Ramón Sijé (semblanza)
Julio Calvet Botella
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Desde siempre me ha subyugado la persona de Ramón Sijé. O mejor de José Marín Gutiérrez, o Pepito Marín como le conocían sus amigos. Bien sea porque como él, nací en Orihuela y en la calle Mayor o de Ramón y Cajal, no muy lejos de la casa en que nació, vivió y murió; bien sea porque me consta que fue un gran amigo de mi tío carnal, José Calvet López, único hermano de mi padre, o bien sea por ser quien les habla, un constante buscador de conocimientos del pasado de «su pueblo y el mío», me he sentido muy cercano a Ramón Sijé y muy interesado por su corta pero enorme vivencia personal e intelectual, tan pronto frustrada. Alguien ha dicho que Pepito Marín, fue y no fue.
Por otro lado, sentía como una personal frustración, que su nombre, conocido y sabido sin duda en el mundo de la literatura y hasta en el del arte declamatorio y musical, como el destinatario de la gran Elegía que Miguel Hernández le dedicara en su muerte, fuera en realidad un gran desconocido, más allá de los aires fronterizos de Orihuela, y aún, en parte dentro de éstos.
Por eso, ya hace años, y como un algo que necesitaba que se hiciera, promoví el que en Alicante, se diera una conferencia sobre Sijé y su obra, y que pensé fuera algo mas que eso, y que apareciera como un acto a modo de presentación y quizás de homenaje, y en la capital, para poder conocer mejor a Ramón Sijé.
Para ello, conté con la incondicional e inestimable ayuda de Pedro Reig Mazón, procurador de los Tribunales de Alicante, y de mi amigo, el escritor, y hoy doctor en Historia, Ingeniero Técnico Industrial y cronista oficial de la ciudad de Orihuela, Antonio Luis Galiano Pérez, para la efectividad y promoción de dicho acto. Gracias a los buenos oficios de Pedro Reig Mazón, logramos el apoyo de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, quien nos brindó su colaboración.
Y para que todo aquello no pasara de ser un acto más, había que hacer una publicación que dejara constancia del mismo, pues como he dicho, yo no quería que fuera tan sólo una conferencia, sino que pretendía que también dejara su rastro. O mejor su recuerdo, pues no me constaba que se hubiera realizado acto alguno en homenaje de Sijé, en la capital de su provincia, en Alicante. Y para ello, Antonio Luis Galiano, confeccionó y la entidad patrocinadora publicó, un libro a modo de programa, o un programa a modo de libro, que tituló Ramón Sijé. Luces y sombras. Es un libro-folleto magnífico. Impreso en couché, con un buen numero de fotografías, no solo de Sijé sino de Miguel Hernández, y para el que se pudo contar con textos inéditos, y escritos para la ocasión a petición personal del Sr. Galiano, de los amigos de Sijé, todavía entre nosotros en aquel entonces: los abogados Tomás López Galindo y Juan Bellod Salmerón, y el catedrático Jesús Alda Tesán, que con Ramón Sijé, y otros más, fueron miembros del consejo de redacción de la revista El Gallo Crisis, surgida del genio de Pepito Marín, y de Francisco de Díe, quien dibujara el famoso Gallo de la portada de la publicación. No sé cuantos ejemplares se editaron, ni cómo fue su distribución. Yo sólo poseo un ejemplar, y pienso que quien tenga la suerte de tener en su poder alguno de ellos, tiene en sus manos quizás la publicación sobre Sijé más directa, y personal, y desde luego última posible con la participación expresa de sus amigos; y en la que además y por su contenido, sin decirlo, pero diciéndolo, se explicaba la razón y el sentido de la gran Elegía hernandiana a su amigo tan prematuramente muerto, «como del rayo».
Para dicho acto se
contó con José Muñoz Garrigós,
catedrático de Gramática Histórica de la
Universidad de Murcia, gran estudioso de Sijé, que al poco,
publicó, un importante libro biográfico, titulado
Vida y obra de Ramón Sijé, editado por el
Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Murcia y la Caja
Rural Central de Orihuela, impreso en Gráficas Zerón,
de Orihuela, con Prólogo de Jesús Alda Tesán.
Preside la portada del libro un dibujo del gallo hecho para la
ocasión por el propio Francisco de Díe, quien lo
dibujó, tras preguntársele cómo lo
pintaría hoy, 57 años después, y donde se
aprecian diferencias entre ambos gallos; diferencias, cuya
explicación dejo a la fantasía o al mejor parecer de
expertos para ello. Yo poseo un ejemplar del libro Vida y obra
de Ramón Sijé, dedicado por su autor, quien
fuera mi amigo y también tempranamente desaparecido, Pepe
Muñoz Garrigós, con esta cariñosa dedicatoria:
«A Julito Calvet, con el abrazo cordial de
Pepe»
.
Y por fin tuvo lugar la conferencia el día 2 de diciembre de 1987, pues aunque estaba prevista para el día 6 de noviembre, hubo de suspenderse a causa de una riada que impidió el desplazamiento del conferenciante desde Murcia, y cuya conferencia se llevó a cabo en el auditórium de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia.
El acto estuvo cuajado de la intelectualidad alicantina. Allí estuvieron Vicente Ramos, y el último superviviente de la tertulia de la tahona de Carlos Fenoll, el poeta oriolano Manuel Molina. La conferencia de buena factura, acabo en el coloquio, hablándose mas de Miguel Hernández, y de su esposa, Josefina Manresa, quien fuera, sin duda, el gran amor de Miguel, y hasta el más allá, como dijo en su poema «A mi gran adorada Josefina»:
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Pero, con todo y para mí, el proyecto quedó realizado. Y ahí queda como constancia para siempre -el libro siempre quedará-, el programa-libro Ramón Sijé. Luces y sombras.
Y luces y sombras
fue la vida, la escasa y tal vez precaria vida, de José
Marín Gutiérrez. Como ha dicho Antonio Luis Galiano
Pérez, «su vida fue fulgurante y
efímera, tan rápida como el brillo de la luz de un
relámpago. Fue, por el contrario tan brillante que su
sabiduría y conocimiento llegó a oscurecer entre
sombras, a segar como un suspiro su existencia de pocos
años»
.
No es mi intención realizar aquí una biografía de Pepito Marín. Entre otras cosas porque ya se ha hecho, y porque ya se ha escrito sobre él, aunque para mí, y de su obra, nunca de forma suficiente, por eso voy a dedicar estas palabras escritas a esbozar una semblanza del gran pensador y escritor oriolano.
En una comida en la que tuve el honor de compartir en febrero del año 2003 en Alicante, con Vicente Ramos, quien tuvo la atención de acompañarnos como invitado del grupo «Derecho y Sociedad», llegó a confesarme, que para él Pepito Marín -así lo nombró- fue el «muchacho» de más altura intelectual de su generación y que de haber vivido hubiera alcanzado un importante lugar en las letras y el pensamiento español. Y yo creo que esto es así, y por eso lo suscribo, desde mi afecto a un tiempo y a unas gentes, que intento imaginar y conocer.
Y nació
José Marín Gutiérrez en Orihuela, el
día 16 de noviembre de 1913, a las seis de la tarde, hijo
primogénito del matrimonio compuesto por José
Marín Garrigós, y María Presentación
Gutiérrez Fenoll, quienes poseían un negocio de
tejidos en los bajos de su vivienda sita en la calle Mayor de
Ramón y Cajal, número 27 de Orihuela; y cuya familia,
luego, se fue incrementando con dos nuevos hijos, Justino, y
María Dolores Marín Gutiérrez. Justino
Marín, también fue un gran escritor, que dio en
llamarse Gabriel Sijé, a quien el pintor Eduardo Vicente
supo espléndidamente captar en un óleo hecho en 1942,
como «el último
romántico»
, en el decir de Antonio
García-Molina.
Pero si no hay paisaje sin figuras, y si como dice Pedro Laín Entralgo, lo que un pueblo típicamente es, su peculiar modo de ser y de vivir, se halla determinado entre otros por el medio geográfico en que ese pueblo tiene que hacer su vida; y, si en suma, como yo pienso, todos somos hijos de un lugar y de un tiempo, conviene que detengamos nuestra mirada un momento en la Orihuela de la primera mitad del siglo XX. La Orihuela que vio nacer, vivir y morir a Ramón Sijé, la que sin duda determinó su personalidad, su sentimiento, y su íntima vocación.
Orihuela es una tierra cargada de historia, pero yo creo que Orihuela no accede al tiempo contemporáneo, y no nace en definitiva, hasta que se convirtió en Oleza.
Orbajosa de Galdós, Vetusta de Clarín, Beaumont de Zola. La Oleza de Gabriel Miró; para mí el mejor escritor que ha dado el alma de esta tierra de Levante, y uno de los mejores que ha dado España. La Oleza de Nuestro Padre San Daniel y de El obispo leproso.
Oleza: «... y otra vez el río, y en el fondo
sobre el lomo de un monte, el Seminario largo, tendido, blanco,
coronado de espadañas; y abajo en la ladera comienza la
ciudad, de la que suben torres y cúpulas rojas, claras,
azules, morenas...»
.
O como la viera
Don Magín, amigo de las flores y del buen yantar,
irónico y de comprensión generosa para los
atribulados, cuando «descansó en
la sombra de los últimos tapiales para mirar el
hondo...»
.
El río Segral de Oleza.
Dice José Martínez-Arenas, tío abuelo mío, abogado, político y escritor, en su obra De mi vida: Hombres y libros:
Si nos acercamos un poco más, nos encontraremos con que el núcleo central de Orihuela, partida en dos por el río Segura se enmarca por un lado en la calle Mayor y sus calles aledañas, acostadas en la ladera del monte que lleva a lo alto al Seminario; y al otro lado del río la calle de San Pascual y la Plaza Nueva, entre otras, a cuyo fondo se reanuda la fértil vega del Bajo Segura. Y se unen un tramo y el otro, merced a dos puentes: el puente de Levante, y el puente de Poniente, que vienen a unirlas y a formar con ellas como un circulo, o mejor una vuelta cerrada: la que siempre hemos llamado «la vuelta a los puentes».
Y la vuelta a los puentes no sólo es el conjunto de edificios, comercios, y vitalidad urbana de Orihuela. La vuelta a los puentes, es un lugar de eterno encuentro y recorrido.
Yo me acuerdo cómo, de niño, acostado en mi cama de la casa de mi abuela, en la calle Mayor, si me desvelaba, el escuchar, y ya en los aledaños de la madrugada, como oía el aparecer de grupos de voces, que de cuando en cuando, y de tres o cuatro personas, y mediante un andar con continuos parones, paseaban dando la vuelta a los puentes, hablando en la noche y con diversos tonos de voz, sobre los sucesos del presente, del pasado, o del futuro de Orihuela. Vamos, de lo que se decía, hablar «de lo divino y de lo humano». Y una vuelta, y otra vuelta, y otra vuelta más, hasta bien tarde. Y no quedaba ya nada por decir ni de contar. Parece que estas vueltas comenzaban para los señoritos del casino cuando este, bien tarde cerraba sus grandes puertas, y para los señoritos no del casino: del Zara o del Palas, o de otros lugares, tras tomarse el café, y acaso la copa de licor. Pero también practicaban este rito, gente más joven. Y claro, cuando se cruzaban estos grupos en su paseo, venían los saludos y los parones, pues al cabo, todos se conocían.
Y debo confesar yo aquí, que también he sido noctívago, y andador de la vuelta a los puentes, luego ya de mayor, y durante mis cortas estancias en éste mi pueblo, y que no sin rubor debo decir, que aquella experiencia forma parte de mi añoranza.
Y Orihuela era en la noche, un rumor de río y un rumor de voces.
Y en esta vuelta a
los puentes, en la que se hallaban, como no la Catedral, el Palacio
del Obispo, el Casino y el Ayuntamiento, y allí en la calle
Mayor, cuajada de tiendas de tejidos, de zapaterías, de
platerías, de papelerías, de sombrererías y
hasta de comestibles, y muy cerca de la Catedral, y casi enfrente
del Palacio del Obispo, nació José Marín
Gutiérrez, en medio del murmullo ciudadano, y entre el
«olor vegetal, arcaico y
litúrgico»
que dijera Gabriel Miró, su gran
referencia.
Poco antes de cumplir los diez años, octubre de 1923, José Marín ingresa en el colegio de Santo Domingo para hacer el preparatorio inferior. En el curso 1924-25 prepara el ingreso en el Bachillerato, cuyos ejercicios aprueba en el Instituto Alfonso X el Sabio de Murcia, centro en el que los Padres Jesuitas presentaban a sus alumnos. En 1926 con solo 12 años de edad, publica el 8 de Marzo, su primer artículo en el concurso convocado por la revista Héroes, para niños menores de 17 años con motivo de la gesta del «Plus Ultra», y que titula «España la de las gestas heroicas». El día 22 de marzo de 1930, obtuvo, con calificación de sobresaliente y premio extraordinario el título de Bachiller Universitario en Letras. 1931 es el año real del inicio de los estudios de Leyes, cursando los mismo como alumno libre, y que realiza bajo la dirección de su tío Francisco Muñoz Garrigós, estudios que termina a finales de 1933.
Pero ya desde 1928 su colaboración literaria había sido frecuente en distintas publicaciones, como Actualidad, Voluntad, El Pueblo de Orihuela y Destellos, que entre otras acogieron los trabajos de Sijé.
Y Ramón Sijé acudía a la tertulia de la tahona de la calle Arriba, la tahona de la familia Fenoll.
Como escribe Carlos Fenoll, en «Estampa de Orihuela»:
«¡Calle de Arriba! Tan densa de humanidad durante el reinado del día, tan alta de espiritualidad -que una cristalina campanita de Santo Domingo rubrica al amanecer- cuando los astros te coronan». |
Y Ramón Sijé conoció más y mejor a Miguel Hernández, y a otros contertulios. Hay quien dice que su asistencia no era muy participativa, y que en realidad lo hacía para ver y estar con su novia:
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En los versos que le dedicó Miguel Hernández, en una hermosa elegía, en el decir que,
«En Orihuela, su pueblo y el mío, se ha quedado novia por casar la panadera de pan más trabajado y fino, que le han muerto la pareja del ya imposible esposo». |
Y aquella panadera fue Josefina Fenoll Felices, hermana menor de su amigo Carlos Fenoll, quien en 1947 evocó aquellos amores de su hermana con Ramón Sijé, y nos dice, tras hacer memoria de aquella calle y de su tahona:
Por eso pienso que Ramón Sijé, tan pronto inmerso en el mundo de la creación y del sentimiento, no debió ser muy entusiasta de las Leyes, y ello a pesar de las extraordinarias notas que fue sacando en las asignaturas de la carrera de Derecho, y si no, oigamos a su amigo José María Pina Brotóns, que escribió bajo el seudónimo de «Eugenio de Pinumbrio», también Licenciado en Leyes, lo que nos dejó escrito en la revista Destellos, el 15 de marzo de 1931, bajo el título de «Estampas de Orihuela-Ramón Sijé»:
Ni que decir tiene que el Julio Calvet que aparece en esta sentida remembranza, no es quien les habla, sino mi querido padre, que con su mejor amigo Paco Garrigós, ambos licenciados en Derecho, opositaban a sus carreras judiciales, y que solían andar por aquellos lugares recitándose los temas de sus oposiciones, que luego, brillantemente sacaron.
José María Ballesteros Meseguer, a quien también se refiere José María Pina Brotóns, fue hijo de quien fuera un destacado político de su tiempo Francisco Ballesteros Villanueva, y fue médico titular de Orihuela, a la que amó profundamente, siendo un notable escritor, de quien se ha dicho que en su obra confluyen la influencia del medio geográfico, el costumbrismo, y la sombra de Gabriel Miró a quien tanto admiraba. En la memoria de todos está su célebre novela Oriolanas, subtitulada «Cuadros y costumbres de mi tierra».
Y José María Ballesteros escribió en el Diario de Alicante de 14 de junio de 1932, bajo el título de «Escritores Levantinos. Ramón Sijé»:
En el verano de 1932 tiene lugar la primera salida de Ramón Sijé de Orihuela, y lo fue al campamento universitario que en agosto de dicho año tuvo lugar en Sierra Espuña (Murcia), donde tomó contacto con Antonio Oliver, Carmen Conde, Félix Ros, y Carlos Martínez-Barbeito, entre otros.
Con fecha 30 de septiembre de 1932 e invitado por la Universidad Popular de Cartagena, pronuncia una conferencia titulada «Oleza, pasional natividad estética de Gabriel Miró».
Años después y con ocasión de una petición que le hizo Manuel Molina, en unas notas luego publicadas en homenaje a Gabriel Sijé, el hermano de Ramón, en 1946, escribió Carmen Conde en evocación de aquel encuentro:
Orihuela tiene una preciosa glorieta. Sin duda tuvo un tiempo menos lujoso, pero también más vegetal, más terruñero, cuando apenas se podía andar entre los árboles que la poblaban, y siempre sobre la tierra suelta, que en las tardes se regaba. A mí, me parecía mucho más grande, o por lo menos mi vista se tropezaba con el verde, y no se resbalaba por las brillantes losas que hoy la cubren. Allí se podía jugar al escondite, como también a las bolas, para lo que hacíamos en la tierra, pequeños hoyos con las manos, a los que hacerlas llegar, y así ganar la partida. Y olía a magnolio, a jazmín, y a azahar en las noches de verano; y a tierra mojada en las noches de invierno. Desde siempre comprobé que además era presidida en su fondo por un busto, con una figura: la de Gabriel Miró, pero de la que en mis juegos y carreras, apenas hacía caso. Pero ella tiene su historia unida también a Ramón Sijé, y los chicos de su tiempo, que no eran los míos.
Con ocasión
del segundo aniversario de la muerte de Gabriel Miró, se
promovió en Orihuela un homenaje al mismo, que debió
surgir de un clamoroso deseo de la juventud intelectual de aquel
momento. Como escribió José María Ballesteros
en 1932: «Orihuela y Miró son dos
palabras que no se pueden separar; Orihuela y Miró
están tan íntimamente unidas por lazos de origen,
sentimentalismo y formación educativa, que Orihuela y
Miró son una misma cosa»
.
José Muñoz Garrigós, en su biografía sijeniana, nos dice que entre los documentos del archivo José Torres López, quien fuera esposo de la hermana de Pepito Marín, María Dolores, aparece el siguiente texto manuscrito a lápiz en papel del Palace Hotel, que atribuye a Ramón Sijé, y que dice así:
En 1931 se inician las tareas por el comité ejecutivo del homenaje a Gabriel Miró, integrado por los antes citados y por Augusto Pescador, y Miguel Hernández, y al efecto, convocan un concurso público entre escultores levantinos para realizar la escultura de Gabriel Miró.
Y el premio o elección recayó en 1932 en el escultor José Seiquer Zanón.
Y permítasenos, haciendo un breve paréntesis, detenernos un instante para referirnos también sucintamente, a la vida y obra del escultor que resultó premiado. José Seiquer Zanón, nació el día 8 de septiembre de 1902, en la murciana localidad de Librilla, antiguo señorío de Fajardo, si bien a la edad de los dos años se traslada con su familia a Murcia. Guiado por los consejos de su padre, que además de médico, era un pintor entusiasta y muy amante de las Bellas Artes, decidió dedicarse al estudio de la Escultura, para lo que marcha a Valencia, ingresando en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos, cursando los estudios de su especialidad y obteniendo además el título de profesor de dibujo. Fueron sus maestros entre otros el escultor valenciano Mariano Benlliure. En 1930, marchó pensionado por la Diputación Provincial de Murcia, a París. A su regreso fija su residencia en Madrid, aunque más tarde volvió a Murcia. Tras la Guerra Civil, fue designado director de la Escuela de Artes y Oficios de Murcia, obteniendo por oposición la cátedra de Composición decorativa (escultura), en 1946, desempeñando dicha dirección hasta 1970. Su vinculación con Orihuela, es consecuencia de su matrimonio con María Lucas Parra, de conocida familia oriolana, y además por la bellísima imagen que esculpió del Cristo yacente realizada en madera policromada para la procesión que hoy se hace el Sábado Santo, y cuya escultura, que terminó a comienzos del mes de Abril de 1942, recibió el premio Salzillo en enero del año siguiente, concedido por la Diputación Provincial de Murcia, y la que mereció al llegar a Orihuela, el precioso poema publicado en la revista Momento de la Semana Santa, de Carlos Fenoll, dedicado «A Juan Bellod, que sabe ver», y conocida por todos.
Pero a lo que aquí se nos refiere, José Seiquer, fue el autor del busto de Gabriel Miró que hoy preside nuestra Glorieta del mismo nombre, escultor del que se ha alabado su enorme mérito como retratista, lo cual es cierto, como lo demuestra el magnífico y sobrio retrato de Gabriel Miró.
Y escribe Francisco Pina en la revista gráfica, Estampa, de Madrid, correspondiente al día 28 de mayo de 1932:
Y El clamor de la Verdad, Cuaderno de Oleza consagrado al poeta Gabriel Miró, del día 2 de octubre de 1932, publicaba la fotografía de la escultura de Gabriel Miró, diciendo al pie de la misma: «Obra magnífica del escultor murciano Seiquer Zanón, premiada en el concurso celebrado por la Comisión encargada del homenaje a Miró. Seiquer Zanón, muchacho inteligentísimo, ha hallado con singular acierto, la señorial expresión del poeta alicantino. El pedestal ha sido hecho por el artista local señor León».
Y por fin tuvo lugar el homenaje a Gabriel Miró, con la inauguración en la Glorieta, de la escultura realizada por José Seiquer. El acto no estuvo exento de complicaciones. Desde las ausencias de los oradores inicialmente previstos para pronunciar el discurso de inauguración, lo que desemboco en que quien lo hiciera fuera Ernesto Giménez Caballero, ya por entonces promotor del fascismo español, con un discurso, que como dice Muñoz Garrigós, fue una deliberada y constante provocación, hasta el anecdotario de lo allí ocurrido, que algunos de los que han escrito sobre ello refieren. Y allí quedó, y allí está, el magnífico busto de Gabriel Miró en la glorieta de su nombre, a cuyo pie figura la expresión: «Oleza, a Gabriel Miró», que como emotiva e ilusionada promoción, propiciaron Ramón Sijé y sus amigos en prueba de su devoción por el gran escritor.
Con este preámbulo, del Libro de Sigüenza, de Gabriel Miró, quizás como reconocimiento oficial del mismo como guía del grupo, en tanto en cuanto es quien hace el descubrimiento de Orihuela, y que sirve como punto de partida a la llamada generación de 1930 y a la propia revista, se iniciaba el número 1, Corpus de 1934, Orihuela, El Gallo Crisis. Libertad y Tiranía, la revista gran proyecto y realidad de Ramón Sijé.
«Se dijo: Y el aire y la roca mantuvieron su voz». |
Se fundó El Gallo Crisis por Jesús Alda Tesán, Juan Bellod Salmerón, Juan Colom, Tomás López Galindo, José María Quílez y Sanz, Buenaventura de Puzol, y Ramón Sijé.
Su director fue Ramón Sijé; y su secretario Juan Bellod Salmerón, y formaron su consejo de redacción, todos los indicados.
Se imprimió en los talleres del diario La Verdad de Murcia, e ilustró sus números Francisco de Díe, autor del famoso Gallo que preside su portada.
«Se editó bajo la advocación del tiempo y de la festividad». |
Se publicaron cuatro entregas: la primera -número 1-, en el Corpus de 1934; la segunda -número 2-, en la festividad de la Virgen de Agosto; la tercera -números 3 y 4-, en San Juan de Otoño del mismo año; y, la cuarta -números 5 y 6- en Santo Tomás de la Primavera, Pascua de Pentecostés del año siguiente.
En la Suma Amarilla, se hizo constar el índice de materias y autores de los seis números publicados de El Gallo Crisis: Antologías, Archivo, Ensayos, Indagaciones, Las verdades como puños, Notas (antojos del gallo), Picotazos, Poesía, Posiciones, Teatro poético, y Viñetas.
Y finaliza la
Suma Amarilla diciendo: «Aquí termina para gloria de Dios esta
empresa»
.
Curiosamente, y como un grito de angustia, su primer número, Corpus de 1934, se cerraba con la frase:
«El Gallo Crisis nada tiene, sino fe». |
El Gallo
Crisis es la gran obra de Ramón Sijé. Su alta
ilusión. Mucho se ha escrito sobre la publicación, y
se ha discutido sobre su verdadera tendencia, ideológica y
filosófica. Yo no voy a entrar aquí en este tema,
pues no es objeto de estas palabras que sólo pretenden
evocar la figura de Ramón Sijé. En todo caso, pienso
que el juicio de las obras de los hombres, debe hacerse desde la
perspectiva de su tiempo, y no con nuestras referencias actuales.
Si así fuera, todo nos parecería fuera de contexto.
Pero claro, del nuestro, en nuestro actual ser y estar. Y dejo para
otros el análisis de la publicación El Gallo
Crisis. Sólo diré que Libertad y
Tiranía, queda espléndidamente reflejados en el
dibujo de Francisco de Díe que preside su portada; como
escribiera Muñoz Garrigós: «un gallo en actitud desafiante y gallarda,
avanzando, proclamando a pico abierto su libertad, con su plumaje
ensangrentado del dolor y el sufrimiento de la
tiranía»
.
En todo caso, me
hago eco de lo que escribe Vicente Ramos, al referirse a El
Gallo Crisis, en su biografía de Miguel
Hernández: «Aquí, justo y
necesario es consignar que la obra de Ramón Sijé es
una formidable, casi genial, respuesta a la angustiosa pregunta de
su tiempo, dada sobre unos supuestos tan profundamente
españoles como oriolanos. Añado que, en su
pensamiento, lo español se oriolaniza, lo oriolano se
españoliza y lo católico se moderniza sin menoscabo
de su raíz cristiana. El sincretismo de Ramón
Sijé apunta horizontes geniales»
.
En el año 1973, y siendo alcalde de Orihuela Pedro Cartagena Bueno, el Excelentísimo Ayuntamiento publicó una edición facsímil de El Gallo Crisis, de la que se imprimieron y numeraron 1.000 ejemplares. Yo poseo el ejemplar número 250. En el año 1975, hubo una segunda edición facsímil igualmente publicada por el Ayuntamiento de Orihuela.
La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas. Ensayo sobre el romanticismo histórico de España (1830-Bécquer), contiene el pensamiento fundamental de la estética sijeniana, constituyendo el más extenso de cuantos escribió, y supone, en el decir de Muñoz Garrigós, la culminación de todo el quehacer crítico de Ramón Sijé, disperso en las paginas de El Gallo Crisis y de otras publicaciones. La circunstancia dramática de haber terminado su redacción poco antes de morir, le confiere un gran valor cómo síntesis del pensamiento del autor en cuanto se refiere a formación intelectual y estimación de determinados autores.
Con este trabajo Ramón Sijé se presentó al Concurso Nacional de Literatura de 1935. No tuvo suerte Ramón Sijé, a pesar del gran esfuerzo desplegado.
Inédito durante muchos años, fue por fin publicado en el año de 1973, por el Instituto de Estudios Alicantinos, con un excelente prólogo de Manuel Martínez Galiano.
Se ha dicho, que este libro quizás le costó la vida a Ramón Sijé. Y ciertamente, tal parece. El enorme esfuerzo físico e intelectual que realizó para concluirlo y con tiempo suficiente para su presentación al certamen, debió dejarlo exhausto. Agotado por el tremendo esfuerzo intelectual, el débil cuerpo de Sijé se fue consumiendo, falleciendo en la Nochebuena del año de 1935, el propio día 24 de diciembre. Mi tío Pepe Calvet aseguró poco después, en el semanario Acción del día 30 de diciembre, que las últimas palabras de Sijé, fueron:
«He resucitado». |
Y así se extinguió la corta vida de quien se murió «como del rayo». Y con sólo 22 años. Aquella gran promesa que no llegó a ser.
El semanario local Acción del día 30 de diciembre de 1935, dedicó sus primeras páginas a Ramón Sijé, con artículos en homenaje póstumo al mismo de José María Quílez, Augusto Pescador, José Calvet, Juan Bellod Salmerón, Jesús Poveda, José María Olmos y Tomás López Galindo.
Miguel
Hernández, queriendo «ser el
hortelano de la tierra que ocupas y estercolas»
, le
dedicó la famosa elegía fechada en 10 de enero de
1936, que incorporó a su poemario El rayo que no
cesa.
En el año 1987, como al principio dije, se publicó, el libro-programa Ramón Sijé: Luces y sombras. Su creador, pidió una evocación de Ramón Sijé, a sus amigos, entonces aún entre nosotros.
Y nos dice, entre otras cosas, Juan Bellod Salmerón, abogado, y antiguo fundador y secretario de El Gallo Crisis:
Y Tomás López Galindo, abogado y decano que fue del Ilustre Colegio de Orihuela, y también fundador de El Gallo Crisis:
Francisco de Díe, quien dibujara el gallo de la portada de la publicación, escribió:
Y el catedrático Jesús Alda Tesán, escribía desde Zaragoza, el día del Pilar de 1987:
Y termino. Deliberadamente sólo he intentado recoger aquí una semblanza de Ramón Sijé, y a través de quienes lo conocieron. Y deliberadamente, poco me he referido a Miguel Hernández. No era mi propósito siquiera esbozar una mínima biografía del gran poeta oriolano, español y universal.
Decir que Miguel Hernández y Ramón Sijé fueron amigos fraternos, que fueron compañeros «del alma», es algo fuera de cuestión, y por encima de todo. Nos queda la inmortal Elegía, con cuya dedicatoria, inicié estas palabras:
(Finalicé de
escribir esta semblanza, como homenaje y recuerdo de Ramón
Sijé, de sus amigos, y de Miguel Hernández, en la
Nochebuena del año de 2008.
A los 73 años de la muerte de José Marín
Gutiérrez, Ramón Sijé)