A quienes llevan mi sangre remontándola en
el tiempo
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—7→
Prólogo
Maybell Lebron, conocida como cuentista de palabra precisa
y argumentos de certera e inquietante resolución,
nos revela en su nuevo libro Puente a la luz una faceta desconocida
de su pasión creadora. Empuñando el verbo con
decisiva carga poética, nos propone una poesía
de reflexión, emparentada por la forma con la poesía
clásica española.
Su temática se centra
en el tiempo, la muerte, el amor maduro, la angustia existencial
del hombre, el contacto con la naturaleza y en situaciones
de contenido social.
En esta época en que existe
la absurda creencia de que escribir poesía es lo más
fácil dentro de la literatura (y lo sería si
se tratara de apilonar versos), es alentador constatar que
Maybell Lebron aceptó el
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desafío de ceñir
su palabra poética a las formas tradicionales, con
destellos propios.
Al amparo del Taller de Poesía
de Carlos Villagra Marsal, Maybell ha incursionado en la
variada métrica castellana y en sus ricas combinaciones
estróficas, llegando a cultivar tanto la brevedad
de la décima como el poema en alejandrinos o el soneto;
pero la autora no se limita a la utilización de estas
formas; explora además las posibilidades del poema
conciso, en verso libre, donde se palpa el rescate del «minuto
fugitivo».
El resultado de este ejercicio poético
nos enfrenta con un libro pulcro, rico en imágenes,
que viene precedido por la aureola de un premio en el Concurso
de Poesía «Voces Nuevas», convocado anualmente por
el PEN Club del Paraguay y el diario Última Hora.
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En este momento de liberación femenina -en el sentido
más profundo del término- celebro el advenimiento
de esta nueva poeta, quien entra al territorio lírico
con paso ardiente y segura expresión, para sumar su
acento al concierto de otras voces femeninas decididas a
dar testimonio de su verdadero ser.
Renée Ferrer
2 de octubre, 1994
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—11→
Éxtasis
Mira
estamos vivos.
Siento la savia oscura galopar en mis cauces.
La luz
borra quimeras
-huéspedes de párpado ceñido-
5
y dibuja sin prisa tu contorno olvidado.
El nácar
de la arena tramonta el aire y se deshace.
En la playa
las huellas son testigo.
Mi aliento y tu cuerpo palpitante
repican:
Ya ves
10
estamos vivos.
—12→
Sin jamás habernos visto
Sin jamás habernos
visto
nos reconocimos;
y nuestras huellas fueron
parejas,
y nuestras sangres forjaron hijos,
lloramos
juntos nuestras tristezas,
5
juntos supimos de soles limpios,
y hoy,
sentados frente a frente,
nos miramos,
sin saber qué decirnos.
10
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Recuerdos
A Juan
Cuando ya no
retengas
mi cabeza en tu pecho
no quiero que me
pienses
con lágrimas o ceño.
Deja la
losa fría
5
recostada en el suelo
y vuélvete
a la casa
para seguir viviendo.
El
frote de las cañas
en suave ronroneo
10
renacerá
en tu oído
con mi trémulo acento
al poder
estar juntos
(perdidos en el tiempo)
allí donde
la vida
15
dialoga con los muertos.
—14→
Aunque
tú no me veas
tal vez yo pueda hacerlo.
—15→
Manos
Ayer.
Tus
manos
veleros minuciosos
rielando, en mi piel.
Piratas
del amor
5
explorando meandros
húmedos de deseo.
Mis manos
resbalando
encendidas
en el cauce de tu pecho
10
como navío
al pairo
encostado a tu cuerpo.
Hoy.
En el ancho remanso
de
los días parejos
15
—16→
seguimos siendo amantes
con caricias
sin fuego.
—17→
Esbozo
Gruesos lazos de sombra
me amarran a la cama;
los ojos muy abiertos
ven
huecos en la nada
mientras la brisa pasa
5
hurgando
en la persiana
tiritando de grillos
y de leves fantasmas
disfrazados de lumbre
que las luciérnagas pálidas
10
le prestan en la noche
como estrellas aladas.
De pronto en las
tinieblas
sobre el lienzo del tiempo
diseñado
en recuerdos
15
mi retrato percibo;
—18→
mezclados los colores
con gruesas pinceladas
de trazos definidos.
Blanco
puro, negro sombrío,
20
brillante rojo y suave verde
nilo.
No hay paleta
que alcance
para un retrato mío.
—19→
Acaso
Dedos que buscan a tientas
en la cerrazón y el frío.
A veces, una
flor nueva
en el camino.
O una ventana abierta
5
al vacío.
O escaleras sin peldaños.
Quizá
faltan pies.
Los míos.
—20→
Cauces
Geografía
de minúsculos ríos carmesíes
jinete
de quimeras sin destino.
El sueño olvidadizo
desbarata
5
eriales fementidos.
Sus
pérfidos letreros
jamás dicen lo mismo.
—21→
Cobardía
A Renée
Se
escurre lentamente
un tiempo que no alcanza,
sin
hoy y sin mañana,
rozando, al pasar, vidas
sin
huellas en el alma.
5
Son
cáscaras vacías
ya hundidas en la nada:
no hallaron el coraje
de forjarse un destino
que
dé sentido al alba.
10
—22→
Duda
Corazón de musgo
y piedra
aletargado hace siglos,
hoy vuelves a
palpitar
ofreciendo tu acertijo.
Desde
tu oculta atalaya
5
al borde del precipicio,
viste nacer
y morir,
del mundo cumpliendo el rito.
Manos
pidiendo clemencia,
y ante los dioses, ser dignos,
10
grabaron tu áspero dorso
con indescifrables signos.
—23→
Sueños
igual que los nuestros,
los ojos del mismo brillo,
y el correr de las centurias
15
con su dorado polvillo
nos propone en la distancia,
al filo del
infinito,
la vaciedad de la nada
o el albor de un Paraíso.
20
—24→
A veces quiero
A veces quiero,
desde un ágil peñón,
bajo el hollín
del firmamento
perforado de luces,
hundir el dedo
5
en el hueco de una estrella.
A
veces quiero,
sola en medio del rumor del tiempo,
como
una perla,
entablar un diálogo conmigo misma,
10
o rezar
una oración cualquiera.
—25→
Impotencia
De la carne apretada
el aleteo tibio
dibuja la palabra
como lazo de viento
pialando desgracias.
5
Una mano se tiende
y no puedo
alcanzarla.
El brocal de mis labios
está seco
de rabia.
—26→
Congoja
La luz se ha vuelto
amarilla
y torna oscura la arena
donde olvidada
condena
cumple la pequeña silla.
Bajo
el agua que la humilla
5
su esqueleto claveteado
tirita
en el descampado
mientras su dueña se angustia
viéndola transida y mustia
por haberla abandonado.
10
—27→
Lluvia
Se acerca revolcándose
entre espumas
el ronco grito del arcano incierto
que apresura los pájaros a puerto
y deja sin
gorjeos a la bruma.
El
polvo en remolinos alza el vuelo,
5
se hace trizas la tarde
bochornosa
y una ráfaga anuncia, presurosa,
el chocar de cristales en el suelo.
Mutante
de las formas y el aliento
en capa de caireles arropada
10
baja danzando con pericia alada
y gira al ondear
fintas al viento.
Su
manso abrazo se extiende en el estío
y al gozo
de los campos se une el mío.
—28→
Tajamar
Negro cristal prisionero
en un espacio de piedra
verdea como la hiedra
al
resplandor mañanero.
Bulliciosos compañeros
5
con emplumada alegría
destrozan su simetría
en inquietas curuvicas
como vidrio de canicas
guiñando
a la luz del día.
10
—29→
Lagartija
La luz sigue, terca,
alargando el tiempo
quemado de soles.
Cada día
nuevo,
un gris encendido
5
relumbra en el viento
que lame el agobio
de pastos entecos.
Perdida entre
piedras
sobre el campo yermo,
10
el látigo asoma
de tu arisco cuerpo.
Porte de milenios,
fino dardo
inquieto
en vaina de escamas,
15
reluce en el suelo
con húmedo trazo
—30→
en el polvo seco.
Tu empuje
de siglos
perdura, sereno.
20
Olvidados quedan
en
bruma y helechos
los reyes de entonces:
vivir es tu
premio.
—31→
Picaflor
Raya el mirar azul de
la mañana
un dardo cruel. Su brazo transparente
bate la luz en fúlgidos torrentes.
Rumor de
nácar, miel de resolana.
Abriéndose,
la flor avasallada
5
su corazón ofrece dulcemente.
Y en el aduar de pétalos crujientes
engarza,
tornasol, la gema alada.
—32→
Ejemplo
Laceran la corteza de
la altura
ávidos picos de concreto
y deleitan
sus garras en la tierra
hasta ahogar todo aliento.
Entre vidrios, atisba
una maceta
5
(indómito bullir de pétalos)
su rebelde porfía me estimula
a seguir viviendo.
—33→
En la orilla
Cobre redondo arriba
bronce en el agua.
Inquieta
llamarada
pedazos
de luz retozona
5
boyando
y un silencio tibio
tupido
de cigarras.
Sedienta
junto al río
cántaro de cobre ardiente
10
ella
aguarda.
—34→
Remembranza
Las manchas han raído
el oro de antes.
Una
espesa nostalgia
va redimiendo fronteras.
Los dedos
se me entibian:
hay coco y yerba en el aire.
Ciega de humedad,
acaricio
las hojas
en la tarde.
—35→
Ceguera
Un aire espeso y negro
se me enrosca
en
las sienes,
turbio aliento de boca desnudando esqueletos
de palabras cansadas, con olor a blasfemia,
con tristeza
gozosa de pervertido celo.
5
Agostada
la savia de los días antiguos
se opacaron mis ojos
(los de afuera y adentro)
mientras la niebla fría
lamía displicente
los cárdenos pezones rezumando
veneno.
Gorgona
solitaria despojada de auroras
10
me erizaba de piedras
las hendijas del pecho:
no fuera que los ojos de algún
niño descalzo
pusiesen cascabeles en el áspero
hueco.
—36→
Gastada
de rencores (ni un grito
de
mis labios
15
ameritaba el eco), del alto cocotero
ignoré
el brazo hostil, la mano puntiaguda
guardadora de nidos,
o el viento entre sus dedos.
Desdeñé
la embriaguez de un patio
de
jazmines,
20
la azorada grandeza de pájaros en vuelo,
el escozor ardiente de otra piel en mi piel
vedándole
a mi sangre remontarse en el tiempo.
Lastimó
mis retinas un claror recatado
al destrabar rendijas en
búsqueda de cielo
25
y descubrí las luces peregrinas
del alba
en espejos minúsculos destellando en el
suelo.
—37→
Me dejé
hundir el cuerpo entre hilachas
de
bronce
recamadas de sol en cambiantes reflejos
30
y elevando
las palmas inicié una plegaria
con estas manos
húmedas de haber lavado cieno.
—38→
Retrato
A una pintura de H. Valenzano
Óvalo
misterioso,
muchacha ciega;
el aire se estremece
en tu presencia.
Es
tu rostro sin rasgos
5
avara ausencia
de pinceles perplejos
en tensa espera.
Acaso
en un sepulcro
tus flores dejas,
10
o el ramo de tu
boda
gozosa estrenas.
—39→
Te
guardaré a mi lado
lo que me queda.
Jamas sabré
si ríes
15
o si estás seria.
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Makâ
Flacos músculos cansados abultan la costra
parda;
en su piel endurecida queda el rastro de las
garras
de los colosos del monte. Entonces, los
igualaba
oliendo sus intenciones como otra fiera cebada.
Hoy, sentado en la vereda, ofrece flechas de
caña
5
y sus brazos se distienden, ya sin bríos,
ya sin alma.
Antigua testa emplumada ensoñando
sus hazañas
de urukú y de cacerías,
de cubrir hembras hurañas.
Huele el aire
a pura selva en las calles asfaltadas;
giran serpientes
y pumas entre las hojas y el agua.
10
El bronce
de su estatura toma dimensión, se agranda
sobre
aquel frágil sostén de su esqueleto y entrañas.