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Ollanta

PERSONAJES



PACHACÚTEC,Inca.
CUSI-CCOYLLUR [Estrella alegre],princesa, hija de Pachacútec.
TÚPAC-YUPANQUI,príncipe, hijo de Pachacútec.
OLLANTA,general de Anti-Suyu.
IMA SÚMAC [¡Qué bella!],hija de Cusi-Ccoyllur y Ollanta.
RUMI-ÑAHUI [Ojo de piedra],general de Anan-Suyu.
HUILLCA-UMA,sumo sacerdote.
ORCCO-HUARANCCA [Hombre de la montaña], general.
ANCCO-ALLU-AUQUI [El que es constante en el amor], príncipe anciano.
PIQUI-CHAQUI [Pie de pulga],criado de Ollanta.
CCOYA,esposa de Pachacútec y madre de Cusi-Ccoyllur.
MAMA-CCACCA [Mama roca],matrona de las vírgenes del Sol.
PITU-SALLA,nodriza de Ima Súmac.
UN INDIO CAÑARI.
UN INDIO.
UNA DOMÉSTICA.
Coro de niños.
Coro de niñas.
Séquitos, de Ollanta y Orcco-Huarancca.

La escena tiene lugar en Cuzco a fines del siglo XIV y principios del XV.

Escena I

Gran plaza en el Cuzco con el templo del Sol en el fondo. La escena tiene lugar ante el vestíbulo del templo. Vestidos característicos de la época incaica.

(Salen OLLANTA, con manto bordado de oro y la maza al hombro, y tras él, PIQUI-CHAQUI.)

OLLANTA.- ¿Has visto, Piqui-Chaqui, a Cusi Ccoyllur en su palacio?

PIQUI-CHAQUI.- No, que el Sol no permita que me acerque allá. ¿Cómo, no temes siendo hija del Inca?

OLLANTA.- Aunque eso sea, siempre he de amar a esta tierna paloma: a ella sola busca mi corazón.

PIQUI-CHAQUI.- ¡Creo que el demonio te ha hechizado! Estás delirando, pues hay muchas doncellas a quienes puedes amar, antes que llegues a viejo. El día que el Inca descubra tu pensamiento, te ha de cortar el cuello y también serás asado como carne.

OLLANTA.- ¡Hombre!, no me sirvas de estorbo. No me contradigas, porque en este momento, te he de quitar la vida, destrozándote con mis propias manos.

PIQUI-CHAQUI.- ¡Veamos! Arrójame afuera como un can muerto, y ya no me dirás cada año, cada día, cada noche: «Piqui-Chaqui, busca a Cusi-Ccoyllur.»

OLLANTA.- Ya te digo, Piqui-Chaqui, que acometería a la misma muerte con su guadaña; aunque una montaña entera y todos mis enemigos se levantaran contra mí, combatiría con ellos hasta morir por abrazar a Ccoyllur.

PIQUI-CHAQUI.- ¿Y si el demonio saliera?

OLLANTA.- Aun a él hollaría con mis plantas.

PIQUI-CHAQUI.- Porque no veis ni la punta de sus narices, por eso habláis así.

OLLANTA.- En hora buena, Piqui-Chaqui, dime sin recelo: ¿Cusi-Ccoyllur, no es una brillante flor?

PIQUI-CHAQUI.- ¡Vaya! Estás loco por Cusi-Ccoyllur. No la he visto. Tal vez fue una que entre todas las sin mancilla salió ayer, al rayar la aurora, hermosa como la Luna y brillante como el Sol en su carrera.

OLLANTA.- Sin duda ella fue. He aquí que la conoces. ¡Qué hermosa! ¡Qué jovial! Anda en este instante y habla con ella, que siempre está de buen humor.

PIQUI-CHAQUI.- No desearía ir de día al palacio, porque en él no se conoce al que va con quipe.

OLLANTA.- ¿Cómo, no me has dicho que ya la conoces?

PIQUI-CHAQUI.- Eso he dicho por decir. Como las estrellas brillan de noche, por eso sólo de noche la conozco.

OLLANTA.- Sal de aquí, brujo, pues mi idolatrada Cusi-Ccoyllur deslumbra al mismo Sol con su hermosura. Ella no tiene rival.

PIQUI-CHAQUI.- Aguarda que ahora ha de salir un viejo o una vieja, que creo idóneos para llevar tus recados y hablar con ella; porque aunque soy un pobre huérfano, no quisiera que me llamaran rufián.

Escena II

HUILLCA-UMA, con una larga túnica negra y un cuchillo en la mano, observa el Sol.

HUILLCA-UMA.- ¡Sol vivo! Postrado delante de vos, adoro vuestra marcha. Para vos solo he separado cien llamas, que debo sacrificar en el día de vuestra fiesta. Derramaré su sangre en presencia de vos. Quemadas en el fuego arderán, después de hecho el ayuno.

OLLANTA.- He allí, Piqui-Chaqui, que viene el sabio Huillca-Uma: ese león anda acompañado del mal presagio. Aborrezco a este agorero que siempre que habla anuncia negros cuidados y vaticina el infortunio.

PIQUI-CHAQUI.- Calla; no hables, pues ya aquel agorero sabe mejor que tú lo que has dicho. (Se sienta y duerme.)

OLLANTA.- Hablaré. Ya que me has visto, poderoso y noble Huillca-Uma, te adoro con profunda veneración. Para ti nada hay oculto; veamos que todo ha de ser así. (Se acerca a HUILLCA-UMA.)

HUILLCA-UMA.- Poderoso Ollanta, a tus plantas tienes rendida la comarca: tu valor te bastará para dominar todo.

OLLANTA.- Tiemblo al verte aquí; como también al presenciar estas cenizas frías, cimientos, adobes, vasos y cestos. Cuantos te ven admiran todo esto. Dime, ¿para qué sirven, si todavía no es la fiesta? ¿Está por ventura enfermo el Inca? Tú vaticinas sólo por medio de la sangre del tunqui rojo, y está muy lejos el día de sacrificar al Sol y a la Luna. Si aún comienza el mes, ¿por qué hemos de abandonar los goces?

HUILLCA-UMA.- ¿Para qué me interrogas increpándome? Todo sé; tú me lo recuerdas.

OLLANTA.- Mi cobarde corazón teme el verte en un día particular, para aprovecharme de tu venida, aun cuando me costase una enfermedad.

HUILLCA-UMA.- No temas Ollanta, viéndome aquí, porque sin duda alguna es porque te amo. Volaré donde quieras como la paja batida por el viento. Dime los pensamientos que se anidan en tu vil corazón. Hoy mismo te ofreceré la dicha o el veneno para que escojas entre la vida o la muerte.

OLLANTA.- Explícate con claridad, ya que has adivinado el secreto. Desata pronto esos hilos.

HUILLCA-UMA.- He aquí Ollanta, escucha lo que he descubierto en mi ciencia. Yo solo sé todo, aun lo más oculto. Tengo influjo para hacerte general: mas ahora como que te he criado desde niño debo, pues, ayudarte para que gobiernes Anti-Suyu. Todos te conocen y el Inca te ama hasta el extremo de dividir contigo el cetro. Entre todos te ha elegido, poniendo sus ojos en ti. Él aumentará tus fuerzas para que resistas las armas enemigas. Cualquiera cosa que haya, con tu presencia ha de terminar. Respóndeme ahora, aun cuando tu corazón reviente de ira. ¿No estás deseando seducir a Cusi-Ccoyllur? Mira, no hagas eso; no cometa ese crimen tu corazón, aunque ella mucho te ame. No te conviene corresponder a tantos beneficios con tanta ingratitud, cayendo en el lodo. El Inca no permitirá eso, pues quiere demasiado a Cusi. Si le hablas, al punto estallará su enojo. ¿Qué, estás delirando por hacerte noble?

OLLANTA.- ¿Cómo sabes eso que mi corazón oculta? Su madre sola lo sabe. ¿Y cómo tú ahora me lo revelas?

HUILLCA-UMA.- Todo que ha pasado en los tiempos para mí está presente, como si estuviera escrito. Aun lo que hayas ocultado más, para mí es claro.

OLLANTA.- Mi corazón me vaticina que yo mismo he sido la causa del veneno, que sediento he bebido. ¿Me abandonarías en esta enfermedad?

HUILLCA-UMA.- ¡Cuántas veces bebemos en vasos de oro la muerte! Recuerda que todo nos sucede porque somos temerarios.

OLLANTA.- Más pronto un peñasco derramará agua y la tierra llorará, antes que yo abandone mi amor.

HUILLCA-UMA.- Siembra en ese campo semilla, y ya verás que sin retirarte se multiplicará más y más, y excederá al campo; así también tu crimen crecerá hasta superarte.

OLLANTA.- De una vez te revelaré, Gran Padre, que he errado. Sabe ahora, sábelo, ya que me has sorprendido en esto solo. El lazo que me enreda es grande; estoy muy pronto para ahorcarme con él, aun cuando sea trenzado de oro. Este crimen sin igual será mi verdugo. Sí; Cusi Ccoyllur es mi esposa, estoy enlazado con ella: soy ya de su sangre y de su linaje como su madre lo sabe. Ayúdame a hablar a nuestro Inca: condúceme para que me de a Ccoyllur: la pediré con todas mis fuerzas: preséntame aunque se vuelva furioso, aunque me desprecie, no siendo de la sangre real. Que vea mi infancia, tal vez ella será defectuosa; que mire mis tropiezos y cuente mis pasos; que contemple mis armas que han humillado a mis plantas a millares de valientes.

HUILLCA-UMA.- ¡Oh noble Ollanta! Eso no más hables; tu lanzadera está rota; ese hilo es rompedizo; carda la lana e hila. ¿Quieres ir a hablar al Inca solo? Por más que te entristezcas, muy poco tendrás que decir. Piensa todavía que donde quiera que yo esté, siempre he de sofocar tus pensamientos.

(Sale.)

Escena III

OLLANTA.- ¡Oh Ollanta! Eres valiente, no temas; tú no conoces el miedo. Cusi Ccoyllur, tú eres quien me ha de proteger. Piqui-Chaqui, ¿donde estás?

PIQUI-CHAQUI.- Me había dormido como una piedra y he soñado mal agüero.

OLLANTA.- ¿Qué cosa?

PIQUI-CHAQUI.- En una llama amarrada.

OLLANTA.- Ciertamente; tú eres ella.

PIQUI-CHAQUI.- Sí, por eso me crece el pescuezo.

OLLANTA.- Vamos; llévame donde Cusi-Ccoyllur.

PIQUI-CHAQUI.- Todavía es de día.

(Salen.)

Escena IV

CUSI-CCOYLLUR, llorando, y su madre, CCOYA, se encuentran en el interior del Aclla-Huasi.

CCOYA.- ¿Desde cuándo estás tan mustia Cusi-Ccoyllur, imagen del Sol? ¿Desde cuándo te ha abandonado el gozo y la alegría? Profunda tristeza despedaza mi afligido corazón: deseo mejor la muerte que presenciar tanta desdicha. Dime: ¿has amado a Ollanta? ¿Eres su compañera? ¿Estás ya desposada con él? ¿Has elegido a ese inca por tu esposo? Descansa un poco.

CUSI-CCOYLLUR.- ¡Ay princesa! ¡Ay madre mía! ¿Cómo no he de llorar? ¿Cómo no he de gemir? Si mi amado, si mi protector que cuidó de mi niñez durante tantos días y tantas noches me olvida, castigándome con la más terrible indiferencia. ¡Ay, madre mía! ¡Ay princesa! ¡Ay, mi adorado amor! Desde el día que entré aquí, la Luna se vistió de luto; el Sol se oscureció como si estuviera cubierto de ceniza. Una nube tempestuosa vino a anunciar mi pesar, y aun la hermosa estrella del amor dejó de emitir sus fulgores. Todos los elementos han conspirado contra mí, y el Universo ya no existe. ¡Ay, madre mía! ¡Ay, princesa! ¡Ay, mi adorado amor!

Escena V

Entra el Inca PACHACÚTEC con su séquito.

CCOYA.- Límpiate el rostro; enjúgate los ojos. Mira a tu padre que sale.

PACHACÚTEC.- ¡Cusi-Ccoyllur! ¡Fruto de mi corazón! ¡Flor de todos mis hijos! ¡Bella red de mi pecho! ¡Relicario de mi cuello! Ven, paloma a mi pecho; descansa en mis brazos. Devana en mi presencia un ovillo de oro que está adentro. En ti tengo cifrada toda mi dicha: eres mi única felicidad: eres la niña de mis ojos. Aquí tienes en tu presencia las armas del Imperio, que con una mirada dominas. ¿Quién pudiera abrir tu pecho para descubrir tus pensamientos y fijar en él tu reposo? Eres para tu padre la única esperanza de su vida. Con tu presencia mi vida entera ha de ser un gozo eterno.

CUSI-CCOYLLUR.- ¡Oh padre! Postrada a tus pies te adoro mil veces. Favoréceme para que huyan mis angustias.

PACHACÚTEC.- ¡Tú, a mis pies! ¡Tú humillada! (Me espanta decirlo.) Mira que soy tu padre: yo te he criado con solícita ternura. ¿Por qué lloras?

CUSI-CCOYLLUR.- Ccoyllur llorará como el rocío que el Sol disipa con su presencia; así también ella disipará su incauto amor.

PACHACÚTEC.- Vengo amoroso, bella escogida; siéntate sobre mis rodillas.

UNA DOMÉSTICA.- Tus siervos vienen para consolarte.

PACHACÚTEC.- Di que entren.

Escena VI

Ocho pequeños niños se presentan danzando, con tamborcitos y panderetas en las manos. Música en el interior.

CORO DE NIÑOS
Tuya, no comas

(Cantan.)

       Tuyallay

el maíz de mi siclla;

       Tuyallay,

no te acerques

       Tuyallay,

a consumir la cosecha toda.

Tuyallay,

    El maíz todavía está verde,

       Tuyallay,

y sus granos están muy blancos;

       Tuyallay,

sus hojas están muy duras,

       Tuyallay,

aunque su interior esté muy tierno.

       Tuyallay,

    Pero el cebo ya está puesto,

       Tuyallay,

y yo te apresaré bien pronto.

       Tuyallay,

No te podrás escapar.

       Tuyallay,

    Mi mano ahogará

       Tuyallay,

al pájaro volador

       Tuyallay,

antes de que se haya apoderado

       Tuyallay,

del cebo.

       Tuyallay,

    Aprende del piscaca:

       Tuyallay,

mira, lo han matado;

       Tuyallay,

pregunta dónde está su corazón,

       Tuyallay,

busca sus plumas.

       Tuyallay,

    Lo ves muerto

       Tuyallay,

por haber picado sólo un grano.

       Tuyallay,

Y así le pasará

       Tuyallay,

a todo el que se quiera perder.

       Tuyallay.


PACHACÚTEC.- Alégrate, Cusi-Ccoyllur, con tus domésticos en el palacio de tu madre.

CCOYA.- Cantad con más dulzura, adoradas ninfas; vosotros que habéis cantado la desgracia, idos. Entrad vosotras.

(Vanse los niños y entran las niñas.)

CORO DE NIÑAS
Dos palomas amorosas

(Cantan.)

están tristes, se quejan, suspiran

       y lloran.

Ambas fueron enterradas en la nieve:

un árbol sin hojas fue su tumba.

Una de ellas perdió a su compañera

y salió a buscarla.

La encontró en un pedregal

pero estaba muerta.

Y tristemente empezó a cantar:

«¡Mi paloma! ¿Dónde están tus ojos,

y dónde tu pecho amante?

¿Dónde tu virtuoso corazón

que yo tan tiernamente amaba?

¿Dónde, mi paloma, están tus labios dulces

que mis tristezas conocieron?

Sufriré mil desdichas

ahora que mi alegría ha terminado.»

Y la infeliz paloma

erraba de peña en peña.

Nada la consolaba

ni calmaba su dolor.

Cuando vino el alba

en el puro azul del cielo

vaciló y cayó.

Y al morir

exhaló un amoroso suspiro.


CUSI-CCOYLLUR.- Verdad dice este yaraví: basta decantar, pues ya mis ojos se convierten en torrentes de lágrimas.

(Vanse las niñas, CUSI-CCOYLLUR y CCOYA.)

Escena VII

Interior del palacio del Inca.

(PACHACÚTEC, OLLANTA y RUMI-ÑAHUI se sientan.)

PACHACÚTEC.- ¡Oh nobles!, digo que ya llega el buen tiempo para que todo el ejército salga con dirección a Colla-Suyu, pues ya Chayanta está listo para salir con nosotros. Que se preparen y afilen sus flechas.

OLLANTA.- ¡Oh Inca! ¿Cómo se han de sostener esos cobardes?, pues el Cuzco y sus montañas se levantarán contra ellos, como también ochenta mil soldados, que los esperan prontos al sonido del tambor y tañido de las bocinas. En cuanto a mí, tengo mi maccana afilada y escogida mi maza de armas.

PACHACÚTEC.- Aún no daré mis órdenes, para que algunos puedan ser persuadidos; porque podría haber muchos que amen demasiado su sangre.

RUMI-ÑAHUI.- Al ordenar Chayanta que se reúnan todavía los más valientes, para obligar a los yuncas a que limpien los caminos y que se vistan de cuero, estoy convencido que con esto ha mostrado un corazón pusilánime, que disfraza su cobardía, no queriendo que se marche a pie antes que las salidas se hallen expeditas. Ya que están muchísimos prontos para cargar las llamas, partiremos al combate; pues nuestro ejército está listo.

PACHACÚTEC.- ¿Pensáis que salís acaso al encuentro de feroz serpiente, y que vais a levantar aquella nación? Los llamaréis primero con dulzura, sin derramar sangre, ni destruir a nadie.

OLLANTA.- Yo también he de marchar. Todo lo tengo preparado; pero mi corazón tiembla delirando en un pensamiento.

PACHACÚTEC.- Dímelo aun cuando pidas el regio cetro.

OLLANTA.- Escúchame solo.

PACHACÚTEC.- Valiente general de Anan-Suyu, descansa en tu palacio y regresa mañana cuando te llame.

RUMI-ÑAHUI.- Tu pensamiento es el mío: que se cumpla en el acto.

(Vase.)

Escena VIII

OLLANTA.- Bien sabes, poderoso Inca, que desde mi infancia te he acompañado, procurando siempre tu felicidad en la guerra. Mi valor te ha servido para que impongas tu poder a millares de pueblos. Por ti he derramado siempre mi sudor: siempre he vivido en tu defensa: he sido sagaz para dominar y sojuzgarlo todo. He sido el terror de los pueblos, pues nunca he dejado de caer sobre ellos sino como una maza de bronce. ¿Dónde no se ha derramado a torrentes la sangre de tus enemigos? ¿A quién no ha impuesto el nombre de Ollanta? He humillado a tus pies a millares de yuncas de la nación anti, para que sirvan en tu palacio. Venciendo a los chancas, he aniquilado todo su poder. También he conquistado a Huanca-Huillca, poniéndolo bajo tus plantas. ¿Dónde Ollanta no ha sido el primero en combatir? Por mí, numerosos pueblos han aumentado tus dominios: ya sea empleando la persuasión, ya el rigor, ya derramando mi sangre, ya por fin exponiéndome a la muerte. Tú, padre mío, me has concedido esta maza de oro y este yelmo, sacándome de la condición de plebeyo. De ti es esta maccana de oro, tuyos serán mis proezas y cuanto mi valor alcance. Tú me has hecho esforzado general de los antis y me has encomendado el mando de cincuenta mil combatientes; de este modo toda la nación anti me obedece; en mérito de todo lo que te he servido, me acerco a ti como un siervo, humillándome a tus pies para que me asciendas algo más, ¡mira que soy tu siervo! He de estar siempre contigo, si me concedes a Ccoyllur, pues marchando con esta luz, te adoraré como a mi soberano y te alabaré hasta mi muerte.

PACHACÚTEC.- ¡Ollanta! Eres plebeyo, quédate así. Recuerda quién has sido. Miras demasiado alto.

OLLANTA.- Arrebátame de una vez la vida.

PACHACÚTEC.- Yo debo ver eso: tú no tienes que elegir. Respóndeme: ¿estás en tu juicio? ¡Sal de mi presencia!

(Vanse OLLANTA, compungido, y luego PACHACÚTEC.)

Escena IX

Lugar solitario de Cusi-Patal.

(Sale OLLANTA, conmovido.)

OLLANTA.- ¡Ah Ollanta! ¡Así eres correspondido! Tú que has sido el vencedor de tantas naciones; tú que tanto has servido. ¡Ay, Cusi-Ccoyllur! ¡Esposa mía! ¡Ahora te he perdido para siempre! ¡Ya no existes para mí! ¡Ay princesa! ¡Ay paloma!... ¡Ah Cuzco!, ¡hermoso pueblo! Desde hoy en adelante he de ser tu implacable enemigo: romperé tu pecho sin piedad; rasgaré en mil pedazos tu corazón; les daré de comer a los cóndores a ese Inca, a ese tirano. Alistaré mis antis a millares, les repartiré mis armas y me verás estallar como la tempestad sobre la cima de Sacsa-Huamán. ¡El fuego se levantará allí y dormirás en la sangre! Tú, Inca, estarás a mis pies, y verás entonces si tengo pocos yuncas y si alcanzo tu cuello. ¿Todavía me dirás: «no te doy a mi hija»? ¿Serás tan arrojado para hablarme? ¡Ya no he de ser tan insensato para pedírtela postrado a tus pies! Yo debo ser entonces el Inca, ya lo sabes todo; así ha de suceder muy pronto...

Escena X

Sale PIQUI-CHAQUI.

OLLANTA.- Ve, Piqui-Chaqui, y dile a Cusi Ccoyllur, que esta noche me aguarde.

PIQUI-CHAQUI.-Fui ayer por la tarde y encontré su palacio abandonado. Pregunté y nadie me dio razón de ella. Todas las puertas estaban cerradas. Nadie moraba allí y ni un solo perrito había.

OLLANTA.- ¿Y sus domésticos?

PIQUI-CHAQUI.- Hasta los ratones habían huido no hallando qué comer; sólo los búhos sentados allí dejaban oír su canto lúgubre...

OLLANTA.- Tal vez su padre se la ha llevado a esconderla en su palacio.

PIQUI-CHAQUI.- Quién sabe si la ha ahorcado y ha abandonado a la madre.

OLLANTA.- ¿Nadie ha preguntado ayer por mí?

PIQUI-CHAQUI.- Como cosa de mil hombres, te buscan para prenderte.

OLLANTA.- Sublevaré entonces toda mi provincia: mi diestra demolerá todo; mis pies y mis manos son mi maccana; mi maza arrasará sin dejar nada.

PIQUI-CHAQUI.- Sí, yo también he de pisotear a ese hombre y aun le he de quemar.

OLLANTA.- ¿Qué hombre es ése?

PIQUI-CHAQUI.- Digo que Orcco-Huarancca, el que ha preguntado por ti.

OLLANTA.- Tal vez se dice que el Inca me manda buscar, pensando que esté furioso.

PIQUI-CHAQUI.- Orcco-Huarancca; no el Inca: abomino a este hombrecillo.

OLLANTA.- Ella ha desaparecido del Cuzco; mi corazón me anuncia y el búho me lo avisa.

PIQUI-CHAQUI.- ¿Dejaremos a Ccoyllur?

OLLANTA.- ¿Cómo he de permitir que se pierda? ¡Ay Ccoyllur! ¡Ay paloma!

PIQUI-CHAQUI.-Escucha esta canción. ¿No hay quién la cante?

(Se oye música dentro.)

    Perdí una paloma que yo amaba,

la perdí en un momento.

Búscala en todas partes,

en todos los lugares.

Como mi amor tiene una cara tan hermosa

la llaman Ccoyllur:

como es bella,

le va bien el nombre.

    Como la luna en su esplendor,

cuando brilla

en lo más alto del cielo

es radiante su faz.

Sus trenzas caen

por su frente

tejiendo dos colores: blanco y negro.

Es una hermosa visión.

    Sus cejas suaves

matizan su cara:

son como el arcoiris.

Sus ojos son como soles en su cara.

Sus penetrantes miradas

causan alegría o tristeza;

y aunque es amada y adorada

hiere mi corazón.

    El achancaray florece en su mejilla

blanca como la nieve,

como aparece en el suelo

la nieve.

Se regocija el corazón

al ver su boca hermosa;

el eco de su deliciosa risa

difunde alegría.

    Su grácil cuello es como el cristal,

o como la nieve sin mancha.

Sus pechos crecen

como el algodón en flor.

Sus dedos son como estalactitas de hielo:

mientras los miraba

y ella los movía,

me deleitaron.


OLLANTA

(Canta.)

    ¡Oh, Cusi-Ccoyllur!

Reconozco esa música

ya que describe su belleza;

el dolor que me trae

no me abandona.

Si te pierdo

me volveré loco.

Si te alejan de mí,

me moriré.


PIQUI-CHAQUI.- Tal vez han muerto a Ccoyllur; ya no brilla de noche.

OLLANTA.- Puede suceder que el Inca sepa que Ollanta está ausente, que todos le han abandonado y se han convertido en sus enemigos.

PIQUI-CHAQUI.- Todos te quieren porque eres liberal; con todo el mundo eres pródigo, pero conmigo mezquino.

OLLANTA.- ¿Para qué quieres?

PIQUI-CHAQUI.- ¿Para qué ha de ser? Para algo; como para regalar vestidos, para parecer caudaloso y también para imponer.

OLLANTA.- Sé valiente; con eso, te tendrán miedo.

PIQUI-CHAQUI.- No tengo cara para ello, porque siempre me estoy riendo; siempre soy muy ocioso. Sé bizco que yo no lo seré. ¿Qué pito viene sonando desde lejos?

OLLANTA.- ¡Tal vez me buscan! ¡Adelante!

PIQUI-CHAQUI.- ¡Ay!, me voy a cansar.

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