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Capítulo XXV

De lo que vio Pelio Roseo en la quinta cuadra de la Olvidada Puerta, y lo que aprendió de un desnudo hombre.

     De manera que Pelio Roseo, obedeciendo el mandamiento que le era hecho por el juez, de que vos hemos contado, se va contra una puerta que al andar de la cuadra se hacía, y tocando las aldabas començó de llamar. Fuele respondido: ¿quién llama?

     -Llama, dijo Pelio Roseo, el caballero de paz que venció sin matar.

     Luego que estas palabras fueron acabadas de decir, las puertas fueron abiertas y Pelio Roseo entró por ellas, donde vio otra más pequeña cuadra que las pasadas, de tosca piedra labrada, en la cual no halló otra cosa más de un desnudo hombre, cuyas carnes un largo vello cubría. Y en su manera hombre por largo tiempo criado en desierto y gran soledad parecía, el cual estaba s rodillas hincadas en tierra, las manos juntas, los pulgares cruzados y llegados a la boca, con la cual, la cruz hecha de sus dedos besaba y de los ojos lágrimas vertía. Estaba tan arrebatado y embebido en lo que contemplaba, que aunque Pelio Roseo le rodeaba por ver si era hombre o estatua y figura de hombre, ni le miraba, ni le hablaba, ni algún movimiento hacía.

     Pues como ya Pelio Roseo por verdadero hombre le hubiese reconocido, en esta forma le començó de decir:

     -Di, hombre, que Dios te salve, desigual y más estraño que los otros hombres en los pensamientos, soledad y hábito, si a ti place ¿qué haces en este tan apartado y secreto lugar?

     El desnudo y peloso hombre, como aquél que despierta de algún profundo sueño, casi como maravillado de ver a Pelio Roseo, así le dice:

     -A mí place, armado caballero, que Dios te ame, de te responder a lo que preguntas. Yo no sé cómo he sido traído aquí. Pienso que por amor de ti, porque, en verdad te digo, que yo moro y habito veinte años ha en los desiertos de Egipto.

     -¿Por cuál razón, dijo Pelio Roseo, dejaste la compañía de los hombres y las ciudades y poblados y te fuiste a los desiertos a tomar la amistad y compañía de los animales brutos?

     -Porque comúnmente, dijo el desnudo hombre, los hombres sirven al mundo y a los vicios, y en olvidando el camino de la virtud, menospreciando la adoración y obediencia que deben a su criador y la guarda de sus divinos mandamientos. Y con ser hombres de razón, han olvidado la razón y siguieron la sensualidad. Y los brutos, con ser brutos, guardan y conservan las condiciones y moradas y lugares y reglas con que Dios los crió y en que Dios los puso. Y por tanto, porque viviendo en el mundo y en lo poblado y entre los hombres no se me apegasen los engaños del mundo, las cautelas, malicias, mentiras, blasfemias, perjuros, pleitos, tráfagos y engaños de los hombres, he escogido huir de lo poblado y apartarme de los hombres e irme a vivir en los desiertos con los brutos animales que me enseñan a contentarme con una cueva donde me acojo, con el manjar de los árboles y hierba que el campo cría, con la clara agua que [de] las fuentes mana, con la pobreza, con la desnudez, con la soledad, con la simplicidad, con que Dios me crió y los crió.

     -Pues ¿por qué andas desnudo? dijo Pelio Roseo. ¿No tienes por ventura en ese desierto algo de hacienda con que te sustentes y algunas heredades de que te mantengas, y algo de ganado con cuya lana te vistas?

     -Yo desnudo entré en el mundo, dijo el velloso hombre, desnudo quiero vivir y, pues desnudo tengo de morir, yo no tengo posesiones aunque está a mi mano todo el desierto. Ni tengo dinero, ni riquezas, ni ganados, ni alguna granjería, porque, como conozco al mundo, el cual no da nada a ninguno, si primero no lo toma y despoja a otro, ni hereda al sobrino sino en la muerte del tío, ni al hijo sino con la muerte del padre, no quiero que tome a otros lo que me ha de dar a mí. Y porque, en fin, sé cuándo me lo ha de tornar a tomar en el fin de mis días, cuando por algún desastrado caso ante[s] no me lo tome. Pues si me lo ha de tornar a tomar y tampoco lo tengo de gozar, y de esta vida no lo puedo llevar, ¿para qué quiero de ello encargar? pues tengo entendido que la vida del hombre es como una flor, que hoy sale hermosa y mañana se marchita y afea y huye como la sombra y nunca en el mesmo estado permanece. Yo aborrezco el mundo, las sus riquezas, haciendas y tesoros por hacer lo que me aconseja El que me crió, ganó y libró y redimió con su propia muerte y preciosa sangre de las manos y poder del demonio, cuando dijo [a] aquel mancebo que le preguntó, que qué haría para salvarse y le respondió: guarda los mandamientos de Dios; y si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, quedándote despojado y desnudo. Porque si tú te desnudas de todo lo del mundo y niegas al mundo, no sirves al mundo, sino al Criador del mundo, que nació de la siempre virgen María desnudo, vivió pobre en el mundo y murió desnudo enclavado en la cruz en el medio del mundo. Bien sabes tú, ¡oh caballero del mundo!, que acontece a los ricos como a los que, siendo pobres, sueñan que tienen grandes tesoros, y como despiertan del engañoso sueño, hállanse burlados y vacíos y como de ante pobres.

     De esta manera, los varones de las riquezas sueñan el sueño de esta mísera vida, y cuando despiertan con el despertador de la muerte para la otra vida, que a los buenos es eterna y verdadera vida, y a los malos es eterna y continua muerte, hallan sus almas vacías del cuerpo, privados de las posesiones, casas, tesoros, riquezas, y llenas de pecados. Y lo que peor es, pasan esos pocos de días que viven en placer y regocijo, y en un punto descienden al infierno. Pues porque a mí así no me acontezca, vivo en el mundo fuera del mundo en sus enredos y engaños. No quiero nada del mundo por no ser pagado del mundo; quiero vivir desnudo y no tomar a las ovejas sus lanas, descubriéndolas, para cubrir a mí. Porque mi Salvador desnudo estuvo en la cruz por salvarme a mí, y pues él estuvo desnudo, siendo Dios y hombre, por mí, no es mucho que yo siendo pobre y muy pecador hombre, viva desnudo por a mi Dios servir. Yo quiero vivir desnudo y servir a Dios desnudo y no servir al mundo, porque me pague Dios a mí y no me pague el mundo, cuya paga [de Dios] yo quiero, a quien amo y sirvo y en quien espero. Tú, caballero, no quieras saber de mí más, sino pasa adelante y anda debajo de la mano de Dios, el cual te dé su gracia y en ella te conserve.

     -Así haga a ti, dijo Pelio Roseo, y te embíe celestial consuelo, porque así me has enseñado y consolado.

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