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ArribaAbajoA Mariana

Canción




       Limpia es la noche y callada,
La luna en el cenit brilla,
Como lámpara colgada
En recóndita capilla.
La brisa errante y serena,
   Mansa suena
Meciendo árbol, hierba y flor,
Y el mundo, en descuido inerme,
Goza o duerme
Sus pesares o su amor.
Yo, constante en mi porfía,
Paso la noche sombría
Suspirando a tu ventana,
   ¡Mariana mía!
Mas si han de expirar mis quejas
   En tus rejas,
No me las abras, Mariana,
   Noche ni día.

   ¡Porque me es tan delicioso
Saber cuándo al fin te roba
Al necio mundo curioso
La oscuridad de tu alcoba!.....
¡Tan grato espiar atento
   El momento
En que tu luz expiró,
Por poder decir ufano:
   Ora, ¿qué vano
Favorito es como yo?
Me es tan dulce en mi agonía
Saber que en la noche umbría
Suspiro yo a tu ventana,
   ¡Mariana mía!.....
Mas si han de expirar mis quejas
   En tus rejas,
¡Oh, no me la abras, Mariana,
   Noche ni día!

   Yo bien pudiera mentirte
Palacios, buques, caballos;
En luengas tierras decirte
Que me respetan vasallos;
Porque de tierras ignotas
   Y remotas,
Fuera muy fácil mentir;
Mas decirte, aunque quisiera,
   No supiera
Si me lo hubieras de oír,
Sino que en tenaz porfía
Paso la noche sombría
Suspirando a tu ventana,
   ¡Mariana mía!
Mas si han de expirar mis quejas
   En tus rejas,
No me las abras, Mariana,
   Noche ni día.

   Yo no soy más que un poeta
Sin otro bien que mi lira,
Un alma al amor sujeta
Y un corazón que suspira;
Y aunque es verdad que hay algunos
   Importunos
Que me aplauden mi canción,
Yo nunca he de hacerles caso,
   Porque acaso
Hablillas del vulgo son.
Yo paso cantando el día,
Pero la noche sombría
Paso al pie de tu ventana,
   ¡Mariana mía!
Mas si han de expirar mis quejas
   En tus rejas,
No me las abras, Mariana,
   Noche ni día,

   Cuando en tus cándidos sueños
Oír tal te vez parece
De compases halagüeños
El son que se desvanece,
No son los tenues lamentos
   De los vientos,
Que murmuran al pasar;
No es el ruido de la fuente
   Transparente,,
Sino el son de mi cantar.
Porque siempre en mi porfía,
Paso la noche sombría
Suspirando a tu ventana,
¡Mariana mía!
Mas si han de expirar mis quejas
   En tus rejas,
No me las abras, Mariana,
   Noche ni día.

   ¿Oyes la lluvia que cae,
Y el aura en sus hilos roto,
Que una voz triste te trae
Mientras tus vidrios azota?
No es la voz de la tormenta
   Turbulenta
Que muge con el turbión;
Es el arpa que yo toco
   Cuando evoco

Tu sueño con mi canción,
Porque siempre en mi porfía,
Yo velo en la noche umbría
Suspirando a tu ventana
   ¡Mariana mía!
Mas si han de expirar mis quejas
   En tus rejas,
No me las abras, Mariana,
   Noche ni día.

   Y si al fin de duelo tanto,
De tan amorosas cuitas,
Te cansa el son de mi canto
Y te cansan mis visitas;
Si tu sueño o tus placeres
   Ya no quieres
Que turbe importuno más,
Manda que rompa la lira
   Que suspira
Tan amoroso compás;
Mas si has de salir impía
A maldecir mi porfía
Cuando lloro a tu ventana,
   ¡Mariana mía!
Deja que estrelle mis quejas
   En tus rejas,
Y no las abras, Mariana,
   Noche ni día.




ArribaAbajoOriental


   No pude selle mudable
A aquella cuyo nascí.


Rom. gral.                





I

       Escucha, hermosa cristiana,
   Mis amores,
No se estrellen mis dolores
En los vidrios de colores
De tu gótica ventana.

   Años ha, bella señora,
Que tu vista encantadora,
   Apetecida
De Córdoba en los jardines
Matóme por darme vida.
Y en tanto que te acataban
Y tus favores gozaban
   Mil paladines,
Azarque, en inútil queja,
Tus esquiveces plañía
Llorando al pie de tu reja.

   Escucha, hermosa cristiana,
   Mis amores,
No se estrellen mis dolores
En los vidrios de colores
De tu gótica ventana.

   ¡Ah! ¡Qué importa que al Profeta
En adoración secreta
   Yo bendiga,
Y adores tú al Nazareno,
Si en blanda coyunda amiga
Un solo amor nos uniera!
Cristiana más hechicera
   Que el ameno
Paraíso, no te cura,
De las palabras del Conde,
Que han de ser mi desventura.

   Escucha, hermosa cristiana,
   Mis amores,
Yo se estrellen mis dolores
En los vidrios de colores
De tu gótica ventana.


II

   Así de la luna al brillo
En tono blando y sencillo
Cantaba voz varonil,
Y del moro las querellas
Vertiendo lágrimas bellas
Oía dama gentil.

   Abrió a medias su ventana,
Que con flores engalana,
La dama, y así cantó:
Triste su cántico, apenas
Perdido entre las almenas
Un solo instante vagó.

   «Cristiana ¡oh moro! nací,
Y me matan con rigor
   ¡Ay de mí!
Mi religión y mi amor,
Y huyo a mi pesar de ti.
   Huye de aquí.»

   La voz se heló en su garganta,
Cayó y rompióse la lira,
Al moro extática mira,
Mas ya ni le ve ni canta.

   No canta, que en llanto amargo,
Sobre el pecho la cabeza,
Ahoga tanta terneza
Un amoroso letargo.

   «Por qué (dice desde el foso
El moro), bella cristiana,
Por qué me velas tirana
Ese rostro candoroso?»

   La cristiana amada, en tanto,
Miraba y no le veía,
Sólo en el muro se oía
Triste y angustiado llanto.

   Y viendo que no responde,
El moro, desesperado,
A llamar iba ya osado
En el castillo del Conde.


III

   Sobre alazán de Córdoba brioso,
Ceñido el cuerpo de la doble malla,
El Conde de Tendilla llega en tanto
   A su opulento alcázar.
   Por la penosa orilla del torrente
Se oye cuál crujen a compás sus armas,
A par que estrepitosas se derrumban
   Entre espumas las aguas.
   Llegó al castillo, y al tocar al puente,
Miró en el muro pálida a su hermana,
Y volviéndose al moro, amenazóle
   Con la robusta lanza.
   «¡Infiel al fin! Ya yo me lo sabía»,
Dijo el Conde entre sí, lleno de rabia;
Y alzó la voz después: «Mahometano,
   ¿Son éstas tus palabras?
   Si ya no eres cristiano, tu rodela
Y ese corcel apresta que descansa.
Tú lo juraste, moro, que conmigo
   Serías en batalla.»
   «¿Por qué el Conde cristiano me acomete,
Si amor quitó la libertad al alma?
«Tú lo juraste, moro, que conmigo
   Serías en batalla.»
   «Yo cristiano no soy, repuso el moro,
Yo no soy sino amor para tu hermana;
Mas ¿qué importa mi fe, ni la fe suya,
   Si como yo me ama?»

   «No blasfemes, infiel; si en tu creencia
Tornaras a mirar estas murallas.....
Tú lo juraste, moro, que conmigo
   Serías en batalla.»


IV

   Marchó el Conde de Tend
Y del torrente en la orilla
   Aguardó.
¿Qué hace el moro, que injuriado
En la muralla apoyado
   Se quedó?
¿Por qué el Conde le provoca
Con voz que al honor le toca
   Y con furor,
Y el moro sombrío, en tanto,
Mostrando está con su llanto
   Su dolor?
Errante su mirar vaga,
Y almete, rodela y daga
Lejos de él
Con ira arrojó demente,
Y así habló con voz doliente
   El infiel:
«Adiós, hurí seductora,
Rosa de pensil cristiano;
Pues que por suerte traidora
   Te pierdo agora,
Muere con tu Dios cristiano,
Yo moriré en mi fe mora.»
Y hacia el Conde, que le espera,
Rápida y firme carrera
   Dirigió,
Y allá en el agua espumosa
La caída estrepitosa
   Resonó.


V

   Mientras la bella cristiana
En su gótica ventana
Exhala un ¡ay! de pavor,
Del agua allá en lo profundo
Lanza el moro en este mundo
El postrer ¡ay! de su amor.




ArribaAbajoA María

Plegaria




       Aparta de tus ojos la nube perfumada
Que el resplandor nos vela que tu semblante da,
Y tiéndenos, María, tu maternal mirada,
Donde la paz, la vida y el Paraíso está.

   Tú, bálsamo de mirra; tú, cáliz de pureza:
Tú, flor del Paraíso y de los astros luz,
Escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
Por la divina sangre del que murió en la Cruz.

   Tú eres ¡oh María! un faro de esperanza
Que brilla de la vida junto al revuelto mar,
Y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
El náufrago que anhela en el Edén tocar.

   Impela ¡oh Madre augusta! tu soplo soberano
La destrozada vela de mi infeliz batel;
Enséñale su rumbo con compasiva mano,
No dejes que se pierda mi corazón en él.




ArribaAbajoPoco me importa

Canción




       Me dicen que medio mundo
Riñe con el otro medio,
Y aunque en verdad me confundo
Viéndolo así, ¿qué remedio?
Caprichos con que se nace;
Cada cual como más quiere
   Vive y muere,
Y aunque algo extraño se me hace
Viendo la vida tan corta,
   Poco me importa.

   Yo sé un elixir magnífico
Contra duelos tan extraños,
Y son con tal específico
Horas de placer mis años.
Para mí no hay amarguras,
Ni pesares ni disgustos
   Me dan sustos,
Y aunque diz que surco a obscuras
El mar de esta vida corta,
   Poco me importa.

   Sin opulencias me paso,
Ni ambiciono honras ni oro,
Ni del poder hago caso;
Si no soy feliz, no lloro.
Conmigo mismo me basto,
Y con lo poco que tengo
   Bien me avengo;
Y aunque cuanto tengo gasto,
Siendo la vida tan corta,
   Poco me importa.

   Si leyes a nadie doy,
Nadie a mí leyes me da;
Donde no gozo no voy,
Donde estoy mi patria está.
No me acosa odio ni envidia,
Y aunque en todos los lugares
   Hay pesares,
Si algún pesar me fastidia
Y amarga esta vida corta,
   Poco me importa.

   Un puro y una botella
Durante mi esplín consumo,
Y cuando acabo con ella,
Cigarro y pesar son huma.
Los vapores de los dos
El cerebro me revuelven,
   Y me vuelven
Tan feliz, que ¡vive Dios!
Esta vida, larga o corta,
   Poco me importa.

   Celestes apariciones
Gozan entonces mis ojos,
Y dichosas ilusiones
Satisfacen mis antojos.
En las vagas espirales
Fermentan del humo vano
   De mi habano
Visiones tan celestiales,
Que una vida larga o corta
   Poco me importa.

   Y ¿en qué entonces me aventaja
Ningún sultán con su opio?
Si a su alma el Edén se baja,
A mí me pasa lo propio.
A él le exalta la cabeza
Su ámbar, su pipa y su vaso;
   No hace caso
De sí mismo en su pereza,
Y una vida larga o corta
   Poco le importa.

   Y a mí el licor jerezano,
Del puro entre el humo azul,
Me hace igual al soberano
De la soberbia Stambul.
Y en el insomnio dichoso
De la embriaguez le tuteo,
   Y me creo
Otro sultán poderoso,
Y como a él, la vida corta
   Poco me importa.

   ¿Qué diablos va de él a mí?
Llévanle al harén eunucos
A que la desuelle allí
Velado por mamelucos,
Y a mí me arrastra a mi lecho
Una mujer cariñosa,
   Que afanosa
Se desvela en mi provecho,
Con quien la vida, por corta,
   Poco me importa.

   Él enamora a una esclava
Que hacia él sólo miedo abriga,
Y a mí de aplomarme acaba
Dulce beso de mi amiga;
A él las caricias le roba
Su esclava durante el sueño,
   Y mi dueño
Me vela en mi misma alcoba,
Porque mi vida, aunque corta,
   Mucho le importa.

   A él le hace el opio tal vez
Soñar con alguna hurí,
Y ver me hace una el Jerez
En cada mujer a mí;
Él reina en Constantinopla,
Y yo, mísero coplero,
   Cuando quiero
De él me río en una copla,
Y de su rabia, si aborta,
   Poco me importa.

   Y a él, opio excesivo acaso,
Le hace ponzoña mortal
De su café, y le abre paso
A su sepulcro imperial,
Mientras yo, libre de afán,
Despierto al placer mañana
   Con más gana,
Y aunque reviente el sultán
Y deje a la Europa absorta,
   Poco me importa.




ArribaAbajoHimno

a S. M. la Reina Doña Isabel II, en sus días.


(Música del Maestro Iradier)


 

CORO

 

       El sol abre su oriente
Detrás de tu dosel,
Y ve la hispana gente
Su sol en ti, Isabel.
 

ESTROFA 1.ª

 

   En pos de largos años de belicoso duelo
Tu cándida sonrisa nos vienes a mostrar
Cual muestra sus colores el iris en el cielo,
Cual sus rosadas luces el alba sobre el mar.
 

CORO

 

El sol, ete.
 

ESTROFA 2.ª

 

   Tú, estrella de esperanza en nuestras sombras eres,
Tú, de mejores días apetecido sol,
Tú, el ángel que nos brinda la paz y los placeres,
Tú, escudo a cuyo amparo se acoge el español.
 

CORO

 

    El sol, ete.
 

ESTROFA 3.ª

 

   Por ti nos olvidamos de la feroz pelea
De las sangrientas horas del tiempo que pasé,
Por ti tranquilo y solo nuestro pendón ondea,
Que ayer en dos jirones contrarios tremoló.
 

CORO

 

   El sol etc.
 

ESTROFA 4.ª

 

   Por él, de hoy más, osados con fe pelearemos,
De hoy más, al campo unidos iremos detrás de él;
Bajo él, como españoles, con honra moriremos,
Los nombres invocando de España y de Isabel.
 

CORO

 

   El sol abre su oriente
Detrás de tu dosel,
Y ve la hispana gente
Su sol en ti, Isabel.




ArribaAbajoA D. Wenceslao Ayguals de Izco

Epístola


(En verso prosaico)




       Tienes ¡oh Wenceslao! cosas diábolicas,
Ocurrencias fatales, como tuyas;
Y desdichas ¡ay Dios! tan hipérbolicas
   Traen para mí, que aunque de oírlas huyas
Te las voy a encajar, porque a mi antigua
Y cerril libertad me restituyas.
   ¿Dónde habrá ¡oh caro Izco! más ambigua
Situación que esta ruin en que me pones,
A los trabajos de Hércules contigua?
   ¿Escribir en La Risa me propones
Y hacer reír? ¡A mí, que siempre he sido
El cantor de la sangre y las visiones!
   ¡A mí que en todas partes me han tenido
Por el búho más negro y melancólico
Que del furor romántico ha nacido!
   ¡A mí, cuyo estro bárbaro y diabólico
Espanta al sano público en la escena
Con obras que espeluznan a un católico!
   ¿Yo hacer reír? ¡Pues la aprensión es buena!
Con que te firme yo tu semanario
No queda al punto un suscriptor, y truena.
   Mira lo que haces, Izco temerario,
Mira que te lo ruego por los cielos;
Ve tu empresa con ojos de empresario.
   Porque si yo, cumpliendo tus anhelos,
Tiendo por tu papel mi negra pluma,
Te has de tirar muy pronto de los pelos.
   Alíviame este peso que me abruma
Renunciando a mis versos montaraces,
Que es lo que a entrambos nos conviene en suma.
   Mas... áspero mohín veo que me haces
Esto leyendo... ¿En tu opinión te cierras?
No me resisto más, tengamos paces.
   Escribiré en La Risa, pues te aferras
En ello, Ayguals; mas sobre ti los daños,
Que mis jovialidades desentierras.
   Horrendas cosas escribí en cinco años;
Más nueva luz en mí desde hoy sintiendo,
De mano voy a dar a mis engaños.
    Voy a reírme yo, reír haciendo
Al que no haga llorar, ridiculeces
Del mundo en que vivimos descubriendo.
   Voy a hacerte reír, pero tus preces
Dirige al cielo, Ayguals, porque te juro
Que te voy a mostrar las desnudeces
   De la verdad, en castellano puro;
No correcto tal vez, pero tan claro,
Que ha de entenderlo el montañés más duro.
   Y aqueste empeño para hacer más raro,
Por mí voy a empezar, ante tus ojos
Mostrándome cual soy bien sin reparo.
   Perdona si tal vez te causa enojos
Mi ruin y flaca aparición barbuda;
Resultado es no más de tus antojos.
   Contempla, pues, mi humanidad desnuda,
Y piensa que cual yo te me presento
Voy a poner a los demás sin duda.
   Yo soy un hombrecillo macilento,
De talla escasa, y tan estrecho y magro,
Que corto andando, como naipe, el viento.
   Y protegido suyo me consagro,
Pues son de delgadez y sutileza
Ambas a dos, mis piernas un milagro.
   Sobre ellas van mi cuerpo y mi cabeza,
Como el diamante, al aire; y abundosa,
Pelos me prodigó Naturaleza,
   De tal modo, que en siesta calurosa
Mis melenas y barbas extendidas
A mi persona dan sombra anchurosa.
   Mi cara es como muchas que perdidas
Entre la turba de las otras caras,
Se pasean sin ser apercibidas.
   Mofadora expresión si la reparas
Muestra a veces, las más, indiferencia,
Y otras melancolía, aunque muy raras.
   Cual soy me tienes, pues, en tu presencia
Visto por fuera, Wenceslao amigo;
Pero visto por dentro hay diferencia.
   Que aunque soy en verdad, como te digo,
De hombre en el exterior menudo cacho,
Alma más rara bajo de él abrigo.
   Serio a veces, a veces vivaracho,
Tengo a veces arranques tan exóticos,
Que rayan en tontunas de muchacho.
   Y otras veces los tengo tan despóticos,
Que atropello razones y exigencias
Por cumplir mis caprichos estrámboticos.
   Poco alcanzo en las artes y en las ciencias,
Y eso que allá los padres Jesuitas
Me avivaron un tanto las potencias.
   Mas yo, dificultades infinitas
En las ciencias hallando, echéme en brazos
De las Musas. Mujeres y bonitas
   Ellas, muchacho yo, caí en sus lazos;
Y a fe que sus cariños me valieron
Inútiles, mas sendos sermonazos.
   Tantos fueron, que al fin me condujeron
A oírlos con glacial indiferencia,
Y en mí esta indiferencia produjeron
Con que miro las cosas (y en conciencia,
Aunque cual gran calamidad la lloro,
No la puedo oponer gran resistencia).
   Alabo el bien y a la verdad imploro;
Mas despierto con otra ventolera,
Y el mal ensalzo y la mentira adoro.
   De esto viene el llamarme calavera;
Mas si un día en razón meterme debo,
¿Quién duda que lo haré como cualquiera?
   Obscura vida, por mi gusto, llevo;
Mas si llevarla del revés importa,
Lo hallo tan fácil cual comerme un huevo.

   La existencia no me es larga ni corta,
En paz la paso sin placer ni pena;
Como no tengo plan, nunca me aborta.
   Si una buena alma investigar serena
Quiere lo que yo soy, por mil caminos
Irá, y tal vez de la verdad ajena;
   Que (abreviando discursos peregrinos)
No sirve cuanto digo y cuanto hago
Para atar dos ochavos de cominos.
   Porque soy todo yo tan raro y vago,
Que ni nadie me entiende ni me entiendo.
Lo que hice ayer, mañana lo deshago;
   Dejo hoy tal vez lo que mañana emprendo,
Y así salen mis obras a mi antojó,
Aunque digas ¡oh Ayguals! «No lo comprendo.»
   Tal soy, como te he dicho, y algo flojo
Tal vez anduve: mi retrato es éste.
Si a firmar tu periódico me arrojo,
   Voy a ser más dañino que la peste;
Y he de sacarla pluma de mal año
Aunque tu misma enemistad me cueste.
   Y pues donde cortar no falta paño
En esta injerta sociedad de ahora,
Do el ridículo sólo no es extraño,
   Si me quieres así, sea en buen hora:
Reír me place, mas a costa ajena,
Que es más dulce reír cuando otro llora.
   Tú dirás que esta epístola no es buena,
Y que si ha de ser tal cuanto te escriba,
Renuncias mis artículos sin pena.
   Más aunque bien dirás, en esto estriba
La excelencia mayor de estos renglones,
Pues de justicia es ley distributiva
   Que si critico de otros las acciones,
Me exponga yo a su crítica primero,
Y les dé la razón de mis razones.
   Con esto, Ayguals, contestación espero
Recibir de tu puño, en versos fríos
Y ásperos como clavos; lo que infiero
   No de uno de mis muchos desvaríos,
Sino porque contestes dignamente
A versos tales como son los míos.
   Contesta, pues, y ríase la gente:
Que nos llamo La Risa sus apóstoles,
Y aunque nos diga el vulgo irreverente
Que esto es tocar el órgano de Móstoles.




ArribaAbajoA mi amigo Wenceslao Ayguals

Director de La risa.




       ¿Conque ni puertas ni rejas
De ti me pueden librar?
¡Maldito Ayguals, no me dejas
Un momento reposar!
Ya encanece mis guedejas
Lo que me haces cavilar,
Zumbándome las orejas
Con los ayes y las quejas
Que me envías sin cesar.

   Irrita, pues, escorpión,
Mi lengua de basilisco
Con uno y otro arañón,
Con uno y otro mordisco.
Duréceme el corazón
Hasta dejarle hecho un risco
Para el duelo y compasión;
Mas ¡ay, si rompe el turbión!
¡Ay, si te coge el pedrisco!

   Y ¿quién habrá que lo impida?
¿Quién ¡vive el cielo! me estorba
Darte una buena batida
Con esta péñola corva,
En tu propia hiel teñida!
Nadie... El coraje me encorva;
Y... óyeme, Ayguals, por tu vida,
Que con tu misma medida
Voy a templar mi tiorba.

   Y pues, luchador atlántico,
En composición esdrújula
Retas a mi estro romántico,
Ayguals, yo rompo mi brújula,
Y así te vuelvo tu cántico.

   Ya que persigues frenético,
Wenceslao, mi numen lírico,
Que rabia por lo patético,
Y para hacerme satírico
Me amenazas con lo de ético,
   Seguiré tu plan diabólico:
Desde hoy agrio, amargo y ácido,
Mi zumbido melancólico
Será son alegre y plácido
Aunque me cueste un buen cólico.
    ¿Temes que mis fuerzas bélicas
Cedan y me quede exánime?
Dudas tienes bien angélicas;
Verdades oye evangélicas,
Que contigo voy unánime.
    Quien no sea hoy un estólido,
Gran dosis de metafísico
Ha de llevar en su físico,
Que no es de moda lo sólido
Ya: lo elegante es lo tísico.
   Veme a mí: influencia mágica
Ejerzo en todo espectáculo;
Y el vulgo, al verme con báculo
Caminar, y con faz trágica,
Me tiene por un oráculo.
    Mas ¿a Bretón? ¡Santa Brígida!
Al ver su panza de ecónomo,
Lo darán horchata frígida,
Le pondrán a dieta rígida
Como al más fiero gastrónomo.
La magrura es un vehículo
Para hacer doctor en fárragos
Al ético más ridículo;
Para sabios es de artículo
Ser tan secos como espárragos.
   Tal es nuestro siglo: encárate
Con cualquier autor dramático;
No hablemos de Gil y Zárate,
Con Príncipe y yo compárate.....
¡Bah! Tú eres un buey Asiático!
   ¿Qué hermosa mira con ánimo
Vuestros contornos exóticos,
Si los destinos despóticos
Dan siempre a vientre magnánimo
Los gustos más estrambóticos?
    Y si a cuestión pantomímica
Lo reduces, ¿cuál más árida
De la de un gordo? La Química
A voces una cantárida
Recetará a vuestra mímica.
   Si a una mujer (¡Santa Mónica!)
En sitio público (¡cáscaras!)
Diriges seña lacónica,
Se quedará como en máscaras,
Tendrá por risa sardónica,
    Por amenaza satánica,
La seña amante y volcánica,
Y te tendrá por un tábano,
Que con torpeza mecánica
No quiere soltar el rábano.
    ¡Bah! Sé en lo gordo metódico,
y te jura tu vulpécula,
Que aun a precio menos módico,
Más de moda tu periódico
Ha de ser, per omnia sécula.

   El amén tú lo dirás,
Que de derecho te toca,
Pues fuera me le coloca
Tu metro de Barrabás.
   Y pues te devuelvo exactos
Tus esdrújulos malditos,
Ya ves, me cuesta tres pitos
El cumplir con nuestros pactos.
   Mas si en encomiar los gordos
Tú te me cierras fanático,
Pese a mi interés apático,
Nos habrán de oír los sordos.
   Porque, Ayguals, ni aquí ni en Flandes
Ha habido un gordo grande hombre,
Que a los gordos, no te asombre,
Les llama el vulgo hombres grandes.
   Tal es el siglo en que estamos,
Siglo montado al vapor:
Cuanto más peso, peor;
Conque los flacos ganamos.
   Y da gracias a que hoy
No me siento para el paso,
Que si no, os diera un repaso
Que hiciera ¡por San Eloy!
   Vuestra derrota patente;
Mas porque no eches a broma
Lo que voy diciendo, toma,
Con lo que sigue entretente.
   Sois un puro inconveniente
Vosotros los mofletudos;
Y haceros en la piel nudos
Fuera, a mi ver, muy prudente.
   Prescindamos del apodo
Preciso de un barrigón,
Aquello de San Antón,
Pero con el cerdo y todo;
   Prescindamos de que Utrilla
No sabe cómo ajustaros
Un chaleco sin ahogaros
O un pantalón con trabilla;
   De que él se desacredita,
Y con fatal desengaño
Ve que no lo queda paño
De vuestro frac o levita;
   Prescindamos de lo caros
Que sois y poco económicos,
Vamos a los lances cómicos
En que tenéis que encontraros.
   Pues señor: que eres feliz
Y que tu cara hermosura
Te recibe en noche oscura
Y os veis nariz con nariz:
   ¿Dónde os esconde una trampa
Del tutor atrabiliario?
En baúl, balcón o armario
Ni a pechugones se os zampa.
   No hay asilo que se os dé,
No hay hueco en que estáis holgados;
Si os cierran, morís ahogados,
Y si no os cierran, se os ve.
   ¿Y si vais de formación?
El fusil y fornituras
Os prensan las asaduras
Y sudáis el corazón.
   ¿Si vais a un duelo? ¡Qué azar!
Aunque el contrario sea manco,
Como oponéis tanto blanco,
Por fuerza os ha de tocar.
   Pues digo ¿si es a pistola
Y os toca el tiro segundo?
¡Bah! Despedíos del mundo
Y que carguen su arma sola.
   ¿De qué os valdrá la fatiga
Que empleéis en perfilaros?
La bala al fin ha de entraros
Por mitad de la barriga.
   Pues ¿si viajáis en carruaje?
Basta solamente veros
Para que los compañeros
Pronostiquen un mal viaje.
   Cualquier asiento es escaso
A vuestras asentaderas,
Y los puentes y escaleras
Rechinan a vuestro paso.
   Si os caéis, ¿quién os levanta?
Pues casados y dormidos
Os supongo: ¡qué ronquidosl
La pobre mujer se espanta.
   Y si coge al fin el sueño,
Sueña con un terremoto,
Y es que mugen como un choto
Las narices de su dueño.
   Pues ¿si hacéis el alma tierna?
¡Qué cariños tan brutales!
¡Como que son diez quintales
Cada brazo o cada pierna!

   Y paro aquí por lo grave
Del asunto, que si no,
Hasta dónde fuera yo
Dios solamente lo sabe.
   Por cuyas dos mil razones
Os llevamos gran ventaja
Los hombres como una paja
A los hombres barrigones.




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       «Misterios del alma son.»


Moreto                




       Pasad, fantasmas de la noche umbría,
De negros sueños multitud liviana,
Que columpiados en la niebla fría,
Fugitivos llamáis a mi ventana.

   Pasad y no llaméis. Dejadme al menos
Que en la nocturna soledad dormido,
Los lentos días de amargura llenos
Calme, y repose en momentáneo olvido.

   Pasad y no llaméis. La sombra oscura
Vuestro contorno sin color me vela;
Ni sé quién sois, ni vuestra faz impura
El más leve recuerdo me revela.

   Mil veces al oír vuestros gemidos
Mis ventanas abrí por consolaros,
Os busqué en las tinieblas, ¡y erais idos!...
¿A qué llamar si nunca he de encontraros?

   Id a turbar el sueño indiferente
Del que entre plumas sin afán reposa,
Del que la vida en su risueña mente
Ve placentera y celestial y hermosa.

   Y si venís con rostros halagüeños,
Mensajeros de rápidos placeres,
Avaras hallaréis de vuestros sueños
Por doquiera bellísimas mujeres.

   Llamad donde a la lumbre vacilante
De alguna tibia y oportuna estrella
Puedan al fin gozaros un instante,
Y ver un punto vuestra blanca huella.

   No a mí, que en vano por la sombra tiendo
Los turbios ojos, me invoquéis perdidos;
No a mí, que acudo, vuestra voz oyendo
Y al registrar la sombra, ya sois idos.

   No a mí, que presa de secretos males,
Tal vez la triste soledad me inspira
Tiernas endechas y amorosos vales
Que ensayo a solas en mi pobre lira.

   No a mí, que al son de vuestras vagas voces
Siento otra voz que me repito insana
Dentro del corazón esos veloces,
Ecos que murmuráis a mi ventana.

   ¡Ah! Yo os respondo y suspiráis pasando
Sin que baste a entender vuestro suspiro;
Os llamo a mí, y os alejáis volando,
Gemís si duermo, y os veláis si os miro.

   Si a vuestras tristes misteriosas quejas
Mis rejas abro y vuestro bien deseo,
Sólo a través de mis macizas rejas
Cruzar las nubes en silencio veo.

   ¡Oh de la noche incomprensibles ruidos!
Ayes que hervís en la tiniebla oscura....
¿Quién sois? ¿Dó vais? ¿De dónde sois venidos?
¿Qué voz ajena en vuestra voz murmura?

   ¿Sois el rumor del agitado viento,
Los ayes de las almas sin reposo,
o la voz del tenaz remordimiento,
Del descanso enemigo y envidioso?

   Quienquiera que seáis, almas o nieblas,
Pasad, y en vuestra confusión liviana
Seguid vuestro camino en las tinieblas
Y no llaméis jamás a mi ventana.

   Porque es triste ¡muy triste! un aposento
Donde a la luz de lámpara que expira
Se oye el crujir del tumultuoso viento
Que fuera en torno de las torres gira.

   Es triste, sí, muy triste y muy medroso,
Velar sobre un volumen carcomido,
La frente ardiendo, el alentar penoso,
Las llamaradas aumentando el ruido;

   Viendo las letras en las turbias hojas
A su dudosa vibración mezclarse,
Negras, azules, amarillas, rojas,
A la afanosa comprensión negarse.

   Y leer en vez de religiosas voces
de amorosa y métrica armonía,
Cifras que borran, cifras más veloces,
De sentido infernal, de raza impía.

   Pasad, fantasmas de la noche oscura,
Quienquiera que seáis, almas o nieblas;
Pasad, y en mis vigilias de amargura
No llaméis a mi reja en las tinieblas.

   No llaméis, que enemigo de la sombra,
Odia el cantor vuestra armonía vana;
Dejad al trovador a quien asombra
El oiros llamar a su ventana.

   ¡Pasad, sombras sin cuerpos, aires vanos,
Pobres de luz, de voz desconocida,
Esquivos a los ojos y las manos,
Extraños a la fe de nuestra vida!

   Pasad, y no turbéis de mi sosiego
La dulce calma o la nocturna vela:
No creo en vuestro ser; pasad os ruego,
Seguid al aire que os arrastra y vuela.

   ¿Pensáis que a esos aúllos y suspiros
Con que llenáis la oscuridad tranquila,
Como a silbos de brujas o vampiros
Mi amedrentado corazón vacila?

   ¿Pensáis ¡oh! que por miedo de escucharos,
Con voz pujante entonaré canciones,
Y al arpa acudiré para ahuyentaros
Con dulces trovas de amorosos sones?

   ¡Mentís, abortos de la sombra vana!
Yo sé bien que si fuerais más que viento,
Holgarais en montón en mi ventana
Al blando son de mi amoroso acento.

   Mentís, hijos del aire y de las nieblas,
Mentís: yo tengo sin cesar conmigo
Un talismán que alumbra las tinieblas
Del desdichado protector y amigo.

   Mirad cuál radia en mi tugurio estrecho
La limpia luz de la esperanza mía;
Mirad cuál vela en mi desierto lecho
Con su cariño maternal MARÍA.

   Todas las noches mi dolor la implora,
Y amiga de mi llanto solitario,
Todas las noches mis engaños llora
Con el raudal que reventó el Calvario.

   Pasad, remordimientos tentadores:
Ya sé quién gime mi falaz desvío,
Ya sé quién riega las marchitas flores
Con tierno llanto, del recuerdo mío.

   ¡Ya sé quién «hijo» en soledad me llama,
E «hijo» a su voz la soledad responde!.....
¡Ah! Cuanto más tras la ovejuela clama,
Más a sus quejas y a su afán se esconde.

   Tierna, amorosa, celestial MARÍA,
Rosa inmortal del Gólgota sangriento,
Faro infalible que mi rumbo guía
Entre la furia de la mar y el viento;

   Líbrame de esos ecos misteriosos
Que me atormentan en la sombra vana,
Aleja esos fantasmas vaporosos
Que vienen a llamar a mi ventana.

   ¡Y tú, perdida y bella,
Fugaz y última estrella
Que viertes a deshora
Delante de la aurora
Con perezosa huella
Dudoso resplandor!
¡Oh! ¡Tráeme la hermosura,
La calma y la frescura
Del alba transparente,
Que este tropel ahuyente
Con que la sombra oscura
Me cerca en derredor!

Ven, estrella matutina,
Y a tu blanca y argentina
Silenciosa aparición,
Huirá de mi ventana
Esa confusión liviana
Que despierta mi aflicción

   ¡Lámpara de consuelo
A cuya lumbre velo,
Que escuchas solitaria
Mi tímida plegaria,
Si acaso llega al cielo
Mi súplica mortal!
Tráeme la luz del día
Que calme la agonía
De esos remordimientos
Que bogan turbulentos
Sobre la niebla umbría
En ilusión fatal.

   Ven, estrella matutina,
Y tu blanca y argentina
Silenciosa aparición,
Ahuyente de mi ventana
Esa infernal caravana
Que huella mi corazón.

   Recuerdos son dañinos
Que cruzan peregrinos
El arenal desierto
Del corazón incierto,
Buscándole caminos
Que acaso no hay en él.
Que nunca ven tranquilo
Recóndito un asilo,
Y que jamás se amansan,
Y que jamás descansan,
Corrientes que hilo a hilo
Desbordan su nivel.

   Ven, estrella matutina,
Y a tu blanca y argentina
Luminosa aparición,
Huyan las sombras livianas
Que llaman a las ventanas
De mi triste corazón.

   Dejadme, negros sueños,
De aterradores ceños,
De fuerza irresistible,
Ya sé que es imposible
Vencer vuestros empeños.....
Ya vuestro nombre sé.
Dejadme que respire,
Que viva y que delire;
Pues mis errores lloro,
Dejadme, yo os imploro
¡Dejad que en paz suspire
Lo que insensato holló!

   Ven, estrella matutina,
Y a tu blanca y argentina
Silenciosa aparición,
Huyan las sombras livianas
Que llaman a las ventanas
De mi triste corazón.