Nada se halla en este pequeño volumen que sea hijo de la
ficción y que no esté realzado por la verdad. Su
mérito es el sentimiento, y ésta la principal
cualidad que lo caracteriza. Este género de cartas requiere
un estilo puro, sencillo y muy afectuoso, cuyos versos fluyan con
la facilidad de un arroyo, concilien el sueño y adormezcan
los sentidos con su murmullo, transparenten el alma como un cielo,
por do se ven pasar las nubes de las pasiones, unas ligeras,
brillantes y matizadas de colores; otras tristes, sombrías y
aplomadas: este arroyo no debe imitar el bronco bramido de los
mares, ni los sones del torrente hinchado. Su tono dulce y
apasionado es el del amor primero, que siempre deja un sello en el
corazón, amor de recuerdos, cuya ilusión es la
última que nos abandona al pie de la tumba. El primer amor
dictó estas cartas, y habrán llenado su fin, si
reúnen y describen con hermosas pinceladas, el fuego del
corazón, la dulce melancolía, la leve esperanza, los
celos, las quejas y los dorados sueños, propios de la
primavera de la vida, edad de flor y de ansiedades.
A Célima
|
|
¿Vuelves al mar, ingrata, o me
abandonas |
|
|
|
a llorar los rigores de la ausencia? |
|
|
|
¿Y quieres que mis ojos que te buscan, |
|
|
|
noche y día con llanto se humedezcan? |
|
|
|
Hoy se agitan las olas murmurando |
5 |
|
|
tu ingratitud, sensibles a mi pena, |
|
|
|
y las aves no cantan, cual solían, |
|
|
|
y los céfiros blandos no recrean. |
|
|
|
¡Ay! deja la ciudad, ¿qué te
detiene? |
|
|
|
Como tigre feroz, de mármol era |
10 |
|
|
quien fundó las ciudades populosas |
|
|
|
y levantó a las nubes sus almenas. |
|
|
|
Más feliz en la rústica
cabaña, |
|
|
|
sin oír el clarín que Marte
suena. |
|
|
|
En la dorada edad vivió el amante, |
15 |
|
|
exento de los males que hoy nos cercan. |
|
|
|
Ya el mísero mortal gime intranquilo; |
|
|
|
junto a sus mismos lares ronco truena |
|
|
|
el cañón espantoso, que
preñado |
|
|
|
de luto y orfandad mueve sus ruedas. |
20 |
|
|
Nacimos para amarnos; pero ciegos |
|
|
|
prefiriendo a la paz la cruda guerra, |
|
|
|
ni sentimos, ni amamos, ni nos unen |
|
|
|
los lazos de amistad que unir debieran. |
|
|
|
Mi Célima, yo evito las ciudades, |
25 |
|
|
sólo el campo mi gusto lisonjea; |
|
|
|
libre de los cuidados enojosos |
|
|
|
coronaré mi sien de verde yedra, |
|
|
|
y al declinar las tardes del estío, |
|
|
|
del agitado mar en las riberas, |
30 |
|
|
cantaré tu hermosura que me tiene |
|
|
|
prisionero de amor en las cadenas. |
|
|
|
¿Y tardas en venir?, ¿puedes
acaso |
|
|
|
dejar en triste olvido tu promesa? |
|
|
|
¿Será que arrebatada de los
vientos |
35 |
|
|
se sepulte en el mar, y jamás vuelvas? |
|
|
|
¿Por qué tanto rigor? No, bella
amiga, |
|
|
|
volverás a la playa lisonjera, |
|
|
|
y enjugarás mis lágrimas
ardientes |
|
|
|
que en la pira de amor son grata ofrenda. |
40 |
|
|
Veré tu rostro al fin, podré en tus
brazos |
|
|
|
calmar este volcán que me atormenta. |
|
|
|
¿Tanta dicha un mortal conseguir
puede? |
|
|
|
¿Tan celestial favor tu amigo espera? |
|
|
|
Te contemplo cual Diosa, a cuyas aras |
45 |
|
|
sin debido temor ninguno llega; |
|
|
|
rayos vibran tus ojos al profano |
|
|
|
que un pecho impuro a tu deidad presenta. |
|
|
|
Naciste allá en la Idalia, y del
regazo |
|
|
|
de la hermosa que en Chipre se venera |
50 |
|
|
te recibió Diana, y tu cunita |
|
|
|
la mecieron las ninfas de la selva. |
|
|
|
No eres mortal, divino fuego anima |
|
|
|
tus preciosas mejillas, dulce y tierna |
|
|
|
como Safo y Corina, vivos sólo |
55 |
|
|
para endulzar los malos que me aquejan. |
|
|
|
¿Y quién no te amará? Quien
tu atractivo, |
|
|
|
quien la fuerza de amarte resistiera, |
|
|
|
podría fácilmente con los mares |
|
|
|
juntar del claro cielo las estrellas. |
60 |
|
|
Los pechos a tu vista se derriten, |
|
|
|
con tu encanto las almas se enajenan, |
|
|
|
y es obra misteriosa de un momento |
|
|
|
verte, y quedar herido de tus flechas. |
|
|
|
¡Oh magia seductora! ¡Oh qué
martirio, |
65 |
|
|
qué lucha el corazón
experimenta, |
|
|
|
cuando adora en secreto, y no se atreve |
|
|
|
a declarar sus ansias a una bella! |
|
|
|
Yo probé este dolor; te vi, y al punto |
|
|
|
el fuego discurría por mis venas: |
70 |
|
|
se teñía de púrpura el
semblante, |
|
|
|
mi pecho palpitó, calló mi
lengua. |
|
|
|
Pareciome un tormento que halagaba, |
|
|
|
Pareciome un encanto de sirenas; |
|
|
|
Amé, dudé, temí, pensé
ofenderte, |
75 |
|
|
y cedí a la esperanza que consuela. |
|
|
|
Al ver correspondido mi cariño |
|
|
|
humo fue para mí toda grandeza; |
|
|
|
mi tesoro mayor fue tu hermosura; |
|
|
|
ser tu esclavo mi dicha verdadera. |
80 |
|
|
Otros del crudo Marte, en rudas lides |
|
|
|
sigan osadamente las banderas, |
|
|
|
y el sueño de sus noches interrumpa |
|
|
|
el belicoso son de las trompetas. |
|
|
|
Más dulce es la milicia del amante, |
85 |
|
|
distintas son sus armas y poleas, |
|
|
|
distinta la victoria, siempre vence |
|
|
|
el que dócil se rinde, humilla y
ruega. |
|
|
|
¿Quién contará las glorias de
Cupido? |
|
|
|
En los brazos de Venus Citerea |
90 |
|
|
suspira aprisionado el crudo Marte |
|
|
|
olvidando su bárbara fiereza. |
|
|
|
Marco-Antonio sus naves abandona |
|
|
|
por seguir a Cleopatra que se aleja, |
|
|
|
y las ondas del mar que va surcando |
95 |
|
|
no sofocan la llama que alimenta. |
|
|
|
Ama el fuerte que vence en las batallas, |
|
|
|
ama el héroe que ciñe la
diadema, |
|
|
|
ama el sabio y el rústico ignorante, |
|
|
|
saben amar las aves y las floras. |
100 |
|
|
¿Quién inspiró los versos
armoniosos |
|
|
|
al que lejos de Roma se lamenta, |
|
|
|
al amante de Julia desterrado, |
|
|
|
sino el rapaz que aguza sus saetas? |
|
|
|
¿Quién a Galo y Tibulo, y al que
canta |
105 |
|
|
de Cintia la elegancia y gentileza? |
|
|
|
¿Quién al tierno y sensible
Nemoroso |
|
|
|
que publica el desdén de Galatea? |
|
|
|
Célima, tantos cisnes del Parnaso, |
|
|
|
dignos de estimación y fama eterna, |
110 |
|
|
debieron sus cantares delicados |
|
|
|
del amor a la mágica influencia. |
|
|
|
Tú podrás inspirarme, si
armoniosas |
|
|
|
sonaron de mi cítara las cuerdas; |
|
|
|
tuyo será el honor, tuya la gloria, |
115 |
|
|
mío será el renombre de poeta. |
|
|
|
¿Cuál te cantara yo? Puro y
sincero |
|
|
|
ceñida de arrayán la cabellera, |
|
|
|
y en traje de pastor cual otro Apolo |
|
|
|
ensayara en tu honor mis cantinelas. |
120 |
|
|
Ninfa, si el canto mío te agradase, |
|
|
|
menos esquiva, menos dura fueras; |
|
|
|
volaras a mis brazos, como suele |
|
|
|
volar a los tomillos la abejuela. |
|
|
|
Ora solo y sin ti fue voy vagando |
125 |
|
|
por la tendida playa, sin que pueda |
|
|
|
apartar los recelos de perderte |
|
|
|
y calmar sólo un punto la tristeza. |
|
|
|
¿Será, digo, que Célima me
olvide? |
|
|
|
¿Que un indigno rival a mí
prefiera? |
130 |
|
|
¿Que se entibie su fuego cuando el
mío |
|
|
|
con nuevo ardor sus llamas acrecienta? |
|
|
|
Con profundo dolor llagado el pecho |
|
|
|
suspira, al recordar estas ideas; |
|
|
|
y agonizo, mi bien, cual si un veneno |
135 |
|
|
las fuentes de la vida destruyera. |
|
|
|
Padezco como el mísero que sufro |
|
|
|
de tormento la bárbara sentencia, |
|
|
|
y es tendido en la máquina execrable |
|
|
|
que inventó la crueldad en las
tinieblas. |
140 |
|
|
Paso en afán los días; mas las
noches |
|
|
|
son tardas en marchar, y pronto llegan |
|
|
|
las horas tan posadas al sensible |
|
|
|
que distante se ve de amada prenda. |
|
|
|
Tiende la diosa el manto tenebroso, |
145 |
|
|
cubre de obscuridad toda la tierra, |
|
|
|
hasta que de la luna incierto rayo |
|
|
|
con plateado brillo la hermosea. |
|
|
|
Sólo el bronco murmullo de las olas |
|
|
|
interrumpe el silencio que aquí reina, |
150 |
|
|
y el viento que agitando los arbustos |
|
|
|
por toda la campiña aromas lleva. |
|
|
|
Varias formas los sueños imitando |
|
|
|
a nuestra fantasía se presentan, |
|
|
|
o con placer mentido nos halagan, |
155 |
|
|
o nos pintan imágenes funestas. |
|
|
|
Dichoso del mortal, cuyo reposo, |
|
|
|
sobresaltos y horror no experimenta; |
|
|
|
duerme en tranquila paz, y en el regazo |
|
|
|
de su amable y virtuosa compañera. |
160 |
|
|
Duerme el amante, y teme: o me parece |
|
|
|
que de mi cara patria me destierran, |
|
|
|
robándome tu vista cariñosa, |
|
|
|
que para mí es la suerte más
adversa; |
|
|
|
o que el furor de un padre te prepara |
165 |
|
|
nuevo lazo de amor, que tú detestas, |
|
|
|
y al pie de los altares das la mano |
|
|
|
al que tu corazón y afecto niegas: |
|
|
|
otra vez me parece que enojada, |
|
|
|
mi voluntad y mi querer desprecias; |
170 |
|
|
que te apartas de mí, que me
abandonas, |
|
|
|
y que es tu ingratitud mi recompensa. |
|
|
|
Libre ya del letargo dejo el lecho, |
|
|
|
sombras de muerte y luto me rodean, |
|
|
|
y cuando reprimir procuro el llanto, |
175 |
|
|
mis mejillas con lágrimas se riegan. |
|
|
|
Oigo el mar, y el murmullo de sus aguas |
|
|
|
figura de mi pecho la tormenta. |
|
|
|
Vuelvo al cielo mis ojos, y en la luna |
|
|
|
contemplo tu beldad linda y honesta. |
180 |
|
|
Perdona, hermosa mía, si te ofende |
|
|
|
la simple confesión del que te
aprecia; |
|
|
|
tú sabes que en amor, entre dulzuras, |
|
|
|
de los celos la amarga hiel se encuentra. |
|
|
|
En la taza que apura de ambrosía |
185 |
|
|
el amante feliz, bebe la mezcla |
|
|
|
de dañosa cicuta, y no hay placeres |
|
|
|
que de todo pesar y afán carezcan. |
|
|
|
En la rosa gentil, que en Mayo escoges |
|
|
|
de las mil que contiene la pradera, |
190 |
|
|
encontrarás la espina ponzoñosa |
|
|
|
que los incautos dedos atraviesa. |
|
|
|
¡Oh! ¡muévete a piedad! no, no
retardes |
|
|
|
tu llegada a mi choza que te espera; |
|
|
|
No dudes de mi fe, que a ti consagro |
195 |
|
|
mis días, mi fortuna, mi existencia. |
|
|
Respuesta
|
|
Jamás ingrata fui, jamás
mi pecho |
|
|
|
pudo olvidar su fe pura y constante, |
|
|
|
ni se entibió en mis venas aquel
fuego, |
|
|
|
fuego dulce de amor que tú causaste. |
|
|
|
¿Y te quejas de mí? ¿Cruda me
llamas? |
5 |
|
|
Primero que contigo esquiva me halles, |
|
|
|
verás correr las fuentes a su origen |
|
|
|
y anidar las serpientes con las aves. |
|
|
|
¿Ves la frondosa encina, que arraigada |
|
|
|
del monte en las entrañas, mueve el
aire |
10 |
|
|
la copa más altiva, y burla a un
tiempo |
|
|
|
del Bóreas y del Euro los combates? |
|
|
|
Mil árboles perecen en el bosque, |
|
|
|
en la vecina selva todos caen; |
|
|
|
ella sola con gracia permanece |
15 |
|
|
en la común ruina invulnerable. |
|
|
|
Esta es la viva imagen de tu amada; |
|
|
|
en vano te recelas que doblarme |
|
|
|
pueda a la adversidad ni a los dolores, |
|
|
|
cediendo a la fortuna, que es mudable. |
20 |
|
|
¿Quién podrá separar dos
corazones |
|
|
|
heridos por la flecha penetrante |
|
|
|
del Dios que a su placer turba la tierra, |
|
|
|
hace arder las campiñas y ciudades? |
|
|
|
El mismo Jove teme el poderío |
25 |
|
|
de este niño sagaz; teme sus artes; |
|
|
|
no sea que otra vez mudado en toro, |
|
|
|
con la carga gentil surque los mares. |
|
|
|
Podrán los que persigan mi
cariño |
|
|
|
de tus queridos brazos arrancarme; |
30 |
|
|
Podrán con duros grillos y cadenas |
|
|
|
el cuerpo sepultar en una cárcel; |
|
|
|
pero no lograrán que el alma
mía, |
|
|
|
ofendiendo a mi bien, sea cobarde, |
|
|
|
ni que el labio pronuncie votos nuevos |
35 |
|
|
de un profano himeneo en los altares. |
|
|
|
Nací para ser tuya: aquellos lazos |
|
|
|
que el cielo quiso unir, no es dado a nadie |
|
|
|
separar sin la pena merecida |
|
|
|
y que acompaña al crimen detestable. |
40 |
|
|
¿Quién puede contrariar tiernos
afectos? |
|
|
|
¿Quién puede dividir dos
voluntades? |
|
|
|
¿Quién apagar la llama que
acrecienta |
|
|
|
El soplo vengativo de los males? |
|
|
|
Mira si se apagó la de la hermosa |
45 |
|
|
que al más desconsolado y tierno
amante |
|
|
|
estos conceptos tristes escribía, |
|
|
|
del claustro en las funestas soledades: |
|
|
|
«¡Infeliz! Yo pensaba ser la
esposa |
|
|
|
»de todo un Dios: ¡qué error!,
conozco tarde |
50 |
|
|
»que esclava soy de un hombre, y de
Cupido, |
|
|
|
»que sólo en perseguirme se
complace». |
|
|
|
Sí, que el último aliento de su
vida |
|
|
|
de su adorado fue; en aquel instante |
|
|
|
quiso que a su suspiro postrimero |
55 |
|
|
el nombre de Abelardo acompañase. |
|
|
|
Descansa en paz, hermosa y desgraciada: |
|
|
|
al recordar tu historia, dos raudales |
|
|
|
de lágrimas inundan mis mejillas |
|
|
|
y siento el infortunio que probaste. |
60 |
|
|
Dame rosas, querido, y a su tumba |
|
|
|
volemos a adorar su sombra errante; |
|
|
|
juremos nuestro amor en su sepulcro, |
|
|
|
ni la suerte, ni el tiempo nos separe. |
|
|
|
¡Qué lisonjero gozo el de
quererse! |
65 |
|
|
¡Y qué placer tan grato el de
adorarse! |
|
|
|
Una cosa sentir, vivir en uno, |
|
|
|
y disfrutando el bien, comunicarle. |
|
|
|
¿Qué dicha habrá mayor? Los
insensibles |
|
|
|
no podrán disfrutar placeres tales; |
70 |
|
|
no lloraron jamás, ni conocieron |
|
|
|
dulces penas de amor, dulces afanes. |
|
|
|
Dulce es el padecer, dulce es aquella |
|
|
|
tristeza singular que muere y nace; |
|
|
|
dulce es gemir y suspirar, y siempre |
75 |
|
|
dulces las guerras son, dulces las paces. |
|
|
|
El beso de tus labios amorosos |
|
|
|
es para tu querida más suave |
|
|
|
que las mieles de Hibla y que aquel
néctar |
|
|
|
que se sirve a los Dioses inmortales. |
80 |
|
|
Recoger el aliento que respiras |
|
|
|
y unir a mis mejillas tu semblante, |
|
|
|
es el sumo gozar: gratos recuerdos |
|
|
|
vienen a mi memoria con tu imagen. |
|
|
|
Suspiro por volverte a mi regazo, |
85 |
|
|
por ver tus dulces ojos, por hablarte, |
|
|
|
por salir de la ausencia dolorosa |
|
|
|
que procura sin fin atormentarme. |
|
|
|
Dichosa seré al fin, dejando el techo |
|
|
|
y muros, para mí desagradables, |
90 |
|
|
que abrigan la maldad de los humanos: |
|
|
|
correré a tu chozuela a refugiarme. |
|
|
|
Desde aquí te saludo, mansión
bella, |
|
|
|
templo de paz, retiro del que sabe |
|
|
|
la dicha conocer que el campo encierra |
95 |
|
|
y apreciar la quietud que hay en los valles, |
|
|
|
aquel silencio grato interrumpido |
|
|
|
por zumbido de abeja susurrante, |
|
|
|
aquella soledad tan majestuosa, |
|
|
|
y el Turia que a los prados da realce, |
100 |
|
|
todo ofrece a la vista cuadros bellos; |
|
|
|
deleitan las pastoras y zagales, |
|
|
|
deleita la violeta con su aroma |
|
|
|
y el cantor de los bosques con sus ayes. |
|
|
|
Salve, temido mar; puesta a tu orilla |
105 |
|
|
quiero ver cómo surcan anchas naves, |
|
|
|
que fueron en la selva verdes pinos, |
|
|
|
al furor de los vientos tus cristales. |
|
|
|
En la pintada popa el marinero |
|
|
|
canta el desdén de Aglaura; y el
combate |
110 |
|
|
de los buques de Albión que al mar
rindieron |
|
|
|
por despojos las áncoras y cables. |
|
|
|
Recuerda, caro amigo, qué apacibles |
|
|
|
del Julio abrasador fueron las tardes: |
|
|
|
¡Qué frescura en la playa!,
¡cuál rizaban |
115 |
|
|
del mar la superficie auras fugaces! |
|
|
|
Mil bellas en las ondas sumergidas, |
|
|
|
a un escuadrón de ninfas semejantes, |
|
|
|
las aguas agitaban, que espumosas |
|
|
|
a nuestros pies venían a estrellarse. |
120 |
|
|
Allí me prometías que primero |
|
|
|
que el fuego de tus venas se apagase, |
|
|
|
el astro que presido el claro día |
|
|
|
perdería su luz pura y brillante: |
|
|
|
que primero el Vesubio en sus entrañas |
125 |
|
|
convertiría en nieve los volcanes, |
|
|
|
siendo fieras las tímidas palomas |
|
|
|
y manso el oso horrendo de los Alpes. |
|
|
|
Promesa celestial, que está grabada |
|
|
|
en mi pecho con letras de diamante, |
130 |
|
|
que ni el tiempo destruya, ni la fuerza |
|
|
|
con que humilla el poder fortuna instable, |
|
|
|
volverán unas horas tan alegres; |
|
|
|
yo misma coronada de fragantes |
|
|
|
y purpurinas rosas, todo esmero |
135 |
|
|
pondré en ser complaciente y
agradarte. |
|
|
|
Leve cendal me cubra, mis cabellos |
|
|
|
libres, y con el céfiro flotantes |
|
|
|
imiten la inconstancia de deseos |
|
|
|
que en la edad juvenil suele notarse. |
140 |
|
|
Ofreceré a la Diosa de las selvas |
|
|
|
canastillos de flores y azahares, |
|
|
|
y el clavel más pomposo, cuyas hojas |
|
|
|
Febo con mejor púrpura pintare. |
|
|
|
Templa en tanto la lira, dueño
mío, |
145 |
|
|
y canta de la ausencia el dolor grave, |
|
|
|
o de la unión que esperas las
dulzuras, |
|
|
|
Así el cielo su día no retarde. |
|
|
A Vitorino
|
|
Dura cosa es sufrir aquellas
penas |
|
|
|
que el furor de la suerte nos prepara, |
|
|
|
Menos dura sufrirlas, si un amigo |
|
|
|
suspira y se enternece al escucharlas: |
|
|
|
vi de un reciente mal frescas heridas |
5 |
|
|
con tan precioso bálsamo curadas, |
|
|
|
con tales lenitivos se aliviaron |
|
|
|
de envejecido amor profundas llagas. |
|
|
|
Tú, que a probar me diste las dulzuras |
|
|
|
que encierra en grata unión amistad
santa, |
10 |
|
|
mis lamentos escucha: no desdeñes, |
|
|
|
el canto que mi musa te consagra; |
|
|
|
y aunque el dolor que sufro noche y
día |
|
|
|
no admite del remedio la esperanza, |
|
|
|
poder comunicarlo es un consuelo |
15 |
|
|
que la piedad del cielo me depara. |
|
|
|
Sometido de amor a las cadenas, |
|
|
|
lloro en vano la paz que perdió el
alma, |
|
|
|
lloro la libertad que antes tenía, |
|
|
|
lloro la esclavitud que me maltrata. |
20 |
|
|
Dime, amigo, ¿qué encanto
lisonjero, |
|
|
|
qué poderoso hechizo es el que
arrastra |
|
|
|
al joven inocente que contempla |
|
|
|
la hermosura de Célima y sus gracias? |
|
|
|
Dime, ¿quién dio a sus ojos
poderío |
25 |
|
|
para humillar los pechos que se inflaman? |
|
|
|
¿Quién consintió que a Venus
Citerea |
|
|
|
en belleza y en glorias igualara? |
|
|
|
Suena su voz, y atónito el sentido |
|
|
|
se suspende también, cual si cantara |
30 |
|
|
el que del Orco obscuro suspendía |
|
|
|
las furias, por librar a su adorada. |
|
|
|
¡Mísero el que no teme sus
enojos! |
|
|
|
¡Insensato el que juzgue a sus miradas |
|
|
|
ser de acero, o de mármol insensible, |
35 |
|
|
que sufrirá a su vez justa venganza! |
|
|
|
A su pesar sujeto a la coyunda, |
|
|
|
procurará apagar su oculta llama; |
|
|
|
pero al fin consumido y sin cordura, |
|
|
|
confesará el error puesto a sus
plantas. |
40 |
|
|
Tú, caro Victorino, que del Segre |
|
|
|
en la fresca ribera sujetabas |
|
|
|
con artes de ti solo conocidas |
|
|
|
el altivo desdén de sus zagalas; |
|
|
|
guárdate, si respetas tu reposo, |
45 |
|
|
de mirar a la ninfa venerada |
|
|
|
del Turia en las riberas deliciosas, |
|
|
|
tan hermosa y gentil como Diana. |
|
|
|
Huye su luz, y evitas mil pesares. |
|
|
|
¡Qué de penas su vista te
causara |
50 |
|
|
tan temibles al fin como en placeres |
|
|
|
en su engañoso origen disfrazadas! |
|
|
|
Cuantas yerbas produce la campiña, |
|
|
|
cuantas del alto monte hay en la falda, |
|
|
|
con sus hojas y jugos aliviarte, |
55 |
|
|
idolatrado amigo, no lograran. |
|
|
|
¿Quién puede resistir?, cuando
procuro |
|
|
|
de mi triste memoria separarla, |
|
|
|
no puedo sosegar, y vuelvo al punto |
|
|
|
al agudo dolor y pena amarga. |
60 |
|
|
Grabado está en mi mente el tallo
airoso |
|
|
|
y el leve movimiento de su planta, |
|
|
|
las delicadas manos, y los ojos |
|
|
|
que adoro, aunque conozco que me matan. |
|
|
|
Soy como mariposa, que inocente, |
65 |
|
|
del brillo de la luz enamorada, |
|
|
|
mil veces vuela en torno, y no sosiega |
|
|
|
hasta que a su calor muero y se abrasa: |
|
|
|
o bien como el hidrópico sediento |
|
|
|
del cristalino humor que su mal causa, |
70 |
|
|
que acrecienta la sed que le devora |
|
|
|
cuando pone su esmero en apagarla. |
|
|
|
No hay mundo para mí, mi todo es ella, |
|
|
|
sin ella para mí no existe nada; |
|
|
|
vivo para ser suyo, y no es posible |
75 |
|
|
romper unas cadenas tan posadas. |
|
|
|
Si al campo alegre voy a divertirme, |
|
|
|
cada flor que los céfiros halagan, |
|
|
|
de Célima me pinta la belleza, |
|
|
|
y atónito me paro a contemplarla. |
80 |
|
|
En las rosas advierto los colores |
|
|
|
con que amor sus mejillas inflamara, |
|
|
|
y en el clavel más rojo y elevado |
|
|
|
su boquita risueña y agraciada. |
|
|
|
Veo cuál se entretejo al olmo unida |
85 |
|
|
de trepadora yedra verde rama, |
|
|
|
y contemplo la dicha lisonjera |
|
|
|
de dos que con placer unidos se aman. |
|
|
|
Los espinos y cardos ponzoñosos |
|
|
|
que par de la azucena se levantan |
90 |
|
|
me presentan la imagen de los celos |
|
|
|
que al extremado amor siempre
acompañan. |
|
|
|
Solo en una modesta campanilla, |
|
|
|
al pie de un claro estanque retirada, |
|
|
|
que no agitan los cierzos voladores, |
95 |
|
|
de un libre corazón veo la calma. |
|
|
|
Célima está en el prado y en el
bosque, |
|
|
|
Célima en las colinas y
montañas; |
|
|
|
al mar, a la ciudad, al río, al valle |
|
|
|
cual sombra inseparable me acompaña. |
100 |
|
|
Cuando sabe mi afán, cuando a su
oído |
|
|
|
llega mi voz contándole mis ansias, |
|
|
|
con tibieza me escucha, y se sonríe, |
|
|
|
o las juzga tal vez exageradas. |
|
|
|
Si supiera el ardor de mis suspiros, |
105 |
|
|
si el suyo con mi pecho palpitara, |
|
|
|
si fuego igual las almas consumiera, |
|
|
|
no sería conmigo tan ingrata. |
|
|
|
Imitando a pastoras más sensibles, |
|
|
|
a mi lado viviera en la cabaña; |
110 |
|
|
en su seno la luz me dejaría, |
|
|
|
y en su seno la aurora me encontrara. |
|
|
|
¿Qué mueve a la cruel? Ni al monte
vamos |
|
|
|
a componer con liga aquellas varas |
|
|
|
que aprisionan al simple pajarillo, |
115 |
|
|
ni a recoger la fruta sazonada. |
|
|
|
Olvida sus rosales; mas no es mucho |
|
|
|
cuando me olvida a mí; sólo le
grada |
|
|
|
morar en la ciudad, donde se venden |
|
|
|
lisonjas que se aprecian, aunque vanas. |
120 |
|
|
¿Quién sabe si un rival
afortunado |
|
|
|
dobló con la porfía su
constancia? |
|
|
|
¿Quién sabe si unos ojos
hechiceros |
|
|
|
la detienen allí, y en venir tarda? |
|
|
|
Quiera Júpiter sumo que los cielos, |
125 |
|
|
mientras ausente esté, con nubes
pardas |
|
|
|
se cubran, y su luz no envíe Febo |
|
|
|
dejando a la ciudad en niebla opaca, |
|
|
|
¿Es acaso mejor con artificio |
|
|
|
componer el cabello y vestir galas, |
130 |
|
|
que viviendo en el campo ostentar sólo |
|
|
|
los dones que natura lo consagra? |
|
|
|
Caro amigo, tal es mi dura suerte; |
|
|
|
me ha robado la paz su ausencia larga; |
|
|
|
lejos también de ti, nadie consuela |
135 |
|
|
mi aflicción y mi angustia continuada. |
|
|
|
Escríbeme, cual Mentor a su alumno |
|
|
|
de engañosos placeres apartaba, |
|
|
|
cuando el joven por Eucaris ardía, |
|
|
|
dando al olvido a Ulises y a su patria: |
140 |
|
|
presérvame si puedes del escollo |
|
|
|
que a mis días floridos amenaza. |
|
|
|
Mas no me escribas, no, que si pretendes |
|
|
|
que rompa del cariño la lazada, |
|
|
|
de más penosa muerte la sentencia |
145 |
|
|
solamente veré escrita en tu carta. |
|
|
|
Más fácil me será parar los
ríos, |
|
|
|
y domar a las fieras alimañas, |
|
|
|
y más fácil salir del
laberinto, |
|
|
|
sin valerme del hilo, astucia rara. |
150 |
|
|
Ponme otro corazón que mío sea, |
|
|
|
o aquel que a Célima entregué
rescata; |
|
|
|
convierte en fría nieve los volcanes |
|
|
|
que hierven con furor en mis entrañas; |
|
|
|
mándame que embarcado en débil
pino |
155 |
|
|
desafíe a las olas encrespadas, |
|
|
|
o que vuele a los reinos de la aurora, |
|
|
|
y vuelva de Occidente a ver las playas: |
|
|
|
mas no que olvide nunca en mengua mía |
|
|
|
juramento y promesas tan sagradas, |
160 |
|
|
que el alto cielo oyó cuando rendido |
|
|
|
de una hermosa a los pies los pronunciaba, |
|
|
|
la luna era testigo de mis votos, |
|
|
|
ya de la mayor osa la luz clara |
|
|
|
se inclinaba al ocaso, y las estrellas |
165 |
|
|
al descanso nocturno convidaban. |
|
|
|
Nos vio del mar la orilla embriagados |
|
|
|
apurar del placer copa dorada, |
|
|
|
y con nuestros suspiros confundía |
|
|
|
Neptuno el rumor bronco de sus aguas, |
170 |
|
|
los céfiros, amigos de la noche, |
|
|
|
Tendían sus alitas empapadas |
|
|
|
en la salada linfa, y la llanura |
|
|
|
del dilatado muelle refrescaban, |
|
|
|
en soledad tan dulce a los amantes, |
175 |
|
|
nacían los deseos, y sus armas |
|
|
|
empleando Cupido, hería entonces |
|
|
|
seguro de triunfar, con más pujanza. |
|
|
|
Al beso del amor los tiernos labios |
|
|
|
de mi querida Célima incitaban, |
180 |
|
|
y al imprimir en ellos dulce sello, |
|
|
|
prometí una y mil veces no olvidarla, |
|
|
|
su blanca mano el cuello me
ceñía, |
|
|
|
en mi amoroso pecho recostada |
|
|
|
lo inundó en largo llanto, más
precioso |
185 |
|
|
que todas las riquezas de un monarca. |
|
|
|
Un deliquio embargaba sus sentidos, |
|
|
|
con languidez sus ojos se cerraban; |
|
|
|
suspiró, y en mis brazos... una nube |
|
|
|
a la luna ocultó delicias gratas. |
190 |
|
|
Yo comparé mi dicha a la que gozan |
|
|
|
del Eliseo en la plácida morada |
|
|
|
los héroes esforzados que siguieron |
|
|
|
la senda que el honor y el deber marcan. |
|
|
|
¿Seré inhumano pues? No tan
distante |
195 |
|
|
unce el sol sus caballos de Edetania, |
|
|
|
ni del Cáucaso soy peñasco
duro, |
|
|
|
ni la leche mamé de tigre hircana. |
|
|
|
¡Ay, caro Victorino! ¡Quién
pudiera |
|
|
|
pasar toda su vida sosegada |
200 |
|
|
no disfrutando el bien que amor ofrece |
|
|
|
por no exponerse al mal que le
acompaña! |
|
|
A Inés
|
|
Bella Inés, que no
ignoras los secretos |
|
|
|
de mi adorada Célima y los
míos; |
|
|
|
gentil, sensible y tierna entre las ninfas |
|
|
|
que habitan en el Turia cristalino, |
|
|
|
así del caro esposo que te adora |
5 |
|
|
jamás entibiar veas el cariño, |
|
|
|
ni los celos que roen la hermosura |
|
|
|
en lecho de placer hallen abrigo, |
|
|
|
que a tu constante amiga representes |
|
|
|
las penas que me afligen de continuo. |
10 |
|
|
Que le ofrezcas mi afecto respetuoso |
|
|
|
y el tributo que rinden mis suspiros, |
|
|
|
bien en sofá purpúreo recostada |
|
|
|
entretenga las horas con los libros, |
|
|
|
bien con sonoras cuerdas acompañe |
15 |
|
|
de su voz el armónico sonido. |
|
|
|
O puesta al tocador, del rostro admire, |
|
|
|
en el terso cristal el atractivo; |
|
|
|
sorpréndela, y mi nombre suene
entonces, |
|
|
|
si tal piedad merezco en sus oídos. |
20 |
|
|
¿Lo escuchará afectuosa? ¿Sus
mejillas |
|
|
|
tomarán el color más rojo y
vivo? |
|
|
|
¿Te mirará halagüeña, y
de su pecho |
|
|
|
saldrá para el ausente algún
gemido? |
|
|
|
Será, será, que el numen me lo
dice, |
25 |
|
|
ni es vano del poeta el vaticinio: |
|
|
|
sí; la verás llorar, darte un
abrazo, |
|
|
|
y al escuchar mi nombre repetirlo. |
|
|
|
Dile, dile que muero, que no tarde, |
|
|
|
que enfermo estoy de amor y no hallo alivio, |
30 |
|
|
que sin verla infeliz me considero, |
|
|
|
y entre todos los seres abatido. |
|
|
|
¿Qué encanto la detiene? La edad
vuela, |
|
|
|
se apresuran los días fugitivos, |
|
|
|
y el vivir sin gozar, si acaso es vida, |
35 |
|
|
no es para dos amantes tan unidos. |
|
|
|
Bien parece el soldado en rudas lides |
|
|
|
blandiendo aguda lanza al enemigo, |
|
|
|
bien parece el amante entre los brazos |
|
|
|
del adorado bien apetecido, |
40 |
|
|
milicia es el amor, tiene sus armas, |
|
|
|
y de una sola bella los hechizos |
|
|
|
rinden los más robustos campeones |
|
|
|
que Asturias y Castilla han producido, |
|
|
|
cojamos pues de amor la fresca rosa, |
45 |
|
|
cuando se nos mostrare el Dios propicio, |
|
|
|
cuando Venus risueña nos halaga, |
|
|
|
cuando es grato querer y ser querido. |
|
|
|
Los años con arrugas enojosas |
|
|
|
ofuscarán del rostro todo el brillo, |
50 |
|
|
y en nieve mudará la vejez triste |
|
|
|
del dorado cabello los anillos, |
|
|
|
apagarán su lumbre mis dos ojos, |
|
|
|
y mi sangre tu ardor; el pecho frío |
|
|
|
sin sentir los impulsos que le agitan |
55 |
|
|
quedará, hermosa Inés,
entorpecido. |
|
|
|
Mil votos muere el sol, y a nacer vuelvo: |
|
|
|
nosotros, al cortar la parca el hijo, |
|
|
|
hemos de esperar sólo noche eterna |
|
|
|
sin volver a la luz que una vez vimos. |
60 |
|
|
No habrá entonces desdenes, ni
amorosas |
|
|
|
repulsas, ni querellas, ni desvíos, |
|
|
|
ni ronco suspirar, ni muelles besos, |
|
|
|
ni de tiernas palabras dulce estilo. |
|
|
|
Hemos de navegar las negras ondas |
65 |
|
|
del horrible Aquerón y del Cocito, |
|
|
|
dejando aquellas prendas más amadas |
|
|
|
que para olvidar pronto poseímos. |
|
|
|
Día vendrá de llanto en que yo
parta |
|
|
|
sin mi amada a lugar desconocido, |
70 |
|
|
y llorando la dé el adiós
postrero |
|
|
|
al perder el aliento que respiro. |
|
|
|
Ella suelto el cabello, y enlutada, |
|
|
|
con muestras de viudez en sus vestidos, |
|
|
|
seguirá mi cadáver al sepulcro, |
75 |
|
|
donde reinan la nada y el olvido. |
|
|
|
Pálidos con la pena sus semblantes |
|
|
|
mostrarán juntamente mis amigos, |
|
|
|
heridos de dolor los corazones, |
|
|
|
y los ojos con llanto entumecidos. |
80 |
|
|
Pero a mí, de mi amor en recompensa |
|
|
|
lugar se me dará en aquel retiro |
|
|
|
destinado a las almas generosas, |
|
|
|
que jamás se mancharon con el vicio. |
|
|
|
Allí reina una eterna primavera, |
85 |
|
|
y produce la tierra sin cultivo |
|
|
|
los frutos y las flores abundantes, |
|
|
|
y leche sin cesar manan los ríos. |
|
|
|
Lejos de los malvados la morada |
|
|
|
yace allá en las entrañas del
abismo, |
90 |
|
|
sombra más que de noche la rodea, |
|
|
|
y allí son castigados los
impíos. |
|
|
|
Allí vaya a parar quien mal dijere |
|
|
|
de mis castos amores atrevido, |
|
|
|
quien no respete a Célima virtuosa, |
95 |
|
|
quien intente romper lazos tan finos. |
|
|
|
Ahora que los hados lo permiten, |
|
|
|
mientras la verde edad de Abril florido |
|
|
|
convida a disfrutar, necio el amante |
|
|
|
que no ofrece a Ciprina sacrificios. |
100 |
|
|
Yo vi que el Dios hería duramente |
|
|
|
en fea senectud a los altivos |
|
|
|
que negaron su cuello al blando yugo |
|
|
|
en años de placer y de delirio. |
|
|
|
Con las trémulas manos
componían |
105 |
|
|
el comprado cabello, envilecidos |
|
|
|
mendigaban favores, y alcanzaban |
|
|
|
el desprecio fatal de que eran dignos. |
|
|
|
En vano por la noche golpeaban |
|
|
|
de Florinda las puertas, cuyo quicio |
110 |
|
|
a mozos y muchachos obedece, |
|
|
|
duro siempre a los viejos consumidos. |
|
|
|
¿Qué niña los miró que
no burlase |
|
|
|
del color de sus rostros amarillos? |
|
|
|
¿Que no esquivase el ceño de la
frente |
115 |
|
|
y huyese cual de horrendos basiliscos? |
|
|
|
No anidan los canoros ruiseñores |
|
|
|
en los árboles viejos y podridos, |
|
|
|
sino del parral verde entre las hojas, |
|
|
|
o en las frondosas ramas de los mirtos. |
120 |
|
|
Gocemos en las horas convenientes; |
|
|
|
a su tiempo recoge el rubio trigo |
|
|
|
el labrador experto, y a su tiempo |
|
|
|
las uvas del licor más exquisito. |
|
|
|
Hay tiempo de coger la rica pera, |
125 |
|
|
tiempo de despojar a los olivos, |
|
|
|
y de gustar el néctar delicioso |
|
|
|
que saca la abejuela del tomillo. |
|
|
|
Hay estación de amor: ¿y
deberemos |
|
|
|
olvidar los placeres más divinos, |
130 |
|
|
y pasar nuestros días más
serenos |
|
|
|
entre penas, congojas y martirios? |
|
|
|
Cuando yo coronado de azucenas, |
|
|
|
y de enojosa ropa desceñido, |
|
|
|
cantar debiera versos como Apolo |
135 |
|
|
por un coro de ninfas aplaudido; |
|
|
|
cuando elogiar a Baco y a Himeneo |
|
|
|
o a Jove, amador diestro en artificios, |
|
|
|
ya trasformado en toro, ya cayendo |
|
|
|
del cielo, en lluvia de oro convertido; |
140 |
|
|
cuando apurar la copa más colmada |
|
|
|
del néctar seis Abriles detenido |
|
|
|
en la olorosa cuba, y lentamente |
|
|
|
descansará la sombra en el
estío; |
|
|
|
¿He de llorar mis males dolorosos? |
145 |
|
|
¿He de olvidar cantares aprendidos? |
|
|
|
¿De dejar mis cabellos descuidados |
|
|
|
y mezclar con mis lágrimas el vino? |
|
|
|
¡Oh, malaya mi suerte rigurosa! |
|
|
|
Otros con menos penas y servicios |
150 |
|
|
logran el sumo bien, y el fin alcanzan |
|
|
|
a que los ha inclinado su destino. |
|
|
|
¿Será que amor no cuenta los
desvelos? |
|
|
|
¿Que juega con los suyos como
niño? |
|
|
|
¿Será que como es ciego no
distingue |
155 |
|
|
los amantes leales de los tibios? |
|
|
|
Si siempre obedeciendo sus preceptos, |
|
|
|
sus armas y banderas he seguido, |
|
|
|
¿puede sin agraviar a su vasallo |
|
|
|
el ingrato portarse así conmigo? |
160 |
|
|
Acuérdome de noches mal dormidas, |
|
|
|
de días sin provecho transcurridos, |
|
|
|
de esperanzas inútiles soñadas, |
|
|
|
de locos devaneos y caprichos. |
|
|
|
¡Cuántas veces, Inés, me vio
la noche |
165 |
|
|
cercano de mi Célima al recinto, |
|
|
|
adorar la mansión que me ocultaba |
|
|
|
el tesoro mayor que he conocido! |
|
|
|
Ella entregada al sueño delicioso |
|
|
|
no cuidó del afán de su
cautivo, |
170 |
|
|
yo soy el que sufrí del cielo airado |
|
|
|
las crudas tempestades y el granizo. |
|
|
|
Nada me perturbó; si un mar hubiera |
|
|
|
que vencer para hallar el grato asilo, |
|
|
|
contra sus fieras olas espumosas |
175 |
|
|
al fiel Leandro igual hubiera sido. |
|
|
|
Saludaba los muros elevados, |
|
|
|
me aproximaba luego pensativo, |
|
|
|
y la puerta cruel, cerrada siempre, |
|
|
|
constante se oponía a mis designios. |
180 |
|
|
Cuantas estrellas vi, tantas supieron |
|
|
|
de mi boca mis malos infinitos; |
|
|
|
y si busqué el descanso en blando
lecho, |
|
|
|
no hallé en el lecho plumas, sino
erizos. |
|
|
|
Dichosa Inés, tú gozas sin
zozobra; |
185 |
|
|
tu vida es como arroyo cristalino, |
|
|
|
que sin manchar sus aguas, mansamente |
|
|
|
de los rosales corre a los alisos. |
|
|
|
Ya te halagan con mimos inocentes |
|
|
|
los frutos del amor, los tiernos hijos; |
190 |
|
|
ya te roban los besos que los niegas, |
|
|
|
porque más dulces son al recibirlos. |
|
|
|
¿Quién contará tus dichas,
bella amiga? |
|
|
|
Tu lecho está cercado de amorcillos |
|
|
|
que defienden tu sueño de cuidados, |
195 |
|
|
y apartan los profanos de aquel sitio. |
|
|
|
¿Y podrás olvidarme en tu
fortuna? |
|
|
|
No es propio de tu pecho compasivo; |
|
|
|
tú sabes mis secretos, yo los tuyos, |
|
|
|
mi amada no desprecia tus avisos. |
200 |
|
|
Cuéntale pues mis penas largamente, |
|
|
|
tu lenguaje elocuente y persuasivo, |
|
|
|
haga que vuele Célima a los brazos |
|
|
|
De su amante infeliz y de tu amigo. |
|
|
Victorino al amante de Célima
|
|
Dichoso aquel que libre de
cuidados |
|
|
|
busca la soledad, y en ella mora; |
|
|
|
dichoso tú, mi amigo, que sus bienes |
|
|
|
junto con los de amor tranquilo gozas. |
|
|
|
Yo sujeto al capricho, a la mudanza |
5 |
|
|
de una fortuna varia y siempre loca, |
|
|
|
consumiendo mis días en el llanto, |
|
|
|
arrastro una existencia dolorosa, |
|
|
|
ya la vida que queda a un infelice, |
|
|
|
es de la muerte sólo triste sombra, |
10 |
|
|
y esta tarda en venir para que sea |
|
|
|
incesante el afán y la congoja. |
|
|
|
Cuando perdí la dulce prenda
mía |
|
|
|
al rigor de la parca destructora, |
|
|
|
tan herido quedé como el que sufre |
15 |
|
|
el rayo vengador que Jove arroja. |
|
|
|
¿Has visto el cervatillo que paciendo |
|
|
|
del monte en la ladera más frondosa, |
|
|
|
o mirando en la fuente cristalina |
|
|
|
como en terso cristal su bella forma, |
20 |
|
|
de cauto cazador es acechado? |
|
|
|
¿Viste salir la flecha voladora |
|
|
|
del arco destructor, cruzar el aire |
|
|
|
y herirle con su punta ponzoñosa? |
|
|
|
Al agudo dolor cae rendido |
25 |
|
|
en la menuda grama: de su boca |
|
|
|
sale un ronco gemir, y aunque procura |
|
|
|
el hierro desprender, nunca lo logra. |
|
|
|
Del mal que yo padezco, dulce amigo, |
|
|
|
esta es la imagen fiel y la más
propia; |
30 |
|
|
el mortífero golpe ha traspasado |
|
|
|
mi tierno corazón, y no reposa. |
|
|
|
¿Qué me resta? Llorar mi
desventura, |
|
|
|
la perdí para siempre; su memoria |
|
|
|
aflige sin cesar el alma mía, |
35 |
|
|
y ella yace en la tumba silenciosa. |
|
|
|
Mis ojos no han cesado un solo instante |
|
|
|
de derramar sus lágrimas copiosas. |
|
|
|
Mis suspiros, mis ansias, mi tormento, |
|
|
|
ni la luna ni Febo las ignoran. |
40 |
|
|
Tú sabes que Rosmira era tan bella |
|
|
|
como la que nació en la dura concha |
|
|
|
de la espuma del mar, y fue adorada |
|
|
|
de los marinos monstruos en sus olas. |
|
|
|
Quince Abriles contaba, y era encanto |
45 |
|
|
del Turia y de Edetania deliciosa: |
|
|
|
envidiaron su talle y su belleza |
|
|
|
las ninfas de la selva y las pastoras. |
|
|
|
Ella fue el primer fuego de mi pecho, |
|
|
|
y el último ha de ser Rosmira sola, |
50 |
|
|
aunque la cruda muerte y el sepulcro |
|
|
|
contrarios a mis súplicas la escondan. |
|
|
|
Murió, y faltó del mundo lo
más bello; |
|
|
|
amor holló sus armas vencedoras, |
|
|
|
dolorido, cortadas las alitas, |
55 |
|
|
puesto al pie de su tumba gime y llora. |
|
|
|
¿Siempre, dice, ha de ser que Atropos
dura |
|
|
|
apague el vivo fuego de mi antorcha? |
|
|
|
Y cuando el orbe entero me obedece, |
|
|
|
¿La muerte ha de robar mis dichas
todas? |
60 |
|
|
Así se queja el hijo de Ciprina, |
|
|
|
señalando su mano aquella losa |
|
|
|
que oculta lo mejor que viera el mundo, |
|
|
|
desde Cádiz al reino de la aurora. |
|
|
|
Su voz era de un ángel que cantara |
65 |
|
|
las delicias de Edén, dulce y sonora |
|
|
|
suspendía el oído, y con
encanto |
|
|
|
amansara las hidras venenosas. |
|
|
|
Dichosos los que vieron su hermosura, |
|
|
|
Logrando su mirada cariñosa, |
70 |
|
|
dichosos los que oyeron sus acentos |
|
|
|
que calmaban las penas y zozobras, |
|
|
|
¿Qué fue del lirio hermoso de los
valles? |
|
|
|
Cortado el tierno tallo con la corva |
|
|
|
segur de los agrestes labradores, |
75 |
|
|
quedó la blanca flor mustia, inodora. |
|
|
|
¿Qué fue del bello ornato de los
prados? |
|
|
|
¿De la inocente y tímida
paloma? |
|
|
|
Del fiero gavilán entre las garras |
|
|
|
con su sangre manchó su pluma hermosa. |
80 |
|
|
Traidor voraz, mataras otras aves |
|
|
|
que espantan con su voz funesta y ronca, |
|
|
|
y viviera segura de tus iras |
|
|
|
del bosque la sencilla habitadora. |
|
|
|
¡Ay, amigo!, ¡cuál siento el
peso grave |
85 |
|
|
de un mal que la esperanza más remota |
|
|
|
no admite de consuelo en modo alguno, |
|
|
|
ni da treguas de paz consoladora! |
|
|
|
Inaccesible muro nos separa |
|
|
|
de los que ya no existen; nada importa |
90 |
|
|
el ruego, que no vuelven a la vida |
|
|
|
los que van a la tumba silenciosa. |
|
|
|
Al llanto del amor son los sepulcros |
|
|
|
mármoles insensibles, piedras sordas |
|
|
|
que repiten con eco pavoroso |
95 |
|
|
las quejas del que en vano alivio implora. |
|
|
|
Romperé las cadenas que me cercan, |
|
|
|
la sociedad del hombre me incomoda, |
|
|
|
dejadme allí volar donde Rosmira |
|
|
|
yace envuelta en la nada misteriosa. |
100 |
|
|
Los que probado habéis las amarguras |
|
|
|
de una pasión que pronto se malogra, |
|
|
|
respetad con entrañas compasivas |
|
|
|
el agudo dolor que me devora. |
|
|
|
No hay parte sana en mí, llagado el
pecho, |
105 |
|
|
pálidas las mejillas y rugosas, |
|
|
|
hundidos mis dos ojos, y cubierto |
|
|
|
de muerte con la imagen espantosa. |
|
|
|
¡Cuán diferente estoy del que
solía |
|
|
|
cuando vivió Rosmira encantadora! |
110 |
|
|
¡Cuán mudado me vi cuando
dichoso |
|
|
|
gocé de compañía tan
sabrosa! |
|
|
|
Darán razón las ninfas de
cuán pocos |
|
|
|
zagales me igualaron en victorias; |
|
|
|
cuál fue mi rostro entonces, cuáles
fueron |
115 |
|
|
mis ojos, y mi canto, y mi zampoña. |
|
|
|
Lisis y Galatea muchas veces |
|
|
|
oyeron mis tonadas amorosas, |
|
|
|
aplaudieron mi voz y de su mano |
|
|
|
recibió Victorino la corona. |
120 |
|
|
En el natal festivo de mi bella |
|
|
|
derramé los jazmines y las rosas. |
|
|
|
Yo soy quien merecía su cariño, |
|
|
|
y en él solo cifré mi mayor
honra; |
|
|
|
pero la fresca aurora nos reía |
125 |
|
|
cuando yo la perdí, niebla horrorosa |
|
|
|
obscureció la luz del claro cielo |
|
|
|
con que al nacer el día se colora. |
|
|
|
La busqué para hablarla mil ternezas, |
|
|
|
las pronunció mi labio, y calló a
todas; |
130 |
|
|
tres veces la llamé, y era Rosmira |
|
|
|
un tronco y nada más..., ¡suerte
enojosa! |
|
|
|
No sé lo que me vi; vi que su cuerpo |
|
|
|
se cubrió con insignias dolorosas |
|
|
|
de luto funeral, como de virgen |
135 |
|
|
que el mundo abandonó, y holló su
pompa. |
|
|
|
Con el velo del claustro su semblante |
|
|
|
se ocultaba a la vista temerosa, |
|
|
|
sus manos enlazadas anunciaban |
|
|
|
su lastimero fin y el de mis glorias. |
140 |
|
|
¡Qué deidad no invoqué con mis
gemidos! |
|
|
|
Mas ¿quién hay que al gemir de amor
responda? |
|
|
|
Mi llanto se perdió, fue mi lamento |
|
|
|
grito en la soledad que se prolonga, |
|
|
|
mejor fuera no haberla conocido: |
145 |
|
|
su ausencia, dulce amigo, es más
penosa |
|
|
|
que la que lamentabas de tu amada |
|
|
|
de leve duración, ausencia corta. |
|
|
|
Yo perdí la esperanza que consuela; |
|
|
|
tú llegaste a tu labio amarga copa |
150 |
|
|
de desabrida hiel, yo fui forzado |
|
|
|
A beber todo el cáliz de
ponzoña. |
|
|
|
Goza, goza tranquilo antes que mudo |
|
|
|
su rueda la fortuna veleidosa, |
|
|
|
sin fiarte jamás a una alegría |
155 |
|
|
que por ser excesiva al mal te exponga. |
|
|
|
Cual cauto marinero siempre en vela |
|
|
|
mientras reina una calma engañadora, |
|
|
|
evites los escollos que nos cercan |
|
|
|
huyendo de las sirtes peligrosas. |
160 |
|
|
Ahora la natura te convida |
|
|
|
sin límite a gozar, la flores brotan |
|
|
|
y despiden del cáliz delicado |
|
|
|
las esencias más finas de su aroma. |
|
|
|
Vuelan a la campiña las doncellas, |
165 |
|
|
y los cívicos techos se despojan; |
|
|
|
buscan del mar la orilla y su frescura, |
|
|
|
cansadas del bullicio la matronas. |
|
|
|
¡Qué estación tan feliz!
mientra carezco |
|
|
|
de su dulce influencia, se m agolpan |
170 |
|
|
ideas de placeres fugitivos, |
|
|
|
de que por mi dolor carezco ahora. |
|
|
|
Vi cómo se tendían largas redes |
|
|
|
en la salada linfa bulliciosa, |
|
|
|
cual saltaban los mudos prisioneros |
175 |
|
|
envueltos en la arena y en las ovas. |
|
|
|
Las naves arrastradas de la orilla |
|
|
|
dando al tranquilo mar sonante prora, |
|
|
|
con el hinchado lino se alejaban |
|
|
|
para causa tormento a las esposas. |
180 |
|
|
Do quier que nuestra vista se volviera |
|
|
|
encontraba campiñas espaciosas |
|
|
|
que terminaba el mar, tal ve tranquilo, |
|
|
|
y tal vez agitándose en sus ondas. |
|
|
|
Ya huyeron unos días tan alegres |
185 |
|
|
para no volver más, no huye tan pronta |
|
|
|
la saeta del arco, ni la bala |
|
|
|
con que el cañón horrible el aire
azota. |
|
|
|
¿Qué puedo hacer? Llorar la prenda
mía, |
|
|
|
esperar que un sepulcro con su losa |
190 |
|
|
cubra nuestras cenizas a lo menos, |
|
|
|
y esta inscripción en mármoles se
ponga: |
|
|
|
LOS QUISO SEPARAR LA CRUDA MUERTE, |
|
|
|
Y LOS UNIÓ EN LA TUMBA AMOR MÁS
FUERTE. |
|
|
A Victorino
|
|
En fin llegó mi amor: el
nuevo día |
|
|
|
lo anunció en el Oriente, el rubio
Febo |
|
|
|
lució más majestuoso, y de sus
rayos |
|
|
|
miró en el mar tranquilo los reflejos. |
|
|
|
Eolo enfrenar quiso en cárcel dura |
5 |
|
|
la furia destructora de los vientos, |
|
|
|
y ni el Bóreas ni el Euro tempestuoso |
|
|
|
turbaron la quietud del claro cielo. |
|
|
|
Sólo de los hermanos el más
dócil, |
|
|
|
que temores no causa al marinero, |
10 |
|
|
el céfiro gentil, vino a los campos, |
|
|
|
y refrescó la playa con su aliento. |
|
|
|
Dejé mi triste albergue, y sin reposo |
|
|
|
fui buscando mi vida y mi consuelo, |
|
|
|
y cuantos pasos daba hacia mi dicha, |
15 |
|
|
tantas penas huían de mi pecho. |
|
|
|
Vi a Célima; mas no, que vi una diosa, |
|
|
|
vi el rostro de Diana lisonjero, |
|
|
|
vi las gracias de Elena seductora, |
|
|
|
vi toda la beldad del universo. |
20 |
|
|
Divino Rafael, ¡oh! si la tumba |
|
|
|
no te ocultara ya, si el pincel diestro |
|
|
|
retratase a mi bien, de tus trabajos |
|
|
|
sería su traslado el más
perfecto. |
|
|
|
De la cárcel del leve sombrerillo |
25 |
|
|
huían al desgaire los cabellos, |
|
|
|
cual laberinto de oro, amor entonces |
|
|
|
de la dorada red fue prisionero. |
|
|
|
Resaltaba cual nieve la blancura |
|
|
|
de su divino rostro y de su cuello, |
30 |
|
|
las mejillas de rosa entre azucenas, |
|
|
|
y de coral los labios se tiñeron. |
|
|
|
Pero si de sus ojos la belleza, |
|
|
|
la dulzura y la gracia pintar quiero, |
|
|
|
el numen me abandona en la porfía, |
35 |
|
|
amado Victorino, y no me atrevo. |
|
|
|
Son ojos de paloma enamorada |
|
|
|
de herir y de matar no satisfechos, |
|
|
|
victoriosos sin fin, vencidos nunca, |
|
|
|
con pupilas que arrojan vivo fuego. |
40 |
|
|
Su tesoro mayor está escondido, |
|
|
|
una gasa sutil de azul pañuelo |
|
|
|
cubrió a la vista ansiosa de su amante |
|
|
|
la virginal riqueza de su seno. |
|
|
|
Allí anidan las gracias, allí
tiene |
45 |
|
|
el trono y el poder el niño ciego, |
|
|
|
y cuando de flechar está cansado |
|
|
|
allí duerme tranquilo y sin recelo. |
|
|
|
Toda su majestad era de Ninfa |
|
|
|
educada en los bosques más amenos, |
50 |
|
|
marfilinos los brazos y las manos, |
|
|
|
estrecha la cintura, el talle esbelto, |
|
|
|
el ropaje vistoso y ondeante |
|
|
|
entregaba a las auras los extremos |
|
|
|
guarnecidos de flores enlazadas; |
55 |
|
|
muy donoso el andar, el pie pequeño, |
|
|
|
la vi y cual nunca, la adoré rendido. |
|
|
|
Quedé como Endimión, cuando del
sueño |
|
|
|
despertando en la noche, vio en sus brazos |
|
|
|
a la Diosa que alumbra el firmamento. |
60 |
|
|
Todo mudó a su vista, mi semblante |
|
|
|
se mostró al contemplarla más
risueño, |
|
|
|
palpitó el corazón con el
encanto |
|
|
|
y sucedió a las penas el contento. |
|
|
|
Así la mensajera fiel de Juno |
65 |
|
|
el arco de colores extendiendo, |
|
|
|
disipa con las nubes los temores |
|
|
|
que a todos los mortales afligieron, |
|
|
|
«Calma, me dijo, el suspirar doliente, |
|
|
|
»yo tus congojas endulzar ofrezco, |
70 |
|
|
»a tan fino querer justo es que sea |
|
|
|
»de Célima también fino el
afecto». |
|
|
|
¡Qué delicia probé! Si de mi
vida |
|
|
|
sólo aspirase el fin a este momento |
|
|
|
sin probar otro bien, yo me tendría |
75 |
|
|
por muy recompensado y satisfecho. |
|
|
|
Amor, si nos fatiga con las penas |
|
|
|
de la ausencia cruel, y de los celos, |
|
|
|
una gota del cáliz de dulzuras, |
|
|
|
equivale a los males que tomemos. |
80 |
|
|
No sé si aquel placer me turbó el
alma, |
|
|
|
no pude desplegar mi rudo acento, |
|
|
|
ebrio y fuera de mí, volví a
mirarla, |
|
|
|
y dudé si era un ángel o mi
dueño. |
|
|
|
Heme al fin con mi hermosa en el retiro, |
85 |
|
|
más rico de fortuna que los Cresos, |
|
|
|
y que los que dominan a los hombres |
|
|
|
empuñando en su mano el áureo
cetro. |
|
|
|
La dulce posesión del bien que adoro |
|
|
|
es el mayor poder que yo apetezco, |
90 |
|
|
feliz con la dichosa medianía |
|
|
|
no envidio al presuntuoso palaciego, |
|
|
|
frugal mesa me basta, si a mi lado |
|
|
|
asiste de mis ansias el objeto, |
|
|
|
si paga con sonrisa cariñosa |
95 |
|
|
de obsequiarla el cuidado y el esmero. |
|
|
|
Séame permitido en estos campos |
|
|
|
dejar de ciudadano el triste empleo, |
|
|
|
y habitar con los simples labradores |
|
|
|
de importuno temor y afán exento. |
100 |
|
|
Un corazón sensible y delicado |
|
|
|
y para amar sin límites me dieron, |
|
|
|
el sonido del parche y de la trompa |
|
|
|
me priva de la paz, y no sosiego. |
|
|
|
Aquí quiero vivir donde no llega |
105 |
|
|
del cañón espantoso el ronco
trueno, |
|
|
|
donde el clarín que anuncia la pelea, |
|
|
|
del amante feliz no turba el sueño. |
|
|
|
Sólo de cuando en cuando suena en
torno |
|
|
|
de las canciones rústicas el eco, |
110 |
|
|
y el tamboril sonoro que ameniza |
|
|
|
de la aldea los bailes y los juegos. |
|
|
|
A la puerta de Filis los Zagales |
|
|
|
al claro amanecer entonan versos, |
|
|
|
y cantando amorosos extravíos |
115 |
|
|
procuran ablandar su desdén fiero. |
|
|
|
Oiga yo de Neptuno el rumor bronco |
|
|
|
descansando tranquilo en blando lecho, |
|
|
|
oiga la tempestad que se desata |
|
|
|
en lluvia que fecunda el fértil suelo. |
120 |
|
|
O sentado de noche a los umbrales |
|
|
|
de mi pajiza choza tome el fresco, |
|
|
|
recibiendo el aroma del naranjo |
|
|
|
herido blandamente de los cierzos. |
|
|
|
Cuando hierve en los vasos cristalinos |
125 |
|
|
el dulcísimo néctar de Lieo, |
|
|
|
cuando apuro la copa que mi Hebe |
|
|
|
sacó de los toneles más
añejos, |
|
|
|
se sepultan en ella los pesares, |
|
|
|
y mueren, y me libran de su peso, |
130 |
|
|
blanda Musa me inspira, mis tonadas |
|
|
|
si sublimes no son, gratas al menos. |
|
|
|
Allá lidien los hombres como fieras, |
|
|
|
y oprima al inocente el más perverso, |
|
|
|
preparando la intriga perfidiosa |
135 |
|
|
al que más se ha encumbrado fin
funesto. |
|
|
|
Yo del oro fatal siempre enemigo |
|
|
|
sólo sé codiciar sabrosos
besos, |
|
|
|
los abrazos de Célima adorada, |
|
|
|
y ellos son mi tesoro verdadero. |
140 |
|
|
¡Qué locura y delirio se apodera |
|
|
|
del mísero mortal! Perdido y ciego |
|
|
|
cual si fuera la vida, eterno siglo, |
|
|
|
busca prosperidad, y halla los riesgos. |
|
|
|
La voluble fortuna sólo adorna |
145 |
|
|
la sien del favorito más soberbio, |
|
|
|
para que hermosa víctima se ofrezca |
|
|
|
a su capricho injusto por trofeo. |
|
|
|
Somos débiles cañas que se
inclinan |
|
|
|
hasta la misma tierra en que nacieron. |
150 |
|
|
Nuestra vida es cual fatua luz que corre |
|
|
|
al derredor de antiguo cementerio. |
|
|
|
¿Para corta existencia, de qué
sirve |
|
|
|
sacar de los recónditos mineros |
|
|
|
el precioso metal, buscar honores, |
155 |
|
|
y comprar la desdicha a caro precio? |
|
|
|
Amado Victorino, cuando leas |
|
|
|
de mi sencilla carta los conceptos |
|
|
|
suspirarás las gratas soledades, |
|
|
|
el cívico aparato aborreciendo. |
160 |
|
|
Con doradas cadenas detenido, |
|
|
|
te asemejas al mísero jilguero, |
|
|
|
nacido para ornato de la selva, |
|
|
|
que en una hermosa cárcel se halla
preso. |
|
|
|
¿Qué servirá que Flora lo
prepare |
165 |
|
|
con sus nevadas manos alimento? |
|
|
|
¿Que con mimos alegres lo regalo, |
|
|
|
Que escucho con cariño sus gorjeos? |
|
|
|
¡Infeliz!, si nació para los
prados, |
|
|
|
para cantar su amor en el desierto, |
170 |
|
|
y cuidar en el árbol más
frondoso |
|
|
|
de su pintada esposa y los hijuelos, |
|
|
|
¿Preferirá los grillos que lo
cercan? |
|
|
|
No: porque con mortal desasosiego |
|
|
|
buscando libertad a sus alitas |
175 |
|
|
recorrerá intranquilo su aposento. |
|
|
|
Si conmigo estuvieras, qué de dichas |
|
|
|
hallarías aquí, que yo no puedo |
|
|
|
pintarte con viveza con mi pluma, |
|
|
|
ni el ciudadano goza en el estruendo. |
180 |
|
|
Colocado en las rocas escarpadas |
|
|
|
verías cuál se tiende el mar
inmenso, |
|
|
|
ya manso como estanque cristalino, |
|
|
|
ya agitado, horroroso y turbulento. |
|
|
|
Tu lira resonando blandamente |
185 |
|
|
en tonos igualara a la de Orfeo, |
|
|
|
y vieras los delfines atraídos |
|
|
|
a la arenosa playa por sus ecos, |
|
|
|
Si te ciñeron rosas y laureles |
|
|
|
cantando junto al Segre en feliz tiempo, |
190 |
|
|
ni rosas ni laureles inferiores |
|
|
|
te adornaran aquí, fiel
compañero, |
|
|
|
pero estás condenado a los dolores, |
|
|
|
ni vives para ti solo un momento: |
|
|
|
¡Ojalá tan sensible no nacieras, |
195 |
|
|
o nacieran cual tú, cuantos nacieron! |
|
|
El amante de Célima a Flora
|
|
Cuando logré un amor
honesto y puro |
|
|
|
de mi adorada Célima en los brazos, |
|
|
|
sacudí el torpe yugo que
imponía |
|
|
|
¡oh Flora!, a mi cerviz tu cruda mano. |
|
|
|
Desaté las cadenas ominosas, |
5 |
|
|
y de ellas libre, a otra región
volando, |
|
|
|
contemplé mis pasados extravíos |
|
|
|
y admiré de otro sol más bellos
rayos. |
|
|
|
Hubo un tiempo fatal para mi dicha |
|
|
|
de eterna agitación y sobresalto, |
10 |
|
|
en que fui de los necios que arrastraban |
|
|
|
del ídolo venal el duro carro. |
|
|
|
Turba de muchachuelos inocentes |
|
|
|
con la engañosa copa embriagados, |
|
|
|
te cercaba, lo vi, tú dirigías |
15 |
|
|
el débil escuadrón de tus
esclavos. |
|
|
|
Lo confieso en mi oprobio, con más
arte |
|
|
|
peiné el cabello, un tiempo
descuidado, |
|
|
|
y versos entoné con muelle lira |
|
|
|
tus seductoras gracias alabando. |
20 |
|
|
¡Necio! Tarde advertí que en la
hermosura |
|
|
|
se esconde alguna vez un pecho falso. |
|
|
|
Una inconstancia igual, y que Natura |
|
|
|
unió en ti la perfidia y el encanto. |
|
|
|
En fin, conozco, Flora, que eres sólo |
25 |
|
|
un hermoso sepulcro blanqueado, |
|
|
|
cubierto de jazmines y otras flores |
|
|
|
que oculta con su mármol los gusanos. |
|
|
|
Hay lagunas de yerbas revestidas |
|
|
|
que sendas deliciosas figurando |
30 |
|
|
convidan a fijar la leve planta |
|
|
|
y en ellas se sumergen los incautos. |
|
|
|
Yo sufrí los escollos peligrosos, |
|
|
|
pero ya por despojo del naufragio |
|
|
|
presenté al dios Neptuno mis vestidos |
35 |
|
|
que en la horrible tormenta se mojaron. |
|
|
|
Lejos, pues, de contarme entre los tuyos, |
|
|
|
que son más que las flores de los
prados, |
|
|
|
olvidaré, tu nombre, tus hechizos, |
|
|
|
y lo que es más difícil, tus
engaños; |
40 |
|
|
tiempo feliz me ríe, no mendigo |
|
|
|
cual mendigué de ti favores vanos: |
|
|
|
más honestos placeres, otras dichas |
|
|
|
encuentro en mi retiro solitario. |
|
|
|
Tú vende el corazón a cuantos
quieras, |
45 |
|
|
finge tiernos suspiros y desmayos, |
|
|
|
y un aparente amor que sea el premio |
|
|
|
de los que más rendidos te adoraron, |
|
|
|
siempre inquieta y voluble mariposa |
|
|
|
por la floresta umbría revolando |
50 |
|
|
ya busques una flor, ya la abandones |
|
|
|
y vuelvas a libar la que has dejado. |
|
|
|
Tal es tu condición, mudar de amantes |
|
|
|
cual mudas de vestidos, bien tomando |
|
|
|
el sencillo, el de adornos, el pajizo, |
55 |
|
|
bien el verde, el azul o el encarnado, |
|
|
|
y a todos dando el seno, a todos niegues |
|
|
|
la voluntad y el corazón ingrato, |
|
|
|
todos te crean fiel, pero a su tiempo |
|
|
|
sufran de tu mudanza el triste pago. |
60 |
|
|
Ajeno de su mal que era seguro |
|
|
|
joven vi con tu amor mostrarse ufano, |
|
|
|
¡mísero!, cuán de pronto la
fortuna |
|
|
|
la alegría trocó en acerbo
llanto. |
|
|
|
Cerrada halló la puerta a sus deseos, |
65 |
|
|
llamó, volvió a llamar, ¡necio
trabajo!, |
|
|
|
otro rival más rico y menos digno |
|
|
|
¡oh pérfida!, dormía en tu
regazo. |
|
|
|
¿Qué furia te domina?,
¿cómo puedes |
|
|
|
partir el corazón en mil pedazos, |
70 |
|
|
con astucia decir lo que no sientes, |
|
|
|
y sin tener cariño aparentarlo? |
|
|
|
Negro interés amor nació
desnudo, |
|
|
|
mal parece el rapaz si está adornado |
|
|
|
de púrpura y de perlas del oriente |
75 |
|
|
de subido valor y precio raro. |
|
|
|
Bástale sutil venda en los ojuelos, |
|
|
|
dos alas en los hombros agraciados, |
|
|
|
y parecer desnudo de atavíos |
|
|
|
sin más riqueza y brillo que su arco. |
80 |
|
|
De duro mármol fue la cortesana, |
|
|
|
que al interés rindió un amor
profano, |
|
|
|
ella enseñó la senda del
delito, |
|
|
|
a la negra ambición ella abrió el
paso: |
|
|
|
ella enseñó a la joven inocente |
85 |
|
|
el arte de fingir, el débil labio |
|
|
|
aprendió a disfrazar los sentimientos |
|
|
|
que en el pecho al nacer fueron grabados. |
|
|
|
¡Error fatal!, no alivian las riquezas |
|
|
|
los dolores del ánimo angustiado, |
90 |
|
|
ni se aumenta el placer con los tesoros |
|
|
|
que la codicia tiene amontonados. |
|
|
|
¿De qué sirve pisar marmóreo
suelo |
|
|
|
bajo el rico y vistoso artesonado? |
|
|
|
¿De qué sirven las Frigias
columnatas, |
95 |
|
|
y jardines que imitan bosques sacros? |
|
|
|
Allí el pesar anida, paz no tiene |
|
|
|
el que todo lo tiene a su mandato, |
|
|
|
y mientras señorea al universo |
|
|
|
sirve al vil interés que es su tirano. |
100 |
|
|
¿Qué dejará seguro la
codicia? |
|
|
|
Todo está con su aliento inficionado: |
|
|
|
el amante, el esposo y el amigo, |
|
|
|
todos tomen su furia y sus estragos, |
|
|
|
feliz la juventud, cuyas riquezas |
105 |
|
|
fueron un par de bueyes y un arado, |
|
|
|
la rubia mies, la pera sazonada, |
|
|
|
y el añejo tonel del dulce Baco. |
|
|
|
Su pompa era el adorno de las flores, |
|
|
|
la fragante violeta, el amaranto, |
110 |
|
|
su habitación el bosque o la
campiña, |
|
|
|
de pieles el vestido, lecho el prado. |
|
|
|
Amaron las Zagalas al sencillo |
|
|
|
pastor, que en su cantar fue aventajado. |
|
|
|
Ni los furtivos besos se vendieron, |
115 |
|
|
ni de amor las delicias se compraron. |
|
|
|
Mas ahora en la edad de hierro duro, |
|
|
|
con el oro se compran los aplausos, |
|
|
|
con el oro el cariño y los amores, |
|
|
|
y el oro la virtud ha desterrado. |
120 |
|
|
Ni hay fe, ni hay pundonor; ¡oh patria
mía! |
|
|
|
¿Quién tu precioso suelo ha
devastado |
|
|
|
sino del extranjero codicioso |
|
|
|
la avaricia fatal que armó su mano? |
|
|
|
Y menos el mal fuera, si tan sólo |
125 |
|
|
ambicionase el hombre temerario: |
|
|
|
ambiciona la tierna doncellita |
|
|
|
y al monstruo criminal abre los brazos. |
|
|
|
Nada vale el saber, ni la hermosura, |
|
|
|
ni la florida edad; el viejo insano, |
130 |
|
|
que ajaron los furores juveniles, |
|
|
|
rinde el fuerte talego, y es amado. |
|
|
|
Desaliñada vieja se levanta |
|
|
|
en la tranquila noche, mueve el paso |
|
|
|
con diestra lentitud, abre la puerta, |
135 |
|
|
y da entrada al galán que está
esperando: |
|
|
|
no duerme la mozuela seducida |
|
|
|
en el lecho a los vicios consagrado, |
|
|
|
espera al nuevo Adonis, y lo exige |
|
|
|
por los gustos de amor el vil salario. |
140 |
|
|
¡Oh corrupción del siglo en que
vivimos! |
|
|
|
¡Mísera condición de los
humanos! |
|
|
|
Ellos su mal fabrican, cuando intentan |
|
|
|
hallar el bien, aunque el camino erraron. |
|
|
|
Sirenas nos encantan, nuevas Circes |
145 |
|
|
en la ciudad su trono han levantado, |
|
|
|
y en monstruos horrorosos de mil modos |
|
|
|
a los hombres en mengua han transformado. |
|
|
|
Tal es Flora tu oficio, tender redes |
|
|
|
al joven inocente, aprisionado |
150 |
|
|
en tus brazos, ignora la ponzoña |
|
|
|
que escondes con sonrisa y con halagos. |
|
|
|
Más le quisiera ver en los escollos |
|
|
|
y peligros del Ponto dilatado, |
|
|
|
o entre sierpes feroces, entre tigres |
155 |
|
|
en los remotos climas africanos. |
|
|
|
¿Y qué piensas acaso que el
delito |
|
|
|
no tiene su castigo preparado? |
|
|
|
¿Piensas que siempre bella, altiva
siempre, |
|
|
|
tendrás adoradores insensatos? |
160 |
|
|
Bien pronto disipada la hermosura |
|
|
|
serás como un arbusto despojado |
|
|
|
de todos los adornos de sus hojas, |
|
|
|
sin flores olorosas y sin ramos |
|
|
|
arrugada la tez, mustios los ojos, |
165 |
|
|
sin gracias, sin hechizos, sin encantos, |
|
|
|
llorarás con dolor tu desventura, |
|
|
|
las pasadas delicias suspirando. |
|
|
|
¿Qué será de la loca
muchedumbre |
|
|
|
de mozos a tu arbitrio esclavizados? |
170 |
|
|
Verás a tu pesar, Flora inconstante, |
|
|
|
el lecho de placeres olvidado. |
|
|
|
No escucharás cantares melodiosos |
|
|
|
cuando todos se entregan al descanso, |
|
|
|
ni el sonido de flauta querellosa, |
175 |
|
|
ni las quejas de amante desdeñado. |
|
|
|
Los que penan por ti, viendo tus ojos |
|
|
|
sin la lumbre de vida, ya eclipsados, |
|
|
|
buscarán otra edad, otra belleza, |
|
|
|
huyendo en corto tiempo de tu lado. |
180 |
|
|
No así del gavilán huye las
garras |
|
|
|
el pichón temeroso, y ya buscando |
|
|
|
asilo más seguro, como evitan |
|
|
|
los jóvenes los rostros arrugados. |
|
|
|
Quieren ver una boca de claveles, |
185 |
|
|
Unos ojos de fuego los son gratos, |
|
|
|
desdeñan la hermosura que se agosta |
|
|
|
como rosa que el cierzo ha marchitado. |
|
|
|
Un triste porvenir sólo te espera, |
|
|
|
mientras que los amantes que guardaron |
190 |
|
|
su fe constante y pura, esperan siempre |
|
|
|
dulces premios de amor y dulces ratos. |
|
|
Célima a Inés
|
|
¿Piensas, Inés
hermosa, que entregada |
|
|
|
Al placer, te olvidó tu tierna amiga? |
|
|
|
¿Piensas que su memoria no recuerda |
|
|
|
los bienes de tu amable
compañía? |
|
|
|
No es fácil que te olvide en tiempo
alguno |
5 |
|
|
ni en la prosperidad, ni en la desdicha, |
|
|
|
ni estando en la ciudad, ni ausente de ella, |
|
|
|
que siempre tuya soy, siempre la misma. |
|
|
|
Amor no es de amistad duro enemigo, |
|
|
|
aunque mi corazón de amor suspira, |
10 |
|
|
tu cariño me ocupa, y me son gratas |
|
|
|
las dulzuras que entrambos comunican. |
|
|
|
¡Cuántas veces alegre paseando, |
|
|
|
o en la playa del mar, o en la
campiña, |
|
|
|
te echan menos mis ojos, y recuerdo |
15 |
|
|
de nuestra antigua unión los claros
días. |
|
|
|
El niño flechador me ha conducido |
|
|
|
a bella soledad; alzó su pira |
|
|
|
en estos mismos campos, y mi pecho |
|
|
|
sus deseos en ella sacrifica. |
20 |
|
|
¡Qué linda es mi mansión!,
sabrosas aguas |
|
|
|
su terreno espacioso fertilizan; |
|
|
|
do quier nace el rosal, do quier levanta |
|
|
|
sus tallos la vistosa clavelina. |
|
|
|
De Edén a las llanuras semejante |
25 |
|
|
me llama a disfrutar; goza la vista |
|
|
|
de inocente placer, y puras auras |
|
|
|
del sirio abrasador templan las iras; |
|
|
|
libres los pajarillos no recelan |
|
|
|
ni la red engañosa, ni la liga, |
30 |
|
|
ni tomen que sus nidos arrebato |
|
|
|
de rústico doncel mano atrevida. |
|
|
|
Aquí donde la yedra y los naranjos |
|
|
|
forman como una gruta entretejida, |
|
|
|
se queja el ruiseñor de sus amores, |
35 |
|
|
ya gime con dolor, ya alegre trina. |
|
|
|
El jilguero inferior en sus tonadas |
|
|
|
enmudece, y el canto dulce admira |
|
|
|
del músico del bosque lisonjero |
|
|
|
que diestro en modular, su tono anima. |
40 |
|
|
¡Qué blando es el susurro de las
hojas |
|
|
|
que vagorosos céfiros agitan! |
|
|
|
A lo lejos el mar con rumor bronco |
|
|
|
en la arena su orgullo altivo humilla. |
|
|
|
Mil árboles al cielo están
subiendo |
45 |
|
|
ostentando sus frutas exquisitas, |
|
|
|
se rinde al propio peso el limonero |
|
|
|
cuyo fruto al virgíneo pecho imita. |
|
|
|
Los álamos de Alcides se remontan |
|
|
|
con las frondosas ramas atrevidas |
50 |
|
|
que desprecian los Euros; nace el mirlo |
|
|
|
consagrado al amor y a las delicias. |
|
|
|
En los brazos del olmo se entreteje |
|
|
|
la hermosa vid, y en ellos deposita |
|
|
|
los dorados racimos que compensan |
55 |
|
|
del simple agricultor duras fatigas. |
|
|
|
A la margen de estanque cristalino |
|
|
|
el Narciso su flor graciosa mira; |
|
|
|
Aquí Céfiro y Flora cultivaron |
|
|
|
las pálidas violetas, y las pintan |
60 |
|
|
del color que los tristes amadores |
|
|
|
tienen alguna vez en sus mejillas. |
|
|
|
Todo es bello, la fuente que murmura, |
|
|
|
el canto de las tiernas avecillas; |
|
|
|
los arbustos, las plantas y las flores, |
65 |
|
|
todo placer y amenidad respira. |
|
|
|
Apenas de su lecho se levanta |
|
|
|
la esposa de Titon, apenas brilla |
|
|
|
su rosado fulgor, y el canto ronco |
|
|
|
del gallo ha dispertado a las gallinas, |
70 |
|
|
salgo al campo a gozar de la frescura |
|
|
|
con que la bella aurora me convida, |
|
|
|
y por sendas de yerbas olorosas |
|
|
|
al ancho mar mis pasos se encaminan. |
|
|
|
De su rústico albergue salir veo |
75 |
|
|
al pescador humilde que se olvida |
|
|
|
del lecho y de la esposa que en él
duerme |
|
|
|
por preparar su red y su barquilla. |
|
|
|
Robusto como un Hércules se cubre |
|
|
|
con un vestido pobre; su alegría |
80 |
|
|
depende de la calma de Neptuno |
|
|
|
y del cielo que entonces puro mira. |
|
|
|
Mientras la verde yerba que el rocío |
|
|
|
con lágrimas regó tranquilo
pisa |
|
|
|
y apura con el labio codicioso |
85 |
|
|
el humo que se exhala de su pipa, |
|
|
|
por más feliz lo tengo que el magnate |
|
|
|
que la noche pasó en el juego y risas |
|
|
|
y jamás vio nacer el sol brillante, |
|
|
|
mudando la mañana en noche
umbría. |
90 |
|
|
Otro joven alegre por el prado |
|
|
|
con lentitud los tardos bueyes guía |
|
|
|
y divirtiendo el tiempo y los pesares |
|
|
|
canta el duro desdén de su querida. |
|
|
|
Llego al mar: ¡qué apacible!,
¿este es acaso |
95 |
|
|
el que tanto se enoja, y precipita |
|
|
|
en los hondos abismos de sus aguas |
|
|
|
al que corrió a buscar remotos climas? |
|
|
|
¡Oh qué mudado está!,
límpido espejo |
|
|
|
me parece; sus olas no se irritan |
100 |
|
|
y vienen a la playa mansamente |
|
|
|
a estrellarse a mis plantas, Inés
linda. |
|
|
|
¡Oh cómo me retrata el Ponto
inmenso |
|
|
|
la gloria de su autor! Límite fija |
|
|
|
la mano de Jehová a las claras ondas, |
105 |
|
|
que llegando a la arena, se retiran. |
|
|
|
Mas ya del rubio Febo los caballos |
|
|
|
tascando el freno de oro se aproximan, |
|
|
|
y el lucero feliz de la mañana |
|
|
|
se esconde de la luz que el mundo admira. |
110 |
|
|
Adiós, graciosa estrella, tan
brillante |
|
|
|
nacerás en las horas vespertinas |
|
|
|
y seguirás el carro de Diana |
|
|
|
presidiendo al descanso de la vida. |
|
|
|
Mientras vuelvo al albergue voy cogiendo |
115 |
|
|
las flores que mi mano solicitan: |
|
|
|
unas van a mi seno, otras adornan |
|
|
|
mis cabellos con gracia peregrina. |
|
|
|
La más fresca y pomposa, a mi adorado |
|
|
|
mi solícito afecto la dedica; |
120 |
|
|
envuelto en una flor va mi cariño, |
|
|
|
pero aunque ella se mustie, él no se
entibia. |
|
|
|
No puedo sin amor vivir un punto |
|
|
|
cual no puede vivir el pez que gira |
|
|
|
por los senos del mar, en seca arena, |
125 |
|
|
sin vagar por las aguas cristalinas. |
|
|
|
Formado el corazón para esta llama, |
|
|
|
cesará de abrigarla cuando rinda |
|
|
|
su postrimer suspiro, y el sepulcro |
|
|
|
encubra con su mármol mis cenizas. |
130 |
|
|
Allí, si en la región del duro
olvido |
|
|
|
dominara el amor, allí amaría, |
|
|
|
y sombra errante en la mansión funesta |
|
|
|
buscara al caro dueño de mi vida. |
|
|
|
Ufana con las penas de Cupido, |
135 |
|
|
bendigo la cadena que esclaviza, |
|
|
|
el afán, los pesares, los temores, |
|
|
|
y del pecho angustiado las heridas. |
|
|
|
Si alguna vez la paz de dos que se aman |
|
|
|
de celos o desdén la nube eclipsa, |
140 |
|
|
volver a conciliar las voluntades |
|
|
|
es más dulce que mieles y
ambrosía. |
|
|
|
A las voces de ingrato y de perjuro |
|
|
|
suceden otras voces muy distintas, |
|
|
|
las de adorado bien, dulce cariño, |
145 |
|
|
y miradas ardientes a las tibias. |
|
|
|
El semblante que enojos retrataba |
|
|
|
su ceño adusto y vengador disipa, |
|
|
|
y asoma ya en los labios lisonjeros |
|
|
|
envuelta en mil placeres la sonrisa. |
150 |
|
|
Vuélvense a unir los brazos amorosos, |
|
|
|
vuelven sabrosos besos y caricias, |
|
|
|
cual después de tormenta destructora |
|
|
|
nace el sol en la esfera y la reanima. |
|
|
|
Dichosa lid que tiene tales fines, |
155 |
|
|
feliz desdén, feliz melancolía: |
|
|
|
¡qué dulces son las lágrimas
que causa |
|
|
|
un desvío que apenas nace, espira! |
|
|
|
Cual nacen las violetas en los prados, |
|
|
|
en el rosal frondoso las espinas, |
160 |
|
|
los tomillos, del monte en la ladera, |
|
|
|
y en el inculto campo las ortigas, |
|
|
|
nacen en el amor tantos desvelos; |
|
|
|
el amante que sigue su milicia |
|
|
|
cuenta tantas zozobras como gustos, |
165 |
|
|
y del niño sagaz pocos se libran. |
|
|
|
Vivamos pues amando, soplo breve |
|
|
|
será la duración de nuestros
días, |
|
|
|
es un punto en el tiempo, Inés, es
nada, |
|
|
|
sombra que deja verse y se retira. |
170 |
|
|
En pálido caballo va montada |
|
|
|
blandiendo su segur la muerte impía, |
|
|
|
y desde el regio alcázar eminente |
|
|
|
al más humilde hogar se precipita. |
|
|
|
¡Qué de dolores causa! Las
esposas |
175 |
|
|
el tálamo nupcial cubierto miran |
|
|
|
con lúgubres despojos, y las madres |
|
|
|
por sus hijos se muestran condolidas. |
|
|
|
Si quieres disfrutar un corto tiempo |
|
|
|
huye de las ciudades corrompidas, |
180 |
|
|
líbrate del bullicio tumultuoso, |
|
|
|
que en él la calma sin cesar peligra. |
|
|
|
Pero el materno afecto te detiene, |
|
|
|
los hijos de tu apoyo necesitan, |
|
|
|
como las tiernas plantas del esmero |
185 |
|
|
con que rústica mano las cultiva. |
|
|
|
¡Qué grata ocupación la de una
madre |
|
|
|
que cercada se ve en la edad florida |
|
|
|
de prendas de su amor, mientras procura |
|
|
|
su dulce bienestar y eterna dicha! |
190 |
|
|
Su ser se perpetúa, va creciendo |
|
|
|
la venturosa prole, y con caricias |
|
|
|
le paga los solícitos cuidados |
|
|
|
que la débil infancia lo
exigía. |
|
|
|
Felices dos esposos que se adoran, |
195 |
|
|
cuya unión no es posible que divida |
|
|
|
de la airada fortuna la pujanza, |
|
|
|
ni el tiempo que los bronces aniquila. |
|
|
Enriqueta a Julia
|
|
Mi triste corazón, Julia
querida, |
|
|
|
que sólo de amistad probó la
llama, |
|
|
|
siente un nuevo volcán que le devora, |
|
|
|
que le roba la paz que disfrutaba, |
|
|
|
inocente y feliz no conocía |
5 |
|
|
otro placer que el de amistad sagrada, |
|
|
|
y el dulce bien de verte entre mis brazos |
|
|
|
era el único bien que yo anhelaba. |
|
|
|
¡Mas ay! debo decirlo, en este instante |
|
|
|
no soy ya toda tuya, soy esclava |
10 |
|
|
del amor que me hirió con la saeta |
|
|
|
más dura y penetrante de su aljaba. |
|
|
|
Perdona, bella amiga, ¡oh si pudiera |
|
|
|
en tus brazos llorar! ¡Tal vez templara |
|
|
|
este fuego cruel! Jamás mi pecho |
15 |
|
|
sufrió su actividad que le maltrata. |
|
|
|
No vivo para mí: vieron mis ojos |
|
|
|
al que no cesa de adorar el alma; |
|
|
|
yo no sé lo que vi, sé que mi
pecho |
|
|
|
con desusado modo palpitaba |
20 |
|
|
cuando el joven Durval tan blandamente |
|
|
|
la historia me contó de sus
desgracias, |
|
|
|
que un encanto, una magia poderosa |
|
|
|
mantenía mi mente embelesada. |
|
|
|
¡Qué elocuentes sus labios y
expresivos |
25 |
|
|
infundían amor, Julia adorada! |
|
|
|
Escuchando su voz fui su cautiva, |
|
|
|
y al apartarme de él sentí que
amaba. |
|
|
|
Sí, que un suspiro tierno al
despedirme |
|
|
|
fue el adiós que le di, sin que
palabra |
30 |
|
|
pudiese proferir tu triste amiga |
|
|
|
en la inquietud y angustia que probaba. |
|
|
|
Así me vi, cual Dido cuando atenta |
|
|
|
a la historia de Troya desolada |
|
|
|
que el huésped refería, allá
en su pecho |
35 |
|
|
sintió crecer la dolorosa llaga. |
|
|
|
Huyó al punto de mí con la
alegría |
|
|
|
la inocencia feliz, huyó la calma, |
|
|
|
duro afanar y congojosa pena |
|
|
|
ocupó el corazón con furia
extraña. |
40 |
|
|
¡Ay, Julia! En mi retrete solitario |
|
|
|
el nombre proferí del que adoraba, |
|
|
|
mis tristes ojos por la vez primera |
|
|
|
conocieron que amor lágrimas causa. |
|
|
|
Conocí que Cupido victorioso |
45 |
|
|
cuenta víctimas mil y que en sus aras |
|
|
|
no hay corazón sensible que no sea |
|
|
|
inmolado a su vez cuando él lo manda. |
|
|
|
Dueño del mundo, del triunfante carro |
|
|
|
adoradores míseros arrastra, |
50 |
|
|
sintiendo su poder los seres todos |
|
|
|
y la invencible fuerza de sus armas. |
|
|
|
Yo no encuentro un alivio a mi tormento, |
|
|
|
lo espero, dulce amiga, de tus cartas, |
|
|
|
si conservas la fe que me juraste, |
55 |
|
|
si llega a serte mi memoria grata. |
|
|
Julia a Enriqueta
|
|
¡Que tu suerte es cruel,
bella Enriqueta! |
|
|
|
De tu lado me aparta el hado adverso, |
|
|
|
cuando mi ayuda y mi amistad debieran |
|
|
|
darte en tan dura situación consuelo. |
|
|
|
Mientras libre de amor en la inocencia |
5 |
|
|
vivías sin zozobra, sin desvelos, |
|
|
|
reías de la turba de hermosuras |
|
|
|
cercadas de amadores lisonjeros. |
|
|
|
Mas ya en tu propio daño has aprendido |
|
|
|
la dura actividad de ese veneno |
10 |
|
|
que causa a las doncellas mil dolores |
|
|
|
por las ardientes venas discurriendo. |
|
|
|
Yo como tú me vi, cuando a tres
lustros |
|
|
|
un tiro me asestó Cupido ciego. |
|
|
|
De aquí tantas desgracias que a ti
sola |
15 |
|
|
las confió mi labio en otro tiempo. |
|
|
|
Guárdate de dar pábulo a la
llama |
|
|
|
que se ha formado en tu sensible pecho |
|
|
|
antes que la constancia del que adoras |
|
|
|
acredite su honor y sentimientos. |
20 |
|
|
Millares de infelices han gemido |
|
|
|
por la facilidad con que cedieron |
|
|
|
al naciente cariño que halagaba |
|
|
|
con un prestigio falso y pasajero. |
|
|
|
Si Dido fuiste al escuchar las penas |
25 |
|
|
de tu amado Durval, y el dulce acento |
|
|
|
con que las refirió, justo es que
acuerdos |
|
|
|
de la que has imitado, el fin funesto. |
|
|
|
En las ligeras naves embarcado |
|
|
|
el Troyano, las velas soltó al viento |
30 |
|
|
más insensible y duro que si fuera |
|
|
|
de la desierta Libia tigre fiero. |
|
|
|
La desdichada reina que miraba |
|
|
|
la perfidia de Eneas, puso al cielo |
|
|
|
por testigo de ingrata alevosía |
35 |
|
|
y en su seno escondió el agudo acero. |
|
|
|
Tiembla, Enriqueta, tiembla si abandonas |
|
|
|
la luz de la razón, que amor es ciego: |
|
|
|
antes que algún mortal logre
agradarte, |
|
|
|
sepa manifestar que es fiel, sincero, |
40 |
|
|
igual en suerte próspera y adversa, |
|
|
|
sensible, amante, amigo verdadero. |
|
|
|
Ámale entonces y no temas nunca |
|
|
|
la amarga hiel del desengaño acerbo. |
|
|
|
Del mar en las orillas apartadas |
45 |
|
|
mira cuál deja Ariadne el blando
lecho, |
|
|
|
y al verso abandonada, cuál lamenta |
|
|
|
la ingratitud y engaños de Teseo: |
|
|
|
no lo creyó perjuro al estrecharlo |
|
|
|
entre sus brazos con amantes besos; |
50 |
|
|
no conoció la triste que mentía |
|
|
|
el labio engañador de aquel perverso. |
|
|
|
De sus blandas palabras atraída |
|
|
|
de esposo le cedió sagrados fueros: |
|
|
|
¡mísera!, que al bañar el sol
las aguas, |
55 |
|
|
las aumentó con llanto lastimero. |
|
|
|
Si aprecias tu quietud y tu alegría, |
|
|
|
no olvides, tierna amiga, estos ejemplos |
|
|
|
y no creas jamás que Julia pueda |
|
|
|
de Enriqueta apartar su pensamiento. |
60 |
|
Enriqueta a Julia
|
|
Lazos que yo formé,
Julia querida, |
|
|
|
los estrechó propicio el Himeneo, |
|
|
|
y en sus aras al fin logró mi mano |
|
|
|
aquel que en las de amor logré mi
afecto. |
|
|
|
Del enlace feliz fue claro el día, |
5 |
|
|
jamás brilló tan puro el rubio
Febo, |
|
|
|
jamás con primor tanto la
mañana |
|
|
|
recibió del aurora el color bello. |
|
|
|
Coronado de rosas purpurinas, |
|
|
|
leve como las auras vino el genio |
10 |
|
|
que preside a la unión de los amantes, |
|
|
|
del éter luminoso descendiendo. |
|
|
|
Apenas de sus alas vagarosas |
|
|
|
cesara el delicado movimiento, |
|
|
|
tres veces sacudió de antorcha clara |
15 |
|
|
con gracia singular el vivo fuego. |
|
|
|
Por do fija la planta, flores tiernas |
|
|
|
produce sin cultivo el fértil suelo; |
|
|
|
a su vista se enlazan a los olmos |
|
|
|
las vides y la yedra al alto cedro, |
20 |
|
|
vuela unida la tímida paloma |
|
|
|
al constante y celoso compañero, |
|
|
|
y hasta la mariposa voluble |
|
|
|
en busca de su amor fatiga el vuelo. |
|
|
|
Las horas se apresuran fugitivas |
25 |
|
|
llamándome al altar; olor sabeo |
|
|
|
perfumando las aras, lentamente |
|
|
|
a las bóvedas sube en humo denso. |
|
|
|
Sale ya de mis labios amorosos |
|
|
|
la promesa y el firme juramento; |
30 |
|
|
ministro celestial los ha escuchado, |
|
|
|
y es de mi fe testigo el alto cielo. |
|
|
|
¡Momento de placer! Tú solo
bastas |
|
|
|
a serenar mis días; los tormentos, |
|
|
|
las penas y congojas de la vida |
35 |
|
|
a endulzar es bastante tu recuerdo. |
|
|
|
Sí, Julia, el bienestar de tu
Enriqueta |
|
|
|
depende de Durval: tierno y sincero, |
|
|
|
digno de admiración y de
cariño, |
|
|
|
es un tesoro, un bien que no merezco. |
40 |
|
|
Jamás se entibiará tan dulce
llama, |
|
|
|
en sus brazos tomando siempre aumento, |
|
|
|
me unirá hasta el sepulcro silencio |
|
|
|
con mi adorado esposo, con mi dueño. |
|
|
|
¿Y qué de mí sería si
apartada |
45 |
|
|
de apoyo tan seguro, en llanto y duelo |
|
|
|
consumiera mi edad, sin las dulzuras |
|
|
|
que en tal feliz unión logro y espero? |
|
|
|
Cual flor abandonada, que nacida |
|
|
|
en la estéril arena del desierto, |
50 |
|
|
levanta un débil tallo, ni el
rocío |
|
|
|
ni la lluvia lo pudo dar fomento, |
|
|
|
la consume el furor del sirio ardiente |
|
|
|
y acaban de agostarla duros cierzos, |
|
|
|
tal fuera yo privada de un esposo |
55 |
|
|
que es mi felicidad y mi consuelo. |
|
|
|
No soy la mustia flor, soy la azucena |
|
|
|
que a la margen nació de estanque
fresco, |
|
|
|
o de la clara fuente origen toma |
|
|
|
corriendo a fecundar el prado ameno: |
60 |
|
|
cuanto licor embebe en sus raíces |
|
|
|
tanta pompa su tallo va adquiriendo; |
|
|
|
admirarán su gracia y hermosura |
|
|
|
cuantos aman el campo y sus recreos. |
|
|
|
A su propio cultivo está entregado |
65 |
|
|
rústico diligente; ornato bello |
|
|
|
será de la pradera dilatada |
|
|
|
ostentando cual nieve el blanco seno, |
|
|
|
¡oh Julia!, es una dicha unir dos
almas, |
|
|
|
juntar dos corazones que nacieron |
70 |
|
|
para amarse y vivir en uno solo |
|
|
|
sin temer el rigor del hado adverso. |
|
|
|
¡Oh qué falsa la unión que no
procede |
|
|
|
de una igual simpatía!, el leve viento |
|
|
|
más constante será; se
odiarán pronto |
75 |
|
|
los que el capricho unió de amor
ajenos. |
|
|
|
Tú sabes la impresión que en
mí causara |
|
|
|
de Durval el estilo lisonjero, |
|
|
|
cuando yo sus desgracias dolorosas |
|
|
|
escuchaba con mágico embeleso. |
80 |
|
|
Víctima de la astucia fraudulenta |
|
|
|
de un amigo venal, holló los riesgos, |
|
|
|
y su alma superior a la fortuna |
|
|
|
jamás perdió el valor y heroico
esfuerzo. |
|
|
|
Fue como los peñascos que aparecen |
85 |
|
|
en medio de las aguas; a lo lejos |
|
|
|
se descubre su mole, cuando tiene |
|
|
|
Neptuno sus cristales más serenos. |
|
|
|
Y si agitado el mar, temibles hondas |
|
|
|
intentan asaltarlos, cuando el Euro |
90 |
|
|
brama furioso en torno, permanecen |
|
|
|
firmes contra las olas y los vientos. |
|
|
|
Admiré sus trabajos, su constancia; |
|
|
|
pasó la admiración a ser
aprecio, |
|
|
|
y éste a ser el amor más
encendido |
95 |
|
|
que jamás se abrigó en humano
pecho. |
|
|
|
Cuál aliviar sus penas deseaba |
|
|
|
¡y cuán feliz juzgaba a la que un
tiempo |
|
|
|
lograse ser su esposa, y agradarle |
|
|
|
disfrutando de bien tan
halagüeño! |
100 |
|
|
Entonces el destino preparaba |
|
|
|
tanta dicha a tu amiga; varios sueños |
|
|
|
lo anunciaron, ya tristes, ya agradables: |
|
|
|
mientras yo descansaba en blando lecho |
|
|
|
pareciome que un joven agraciado, |
105 |
|
|
herido con el golpe más funesto, |
|
|
|
y bañado en su sangre, me pedía |
|
|
|
en tan penosa situación remedio, |
|
|
|
sus ojos con el llanto obscurecidos, |
|
|
|
pálidas sus mejillas, el aspecto |
110 |
|
|
triste como las sombras de la noche, |
|
|
|
todo causaba horror y sentimiento: |
|
|
|
parecido a Durval, suyo el semblante, |
|
|
|
era suya la voz, suyo el cabello |
|
|
|
y el talle y gentileza; un sudor frío |
115 |
|
|
Discurrió al ver su imagen por mis
miembros. |
|
|
|
Yo curé sus heridas, yo su llanto |
|
|
|
enjugué blandamente con esmero, |
|
|
|
y al esplendor antiguo de hermosura |
|
|
|
vi volver poco a poco sus luceros; |
120 |
|
|
tal vez me parecía que juraba |
|
|
|
ser mío, y que en tan plácido
momento |
|
|
|
formábamos los lazos venturosos |
|
|
|
que después para siempre nos unieron. |
|
|
|
¿Qué falta a tu querida? Si
pusieras |
125 |
|
|
a mis pies las coronas y los cetros |
|
|
|
glorias de los monarcas poderosos |
|
|
|
que rigen a su arbitrio el universo, |
|
|
|
si unieras sus tesoros y riquezas |
|
|
|
a cuantas lograr pudo el rico Creso, |
130 |
|
|
tantas abandonara y prefiriera |
|
|
|
de mi Durval los ojos hechiceros. |
|
|
|
Es humo para mí cuanto se estima, |
|
|
|
cuanto encierra la tierra en sus mineros, |
|
|
|
cuanto produce el mar: sólo mi amado |
135 |
|
|
es para mí un tesoro verdadero. |
|
|
|
Otra ponga su dicha, su fortuna |
|
|
|
en el precioso trajo, y en sus dedos |
|
|
|
brille con el diamante el rubí puro |
|
|
|
trabajo del artífice más
diestro. |
140 |
|
|
Bástame a mí la paz de que
disfruto, |
|
|
|
bástame un fiel esposo, un
pequeñuelo |
|
|
|
que con dulce sonrisa y con agrado |
|
|
|
buscando mi regazo halle mis besos. |
|
|
|
Gratos serán sus mimos inocentes, |
145 |
|
|
sus pueriles halagos y sus juegos, |
|
|
|
y más que todo grata a mis
oídos |
|
|
|
su voz que me dé el título
más tierno. |
|
|
|
Corran así mis días, sin que
turbe |
|
|
|
la discordia feroz nuestro sosiego, |
150 |
|
|
sin que nuestros placeres emponzoñen |
|
|
|
negra inquietud y roedores celos. |
|
|
Respuesta
|
|
Apenas vi tu carta, de
alegría |
|
|
|
se inundó y de placer el pecho
mío; |
|
|
|
tu nombre repetí, volví a
leerla |
|
|
|
y dulce otra vez fue su contenido. |
|
|
|
¿Conque en las aras sacras de Himeneo |
5 |
|
|
rendiste el corazón a un joven digno? |
|
|
|
¡Oh mil veces dichosa, y más
dichoso |
|
|
|
quien mereció tu mano y tu
cariño! |
|
|
|
¡Quién me diera con alas de
paloma |
|
|
|
volar en este instante a tu recinto! |
10 |
|
|
¡Estrecharte en mis brazos!, ¡tomar
parte |
|
|
|
de mi amiga en el grato regocijo! |
|
|
|
Pero elevados montes nos separan, |
|
|
|
dilatadas campiñas, anchos
ríos, |
|
|
|
y se opone a una dicha lisonjera |
15 |
|
|
con obstinado ceño mi destino. |
|
|
|
Vivo feliz, hermosa, y siempre amada: |
|
|
|
el premio de tu amor has conseguido, |
|
|
|
ya término por fin ha señalado |
|
|
|
a tu dolor el cielo compasivo, |
20 |
|
|
hay quien pueda enjugar tu acerbo llanto, |
|
|
|
quien apague en su pecho tus gemidos, |
|
|
|
quien sea de tus años juveniles |
|
|
|
el consuelo, la gloria y el arrimo. |
|
|
|
¡Cuántas veces temí, si
consumías |
25 |
|
|
en doncellez tus años más
floridos, |
|
|
|
que fueses una víctima inocente |
|
|
|
inmolada al engaño y al capricho! |
|
|
|
¡Cuántos aduladores te cercaran, |
|
|
|
que fingiendo con arte afecto fino, |
30 |
|
|
mintiendo honor y nobles sentimientos, |
|
|
|
causaran tu desgracia y tu martirio! |
|
|
|
Mil infelices gimen, aunque en vano; |
|
|
|
tú lograste evitar el precipicio, |
|
|
|
de las olas tu nave combatida |
35 |
|
|
llegó del ancho puerto al grato asilo. |
|
|
|
Gózate en tanto bien, nunca marchito |
|
|
|
la adversidad tus gracias y atractivo, |
|
|
|
huyan lejos del tálamo las penas |
|
|
|
y defiendan su entrada los Cupidos, |
40 |
|
|
viva siempre a tu lado el tierno esposo, |
|
|
|
os dé el cielo de vida largos siglos, |
|
|
|
gran copia de delicias inocentes, |
|
|
|
y por fruto de amor graciosos hijos. |
|
|