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Oda IX


Prosperidad aparente de los malos


ArribaAbajo    En medio de su gloria así decía
El pecador: En vano
Tender puede el Señor su débil mano
Sobre la suerte mía.

    A las nubes mi frente se levanta  5
Y en el cielo se esconde.
¿Dónde está el justo? ¿las promesas donde
Del Dios que humilde canta?

    Hiel es su pan, y miel es mi comida,
Y espinas son su lecho:  10
¿Con su inútil virtud que fruto ha hecho?
Insidiemos su vida.

    A hierro por mis hijos sean taladas
Sus casas y heredades,
Y ellos tal ínclita fama a las edades  15
Lleven más apartadas.

    Que el nombre de los buenos como nube
Se deshace en muriendo;
Sólo el del poderoso va creciendo,
Y a las estrellas sube:  20

    Cayga, cayga en mis redes su simpleza
Él habló, yo pasaba;
Mas al tornar por verlo la cabeza,
Ya no hallé donde estaba.

    Su gloria se deshizo, sus tesoros  25
Carbones se volvieron,
Sus hijos al abismo descendieron,
Sus risas fueron lloros.

    La confusión y el pasmo en su alegría
Los pasos le tomaron,  30
Y entre los lazos mismos le enredaron
Que al bueno prevenía.

    Del injusto opresor esta es la suerte
No brillará su fuego
Y andará entre tinieblas como ciego  35
Sin que camino acierte.

    La muerte le amenaza, los disgustos
Le esperan en el lecho,
Contino un áspid le devora el pecho,
Contino vive en sustos.  40

    Amanece, y la luz le da temores;
La noche en sombras crece,
Y a solas del averno le parece,
Sentir ya los horrores.

    Dará, huyendo del fuego, en las espadas;  45
El Señor le hará la guerra,
Y caerán sus maldades a la tierra
Del cielo reveladas.

    Porque del bien se apoderó inhumano
Del huérfano y viuda,  50
Le roerá las entrañas hambre aguda,
Y huirá el pan de su mano.

    Su edad será marchita como el heno:
Su juventud florida
Caerá qual rosa del granizo herida  55
En medio el valle ameno.

    Tal es, gran Dios, del pecador la suerte;
Pero al justo que fía
En tu promesa y por tu ley se gula,
Jamás llega la muerte.  60

    Sus años correrán qual bullicioso
Arroyo en verde prado,
Y qual fresno a sus márgenes plantado
Se extenderá dichoso.




Oda X


El fanatismo


ArribaAbajo    Trono indignado el cielo,
Y sus polos altísimos temblaron
Contra el ciego mortal, que en torpe rito
Mancillara en el suelo
La imagen soberana  5
De su autor infinito.
Al Dios del universo abandonaron
Sus hijos por la vana
Deidad, que impíos de su mano hicieran,
Y nuevos cultos crédulos le dieran.  10

    Aquí acatar se vía
La piedra bruta, mientras allí abrasado
Entre los brazos del helado viejo
El infante gemía.
En el remoto Nilo  15
Con infame cortejo
Iba, y danzas y cánticos llevado
El feroz cocodrilo,
Y la casta matrona incienso daba
Al adulterio que su pecho odiaba.  20

    Tronó el cielo en obscura
Noche y en tempestad hórrida y fiera,
Y a la tierra el sangriento Fanatismo
Lanzó en su desventura.
Las cadenas cruxieron  25
Del pavoroso abismo;
Tembló llorosa la verdad sincera;
Los justos se escondieron,
Triunfando en tanto en júbilo indecente
El fraude obscuro y la ambición ardiente.  30

    El monstruo cae, y llama
Al Zelo y al Error sopla en su seno,
Y a ambos al punto en bárbaros furores
Su torpe aliento inflama.
La tierra ardiendo en ira  35
Se agita a sus clamores;
Iluso el hombre y de su peste lleno
Guerra y sangre respira;
Y envuelta en una nube tenebrosa,
O no habla la razón, o habla medrosa.  40

    Y él va, y crece y se extiende
Del suelo en la ancha faz, los altos cielos
Su frente toca, la soberbia planta
Al abismo desciende.
Con su cetro pesado  45
Los imperios quebranta:
De pálidos espectros, de rezelos
Y llamas rodeado,
El orbe qual un Dios ciego le implora,
Y sus leyes de sangre humilde adora,  50

    Entonces fuera quando
Aquí a un iluso extático se vía
Vuelta la inmóvil faz al rubio oriente,
Su tardo Dios llamando;
En sangre allí teñido  55
Al bonzo penitente;
Sumido a aquel en una gruta umbría;
Y el rostro enfurecido
Señalar otro al vulgo fascinado
Lo futuro, en la trípode sentado.  60

    Do quier un nuevo rito,
Y un presagio fatal que horrible llena
La tierra de mil pánicos terrores.
Confundido el delito
Con la virtud gloriosa;  65
Coronada de flores
La infeliz virgen que a morir condena
La cazadora Diosa;
Y en medio un pueblo que su zelo admira
La indiana alegre en la inflamada pira.  70

    Así el monstruo batiendo
Las insolentes palmas, en su umbroso
Trono domina el orbe consternado;
Qual con fragor tremendo
Su hondo seno estremece  75
El Vesubio inflamado,
El cielo envuelto en humo pavoroso
Su alba faz obscurece,
Y cubre un ancho mar de ardiente lava
El rico suelo do Pompeya estaba.  80

    De pañales sangrientos
Armó de sus ministros y lucientes
Hachas la diestra fiel: ellos clamaron
Y los pueblos atentos
A sus horribles voces  85
Corriendo van: temblaron
Los infelices reyes, impotentes
A sus furias atroces;
Y ¡ay! en nombre de Dios gimió la tierra
En odio infando, en execrable guerra.  90

    Cada qual le ve ciego
En su delirio atroz: oír le parece
Su omnipotente voz, y armar su mano
Siente del crudo fuego
De su ira justiciera.  95
Del hermano el hermano,
Del hijo el padre víctima perece,
Y en la encendida hoguera
Lanza el esposo a la inocente esposa:
Ni un ¡ay! su alma feroz despedir osa.  100

    ¿Qué es esto, autor eterno
Del triste mundo? ¿tu sublime nombre
Que en él se ultraje a moderar no alcanzas?
¿Desdeñas el gobierno
Ya de sus criaturas?  105
¿Y a infelices venganzas,
Y sangre y muerte has destinado el hombre?
¿A tantas desventuras
Ningún término pones? ¿o el odioso
Monstruo por siempre triunfará orgulloso?  110

    Vuelve, y a tu divina
Nuda verdad en su pureza ostenta
Al pavorido suelo: el azorado
Mortal su luz benigna
Goze y ledo respire:  115
No tiemble desmayado,
No tiemble, no, tu cólera sangrienta
Quando tu cielo mire
Dios del bien, vuelve, y al averno obscuro
Derroca omnipotente el monstruo impuro.  120

    ¡Ay! que toma la insana
Ambición su disfraz, y ardiente irrita
Sa rabia asoladora y sus furores.
¡La quadrilla inhumana,
Qual vaga! ¡que encendido  125
El rostro, y que clamores!
¡Como a abrasar, a devastar se incita!
Y en tremendo ruido
Corre vibrando la sonante llama,
Y al Dios de paz en sus horrores llama.  130

    Vedla, vedla regida
Del fiero Mahomet, qual un torrente
Que ondisonante la anchurosa tierra,
Devasta sumergida,
De la Arabia abrasada  135
Con la llorosa guerra
Precipitarse en el tranquilo oriente:
En la diestra la espada,
Y el alcorán en la siniestra alzando,
MUERE O CREE, frenética clamando.  140

    De allí de luto llena
El África infeliz, y tu luz clara
En su ira ardiente ¡o España! ¡o patria mía!
A esclavitud condena.
El trono de oro hecho  145
Y rica pedrería,
Que opulenta Toledo un tiempo alzara,
Y polvo cae deshecho.
Alcázares, ciudades, templos, todo
Se hunde ¡o dolor! con el poder del godo.  150

    El de Ismael domina
Del indo al mar cantábrico, y la mora
Llama en el ancho suelo arde ligera.
En medio la ruina
Del orbe amedrentado  155
La ominosa bandera
Se encumbra de la luna triunfadora;
Y ¡ay! en tigre mudado,
Ciego el califa en su sangriento zelo
Despuebla el mando por vengar el cielo.  160

    De repente una obscura
Niebla inundó la tierra desolada,
Y el genio y las virtudes se apagaron:
Su divina hermosura
Las ciencias congojosas  165
Entre sombras lloraron,
A manos del error vilmente ajada;
Y de mil pavorosas
Supersticiones la conciencia llena,
Se dobló el hombre su infeliz cadena.  170




Oda XI


A la luna


ArribaAbajo    Detén el presto vuelo
De tu brillante carro luminoso,
O luna celestial, dexa a un lloroso
Mortal que lastimado
Te contempla en el suelo,  5
En tu rostro nevado
Gozarte, y tu alba lumbre
Posada ver del cielo en la alta cumbre.

    Déxame, o luna bella,
Que con ojos extáticos te mire,  10
Y a verte torne, y en mi mal respire.
Y mientras en pos la mente
Ya de tu excelsa huella,
Cante yo balbuciente
Tu magestad gloriosa,  15
Plácida reyna de la noche umbrosa,

    Ella su pavonado
Fúnebre manto por la inmensa esfera
Volando en torno desplegó ligera,
Con rica bordadura  20
De luceros ornado;
Y en magestad obscura
Lanzando al rubio día,
Con negro cetro al mundo presidía.

    Todo al caos pavoroso  25
Semejaba tornar, todo callaba:
Su movimiento rápido paraba
La gran naturaleza;
Con un velo nubloso
La divina belleza  30
Del orbe confundida,
Y entre el horror su inmensidad perdida:

    Quando tú levantando
La frente clara por las altas cimas,
En tu trono de nácar te sublimas  35
Con marcha reposada;
Y el velo desgarrando
De la esfera estrellada,
Las tinieblas ahuyentas,
Y el baxo suelo a par plácida alientas.  40

    ¡O! ¡con quanta alegría
Se baña el cielo en tu esplendor sereno!
¡O! ¡qual renace el universo, lleno
De tu argentada llama,
Del duelo en que yacía!  45
¡Quan presta se derrama
Por el ancho horizonte,
Inunda el valle, y esclarece el monte!

    En el vecino río
Que sesga ondisonante en la pradera,  50
Saltando entre sus ondas va ligera:
En centellantes fuegos
Entre el bosque sombrío,
Brilla y graciosos juegos,
Y la vista engañando  55
Se pierde al fin mil llamas reflexando.

    Tú sigues coronada
De puros rayos la nevada frente;
Y con la undosa túnica esplendente
El ancho cielo llenas,  60
En torno acompañada
De las horas serenas
Y tanta estrella hermosa,
Que humilde acata tu deidad gloriosa.

    Mas con la excelsa lumbre  65
Que el sol tu hermano de su trono de oro
Te presta grato, del fulgente coro
Las llamas obscureces;
Y sola en la alta cumbre
De los cielos pareces,  70
Do tu beldad divina,
Sobre la inmensa creación domina.

    Así en vuelo incesante
Te arrastra en pos de sí la tierra obscura
Ya lleno el ancho disco de luz pura  75
Al sol roxo sucedes;
Ya qual línea radiante
Empiezas; ya precedes
Al alba, circundada
De soles que ornan tu beldad menguada.  80

    Y siempre saludable
Al baxo mundo, en movimiento blando
Tus rayos van la atmósfera agitando;
Hasta el profundo seno
Del mar vasto insondable  85
Su ardor baxa, y él lleno
Se derrama en la arena,
Y luego vuelve y su correr enfrena.

    Quanto las aguas claras,
Quanto la tierra próvida sustenta,  90
Y el aura leve de vivientes cuenta,
Todo, luna, te adora.
Tú las selvas amparas,
Tú engalanas a Flora,
Y tú en grato rocío  95
Su blonda mies sazonas al estío.

    ¡O! ¿sin ti que sería
Del suelo en negras sombras sepultado
Las largas noches del invierno helado?
¿Y qué, quando el Can arde;  100
A un inflamado día
Muy más sigue la tarde;
El mundo desfallece,
Y la congoja abrasadora crece?

    Mas llena de ternura  105
Tu deidad sale, y la tiniebla espesa,
O enero triste, de tus noches cesa,
Vese el hielo punzante
Entre la lumbre pura
Revolar centellante,  110
Y en calma venturosa
El orbe yerto de su horror reposa.

    O si en voluptuosos
Rayos de sirio el triste desaliento
Calmar te place, bullicioso el viento  115
Te sigue, y de la tierra
Con soplos vagarosos
La congoja destierra,
Do el mortal alentado
Respira y goza, en tu fulgor bañado.  120

    Entonces todo vive:
Tu luz, luna, tu luz clara y suave
Tornar en día las tinieblas sabe.
Entre la sombra obscura
El soto la recibe:  125
Goza de la verdura
La vista, y fugitiva
Se pierde en una inmensa perspectiva.

    ¡O del cielo señora!
Del Dios del día venturosa hermana!  130
¡De los brillantes astros soberana!
A ti en triste gemido,
En alta mar implora
El náufrago perdido,
Y a ti gozoso mira  135
El caminante, y por tu luz suspira.

    El congojado pecho
Te adora humilde su aflicción te cuenta,
Y en muda soledad contigo alienta,
Quando con voz doliente  140
En lágrimas deshecho
Se lastima, y clemente
Para templar su duelo
Tus ruedas paras en el alto cielo.

    En lecho de dolores  145
Por ti el enfermo desvelado clama,
Y el ferviente amador también te llama,
Ya en la inmensa ventura
De sus cielos favores,
Ya en su triste amargura  150
Si gime abandonado,
O arde su pecho en infeliz cuidado.

    Y a todos oficiosa
Acorrer sabes y amaynar sus penas,
Y de esperanzas y dulzuras llenas  155
Los míseros mortales.
¡Consoladora Diosa!
¡Luna! calma mis males,
Y vuelve al alma mía
La paz, la blanda paz que antes tenía.  160

    Horrísona tormenta
Brama: la envidia de su atroz veneno
Hiciera blanco mi inocente seno,
La calumnia me infama,
El poder me amedrenta,  165
Sopla el odio la llama,
Y en mi duelo profundo
Tú sola me oyes en el ancho mundo.

    Sola tú... ¡mas que miro!
Una nube fatal salióte al paso,  170
Te envuelve en sus tinieblas, y al ocaso
Arrastra tu luz pura.
Cesa el brillante giro,
Cesa, y no tu hermosura
Así infamarse quiera;  175
Y tú, nube cruel, huye ligera.

    Te hundiste ya, y perdida,
Entre su horror el orbe se obscurece,
Y el luto infausto y la tiniebla crece.
¡Ah beldad desgraciada!  180
También fugaz mi vida
Brilló, y fue sombra y nada.
Tú empero a rayar tornas,
Y de luz nueva el universo adornas.




ArribaAbajo

Elegías morales




Elegía I


A Jovino: el melancólico


ArribaAbajo    Quando la sombra fúnebre, y el luto
De la lóbrega noche el mundo envuelven
En silencio y horror, que quando en tranquilo
Reposo los mortales las delicias
Gustan de un blando saludable sueño;  5
Tu amigo solo en lágrimas bañado
Vela, Jovino, y al dudoso brillo
De una cansada luz, en tristes ayes
Contigo alivia su dolor profundo.

    ¡Ah! ¡quan distinto en los fugaces días  10
De sus venturas y soñada gloria,
Con grata voz tu oído regalaba!
Quando ufano y alegre, seducido
De crédula esperanza al fausto soplo,
Sus ansias, sus delicias, sus deseos  15
Depositaba en tu amistad paciente,
Burlando sus avisos saludables.
Huyeron prestos como frágil sombra,
Huyeron estos días; y al abismo
De la desdicha el mísero ha baxado.  20

    Tú me juzgas feliz... ¡O si pudieras
Ver de mi pecho la profunda llaga,
Que ya sangre vertiendo noche y día!
¡O si del vivo, del letal veneno
Que en silencio le abrasa, los horrores,  25
La fuerza conocieses! ¡Ay Jovino!
¡Ay amigo! ¡ay de mí! Tú solo a un triste,
Leal confidente en su miseria extrema,
Eres salud y suspirado puerto.
En tu fiel seno, de bondad dechado,  30
Mis infelices lágrimas se vierten
Y mis querellas sin temor; piadoso
Las oye, y mezcla con mi llanto el tuyo.
Ten lástima de mí: tú solo existes,
Tú solo para mí en el universo.  35
Do quiera vuelvo los nublados ojos
Nada miro, nada hallo que me canse
Sino agudo dolor o tedio amargo.
Naturaleza en su hermosura varia
Parece que a mi vista en luto triste  40
Se envuelve umbría, y que sus leyes rotas,
Todo se precipita al caos antiguo.

    Sí, amigo, sí: mi espíritu insensible
Del vivaz gozo a la impresión suave,
Todo lo anubla en su tristeza obscura,  45
Materia en todo a más dolor hallando,
Ya este fastidio universal que encuentra
En todo el corazón, perene causa.
La rubia aurora entre rosadas nubes
Plácida asoma su risueña frente  50
Llamando al día, y desvelado me oye
Su luz molesta maldecir, los trinos
Con que las dulces aves la alborean
Turbando mis lamentos importunos.
El sol velando en centellantes fuegos  55
Su inaccesible magestad, preside
Qual rey al universo, esclarecido
De un mar de luz que de su trono corre;
Yo empero huyendo dél sin cesar llamo
La negra noche, y a sus brillos cierro  60
Mis lagrimosos fatigados ojos.
La noche melancólica al fin llega
Tanto anhelada; a lloro más ardiente,
A más gemidos su quietud me irrita.
Busco angustiado el sueño; de mí huye  65
Despavorido, y en vigilia odiosa
Me ve desfallecer un nuevo día,
Por él clamando detestar la noche.

    Así tu amigo vive: en dolor tanto,
Jovino, el infelice de ti lejos,  70
Lejos de todo bien sumido yace.
¡Ay! ¿dónde alivio encontraré a mis penas?
¿Quién pondrá fina mis extremas ansias?
¿O me dará que en el sepulcro goze
De un reposo y olvido sempiternos?...  75
Todo, todo me dexa y abandona.
La muerte imploro, y a mi voz la muerte
Cierra dura el oído: la paz llamo,
La suspirada paz que ponga al menos
Alguna leve tregua a las fatigas  80
En que el llagado corazón guerrea:
Con fervorosa voz en ruego humilde
Alzo al cielo las manos; sordo se hace
El cielo a mi clamor; la paz que busco
Es guerra y turbación al pecho mío.  85

    Así huyendo de todos, sin destino,
Perdido, extraviado, con pie incierto,
Sin seso corro estos medrosos valles,
Ciego, insensible a las bellezas que hora
Al ánimo do quiera reflexivo  90
Natura ofrece en su estación más rica.
Un tiempo fue que de entusiasmo lleno
Yo las pude admirar, y en dulces cantos
De gratitud holgaba celebrarlas
Entre éxtasis de gozo el labio mío.  95
¡O como entonces las opimas mieses,
Que de dorada arista defendidas
En su llena sazón ceden al golpe
Del abrasado segador! ¡o como
La ronca voz, los cánticos sencillos  100
Con que su afán el labrador engaña,
Entre sudor y polvo revolviendo
El rico grano en las tendidas eras,
Mi espíritu inundaran de alegría!
Los recamados centellantes rayos  105
De la fresca mañana, los tesoros
De llama inmensos que en su trono ostenta,
Magestuoso el sol, de la tranquila
Nevada luna el silencioso paso,
Tanta luz como esmalta el velo hermoso  110
Con que en sombras la noche envuelve el mundo,
Melancólicas sombras, jamás fueran
Vistas de mí, sin bendecir humilde
La mano liberal, que omnipotente
De si tan rica muestra hacernos sabe:  115
Jamás lo fueran, sin sentir batiendo
Mi corazón en celestial zozobra.

    Tú lo has visto, Jovino, en mi entusiasmo
Perdido, dulcemente fugitivas
Volárseme las horas... Todo, todo  120
Se trocó a un infeliz: mi triste musa
No sabe ya sino lanzar suspiros,
Ni saben ya sino llorar mis ojos,
Ni más que padecer mi tierno pecho.
En él su hórrido trono alzó la obscura  125
Melancolía, y su mansión hicieran
Las penas veladoras, los gemidos,
La agonía, el pesar, la queja amarga,
Y quanto monstruo en su delirio infausto
La azorada razón abortar puede.  130

    ¡Ay! ¡si me vieses elevado y triste,
Inundando mis lágrimas el suelo,
En él los ojos, como fría estatua
Inmóvil y en mis penas embargado,
De abandono y dolor imagen muda!  135
¡Ay! ¡si me vieses! ¡ay! ¡en las tinieblas
Con fugaz planta discurrir perdido,
Bañado en sudor frío, de mí proprio
Huyendo y de fantasmas mil cercado!

    ¡Ay! ¡si pudieses ver... el devaneo  140
De mi ciega razón, tantos combates,
Tanto caer y levantarme tanto,
Temer, dudar y de mi vil flaqueza
Indignarme afrontado, en vivas llamas
Ardiendo el corazón al tiempo mismo!  145
¡Hacer al cielo mil fervientes votos,
Y al punto traspasarlos... el deseo...
La pasión, la razón ya vencedores...
Ya vencidos huir!... Ven, dulce amigo,
Consolador y amparo, ven y alienta  150
A este infeliz, que tu favor implora.
Extiende a mí la compasiva mano,
Y tu alto imperio a domeñar me, enseñe
La rebelde razón: en mis austeros
Deberes me asegura en la escabrosa  155
Difícil senda que temblando sigo.
La virtud celestial y la inocencia
Llorando huyeran de mi pecho triste,
Y en pos de ellas la paz tú conciliarme
Con ellas puedes, y salvarme puedes.  160
No tardes, ven; y poderoso templa
Tan insano furor: ampara, ampara
A un desdichado que al abismo que huye,
Se ve arrastrar por invencible impulso;
Y abrasado en angustias criminales,  165
Su corazón por la virtud suspira.

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