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Traslado de las nuevas y noticias que dieron sobre el descubrimiento de una ciudad, que llamaron Cíbola, situada en Tierra Nueva1

Año de 1531.

En el Valle de Culiacán dejo S. Md. la mayor parte del ejército, y con solamente setenta y cinco compañeros de a caballo y treinta peones, partió para acá jueves 22 de abril; había de partir el ejército que allá quedó, en fin del mes de mayo; porque tuvo que va, que hasta entonces, en todo el camino, hasta esta provincia de Cíbola, que hay trecientas y cincuenta leguas largas, no hallarían ninguna, manera de mantenimiento; y a esta causa, no osó meter todo el ejército en el camino; y para la gente que sacó, mandó hacer matalotaje para ochenta días, lo cual se trazó en caballos cada uno para sí y su gente, con muy gran peligro de padescer de hambre y no menos trabajo; que como venían abriendo y descobriendo, cada día, camino, los arcabucos y ríos, y malos pasos, se llevaban en parte, y en todo el camino hasta esta provincia no se hubo sólo un celemín de maíz. Llegó a esta provincia miércoles 7 deste mes de julio pasado con toda la gente que sacó del Valle, muy bueno, loores a Nuestro Señor, excepto un español que murió de hambre cuatro jornadas de aquí, y algunos negros e indios que también murieron de hambre y de sed; el español era de los de pie, y llamábase Espinosa; por manera que tardó S. Md. en el camino, hasta llegar aquí, setenta y siete días, en los cuales sabe Dios cuán por taza vivimos; y si comiéramos mucho más de lo que comíamos el día que llegó S. Md. a esta ciudad de Granada, que así le ha puesto por nombre en memoria del Virrey; y porque dicen que parece al Albaicín, no fue recibido como lo hubiera menester, la gente que traía, porque todos venían muy fatigados del gran trabajo del camino; luego, y de cargar y descargar como unos arrieros, y de no comer tanto como quisieran -que traían más necesidad de descansar algunos días, y no de pelear, aunque no había en todo el campo, hombre, que para todo no trajese buenas ganas, si los caballos les ayudaran; que traían la misma necesidad que los amos.

Estaba la ciudad despoblada de hombres de sesenta años arriba y de veinte abajo, y de mujeres y niños; todo lo que había, era, hombres de guerra que quedaron para defender la ciudad, y muchos salieron della, obra de un tiro de ballesta, haciendo grandes fieros; y el General mismo se adelantó con dos religiosos, y el Maestre de Campo, a requerirlos, como se usa en tierras nuevas; y la respuesta que le daban, era muchas flechas, que soltaban; y hirieron a Hernando Bermejo su caballo; y al padre fray Luis, compañero que era del señor obispo de México, le cogieron las faldas de los hábitos con una flecha; y como esto visto, tomando por abogado al señor Santiago, arremetió a ellos con toda su gente, que la tenía muy bien ordenada; y aunque los indios volvieron las espaldas y se pensaban acoger a la ciudad, que estaban cerca della, antes que llegasen, fueron alcanzados y muertos muchos dellos; y ellos mataron tras caballos, y hirieron siete o ocho.

Llegado el General, mi Señor, a la ciudad, vio que toda era cercada de piedra a cas muro, y las casas muy altas, de cuatro y cinco y aun de seis altos cada una, con sus azoteas y corredores; y como los indios se hicieron fuertes en ella, y no dejasen llegar a la cerca a hombre que no flechasen, y no tuviésemos que comer si no se lo tomábamos, acordó S. Md. dentrar la ciudad a pie y cercarla de gente de a caballo, porque no se fuese indio de los que dentro estaban; y como entre todos ira señalado con sus armas doradas y un plumaje en la armadura de cabeza, todos los indios tiraban a él, como a hombre señalado entre todos; y de las azoteas, a piedra perdida, lo derribaron en el suelo dos veces, y le abollaron la armadura de la cabeza, que a no ser tan buena, dudo que saliera vivo de donde entró; y con todo esto, pongo a Nuestro Señor, que salió por sus pies, diéronle en la cabeza y hombros y piernas muchos golpes de piedra, y en el rostro sacó dos heridas pequeñas, y en el pie derecho un flechazo; de todo esta S. Md. tan sano y bueno como el día que desa ciudad salió, y así lo puede V. M. certificar a Mi Señor; y que a XIX del mes de julio pasado, fue cuatro leguas de este, ciudad a ver un peñol, donde le dijeron que los indios desta provincia se hacían fuertes; y volvió el mismo día, que anduvo en ida y venida ocho leguas; pareciome dar a V. M. cuenta de todo, porque es justo que yo sea el autor con V. M. y Mi Señoría de todo lo que pasare en la salud, el General Mi Señor; y sin ninguna sospecha puede hacer creer, que está tan bueno y sano como el día que de la ciudad partió, y aposentado dentro de la ciudad; porque como los indios vieron la determinación de S. Md. en quererles entrar la ciudad, luego la desmampararon, con que les dejaron ir con las vidas, hallamos en ella lo que más que oro ni plata habíamos menester, que es mucho maíz, y frísoles, y gallinas, mayores que las desta Nueva España, y sal, la mejor y más blanca que he visto en toda mi vida.