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Capítulo XXXIV

De lo que aconteció al Caballero del Sol con dos doncellas llamadas Trabajosa Vida y Ociosidad Mundana.

     Mucho holgó el Caballero del Sol cuando hubo leído las letras del pardo y colorado escudo, por saber que en la rica morada y en la pobre cabaña había gente que le sabrían dar entera cuenta de los dos caminos, porque ya había visto de la parte de la herbosa senda una cabaña y de la parte del ancho camino una rica y sobervia morada.

     Muy codicioso el Caballero del Sol de ser informado de las dos vías, pensando que mejor en la gran casa que no en la pobre cabaña hallaría quién le sacase de duda y le diese razón y cuenta de lo que demandaba, hacia el rico palacio sus pasos endereça. Ante que el Caballero del Sol a la gran morada llegase, por la puerta salió una hermosa y olorosa doncella, ricamente ataviada, sus dorados cabellos sueltos por los hombros. Sobre ellos ponía una corona de diversas flores, tan olorosa y galana que mucha gracia ponía a sus muy rubios cabellos. Su gorjal de la blanca camisa era de oro chapado con muchas preciadas piedras sutilmente asentadas. Vestía unas ropas vendeadas de carmesí colorado y terciopelo verde, con una rica bordadura de oro y perlas y unas flores por toda la vestidura, unas amarillas y otras negras, con una letra envuelta con ellas que en esta manera decía:

La alegría del principio
y esperar
al fin es desesperar.

     En su derecha mano traía el mundo y en la otra un ramo de palma con una letra que decía así:

Del mundo triunfa esta dama
mas su placer
en tristeza ha de volver.

     Venía acompañada de un escudero, todo vestido de azul aforrado en raso colorado con unas menudas cochilladas que lo descubrían y un motete que decía en esta manera:

El placer que está encubierto
por no lo celar mostrado
me hace regocijado.

     Este escudero, llamado Regocijo, la traía de braço y un paje la falda. Su vestido era morado con unas cortaduras de verde claro y un mote que decía así:

La esperança ganada
del amor
me da deleite y sabor.

     Con tal compañía, y con muy compuestos y reposados pasos, la muy hermosa y apuesta doncella, viniendo contra el Caballero del Sol, dio principio a tales palabras: Caballero que hayas ventura, mi venida es para te declarar las letras del colorado y pardo escudo. La mitad de él es colorado y es aquella mitad mía, y da a entender que yo soy alegre y mi camino no es triste sino muy alegre y lleno de todo placer. La otra mitad es parda y es de la pobre doncella que su morada hace en la pequeña cabaña, y da muestra clara que ella y su camino son llenos de todo trabajo. Pues sabes la soltura, sal de tu duda y sigue mi espacioso camino, ca no tiene necesidad que yo le alabe, pues vees como es muy espacioso, muy deleitoso, muy seguido de todos, lleno de muchos, muy olorosos y fructíferos árboles. Y la causa porque yo te convido a seguir mi camino es porque tú vienes fatigado con los trabajos y afanes que has pasado, de lo cual me da clara muestra tu descolorido rostro y tu fatigado y cansado cuerpo. Y pues tú sabes bien que los trabajos son camino por donde van al reposo y se gana la holgança, y el afán se toma por alcançar descanso y el cuidado por llegar a la alegría, mira cuán gran locura cometerías si, habiendo tú tanto trabajado por venir a este mi camino, lleno de reposo y placer y contentamiento, agora lo desechases, no queriendo galardón y premio por lo afanado. Comiença de caminar. No pierdas tiempo.

     -Alta señora, porque no incurra en mala criança, dijo el Caballero del Sol, y porque sepa cuyo consejo sigo, dime tu nombre y los de esos tus servidores, ca eran voluntad tengo de lo saber.

     -Bien me place de te lo decir, dijo la olorosa y hermosa doncella. Yo me llamo la Ociosidad Mundana, bienquista y querida de todos estados. Yo doy los pasatiempos, soy señora de los regocijos y placeres. Yo pongo y siembro alegría en los coraçones de los que siguen mi consejo y van por mi alegre camino debajo de mi bandera. Yo soy guía de los honrrados y por hacer buena obra a los que andan peregrinando como tú, me he puesto en estos dos caminos por les guiar y desengañar, para que no tomen el camino de esa pobre doncella y siguiéndole nunca les falte trabajo y vengan en perdición y desesperación, sino para que caminen por este mi camino, en el cual no hay tristeza, sino todo regocijo y descanso. Y si tú, buen caballero, a mí no crees, mira cuál es el principio y por él conocerás el fin. Pues está escrito que donde hay buen principio no puede faltar bueno y próspero fin.

     En este punto se le recordó al Caballero del Sol el consejo de la imagen que estaba sobre la columna en la postrera sala, y entendió que le hacía menester usar de él y seguir la senda herbosa y trabajosa y dejar el ancho camino de la doncella Ociosidad Mundana. Por lo cual en esta manera respondió:

     -Buena doncella, jamás se alcançó con descanso y placer gloria y fama. Tu nombre y los de tus servidores y tu ancho y deleitoso camino me amenazan con riguroso fin y desastrado acabamiento. Siga quien quisiere tu sabroso camino, porque yo este otro áspero y escabroso entiendo tomar.

     -Mira que te engañas en no seguir mi sano consejo, dijo la Ociosidad Mundana. Ca en este mi muy trillado camino no puedes errar, porque los árboles por él puestos te guiarán y te darán mantenimiento pues tú no lo traes. Por esotra herbosa senda morirás de hambre. Por este camino irás muy acompañado; por esa otra herbosa senda caminarás solo. En este real camino habitan siete dueñas en siete moradas repartidas por jornadas. La primera se llama Sobervia, la otra Avaricia, la tercera Lujuria, la otra Ira, la quinta Gula, la sexta Envidia, la séptima Acidia. Estas piadosas y poderosas dueñas recogen los caminantes en sus ricos palacios, haciéndoles buenos tratamientos y aun proveyéndoles de lo necesario para el camino. Al contrario lo hallarás en la herbosa y sola senda de la pobre doncella, porque estas mesmas tienen en la mesma senda otras fortalezas para defender los pasos y dar rigurosas muertes a los que por esa senda caminan, porque siguen camino por ellas defendido. Y para esto tienen ahí sus guardas y caballeros que por ellas hacen batalla. Agora pues, mira si te aconsejo bien.

     -Esos defendidos pasos es lo que yo busco, dijo el Caballero del Sol; por lo cual desde agora me crece y porque tengo gran deseo de me ver en todo trabajo por franquear esos defendidos pasos, vuélvete a tu rica morada, Ociosidad Mundana, guarda los tus consejos para otros que mejor les parezcan, porque yo no soy venido por aquí sino a ponerme a todo trabajo y a sujetarme a todo afán.

     Como la hermosa doncella vio que perdía con el Caballero del Sol tiempo y palabras, en esta manera le responde:

     -Haz a tu voluntad, ca algún día te acordarás de mí y te pesará por haber desechado mis consejos y mi espacioso camino.

     Diciendo estas palabras, la ociosidad Mundana con sus servidores a su rica morada se vuelve. Y el Caballero del Sol tomó el derecho camino de la pobre cabaña de la cual salió una dispuesta doncella, el cabello cogido y vuelto a su cabeça coronada de hojas de roble, ropas de terciopelo pardo, aforrado en raso carmesí, con unas cuchilladas tan pequeñas que apenas se podía ver el rico carmesí, con un mote por bordura que así decía:

El trabajo contino
alegría en sí contiene
y que sigue mi camino
si en él no pierde el tino
el descanso se le viene.

     Puesto que la dispuesta doncella de la pobre cabaña estuviese del sol quemada y sus delicadas manos trabajadas y ásperas y sus ropas fuesen algo traídas y no tan ricas y bien obradas cuanto ella merecía, pero su estremada apostura y desenvoltura la agraciaban tanto que muy mayor magestad su quemado rostro y su gentil disposición representaba, que no la hermosura y delicadeza de la Ociosidad Mundana. En su derecha mano traía un açote y en la siniestra un pequeño telar con una letra que de esta manera decía:

Con este agote castigo
a quien no quiere trabajar
en el pequeño telar.

     A esta dispuesta doncella acompañaba un escudero vestido de terciopelo leonado, aforrado en raso pardo, con unas espesas cuchilladas por donde lo pardo se parecía, con una letra entre ellas que de esta manera decía:

La congoja y el afán
encubierto traen debajo
el no cansado trabajo.

     También venía acompañando a esta honesta doncella un paje vestido de ropas claras, aforradas en raso pardo, con unas cortaduras de raso dorado y una letra que así decía:

El trabajo y el cuidado
y su memoria
dan esperança de gloria.

     De la manera que habéis oído, la apuesta doncella se venía para el Caballero del Sol y, como cerca llegase, el caballero la saludó cortésmente y ella le tornó las saludes. El Caballero del Sol, rompiendo el silencio, en esta manera començó de preguntar:

     -Noble doncella, por cortesía me digáis quién sois y cómo se llaman estos vuestros servidores, porque no cometa algún yerro contra vuestro merecer, avisándome juntamente cuál de los dos caminos me conviene seguir.

     Con muy apacible rostro y gracioso meneo, la doncella de la pobre cabaña dio principio a tales palabras:

     -Soy contenta de te lo decir, armado y trabajoso caballero. Yo me llamo Trabajosa Vida. Mi escudero, el Afán no Cansado. Y el paje, Cuidado del Trabajo. Mi senda es muy estrecha y muy herbosa y escabrosa porque en nuestros tiempos pocos caminan por ella. Los árboles que por ella son nacidos ya tú los vees que son robles y encinas, çarças y espinos, con otros silvestres y espinosos árboles. Jamás en ella hay descanso hasta el fin. Es llena de todo trabajo, de muchas peñas, riscos, malezas, espesuras, hondos valles y atolladeros y, finalmente, llena de muchos peligros. Hay en ella siete pasos defendidos, de los cuales ya debes estar avisado por la Ociosidad Mundana. Y el que en alguno de ellos es vencido, en la mesma hora lo pasan al espacioso y ancho y deleitoso camino de la Ociosidad Mundana. Pero si tú, con viril coraçón y fuerça de tus braços, los pasas, venciendo los defensores de ellos, yo te digo que después te verás en toda tranquilidad y sosiego, donde verás cosas tan estrañas y maravillosas cuales jamás has visto ni oído. No quiero cansar tus orejas oyendo alabar mi estrecha y herbosa senda, porque no digas que parecía bien que la alabase otro y no yo. Harto basta para te avisar y responder a lo que me tienes pedido, contarte sus trabajos, sus peligros y su fin gozoso y sabroso, lleno de perpetuo gozo; lo cual todo es al contrario en el ancho y trillado camino, ca en él los principios y medios son sabrosos y apacibles y el fin es riguroso y muy espantoso; porque yo te digo que los que por él hacen su viaje, en pago de sus muchos y regocijados pasatiempos y hediondos vicios, son en cabo de la jornada llevados a un alto despeñadero, en el cual el muy trillado camino se fenece, y de allí son despeñados en una perpetua y espantable tiniebla, adonde, perpetuamente siendo atormentados, quedan para siempre en continuo lloro y mortal tristeza. Ya yo te he dicho [lo] que me preguntaste, agora, trabajado caballero, haz a tu voluntad. Sigue la vía que mejor te pareciere.

     -Vuestra senda y sano consejo seguiré yo, honesta doncella, dijo el Caballero del Sol, ca dudo yo poder hallar en el mundo quien mejor me diera la soltura de los dos caminos que la vuestra merced. Por lo cual soy puesto en grande obligación de lo servir, y sino pudiere, por ser mis fuerças flacas, al menos la voluntad no me fallece. Yo juro, por la orden de caballería, de no dejar la herbosa y estrecha senda hasta al cabo, si la vida no me deja. A lo cual me obliga tu gran bondad y mi deseo, porque yo no soy venido por aquí sino a desechar el regalo y reposo y a buscar el trabajo, siguiendo los más solos caminos y poniéndome por la virtud a los más temidos peligros, porque el hecho diga con mi deseo y mi destierro.

     -Mucho soy alegre, dijo la trabajada doncella, porque con tu gran voluntad y bondad sigues mi herbosa y trabajosa senda y yo fío tanto en tu esfuerço y bondad que por ningún peligro lo dejarás. Diciendo estas palabras, la doncella se despidió cortésmente y el Caballero del Sol, haciendo su debido acatamiento, tomó el derecho camino de la herbosa y trabajosa senda.

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