendo memoria, don Ramiro, | |||
cuya es la voz que tan altiva os habla? [50] | |||
Mas dejad que prosiga; queda poco, | 1020 | ||
y es lo mejor del cuento lo que falta. | |||
»Entre las damas nobles de la corte | |||
de don Fernando de León, llevaba | |||
la palma en donosura y gentileza | |||
su hermana doña Elvira, de bastarda | 1025 | ||
cuna; mas para vos, sólo que fuese | |||
de progenie de reyes os bastaba. | |||
»Visteis a doña Elvira, y al fijaros | |||
en la lánguida luz de su mirada; | |||
al ver aquellos labios purpurinos, | 1030 | ||
gloria del caballero que la amaba | |||
(porque la amaba un hombre), vos sentisteis | |||
la codicia infernal dentro del alma, | |||
pasión la más innoble y más funesta | |||
de cuantas tejen la miseria humana. | 1035 | ||
»Cuando ya la codicia se apodera | |||
de nuestro corazón, como la llama | |||
de un incendio voraz, nada es bastante | |||
a vencerla, extinguirla ni amenguarla, | |||
y en vos esta codicia, de tal suerte, | 1040 | ||
con tanta rapidez se propagaba, | |||
que aquella misma noche decidisteis | |||
en doña Elvira, la infeliz, saciarla. | |||
»Meditado era el plan sin duda alguna | |||
que ibais a ejecutar para logralla; | 1045 | ||
de otro modo jamás conseguiríais | |||
del buen rey de León la fiel palabra | |||
de daros por esposa a doña Elvira, | |||
que allí en solemne voto os fue empeñada. | |||
»Mas ¿a qué proseguir? ¡Sólo al recuerdo | 1050 | ||
de aquella noche, maldecida, estalla | |||
mi corazón de cólera y quisiera [51] | |||
morir, por no penar al recordarla! | |||
Tres horas de secretas confidencias, | |||
llamado a engaño, os dispensó el monarca. | 1055 | ||
¡Tres horas de traición! ¡Ah, don Ramiro, | |||
que las paredes al traidor delatan!... | |||
»Y aquella misma noche en matrimonio | |||
la pobre doña Elvira os fue entregada; | |||
sus quejas, sus gemidos, sus protestas, | 1060 | ||
no fueron atendidas ni escuchadas. | |||
Tranquilo quedó el rey; vos complacido | |||
os alejasteis de la regia estancia, | |||
y a merced de las sombras, discurriendo | |||
por calles tortuosas, solitarias, | 1065 | ||
llegasteis a una casa y penetrasteis. | |||
Iba con vos la sin ventura dama | |||
llagado el corazón, pálido el rostro, | |||
anegados los parpados en lágrimas... | |||
»¡Oh! En aquella mansión aborrecida, | 1070 | ||
de la que restan hoy cenizas pardas, | |||
pues a cenizas convirtiola luego | |||
de un famoso ladrón la mano airada, | |||
fue vuestra doña Elvira; pero ¡nunca, | |||
nunca su amor fue vuestro! Allí encerrada | 1075 | ||
algún tiempo quedó, y allí ha sufrido, | |||
¡ah!, sabe Dios cuánto sufrió su alma. | |||
Era alta noche ya cuando salisteis | |||
de aquel negro recinto; caminabais | |||
pálido como un muerto, cabizbajo, | 1080 | ||
torvo, como una sombra condenada; | |||
un hombre os perseguía silencioso, | |||
y al veros alejar cortó distancia | |||
y de pronto os paró: -¿Quién sois?- dijisteis | |||
al verle frente a vos como una estatua; | 1085 | ||
pero mudo aquel hombre, sin oíros, | |||
con sonrisa satánica os miraba. [52] | |||
»-Fui noble -os dijo al fin-; fui caballero | |||
de hidalga cuna y condición hidalga; | |||
jamás con sangre de villana gente | 1090 | ||
regué la tierra ni manché mi espada, | |||
y por eso sin duda en este instante | |||
no la hundo hasta el pomo en tus entrañas. | |||
Fui caballero, sí; mas desde ahora | |||
no puedo serlo ya, porque me falta | 1095 | ||
mi numen protector, el ángel puro | |||
que por nobles veredas me guiaba. | |||
No puedo serlo ya, porque he perdido | |||
cuanto fuera mi orgullo y mi esperanza, | |||
cuanto diera valor a mis acciones | 1100 | ||
y altivos pensamientos me inspirara. | |||
¡Tú, lusitano vil, tú eres tan solo | |||
el que en la senda criminal me lanza, | |||
donde el recuerdo de mi bien perdido | |||
no vuelva más a conturbar mi alma! | 1105 | ||
¡Que el rayo de la cólera divina | |||
al castigar mi bárbara venganza | |||
abra también, inexorable y justo, | |||
en tu conciencia ruin, eterna llaga!- | |||
»Así os habló aquel hombre; sus pupilas | 1110 | ||
chispas de fuego del infierno exhalan | |||
al girar en la órbita, y su acento | |||
como una tempestad retumba y brama. | |||
-¡Perdón, perdón! -clamasteis al oírle-. | |||
¡Perdón!... -Y en tierra la rodilla hincada, | 1115 | ||
perdón mil veces con temor cobarde | |||
del hombre aquel, doliente demandabais. | |||
»Movido acaso a compasión, no quiso | |||
con vuestra sangre deshonrar su espada, | |||
y en pedazos quebrándola, arrojola | 1120 | ||
lejos de sí con iracunda saña. | |||
-Mientras fui noble -dijo- me serviste; | |||
hoy fueras para mí pesada carga; [53] | |||
y pues como hasta hoy no quiere el hado | |||
vayas pendiente de cintura honrada, | 1125 | ||
quédate a la ventura, espada mía, | |||
que a un bandolero su puñal le basta.- | |||
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . | |||
»Vos en tanto de hinojos, suplicante, | |||
no cesabais un punto en pedir gracia; | |||
gracia para una vida que iba a seros | 1130 | ||
con eternos dolores prolongada. | |||
¡Cuánto mejor os fuera, don Ramiro, | |||
morir entonces! ¡Oh, cuántas desgracias, | |||
y cuánta expiación, cuánto martirio, | |||
matándoos aquel hombre os evitara! | 1135 | ||
Mas no quiso arrancaros la existencia, | |||
que fuera poco cebo a su venganza. | |||
¡Era preciso que llegase un día | |||
en que vuestra conciencia despertara, | |||
y al mirar vuestros crímenes, quisierais | 1140 | ||
de vos mismo escapar, y no encontrarais | |||
asilo ni en la tierra ni en el cielo, | |||
ni allí ni aquí perdón a vuestras faltas, | |||
ni clemencia ante Dios ni ante los hombres, | |||
ni al pie del confesor ni al pie del ara! | 1145 | ||
-¡Miserable, no tiembles! Yo no tengo | |||
sed de sangre, traidora; vive, pasa | |||
los días que te restan entregado | |||
en brazos de esa virgen desgraciada | |||
a la que tanto amé. ¡Negra es tu estrella | 1150 | ||
cuando le inspiras a un bandido lástima! | |||
Mas oye, lusitano: si algún día | |||
esa hermosa mujer que me arrebatas | |||
llega a sentirse madre y no son monstruos | |||
los hijos que te dé, como de raza | 1155 | ||
lo heredarán por ti, yo, desde ahora, | |||
te exijo donación formal y clara, | |||
dentro del plazo fijo de quince años, | |||
de hembra o varón, el que primero nazca. [54] | |||
Varón, le haré maestro en el pillaje: | 1160 | ||
matará, robará por las comarcas, | |||
como yo robaré desesperado, | |||
y cuando mire la segur cercana | |||
y próximo mi fin, por toda herencia | |||
le haré depositario de mi fama. | 1165 | ||
Hembra, con ella partiré hermanado | |||
mis riquezas espléndidas robadas; | |||
presentes de magníficas preseas, | |||
diamantes y oro llevaré a sus plantas. | |||
Por ella, en las ermitas del contorno | 1170 | ||
desnudaré las Vírgenes sagradas, | |||
y sus fúlgidos mantos y diademas | |||
de rubíes, de amatistas y esmeraldas, | |||
adornarán sus hombros y sus sienes, | |||
para al verla tan célica, adorarla. | 1175 | ||
No más quiero de ti; jura cumplirme | |||
este postrer anhelo que afianza | |||
la vida que te doy. Y por que tengas | |||
una memoria mía mientras vayas | |||
la existencia arrastrando por la tierra, | 1180 | ||
escúchame otra vez. Cuando tú hablabas | |||
con el rey don Fernando, yo te oía | |||
a un tiempo mismo con placer y rabia. | |||
Sé que quieres matar a don Alfonso | |||
de Portugal, tu rey, cuya privanza | 1185 | ||
te concedió en mal hora; sé que luchas, | |||
empero, con temores que te espantan | |||
y te hacen vacilar; mas persevera | |||
en tu proyecto vil, no temas nada. | |||
De todo triunfarás; nadie en la tierra | 1190 | ||
quedará que conozca tus infamias; | |||
nadie podrá mofarte, ni tu crimen | |||
para eterno baldón echarte en cara. | |||
¡Mi cuchillo abrirá tremenda herida | |||
del que a tanto se atreva en la garganta, | 1195 | ||
y no hay vereda sobre el haz del mundo | |||
que para perseguirle no trillara! [55] | |||
Ve, pues, junto a tu rey, traidor valido; | |||
dile que Badajoz le espera en armas; | |||
y cuando por sus puertas victorioso | 1200 | ||
intente penetrar, yo haré que caiga | |||
al suelo con dolor, bañado en sangre. | |||
Corre, corre a su tienda de campaña | |||
antes que el alba luzca, y en su frente | |||
el ósculo de Judas ve y estampa... | 1205 | ||
»Y el bandido calló; vos le escuchasteis | |||
con agrado tal vez. Cuanto él hablara, | |||
si en el fondo era horrible, por lo menos | |||
vuestros viles instintos halagaba. | |||
Aquella misma noche, don Alfonso | 1210 | ||
penetró en Badajoz; su estrella aciaga | |||
lo quiso así, para que ejemplo fuera | |||
en su dolor a cándidos monarcas. | |||
»Y cuando sus banderas en los muros | |||
de Badajoz, la invicta, tremolaban; | 1215 | ||
cuando, ufano, entre músicas y vítores, | |||
al aposento real se encaminaba, | |||
súbito de su potro rodó en tierra. | |||
Una flecha, de lejos disparada, | |||
atravesó su muslo, y muerto acaso | 1220 | ||
creyéndole sus huestes, aterradas, | |||
¡Traición! ¡Traición!, clamaron. Cunde entonces | |||
por toda la ciudad grito de alarma, | |||
despiertan sus tranquilos habitantes, | |||
y al mirar en peligro sus moradas, | 1225 | ||
la santa paz en que hasta allí vivieran | |||
por extranjera furia amenazada, | |||
claman también: -¡Traición!- Y a sus acentos | |||
ruedan peñascos por el aire, saltan | |||
aceros por doquier, y suenan quejas | 1230 | ||
y se abren yelmos y se rompen lanzas... | |||
»Sangrienta fue la lucha, pero al cabo | |||
logró su triunfo el santo amor de patria, [56] | |||
sentimiento divino que engrandece | |||
el alma de los pueblos y les marca | 1235 | ||
en el eterno libro de la Historia | |||
un premio de inmortales alabanzas(2). | |||
»Prisionero en poder del castellano | |||
don Alfonso quedó. ¡Con cuántas lágrimas | |||
humedeció su lecho de dolores, | 1240 | ||
al conocer vuestra traición villana! | |||
Su noble vencedor, siempre a su lado, | |||
con palabras de amor le consolaba; | |||
pero ni sus palabras ni consuelos | |||
eran bastantes a curar la llaga | 1245 | ||
que abrió en su pecho la perfidia horrible | |||
del ingrato valido a quien amara. | |||
No eran bastantes, no; sólo la muerte | |||
por término a sus males esperaba, | |||
porque sólo en la muerte está el remedio | 1250 | ||
para quien tiene traspasada el alma. | |||
»Mas antes de morir, a don Fernando | |||
rogó con grande afán que os perdonara, | |||
y proscripto os lanzase de su reino, | |||
por única expiación a vuestra infamia. | 1255 | ||
Ambos reyes en ello convinieron, | |||
y errante, sin reposo, hogar ni patria, | |||
con la desventurada doña Elvira | |||
llegasteis a estas rocas solitarias, | |||
donde os abandonó, por ir en busca | 1260 | ||
del premio que los mártires alcanzan... | |||
»¡Ay! ¡Pobre doña Elvira! Tú has sufrido | |||
como jamás sufrió criatura humana; [57] | |||
mas si llevaste al cielo la memoria | |||
de tu primer amante, aquellas gratas | 1265 | ||
horas de dulces besos e inocentes | |||
tiernos halagos y caricias castas; | |||
si no pudo la muerte en el olvido | |||
hundir tantos recuerdos, y a la santa | |||
mansión de los querubes, donde moras, | 1270 | ||
llega el eco mortal de mi plegaria, | |||
¡perdona, doña Elvira, al que tu nombre | |||
quiso borrar con sangre de su alma; | |||
al que te vio perdida, y en el crimen | |||
creyó encontrar consuelo a su desgracia! | 1275 | ||
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . | |||
»A poco tiempo de esto, don Alfonso | |||
dejaba de existir. Cuando expiraba, | |||
rogó al Señor le concediese un plazo | |||
para venir a veros a Milmanda, | |||
en espíritu o cuerpo, y de este modo | 1280 | ||
hacer que conocieseis vuestras faltas | |||
y alcanzar para vos misericordia | |||
en la región de la divina gracia. | |||
»En tanto el bandolero, deplorando | |||
la ruindad de las flechas de su aljaba, | 1285 | ||
fugitivo por ásperas veredas, | |||
ora salvando valles o montañas, | |||
huía de la luz y de las gentes | |||
que a gritos su cabeza pregonaban. | |||
»Cansado estaba ya de esta existencia, | 1290 | ||
cuando plugo a su suerte que encontrara | |||
una tarde de enero once truhanes | |||
de mala vida y pérfidas entrañas; | |||
trabó con ellos amistad profunda; | |||
si tímido al principio se mostrara, | 1295 | ||
hizo temerse pronto, y desde entonces | |||
todos a sus mandatos se inclinaban. [58] | |||
»Capitán de gavilla, vio quince años | |||
de su vida pasar, con la esperanza | |||
de visitaros hoy... y hoy, don Ramiro, | 1300 | ||
que ya aquel plazo de expirar acaba, | |||
viene a exigir de vos, dispuesto a todo, | |||
el cumplimiento fiel de una palabra... | |||
¡Señor de Santarén! Aquel bandido, | |||
de vos tan sólo una respuesta aguarda...» | 1305 | ||
VI |
|||
Dijo don Pedro, y alzando | |||
altivo la osada frente, | |||
su pupila irreverente | |||
en don Ramiro clavó; | |||
y al resplandor que una lámpara | 1310 | ||
por todo el ámbito vierte, | |||
la palidez de la muerte | |||
en su semblante miró. | |||
Amarillentos los labios, | |||
sarcásticos, contraídos, | 1315 | ||
los ojos entumecidos | |||
con vidriosa brillantez | |||
como cuévanos las sienes, | |||
la pestaña entrecerrada, | |||
la mejilla descarnada, | 1320 | ||
descolorida la tez... | |||
Con afán y sobresalto | |||
don Pedro llegó hasta el lecho | |||
y una mano sobre el pecho | |||
de don Ramiro posó; | 1325 | ||
mas al ver que ya no late | |||
su corazón frío y yerto, [59] | |||
dijo: -¡Desdichado, ha muerto! | |||
¡Su conciencia le mató! | |||
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . | |||
¡La Conciencia! ¡Y hay quien duda | 1330 | ||
de la existencia del alma, | |||
morando ese quid divinum | |||
en nuestro mísero ser! | |||
¿Por qué el criminal entonces | |||
vive sin paz y sin calma | 1335 | ||
y le atormenta el recuerdo | |||
de sus víctimas de ayer? | |||
¿Por qué ha de sentir el hombre, | |||
si en él, como en una roca, | |||
no deja impresión alguna | 1340 | ||
la brisa ni el huracán? | |||
¿Qué fuerza del mal le aleja? | |||
¿Qué fuerza al bien le provoca | |||
y a la perfección le impele | |||
con inextinguible afán? | 1345 | ||
¡Tú sólo, Conciencia, azote | |||
del reo, del justo palma, | |||
estrella polar del alma | |||
que eterna gira hacia ti! | |||
¡Tú sólo! Y cuando te niega | 1350 | ||
el humano entendimiento, | |||
tú, con un remordimiento | |||
le respondes: ¡Heme aquí! | |||
Confuso quedó don Pedro | |||
junto al lecho mortuorio, | 1355 | ||
el pensamiento sumido | |||
en honda meditación, | |||
admirando de la vida | |||
lo fugaz y transitorio | |||
y sintiendo en su conciencia | 1360 | ||
un dulce afán de perdón. [60] | |||
Entonces vio deslizarse | |||
toda su vida pasada | |||
en el crimen malgastada, | |||
carcomida de pesar, | 1365 | ||
y anhelaba una existencia | |||
para el resto de sus días | |||
de esas santas alegrías | |||
que suele el amor brindar. | |||
Y paraba la memoria | 1370 | ||
en su doña Elvira amada, | |||
dirigiendo una mirada | |||
al cielo, que a buscar fue; | |||
pero un imán poderoso | |||
que a su pupila se aferra, | 1375 | ||
lo hace mirar a la tierra | |||
con más ahínco y más fe. | |||
Y es que doña Dulce llora | |||
su orfandad y desconsuelo | |||
sobre el helado cadáver | 1380 | ||
del que su padre llamó. | |||
-¡Padre, padre mío! -exclama; | |||
¡Me dejas sola en el suelo! | |||
¿Me dejas sola, mi padre, | |||
y no he de morirme yo?- | 1385 | ||
¡Pobre niña, condenada | |||
antes ya de que nacieras | |||
a vivir sacrificada | |||
de una traición al poder, | |||
de tu pena a la amargura | 1390 | ||
paz ni alivio en vano esperas! | |||
¡Ni consuelo, ni ventura | |||
ni descanso has de tener! | |||
Llora, doña Dulce bella; | |||
llora, doña Dulce, llora, [61] | 1395 | ||
porque don Pedro te adora | |||
desde que tu faz miró... | |||
¡Triste herencia de tu madre, | |||
su hermosura fue tu ornato, | |||
y él que vio en ti su retrato | 1400 | ||
como a tu madre te amó! |