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ArribaAbajoEl hipócrita

Comedia de Molière en cinco actos en verso


Traducida al castellano por D. José Marchena.

Madrid, MDCCCXI.

En la imprenta de Albán y Delcasse.

Impresores del ejército francés en España. Calle de carretas, núm. 31.


Advertencia

No se me esconde cuán apartado va de un autor un intérprete, por exacto, elegante y puro que éste sea; pero aquel que atienda a las muchas dificultades que la traducción de una comedia de Molière ofrece, todavía verá que es acreedor a elogio quien todas las haya superado. Est tamen hic quoque virtus. Yo no sé si lo he conseguido, pero sé, a lo menos, que esta versión no está escrita en lengua franca; idioma que tantos hablan en el día, y en que allá ellos se entienden. Declamen cuanto quieran en buen hora contra los que saben el castellano aquellos que no le han estudiado; yo confieso que me agrada más el estilo lírico de Rioja que el de Salanoba, y hallo más que imitar en los buenos trozos de La Bella malmaridada o en La Escolástica celosa de Lope que en lo más selecto y atildado del Hombre singular o Catalina primera. Nuestro traductores y muchos de nuestros autores no han venido a caer en cuenta de que como el latín se aprende en los autores latinos, ni más ni menos el castellano se aprende en los castellanos; verdad recóndita sin duda, que, si no les es dable empero alcanzar a ella, no errarán en admitirla como cierta, cuando no probada. Así, en vez de escribir contra los que leen nuestros autores clásicos, los estudiarán, y sabrán alguna de las lenguas de Europa.




Al excelentísimo señor Marqués de Almenara, Ministro de lo interior, etc., etc.

Excmo. Sr.:

La obra que a V. E. presento no es ofrenda de un subalterno a su superior; es, sí, testimonio de gratitud a muchas y señaladas mercedes por largo espacio de tiempo recibidas; y si confesarlas es parte de la paga, ¿no debía yo aprovecharme de la primera ocasión que de hacerlo auténticamente se me ofreciera? Los pocos que saben que el ilustre Casti, si gozó algún desahogo en los postreros instantes de su dilatada vida, lo debió a la munífica liberalidad de V. E., apreciarán el afecto que los sabios le merecen; pero yo, que sólo en cultivar las letras me parezco a este célebre poeta, y que no he dado a la luz pública escritos que igual nombradía me hayan granjeado, no podía alegar motivos iguales para los favores que de V. E. tengo recibidos.

El público escuchó tan benévolo la representación de esta comedia, y el traductor recibió tantos parabienes por el acierto con que dicen que logró trasladarla a nuestro idioma, que se ha persuadido, Excmo. Señor, a que esta versión podrá no ser indigna de salir bajo los auspicios de V. E., y así será ciertamente si los lectores confirman el voto de los espectadores.

Dígnese, pues, V. E. de admitir este obsequio, prueba, si no de mérito literario, de gratitud indeleble.

Madrid, 3 de Junio de 1811.

J. Marchena.



PERSONAJES
 

 
DOÑA TECLA,   madre de DON SIMPLICIO.
DON SIMPLICIO,   marido de DOÑA ELVIRA.
DOÑA ELVIRA,   mujer de DON SIMPLICIO.
DON ALEJANDRO,   hijo de DON SIMPLICIO.
DOÑA PEPITA,   hija de DON SIMPLICIO.
DON CARLOS,   amante de DOÑA PEPITA.
DON PABLO,   cuñado de DON SIMPLICIO.
DON FIDEL,   hipócrita.
JUANA,   criada de DOÑA PEPITA.
DON CELEDONIO,   escribano.
UN ALCALDE DE BARRIO.
FELIPA,   criada de DOÑA TECLA.
 

La escena es en Madrid, en casa de DON SIMPLICIO.

 


Acto I


Escena I

 

DOÑA TECLA, DOÑA ELVIRA, DOÑA PEPITA, DON PABLO, DON ALEJANDRO, JUANA y PEPITA.

 
DOÑA TECLA
Anda, Felipa, más vivo,
que me vea libre de ellos.
DOÑA ELVIRA
Tal paso lleva usted, madre,
que alcanzarla no podemos.
DOÑA TECLA
No te canses más, Elvira, 5
en seguirme; cumplimientos
ya sabes que no me gustan.
DOÑA ELVIRA
Señora, aquí sólo hacemos
lo que es nuestra obligación;
¿mas por qué con tal despecho 10
se va usted de nuestra casa?
DOÑA TECLA
Porque aguantar más no puedo
lo que en ella pasa; vaya;
esta casa es un infierno;
es un escándalo; nadie, 15
nadie sigue mis consejos;
sin respeto a los mayores,
cantando y hablando recio,
que parece una ginebra.
JUANA
Si...
DOÑA TECLA
Tú siempre andas metiendo
20
en todo tu cucharada,
mas que nunca venga a cuento;
eres muy entremetida,
y charlas por cuatro.
DON ALEJANDRO
Pero...
DOÑA TECLA
En una palabra, chico, 25
Tú no eres más que un tontuelo;
mírame, que soy tu abuela,
y te lo digo, y le tengo
pronosticado a tu padre
que tú has de ser con el tiempo 30
una mala cabecilla,
y darle mil sentimientos.
DOÑA PEPITA
Pero abuela...
DOÑA TECLA
Nietecita,
con los ojos en el suelo,
que parece que no quiebras 35
un plato; yo te prometo
que más temo el agua mansa
que la brava, y que te entiendo
tus maulas.
DOÑA ELVIRA
Madre, nosotros
DOÑA TECLA
Elvira, esto no va bueno, 40
tu conducta no me gusta;
tú debes darles ejemplo,
como hacía la difunta,
de economía, de arreglo.
Tú, siempre el vestido rico, 45
los moños, los embelecos.
La que a su marido quiere,
y no trata de cortejos,
no anda tan engalanada.
DON PABLO
Señora, usted...
DOÑA TECLA
Caballero,
50
como hermano de mi nuera
a usted estimo y respeto;
mas, si fuera su marido,
le suplicara al momento
que se plantara en la calle, 55
y no volviera aquí dentro.
Usted profesa unas máximas
que no agradan a los buenos;
¿qué quiere usted? Yo soy clara,
y digo aquello que siento. 60
DON ALEJANDRO
Sólo don Fidel le peta
a usted, y no sé...
DOÑA TECLA
Es muy cierto;
ese es un justo; ¡ojalá
que siguierais sus consejos
todos! Tú, como eres loco, 65
siempre le andas zahiriendo,
y a fe que me enfadas mucho.
DON ALEJANDRO
Pues cierto que fuera acuerdo
aguantar que un mogigato
hipocritón se haga dueño 70
de mi casa, y no podamos
gozar ningún pasatiempo
sin pedirle antes licencia.
JUANA
Vaya; y si nos atenemos
a sus palabras, no hay cosa 75
en que no se ofenda al cielo:
todo dice que es pecado.
DOÑA TECLA
Y dice muy bien el siervo
de Dios; para ir a la gloria
el camino es muy estrecho. 80
Mi hijo le respeta y quiere;
sigan ustedes su ejemplo.
DON ALEJANDRO
No, abuela, padre ni nadie
logrará que tenga afecto
a ese hombre yo, y mentiría 85
si dijera que le puedo
llevar en paciencia; en breve
tendremos un sentimiento,
si continúa el bribón
haciendo de amo aquí dentro. 90
JUANA
¿No es cosa que escandaliza
ver a un pobre pordiosero,
que, cuando se metió en casa,
estaba el maldito en cueros,
mandar, disponer de todo 95
como si fuera él el dueño?
DOÑA TECLA
Pesia a mí, mejor irían
las cosas por los consejos
de ese santo encaminadas.
JUANA
Usted cree que es muy bueno. 100
Pero yo, que le conozco,
digo que es un embustero,
gazmoño.
DOÑA TECLA
¡Lengua maldita!
JUANA
Ni su criado Lorenzo
ni el amo son de fiar. 105
DOÑA TECLA
El criado no me meto
en averiguar si es malo;
el amo sé que es muy bueno.
Ustedes le quieren mal
porque no se anda en rodeos 110
y reprehende sus vicios;
porque con un santo celo
defiende la ley de Dios,
y porque no es lisonjero
con el pecado.
JUANA
Está bien.
115
¿Pero por qué, hace algún tiempo,
que se pone dado al diablo
cuando viene alguien a vernos?
¿De una visita inocente
acaso se enoja el cielo? 120
Aquí para entre nosotros,
si va a decir lo que pienso,
él está de mi señora
enamorado y con celos.
DOÑA TECLA
Calla, calla, y mira bien 125
lo que hablas. El devaneo
de mi nuera, las visitas,
tanto lacayo y cochero
ahí plantado, tanto coche
a la puerta dan perpetuo 130
pábulo a murmuración
de las gentes; yo bien creo
que no hay ofensa de Dios,
pero el escándalo es cierto.
DON PABLO
A las lenguas maldicientes 135
¿quién puede poner silencio?
Bueno sería, señora,
que con los que más queremos
riñéramos por temor
de que murmuren los necios; 140
y ni aun así callarían.
Señora, no nos curemos
de lo que digan los tontos;
sigamos por el sendero
recto, y dejemos que el vulgo 145
hable cuanto quiera luego.
JUANA
¿Si será nuestra vecina
Alfonsa quien va diciendo
mal de nosotros? Bien puede,
porque siempre son aquellos 150
que tienen para callar
más motivos los primeros
que tiran, y con más furia,
la piedra al tejado ajeno.
La amistad más inocente 155
la convierten al momento
en mala, y van pregonando
los imaginados yerros
de los otros, que así esperan
encubrir los verdaderos 160
que ellos cometen, o acaso
disculpar sus desaciertos,
descargando en otros parte
del público vituperio
que se tienen granjeado. 165
DOÑA TECLA
Nada de eso viene a cuento.
Doña Ana, que es una santa,
que sólo piensa en el cielo,
habla mucho mal de ustedes,
y me lo han dicho sujetos 170
que la ven muy a menudo.
JUANA
¡Buena autoridad por cierto!
Verdad es que esa señora
sirve a Dios con mucho celo,
y que ha dejado del mundo 175
las pompas y devaneos,
pero ya el mundo le había
vuelto la espalda primero.
Con sus reverendas canas
mal se avienen los contentos 180
mundanales, y ella quiere
con mentidos embelecos
de virtud y santidad
disimularnos del tiempo
los estragos. Así son 185
tantos falsos beaterios.
Se acaba la mocedad
y con ella los cortejos.
Tristes y desamparadas,
¿Queda entonces otro medio 190
para no desesperarse
más que pensar en el cielo?
Afectando austeridad,
y con semblante severo,
las nuevas santas censuran 195
a las demás, reprendiendo
toda amistad inocente,
todo honesto pasatiempo,
no por caridad cristiana;
¿que es caridad? Ni por pienso; 200
por envidia solamente
de que otras gocen contentos
que ellas disfrutaron antes,
mas que para siempre huyeron
con la juventud.
DOÑA TECLA
Bien dicho.
205

  (A ELVIRA.)  

Elvira, estos son los cuentos
que te gustan; la criada
charlando siempre por ciento
y los demás calladitos;
pero al fin, yo también quiero 210
hablar a mi vez, y digo
que nunca pudo haber hecho
mi Simplicio mejor cosa
que traer a casa un sujeto
tan santo, y que aquí ha venido 215
por disposición del cielo
para llevarlos a ustedes
por el camino derecho
de salvación, y sacarlos
de pecado. Todos esos 220
bailes, festines, visitas,
comedias y otros festejos
son invenciones del diablo,
con que procura perdernos.
Jamás en ellos se escuchan 225
palabras santas, ni ejemplos
sacados de los sermones,
sino equívocos, requiebros,
y a veces murmuración
del prójimo; y del estruendo 230
de estas diversiones salen,
hasta los hombres más cuerdos,
atontadas las cabezas,
oyéndose en un momento
veinte mil habladurías. 235
Así dijo con acierto
un predicador muy grave,
que eran estos pasatiempos
la torre de Babilonia,
porque babean por ellos 240
los tontos y los bolonios;
y para seguir mi cuento,
el predicador...

 (A DON PABLO.) 

Parece
que el señor se está riendo;
vaya usted a buscar monos 245
que le diviertan...

 (A DOÑA ELVIRA.) 

No quiero
hablar más; adiós, Elvira;
di que me emplumen si vuelvo
a poner aquí los pies,
aunque se juntara el cielo 250
con la tierra...

 (Da una bofetada a FELIPA.) 

Anda, maldita:
¡Qué sorna y qué contoneo!
Yo te enseñaré a que mires
las musarañas, jumento;
vamos, anda, aguija, vivo. 255


Escena II

 

DON PABLO y JUANA.

 
DON PABLO
Vaya con Dios, que no quiero
acompañarla, no sea
que me diga otros denuestos.
Cuidado que la abuelita...
JUANA
Si se oyera llamar eso 260
bueno le pusiera, vaya,
a usted; dijera a lo menos
que para llamarla abuela
no es tan vieja.
DON PABLO
¡Qué mal genio
gasta, y qué pasión le tiene 265
a su don Fidel!
JUANA
Pues eso
es friolera comparado
con el loco devaneo
de su hijo. Jamás se ha visto
tal manía en hombre cuerdo. 270
En los pasados disturbios
se portó con mucho seso,
y se hizo estimar de todos,
sirviendo con mucho celo
al rey contra los rebeldes; 275
mas desde que aquí tenemos
a su amigo don Fidel,
el juïcio se le ha vuelto.
A madre, hijos y mujer,
y a sí propio quiere menos 280
que al hipocritón; de él solo
fía todos sus secretos;
no hace cosa que no sea
dictada por su consejo;
le llama hermano, le abraza 285
y le besa, como un tierno
amante hiciera a su dama;
en la mesa el primer puesto
le ha de ocupar don Fidel.
Se le cae la baba viendo 290
al puerco engullir por siete;
le hace el plato, y lo selecto
le aparta, y luego, si eructa,
le dice Dominus tecum.
En fin, loco está con él; 295
le mira como un perfecto
dechado; cita sus dichos
y sus obras por modelo
de virtud y santidad,
y por reliquias me temo 300
que ha de adorar sus vestidos.
Don Fidel, que le ve lelo,
y que quiere sacar baza,
le engaña con embelecos,
y aparentando virtud 305
le sonsaca su dinero.
Riñe cuanto hacemos todos;
hasta el bribón majadero
del mozo también le imita,
y hace de censor acerbo. 310
Ayer nos hizo el maldito
mil pedazos un pañuelo
de mi señora que halló
sobre un rosario, diciendo
que las pompas del demonio 315
era un pecado muy feo
el dejarlas en un sitio
donde están cosas del Cielo.


Escena III

 

DOÑA ELVIRA, DOÑA PEPITA, DON ALEJANDRO, DON PABLO y JUANA.

 
DOÑA ELVIRA

 (A DON PABLO.) 

Muy bien has hecho en quedarte,
que allá fuera de improperios 320
nos ha llenado. Mas voy
al instante a mi aposento
a aguardar a mi marido,
que ahí viene.
DON PABLO
Pues yo le espero
aquí para hablarle a solas 325
dos palabras y irme luego.


Escena IV

 

DON PABLO, DON ALEJANDRO y JUANA.

 
DON ALEJANDRO
Dígale usted por Dios, tío,
que acelere el casamiento
de mi hermana; yo no sé,
pero mucho me recelo 330
que don Fidel pone estorbos
a unión que tanto deseo.
Si Carlitos y mi hermana
se quieren, yo no estoy menos
prendado de la hermanita 335
de Carlos, y este himeneo...
JUANA
Allí viene mi señor.


Escena V

 

DON SIMPLICIO, DON PABLO y JUANA.

 
DON SIMPLICIO
Hermano, Dios te dé buenos
días.
DON PABLO
Con bien Él te traiga;
¿el campo estará algo seco? 340
DON SIMPLICIO
Juana... Permíteme, hermano,
que me informe en un momento
de lo que aquí haya ocurrido.

  (A JUANA.) 

¿No hay cosa alguna de nuevo
estos dos días que falto? 345
¿Está todo el mundo bueno?
JUANA
Antes de ayer mi señora
tuvo un calenturón recio
con una fuerte jaqueca,
y un vómito muy violento. 350
DON SIMPLICIO
¿Y don Fidel?
JUANA
¡Don Fidel!
Gordo, colorado y fresco;
reventando de salud.
DON SIMPLICIO
¡Pobrecito!
JUANA
Y a más de esto
una gran inapetencia, 355
que fue tal que no hubo medio
de hacerla tomar ni un caldo
para conciliar el sueño.
DON SIMPLICIO
¿Y don Fidel?
JUANA
Dando gracias,
porque se lo daba, al Cielo, 360
dos perdices estofadas
y una pierna de carnero
cenó con frutas y dulces.
DON SIMPLICIO
¡Pobrecito!
JUANA
El crecimiento
le duró la noche entera, 365
y no hizo más que dar vuelcos
en la cama, sin pegar
los ojos ni aun un momento,
tanto que hubo que velarla.
DON SIMPLICIO
¿Y don Fidel?
JUANA
En un sueño
370
se llevó toda la noche,
a pierna suelta durmiendo,
mientras los demás velaban.
DON SIMPLICIO
¡Pobrecito!
JUANA
Al fin le hicieron
dos sangrías, y con ellas 375
se encontró aliviada luego.
DON SIMPLICIO
¿Y don Fidel?
JUANA
Por cobrar
bríos contra el mal ajeno,
y recuperar la sangre
que perdió mi ama, su almuerzo 380
le hizo con medio jamón
y seis vasos de Burdeos.
DON SIMPLICIO
¡Pobrecito!
JUANA
Por fin ambos,
gracias a Dios, están buenos;
yo voy a decir al ama, 385
señor, con qué sentimiento
ha sabido usted su mal.


Escena VI

 

DON SIMPLICIO y DON PABLO.

 
DON PABLO
Ya ves cuál se está riendo
en tu presencia de ti,
y tiene razón; no quiero 390
enfadarte; mas ¿quién vio
tal locura en hombre cuerdo?
¿Te ha dado un hechizo acaso
don Fidel, que no contento
con traértele a tu casa, 395
y sacarle del extremo
de miseria en que se hallaba,
dejas por él todo, y luego?...
DON SIMPLICIO
Vete poco a poco, hermano;
no le conoces, por eso 400
hablas así.
DON PABLO
Norabuena;
no sé quién es, mas sospecho
lo que puede ser.
DON SIMPLICIO
Ah, Pablo,
¡qué rico tesoro tengo
en él! Si le conocieras 405
me lo dirías; ¡qué bueno,
qué virtuoso, qué santo!
Un hombre; vaya, no puedo
encarecértelo; un hombre...
Quien escucha sus consejos 410
siempre vive en paz profunda;
nada turba su sosiego,
y mira todo este mundo
como un puñado de estiércol.
Yo con su conversación 415
estoy hecho un hombre nuevo;
me he desprendido de todos
mis amigos y mis deudos.
Hijos, hermanos, mujer,
y madre, si en un momento 420
se murieran a mi vista,
no me importara ni un bledo.
DON PABLO
Son afectos muy humanos.
DON SIMPLICIO
¡Válgame Dios, cuando pienso
en cómo le conocí, 425
todavía me enternezco!
No faltaba ningún día
de la iglesia; muy modesto
se ponía de rodillas
junto a mí, mirando al suelo. 430
Rezaba con un fervor
tan ardiente el Padre nuestro,
que hasta en el coro se oían
sus gritos y sus lamentos,
y con mucha devoción 435
mil veces besaba el suelo.
Al salir siempre me daba
agua bendita en el hueco
de su mano; su criado,
que era imitador perfecto 440
de su devoción, me dijo
quién era muy por extenso,
y el estado de miseria
en que estaba; yo, sabiendo
su necesidad, le daba 445
limosna; mas él modesto
decía: la mitad sobra;
ah, señor, yo no merezco
tanta piedad; y si no
se lo tomaba iba luego 450
a repartirlo a los pobres
en mi presencia; con esto
me tocó el Cielo, le traje
a mi casa, y satisfecho
vivo con su compañía, 455
cual no podré encarecerlo.
Lo corrige y lo censura
todo, y seis veces más celos
tiene de mi mujer propia
que yo mismo (no exagero), 460
y me avisa si sospecha
que alguien le dice requiebros;
¡tanto le duele mi honor!
Pero su devoto celo
es ya tan escrupuloso, 465
que el defecto más ligero
en que incurra le parece
grave ofensa contra el Cielo.
Seis días ha le picó
una pulga estando haciendo 470
oración mental, y al punto
con mil lloros y lamentos
se acusó de que la había
muerto con mucho despecho.
DON PABLO
Sin duda te estás burlando, 475
o bien has perdido el seso;
¡vive Dios que tal locura!...
DON SIMPLICIO
Hermano, vamos con tiento,
que eso es hablar con muy poca
religión, y yo me temo 480
que has de tener que sentir,
y que el castigo del Cielo
te ha de coger algún día.
DON PABLO
Ese estribillo perpetuo
no se os cae de la boca; 485
porque vosotros sois ciegos
pensáis que somos impíos
todos cuantos claro vemos.
Quien desprecia a los gazmoños
y sus vanos embelecos, 490
se os figura que a las cosas
santas no tiene respeto.
Mas todos esos discursos
nunca me han metido miedo;
Dios que ve los corazones 495
bien sabe como yo pienso.
Yo no me dejo engañar
de esos viles embusteros
que afectan la devoción,
como otros fingen denuedo. 500
Así como los valientes
nunca se jactan de serlo,
tampoco afectan piedad
los devotos verdaderos.
Mas tú confundes, hermano, 505
al hipócrita embustero
con el amigo de Dios,
venerando al fariseo
cual debieras al apóstol.
Los que mienten santo celo 510
en vez de oro nos dan plomo,
y son unos monederos
falsos de la Religión,
que seducen a los necios
con sus fingidas virtudes 515
y con su lenguaje artero.
No, hermano, de la razón
la moderación es sello,
y sello característico,
como del vicio el exceso; 520
quien la exagera la estraga;
baste por ahora.
DON SIMPLICIO
Cierto:
como tú eres un doctor
de la Iglesia, un estupendo
teólogo, el Catón del mundo, 525
y somos locos y necios
los demás, escucharé
con humildad tus consejos,
y haré lo que tú me digas.
DON PABLO
No, hermano, yo no pretendo 530
ser doctor, ni saber más
que los otros, pero pienso
que sé distinguir el grano
de la paja, el oro terso
de la alquimia vil, y cuanto 535
a los justos reverencio,
execro la hipocresía;
y como no hay en el suelo
cosa más noble que el santo
celo y el fervor sincero, 540
tampoco la hay más odiosa,
ni más digna de desprecio
que la infame hipocresía,
que ese farisaico celo
de los torpes histrïones 545
de virtud, el sacrilegio
de su falsa devoción,
que cubriendo con el velo
de la Religión sagrada
la sentina de su pecho, 550
abusan del nombre santo
de Dios y compran a precio
de su mentida piedad
honras, cargos, y el respeto
del pueblo y de los magnates; 555
que aspirar fingen al Cielo
para granjear riquezas,
y que, anacoretas nuevos,
en los empleos más altos
predican el menosprecio 560
de las pompas mundanales,
y en palacio hablan del yermo;
la hiel en el corazón,
la miel en el labio; arteros,
implacables enemigos 565
de los hombres de talento,
que motejan como impíos,
y siempre el puñal blandiendo
de sus viperinas lenguas
asesinan los perversos 570
con capa de religión.
Pero la vista apartemos
de estos devotos del siglo,
que son sepulcros infectos
los que merecen el nombre 575
de justos, los que de ejemplo
ilustre pueden servirnos,
los que veneran los buenos
no ostentan esa bambolla
de religión y de celo; 580
a nadie acusan de impío;
ruegan a Dios que al sendero
recto traiga al pecador;
no corrigen con acerbos
dicterios a sus hermanos, 585
reprehenden nuestros yerros
con su virtud acendrada,
y no creen de ligero
las apariencias del vicio
en el prójimo; que el bueno 590
no piensa mal de los otros
fácilmente; los ajenos
pecados los compadecen;
tienen aborrecimiento
a la culpa y no al culpado, 595
sabiendo que agrada al Cielo
la humildad y la indulgencia
y que el justo no es soberbio,
este es el original
del cristiano verdadero, 600
y tu don Fidel en nada
se parece a tal modelo;
tú de buena fe le alabas,
pero en un falso concepto
le tienes, su hipocresía 605
con la virtud confundiendo.
DON SIMPLICIO
¿Has acabado ya, Pablo?
DON PABLO
Sí, ya acabé.
DON SIMPLICIO
Lo celebro.
Pues adiós.
DON PABLO
Aguarda un rato,
que hablar de otra cosa quiero; 610
bien sabes que don Carlitos
anhela por ser tu yerno,
y que tú le has prometido
casarle con tu hija.
DON SIMPLICIO
Es cierto.
DON PABLO
Que está señalado el día. 615
DON SIMPLICIO
Todo es verdad.
DON PABLO
¿Y a qué efecto
lo dilatas?
DON SIMPLICIO
No lo sé.
DON PABLO
¿Has mudado pensamiento?
DON SIMPLICIO
Puede ser.
DON PABLO
¿A tu palabra
faltar quieres?
DON SIMPLICIO
No digo eso.
620
DON PABLO
Yo no veo otro motivo
que ser pueda impedimento.
DON SIMPLICIO
Según.
DON PABLO
Explícate, y deja
aparte tantos rodeos.
Carlos me dijo que hablara 625
contigo.
DON SIMPLICIO
Gracias al Cielo.
DON PABLO
¿Pero qué he de responderle?
DON SIMPLICIO
Lo que más te venga a cuento.
DON PABLO
¿Cómo he de decirle nada,
si no sé a qué estás resuelto? 630
DON SIMPLICIO
A hacer aquello que fuere
la voluntad de Dios.
DON PABLO
Bueno;
¿pero cumples tu palabra?
O sí o no, sin más rodeos.
DON SIMPLICIO
Dios te guíe.
DON PABLO
Buenos vamos;
635
que suceda un desmán temo
a su amor; quiero avisarle,
y procurar el remedio.



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