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Capítulo XLVII

En el cual se cuenta cómo la Prudencia y la Fortaleza y la Temperancia y la Constancia vinieron a la fuente de los gigantes a visitar a la Razón.

     Otro día, al tiempo que el alba rompía, levantándose el Caballero del Sol, vistióse sus ricas ropas y, pensando en qué podría gastar el dulce tiempo de la templada mañana, salióse paseando por la senda que iba al Campo de la Verdad por gozar del frescor de la mañana y ver el Campo de la Verdad, ca ya no veía la hora de entrar en él; y como aquel deseo no cansaba de lo mirar, y cuando fue apartado de la fuente dos tiros de piedra, saliendo al fin de la floresta, pudo ver lo que deseaba; y, como muy embelesado estuviese mirando su estraño y claro muro, las altas y hermosas torres de sus edificios, vio salir gran compaña por la puerta de una muy alta torre, que ante el Campo, sobre la punta de una gran puente estaba, y, atendiendo cuál camino tomaban, vio que con gran priesa la senda que a la fuente de los gigantes venía tomaban. Bien entendió el Caballero del Sol que podía ser alguna gente que venía a visitar a la Natural Razón. Viendo pues que convenía dar aviso de esto, con más apresurados pasos tornó repisando el paseado camino a la fuente de los gigantes y, entrando en la rica tienda, saludó con humilde acatamiento a la Razón, contándola lo que habéis oído. La cual, pensando lo que podría ser, ricamente guarnida y acompañada de sus servidores, salió de la rica tienda por ir a recibir aquellos que a visitarla venían, mandando al Caballero del Sol que, vestido de sus preciados vestidos y con la corona de palma y el bastón en las manos, fuese delante de ella. De esta manera, con espaciosos pasos, llegaron hasta el fin de la floresta, donde pasaron grandes cortesías entre la Natural Razón y cuatro apuestas doncellas que del Campo de la Verdad por la visitar ahí eran venidas.

     Agora vos quiero decir quiénes eran las cuatro doncellas y qué criados las acompañaban. La primera y principal se llamaba Prudencia, la segunda Fortaleza, la tercera Constancia, la cuarta Temperancia. La Prudencia era doncella de gran cuerpo, bien apuesta y tan hermosa como la clara mañana del sereno día, tal que por maravilla se podía mirar su extremada beldad. Su rostro representaba gran majestad y su semblante crecida cordura, sus compuestos pasos y su general meneo descubrían su gravedad y grande autoridad. Una redecica de oro sutil y bien obrada cogía sus dorados y largos cabellos. Sobre ella ponía una corona de laurel, vestía ricas ropas verdes con una cortadura azul; cortadas por ella, muchas estrellas y un sol y una luna a trechos entrepuestos asentada sobre tela de oro, por lo cual las estrellas y el sol y luna doradas y resplandecientes parecían, con una letra que decía así:

La Prudencia siempre crece
como la muy verde planta.
El que poseerla merece
lo celestial apetece,
menosprecia el oro y plata.


     Venía sobre un palafrén bayo tan luciente que su color fino oro parecía. Era ornado de unas estrellas plateadas guarnecido de un filón de fino oro con gualdrapa y guarniciones de tela de plata y una letra en esta manera:

Gástese, gástese el oro
y consérvese el saber.
Sirvámonos del tesoro
pues saben todos de coro
cuánto excede en merecer.


     En los pechos traía broslada una pequeña grulla con el pie cogido y en él una piedra. Del pico la colgaba una caña de trigo que parecía la espiga rastrar por el suelo, sobre la cual andaban espesas hormigas sacando los secretos granos, con una letra que decía de esta manera:

La grulla da la ventaja
en prudencia a la hormiga
pues que sin haber baraja
se toma ella la paja
y a la otra da la espiga.


     A esta sabia doncella, entre otros servidores, acompañaban un escudero llamado Continuo Estudio y tres damas llamadas Discreción, Ciencia, Experiencia. El escudero que había por nombre Estudio Continuo era bien dispuesto en el cuerpo, su gesto descolorido, los ojos un poco turbios. Sobre su cabeça ponía una corona de laurel. Vestía ropas negras y largas, aforradas en fina grana con unas pequeñas cuchilladas por donde la grana se parecía y una letra que decía:

El continuo estudio dora
al ánima muy preciada.
Su trabajo descolora
al cuerpo y empeora
la vista pues es turbada.


     La dama, llamada Discreción, vestía ropas con una cortadura de carmesí pelo y un letrero que decía de esta manera:

La discreción y cordura
engendran a la viveza
con que la ciencia madura
y el saber que mucho dura
se aprende sin rudeza.


     La [dama] llamada Ciencia ponía sobre sus rubios cabellos una corona de estrellas. Vestía paños verde obscuros con una cortadura de verde claro y una letra que así decía:

La ciencia alta y subida
las ánimas enriquece,
la fortuna favorece
al que gasta allí su vida,
el temor de la partida
hace perder la esperança,
la cual con ella se alcança
si la tenéis bien cumplida.


     La otra dama que venía acompañando a la Prudencia se llamaba Experiencia. Era de mucha edad aunque muy fresca. Vestía ricas ropas caneladas, pintadas y bordadas por ella muchas historias antiguas con diversos acontecimientos y desastrados y también venturosos casos. En las manos traía un pequeño mundo abierto a manera de granada, figurados dentro varios animales y árboles. Con las manos porfiaba por acabarlo de abrir por sacar todo lo que había dentro, con una letra que decía así:

La Experiencia es inventora
y de osas maestra.
El que en este mundo mora
debe tentar toda hora
la ventura que se muestra.


     De la manera y con la compañía que habéis oído, vino la sabia Prudencia a visitar a la Razón.

     La segunda doncella, llamada Fortaleza, era de crecido cuerpo y doblados miembros. El gesto tenía robusto, aunque hermoso. Los crespos y rubios cabellos traía vueltos por la cabeça, presos con un rico garvín encarnado. Sobre él ponía una corona de palma, tan bien tejida, que mucho adornaba su hermosura. De los braços y piernas estaba armada de muy ricas armas partidas con oro. Vestía ropas muy ricas de color leonado, con unas cortaduras de terciopelo pardo, hechas a manera de ramicos de olivo, con una letra que así decía:

La virtud de Fortaleza
en la paz está escondida,
sufriendo con madureza
y no en quitar con crueza
al enemigo la vida.


     A su hermoso cuello esta doncella, llamada Fortaleza, traía echado un limpio escudo de fino acero. Con la derecha mano tenía un acerado alfange y con la siniestra un ramo de pacífico olivo. Cabalgaba sobre un galano y gran caballo tostado, guarnido de guarniciones de fino oro. Traía esta fuerte doncella broslado en sus pechos un fiero león. A esta hermosa doncella acompañaban dos escuderos, llamados, el uno, Magnánimo, y el otro, Esfuerço; y dos damas, que habían por sus nombres Nobleza y Generosa. El escudero llamado Magnánimo, era de mediana edad, bien dispuesto en el cuerpo y hermoso en el rostro. Venía todo armado, salvo de manos y cara, de unas fuertes armas cárdenas. En su cabeça traía una corona de roble. En la derecha mano una espada, en la siniestra un coraçón apretado, con un letrero que así decía:

El pequeño coraçón
con afrentas apretado
si le ayuda la razón
por verse en tribulación
jamás le vi desmayado.


     El escudero, llamado Esfuerço, era asimesmo de mediana edad y de grandes y bien fornidos miembros armado, piernas y braços vestía [de] ricas ropas verde oscuras. En la mano derecha traía una porra de acero y en la otra una pequeñita columna, con un letrero que decía así:

Las armas siendo parejas
el Esfuerço, no fallece
porque la lengua enmudece
a las muy sordas orejas.


     La dama, llamada Nobleza, era algo antigua, aunque muy fresca en el rostro y bien dispuesta en el cuerpo. Vestía honestamente paños negros. En sus manos traía dos coronas, una de oro y otra de plata, con un mote que estaba escrito de esta manera:

La Nobleza bien merece
las dos coronas preciadas
mas tiénelas desechadas
porque el mando al alma empece.
Ora ved si os parece
cómo es noble no querer
mandar, juzgar, ni tener
porque la codicia cese.


     La otra dama, llamada Generosa, traía sobre sus cabellos una corona de cedro. Vestía ricas ropas de raso dorado, con una cortadura de carmesí pelo y una letra que así decía:

Mi generoso cuidado
mi pensamiento subido
han sublimado mi estado
a Dios que me ha criado
con ello y sin ello he servido.


     Con tal compañía, y otros muchos escuderos, damas y pajes, vino la Fortaleza a visitar a la generosa doncella Razón Natural.

     La tercera doncella, que había por nombre Constancia, tenía gentil cuerpo y hermoso rostro, muy sereno y muy grave. Los dorados cabellos traía cogidos en una preciada red canelada con unos hilos de oro entrecogidos. Sobre su cabeça traía una corona de rosas azules puestas en un circuito de acero. Vestía ricas ropas cárdenas con unas cortaduras hechas a manera de columnas de terciopelo morado, puesto sobre tela de plata y una letra que así decía:

Mi Constancia verdadera
jamás contrastó fortuna.
Su virtud y su manera
no es flaca como madera
sino fuerte como columna.


     En los sus pechos traía esta apuesta doncella bordado un armiño. Cabalgaba sobre un palafrén rucio, ricamente guarnido.

     A esta doncella acompañaban, entre otros servidores, dos damas de grande autoridad. La una se llamaba Perseverancia y la otra Firmeza. La Perseverancia traía sobre sus rubios cabellos una corona de cedro. Su vestir era morado, enforrado en carmesí raso y una letra que decía de esta manera:

El ánimo verdadero
que tengo de bien obrar
me hace perseverar
en el bien muy por entero.
Los celos nacen primero
para firme me hacer
pues lo deseo y lo quiero.


     La segunda dama, llamada Firmeza, que venía en compañía de la Constancia, tenía los miembros doblados y el gesto robusto. Vestía ricas ropas de terciopelo azul obscuro, con una cortadura de lo mismo sobre tela de plata, que se descubrían por la cortadura a manera de torrecicas. En la mano traía una pequeña torre y una letra que así decía:

Tan firme está mi firmeza
como la fundada torre.
De cualquier parte que corre
la fortuna con braveza
jamás mudó mi cabeça
ni mi firme pensamiento,
es tan fuerte mi cimiento
que resiste a su aspereza.


     De la manera que habéis oído, y con otros muchos criados, vino la Constancia a visitar a la Razón Natural.

     La cuarta doncella, llamada Temperancia, era de tanta apostura y hermosura que los ojos jamás cansaban de la mirar. Los rubios y largos cabellos traía vueltos por la cabeça, presos con un garvín, la mitad de hilo de oro y la mitad de hilo de plata. En una mano tenía con una tenaza un hierro albo y en la siniestra un vaso de agua en que metía el ardiente hierro. Vestía ricas ropas, la mitad de terciopelo negro y la mitad de terciopelo colorado, con unos lazos de oro que trababan lo uno con lo otro y una letra con unos lazos:

Con lazos de buen juicio
templo mis hechos y obras.
No es pequeño beneficio
usar bien de tal oficio
en desastres y çoçobras.


     Esta hermosa doncella venía sobre un palafrén rosillo, bien guarnecido de guarniciones y gualdrapa de carmesí pelo y terciopelo negro a cuarteles con los mismos lazos y letra. A esta señora acompañaban dos escuderos; el uno, llamado Comedimiento, y el otro, Contento; y dos honestas damas, llamadas Abstinencia y Modestia. El escudero, llamado Comedimiento, vestía ropas de paño pardo, con una guarnición de terciopelo pardo y un letrero que decía de esta manera:

Todos mis cinco sentidos
y mi condición humana
son tanto bien comedidos
que traen entretejidos
la seda con basta lana.


     El escudero, llamado Contento, vestía paños claros aforrados en grana colorada con espesas cuchilladas por donde se parecía la grana y una letra:

Mi gozosa voluntad
contenta con basto paño
vive alegre sin engaño
amando siempre verdad.


     La dama, llamada Abstinencia, vestía paños blancos con una cortadura de terciopelo verde y unos lazos entretejidos y una letra que así decía:

Mi templado pensamiento
de la abstinencia cercado
no puede ser derribado
de los vicios ni su viento.


     La otra dama, que se decía Modestia, vestía ropas negras, aforradas en raso dorado con unas pequeñas cuchilladas por donde apenas se parecía lo dorado y una letra:

Los hechos muy virtuosos
y de modestia cumplida
a los hombres virtuosos
hacen ser y hazañosos
en la muerte y en la vida.


     De la manera que habéis oído, y con otros muchos servidores, vino la Temperancia del Campo de la Verdad en compañía de la Prudencia, Fortaleza y Constancia a visitar a la Razón. Y, como ya habéis oído, se encontraron a la salida de la floresta de donde, después de haber descabalgado de sus caballos y hermosos palafrenes y pasado grandes cortesías, se fueron mano a mano hablando en su hecho hasta la estraña y muy preciada tienda de la Razón, donde la sabia Prudencia dijo a la Razón:

     -Señora y hermosa doncella, si a ti place en esta floresta holgaremos cuatro días, ca así lo traemos acordado estas virtuosas doncellas y yo, para esto traemos tiendas y las cosas necesarias. Si así, Razón, lo ordenas y quieres, el cuarto día en la tarde entraremos en el Campo de la Verdad y el quinto iremos a visitar y besar las manos a la divina justicia y el sexto día aplazado saldremos a juicio.

     -Proveída Prudencia, dijo la Natural Razón, como lo ordenares y estas señoras mandaren, así lo quiero yo.

     Sin más aguardarlas cuatro doncellas mandaron parar y fixar sus ricas y vistosas tiendas en torno de la estraña fuente de los gigantes, entrandose juntamente en la tienda de la Natural Razón por reposar. Con diligencia los fieles servidores de las cuatro doncellas començaron de descojer líos, abrir arcas y fijar por el verde campo las preciadas tiendas.

     Aún no eran acabadas de armar las cuatro tiendas, cuando las cinco doncellas salieron de la tienda de la Razón, y como la Natural Razón siempre tuviese memoria del Caballero del Sol y le vido como paseando ante las armadas tiendas, mandando quitar lo mal puesto y adereçar lo mal ordenado, hízolo llamar y, como el Caballero del Sol vido y oyó el mandado de la Natural Razón, dejando el cuidado de las tiendas, se va para su señora y, como llegó y hizo el debido acatamiento, la Razón dijo en esta manera: Virtuosas doncellas, éste es el bienafortunado Caballero del Sol, que por otro nombre se llama Desterrado, mi fiel servidor y aguardador. Este pasó por los peligros de la Labrada Puerta, éste me franqueó los defendidos pasos de la senda herbosa, éste venció las falsas dueñas de los pasos defendidos y sobrepujó con fuerça de sus armados braços los siete caballeros y un oso y una espantosa serpiente, defensores de las malas dueñas. Este no fue vencido ni con falsas palabras de las dueñas, ni con fuerça de las fuerças de los caballeros. Este ha sufrido los trabajos y muy grandes peligros. Este por su crecida virtud, más altamente que otro alguno, tiene merecido de entrar en mi compañía en el Campo de la Verdad y hallarse presente a todos nuestros hechos.

     Oyendo estas palabras, y viendo que las cuatro doncellas miraban al Caballero del Sol, los ojos en tierra de la vergüença, ocupada la lengua, enmudeció y no pudo volver palabra. Y como las sabias doncellas conocieron su vergüença, començando de mezclar otras hablas, se fueron a sentar a las mesas, ca ya estaban paradas, donde fueron servidas tan altamente como a tales personas convenía. Y como las tablas fueron alçadas, las cuatro hermanas doncellas, Prudencia, Fortaleza, Constancia y Temperancia, preguntaron a la Razón en qué gastarían el tiempo que del día restaba.

     A mí parece, dijo la proveída Razón, que nos sentemos en torno de la fuente y que nuestros escuderos y servidores salgan por la floresta y echen un ojeo, unos por una parte y otros por otra, viniéndose a juntar en esta plaça y cercando en ella los animales y caça que ante sí trajeren. Podrán, puesto que no haya perros ni redes ni armas de monte, con palos hacer alguna caça de conejos o alguna liebre con que riamos y holguemos.

     A las cuatro doncellas pareció bien el parecer de la Razón; y así, acompañadas de sus damas y doncellas, se fueron a sentar a la estraña fuente de los gigantes, y los escuderos y criados entraron por la espesa floresta, unos por una parte y otros por otra. No tardaron mucho que, viniendo con mucha orden, cercaron en la plaça de la fuente muchos temerosos y brutos animales, así como ciervos, corços, gamos, castores, armiños, capriolos, liebres, conejos y otros no conocidos. Así andaban las liebres Y conejos retoçando por aquella espaciosa plaça sin temor de los que cerco guardaban, como los pequeños corderos en las hermosas mañanas de abril en sus apriscos. Una pieça estuvieron cercados los animales por mandado de las nobles doncellas, pero ya que cansadas estaban de mirar su diversidad, su correr y retoçar, mandaron que entrasen cuatro escuderos o cinco a matar alguna caça.

     No fue bien oído el mandamiento de las doncellas, cuando entraron en la plaça cuatro, quedando los otros en guarda por su orden. Los que en la plaça andaban, unos con garrotes tiraban a los conejos, otros con sus espadas corrían tras los gamos. Ahí viérades correr y saltar los conejos y liebres, ahí viérades cómo los crecidos animales, por huir de los que por la plaça los perseguían, caían en las manos de los que el cerco guardaban. Pues ver cómo los corridos y acosados animales corrían a la fuente, pensando guarecer entre las armadas tiendas, otros, por huir, topaban y derribaban los que el cerco guardaban. Las cinco doncellas, viendo la cosa tan trabada, alguna caça de liebres y conejos muerta y tres o cuatro animales de los mayores presos y heridos, mandaron deshazer el cerco y que todos se recogiesen a las tiendas recogiendo juntamente la caça. De esta manera pasaron las cinco doncellas de las desterradas aquel día que en otra cosa no hablaban sino cómo los animales huyendo de un pequeño peligro caían en otro mayor.

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