Pocos escritores tan escasamente interesados en hacer una carrera literaria como Rafael Sánchez Mazas, que apenas recogió su obra en volumen, que publicó algún libro de gran éxito -como la novela La vida nueva de Pedrito de Andía-,
pero que siempre desdeñó las consecuencias de ese éxito.
César González-Ruano, que fue el primero (y casi el único) en seleccionar a Sánchez Mazas para una antología, bien que la suya de 1940 fuera especialmente generosa, definió su obra poética con las siguientes palabras: «En
las escasas poesías de Rafael Sánchez Mazas, difíciles de encontrar, y que por supuesto no están recopiladas, hay un clasicismo logrado, un lenguaje de precisión poco común, y, dentro de la tradición española -así fue Garcilaso-, ecos de un italianismo y de una profunda universalidad romana».
Hasta 1971 -eran tiempos de rescate, los novísimos volvían los ojos hacia poetas denostados por razones políticas- no se recopilaría una muestra suficiente de este raro poeta, falangista de la primera hora que no había querido aprovecharse de su condición durante el franquismo. Los Sonetos de un verano antiguo sonaban entonces
-quizás sonaban ya así cuando fueron escritos- a poemas de otra época, con su mezcla de modernismo tardío y de clasicismo italianizante, a la vez ochocentistas y renacentistas. Andrés Trapiello, quien en 1990, cuando se cumplía el centenario de su nacimiento (escasamente celebrado), nos ofreció por fin las poesías completas de Sánchez Mazas, trazaba en el prólogo un minucioso mapa de relaciones e influencias: «Formalmente Rafael Sánchez Mazas es un poeta que escribió conforme a las reglas tradicionales del metro y de la rima y demostró predilección por el soneto, endecasílabo o alejandrino, y por el romance. No podemos decir que fuera un innovador, sino que se limitó a seguir, en unos casos, a
Rubén Darío, y en otros a Valle-Inclán o Unamuno. También se encontrarían en él ecos de Herrera y Reissig, reflejos de Lugones, sombras de López Velarde [...]. En las fuentes clásicas latinas bebió a menudo, así como en los
poetas del dolce stil nono y en los trovadores franceses y en nuestro romancero. De los italianos modernos conocía y admiraba la obra de los crepuscolari en general y de Gozzano en particular. De los poetas contemporáneos suyos trató y admiró
a Ramón de Basterra, a José del Río Sainz y a Agustín de Foxá.
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Con Basterra se le agrupa en el aticismo poético, lo que significa que tanto uno como otro eran partidarios de un vago clasicismo, frente a los desórdenes parnasianos inmediatamente anteriores. Relación con su obra tendrían también las
que escribieron poetas como Alonso Quesada o Fernando Fortún, Tomás Morales o Andrés González-Blanco».
A Rafael Sánchez Mazas, olvidados ya, o casi olvidados, los prejuicios políticos (la guerra civil va tomando la misma pátina histórica que las guerras carlistas), lo leemos con una mezcla de admiración y distanciamiento. Nos sorprende
su solidez retórica, pero a veces parece que gusta demasiado de ocultarse con galas de otro tiempo. La verdad de su poesía -que apenas evoluciona desde sus excelentes ejercicios adolescentes- está siempre a un paso del benemérito pastiche.
O esa impresión nos da.
Obra poética
XV sonetos de Rafael Sánchez Mazas para XV esculturas de Moisés de Huerta, Bilbao, Edición Lux, 1917.
Sonetos de un verano antiguo y otros poemas, Barcelona, Ocnos, 1971.
Poesías (ed. Andrés Trapiello), Granada, Comares (col. La Veleta), 1990.
Bibliografía
AREILZA, José María de, «Rafael Sánchez Mazas», en Así las he visto, Barcelona, Planeta, 1974, págs. 45-59.
DÍAZ-PLAJA, Guillermo, «Sonetos de un verano antiguo», en Al pie de la poesía, Madrid, Editora Nacional, 1974, págs. 198-201.
GONZÁLEZ-RUANO, César, «Conversación con Rafael Sánchez Mazas», en Las palabras quedan, Madrid. Afrodisio Aguado, 1957, págs. 165-170.
TRAPIELLO, Andrés, «Prólogo», en Poesías, págs. 9-18.
_____. «Introducción. Bilbao y otros pueblos del norte», en Sánchez Mazas, Rafael, Vaga memoria de cien años y otros papeles, Bilbao, Ediciones El Tilo, 1993, págs. 9-30.