Pedro Caba: «Los sexos, el amor y la historia»
Vol. II. Ediciones S. L. C. Barcelona, 1950. 648 págs.
Ricardo Gullón
El infatigable Pedro Caba ha publicado ya el segundo tomo de su gran obra sobre Los sexos, el amor y la historia, acumulando en él tal cantidad de saberes, de varia erudición y de ideas, que el lector no puede enfrentársele sin un ademán de asombro. No es posible, ni yo he de aventurarme a intentarlo, resumir en una nota la riqueza de esta obra, y así mi reseña sólo aspira a ser una llamadla de atención dirigida a cuantos se sienten preocupados por los problemas que más directamente afectan al ser y al existir del hombre.
«Tentativa de una nueva interpretación del hombre», reza el subtítulo de este volumen, y no se puede sintetizar con más sucinta exactitud el propósito del autor, siquiera la palabra tentativa no sea sino la innecesaria coartada propuesta por la modestia de éste para el supuesto de que pareciere inacabada la ardua empresa. En esta obra se procede a revisar los temas propios de una antropología filosófica, pues a escribirla se encamina el esfuerzo de Caba.
Lo considerable de la empresa dice la ambición puesta a su servicio; ambición y aliento que lleva a plantear cuidadosamente las cuestiones y analizar sin prisa las teorías y los sistemas. Entre ellos, sin duda es el de Ortega el que más preocupa a Pedro Caba, quien en distintos lugares estudia las doctrinas y comenta las posiciones filosóficas del gran maestro español. Los capítulos dedicados al tema de la existencia y el titulado «Para una interpretación psicológica de la persona», son quizá los más interesantes del tomo.
En cada página surgen atisbos curiosos, atrayentes, y justo es decir que siempre son desarrollados, rindiendo caudaloso zumo. Caba es pródigo de ideas y las desparrama por su obra con tan incontrolada generosidad, que el material, brotando incesantemente, amenaza destruir la arquitectura del volumen al suscitar digresiones, temas tangenciales, desarrollos imprevistos. En realidad hay en este libro ideas para llenar tres o cuatro volúmenes de análogo porte, y en todo instante el autor produce la sensación de que aún le queda mucho por decir, incluso sobre cuestiones tratadas con extensión. Esa abundancia no perjudica a la buena sistematización del volumen, porque Caba nunca se siente desbordado, anegado por sus materiales, antes los controla eficazmente; tanta riqueza testimonia de la fluida vena de este prolífico escritor, uno de los más fecundos y ambiciosos de las letras españolas contemporáneas.