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A las doce de la noche por las puertas de la gloria
¿A qué comparar la pura
Alberto, en el propíleo del templo soberano
Alma mía, perdura en tu idea divina;
Ama tu ritmo y ritma tus acciones
Amo tu delicioso alejandrino
Amor tu ventana enflora
Anacreonte, padre de la sana alegría;
Cabe una fresca viña de Corinto
Como al fletar mi barca con destino a Citeres
Cómo era el instante, dígalo la musa
Cuenta Barbey, en versos que valen bien su prosa,
¡Dafne, divina Dafne! Buscar quiero la leve
Dijo sus secretos el faisán de oro:
El alba aún no aparece en su gloria de oro.
El mar como un vasto cristal azogado
El olímpico cisne de nieve
En el verde laurel que decora la frente
En la isla en que detiene su esquife el argonauta
Escrita en viejo dialecto eolio
¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía?
Fue una hora divina para el género humano.
¡Helena!
Joven, te ofrezco el don de esta copa de plata
¡La gata blanca! En el lecho
La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Libre la frente que el casco rehúsa,
Lirio divino, lirio de las Anunciaciones;
Maravillosamente danzaba. Los diamantes
Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano.
Metro mágico y rico que al alma expresas
-Mi pobre alma pálida
Mía: así te llamas.
Mira el signo sutil que los dedos del viento
Miré al sentarme a la mesa,
Mis ojos miraban en hora de ensueños
Musa, la máscara apresta,
Padre y maestro mágico, liróforo celeste
Poesía dulce y mística,
Ponte el traje azul que más
¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires
Pues la anciana me dijo: mira esta rosa seca
¿Qué pude yo hacer
¿Recuerdas que querías ser una Margarita
Reina Venus, soberana
Sangre de Abel. Clarín de las batallas.
Señora, Amor es violento,
Un día oí una risa bajo la fronda espesa,
Un poeta egregio del país de Francia
¿Vienes? Me llega aquí, pues que suspiras,
Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,