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Poesía pop

Sergio Ramírez





Así como esos casi etéreas figuras de Beardsley fueron el signo de la belle époque en los fines del siglo XIX, el pop art podría serlo de esta sociedad gum and gun en la que el arte abstracto, para muchos evasivo, ha sido desplazado por las latas gigantes de sopa Campbell y los comics strips en sus chillantes colores primarios (y los globos con los rótulos de los parlamentos) en cuadros que uno se encuentra colgados en las más importantes salas de arte, como el testimonio último y desesperado del artista en una sociedad agonizante: sublimizar los instrumentos de perversión, de docenificación y en lugar de las madonas desnudas, la espumante crema dental.

La pintura pop es evidentemente un símbolo descarnado, de directa comunicación a través de técnicas muy sencillas, que parten generalmente de procedimientos fotográficos y litográficos en base a ampliaciones, siguiendo la misma técnica de los carteles y los anuncios de las revistas y las otras que se utilizan para la preparación de revistas cómicas, lo cual no es obstáculo para que una sopa Campbell valga diez mil dólares y una caja de Fab otro tanto. El pop art es el lenguaje público de la cultura popular, que tiene en el otro fiel de la balanza el camp art, con el cual no hay que confundir: el pop es una representación directa, una aprensión de los elementos actuales, elementos primarios de una sociología artística y por lo tanto, de naturaleza simplemente testimonial, en lo que reside su carácter objetivo; por el contrario, el arte camp es la deificación del mal gusto y pertenece a un ámbito absolutamente subjetivo; sería lo mediocre aceptado como bueno, o el gato por liebre. Por ejemplo, una pintura de la hoja de rasurar Gillete es una muestra del pop; el trío Los Panchos, o una película de charros, nada más que camp (puede atribuirse a Susan Sontag la más avanzada teoría del camp y a Carlos Fuentes el más completo catálogo de diferenciaciones).

Esta introducción me ha sido necesaria para presentar algo con lo que me he encontrado por primera vez: un libro de poesía pop. Por supuesto, después de la aparición de una pintura, incluso de una música pop (los temas de película y de series de televisión, comenzando por el de Batman) la poesía pop merecía también su «florecimiento». Se trata de Pop Poems, de Ronald Gross, cuyo título aparece en la portada calcado en las mismas letras y dentro del mismo campo circular en rojo de la Coca Cola.

El autor advierte que con sus poemas, y dentro de la inteligencia general del pop, pretende hacer ver lo que realmente está alrededor de nosotros, oír y leer lo que está pasando con el lenguaje, a través de ordenadas inserciones de textos de anuncios de televisión, slogans comerciales, notas sociales de los periódicos, signos de carreteras, formularios, tarjetas IBM, etiquetas, tarjetas de felicitación, incluso trozos en artículos del Reader's Digest, todo esto en la forma de odas, epigramas, sonetos, hai-kais, en un loco enfrentamiento de las formas poéticas con un contenido prefabricado, un absoluto más allá de la poesía testimonial, hasta convertirla como en el caso de la pintura, en una representación directa de las armas de la cibilización, con la b grande de Cortázar.

Por ejemplo, he aquí esta elegía:


Abraham Brodsky, 1671 North Avenue,
fundador y presidente de la Regal Electric
Supply Company en Newark durante 40 años,
Murió ayer en el Elizabeth General Hospital.
Tenía 77 años de edad. Se retiró en
1961.
Le sobreviven su viuda, la Sra. Rae
Litwin; una hija,
una hermana y tres nietos.



No se trata más que de una transcripción literal de una nota periodística, de las que se publican miles todos los días, pero en la cual el poeta ha encontrado el poema. O este otro, «Size of breasts is of no importance»:


Algunas mujeres de pequeño busto
creen
que no podrán producir leche en suficiente
cantidad,
pero no hay razón para tal creencia.
Cuando una mujer no está preñada ni amamantando,
el tejido glandular permanece invariable
y constituye solo una parte muy menor del busto.
La parte más considerable está compuesta
de tejido graso.
El cual está allí aparentemente concentrado solo
para propósitos de belleza.



No hay duda que en esta clase de arte, el papel del autor se reduce al de un médium, una antena de sensibilidad abierta, para ver, tocar y oír y trasponer lo que está en las paredes, las cajas de cigarrillos, las leyendas de prevención; no es pues, un creador de mensajes sino un transmisor de mensajes, lo que encaja perfectamente dentro del cuadro de una época de crisis cultural, en que las señales de agonía son tan evidentes en el medio ambiente, que el creador no necesita crear, sino tocar, asfixiado en montañas de cajas de detergentes, observado por millones de ojos electrónicos que preparan su futuro, anotan su nacimiento en tarjetas perforadas aún antes de la concepción y son capaces de entregarle al nacer, un cálculo de prestaciones para su retiro y su boleto de avión para irse por un mes al Hawaii cuando tenga setenta años de edad.

Si el hombre se ha esforzado tanto para que solo pongan un tigre en su tanque, y ésta es la generación Pepsi Cola, una poesía como ésta está plenamente justificada con solo su propósito de enseñar los instrumentos del crimen. Pero además de eso, es claro que en el mundo en que vivimos, los absurdos de la comunicación masiva nos revelan grandes posibilidades de creación testimonial, y si no basta leer los cables de las agencias noticiosas y encontrarse con esa realidad que parece arrancada de la ficción, como si los papeles se hubieran definitivamente cambiado y lo que habría que inventar sería el paraíso perdido antes del caos y la aniquilación que es, en fin de cuentas, la única verdad.

Civilización pop, arte pop. Igual que los dolores del cáncer.

Pop Poems. Ronald Gross, nacido en Nueva York en 1935. Simon & Schuster, Nueva York, 1968.

Fort Collins, Colorado, noviembre de 1968.





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