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Capítulo XXXV

Cómo caminando el Caballero del Sol, que por otro nombre se llamaba Desterrado, por la estrecha senda vio una rica tienda y de lo que en ella le avino con la Razón Natural.

     Después que el Caballero del Sol se despidió de la doncella Trabajosa Vida, caminó aquel día por la herbosa senda con asaz trabajo y afán por su estrechura y aspereza, pero ya el claro sol, con su rápido curso, el derecho camino de occidente llenaba por esconder sus dorados y resplandecientes rayos. Desde un pequeño recuesto pudo ver en un estrecho valle que adelante se hacia, una rica tienda armada, con cuya vista nueva alegría entró en el Caballero del Sol, pensando que era aquel alguno de los pasos defendidos. Y puesto que muy cansado y fatigado estuviese, tomando nuevas fuerças con la no pensada alegría, bajó con gran presteza por un risco abajo, porque no le impidiesen las obscuras tinieblas ante que a la rica tienda llegase.

     Tanta priesa dio el Caballero del Sol en su camino que, ante que la clara luz las tierras dejase, llegó a la armada tienda, de cuya estrañeza y riqueza grandemente fue maravillado. Su color era azul, hecha y obrada tan sutilmente que toda ser una pieça parecía. Y como la rodease por mejor ver y notar su riqueza, cada paso que adelente pasaba le parecía que variaba la color. Rodeaban la rica tienda cuatro cercos de tela de oro, tan anchos cada uno como tres pies, repartidos a trechos, desde lo más bajo hasta lo más alto; estos cercos estaban bordados de pelosos salvajes y fieros y silvestres animales y diversos y muy preciados árboles tan al natural hechos que mucho había ahí que mirar. En lo más alto de la rica tienda estaba una rica poma de oro, sobre ella un pequeño león de plata, el pecho y la corona dorado, con un pequeño pendón colorado y una letra que decía:

Gobiérnase por razón
la señora de esta tienda
y jamás busca contienda.

     La puerta de la muy preciada tienda no estaba menos obrada que los cuatro cercos. Sobre ella estaba ricamente bordado el emperador Trajano, sentado en una rica silla con tanta magestad como vivo representaba. En su cabeça tenía una rica corona y en su diestra mano imperial cetro. En la siniestra una balança y una medida, con un letrero sobre su cabeça que decía de esta manera:

Razón me hizo inventor
del peso con la medida
con que se rige la vida.

     Ya la claridad diurna huía de las horribles tinieblas de la noche, cuando, sintiendo los de la tienda los pasos del Caballero del Sol, un paje salió y, como le vido, sin aguardar palabra, mostrando rostro alegre a su venida, se volvió para dentro.

     No tardó mucho que salió el mesmo diciendo:

     -Caballero del Sol y las Lunetas, la señora de esta tienda te ruega que entres a la hablar. Y podrás albergar aquí esta noche ca ya es tarde para pasar adelante.

     -Bien me place de lo así hacer, dijo el Caballero del Sol. Ve adelante.

     De esta manera entró en la rica tienda. A la diestra mano, a una parte de la preciada tienda, sobre un estrado y una rica silla estaba una grave y hermosa doncella. Sobre sus rubios cabellos tenía una rica corona de fino oro con muchas, muy preciadas y resplandecientes piedras por ella esmaltadas. Su vestido era de la mesma color de la rica tienda, con una bordadura de fino oro y piedras preciosas sutilmente asentadas. En su derecha mano tenía un cetro de bueno y fino oro. En la siniestra una pequeña balança de blanca plata, dorada a pedaços con unas letras que bajaban de la balança a las ricas ropas que en esta forma decían:

Celestiales son mis hechos
pues que peso con razón
la bondad del coraçón.

     En torno de la muy grave y generosa doncella estaban bajo del estrado en ricas sillas dos ancianos viejos, y sobre el estrado a los pies de la generosa doncella estaban sentadas dos honradas matronas y en medio un tierno niño. El anciano, que a la diestra mano estaba, vestía ricas ropas de azul obscuro. Sobre sus blancos cabellos tenía una corona de laurel, los braços tendidos, las palmas abiertas y vueltas hacia bajo. Debajo de la derecha tenía el sol y de la siniestra la luna, los ojos levantados arriba, a dar a entender que su entendimiento no paraba en el sol ni en la luna sino en el que cría y gobierna los cielos y la tierra. En su derecho braço tenía un letrero que así decía:

Mi entender es tan subido
que él nivela
cómo el cielo se rodea.

     El grave viejo, que a la siniestra mano estaba, vestía ropas ricas de azul claro. Sus canos cabellos apremiaba una corona de plata, llena de pequeñas estrellas doradas. De la una mano a la otra tenía una manera del arco del cielo llamado iris, con un letrero encima de él que decía así:

Con sutil y buen juicio
mediante Dios verdadero
que me dio tal ejercicio
por lo pasado hallo indicio
de lo que es venidero.

     El habilísimo niño, que a los pies de la hermosa doncella estaba, vestía carmesí sin otra mezcla. Era blanco y colorado, los cabellos rubios y encrespados, los labios colorados, la lengua tenía sacada y en ella una brasa, aunque de ello pena no sentía. De la derecha mano le colgaba un letrero que ansí decía:

El ingenio con trabajo
presto alcança
la ciencia con alabança.

     La más antigua dueña vestía ropas negras. Sobre su tocada cabeça tenía una corona de palma. En la derecha mano un cuchillo y en la siniestra una ciudad, con una letra por ella que así decía:

Con correción y castigo
moderado
se gobierna gran poblado.

     La otra honesta dueña vestía paños aceitunís aforrados en raso carmesí. Su cabeça rodeaba una corona de laurel. En sus manos tenía un libro con un dicho que en esta forma decía:

Las villas y las ciudades
con gobierno
rige la ley del cuaderno.

     Luego que el Caballero del Sol hubo notado lo que habéis oído, llegando con debido acatamiento, la rodilla por tierra, dijo de esta manera:

     -Muy alta y poderosa señora. Porque no peque con ignorancia bajándote de tu merecer, te pido un don, y es que me digas quién eres y propio nombre y si estás aquí de estancia por algún tiempo o vas camino para alguna parte, ca si yo en algo puedo a tu grandeza servir lo haré de muy buen grado. Y también deseo saber cómo se llama cada uno de esta noble compañía de que estás rodeada.

     Con gran matureza y no creído resposo la linda y discreta doncella dio principio a tales palabras:

     -Caballero del Sol, aunque por vuestra voluntad os llamáis Desterrado, seáis bien venido, ca días ha deseo y atiendo aquí vuestra venida. Todo lo que pedís y más os diré yo. A mí llaman la Razón Natural. A este anciano que está a mi diestra mano llaman Entendimiento y al de la siniestra, juicio. El hermoso niño ha por nombre Ingenio. La dueña del cuchillo y ciudad es la Gobernación. La de las ricas ropas aceitunís se llama Ley. Pues has oído mi nombre, quiero te decir la causa de mi camino. Óyeme y verás cosas maravillosas. Está atento y oirás nuevas estrañezas. Ha crecido tanto la malicia entre los hombres y hanse entrado por todo género de vicios tan a rienda suelta, han dado tanta parte de sí al perverso y maligno Mundo, tomándole por rey señor y mostrándose sus vasallos y servidores, que ensoberbecido, con la voluntad de los vivientes ganada y con el gran señorío que tiene sobre ellos, que sembrando vicios y pecados, haciendo nuevas y injustas leyes, ha desterrado de la espaciosa

tierra y de la compañía y coraçones de los hombres todas las virtudes, por a dar salvo y buen barato las almas de los míseros hombres al perverso Lucifer. De la manera que has oído, yo y mis hermanas, que por general nombre Virtudes nos llamamos, fuimos desterradas de nuestra natural tierra, en la cual nos había criado y dejado el alto Señor y Hacedor de todo lo criado, y los hediondos vicios fueron recibidos en nuestro lugar, a los cuales agora se hace más fiesta y en más son estimados que nosotras solíamos ser tenidas. Pues como en tal manera por el perverso Mundo nos viésemos desterrar y alançar de la tierra, juntándonos todas salimos, más por fuerça que de grado, a cumplir el injusto destierro. Y en la salida acordamos de pedir justicia de tan notorio agravio al eterno y omnipotente Dios, el cual otra vez que desterradas estábamos, envió su unigénito Hijo a tomar carne humana y a padecer muerte por librar los hombres que había criado de las manos y poder del perverso Satanás y por nos tornar a la tierra y sembrar y injerir en los coraçones de los humanos para que, mediante su ley de gracia, obrando virtud y aborreciendo los vicios, salvasen sus ánimas y ganasen la bienaventurada vida para que los habla criado. Con este acuerdo, todas juntamente dimos una devota petición a la divina y poderosa majestad. Luego el muy poderoso Dios, usando de su divina clemencia, oyendo nuestro devoto suplicar, proveyó que la divina justicia viniese al Campo de la Verdad, el cual está en el fin y cabo de esta estrecha senda, para que llamase ahí al Mundo y oyendo entrambas partes, hiciese justicia en este desaforado hecho. Luego que esto fue mandado por la divina y suprema majestad, las desterradas Virtudes tornamos esta estrecha y trabajosa senda para ir con presteza a pedir derecho al Campo de la Verdad. La Sabia Prudencia llevaba la vanguardia y delantera y yo la retaguardia, por manera que todas mis hermanas van adelante. Yo soy la que he quedado de pasar los defendidos pasos de esta senda esperando tu venida para que con esforçado coraçón, si a ti place, me franquees los siete defendidos pasos en que están siete malas dueñas con caballeros que por su parte hagan batalla, cuando con sus engaños no pueden vencer [a] los que por la estrecha senda caminan. Ya te he dicho para donde es mi camino y la causa del caminar. Vey si quieres acompañarme y ganarme los peligrosos pasos, lo cual, si hicieres, ponerme has en obligación de te hacer alguna merced y te llevaré al Campo de la Verdad, donde verás cosas jamás por ti vistas, y más haré, que después que acabares esta jornada, tornando a salir por la Labrada Puerta por donde entraste en la cueva de las salas, el cual es verdadero camino para venir a esta senda herbosa, que lleves escrito de mano de la sabia Prudencia, la cual lo hará por mi ruego, todo que hasta aquí ha pasado por ti después que saliste de la corte del poderoso Don Carlos Emperador de Roma, juntamente con lo que te acontecerá de aquí adelante y lo que veras y oirás en el Campo de la Verdad hasta en tanto que vuelvas al castillo de tu caro amigo Pelio Roseo, tornando a repisar los pasos andados .

     -Muy poderosa doncella, dijo el Caballero del Sol, y con justo título Razón Natural llamada, que todas las cosas riges con orden, peso y medida, yo acepto la merced de ir en tu compañía y escojo el trabajo de franquear los pasos defendidos en cuanto mis flacas fuerças bastaren; porque, ultra de a ello me obligar tu gran merced y mandamiento, yo no me desterré de la corte de España para otra cosa sino para ponerme a todo trabajo y afán en defensa de la virtud. Y agora me cuento por bienaventurado por haber hallado una tan alta señora en cuyo servicio emplee mis flacas fuerças y gaste mis trabajos y aventure mi persona. Yo te juro, poderosa doncella, por la orden de caballería, pues me has hecho merecedor de tu compañía, de jamás salir de tu mandado ni faltar de tu servicio por temor de algún peligro, aunque sea tal que me hubiese de costar la vida.

     -Pues aceptáis mi ruego, buen caballero, dijo la Natural Razón, yo os recibo por mi aguardador, ca bien espero, según vuestra gran bondad, que el decir y el obrar en vos serán iguales y, pues es tarde, será bien que se os dé a cenar y os vais a reposar, que bien os hará menester.

     Luego las mesas fueron puestas, donde fueron altamente servidos, aunque no de muchos, pero de convenientes manjares. Las tablas fueron alçadas y el Caballero del Sol, acompañado de dos pajes, se fue a reposar a un cerrado lecho, ca muchos y buenos los había en la rica tienda, por tal manera obrados que se podían cerrar por de dentro y por de fuera, donde, siendo cerrado, el Caballero del Sol reposó hasta la luz del siguiente día.

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