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El Romancero viejo
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     El Romancero viejo
    
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Tiempo es, el caballero...


-Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga  5
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas a otras,
no hacen sino reír;  10
vergüenza he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
-Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,  15
mi madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
-¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!  20
-No os maldigáis vos, señora,
no os queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,  25
señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora, para os servir.






Romance de don Galván


Bien se pensaba la reina
que buena hija tenía.
que del conde don Galván
tres veces parido había,
que no lo sabía ninguno  5
de los que en la corte había,
si no fuese una doncella
que en su cámara dormía,
por un enojo que hubiera
a la reina lo decía.  10
La reina se la llamaba
y en su cámara la metía,
y estando en este cuidado
de palabras la castiga:
-Ay, hija, si virgen estáis,  15
reina seréis de Castilla;
hija, si virgen no estáis,
de mal fuego seáis ardida.
-Madre, tan virgen estoy
como el día que fui nacida;  20
por Dios os ruego, mi madre,
que no me dedes marido,
doliente soy de mi cuerpo,
que no soy para servirlo.
Subiérase la infanta  25
a lo alto de una torre;
si bien labraba la seda,
mejor labraba el oro;
vido venir a Galván
telas de su corazón.  30
Ellas en aquesto estando
el parto que la tomó.
-¡ay por Dios! ¡ay mi señor!
Alleguéisos a esa torre.
Recogedme ese mochacho  35
en cabo de vuestro manto.
Dedésmelo a criar
a la madre que os parió.






Parida estaba la infanta...


Parida estaba la infanta,
la infanta parida estaba;
para cumplir con el rey
decía que estaba mala.
Envió a llamar al conde  5
que viniese a la su sala;
el conde siendo llamado
no tardó la su llegada.
-¿Qué me queredes, mi vida?
¿Qué me queredes, mi alma?  10
-Que toméis esta criatura
y la deis a criar a un ama.
Ya la tomaba el buen conde
en los cantos de su capa,
mas de la sala saliendo  15
con el buen rey encontrara.
-¿Qué lleváis, el buen conde,
en cantos de vuestra capa?
-Unas almendras, señor,
que son para una preñada.  20
-Dédesme de ellas, el conde,
para mi hija la infanta.
-Perdónedes vos, el rey,
porque las traigo contadas.
Ellos en aquesto estando,  25
la criatura lloraba.
-Traidor me sois vos, el conde,
traidor me sois en mi casa.
-Yo no soy traidor, el rey,
ni en mi linaje se halla:  30
hermanos y primos tengo
los mejores de Granada.
Revolvió el manto al brazo
y arrancó de la su espada,
el conde, por la criatura,  35
retiróse por la sala.
El rey decía: -¡Prendedlo!;
mas nadie prenderlo osaba.
La infanta, que luego oyera
rencilla tan grande e brava,  40
a una de las damas suyas
lo que era preguntaba.
-Es que el rey, señora, al conde
de traidor lo difamaba
porque en la su falda un niño  45
del palacio lo sacaba,
creyendo que a vos, señora,
el conde vos deshonrara.
Sale la infanta de prisa
adonde su padre estaba,  50
y la espada de la mano
de presto se la quitara,
diciendo: -Oídme, señor,
una cosa que os contara.
El rey, que la quería bien,  55
que dijese le mandaba.
-Mía es la criatura
que el conde, señor, llevaba,
y el conde es mi marido,
yo por tal lo publicaba.  60
El rey, que aquello oyera,
triste y espantado estaba:
por un cabo quería vengarse,
y por otro non osaba;
al fin al mejor consejo  65
como cuerdo se allegaba:
con voz alta y amorosa
dijo que les perdonaba.
Mándales tomar las manos
a un cardenal que allí estaba,  70
y hacer bodas suntuosas
de que todo el mundo holgaba,
y así el pesar pasado
con gran gozo se tornaba.






Romance de la infanta de Francia


De Francia partió la niña,
de Francia la bien guarnida,
íbase para París,
do padre y madre tenía.
Errado lleva el camino,  5
errada lleva la guía,
arrimárase a un roble
por esperar compañía.
Vio venir un caballero
que a París lleva la guía.  10
La niña, desque lo vido,
de esta suerte le decía:
-Si te place, caballero,
llévesme en tu compañía.
-Pláceme, dijo, señora,  15
pláceme, dijo, mi vida.
Apeóse del caballo
por hacerle cortesía;
puso la niña en las ancas
y subiérase en la silla.  20
En el medio del camino
de amores la requería.
La niña, desque lo oyera,
díjole con osadía:
-Tate, tate, caballero,  25
no hagáis tal villanía,
hija soy de un malato
y de una malatía,
el hombre que a mí llegase
malato se tornaría.  30
El caballero, con temor,
palabra no respondía.
A la entrada de París
la niña se sonreía.
-¿De qué vos reís, señora?  35
¿De qué vos reís, mi vida?
-Ríome del caballero
y de su gran cobardía:
¡Tener la niña en el campo
y catarle cortesía!  40
Caballero, con vergüenza,
estas palabras decía:
-Vuelta, vuelta, mi señora,
que una cosa se me olvida.
La niña, como discreta,  45
dijo: -Yo no volvería,
ni persona, aunque volviese,
en mi cuerpo tocaría:
hija soy del rey de Francia
y de la reina Constantina,  50
el hombre que a mí llegase
muy caro le costaría.






Romance de la infantina


A cazar va el caballero,
a cazar como solía,
los perros lleva cansados,
el halcón perdido había;
arrimárase a un roble,  5
alto es a maravilla,
en una rama más alta,
vido estar una infantina,
cabellos de su cabeza
todo el roble cubrían.  10
-Note espantes, caballero,
ni tengas tamaña grima.
Fija soy yo del buen rey
y de la reina de Castilla,
siete fadas me fadaron  15
en brazos de una ama mía,
que andase los siete años
sola en esta montiña.
Hoy se cumplían los siete años,
o mañana en aquel día;  20
por Dios te ruego, caballero,
llévesme en tu compañía,
si quisieres, por mujer,
si no, sea por amiga.
-Esperáisme vos, señora,  25
hasta mañana, aquel día,
iré yo tomar consejo
de una madre que tenía.
La niña le respondiera
y estas palabras decía:  30
-¡Oh, mal haya el caballero
que sola deja la niña!
Él se va a tomar consejo,
y ella queda en la montiña.
Aconsejóle su madre  35
que la tomase por amiga.
Cuando volvió el caballero
no la hallara en la montiña:
vídola que la llevaban
con muy gran caballería.  40
El caballero, desque la vido,
en el suelo se caía;
desque en sí hubo tornado,
estas palabras decía:
-Caballero que tal pierde,  45
muy grande pena merecía:
yo mismo seré el alcalde,
yo me seré la justicia:
que me corten pies y manos
y me arrastren por la villa.  50






Romance del conde Arnaldos


¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano  5
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de un cendal,  10
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo  15
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
las hace a el mástil posar.
-Galera, la mi galera,
Dios te me gaurde de mal,  20
de los peligros del mundo
sobre aguas de la mar,
de los llanos de Almería
del estrecho de Gibraltar,
y del golfo de Venecia,  25
y de ñps bancos de Flandes,
y del golfo de León,
donde suelen peligrar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:  30
-Por Dios te ruego, marinero,
dígaisme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo esta canción  35
sino a quien conmigo va.






Bodas se hacían en Francia...


Bodas se hacían en Francia,
allá dentro de París
¡Cuán bien que guía la danza
esta doña Beatriz!
¡Cuán bien que se la miraba  5
el buen conde don Martín!
-¿Qué miráis aquí, buen conde?
conde, ¿qué miráis aquí?
Decid si miráis la danza
o si me miráis a mí.  10
-Que no miro yo a la danza,
porque muchas danzas vi,
miro yo vuestra lindeza
que me hace penar a mí.
-Si bien os parezco, conde,  15
conde, saquéisme de aquí,
que un marido me dan viejo
y no puede ir tras de mí.






Romance de blanca niña


-Blanca sois, señora mía,
más que el rayo del sol,
¿si la dormiré esta noche
desarmado y sin pavor?
Que siete años había, siete,  5
que no me desarmo, no;
más negras tengo mis carnes
que un tiznado carbón.
-Dormidla, señor, dormidla,
desarmado sin temor,  10
que el conde es ido a la caza
a los montes de León.
-Rabia le mate los perros
y águilas el su halcón,
y del monte hasta casa  15
a él arrastre el morón.
Ellos en aquesto estando
su marido que llegó:
-¿Qué hacéis, la blanca niña,
hija de padre traidor?  20
-Señor, peino mis cabellos,
péinolos con gran dolor,
que me dejáis a mí sola
y a los montes os vais vos.
-Esas palabras, la niña,  25
no era sino traición:
¿Cúyo es aquel caballo
que allá bajo relinchó?
-Señor, era de mi padre,
y enviolo para vos.  30
-¿Cúyas son aquellas armas
que están en el corredor?
-Señor, eran de mi hermano,
y hoy vos las envió.
-¿Cúya es aquella lanza,  35
desde aquí la veo yo?
-Tomadla, conde, tomadla,
matadme con ella vos,
que aquesta muerte, buen conde,
bien os la merezco yo.  40






Romance de Landarico


Para ir el rey a caza
de mañana ha madrugado;
entró donde está la reina
sin la haber avisado,
por holgarse iba con ella,  5
que no iba sobre pensado.
Hallóla lavando el rostro,
que ya se había levantado,
mirándose está a un espejo,
el cabello destrenzado.  10
El rey con una varilla
por detrás la había picado;
la reina que lo sintiera
pensó que era su querido:
-Está quedo, Landarico  15
le dijo muy requebrado.
El buen rey cuando lo oyera
malamente se ha turbado;
la reina volvió el rostro,
la sangre se ha cuajado.  20
Salido se ha el rey,
que palabra no ha fablado,
a su caza se ha ido,
aunque en ál tiene cuidado.
La reina a Landarico  25
dijo lo que ha pasado:
-Mira lo que hacer conviene,
que hoy es nuestro fin llegado.
Landarido que esto oyera
mucho se [ha] acuitado.  30
-¡En mal punto y en mal hora
mis ojos te han mirado!
¡Nunca yo te conociera
pues tan cara me has costado!
que ni a ti hallo remedio,  35
ni para mí le he hallado.
Allí hablara la reina
desque lo vio tan penado:
-Calla, calla, Landarico,
calla, hombre apocado;  40
déjame tú hacer a mí
que yo lo habré remediado.
Llama a un criado suyo,
hombre de muy bajo estado,
que mate al rey, le dice,  45
en habiéndose apeado,
que sería a boca de noche
cuando hubiese tornado.
Hácele grandes promesas
y ellos lo han aceptado.  50
En volviendo el rey decía
de aquello muy descuidado;
al punto que se apeaba
de estocadas le han dado.
-¡Traición! -dice el buen rey,  55
y luego ha expirado.
Luego los traidores mismos
muy grandes voces han dado:
criados de su sobrino
que habían al rey matado.  60
La reina hizo gran duelo
y muy gran llanto ha tomado,
aunque en su corazón dentro
otra cosa le ha quedado.






Yo me adamé una amiga...


Yo me adamé una amiga
dentro de mi corazón,
Catalina había por nombre,
no la puedo olvidar, no.
Rogóme que la llevase  5
a las tierras de Aragón.
-Catalina, sois muchacha,
no podréis caminar, no.
-Tanto andaré, el caballero,
tanto andaré como vos;  10
si lo dejáis por dineros,
llevaré para los dos:
ducados para Castilla,
florines para Aragón.
Ellos en aquesto estando,  15
la justicia que llegó.






Romance de la gentil dama y el rústico pastor


Estase la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,  5
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:  10
-Ven acá, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es del mediodía,
que ya es hora de comer,
si querrás tomar posada  15
todo es a tu placer.
-Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer y hijos,
y casa de mantener,  20
y mi ganado en la sierra,
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
-Vete con Dios, pastorcillo,  25
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadica en la cintura,
blanca soy como el papel,  30
la color tengo mezclada
como rosa en el rosel,
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver,
las teticas agudicas,  35
que el brial quieren romper,
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
-Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.  40






Las señas del esposo


-Caballero de lejas tierras,
llegáos acá y paréis,
hinquedes la lanza en tierra,
vuestro caballo arrendéis.
Preguntaros he por nuevas  5
si mi esposo conocéis.
-Vuestro marido, señora,
decid ¿de qué señas es?
-Mi marido es mozo y blanco,
gentil hombre y bien cortés,  10
muy gran jugador de tablas
y también del ajedrez,
En el pomo de su espada
armas trae de un marqués,
y un ropón de brocado  15
y de carmesí al envés;
cabe el fierro de la lanza
trae un pendón portugués,
que ganó en unas justas
a un valiente francés.  20
-Por esas señas, señora,
tu marido muerto es;
En Valencia le mataron,
en casa de un ginovés,
sobre el juego de las tablas  25
lo matara un milanés.
Muchas damas lo lloraban,
caballeros con arnés,
sobre todo lo lloraba
la hija del ginovés;  30
todos dicen a una voz
que su enamorada es;
si habéis de tomar amores,
por otro a mí no dejéis.
-No me lo mandéis, señor,  35
señor, no me lo mandéis,
que antes que eso hiciese,
señor, monja me veréis.
-No os metáis monja, señora,
pues que hacerlo no podéis,  40
que vuestro marido amado
delante de vos lo tenéis.






Romance del cautivo


Mi padre era de Ronda
y mi madre de Antequera;
cautiváronme los moros
entre la paz y la guerra,
y lleváronme a vender  5
a Vélez de la Gomera.
Siete días con sus noches
anduve en el almoneda,
no hubo moro ni mora
que por mí una blanca diera,  10
sino fuera un perro moro
que cien doblas ofreciera,
y llevárame a su casa,
echárame una cadena.
Dábame la vida mala,  15
dábame la vida negra:
de día majaba esparto,
de noche molía cibera,
echóme un freno a la boca
porque no comiese della,  20
Pero plugo a Dios del cielo
que tenía el ama buena;
cuando el moro se iba a caza
quitábame la cadena;
echábame en su regazo,  25
mis regalos me hiciera,
espulgábame y limpiaba
mejor que yo mereciera;
por un placer que le hice
otro muy mayor me hiciera:  30
diérame casi cien doblones
en libertad me pusiera,
por temor que el moro perro
quizá la muerte nos diera.
Así plugo a Dios del cielo  35
de quien mercedes se espera
que me ha vuelto a vuestros brazos
como de primero era.






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