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ArribaAbajoA la venida de la Serenísima Princesa Nuestra Señora


ArribaAbajo   Betis y Tajo, admita vuestro celo
de Parma la deidad con alegría;
a su venida suba al alto cielo
la oliva, oh Betis, que tu margen cría;
en larga vena inunde todo el suelo  5
tu oro, oh Tajo. Entrambos a porfía
crecerán, que Himeneo a estas regiones
la paz conduce, y de la paz, los dones.




ArribaAbajoRegocijo público en las felices bodas de los Serenísimos Príncipes Nuestros Señores


ArribaAbajo   ¿De dónde, con guirnaldas florecientes
la sacra sien ceñida y sacudiendo
la antorcha con más fausta luz brillante,
vienes? ¿Dónde caminas, Himeneo?
Ya la fama veloz que te precede  5
lo publica, afirmando que del centro
de Italia a las regiones españolas
y del gran Carlos al Palacio excelso.
¡Qué hermosa, qué feliz, qué memorable
esta unión que fomentas considero!  10
¡Qué verdor tan pomposo se promete
la estirpe de Borbón en sus renuevos!
¡Oh, cómo se verán las mismas lises
descollarse de España en el terreno,
más frecuentes, más bellas, más floridas  15
a beneficio de este enlace nuevo!
Pues ya del Parma, oh Príncipe dichoso,
digna consorte viene a tus deseos,
a quien con todas sus doradas ondas
el Tajo compraría por su dueño,  20
Luisa, la más perfecta de las ninfas
italianas, amada con extremo
de su padre el magnánimo Felipe.
¿La unión de tantas gracias en un lecho
qué lengua a celebrar será bastante?  25
¿De tan nobles esposos dignos versos
quién podrá proferir? Mas, entretanto
que dispone oficioso el Himeneo
coronar con sus flores las dos frentes,
tú, oh musa mía, les irás tejiendo  30
otra guirnalda de las varias flores
de sus virtudes y merecimientos.
Celebrad del esposo los floridos
años y juventud, gustoso uniendo
los laureles de Marte y las olivas  35
de Minerva al amante árbol de Venus.
Apláudele también, porque traslada
en su espíritu ya de tantos regios
héroes de tres distintas descendencias
las virtudes. Celébrale en sus tiernos  40
años digno del cetro y de su padre,
cual la gloria y bondad le produjeron.
Cántale por delicias de las gentes
y por lustre también del orbe ibero.
    Celébrense las prendas excelentes  45
de Luisa por el dote de más precio.
Di el esplendor augusto de su rostro,
la bien dispuesta forma de su cuerpo,
su gracia dignamente cariñosa,
las luces del divino entendimiento,  50
con que ya excede su ínclito linaje
el solio augusto y el más noble sexo.
Pero, siendo difícil con palabras
de arte y naturaleza los esmeros
poder ceñir, será el mejor elogio  55
decir que en ella el italiano suelo
recompensó al hispano los famosos
héroes que le ha debido en varios tiempos.
Será bastante publicarla nieta
de la heroica Isabel, y que, siguiendo  60
de sus virtudes el ejemplo grande,
también la imite en dar a los imperios
reyes y reinas que la tierra adore.
    ¡De estos principios cuánto debe el reino
de España prometerse! Para siempre  65
será feliz su suerte. Ya el obsequio
besar anhela las augustas manos,
que el bien público ha unido en lazo estrecho.
Ya en las hachas nupciales, que sacude
Himeneo en los regios aposentos,  70
enciende amor las suyas, e inflamados
los corazones con piadoso fuego,
en otras tantas aras los convierte.
En todas partes suben a los cielos
por los Príncipes lágrimas y gracias,  75
y votos más ardientes que el incienso.
Sigue al deseo alegre voz que dice:
«Viva Carlos feliz siglos eternos;
viva con Luisa su consorte digna.»
Cuyos nombres apenas vuelve el eco,  80
cuando la paz, salud, y la abundancia
los van a competencia repitiendo;
de tal suerte que sus aclamaciones
de placer llenan tierra y firmamento.
    ¿Quién dirá del amor y reverencia,  85
de las alegres gentes el empeño
en la celebridad de este consorcio;
las pompas, espectáculos y juegos,
que para eternizar la feliz boda
previene el rendimiento de los pueblos?  90
Tú más que todos, oh Madrid, te esmeras
en las muestras de júbilo y contento,
como que das a la Princesa augusta
hospedaje feliz en reales techos.
Pero otros digan, y cantando ensalcen,  95
las raras invenciones y portentos
que ofrece en ti el amor y la alegría:
los espaciosos pórticos soberbios,
los arcos suntuosos que levantas,
las varias colgaduras, los espejos,  100
con que duplicas tu esplendor y adorno.
Alaben otros con sublimes versos
la taurina palestra, la carrera
de los caballos, y jinetes diestros;
tu inmensa plaza, que con tantas luces  105
con el cielo compite; y los diversos
artificios de fuego en que Vulcano
de amor imitar quiere los incendios.
Yo para mí reservo solamente
el principal decoro y el aseo  110
que en tus calles, oh Mantua, resplandece.
Las anchas losas que su pavimento
a la planta más débil facilitan;
la misma Real Esposa con su bello
pie las honrara, si lo permitiera  115
la majestad, cual suele prado ameno
de verde grama hollarse blandamente,
o llanas calles de espaciosos huertos.
Tan bella, tan igual estás ya toda,
que al coturno real fueras recreo.  120
Mas, ¿de dónde te vino tanto lustre,
tanto esplendor? De Carlos, del hesperio
orbe dueño feliz, sólo nacido
para dicha y honor de los iberos,
para exceder de Alcides las hazañas.  125
El que hoy a Luisa agrades, a su celo
lo debes. Ya no hay cosa que desees
cuando don la tributas tan excelso.
A ti también, oh albergue dedicado
a las musas, gran parte de festejo  130
te alcanza como próximo al Alcázar.
De Himeneo al plácido concento,
dicen, que cuantos elocuentes manes
    depositas, de sus antiguos senos
se levantaron, y en festivo aplauso  135
rompieron con asombro su silencio;
y señaladamente los poetas,
a quienes inflamó celestial estro,
entre los cuales, uno más que todos
alegre, y del furor de Apolo lleno,  140
hizo que con dichoso vaticinio
se escuchase su voz en estos versos:
    «Del modo que feliz es para todos
este Real enlace de Himeneo;
por él también las musas se prometen  145
lograr aplauso y esplendor eterno.»




ArribaAbajoCanción a las bodas del Serenísimo Señor Príncipe de Asturias con la Serenísima Señora Infanta de Parma

que debían haberse efectuado en el real Sitio de Aranjuez





- I -

ArribaAbajo   Del sol en la luz pura
tu antorcha enciende, cándido Himeneo,
alma deidad que el orbe regeneras,
y tu vuelo apresura
sobre el suelo español, donde el deseo
te apellida con ansias verdaderas.
Espíritus amantes,
de esas puras esferas
dulcísimos alados habitantes,
de Himeneo volad en compañía,
a celebrar tan venturoso día.


- II -

    «Yo, el Tajo decantado
por el oro, que envuelvo en mis arenas,
y más famoso desde aquí adelante,
pues ha privilegiado
mis florecientes márgenes amenas
amor para el teatro más brillante,
donde se represente
la acción más relevante,
el mayor triunfo de su flecha ardiente,
vuestras deidades llamo y solicito,
y mis votos y súplicas repito.


- III -

    Que no la vez primera
será que hayáis honrado aquesta orilla,
defiriendo a mis justas peticiones;
pues ya os vio esta ribera,
acumular blasones a Castilla,
enlazando reales corazones;
cuando los convecinos
cerros adoraciones
os rindieron por modos peregrinos;
y cuando a vuestra vista reverentes
inclinaron sus cumbres eminentes.


- IV -

    Descended presurosos
aquí, donde de Júpiter tonante
el ara antigua mi corriente baña;
o los muros famosos,
ilustre alcázar, templo rutilante
del poderoso Júpiter de España.
Atended a mi ruego;
respire esta campaña
dulces alientos de amoroso fuego,
y cópiese por nueva maravilla
el cielo del amor a aquesta orilla.


- V -

    Y vosotras, deidades
que las corrientes presidís famosas,
que de España el terreno fecundizan;
dejad las soledades
de las sonantes peñas cavernosas,
de donde vuestras aguas se deslizan.
Coronad con las ramas,
que triunfos solemnizan,
la anciana frente, porque de las llamas,
que enciende amor en tantas ninfas bellas,
no os abrasen las plácidas centellas.»


- VI -

    Así el anciano río,
sobre un flotante césped apoyado,
dijo; y apenas su oración acaba,
se caló al centro frío.
El vulgo de los faunos asombrado
saber tantos arcanos anhelaba.
Quedóse suspendido
el viento, que escuchaba;
las ninfas que el discurso han entendido
o de asombro o de envidia se retiran,
y hasta los troncos el portento admiran.


- VII -

    Todo era confusiones,
mudo silencio y atención dudosa,
cuando nuevo suceso de repente
duplicó admiraciones.
Bañó de nueva luz su faz hermosa
el aire puro; el campo floreciente
vistió nuevos colores;
y el río, que presiente
acercarse sus júbilos mayores,
por mostrarse gozoso y satisfecho,
líquido oro corrió por largo trecho.


- VIII -

    Cuanta digna belleza
crédito a España da; cuanto brioso
joven ostenta alientos invencibles
en marcial gentileza
pueblan al bosque ameno y delicioso.
Ya anuncian los susurros apacibles
de Carlos la venida,
y ya con más sensibles
muestras toda la selva conmovida
le aplaude, al ver que su feliz asiento
llena de majestad y de contento.


- IX -

    Y aquel joven dichoso,
cuyos triunfos corona adelantados
tan dignamente la fortuna grata;
y del padre glorioso
imitando los hechos celebrados,
más que el nombre el espíritu retrata.
Ya su amable presencia
la alegría dilata
por toda la festiva concurrencia,
que en los votos y aplausos que duplica
manifiesta su fe, su amor explica.


- X -

    Mas, ¿qué nuevo contento
conmueve los opuestos horizontes?
¿Qué luz no acostumbrada resplandece
por todo el firmamento?
¿Por que resuenan los excelsos montes?
¿Quién tanto obsequio y sumisión merece?
¿Qué deidad soberana
estas selvas florece?
Mas, ¿qué dudo, si ninfa parmesana,
honor del sacro Po, Luisa divina,
del Tajo los contornos ilumina?


- XI -

    Cuyo digno sujeto
tanto esplendor incluye soberano,
cuanto ilustra Farnesios y Borbones;
grande y único objeto,
capaz de llenar sólo con su mano
de Carlos las amantes ambiciones;
prenda en quien asegura
aumento a sus blasones
de España el trono, pues que de su altura
derivarán gloriosos prototipos
de Alejandros, de Luises y Filipos.


- XII -

    Mas, ya el dios oficioso
los nupciales adornos ostentando,
desciende entre gozosos parabienes
ya con nudo amoroso,
los dos hermosos cuellos enlazando,
orla de flores las felices sienes.
Venturoso tal día,
que tan colmados bienes
predice a la española monarquía;
feliz época, origen de las glorias
que han de aumentar sus ínclitas historias.


- XIII -

    El Tajo alborozado
derrama en mayor copia sus tesoros,
y del tiempo a pesar rejuvenece.
Por el bosque sagrado
danzas de faunos y de ninfas coros
alegres vagan, con que el gusto crece.
Y en los cielos hiriendo
el aplauso parece
va respondiendo el agradable estruendo
que forman de los montes en los huecos
de Luisa y de Carlos los amados ecos.


- XIV -

    Vuela la ninfa bella
sobre las alas del amor llevada,
al que el cielo la da dulce consorte.
Ya la gloriosa huella
de sus plantas espera alborozada
con grato obsequio la mantuana Corte.
El carro venturoso
sigue como su norte
de amantes genios escuadrón glorioso,
sacudiendo Himeneo la divina
antorcha que los guía e ilumina.


- XV -

    Y yo, que tanta parte
tuve, señor, en las aclamaciones,
os consagro el suceso en copia breve,
y aunque rudo y sin arte,
me inspira Euterpe en todas ocasiones,
si a que benigno la admitáis os mueve,
Príncipe generoso,
oiréis el tono leve
convertido en aliento armonioso,
que mi lira, que aplaude hoy himeneos,
trompa sonante entonará trofeos.




ArribaAbajoLos Bereberes

Égloga africana a la erección de la estatua que dedicó a la memoria del rey Nuestro Señor, en la plaza de Armas de Orán el día 20 de Enero de 1772, el Mariscal de Campo D. Eugenio de Alvarado, etc. Comandante General de aquellas plazas y fortalezas


 
BASIR.
SELEIMÁN.
AMAR.
POETA.


POETA

ArribaAbajo   En la falda del Kar, cuya ardua cumbre
atalaya es del mar Mediterráneo,
que émulo del hispano Caridemo
contrapone el Atlante mauritano;
allí, donde las ruinas de Tagaste  5
ofrecen suntuosos desengaños
a la humana soberbia en mil fragmentos
que el tiempo perdonó de industria acaso;
desde donde los altos homenajes
de los muros de Orán, blasón preclaro  10
del católico esfuerzo resplandecen,
cuando no asustan con tronantes rayos;
allí, donde las ramas enlazadas
del fresno verde, del taray copado
al claro sol la entrada dificultan,  15
y hermoso pabellón tejen al campo;
Basir y Amar, honor de la Numidia,
ambos pastores, y soldados ambos,
en cuya mano un instrumento mismo
tal vez es alcabuz, tal vez cayado;  20
músicos y cantores, cuyas gracias,
unidas a un espíritu gallardo
probado en lides mil, los acreditan
Martes de Libia, Orfeos africanos;
guiados de unos mismos pensamientos,  25
amantes igualmente y desdeñados,
sobre el florido césped descansaban,
si en quien ama se puede dar descanso.
Y viendo que, tranquilos por el bosque
la verde grama peinan sus ganados,  30
y a insultos militares prevenidos
tascan los duros frenos sus caballos;
templados los nudosos albogones,
con que Pan el primero trilló el labio,
    de su amor y armonía el dulce duelo  35
empiezan, voz y música alternando.
El vulgo de los árboles parece
que atento escucha sus acentos blandos,
que no es nuevo milagro en la armonía
dar sentido a los troncos y peñascos.  40
Desdenes de Jelifa Basir llora,
y Amar llora de Jaira el pecho helado.
¡Dichosos en llorar sólo rigores!,
¡infeliz del que llora desengaños!
Como un mismo dolor los afligía,  45
ambos a un mismo tiempo suspiraron,
siendo en los dos el aire del suspiro
alma del instrumento, voz del canto.

BASIR

    Jelifa hermosa, que en su luz más pura
ofuscas su esplendor a las estrellas,  50
como tu candidez a la blancura
de la leche apretada en las encellas.
Recibe el amor mío
envuelto en las querellas que te envío.

AMAR

    Envuelto en las querellas que te envío,  55
Jaira divina, un corazón amante
consagro por trofeo a tu albedrío;
oh tú, que al sol excedes rutilante
en gracia y en belleza
y a las palmas de Zahara en gentileza.  60

BASIR

    Templa el desdén y templa los rigores,
gloria de Hulat-Ali, y el amor mío
trata menos cruel, porque minores
el insufrible mal de tu desvío;
si no quieres que muera,  65
oh, más que el lince, más que el tigre fiera.

AMAR

    Oh más que el lince, más que el tigre fiera,
blasón de Jalfa, deja el inclemente
ceño, y no ultrajes mi pasión sincera,
si no quieres que de una en otra gente,  70
errante y peregrino,
llore tu crueldad y mi destino.

POETA

   Aquí llegaban, cuando, interrumpidos
sus amebeos de rumor cercano,
el bravo Seleimán se les presenta,  75
los frondosos canceles penetrando.
Seleimán, que de nobles bereberes
condujo un tiempo el más lucido bando,
cuando con disensiones intestinas
ardió en tumultos el alarbe campo.  80
A cuyo solo nombre las murallas
de Tremecén y Maskara temblaron,
y mal seguro en ellas muchas veces
su ruina y perdición temió el tirano.
De una fogosa alfana se derriba,  85
hija del aquilón, a quien brindaron
de Mostagán las abundosas selvas
cuarenta lunas sus sabrosos pastos.
Como el lazo del deudo los estrecha,
y de antigua amistad también el lazo,  90
con corteses palabras se saludan,
y se reciben con amigos brazos.
Mas viendo Seleimán en sus semblantes
la estampa de su duda y sobresalto,
segunda vez de la naciente hierba  95
hecha alcatifa el natural estrado.
Por disipar su confusión y susto,
así empezó. Vosotras del Parnaso
diosas, a cuyos plectros se reservan
héroes ilustres y sucesos claros,  100
lo que dijo cantad; que no es decente
en los elogios del glorioso Carlos
instrumento la voz de un infelice;
baste ser mío el afecto y el conato.

SELEIMÁN

    De los Reyes de España prenda digna,  105
o por conquista de su celo santo,
o por ser de sus ínclitas milicias
palestra del valor y Seminario,
Orán fue siempre aquel artificioso
Briareo de piedra, cuyos brazos,  110
tantos como Castillos le circundan,
flechan perpetuamente horror y estragos.
Entre sus valerosos mogataces
lugar por su prudencia señalado
goza Alí, desde el tiempo que Buslaguen  115
la abandonó cobarde a un solo amago.
Este pues una vez entre otras muchas,
que honró mi albergue oculto y disfrazado
del parentesco a la amistad traído
el postrer Ramadán, que celebramos.  120
Como sabio en los ritos nazarenos,
y en las costumbres españolas sabio,
tanto supo decirme, y su elocuencia
o su verdad conmigo pudo tanto,
    que depuesto aquel odio interminable,  125
que es, más que religión, razón de estado
con que aborrece el musulmán su nombre,
del cristiano las dulces leyes amo.
Amo la suavidad de su gobierno,
y amo en su Rey el más cabal dechado  130
de aquellas almas, que la omnipotencia
destinó para el bien de los humanos.
Transportado el anciano venerable
en los elogios de su Rey amado,
y el corazón vertiendo por los ojos,  135
mil veces anudó su voz el llanto.
Contaba del gran Carlos las proezas
desde su infante edad, en que, imitando
el claro ejemplo de su heroico padre,
fue una conquista su primer ensayo.  140
Cuando, admirando a los famosos héroes
que habían antes al África asombrado,
sobre su misma herencia y patrimonio
se hizo un nuevo derecho por su brazo.
    Contaba que en Veletri su denuedo  145
tornó en feliz el más temible acaso,
al águila arrancando del imperio,
la victoria con que iba ya volando.
Fuera temeridad de su prudencia
compendiar los efectos acertados,  150
y aun inútil fatiga, cuando el orbe
se hace a sí mismo honor de publicarlos.
De su Justicia el Fuero Carolino
monumento será, que propagando
su nombre a las edades venideras  155
irá en las alas del común aplauso.
Así las soberanas decisiones,
que del hispano solio dimanando,
felicidades son a sus dominios
y admiración y envidia a los extraños.  160
Oráculos serán en todos tiempos,
a que el ilustre gremio de los sabios
templos erigirá de su memoria
y de su culto rendirá holocaustos.
    El paternal amor y providencia,  165
con que al común provecho desvelado
concilia y une tan gloriosamente
los títulos de Padre y Soberano.
Tantas dignas empresas los publican;
y más bien la franqueza de su erario,  170
recompensa dichosa de la industria,
y abierto siempre al mérito y trabajo.
Accesibles los montes intratables,
que antes negaban al comercio el paso,
son obeliscos, que a su fama ilustre  175
formó naturaleza de antemano.
Hechos ya poblaciones los desiertos,
y hecho fecundo el más estéril campo,
estas espigas son sus oblaciones,
y aquellas piedras votos consagrados.  180
Dóciles las corrientes de los ríos
se mudan útilmente a su mandato,
y ellos de obedecer a tanto dueño
hasta el mar donde mueren corren vanos.
    Su corte embellecida a sus expensas  185
hasta un extremo, al parecer, milagro,
y vencidos aquellos imposibles
por la torpe desidia figurados;
de su celo y constancia monumentos
serán eternos, inmortalizando  190
las obras de su mano la agradable
perpetua aclamación de un pueblo grato.
Amedrentado ya por sus bajeles
o rendido el furor de los corsarios,
ara sin susto el labrador la costa,  195
y el navegante el mar sin embarazos.
Su poder toda Europa reconoce;
sus armas llevan el terror y espanto
al más remoto clima, si hay alguno,
de quien antes su amor no haya triunfado.  200
Cuando el volcán de Cilia por cien bocas
sobre los horizontes comarcanos
fuego vomita, y con el ronco estruendo
rimbomban hondas ramblas y barrancos;
    y cuando los aceros españoles,  205
horror de Cresla y Grava ensangrentados,
de cadáveres pueblan la campaña
y de dolor nuestros albergues vagos;
aquel grave sonido estrepitoso,
y estos mortales golpes que lloramos  210
ecos son de su voz y de su aliento,
meras ejecuciones de su amago.
El ardid y valor, que de nosotros
hacen que triunfen siempre los cristianos,
inspiraciones son de su pericia,  215
o influjos de su esfuerzo derivados.
¡Cuántas veces Brahim a nuestros ojos
siempre vencido y nunca escarmentado,
su osadía pagó, perdiendo en ella
la flor de sus alcaides y soldados!  220
    Mas, ¿qué mucho que siempre la victoria
corone la asta del pendón cruzado,
cuando es un Alvarado quien le guía,
lustre y honor del suelo americano?
    Aquel que, con domésticos ejemplos  225
en la escuela de Marte alicionado,
tuvo por preceptores de su brío
de sus mayores los gloriosos fastos:
de aquellos campeones invencibles,
que a su Rey nuevos mundos conquistando,  230
aun fueron sus inmensas extensiones
de su heroico valor corto teatro.
¡Cuántas virtudes!, ¡cuántas excelencias
de él refería el mogataz anciano!,
¡y cuán gustosamente embelesada  235
pendiente estaba el alma de sus labios!
Este, pues, igualmente de Belona
que de Minerva alumno, ejecutando
no menos vigoroso sus proyectos
que los medita reflexivo y cauto.  240
Después que de Brahim diversas veces
del grande Rozalcázar en los llanos
triunfar le vimos, y ganar victorias
aun sin costa del riesgo y del cuidado;
    Y después que a los montes eminentes,  245
que a Orán dominan y le son padrastro,
cerró la entrada que el descuido atento
abierta conservó por tantos años.
    Convertido su espíritu brillante
al gobierno político, y llevando  250
de su rey las gloriosas intenciones
por norte de su idea y de sus pasos.
El bien común solícito promueve
sin que embaracen sus intentos altos
inconvenientes, que constante allana,  255
obstáculos que vence despreciando.
Oráculo severo de las leyes,
al bueno premia, si castiga al malo;
siendo de su equidad igual elogio
de uno la queja y de otro los aplausos.  260
El pueblo con brillantes edificios
mejora y pule, y los soberbios arcos
que parecen padrones de su fama,
unen la conveniencia y el ornato.
    El singular amor a su monarca,  265
que arde en su pecho generoso y grato,
en que cuantos rendimientos le tributa,
dignamente se está manifestando.
Por todos hable el ínclito trofeo
que en los natales del Tercero Carlos,  270
erige a la memoria de sus triunfos,
último esmero de maestra mano.
Hable aquel mármol que, de los cinceles
aliento recibiendo, retratado
conservará de un rey glorioso y justo  275
la memoria su digno simulacro.
Hablen los jaspes ya vanagloriosos
de su feliz destino, sustentando
al numen tutelar de Mauritania,
y hable ese hermoso Atlante de alabastro.  280
Hable el amor y esmero generoso
de aquellos celosísimos vasallos
que a su ejemplo a su amado rey consagran
sudores, vigilancias y trabajos.
    Hablen... Mas, ¿dónde transportarme dejo  285
del amor que me inflama, retardando
el designio feliz que me conduce
con nuevo aliento a más seguros lauros?
Atravesando acaso esta espesura,
oí vuestras querellas, y obligado  290
de la fina amistad que os he debido,
quise de mis intentos avisaros.
Si seguirlos queréis, seréis dichosos
con tan glorioso dueño; mas, si acaso
amor os aprisiona, prendas sean  295
de mi constante afecto aquestos lazos.

POETA

    Así acabando el bereber valiente,
conmueve los espíritus bizarros
de Amar y de Basir, que ya en sus pechos
a más noble pasión lugar han dado.  300
Olvidados de Jaira y de Jelifa,
(efectos en amor no extraordinarios,
que como niño en fin le desesperan
tal vez las asperezas y mal trato),
llevados de más altas esperanzas,  305
y por la espalda el alcabuz terciado
siguen en sus caballos voladores
del presuroso Seleimán los pasos.
Caminan por las sombras de la noche,
y llegando a los fuertes avanzados,  310
al rendir el Quién vive el centinela,
sintió ser moros y avisó a su cabo.




ArribaAbajoEndecasílabos recitados en la Real Academia de San Fernando

en la Junta general que se celebró para la distribución de premios el día 25 de julio de 1778



ArribaAbajo   Oh tú, que alma del viento tantas veces
penetraste la esfera cristalina
osando competir la siempre acorde
revolución con que sus orbes giran,
    vuelve, voz mía, a ser en los elogios  5
del grande Carlos nuevamente oída,
objeto capaz solo de excitarte,
por tantos años muda o intermisa.
Y tú, oh lira, que diste a los albogues
de incultos bereberes armonía  10
cuando, escuchando desusados tonos,
admiró Orfeos la feroz Numidia.
Al peine de marfil el dúctil oro
presta fácil, y pronta resucita
del polvo en que has yacido, infelizmente  15
envuelta de tu dueño en la ruina.
Pues, si vosotras ayudáis mi intento,
en el registro eterno de los días
consagrarán mis versos la memoria
de la ocasión feliz que los inspira;  20
contra los cuales ni voraz el fuego,
ni el hierro, ni de Júpiter las iras
podrán jamás; pues fuero de inmortales
de numen superior se les deriva;
    de aquel, cuyos benéficos influjos  25
siente la humanidad y el mundo admira;
pues como sol de más cercana esfera
fomenta, ilustra, alienta y vivifica.
Ostenta, oh Mantua, tú, principalmente
de las magnificencias con que brillas,  30
compendiado el catálogo prolijo
a su desvelo paternal debidas;
para que retratadas por mi celo
de su fama en el templo excelso sirvan,
continuando las series dilatadas,  35
a su historia inmortal de pruebas vivas.
Hablad vosotros, generosos lares,
en que concordemente se concilian
naturaleza y arte, émulas solo
de la acumulación de maravillas.  40
No siendo la menor la prodigiosa
transformación, que dignamente indica
vuestro noble destino, y los sublimes
genios que os embellecen y habitan.
    Hablad también vosotros, suntuosos  45
edificios contiguos en que cifra
la esplendidez sus profusiones todas,
la conveniencia todas sus medidas.
Habla igualmente tú, facilitada
Correspondencia pública, que afirmas  50
el principal comercio, y proporcionas
del trato ausente la delicia.
Hablad vosotras, al mantuano suelo
transplantadas Hespérides divinas,
verdaderos Elisios españoles,  55
nuevos, fragrantes y frondosos Hiblas.
Hablad, soberbios arcos, cuyas moles,
minando el aire al cielo se encaminan,
y conducen de Carlos la memoria
de la inmortalidad a la alta silla.  60
Hablad vosotros, genios laboriosos,
que con franqueza próvida destina
a la instrucción de juventud ilustre,
luz del Estado, y esperanza altiva.
    Habla, oh nuevo Liceo matritense,  65
en que sobre las ya muertas semillas
de los héroes del Austria el grande Carlos
replanta la piedad y la doctrina.
    Y tú en particular, noble instituto
del Derecho español, que atento explicas,  70
intérprete cabal del nuevo Numa,
las sabias leyes que a sus pueblos dicta;
¡Instituto feliz, pues tus cimientos
puestos por mano tal ya prometían
en tus mismos natales el brillante  75
grado a que dignamente te sublimas!
Habla tú, circunspecta, ilustre, sabia
Corte de Astrea, que oficiosa miras
como propio el común bien de los hombres
reglados por tu fiel distributiva;  80
y mostrarán tus útiles aumentos
que a Carlos debes la real fatiga,
la atención propia de héroes, el desvelo
próvido con que afirma la justicia.
    Habla también del Mérito y Esfuerzo  85
señal y recompensa distinguida,
al sujeto más digno consagrada
por la causa mayor y más propicia.
Hablad vosotras, soledades yermas,
en pueblos numerosos convertidas;  90
y vosotros, incultos peñascales,
que ya habita Vertumno y Ceres pisa,
monumentos eternos, que a la gloria
de Carlos el amor grato dedica,
en cada piedra consagrando un voto  95
y una oblación humilde en cada espiga.
Hablen también las dóciles corrientes
de los ríos, que aprenden nuevas vías,
y, gloriosos de haberle obedecido,
ufanos a morir al mar caminan.  100
Hablen tratables ya los altos montes,
que el comercio y el tráfico impedían;
soberbios obeliscos que a su gloria
alzó naturaleza preventiva.
    Hablen también por boca de la fama  105
las recientes victorias y conquistas,
logradas por quien tiene sus proezas
en ambos mundos con su espada escritas.
Hablen... Mas, ¿dónde arrebatada lleva
mi amor la voz, que audaz y presumida  110
en abreviado plan compendiar quiere
materia incomprensible e infinita?
Quede a vosotros, oh felices genios,
a quienes hoy corona vuestra misma
laboriosa virtud por la alta mano,  115
que el premio al repartirle multiplica;
quede a vosotros, pues el arduo empeño
de ocupar en su historia peregrina
los nobles instrumentos con que el arte
lienzos, bronces y mármoles anima.  120
Que, si acaso a mi musa amaneciese
entre tantas tormentas algún día
infausto menos, y benigna estrella
alegre influye, y diestra me ilumina;
    trocada entonces en sonante trompa  125
la poco culta, si obsequiosa lira;
y en heroica epopeya convertidos
los tonos de la débil elegía;
La tierra, el cielo mismo sorprendido
de lo sublime de la acción que elija,  130
cuando con ellas eternice a Carlos,
repetirán asombros a mis rimas.




ArribaAbajoHabiendo el Excelentísimo Señor Conde de Floridablanca, Protector de la Academia, entregado en el acto mismo de presidir la Junta general de 25 de Julio de 1778 un oficio suyo, avisando haber venido S. M. en perdonarla ciento y treinta y siete mil reales de vellón, que estaba debiendo a las rentas de Correos; por esta singular gracia el autor, como Académico de Honor, manifestó de repente el agradecimiento de la Nobles Artes a S. M. y al Excelentísimo Señor Protector en el siguiente madrigal

Madrigal



ArribaAbajo   Por vos, mejor Mercurio, el Jove hispano
tu gran don nos dispensa,
que en él se advierten bien de nuestra mano,
liberal y propensa,
señales que ocultarlas fuera en vano.  5
Y así, al rendir su gratitud inmensa
por mi boca las artes,
a Carlos cantarán por todas partes
ser deudoras en hecho tan propicio
al rey del don, a vos del beneficio.  10




ArribaAbajoAl retrato del autor dibujado por D. Idsidro Carnicero, célebre escultor y consumado dibujante

En castellano



ArribaAbajo   Zafra me dio patria, origen
Castilla; por mis trabajos
tendré nombre, y duración
de un amigo por la mano.




ArribaAbajoA la expedición primera contra argel en el año 1783, cometida al teniente General el Excelentísimo Señor Don Antonio Barceló

Endecasílabos



ArribaAbajo   ¿La humilde pluma, que dichosamente
en los elogios del mayor monarca
logró aquel alto, aquel brillante vuelo
que el mundo admira y aun la envidia ensalza,
    honor debido a la materia y numen,  5
que los nobles espíritus inflama,
cuando las virtudes en obsequio
al mérito tributan alabanzas,
recatará sus rasgos en el tiempo
que del gran Carlos las gloriosas armas,  10
oprimiendo los mares de la Libia,
fulminan la rebelde Mauritania?
¿Cuando atónito el orbe considera
el feliz logro de victorias tantas,
que, en el confín de América empezando,  15
a Europa asustan, a África amenazan?
¿Cuando su paternal, pío desvelo,
en las empresas que medita labra
la dicha de sus pueblos, cuántas veces
sigue la ejecución sus reglas sabias?  20
¿Cuando después de una obstinada guerra,
de una guerra en que Marte de su saña
los estragos condujo asoladores
a la América, Europa, África y Asia;
    en vez de derramar la heroica diestra  25
que dio al orbe la paz en que descansa,
para castigo de quien no la adora
vibra rayos ardientes en su espada?
¿Cuando los fuertes hijos de Belona
que en su seno feraz produce España  30
añaden a los timbres heredados
nuevas coronas y recientes palmas?
Y, en fin, tú, oh musa, que en iguales casos
celebraste los héroes de la patria,
y en sus triunfos y glorias añadiste 35  35
tu voz siempre a la trompa de la fama;
¿podrás muda quedar cuando te ofrece
tan gustosa materia, heroica y amplia
el grande Barceló? ¿En el ocio y polvo
te mantendrás tú, oh lira, sepultada?  40
    No; porque, aunque su nombre solamente
en laconismo enérgico le traza
el elogio más digno, recordando
de tanta insigne acción la serie larga;
    mal quedara con eso satisfecha  45
mi afición fina; mal desempeñada
aquella obligación que siempre tuvo
a la virtud el bueno de elogiarla.
Y aun pareciera hazaña de la envidia,
siendo constantes sus virtudes raras  50
y común el provecho que producen,
dejar de concurrir a eternizarlas.
Llenen mis versos, pues, y sus elogios
la redondez del orbe que le aclama,
y escúchense en mi voz las expresiones  55
de una nación reconocida y grata.
Llevado ya del general aplauso
llenaba las regiones más extrañas
de Barceló el renombre, y mil combates
de coronas sus sienes adornaban;  60
cuando encendido Marte sus alumnos
convoca al son de pavorosas cajas,
y a la empresa más digna y decorosa
alegre corre juventud bizarra.
    Jactábase el inglés de inexpugnable  65
en las rocas que el mar hercúleo baña,
rocas que no es valor el defenderlas
y es gloria el solo intento de expugnarlas;
gloria propia de aquel aliento y brío
que recomienda a la nación hispana  70
a quien por su carácter toda empresa
más agradable le es, cuanto más ardua.
El registro perpetuo de sus triunfos
lo publique en sus fastos la sagrada
ancianidad; sus ínclitas memorias  75
en que ejemplos mayores se señalan.
    Así el héroe balear, a quien desvelan
de su patria las glorias, las ventajas
de tierra y mar que a Gibraltar protegen,
por la naturaleza prodigadas,  80
superar se propone; halla en su ingenio
medios con que el feliz proyecto allana;
la sola idea al anglo atento asusta;
tiembla la roca, al verla efectuada.
    Aparecen las máquinas sutiles;  85
la diestra arquitectónica se pasma,
al ver ejecutarse a un tiempo mismo
buque, diseño, gálibos y escala.
Crece la admiración a sus efectos;
entran, salen, revuelven y disparan,  90
y de su pequeñez misma al abrigo
flechan sobre el inglés lluvia de llamas.
Sienten los edificios más robustos
el estrago; destruyen, despedazan
la ciudad; el horror, la muerte, el pasmo  95
vuela en los globos rápidos que lanzan.
La paz se muestra al suelo; evita al anglo
la ruina que ya teme; y las gallardas
naciones, que el empeño unió y peligro,
émulas y concordes se separan.  100
Parte el héroe, dejando en indelebles
caracteres de horror eternizada
su gloria en la pirámide nativa
que abrumando la tierra el cielo escala.
    Descansa el reino en el gracioso seno  105
de la paz. Pero Carlos, a quien llaman
atenciones de padre y soberano,
nuevas felicidades le prepara.
El ánimo real turban y agitan
altos cuidados; gime interceptada  110
la industria mercantil, inerme presa
de bandidos del mar y de piratas.
Cubre el Mediterráneo el vil enjambre
que aborta a fuer de pestilente plaga
del seno inmundo Argel, a quien sostiene  115
inhumana indulgencia y tolerancia.
Pasa las viudas noches en querellas
la infelice, la tierna desposada
por su esclavo consorte; el padre, el hijo
excita el llanto en sus familias caras.  120
El miedo del incurso del corsario
desvela al pescador en su cabaña;
¡y cuántas veces el insulto cierto
al pastor ahuyentó de sus majadas!
    Resuélvese asolar el nido infame  125
de donde tantos daños se propagan,
y, cometida a Barceló la empresa,
empieza la elección a asegurarla.
Apláudese el intento; los bajeles
se aprestan, la victoria el pueblo canta  130
en presagio, aun el más tibio quisiera
con sus alientos impeler la escuadra.
Admira Cartagena del caudillo
la actividad, el celo y perspicacia,
y no menos admira el ardimiento  135
de la brillante juventud que manda.
Pasa la fama el mar, la triste nueva
consterna al pueblo, tiemblan las murallas
de la pérfida Argel, al solo nombre
del general el más feroz desmaya.  140
Recuérdales el miedo los combates
de Barceló, recuérdales la amarga
esclavitud de tanto arraez valiente
que, vencido por él, cadena arrastra.
    Parece ya la escuadra formidable  145
pronta a zarpar; los aires se embarazan
de grimpolas, banderas, gallardetes,
y del común aplauso y algazara.
Del fondo del infierno, donde habita,
sale la Envidia entonces, y su rabia,  150
alientos exhalando venenosos,
al viento mismo el movimiento embarga.
Contra el curso ordinario de los tiempos
aprisionan los vasos muertas calmas,
que el ánimo del héroe sólo agitan,  155
del héroe porque el triunfo le retardan.
Vence en fin su piedad. Los homenajes
de Teutates parece se levantan
a saludar las conocidas velas,
que más que el viento impele la esperanza.  160
Irrítase de nuevo el monstruo horrendo,
y en su auxilio convoca las borrascas;
mezcla mares y vientos, que destrozan
cascos, palos, velámenes y jarcias.
    El seno ilicitano los acoge,  165
combatida del mar la furia brava,
y reparados tientan nuevos triunfos
del mar, del viento y de la Envidia insana.
Del profundo canal las inquietudes
superan ya; las costas africanas,  170
al ver se les acerca su ignominia,
parece se retiran y recatan.
Márcase Argel; a los veloces leños
da el ansia de la gloria nuevas alas;
ya rebasan la Punta, a quien dio nombre  175
el infame sepulcro de la Cava.
Ya llegan... Mas, ¿qué digo? Allí la Envidia
de nuevas tempestades auxiliada,
a pesar del esfuerzo y de la industria,
los buques precipita y arrebata.  180
Cediendo al huracán impetuoso
que las rocas marítimas arranca,
corren la costa; a Mostagán descubren,
Arseo, Canastel, Orán y Almarza.
    Entonces la deidad que de el empíreo  185
al justo atiende y la piedad ampara,
con sólo descubrirse ahuyentó el monstruo,
templó los vientos, serenó las aguas.
Vuelven a Argel las proas; felizmente
arriban, se aseguran y reparan;  190
ni disimula el susto que la oprime
la prevenida bárbara arrogancia.
Entretanto, el caudillo, que desprecia
riesgos y agüeros, en la misma playa,
en aquel mismo mar que fue teatro  195
de escenas mil gloriosas pero infaustas,
representa la acción mas generosa
de que es capaz el heroísmo; nada
le turba, ni aun del orbe que le atiende
la censura que a todos acobarda.  200
Forma el ataque; distribuye, regla
con oportunidad la más exacta,
sin sujeción a inciertas teorías,
movimientos, lugares y distancias;
    que en un alma sublime las ideas,  205
que dan a otros las artes, son innatas;
y un genio criador con el dominio
de quien las puede producir las trata.
Describen larga línea los flotantes
abreviados volcanes, cuyas alas  210
forman también flotantes basiliscos,
que horror vomitan y exterminio exhalan.
Las bóvedas azules de los cielos
rimbomban al furor de las bombardas,
y el estrépito sólo a quien perdona  215
el tiro horrible a dar la muerte basta.
Las excelsas colinas, que circundan
por todas partes la abatida plaza,
de temor de que el daño les alcance
se sumen, se contraen y anonadan.  220
Busca asilo en los campos pavorosa
la multitud del pueblo, y asombrada
olvida aun la codicia sus tesoros,
sus lares abandona y desampara.
    Ni por eso descuida su defensa  225
la Taifa infame; la atmósfera cuajan
innumerables tiros que despiden
baluartes, fortines y topanas.
    Repite tentativas vigorosas
por el mar, que el hispano ardor rechaza;  230
sin que el daño y oprobio que recibe
de hacerlas nuevamente la retraiga.
Desplómanse entretanto las tronantes
fortalezas, incéndianse las casas,
y en humo, en llamas, en estruendo, en llantos  235
el horror infernal Argel retrata.
Atento el héroe a todas partes vuela,
las menos esenciales circunstancias
previene y aprovecha; a su presencia
todo es proezas, todas son hazañas.  240
Presiente su experiencia de los tiempos
la variación, del viento la mudanza,
y, aprovechando los instantes, vuelve
triunfante a ver los muros de Espartaria;
    a gozar con los bravos campeones,  245
noble y gran parte de la acción preclara,
los premios que la patria les previene,
el lauro que mi musa les consagra.