El Romancero viejo
Anónimo
[Nota preliminar: Edición digital a partir de la de Romancero general..., edición de Agustín Durán, Madrid, Atlas, 1945, (Biblioteca de Autores Españoles; 1 y 16) y cotejada con las ediciones críticas de Mercedes Díaz Roig (Madrid, Cátedra, 1995) y Mª Cruz García de Enterría (Madrid, Castalia, 1987).]
Moricos, los mis moricos,
los que ganáis mi soldada,
derribédesme
a Baeza,
esa villa torreada,
y a los viejos y los niños
5
la traed en cabalgada
y a los moros y varones
los
meted todos a espada,
y a ese viejo Pero Díaz
prendédmelo por la barba,
10
y a aquesa linda
Leonor
será la mi enamorada.
Id vos, capitán
Vanegas
porque venga más honrada,
que s vos
sois mandadero,
15
será cierta la jornada.
que me diste la palabra
que me darías a Jaén
en una noche ganada.
Reduán, si tú lo
cumples,
5
daréte paga doblada,
y si tú
no lo cumplieres,
desterrarte he de Granada;
echarte
he en una frontera,
do no goces de tu dama.
10
Reduán
le respondía
sin demudarse la cara:
-Si lo dije,
no me acuerdo,
mas cumpliré mi palabra.
Reduán
pide mil hombres,
15
el rey cinco mil le daba.
Por esa
puerta de Elvira
sale muy gran cabalgada.
¡Cuánto
del hidalgo moro!
¡Cuánta de la yegua baya!
20
¡Cuánta de la lanza en puño!
¡Cuánta
de la adarga blanca!
¡Cuánta de marlota verde!
¡Cuánta aljuba de escarlata!
¡Cuánta
pluma y gentileza!
25
¡Cuánto capellar de grana!
¡Cuánto bayo borceguí!
¡Cuánto
lazo que le esmalta!
¡Cuánta de la espuela de oro!
¡Cuánta estribera de plata!
30
Toda es gente
valerosa
y experta para batalla:
en medio de todos
ellos
va el rey Chico de Granada.
Míranlo las
damas moras
35
de las torres del Alhambra.
La reina
mora, su madre,
de esta manera le habla:
-Alá
te guarde, mi hijo,
Mahoma vaya en tu guarda,
40
y te
vuelva de Jaén
libre, sano y con ventaja,
y
te dé paz con tu tío,
señor de Guadix
y Baza.
ese día señalado,
se salían de Jaén
cuatrocientos hijosdalgo.
Las señas que ellos
llevaban
5
es pendón, rabo de gallo;
por capitán
se lo llevan
al obispo don Gonzalo,
armado de todas
armas,
encima de un buen caballo;
10
íbase para
la Guarda,
ese castillo nombrado.
Sáleselo a
recibir
don Rodrigo, ese hijodalgo.
-Por Dios os ruego,
el Obispo,
15
que no pasedes el vado,
porque los moros
son muchos
que a la Guarda habían llegado:
muerto
me han tres caballeros,
de que mucho me ha pesado.
20
El uno era mi primo,
y el otro era mi hermano,
y
el otro era un paje mío,
que en mi casa se ha criado.
Demos la vuelta, señores,
25
demos la vuelta
a enterrarlos;
haremos a Dios servicio
y honraremos
los cristianos.
Ellos estando en aquesto,
llegó
don Diego de Haro:
30
-Adelante, caballeros,
que me
llevan el ganado;
si de algún villano fuera
ya lo hubiérades quitado,
empero, alguno está
aquí
35
a quien place de mi daño.
No cumple
decir quién es,
que es el del roquete blanco.
El obispo, que lo oyera,
dio de espuelas al caballo.
40
El caballo era ligero
y saltado había un vallado,
mas al salir de una cuesta,
a la asomada de un llano,
vido mucha adarga blanca,
45
mucho albornoz colorado
y muchos hierros de lanzas
que relucen en el campo.
Metido se había por ellos
como león denodado;
50
de tres batallas de moros
las dos ha desbaratado,
mediante la buena ayuda
que en los suyos ha hallado;
aunque algunos de ellos mueren,
55
eterna fama han ganado.
Todos pasan adelante,
ninguno atrás se ha quedado;
siguiendo a su capitán,
el cobarde es esforzado.
60
Honra los cristianos ganan,
los moros pierden el
campo:
diez moros pierden la vida
por la muerte de
un cristiano;
si alguno de ellos escapa,
65
es por uña
de caballo.
Por su mucha valentía
toda la presa
han cobrado.
Así, con esta victoria
como señores
del campo,
70
se vuelven para Jaén
con la honra
que han ganado.
mal consejo habéis tomado
en correr a Setenil,
hecho se había voluntario!
¡Harto hace el caballero
5
que guarda lo encomendado!
Pensaste correr seguro
y celada os han armado.
Hernandarias Sayavedra,
vuestro padre os ha vengado,
10
ca cuerda correr a Ronda
y a los suyos va hablando:
-El mi hijo Hernandarias
muy mala cuenta me ha dado;
encomendéle a Cañete,
15
él muerto fuera en el campo.
Nunca quiso mi
consejo,
siempre fue mozo liviano,
que por alancear
un moro
perdiera cualquier estado.
20
Siempre esperé
su muerte
en verle tan voluntario,
mas hoy los moros
de Ronda
conocerán que le amo.
A Gonzalo de
Aguilar
25
en celada le han dejado.
Viniendo a vista
de Ronda,
los moros salen al campo.
Hernandarias dio
una vuelta
con ardid muy concertado,
30
y Gonzalo de
Aguilar
sale a ellos denodado,
blandeando la su lanza
iba diciendo: -¡Santiago,
a ellos, que no son nada,
35
hoy venguemos a Fernando!
Murió allí
Juan Delgadillo
con hartos buenos cristianos;
mas por
las puertas de Ronda
los moros iban entrando,
40
venticinco
traía presos,
trescientos moros mataron,
mas
el viejo Hernandarias
no se tuvo por vengado.
tres horas antes del día,
con cartas en la su
mano
en que socorro pedía.
Escritas iban con
sangre,
5
mas no por falta de tinta.
El moro que las
llevaba
ciento y veinte años había;
la
barba llevaba blanca
la calva le relucía;
10
toca llevaba tocada,
muy grande precio valía,
la mora que la labrara
por su amiga la tenía.
Alhamar en su cabeza
15
con borlas de seda fina.
Caballero en una yegua,
que caballo no quería.
Sólo con un pajecico
que le tenga en compañía,
20
no por falta de escuderos,
que en su casa hartos
había.
Siete celadas le ponen
de mucha caballería,
mas la llegua era ligera,
25
de entre todos se salía.
Por los campos de Archidona
a grandes voces se decía:
-¡Oh, gran rey, si tú supieses
mi triste mensajería,
30
mesarías tus cabellos
y la tu barba vellida!
El rey que venir lo vido
a recibir lo salía
con trescientos de a caballo,
35
la flor de la morería.
Bien seas venido, el moro,
buena sea tu venida.
-Alá te mantenga, rey,
con toda tu compañía.
40
-Dime, ¿qué nuevas me traes
de Antequera esa
mi villa?
-Yo te las diré, buen rey,
si tú
me otorgas la vida.
-La vida te es otorgada,
45
si traición
en ti no había.
-¡Nunca Alá lo permitiese
hacer tan gran villanía!
Mas sepa tu real alteza
Lo que ya saber debía,
50
que esa villa de Antequera
en gran aprieto de veía;
que el infante don
Fernando
cercada te la tenía.
sin cesar noche
ni día;
55
Manjar que tus moros comen:
cueros
de vaca cocida.
Buen rey, si no la socorres
muy presto
se perdería-
El rey, cuando aquesto oyera,
60
de pesar se amortecía;
Haciendo gran sentimiento
muchas lágrimas vertía;
Rasgaba sus vestiduras,
con gran dolor que sentía;
65
Ninguno le consolaba,
porque no lo permitía.
Mas después, en
sí tornando,
a grandes voces decía:
-Tóquense
mis añafiles,
70
trompetas de plata fina;
júntense
mis caballeros
cuantos en mi reino había,
vayan
con mis dos hermanos
A Archidona, esa mi villa,
75
en
socorro de Antequera,
llave de mi señoría.
Y así con este mandado
se juntó gran
morería:
ochenta mil peones fueron
80
el socorro
que venía,
cinco mil de a caballo,
los mejores
que tenía.
Así en la Boca del Asno
este
real sentado había
85
A vista del Infante,
el
cual ya se apercibía
confiando en la victoria
que de ellos Dios les daría,
sus gentes bien
ordenadas:
90
de San Juan era aquel día,
cuando
se dio la batalla,
fue la villa combatida
con lombardas
y pertrechos,
y con una gran bastida,
95
con que le
ganan las torres
de donde era defendida.
Después
dieron el castillo
los moros a pleitesía,
que
libres con sus haciendas
100
el infante los ponía
En la villa de Archidona,
lo cual todo se cumplía;
Y así se ganó Antequera
a loor de Santa
María.
105
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la Vega de Granada.
Revolviendo sus caballos
5
y jugando de las lanzas,
ricos pendones en ellas
broslados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas
tejidas
de oro y grana.
10
El moro que amores tiene
señales
de ello mostraba,
y el que no tenía amores
allí
no escaramuzaba.
Las damas moras los miran
15
de las
torres del Alhambra,
también se los mira el rey
de dentro de la Alcazaba.
Dando voces vino un moro
con la cara ensangrentada:
20
-Con tu licencia, el rey,
te daré una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos,
25
yo soy quien mejor librara;
siete lanzadas yo traigo,
el cuerpo todo me pasan;
los que conmigo escaparon
en Archidona quedaban.
30
Con la tal nueva el rey
la cara se le demudaba;
manda juntar sus trompetas
que toquen todas el arma,
manda juntar a los suyos,
35
hace muy gran cabalgada,
y a las puertas de Alcalá,
que la real se llamaba,
los cristianos y los moros
una escaramuza traban.
40
Los cristianos eran muchos,
mas llevaban orden mala;
los moros, que son de guerra,
dádoles han mala carga,
de ellos matan, de ellos
prenden,
45
de ellos toman en celada.
Con la victoria,
los moros
van la vuelta de Granada;
a grandes voces
decían:
-¡La victoria ya es cobrada!
50
peones de Colomera,
entrado habían en acuerdo,
en su consejada negra,
a los campos de Alcalá
5
donde irían a hacer presa.
Allá la van
a hacer,
a esos molinos de Huelva.
Derrocaban los molinos,
derramaban la cibera,
10
prendían lo molineros,
cuantos hay en la ribera.
Ahí les hablara un
viejo
que era discreto en la guerra:
-Para tanto caballero
15
chica cabalgada es esta;
soltemos un prisionero
que a Alcalá lleve la nueva;
démosle tales
heridas,
que en llegando luego muera;
20
cortémosle
el brazo derecho,
porque no nos haga guerra.
Por soltar
un molinero
un mancebo les saliera
que era nacido y
criado
25
en Jerez de la Frontera,
que corre más
que un gamo
y salta más que una cierva.
Por
los campos de Alcalá
va gritando: -¡fuera, fuera!
30
caballeros de Alcalá
no os alabaréis
de aquesta,
que por una que hicisteis
y tan caro como
cuesta,
que los moros de Moclín
35
corrido os
han la ribera,
robado os han vuestro campo,
y llevado
os han gran presa.
Oídolo ha don Pedro,
por
su desventura negra;
40
cabalgara en su caballo,
que
le dicen Boca-negra.
Al salir de la ciudad
Encontró
con Sayavedra:
-No vayades allá, hijo,
45
si mi
maldición os venga,
que si hoy fuere la suya,
mañana será la vuestra.
moro de la morería,
el día que tú
naciste
grandes señales había!
Estaba
la mar en calma,
5
la luna estaba crecida:
moro que
en tal signo nace:
no debe decir mentira.
Allí
respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
10
-Yo te la diré, señor,
aunque me cueste
la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana
cautiva;
siendo yo niño y muchacho
15
mi madre
me lo decía:
que mentira no dijese,
que era
grande villanía;
por tanto pregunta, rey,
que
la verdad te diría.
20
-Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son
aquéllos?
¡Altos son y relucían!
-El
Alhambra era, señor,
25
y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El
moro que los labraba
cien doblas ganaba al día,
30
y el día que no los labra,
otras tantas se
perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par
no tenía.
El otro Torres Bermejas,
35
castillo
de gran valía.
Allí habló el rey
don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si
tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
40
darete en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
45
muy grande bien
me quería.
tú que estás a par del río,
cercote
el adelantado
una mañana en domingo,
con peones
y hombres de armas
5
hecho la había un portillo.
Viérades moros y moras
que iban huyendo al castillo;
las moras llevaban ropa,
los moros, harina y trigo.
10
Por encima del adarve
su pendón llevan tendido.
Allá detras de una almena
quedádose ha
un morillo
con una ballesta armada
15
y en ella puesta
un cuadrillo.
Y en altas voces decía
que la
gente lo ha oído:
-¡Treguas, tregua, adelantado,
que tuyo se da el castillo!
20
Alzó la visera
arriba,
para ver quié lo había dicho,
apuntáralo a la frente,
salídole ha el
colodrillo.
Tómale Pablo de rienda,
25
de la
mano Jacobico,
que eran dos esclavos suyos
que había
criado de chicos.
Llévanle a los maestros,
por
ver si le dan guarido.
30
A las primeras palabras
por
testamento les dijo
que él a dios se encomendaba
y el alma se le ha salido.
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
5
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que
tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
10
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos
de esta tierra
15
no los podrás comportar.
Pan
tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
20
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete
caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y
juramento tienen hecho
25
antes morir que se dar.
nuevas me querais dar
de aquese conde de Niebla,
don
Enrique de Guzmán,
que hace guerra a los moros,
5
y ha cercado a Gibraltar.
Hoy veo jergas en mi corte,
ayer vi fiestas asaz;
Si algún grande ha fallecido,
de Castilla y de mi sangre,
10
o don Álvaro de
Luna,
el maestre y condestable.
-Ningún grande
ha fallecido
ni hombre de vuestra sangre,
ni don Álvaro
de Luna,
15
el maestre y condestable.
mas es muerto
un caballero,
que era su valor muy grande
que veredes
a los moros
en cuán poco vos ternán,
20
Por ayudar a los suyos
podiéndose bien salvar,
por oír sólo su nombre,
por se oír
sólo llamar.
Tornó en un batel pequeño
25
a la braveza del mar.
Don Enrique es, Rey, aqueste,
don Enrique de Guzmán:
dejad, señor,
los brocados,
no querades más solaz.
30
El rey
oyendo tal nueva
hubo en extremo pesar,
porque tan
buen caballero
no se quisiera salvar;
e mandó
traer su hijo,
35
aquel que quedado le ha,
y de Medina
Sidonia
duque le fue a titular.
el de la barba vellida,
el rey os manda prender
porque
Alhama era perdida.
-Si el rey me manda prender
5
porque
Alhama se perdía,
el rey lo puede hacer,
mas
yo nada le debía,
porque yo era ido a Ronda
a bodas de una mi prima;
10
yo dejé cobro en Alhama
el mejor que yo podía.
Si el rey perdió
su ciudad,
yo perdí cuanto tenía:
perdí
mi mujer y hijos,
15
las cosas que más quería.
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarambla
-¡Ay de mi Alhama!
5
Cartas
le fueron venidas
que Alhama era ganada.
Las cartas
echó en el fuego,
y al mensajero matara.
-¡Ay
de mi Alhama!
10
Descabalga de una mula
y en un caballo
cabalga,
por el Zacatín arriba
subido se había
al Alhambra.
-¡Ay de mi Alhama!
15
Como en el Alhambra
estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
-¡Ay de mi Alhama!
20
Y que las cajas de guerra
apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
-¡Ay de mi Alhama!
25
Los moros, que el son oyeron,
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos
juntado se ha gran batalla.
-¡Ay de mi Alhama!
30
Allí habló un moro viejo,
de esta manera
hablara:
-¿Para qué nos llamas, rey?
¿Para qué
es esta llamada?
-¡Ay de mi Alhama!
35
-Habéis
de saber, amigos,
una nueva desdichada:
que cristianos
de braveza
ya nos han ganado Alhama.
-¡Ay de mi Alhama!
40
Allí habló un alfaquí,
de barba
crecida y cana:
-Bien se te emplea, buen rey,
buen
rey, bien se te empleara
-¡Ay de mi Alhama!
45
-Mataste
los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste
los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
-¡Ay
de mi Alhama!
50
Por eso mereces, rey,
una pena muy
doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí
se pierda Granada.
-¡Ay de mi Alhama!
55
el Maestre de Calatrava!
¡Qué bien que corre los
moros
por la vega de Granada,
dende la puerta de Quiros
5
hasta la Sierra Nevada!
Trecientos comendadores,
todos de cruz colorada
dende la puerta de Quiros
les va arrojando la lanza.
10
Las puertas eran de pino,
de banda a banda les pasa:
tres moricos dejó
muertos
de los buenos de Granada,
que el uno ha nombre
Alanese,
15
el otro agameser se llama,
el otro ha nombre
Gonzalo,
hijo de la renegada.
Sabido lo ha Albayaldos
en un paso que guardaba
20
que Aliatar se llamaba,
primo hermano de Albayaldos,
al que el Maestre matara,
caballero en un caballo
5
que de diez años pasaba,
tres cristianos se le
curan,
el mismo le da cebada;
una lanza con dos fierros
que treinta palmos pasaba,
10
hízola aposta el
moro
para bien señorearla;
una adarga ante sus
pechos
toda nueva y cotellada;
una toca en su cabeza
15
que nueve vueltas le daba,
los cabos eran de oro,
de oro, de seda y de grana;
lleva el brazo arremangado,
so la mano alheñada.
20
Tan sañudo iba
el moro,
que bien demuestra su saña,
que mientras
pasa la puente,
nunca al Darro le miraba.
Rogando iba
a Mahoma,
25
a Mahoma suplicaba,
que le muestre algún
cristiano
en que ensangriente su lanza.
Camino va de
Antequera,
parecía que volaba,
30
solo va, sin
compañía,
con una furiosa saña.
Antes que llegue a Antequera,
vido una seña cristiana,
vuelve riendas al caballo
35
y para ella le guiaba,
la lanza iba blandiendo,
parecía que la quebraba.
Saliósele a recibir
el Maestre de Calatrava,
40
caballero en una yegua,
que ese día la ganara,
con esfuerzo y valentía
a ese alcaide del Alhama;
de todas armas armado,
45
hermoso se divisaba,
una
veleta traía
en una lanza acerada.
Arremete
el uno al otro,
el moro gran grito daba,
50
diciendo:
-¡Perro cristiano,
yo te prenderé la barba!
El Maestre entre sí mismo
a Cristo se encomendaba.
Ya andaba cansado el moro,
55
su caballo ya aflojaban;
el Maestre, que es valiente,
muy gran esfuerzo tomaba.
acometió recio al moro,
la cabeza le cortara.
60
El caballo, que era bueno,
al rey se lo presentaba,
la cabeza en el arzón,
porque supiese la causa.
de los míos más preciado,
que me traiga
la cabeza
de aquel moro señalado
que delante
de mis ojos
5
a cuatro ha lanceado,
pues que las cabezas
trae
en el pretal del caballo?
Oídolo ha don
Manuel,
que andaba allí paseando,
10
que de unas
viejas heridas
no estaba del todo sano.
Apriesa pide
las armas,
y en un punto fue armado,
y por delante
el corredor
15
va arremetiendo el caballo;
con la gran
fuerza que puso,
la sangre le ha reventado,
gran lástima
le han las damas
de verle que va tan flaco.
20
Ruéganle
todos que vuelva,
mas él no quiere aceptarlo.
Derecho va para el moro,
que está en la plaza
parado.
El moro, desque lo vido,
25
de esta manera ha
hablado:
-Bien sé yo, don Manuel,
que vienes
determinado,
y es la causa conocerme
por las nuevas
que te han dado;
30
mas, porque logres tus días,
vuélvete y deja el caballo,
que yo soy el moro
Muza,
ese moro tan nombrado,
soy de los almoradíes,
35
de quien el Cid ha temblado.
-Yo te lo agradezco,
moro,
que de mí tengas cuidado,
que pues las
damas me envían,
no volveré sin recaudo.
40
Y sin hablar más razones,
entrambos se han
apartado,
y a los primeros encuentros
el moro deja
el caballo,
y puso mano a un alfanje,
45
como valiente
soldado.
Fuese para don Manuel,
que ya le estaba aguardando,
mas don Manuel, como diestro,
la lanza le había
terciado.
50
Vara y media queda fuera,
que le queda
blandeando,
y desque muerto lo vido,
apeóse
del caballo.
Cortado ha la cabeza,
55
y en la lanza
la ha hincado,
y por delante las damas
al buen rey
la ha presentado.
más negro vas que la tinta.
Entre ti y Sierra
Bermeja
murió gran caballería.
Mataron
a Ordiales,
5
Sayavedra huyendo iba;
con el temor de
los moros
entre un jaral se metía.
Tres días
ha, con sus noches,
que bocado no comía;
10
aquejábale
la sed
y la hambre que tenía.
Por buscar algún
remedio
al camino se salía:
Visto lo habían
los moros
15
que andan por la serranía.
Los moros,
desque lo vieron,
luego para él se venían.
Unos dicen: -¡Muera, muera!,
otros dicen: -¡Viva, viva!
20
Tómanle entre todos ellos,
bien acompañado
iba.
Allá le van a presentar
al rey de la morería.
Desque el rey moro lo vido,
25
bien oiréis lo
que decía:
-¿Quiénes ese caballero
que
ha escapado con la vida?
-Sayavedra es, señor,
Sayavedra el de Sevilla,
30
el que mataba tus moros
y tu gente destruía,
el que hacía cabalgadas
y se encerraba en su manida.
Allí hablara el
rey moro,
35
bien oiréis lo que decía:
-Dígasme tú, Sayavedra,
sí Alá
te alargue la vida,
si en tu tierra me tuvieses,
¿qué
honra tú me harías?
40
Allí habló
Sayavedra,
de esta suerte le decía:
-Yo te lo
diré, señor,
nada no te mentiría:
si cristiano te tornases,
45
grande honra te haría
y si así no lo hicieses,
muy bien te castigaría:
la cabeza de los hombros
luego te la cortaría.
50
-Calles, calles, Sayavedra,
cese tu malenconía;
tórnate moro si quieres
y verás qué
te daría:
darte he villas y castillos
55
y joyas
de gran valía.
Gran pesar ha Sayavedra
de esto
que oír decía.
Con una voz rigurosa,
de esta suerte respondía:
60
-Muera, muera Sayavedra
la fe no renegaría,
que mientras vida tuviere
la fe yo defendería.
Allí hablara el
rey moro
65
y de esta suerte decía:
-Prendedlo,
mis caballeros,
y de él me haced justicia.
Echó
mano a su espada,
de todos se defendía;
70
mas
como era uno solo,
allí hizo fin su vida.
ya se asienta a sus yantares,
los tres de sus adalides
se le pararon delante:
al uno llaman Armiño,
5
al otro llaman Galvane,
al otro Tello, lucero,
que los adalides trae.
-Mantengaos Dios, señor.
-Adalides, bien vengades.
10
¿Qué nuevas me traedes
del campo de Palomares?
-Buenas las traemos, señor,
pues que venimos acá;
siete días anduvimos
15
que nunca comimos pan,
ni los caballos cebada,
de lo que nos pesa más,
ni entramos en poblado,
ni vimos con quién hablar,
20
sino siete cazadores
que andaban a cazar.
Que nos pesó o nos plugo,
hubimos de pelear:
los cuatro de ellos matamos,
25
los tres traemos acá,
y si lo creéis,
buen rey,
si no, ellos lo dirán.
el rey de Aragón un día,
miraba la mar
de España
cómo menguaba y crecía;
miraba naos y galeras,
5
unas van y otras venían:
unas venían de armada,
otras de mercadería;
unas van la vía de Flandes,
otras la de Lombardía;
10
esas que vienen de guerra
¡oh, cuán bien le
parecían!
Miraba la gran ciudad
que Nápoles
se decía,
miraba los tres castillos
15
que la
gran ciudad tenía:
Castel Novo y Capuana,
Santelmo,
que relucía,
aqueste relumbra entre ellos
como
el sol de mediodía.
20
Lloraba de los sus ojos,
de la su boca decía:
-¡Oh ciudad, cuánto
me cuestas
por la gran desdicha mía!
Cuéstasme
duques y condes,
25
hombres de muy gran valía,
cuéstasme un tal hermano,
que por hijo le tenía;
de esotra gente menuda
cuento ni par no tenía;
30
cuéstame ventidós años,
los
mejores de mi vida,
que en ti me nacieron barbas,
y
en ti las encanecía.
a mi placer y holgare,
subiérame a un mirador
por más descanso tomare;
por los campos de Monvela
5
caballeros vi asomare,
ellos de guerra no vienen,
ni menos vienen de paz,
vienen en buenos caballos,
lanzas y adargas traen.
10
Desque yo los vi, mezquina,
parémelos a mirare,
conociera al uno de ellos
en el cuerpo y cabalgare:
don Rodrigo de Chavella,
15
que llaman del Marechale,
primo hermano de la reina,
mi enemigo era mortale.
Desque yo, triste, le viera,
luego vi mala señale.
20
Tomé mis hijos
conmigo
y subíme al homenaje;
ya que yo iba
a subir,
ellos en mi casa estane;
don Rodrigo es el
primero,
25
y los otros tras él vane.
-Sálveos
Dios, doña Isabel,
Caballeros, bien vengades.
-¿Conocédesnos, señora,
pues así
vais a hablare?
30
-Ya os conozco, don Rodrigo,
¡ya
os conozco por mi male!
¿A qué era vuestra venida?
¿Quién os ha enviado acae?
-Perdonédesme,
señora,
35
por lo que os quiero hablare:
sabed
que la reina, mi prima,
acá enviado me hae,
porque ella es muy mal casada
y esta culpa en vos estáe,
40
porque el rey tiene en vos hijos
y en ella nunca
los hae,
siendo, como sois, su amiga,
y ella mujer
naturale,
manda que murais, señora,
45
paciencia
querais prestare.
Respondió doña Isabel
con muy gran honestidade:
-Siempre fuisteis, don Rodrigo,
en toda mi contrariedade;
50
si vos queredes, señor,
bien sabedes la verdade:
que el rey me pidió
mi amor,
y yo no se le quise dare,
teniendo en más
a mi honra,
55
que no sus reinos mandare.
Cuando vio
que no quería,
mis padres fuera a mandare;
ellos
tampoco quisieron,
por la su honra guardare.
60
Desque
todo aquesto vido,
por fuerza me fue a tomare,
trújome
a esta fortaleza,
do estoy en este lugare,
tres años
he estado en ella
65
fuera de mi voluntade,
y si el
rey tiene en mí hijos,
plugo a Dios y a su bondade,
y si no los ha en la reina
es así su voluntade
70
¿Por qué me habéis de dar muerte,
pues
que no merezco male?
Una merced os pido, señores,
no me la queráis negare:
desterréisme
de estos reinos,
75
que en ellos no estaré mase;
irme ha yo para Castilla,
o a Aragón más
adelante
y si aquesto no bastare,
a Francia me iré
a morare.
80
-Perdonédesnos, señora,
que
no se puede hacer mase;
aquí está el duque
de Bavia
y el marqués de Villareale
y aquí
está el obispo de Oporto,
85
que os viene a confesare.
Cabe vos está el verdugo
que os había
de degollare,
y aun aqueste pajecico
la cabeza ha de
llevare.
90
Respondió doña Isabel,
con
muy gran honestidade:
-Bien parece que soy sola,
no
tengo quién me guardare,
ni madre ni padre tengo,
95
pues no me dejan hablare;
y el rey no está
en esta tierra,
que era ido allende el mare,
mas desque
él sea venido,
la mi muerte vengaráe.
100
-Acabedes ya, señora,
acabedes ya de hablare.
Tomadla, señor obispo,
y metedla a confesare.
Mientras en la confesión,
105
todos tres hablando
estane
si era bien hecho o mal hecho
esta dama degollare:
los dos dicen que no muera,
que en ella culpa no hae.
110
don Rodrigo que es muy cruel,
dice que la ha de
matare.
Sale de la confesión
con sus tres hijos
delante:
el uno dos años tiene,
115
el otro para
ellos vae,
y el otro que era de teta,
dándole
sale a mamare;
toda cubierta de negro,
lástima
es de la mirare.
120
-Adiós, adiós, hijos
míos,
hoy os quedaréis sin madre;
de
alta sangre caballeros,
por mis hijos queráis mirare,
que al fin son hijos de rey,
125
aunque son de baja
madre.
Tiéndenla en un repostero
para haberla
degollare;
así murió esta señora,
sin merecer ningún male.
130
por haber crédito dado
del buen duque, mi marido,
lo que le fue levantado.
Mandástemelo prender
5
no siendo en nada culpado;
mal lo hicisteis, señor,
mal fuisteis aconsejado,
que nunca os hizo aleve
para ser tan maltratado,
10
antes os sirvió, ¡mezquina!,
poniendo por vos su estado;
siempre vino a vuestras
cortes
por cumplir vuestro mandado;
no lo hiciera,
señor,
15
si en algo os hubiera errado,
que gente
y armas tenía
para darse a buen recaudo;
mas
vino como inocente
que estaba de aquel pecado.
20
Vos,
no mirando justicia,
habéismelo degollado.
No
lloro tanto su muerte,
como verlo deshonrado
con un
pregón que decía
25
lo por él nunca
pensado.
Murió por culpas ajenas,
injustamente
juzgado;
él ganó por ello gloria,
yo
para siempre cuidado.
30
Agora vivo en prisiones
en
que vos me habéis echado,
con una hija que tengo,
que otro bien no me ha quedado;
que tres hijos que
tenía
35
habéismelos apartado:
el uno
es muerto en Castilla,
el otro, desheredado,
el otro
tiene su ama,
no espero verle criado,
40
por el cual
pueden decir
inocente desdichado.
Y pido de vos enmienda,
rey, señor, primo y hermano,
a la justicia de
Dios
45
de hecho tan mal mirado,
por verme a mí
con venganza
y a él sin culpa, culpado.
en Cortes se habían juntado
el rey que venció
las Navas
con todos los hijosdalgo.
Habló con
don Diego el rey,
5
con él se había aconsejado,
que era señor de Vizcaya,
de todos el más
privado:
-Consejédesme, don Diego,
que estoy
muy necesitado,
10
que con las guerras que he hecho
gran dinero me ha faltado;
quería llegarme a Cuenca,
no tengo lo necesario;
si os pareciese, don Diego,
15
por mí será demandado
que cinco maravedís
me peche cada hijodalgo.
-Grave cosa me parece,
le respondiera el de Haro,
20
que querades vos, señor,
al libre hacer tributario;
mas por lo mucho que os
quiero
de mí seréis ayudado,
porque yo
soy principal,
25
de mí os será pagado.
Siendo juntos en las Cortes,
el rey se lo había
hablado;
Levantado está don Diego,
como ya estaba
acordado:
30
-Justo es lo que pide el rey,
por nadie
le sea negado,
mis cinco maravedís
helos aquí
de buen grado.
Don Nuño, conde de Lara,
35
mucho
mal se había enojado;
pospuesto todo temor,
de esta manera ha hablado:
-Aquellos donde venimos
nunca tal pecho han pagado,
40
nos, menos lo pagaremos,
ni al rey tal será dado;
el que quisiere pagarle
quede aquí como villano,
váyase luego
tras mí
45
el que fuere hijodalgo.
Todos se salen
tras él,
de tres mil, tres han quedado.
En el
campo de la Glera
todos allí se han juntado,
50
el pecho que el rey demanda
en las lanzas lo han atado
y envíanle a decir
que el tributo está
llegado,
que envíe sus cogedores,
55
que luego
será pagado;
mas que si él va en persona
no será desacatado,
pero que enviase aquellos
de quien fuera aconsejado.
60
Cuando esto oyera el rey,
y que solo se ha quedado,
volvióse para don
Diego,
consejo le ha demandado.
Don Diego, como sagaz,
65
este consejo le ha dado:
-Desterrédesme, señor,
como que yo lo he causado,
y así cobraréis
la gracia
de los vuestros hijosdalgo.
70
Otorgó
el rey el consejo:
a decir les ha enviado
que quien
le dio tal consejo
será muy bien castigado,
que hidalgos de Castilla
75
no son para haber pechado.
Muy alegres fueron todos,
todo se hubo apaciaguado.
Desterraron a don Diego
por lo que no había
pecado;
80
mas dende a pocos días
a Castilla
fue tornado.
El bien de la lealtad
por ningún
precio es comprado.
cual dizen de la Ribera
donde el buen rey don Fernando
tuvo la su cuarentena.
Desde el miércoles corvillo
5
hasta el jueves de la cena
que el rey no hizo la barba
ni peino la su cabeza.
Una silla era su cama,
un
canto por cabecera,
10
los quarenta pobres comen
cada
día a la su mesa;
de lo que a los pobres sobra
el rey haze la su cena,
con vara de oro en su mano
15
bien hace servir la mesa.
Dícenle sus caballeros:
-¿dónde irás tener la fiesta?
-A Jaén,
dice, señores,
con mi señora la reina.
20
Después que estuvo en Jaén
y la fiesta
hubo pasado,
pártese para Alcaudete,
ese castillo
nombrado;
el pie tiene en el estribo
25
que aún
no se había apeado,
cuando le daban querella
de dos hombres hijosdalgo,
y la querella le daban
dos hombres como villanos,
30
abarcas traen calzadas
y aguijadas en las manos:
-Justicia, justicia, rey,
pues que somos tus vasallos,
de don Pedro Carvajal
35
y de don Alonso su hermano,
que nos corren nuestras
tierras
y nos robaban el campo,
y nos fuerzan las mujeres
a tuerto y desaguisado.
40
Comíannos la cebada
sin después querer pagallo
hazen otras desverguenzas
que verguenza era contallo.
-Yo hare de ello justicia,
45
tornáos a vuestro ganado.
Manda pregonar el
rey
y por todo su reinado,
de cualquier que los hallase
le daría buen hallazgo.
50
Hallólos el
Almirante
allá en Medina del Campo,
comprando
muy ricas armas,
jaezes para caballos.
-Presos, presos,
caballeros,
55
presos, presos, hijosdalgo.
-No por vos,
el Almirante
si de otro no traéis mandado.
-Estad
presos, caballeros,
que del rey traigo recaudo.
60
-Plácenos,
el Almirante,
por complir el su mandado.
Por las sus
jornadas ciertas
en Jaén habían entrado.
-Manténgate Dios, el rey.
65
-Mal vengades hijosdalgo.
Mándales cortar los pies,
mándales cortar
las manos,
y mándalos despeñar
de aquella
peña de Martos.
70
Allí hablara el uno de
ellos,
el menor y más osado:
-¿Por qué
lo haces, el rey,
por qué haces tal mandado?
Querellámonos, el rey,
75
para ante el soberano,
que dentro de treinta días
vais con nosotros
a plazo
y ponemos por testigos
a san Pedro y a san
Pablo;
80
ponemos por escribano
al apostol Santiago.
El rey, no mirando en ello,
hizo complir su mandado,
por la falsa información
85
que los villanos
le han dado;
y muertos los Carvajales,
que lo habían
emplazado,
antes de los treinta días
él
se fallará muy malo,
90
y desque fueron cumplidos,
en el postrer día del plazo,
fue muerto dentro
en León
do la sentencia hubo dado.
y no por cosa sabida,
que de ese buen Maestre
don
Fadrique de Castilla,
la reina estaba preñada;
5
otros dicen que parida.
No se sabe por de cierto,
mas el vulgo lo decía:
ellos piensan que es
secreto
ya esto no se escondía.
10
La reina con
su [...]
por Alonso Pérez envía,
mandóle
que viniese
de noche y no de día,
secretario
es del Maestre,
15
en quien fiarse podía.
Cuando
lo tuvo delante,
de esta manera decía:
-¿Adónde
está el Maestre?
¿Qué es de él, que
no parecía?
20
¡Para ser de sangre real
ha hecho
grande villanía!
Ha deshonrado mi casa,
y dícese
por Sevilla
que una de mis doncellas
25
del Maestre
está parida.
-El Maestre, mi señora,
tiene cercada a Coimbra,
y si vuestra alteza manda,
yo luego lo llamaría;
30
y sepa vuestra alteza
que el Maestre no se escondía:
lo que vuestra
alteza dice
debe ser muy gran mentira.
-No lo es, dijo
la reina,
35
que yo te lo mostraría.
Mandara
sacar un niño
que en su palacio tenía,
sacólo su camarera
envuelto en una faldilla.
40
-Mira, mira, Alonso Pérez,
el niño,
¿a quién parecía?
-Al Maestre, mi señora,
Alonso Pérez decía.
-Pues dadlo luego
a criar,
45
y a nadie esto se diga.
Sálese Alonso
Pérez,
ya se sale de Sevilla.
Muy triste queda
la reina,
que consuelo no tenía,
50
llorando
de los sus ojos,
de la su boca decía:
-Yo, desventurada
reina,
más que cuantas son nacidas,
casáronme
con el rey
55
por la desventura mía.
De la noche
de la boda
nunca más visto lo había,
y su hermano el Maestre
me ha tenido compañía.
60
Si esto ha pasado,
toda la culpa era mía.
Si el rey don Pedro lo sabe,
de ambos se vengaría,
mucho más de mí, la reina,
65
por la mala
suerte mía.
Ya llegaba Alonso Pérez
a
Llerena, aquesa villa;
puso el infante a criar
en poder
de una judía,
70
criada fue del Maestre,
Paloma
por nombre había;
y como el rey don Enrique
reinase luego en Castilla,
tomara aquel infante
75
y
almirante lo hacía:
hijo era de su hermano,
como el romance decía.
que yo me la hube ganado,
cuando me vinieron cartas
del rey don Pedro, mi hermano,
que fuese a ver los torneos
5
que en Sevilla se han armado.
Yo, Maestre sin ventura,
yo, Maestre desdichado,
tomara trece de mula,
venticinco de caballo,
10
todos con cadenas de oro,
de
jubones de brocado.
Jornada de quince días
en
ocho la había andado.
A la pasada de un río,
15
pasándole por el vado,
cayó mi mula conmigo,
perdí mi puñal dorado,
ahogáraseme
un paje,
de los míos más privado,
20
criado
era en mi sala
y de mí muy regalado.
Con todas
estas desdichas
a Sevilla hube llegado;
A la puerta
Macarena
25
encontré con un ordenado,
ordenado
de evangelio,
que misa no había cantado.
-Manténgate
Dios, Maestre,
Maestre, bien seáis llegado.
30
Hoy te ha nacido hijo,
hoy cumples ventiún años.
Si te plugiese, Maestre,
volvamos a bautizarlo,
que yo sería el padrino,
35
tú, Maestre,
el ahijado.
Allí hablara el Maestre,
bien oiréis
lo que ha hablado:
-No me lo mandéis, señor,
padre, no queráis mandarlo,
40
que voy a ver
qué me quiere
el rey don Pedro, mi hermano.
Di de espuelas a mi mula,
en Sevilla me hube entrado.
De que no vi tela puesta,
45
ni vi caballero armado,
fuime para los palacios
del rey don Pedro, mi hermano.
En entrando por las puertas,
las puertas me habían
cerrado;
50
quitáronme la mi espada,
la que traía
a mi lado,
quitáronme mi compañía,
la que me había acompañado.
Los míos,
desque esto vieron,
55
de traición me han avisado,
que me saliese yo fuera
que ellos me pondrían
en salvo.
Yo, como estaba sin culpa,
de nada hube
curado.
60
Fuime para el aposento
del rey don Pedro, mi
hermano.
-Mantengaos Dios, el rey,
y a todos de cabo
a cabo.
-Mal hora vengáis, Maestre,
65
Maestre,
mal seáis llegado.
Nunca nos venís a ver
sino una vez en el año,
y ésta que venís,
Maestre,
es por fuerza o por mandado.
70
Vuestra cabeza,
Maestre,
mandada está en aguinaldo.
-¿Por qué
es aqueso, buen rey?
nunca os hice desaguisado,
ni
os dejé yo en la lid,
75
ni con moros peleando.
-Venid acá, mis porteros,
hágase lo que
he mandado.
Aún no lo hubo bien dicho,
la
cabeza le han cortado;
80
a doña María de Padilla
en un plato la ha enviado.
Así hablaba con ella,
como si estuviera sano,
las palabras que le dice
85
de esta suerte está hablando:
-Aquí pagaréis,
traidor,
lo de antaño y lo de hogaño,
el mal consejo que diste
al rey don Pedro, tu hermano.
90
Asióla por los cabellos,
echádosela a
un alano;
el alano es del Maestre,
púsola sobre
un estrado,
a los aullidos que daba
95
atronó
todo el palacio.
Allí demandara el rey:
-¿Quién
hace mal a ese alano?
Allí respondieron todos
a los cuales ha pesado:
100
-Con la cabeza lo ha, señor,
del Maestre, vuestro hermano.
Allí hablara una
su tía
que tía era de entrambos:
-Cuán
mal lo mirastes, rey,
105
rey, qué mal lo habéis
mirado.
Por una mala mujer
habéis muerto un
tal hermano.
Aún no lo había bien dicho
cuando ya le había pesado.
110
Fuese para doña
María,
de esta suerte le ha hablado:
-Prendedla,
mis caballeros,
ponédmela a buen recaudo,
que yo le daré tal castigo
115
que a todos sea sonado.
En cárceles muy oscuras
allí la había
aprisionado,
él mismo le da a comer,
él
mismo con la su mano,
120
no se fía de ninguno,
sino de un paje que ha criado.
a caza va el rey don Pedro;
en llegando a una laguna,
allí quiso ver un vuelo.
Vido volar una garza,
5
disparóle un sacre nuevo,
remontárale
un neblí,
a sus pies cayera muerto.
A sus pies
cayó el neblí,
túvolo por mal agüero.
10
Tanto volaba la garza,
parece llegar al cielo.
Por donde la garza sube
vio bajar un bulto negro;
mientras más se acerca el bulto,
15
más temor
le va poniendo,
con el abajarse tanto,
parece llegar
al suelo,
delante de su caballo,
a cinco pasos de trecho;
20
De él salió un pastorcico,
sale llorando
y gimiendo,
la cabeza desgreñada,
revuelto trae
el cabello,
con los pies llenos de abrojos
25
y el cuerpo
lleno de vello;
en su mano una culebra,
y en la otra
un puñal sangriento;
en el hombro una mortaja,
una calavera al cuello;
30
a su lado, de traílla,
traía un perro negro,
los aullidos que daba
a todos ponían gran miedo;
y a grandes voces
decía:
35
-Morirás, el rey don Pedro,
que mataste sin justicia
los mejores de tu reino:
mataste
tu propio hermano,
el Maestre, sin consejo,
40
y desterraste
a tu madre,
a Dios darás cuenta de ello.
Tienes
presa a doña Blanca,
enojaste a Dios por ello,
que si tornas a quererla
45
darte ha Dios un heredero,
y si no, por cierto sepas
te vendrá desmán
por ello;
serán malas las tus hijas
por tu culpa
y mal gobierno,
50
y tu hermano don Enrique
te habrá
de heredar el reino;
morirás a puñaladas,
tu casa será el infierno.
Todo esto recontado,
55
despareció el bulto negro.
no os me mostredes triste, no
que si me casé dos
veces
hícelo por vuestro amor,
y por hacer menosprecio
5
a doña Blanca de Borbón.
Envió
luego a Sidonia
que me labren un pendón,
será
de color de sangre,
de lágrimas su labor;
10
tal pendón, doña María,
se hace por
vuestro amor.
Fue a llamar a Alonso Ortiz,
que es un
honrado varón,
para que fuese a Medina
15
a dar
fin a la labor.
Respondiera Alonso Ortiz:
-Eso, señor,
no haré yo,
que quien mata a su señora
es aleve a su señor.
20
El rey no le dijo nada,
en su cámara se entró
enviara dos maceros,
los cuales él escogió.
Estos fueron a
la reina,
25
halláronla en oración.
La
reina como los vido
casi muerta se calló,
mas
después en sí tornada,
con esfuerzo les
habló:
30
-Ya sé a qué venis, amigos,
que mi alma lo sintió;
y pues lo que está
ordenado
no se puede excusar, no.
Di, Castilla, ¿qué
te hice?
35
No por cierto, no traición.
¡Oh Francia
mi dulce tierra!
¡Oh mi casa de Borbón!
Hoy
cumplo dieciéis años
en los cuales muero
yo;
40
el rey no me ha conocido,
con las vírgenes
me voy.
Doña María de Padilla,
esto te
perdono yo;
por quitarte de cuidado
45
lo hace el rey
mi señor.
Los maceros le dan priesa,
ella pide
confesión:
perdónalos a ellos,
y puesta
en contemplación
50
danle golpes con las mazas:
así la triste murió.
aquel que Dios perdonase,
tomara e rey por la mano
y apartólo en puridade
-Un castillo está
en Consuegra
5
que en el mundo no le hay tale,
más
para vos vale, el rey,
que para el prior de Sant Juane.
Convidédesle vos, el rey,
convidédesle
a cenare,
10
la cena que vos le diésedes
sea
como en Toro a don Juane,
que le cortéis la cabeza
sin ninguna piedade:
desque se la hayáis cortado,
15
en tenencia me lo dade.
Ellos en aquesto estando,
el prior llegado hae.
-Mantenga Dios a tu Alteza,
y a tu corona reale.
20
-Bien vengades vos, Prior,
digades me la verdade:
¿el castillo de Consuegra,
decidme, por quién estáe?
-El castillo con
la villa
25
está todo a tu mandar.
-Pues convídoos,
el Prior,
para conmigo a cenar.
-Pláceme, dijo
el Prior,
de muy buena voluntad.
30
Deme licencia tu
Alteza,
licencia me quiera dar,
mensajeros nuevos tengo,
irlos quiero aposentar.
-Vais con Dios, el buen Prior,
35
luego vos queráis tornar.
Vase para la cocina,
donde el cocinero está;
así hablaba con
él
como si fuera su igual:
40
-Toma estos mis
vestidos,
los tuyos me quieras dar;
ya después
de medio día
salido se ha a pasear.
Vase a la
caballeriza
45
donde el macho fue a estare.
-De tres
ya me has escapado,
con esta cuatro serane,
y si de
ésta me escapas,
de oro te haré herrare.
50
De presto le echó la silla,
y comienza de
caminar.
Media noche era por filo,
los gallos querían
cantar
cuando se entró por Toledo,
55
por Toledo,
esa ciudad.
Antes que el gallo cantase
a Consuegra
fue a llegar.
Halló las guardas velando,
y empiézales
de le hablar:
60
-Digádesme, veladores,
digádesme
la verdad,
¿el castillo de Consuegra,
cúyo es
y a qué mandar?
-El castillo con la villa
65
es el prior de San Juan.
-Pues abridesme las puertas,
catalde aquí donde estáe.
La guarda desque
lo vido
abriólas de par en par.
70
-Tomádesme
ese macho,
de él me querades curare:
dejádesme
a mí la vela,
porque yo quiero velare.
¡Velá,
velá, veladores,
75
que rabia os quiera matare!
que quien a buen señor sirve,
ese galardón
le dane.
Y estando él en aquesto
el buen rey
llegado hae:
80
halló las guardas velando,
comiénzales
de hablare:
-Digádesme, veladores,
que Dios
os quiera guardare:
¿el castillo de Consuegra,
85
dígades,
por quién está?
-El castillo con la villa,
por el Prior de San Juan.
-Pues abrádesme las
puertas;
catalde aquí donde está.
90
-Afuera,
afuera, el buen rey,
que el Prior llegado ha.
-¡Macho
rucio, macho rucio,
muermo te quiera matar!
¡siete
caballos me cuestas,
95
y con este ocho serán!
Abridme, buen Prior,
allá me dejéis entrar;
que por mi corona os juro
de nunca he haceros mal.
100
-Hacerlo he esto, buen rey,
que agora en mi mano
está.
descubierto ha su cuidado;
a la Cava se lo dice
de
quien anda enamorado;
-Mira, Cava; mira, Cava;
5
mira,
Cava, que te hablo;
darte he yo mi corazón
y
estaría a tu mandado.
La Cava, como es discreta,
a burlas lo habla echado;
10
respondió muy mesurada
y el gesto muy abajado:
-Como lo dice tu alteza,
debe estar de mí burlando;
no me lo mande tu alteza,
15
que perdería gran ditado.
Don Rodrigo le responde
que conceda en lo rogado.
Ella hincada de rodillas,
él estala enamorando;
20
sacándole está
aradores
de las sus jarifas manos.
Fuese el rey dormir
la siesta,
por la Cava había enviado;
cumplió
el rey su voluntad
25
más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España
por aquel
tan gran pecado.
La malvada de la Cava
a su padre lo
ha contado.
30
Don Julián, que es traidor,
con
los moros se ha concertado
que destruyen España
por le haber así injuriado.
en Ceuta la bien nombrada;
para las partes de aliende
quiere enviar su embajada.
Moro viejo la escribía
5
y el conde se la notaba;
después de haberla
escrito
al moro luego matara.
Embajada es de dolor,
dolor para toda España;
10
las cartas van al
rey moro
en las cuales le juraba
que si le daba aparejo
le dará por suya España.
España,
España, ¡ay de ti!
15
en el mundo tan nombrada,
la mejor de las partidas,
la mejor y más ufana,
donde nace el fino oro
y la plata no faltaba,
20
dotada de hermosura
y en proezas extremada;
por un
perverso traidor
toda eres abrasada,
todas tus ricas
ciudades
25
con su gente tan galana
las domeñan
hoy los moros
por nuestra culpa malvada,
si no fueran
las Asturias,
por ser la tierra tan brava.
30
El triste
rey don Rodrigo,
el que entonces te mandaba,
viendo
sus reinos perdidos,
sale a la campal batalla,
el cual
en grave dolor
35
enseña su fuerza brava;
mas
tantos eran los moros
que han vencido la batalla.
No
parece el rey Rodrigo,
ni nadie sabe do estaba.
40
¡Maldito
de ti, don Oppas,
traidor y de mala andanza!
En esta
negra conseja
uno a otro se ayudaba.
¡Oh dolor sobremanera!
45
¡Oh, cosa nunca pensada!,
que por sola una doncella,
la cual Cava se llamaba,
causen estos dos traidores
que España sea domeñada,
50
y perdido
el rey señor,
sin nunca de él saber nada.
la luna estaba crecida,
los peces daban gemidos
por
el mal tiempo que hacía,
cuando el buen rey don
Rodrigo
5
junto a la Cava dormía,
dentro de una
rica tienda
de oro bien guarnecida.
Trescientas cuerdas
de plata
que la tienda sostenían;
10
dentro había
cien doncellas
vestidas a maravilla:
las cincuenta
están tañendo
con muy extraña armonía.
las cincuenta están cantando
15
con muy dulce
melodía.
Allí habló una doncella
que Fortuna se decía:
-Si duermes, rey don Rodrigo,
despierta por cortesía.
20
y verás tus
malos hados,
tu peor postrimería,
y verás
tus gentes muertas,
y tu batalla rompida,
y tus villas
y ciudades
25
destruidas en un día,
tus castillos
fortalezas
otro señor los regía.
Si me
pides quién lo ha hecho,
yo muy bien te lo diría:
30
ese conde don Julián
por amores de su hija,
porque se la deshonraste
y más de ella no tenía
juramento viene echando
35
que te ha de costar la vida.
Despertó muy congojado
con aquella voz que oía;
con cara triste y penosa
de esta suerte respondía:
40
-Mercedes a ti, Fortuna,
de esta tu mensajería.
Estando en esto ha llegado
uno que nueva traía
cómo el conde don Julián
45
las tierras
le destruía.
desmayaban y huían,
cuando en la octava batalla
sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas
5
y del real se salía;
solo va el desventurado,
que no lleva compañía,
el caballo de
cansado
ya mudar no se podía,
10
camina por donde
quiere,
que no le estorba la vía.
El rey va
tan desmayado
que sentido no tenía;
muerto va
de sed y hambre
15
que de verle era mancilla,
iba tan
tinto de sangre
que una brasa parecía.
Las armas
lleva abolladas,
que eran de gran pedrería,
20
la espada lleva hecha sierra
de los golpes que tenía,
el almete, de abollado,
en la cabeza se le hundía,
la cara lleva hinchada
25
del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro,
el más alto
que veía;
desde allí mira su gente
cómo
iba de vencida;
30
de allí mira sus banderas
y estandartes que tenía,
cómo están
todos pisados
que la tierra los cubría;
mira
por los capitanes,
35
que ninguno parecía;
mira
el campo tinto en sangre,
la cual arroyos corría.
El triste, de ver aquesto,
gran mancilla en sí
tenía;
40
llorando de los sus ojos
de esta manera
decía:
-Ayer era rey de España,
hoy no
lo soy de una villa;
ayer villas y castillos,
45
hoy
ninguno poseía;
ayer tenía criados
y
gente que me servía,
hoy no tengo una almena
que pueda decir que es mía.
50
¡Desdichada fue
la hora,
desdichado fue aquel día
en que nací
y heredé
la tan grande señoría,
pues lo había de perder
55
todo junto y en un
día!
¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes
y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino,
pues se te agradecería?
60
a España perdido había,
íbase desesperado
por donde más le placía.
Métese
por las montañas,
5
las más espesas que vía,
porque no le hallen los moros
que en su seguimiento
iban.
Topado ha con un pastor
que su ganado traía,
10
díjole: -Dime, buen hombre,
lo que preguntarte
quería:
si hay por aquí poblado
o alguna
casería
donde pueda descansar,
15
que gran fatiga
traía.
El pastor respondió luego
que
en balde la buscaría,
porque en todo aquel desierto
sola una ermita había,
20
donde estaba un ermitaño
que hacía muy santa vida.
El rey fue alegre
de esto
por allí acabar su vida;
pidió
al hombre que le diese
25
de comer, si algo tenía.
El pastor sacó un zurrón,
que siempre
en él pan traía;
diole de él y de
un tasajo
que acaso allí echado había;
30
el pan era muy moreno,
al rey muy mal le sabía,
las lágrimas se le salen,
detener no las podía,
acordándose en su tiempo
35
los manjares que
comía.
Después que hubo descansado
por
la ermita le pedía;
el pastor le enseñó
luego
por donde no erraría;
40
el rey le dio
una cadena
y un anillo que traía,
joyas son
de gran valor,
que el rey en mucho tenía.
Comenzando
a caminar,
45
ya cerca el sol se ponía,
llegado
es a la ermita
que el pastor dicho le había.
Él, dando gracias a Dios,
luego a rezar se metía;
50
después que hubo rezado
para el ermitaño
se iba,
hombre es de autoridad
que bien se le parecía.
Preguntóle el ermitaño
55
cómo
allí fue su venida;
el rey, los ojos llorosos,
aquesto le respondía:
-El desdichado Rodrigo
yo soy, que rey ser solía;
60
véngome
a hacer penitencia
contigo en tu compañía;
no recibas pesadumbre,
por Dios y Santa María.
El ermitaño se espanta,
65
por consolarlo decía:
-Vos cierto habéis elegido
camino cual convenía
para vuestra salvación,
que Dios os perdonaría.
70
El ermitaño ruega a Dios
por si le revelaría
la penitencia que diese
al rey, que le convenía.
Fuele luego revelado
75
de parte de Dios un día
que le meta en una tumba
con una culebra viva;
y
esto tome en penitencia
por el mal que hecho había.
80
El ermitaño al rey
muy alegre se volvía,
contóselo todo al rey
como pasado le había.
El rey, de esto muy gozoso,
85
luego en obra lo ponía:
métese como Dios manda
para allí acabar
su vida.
El ermitaño muy santo
mírale
al tercero día,
90
dice: -¿Cómo os va, buen
rey?
¿Vaos bien con la compañía?
-Hasta
ahora no me ha tocado,
porque Dios no lo quería;
ruega por mí, el ermitaño,
95
porque acabe
bien mi vida.
El ermitaño lloraba,
gran compasión
le tenía,
comenzóle a consolar
y esforzar
cuanto podía.
100
Después vuelve el ermitaño
a ver si ya muerto había;
halló que estaba
rezando
y que gemía y plañía;
preguntóle cómo estaba.
105
-Dios es en la
ayuda mía,
respondió el buen rey Rodrigo,
la culebra me comía;
cómeme ya por la
parte
que todo lo merecía,
110
por donde fue
el principio
de la mi muy gran desdicha.
El ermitaño
lo esfuerza,
el buen rey allí moría.
Aquí acabó el rey Rodrigo,
115
al cielo derecho
se iba.
y el buen rey en Gibraltar,
envióle un mensajero
que le viniese a hablar.
Malaventurado el duque
5
vino luego sin tardar;
jornada de quince días
en ocho la fuera a andar.
Hallaba las mesas puestas
y aparejado el yantar,
10
y desque hubieron comido,
vanse a un jardín a holgar.
Andándose
paseando,
el rey comenzó a hablar:
-De vos,
el duque de Arjona,
15
grandes querellas me dan:
que
forzades las mujeres
casadas y por casar,
que les bebíaides
el vino
y les comíades el pan,
20
que les tomáis
la cebada,
sin se la querer pagar.
-Quien os lo dijo,
buen rey,
no os dijera la verdad.
-Llamaisme a mi camarero
25
de mi cámara real,
que me trajese unas cartas
que en mi barjuleta están.
Védeslas aquí,
el duque,
no me lo podéis negar.
30
Preso, preso,
caballeros,
preso de aquí lo llevad:
entregadlo
al de Mendoza,
ese mi alcalde el leal.
por un adarve adelante,
saetas de oro en la mano,
en la otra un arco trae,
maldiciendo a la fortuna,
5
grandes querellas le dae:
-Crióme el rey de pequeño,
hízome Dios barragane,
diome armas y caballo,
por do todo hombre más vale,
10
diérame
a doña María
por mujer y por iguale,
diérame a cien doncellas
para ella acompañare,
diome el castillo de Ureña
15
para con ella casare,
diérame cien caballeros
para el castillo guardare,
basteciómelo de vino,
basteciómelo de
pane,
20
basteciólo de agua dulce,
que en el
castillo no la haye.
Cercáronme los moros
la
mañana de San Juane;
siete años son pasados,
25
el cerco no quieren quitare;
veo morir a los míos,
no teniendo qué les dare,
póngolos por
las almenas,
armados como se estane,
30
porque pensasen
los moros
que podrían peleare.
En el castillo
de Ureña
no hay sino un sólo pane,
y
si le doy a mis hijos,
35
la mi mujer ¿qué harae?,
si lo como yo, mezquino,
los míos se quejarane.
Hizo el pan cuatro pedazos
y arrojólos al reale:
40
el un pedazo de aquellos
a los pies del rey fue a
dare.
-Alá pese a mis moros,
a Alá le
quiera pesare,
de las sobras del castillo
45
nos bastecen
el reale.
Manda tocar los clarines
y su cerco luego
alzare.
a la sombra de una oliva,
peine de oro en las sus manos,
los sus cabellos bien cría.
Alzó los
ojos al cielo
5
en contra do el sol salía,
vio
venir un fuste armado
por Guadalquivir arriba;
dentro
venía Alfonso Ramos,
almirante de Castilla.
10
-Bien vengáis, Alfonso Ramos,
buena sea tu venida.
¿Y qué nueva me traedes
de mi flota bien guarnida?
-Nuevas te traigo, señora,
15
si me aseguras
la vida.
-Diéselas, Alfonso Ramos,
que segura
te sería.
-Allá llevan a Castilla
los
moros de la Berbería.
20
-Si no me fuese por qué,
la cabeza te cortaría.
-Si la mía me
cortases,
la tuya te costaría.
el casto Alfonso reinaba;
hermosa hermana tenía,
doña Jimena se llama;
enamorárase de
ella
5
ese conde de Saldaña,
mas no vivía
engañado,
porque la infanta lo amaba.
Muchas
veces fueron juntos,
que nadie lo sospechaba;
10
de
las veces que se vieron
la infanta quedó preñada.
La infanta parió a Bernardo,
y luego monja se
entraba.
Mandó el rey prender al conde
15
y ponerle
muy gran guarda.
Bernardo el Carpio cabalga,
en un caballo morcillo
enjaezado de grana;
gruesa lanza en la mano
5
armado
de todas armas.
Toda la gente de Burgos
le mira como
espantada,
porque no se suele armar
sino a cosa señalada.
10
También lo miraba el rey,
que fuera vuela
una garza;
diciendo estaba a los suyos:
-Esta es una
buena lanza;
si no es Bernardo del Carpio,
15
este es
Muza el de Granada.
Ellos estando en aquesto,
Bernardo
que allí llegaba;
ya sosegando el caballo,
no
quiso dejar la lanza.
20
Mas puesta encima del hombro
al rey de esta suerte hablaba:
-Bastardo me llaman,
rey,
siendo hijo de tu hermana;
y del noble Sancho
Díaz,
25
ese conde de Saldaña;
que ninguno
otro no osaba;
dicen que ha sido traidor,
y mala mujer
tu hermana;
tú y los tuyos lo habéis dicho,
30
miente por medio la barba;
mi padre no fue traidor,
ni mi madre mujer mala,
porque cuando fui engendrado
ya mi madre era casada.
35
Pusiste a mi padre en hierros,
y a mi madre en orden santa,
y porque no herede yo
quieres dar tu reino a Francia.
Morirán los
castellanos
40
antes de ver tal jornada;
montañeses
y leoneses,
y esa gente asturiana
y ese rey de Zaragoza
me prestará su compaña
45
para salir contra
Francia
y darle cruda batalla;
y si buena me saliere
será el bien de toda España;
si mala,
por la república
50
moriré yo en la demanda.
Mi padre mando que sueltes,
pues me diste la palabra:
si no, en campo, como quiera
te será bien damandada.
55
el rey al Carpio envió;
Bernardo, como es discreto,
de traición se receló;
las cartas echó en el suelo
5
y al mensajero
habló:
-Mensajero eres, amigo,
no mereces culpa,
no,
mas al rey que acá te envía
dígasle
tú esta razón:
10
que no lo estimo yo a él
ni aun a cuantos con él son;
mas por ver lo
que me quiere
todavía allá iré yo.
Y mandó juntar los suyos,
15
de esta suerte les
habló:
-Cuatrocientos sois, los míos,
los que comedes mi pan:
los ciento irán al Carpio,
para el Carpio guardar;
20
los ciento por los caminos,
que a nadie dejan pasar;
doscientos iréis conmigo
para con el rey hablar;
si mala me la dijere,
25
peor se la he de tornar.
Por sus jornadas contadas
a la corte fue a llegar:
-Dios os mantenga, buen rey,
y a cuantos con vos están.
30
-Mal vengades vos,
Bernardo,
traidor, hijo de mal padre,
dite yo el Carpio
en tenencia,
tú tómaslo en heredad.
-Mentides,
el rey, mentides,
35
que no dices la verdad,
que si
yo fuese traidor,
a vos os cabría en parte.
Acordárseos debía
de aquella del Encinal,
40
cuando gentes extranjeras
allí os trataron
tan mal,
que os mataron el caballo
y aun a vos querían
matar;
Bernardo, como traidor,
45
de entre ellos os
fue a sacar.
Allí me disteis el Carpio
de juro
y de heredad,
prometístesme a mi padre,
no me
guardaste verdad.
50
-Prendedlo, mis caballeros,
que
igualado se me ha.
-Aquí, aquí los mis doscientos,
los que comedes mi pan,
que hoy era venido el día
55
que honra habemos de ganar.
El rey, de que aquesto
viera,
de esta suerte fue a hablar:
-¿Qué ha
sido aquesto, Bernardo,
que así enojado te has?
60
¿lo que hombre dice de burla
de veras vas a tomar?
Yo te do el Carpio, Bernardo,
de juro y de heredad.
-Aquesas burlas, el rey,
65
no son burlas de burlar;
llamásteme de traidor,
traidor, hijo de mal
padre;
el Carpio yo no lo quiero,
bien lo podéis
vos guardar,
70
que cuando yo lo quisiere,
muy bien
lo sabré ganar.
tienen grandes divisiones,
el conde Fernán González
y el buen rey don Sancho Ordóñez;
sobre
el partir de las tierras,
5
ahí pasan malas razones:
llamábanse de hi-de-putas,
hijos de padres traidores;
echan mano a las espadas,
derriban ricos mantones.
10
No les pueden poner tregua
cuantos en la corte sone;
pónenselas dos frailes,
aquesos benditos monjes,
que el uno es tío del rey,
15
el otro hermano
del conde.
Pónenlas por quince días,
que no pueden por más, no,
que se vayan a los prados
que dicen de Carrión.
20
Si mucho madruga el
rey,
el conde no dormía, no.
El conde partió
de Burgos,
y el rey partió de León;
venido
se han a juntar
25
al vado de Carrión,
y a la
pasada del río
movieron una cuestión:
los del rey, que pasarían,
y los del conde, que
no.
30
El rey, como era risueño,
la su mula revolvió,
el conde, con lozanía,
su caballo arremetió;
con el agua y el arena
35
al buen rey le salpicó.
Allí hablara el buen rey,
su gesto muy demudado:
-Buen conde Fernán González,
mucho sois
desmesurado,
40
si no fuera por las treguas
que los
monjes nos han dado,
la cabeza de los hombros
ya yo
os la hubiera quitado,
y con la sangre vertida
45
yo
tiñiera aqueste vado.
El conde le respondiera,
como aquel que era osado:
-Eso que decís, buen
rey,
véolo mal aliñado:
50
vos venís
en gruesa mula,
yo en un ligero caballo;
vos traéis
sayo de seda,
yo traigo un arnés trenzado;
vos
traéis alfanje de oro,
55
yo traigo lanza en mi
mano
vos traéis cetro de rey,
yo un venablo
acerado;
vos con guantes olorosos,
yo con los de acero
claro;
60
vos con la gorra de fiesta,
yo con un casco
afinado;
vos traéis ciento de mula,
yo trescientos
de a caballo.
Ellos en aquesto estando,
65
los frailes
que han allegado:
-¡Tate, tate, caballeros!
¡Tate,
tate, hijosdalgo!
¡Cuán mal cumplisteis las treguas
que nos habíades mandado!
70
Allí hablara
el buen rey:
-Yo las cumpliré de grado.
Pero
respondiera el conde:
-Yo de pies puesto en el campo.
Cuando vido aquesto el rey,
75
no quiso pasar el vado;
vuélvese para sus tierras,
malamente va enojado,
grandes bascas va haciendo,
reciamente va jurando,
80
que había de matar al conde
y destruir su
condado.
Y mandó llamar a cortes,
por los grandes
ha enviado;
todos ellos son venidos,
85
sólo
el conde ha faltado.
Mensajero se le hace
a que cumpla
su mandado;
el mensajero que fue
de esta suerte le
ha hablado.
90
el rey envía por vos,
que vayades a las cortes
que se hacían en León;
que si vos allá
vais, conde,
5
daros han buen galardón:
daros
ha a Palenzuela
y a Palencia la mayor,
daros ha a las
nueve villas,
con ellas a Carrión,
10
daros ha
a Torquemada,
la torre de Mormojón.
Buen conde,
si allá no ides
daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde
15
y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo,
no mereces culpa, no;
yo
no he miedo al rey,
ni a cuantos con él son.
20
Villas y castillos tengo,
todos a mi mandar son;
de ellos me dejó mi padre,
de ellos me ganara yo;
los que me dejó el mi padre
25
poblélos
de ricos hombres,
las que me ganara yo
poblélas
de labradores;
quien no tenía más que un
buey
dábale otro, que eran dos,
30
al que casaba
su hija
dole yo muy rico don;
cada día que amanece
por mí hacen oración,
no la hacían
por el rey,
35
que no lo merece, non,
él les
puso muchos pechos
y quitáraselos yo.
fue don Rodrigo de Lara,
que mató cinco mil moros
con trescientos que llevaba!
Si aqueste muriera entonces,
5
¡qué grande fama dejara!,
no matara a sus sobrinos,
los siete infantes de Lara,
ni vendiera sus cabezas
al moro que las llevaba.
10
Ya se trataban sus bodas
con la linda doña Lambra.
Las bodas se hacen
en Burgos,
las tornabodas en Salas;
las bodas y tornabodas
15
duraron siete semanas:
las bodas fueron muy buenas,
mas las tornabodas malas.
Ya convidan por Castilla,
por Castilla y por Navarra:
20
tanta viene de la gente
que no hallaban posadas,
y aún faltaban por
venir
los siete infantes de Lara.
Helos, helos por
do vienen
25
por aquella vega llana;
sálelos
a recibir
la su madre doña Sancha.
-Bien vengades,
los mis hijos,
buena sea vuestra llegada.
30
-Norabuena
estéis, señora,
nuestra madre doña
Sancha.
Ellos le besan las manos,
ella a ellos en la
cara.
-Huelgo de veros a todos,
35
que ninguno no faltara,
porque a vos, mi Gonzalvico,
y a todos mucho os amaba.
Tornad a cabalgar, hijos,
y tomad las vuestras armas,
40
y allá os iréis a posar
al barrio de
Cantarranas.
Por Dios os ruego, mis hijos,
no salgáis
de las posadas,
porque en semejantes fiestas
45
se urden
buenas lanzadas.
Ya cabalgan los infantes
y se van
a sus posadas;
hallaron las mesas puestas,
viandas
aparejadas.
50
Después que hubieron comido,
pidieron
juegos de tablas,
si no fuera Gonzalvivo
que su caballo
demanda,
y muy bien puesto en la silla
55
se sale por
la plaza,
en donde halló a don Rodrigo
que a
una torre tira varas,
y con fuerza muy crecida
a la
otra parte pasaban.
60
Gonzalvico que esto viera,
las
suyas también tiraba:
las suyas que pesan mucho
a lo alto no llegaban.
Doña Lambra que esto
vido,
65
de esta manera le hablaba:
-Amad, oh dueñas,
amad
cada cual en su lugar;
más vale mi caballero
que cuatro de los de Salas.
70
Cuando Sancha aquesto
oyó,
respondió muy enojada:
-Calledes,
Lambra, calledes,
no digáis la tal palabra,
que si mis hijos lo saben
75
ante ti te lo mataran.
-Calledes vos, doña Sancha,
que tenéis por
qué callar,
pues paristes siete hijos,
como
puerca en muladar.
80
Gonzalvico que esto oyera,
esta
respuesta le da:
Yo te cortaré las faldas
por
vergonzoso lugar,
por cima de las rodillas
85
un palmo
y mucho más.
Al llanto de doña Lambra
don Rodrigo fue a llegar:
-¿Qué es aquesto, doña
Lambra?
¿quién os pretendió enojar?
90
Si me lo dices, yo entiendo
que te lo he de vengar,
porque a dueña tal que vos
todos la deben honrar.
y aun don Rodrigo de Lara,
con la grande siesta que hace
arrimádose ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo,
5
hijo de la renegada,
que si a las manos le hubiese
que le sacaría el alma.
El señor estando
en esto,
Mudarrillo que asomaba:
10
-Dios te salve,
caballero,
debajo la verde haya.
-Así haga a
ti, escudero,
buena sea tu llegada.
-Dígasme
tú, el caballero,
15
¿cómo era la tu gracia?
-A mí me dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo
de Lara,
cuñado de Gonzalo Gustos,
hermano de
doña Sancha;
20
por sobrinos me los hube
los
siete infantes de Salas;
espero aquí a Mudarrillo,
hijo de la renegada;
si delante lo tuviese,
25
yo
le sacaría el alma.
-Si a ti te dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González,
hijo de la renegada;
30
de Gonzalo Gustos hijo
y
alnado de doña Sancha;
por hermanos me los hube
los siete infantes de Salas.
Tú los vendiste,
traidor,
35
en el val de Arabiana,
mas si Dios a mí
me ayuda,
aquí dejarás el alma.
-Espéresme,
don Gonzalo,
iré a tomar las mis armas.
40
-El
espera que tú diste
a los infantes de Lara.
Aquí morirás, traidor,
enemigo de doña
Sancha.
al buen rey besar la mano;
consigo se los llevaba
los trescientos hijosdalgo,
entre ellos iba Rodrigo,
5
el soberbio castellano.
Todos cabalgan a mula,
sólo
Rodrigo a caballo;
todos visten oro y seda,
Rodrigo
va bien armado;
10
todos espadas ceñidas,
Rodrigo
estoque dorado;
todos con sendas varicas,
Rodrigo lanza
en la mano;
todos guantes olorosos,
15
Rodrigo guante
mallado;
todos sombreros muy ricos,
Rodrigo casco afilado,
y encima del casco lleva
un bonete colorado.
20
Andando
por su camino,
unos con otros hablando,
allegados son
a Burgos,
con el rey se han encontrado.
Los que vienen
con el rey
25
entre sí van razonando;
unos lo
dicen de quedo,
otros lo van preguntando:
-aquí
viene, entre esta gente,
quien mató al conde Lozano.
30
Como lo oyera Rodrigo
en hito los ha mirado,
con
alta y soberbia voz
de esta manera ha hablado:
-Si
hay alguno entre vosotros
35
su pariente o adeudado
que se pese de su muerte,
salga luego a demandallo,
yo se lo defenderé,
quiera pie, quiera caballo.
40
Todos responden a una:
-Demándelo su pecado.
Todos se apearon juntos
para al rey besar la mano,
Rodrigo se quedó solo,
45
encima de su caballo;
entonces habló su padre,
bien oiréis
lo que ha hablado:
-Apeaos vos, mi hijo,
besaréis
al rey la mano
50
porque él es vuestro señor,
vos, hijo, sois su vasallo.
Desque Rodrigo esto oyó,
sintiose más agraviado;
las palabras que responde
55
son de hombre muy enojado:
-Si otro me lo dijera
ya me lo hubiera pagado,
mas por mandarlo vos, padre,
yo lo haré de buen grado.
60
Ya se apeaba Rodrigo
para al rey besar la mano;
al hincar de la rodilla
el estoque se ha arrancado;
espantose de esto el rey
65
y dijo como turbado:
-Quítate Rodrigo, allá,
quítateme allá, diablo,
que tienes el
gesto de hombre
y los hechos de león bravo.
70
Como Rodrigo esto oyó
aprisa pide el caballo;
con una voz alterada
contra el rey así ha hablado:
-Por besar mano de rey
75
no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre
me tengo por afrentado.
En diciendo estas palabras
salido se ha del palacio,
80
consigo se los tornaba
los trescientos hijosdalgo.
Si bien vinieron vestidos,
volvieron mejor armados,
y si vinieron en mulas,
85
todos vuelven en caballos.
día era señalado,
cuando dueñas
y doncellas
al rey piden aguinaldo,
sino es Jimena
Gómez,
5
hija del conde Lozano,
que puesta delante
el rey
de esta manera ha hablado:
-Con mancilla vivo,
rey,
con ella vive mi madre;
10
cada día que
amanece
veo quien mató a mi padre,
caballero
en un caballo
y en su mano un gavilane:
otras veces
con un halcón
15
que trae para cazare:
por hacerme
más enojo,
cébalo en mi palomare,
con
sangre de mis palomas
ensangrentó mi briale.
20
Enviéselo a decir,
envióme a amenazare
que me cortará mis haldas
por vergonzoso lugare,
me forzará mis doncellas,
25
casadas y por casare,
matarame un pajecico
so haldas de mi briale.
Rey
que no hace justicia
no debía de reinare,
30
ni cabalgar en caballo,
ni espuela de oro calzare,
ni comer pan en manteles,
ni con la reina holgare,
ni oír misa en sagrado,
35
porque no merece mase.
El rey, de que esto oyera,
comenzara de hablare:
-¡Oh, válame Dios del cielo!
¡Quiérame
Dios consejare!
40
Si yo prendo o mato al Cid
mis cortes
se volverane,
y si no hago justicia
mi alma lo pagaráe.
-Ten tú las tus cortes, rey,
45
no te las revuelva
nadie;
al Cid que mató a mi padre
dámelo
tú por iguale,
que quien tanto mal me hizo
sé
que algún bien me haráe.
50
Entonces dijera
el rey,
bien oiréis lo que diráe:
-Siempre
lo oí decir,
y agora veo que es verdade,
que
el seso de las mujeres
55
que no era naturale:
hasta
aquí pidió justicia,
ya quiere con él
casare.
Yo lo haré de buen grado,
de muy buena
voluntade;
60
mandarle quiero una carta,
mandarle quiero
llamare.
Las palabras no son dichas,
la carta camino
vae,
mensajero que la lleva
65
dado la había
a su padre.
-Malas mañas habéis, conde,
no vos las puedo quitare,
que cartas que el rey vos
manda
no me las queréis mostrare.
70
-No era
nada, mi hijo,
sino que vades allae.
Quedaos vos aquí,
mio hijo,
yo iré en vuestro lugare.
-Nunca Dios
a tal quiera
75
ni Santa María lo mande,
sino
que adonde vos fuéredes
que allá vaya yo
delante.
pasó el Cid a mediodía,
en su caballo Babieca:
¡oh, qué bien que parecía!
El rey moro
que lo supo
5
a recibirle salía,
dijo: -Bien
vengas, el Cid,
buena sea tu venida,
que si quieres
ganar sueldo,
muy bueno te lo daría,
10
o si
vienes por mujer,
darte he una hermana mía.
-Que no quiero vuestro sueldo
ni de nadie lo querría,
que ni vengo por mujer,
15
que viva tengo la mía,
vengo a que pagues las parias
que tú debes a
Castilla.
-No te las daré yo, el buen Cid,
Cid,
yo no te las daría;
20
si mi padre las pagó,
hizo lo que no debía.
-Si por bien no me las
das,
yo por mal las tomaría.
-No lo harás
así, buen Cid,
25
que yo buena lanza había.
-En cuanto a eso, rey moro,
creo que nada te debía,
que si buena lanza tienes,
por buena tengo la mía;
30
mas da sus parias al rey,
a ese buen rey de Castilla.
-Por ser vos su mensajero,
de buen grado las daría.
el soberbio castellano
acordásete debría
de aquel buen tiempo pasado
cuando fuiste caballero
5
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino,
tú, Rodrigo el ahijado;
mi padre te dio las
armas,
mi madre te dio el caballo,
10
yo te calce las
espuelas
porque fueses más honrado;
pense casar
contigo,
mas no lo quiso mi pecado,
casástete
con Jimena,
15
hija del conde Lozano
con ella hubiste
dinero,
comigo hubieras Estado,
porque si la renta
es buena,
muy mejor es el estado.
20
Bien casástete,
Rodrigo,
muy mejor fueras casado;
dejaste fija de rey
por tomar la de un vasallo.
En oír esto Rodrigo
25
quedó de ello algo turbado;
con la turbación
que tiene
esta respuesta le ha dado:
-Si os parece,
mi señora,
bien podemos desviallo.
30
Respondióle
doña Urraca
con rostro muy sosegado:
-No lo
mande dios del cielo,
que por mí se haga tal caso:
mi ánima penaría
35
si yo fuese en disprepallo.
Volviose presto Rodrigo
y dijo muy angustiado:
-Afuera,
afuera, los míos,
los de a pie y los de a caballo,
40
pues de aquella torre mocha
una vira me han tirado;
no traía es asta de fierro,
el corazón
me ha pasado,
ya ningún remedio siento
45
sino
vivir más penado.
cabalgan dos zamoranos:
las divisas llevan verdes,
los caballos alazanos,
ricas espadas ceñidas,
5
sus cuerpos muy bien armados,
adargas ante sus pechos,
gruesas lanzas en sus manos,
espuelas llevan ginetas
y los frenos plateados.
10
Como son tan bien dispuestos
parecen muy bien armados,
y por un repecho arriba
salen más recios que galgos,
y súbenlos
a mirar
15
del real del rey Don Sancho.
Desque a otra
parte fueron
Dieron vuelta a los caballos,
y al cabo
de una gran pieza
soberbios así han hablado:
20
-¿Tendredes dos para dos,
caballeros castellanos,
que puedan armas hacer
con otros dos zamoranos
para daros a entender,
25
no hace el rey como hidalgo,
en quitar a doña Urraca
lo que su padre le ha
dado?
No queremos ser tenidos,
ni queremos ser honrados,
30
ni rey de nos haga cuenta,
ni conde nos ponga al lado,
si a los primeros encuentros
no los hemos derribado,
y siquiera salgan tres,
35
y siquiera salgan cuatro,
y siquiera salgan cinco,
salga siquiera el diablo,
con tal que no salga el Cid,
ni ese noble rey Don
Sancho,
40
que lo habemos por señor,
y el Cid nos
ha por hermanos;
de los otros caballeros,
salgan los
más esforzados.
Oídolo habían dos
condes,
45
los cuales eran cuñados:
-Atended, los
caballeros,
mientras estamos armados.
Piden apriesa
las armas,
suben en buenos caballos,
50
caminan para
las tiendas
donde yace el rey Don Sancho,
piden que
los de licencia
que ellos puedan hacer campo
contra
aquellos caballeros,
55
que con soberbia han hablado.
Allí hablara el buen Cid,
que es de los buenos
dechado:
-Los dos contrarios guerreros
no los tengo
yo por malos,
60
porque en muchas lides de armas
su valor
habían mostrado,
que en el cerco de Zamora
tuvieron
con siete campo:
el mozo mató a los dos,
65
el
viejo mató a los cuatro;
Por uno que se les fuera
las barbas se van pelando.
Enojados van los condes
de lo que el Cid ha hablado,
70
el rey cuando ir los
viera,
que vuelvan está mandando;
otorgó
cuanto pedían,
más por fuerza que de grado.
Mientras los condes se arman,
75
el padre al hijo está
hablando:
-Volved, hijo, hacia Zamora,
a Zamora y sus
andamios,
mirad dueñas y doncellas,
cómo
nos están mirando;
80
hijo, no miran a mí,
porque ya soy viejo y cano;
mas miran a vos, mi hijo,
que sois mozo y esforzado.
Si vos hacéis como
bueno
85
seréis de ellas muy honrado;
si lo hacéis
de cobarde,
abatido y ultrajado.
Afirmáos en
los estribos,
terciad la lanza en las manos,
90
esa
adarga ante los pechos,
y apercibid el caballo,
que
al que primero acomete,
tienen por más esforzado.
Apénas esto hubo dicho,
95
ya los condes han
llegado;
el uno viene de negro,
y el otro de colorado:
Vanse unos para otros,
fuertes encuentros se han
dado,
100
mas el que al mozo le cupo
derribólo del
caballo,
y el viejo al otro de encuentro
pasóle
de claro en claro:
el Conde, de que esto viera,
105
huyendo sale del campo,
y los dos van a Zamora
con
victoria muy honrados.
que nunca fuera cerrado,
vi venir pendón bermejo
con trescientos de a
caballo;
en medio de los trescientos
5
viene un monumento
armado,
y dentro del monumento
viene un ataúd
de palo,
y dentro del ataúd
venía un
cuerpo finado.
10
que era el de Fernán d'Arias,
hijo de Arias Gonzalo.
Llorábanle cien doncellas,
todas ciento hijosdalgo;
todas eran sus parientas
15
en tercero y cuarto grado;
las unas le dicen primo,
otras le llaman hermano,
las otras decían tío,
otras lo llaman cuñado.
20
Sobre todas lo lloraba
aquesa Urraca Hernando.
¡Y cuán bien que la
consuela
ese viejo Arias Gonzalo!
-¿Por qué
lloráis, mis doncellas?
25
¿por qué hacéis
tan grande llanto?
No lloréis así, señoras,
que no es para llorarlo,
que si un hijo me han muerto,
ahí me quedaban cuatro.
30
No murió por
las tabernas,
ni a las tablas jugando,
mas murió
sobre Zamora
vuestra honra resguardando;
murió
como caballero
35
con sus armas peleando.
del real se había salido
de dobles piezas armado
y un caballo morcillo;
va a reptar los zamoranos
5
por la muerte de su primo,
que mató Bellido Dolfos,
hijo de Dolfos Bellido.
-Yo os repto, los zamoranos,
por traidores fementidos,
10
repto a todos los muertos,
y con ellos a los vivos;
repto hombres y mujeres,
los por nacer y nacidos;
repto a todos los grandes,
15
a los grandes y a los chicos,
a las carnes y pescados,
y a las aguas de los ríos.
Allí habló
Arias Gonzalo,
bien oiréis lo que hubo dicho:
20
-¿Qué culpa tienen los viejos?
¿qué culpa
tienen los niños?
¿qué merecen las mujeres
y los que no son nacidos?
¿por qué reptas a
los muertos,
25
los ganados y los ríos?
Bien
sabéis vos, Diego Ordóñez,
muy bien
lo tenéis sabido,
que aquel que repta concejo
debe de lidiar con cinco.
30
Ordóñez le
respondió:
-Traidores heis todos sido.
do juran los hijosdalgo,
le tomaban jura a Alfonso
por la muerte de su hermano.
Tomábasela el buen
Cid,
5
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de
fierro
y una ballesta de palo,
y con unos evangelios
y un crucifijo en la mano.
10
Las palabras son tan fuertes,
que al buen rey ponen espanto:
-Villanos te maten,
Alfonso,
villanos, que no hidalgos,
de las Asturias
de Oviedo,
15
que no sean castellanos;
mátente
con aguijadas,
no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos
cachicuernos,
no con puñales dorados;
20
abarcas
traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
capas traigan
aguaderas,
no de contray ni frisado;
con camisones
de estopa,
25
no de holanda, ni labrados;
cabalguen
en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos;
frenos
traigan de cordel,
que no cueros fogueados.
30
Mátente
por las aradas,
que no en villas ni en poblado;
sáquente
el corazón
por el siniestro costado,
si no dices
la verdad
35
de lo que eres preguntado,
sobre si fuiste
o no
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan
fuertes
que el rey no las ha otorgado.
40
Allí
habló un caballero
que del rey es más privado:
-Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso
cuidado,
que nunca fue rey traidor,
45
ni papa descomulgado.
Jurado había el buen rey
que en tal nunca fue
hallado;
pero también dijo presto,
malamente
y enojado:
50
-¡Muy mal me conjuras, Cid!
¡Cid, muy
mal me has conjurado!
Porque hoy le tomas la jura,
a quien has de besar la mano.
Vete de mis tierras, Cid,
55
mal caballero probado,
y no vengas más a ellas
dende este día en un año.
-Pláceme,
dijo el buen Cid,
pláceme, dijo, de grado,
60
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Por un año me destierras,
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid,
65
a su destierro de
grado
con trescientos caballeros,
todos eran hijosdalgo;
todos son hombres mancebos,
ninguno no había
cano;
70
todos llevan lanza en puño
con el fierro
acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Mas no le faltó al buen Cid
75
adonde asentar
su campo.
allí estaba una doncella,
vestida de negros paños,
reluciente como estrella;
pasara el rey don Alonso,
5
namorado se había de ella,
dice: -Si es hija
de rey
que se casaría con ella,
y si es hija
de duque
serviría por manceba.
10
Allí
hablara el buen Cid,
estas palabras dijera:
-Vuestra
hermana es, señor,
vuestra hermana es aquella.
-Si mi hermana es, dijo el rey,
15
fuego malo encienda
en ella.
Llámenme mis ballesteros,
tírenle
sendas saetas,
y aquel que la errare
que le corten
la cabeza.
20
Allí hablara el buen Cid,
de esta
suerte respondiera:
-Mas aquel que la tirare,
pase
por la misma pena.
-Ios de mis tiendas, Cid,
25
no quiero
que estéis en ellas.
-Pláceme, respondió
el Cid,
que son viejas, y no nuevas;
irme he yo para
las mías
que son de brocado y seda,
30
que no
las gané holgando,
ni bebiendo en la taberna,
ganélas en las batallas
con mi lanza y mi bandera.
todas tres a una sazón:
las unas armara en Burgos,
las otras armó en León,
las otras armó
en Toledo,
5
donde los hidalgos son,
para cumplir de
justicia
al chico con el mayor.
Treinta días
da de plazo,
treinta días, que más non,
10
y el que a la postre viniese
que lo diesen por traidor.
Veintinueve son pasados,
los condes llegados son;
treinta días son pasados,
15
y el buen Cid no
viene, non.
Allí hablaran los condes:
-Señor,
dadlo por traidor.
Respondiérales el rey:
-Eso
non faría, non,
20
que el buen Cid es caballero
de batallas vencedor,
pues que en todas las mis cortes
no lo habría otro mejor.
Ellos en aquesto estando,
25
el buen Cid allí asomó
con trescientos
caballeros,
todos hijosdalgo son,
todos vestidos de
un paño,
de un paño y de una color,
30
si no fuera el buen Cid,
que traía un albornoz.
-Manténgaos Dios, el rey,
y a vosotros, sálveos
Dios,
que no hablo yo a los condes,
35
que mis enemigos
son.
víspera de Sant Cebrián;
ocho cabezas llevaba,
todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey
Almanzor,
5
a recibírselo sale;
aunque perdió
muchos moros,
piensa en esto bien ganar.
Manda hacer
un tablado
para mejor las mirar,
10
mandó traer
un cristiano
que estaba en captividad.
Como ante sí
lo trujeron
empezóle de hablar,
díjole:
-Gonzalo Gustos,
15
mira quién conocerás;
que lidiaron mis poderes
en el campo de Almenar:
sacaron ocho cabezas,
todas son de gran linaje.
20
Respondió Gonzalo Gustos:
-Presto os diré
la verdad.
Y limpiándoles la sangre,
asaz se
fuera a turbar;
dijo llorando agramente:
25
-¡Conózcolas
por mi mal!
la una es de mi carillo,
las otras me duelen
más:
de los infantes de Lara
son, mis hijos
naturales.
30
Así razona con ellos,
como si vivos
hablasen:
-¡Dios os salve, el mi compadre,
el mi amigo
leal!
¿Adónde son los mis hijos
35
que yo os
quise encomendar?
Muerto sois como buen hombre,
como
hombre de fiar.
Tomara otra cabeza
del hijo mayor de
edad:
40
-Sálveos Dios, Diego González,
hombre de muy gran bondad,
del conde Fernán González
alférez el principal:
a vos amaba yo mucho,
45
que me habíades de heredar.
Alimpiándola
con lágrimas
volviérala a su lugar,
y
toma la del segundo,
Martín Gómez que llamaban:
50
-Dios os perdone, el mi hijo,
hijo que mucho preciaba;
jugador era de tablas
el mejor de toda España,
mesurado caballero,
55
muy buen hablador en plaza.
Y dejándola llorando,
la del tercero tomaba:
-Hijo Suero Gustos,
todo el mundo os estimaba;
60
el rey os tuviera en mucho,
sólo para la su caza:
gran caballero esforzado,
muy buen bracero a ventaja,
¡Ruy Gómez vuestro tío
65
estas bodas
ordenara!
Y tomando la del cuarto,
lasamente la miraba:
-¡Oh hijo Fernán González,
(nombre del
mejor de España,
70
del buen conde de Castilla,
aquel que vos baptizara)
matador de puerco espín,
amigo de gran compaña!
nunca con gente de poco
75
os vieran en alianza.
Tomó la de Ruy Gómez,
de corazón la abrazaba:
-¡Hijo mío, hijo
mío!
¿quién como vos se hallara?
80
nunca
le oyeron mentira,
nunca por oro ni plata;
animoso,
buen guerrero,
muy gran feridor de espada,
que a quien
dábades de lleno
85
tullido o muerto quedaba.
Tomando la del menor,
el dolor se le doblara:
-¡Hijo
Gonzalo González!
¡Los ojos de doña Sancha!
90
¡Qué nuevas irán a ella
que a vos más
que a todos ama!
Tan apuesto de persona,
decidor bueno
entre damas,
repartidor en su haber,
95
aventajado en
la lanza.
¡Mejor fuera la mi muerte
que ver tan triste
jornada!
Al duelo que el viejo hace,
toda Córdoba
lloraba.
100
El rey Almanzor cuidoso
consigo se lo llevaba,
y mandó a una morica
lo sirviese muy de gana.
Ésta le torna en prisiones,
105
y con hambre
le curaba.
Hermana era del rey,
doncella moza y lozana;
con ésta Gonzalo Gustos
vino a perder su saña,
110
que de ella le nació un hijo
que a los hermanos
vengara.
este buen rey don Fernando;
los pies tiene hacia el oriente
y la candela en la mano.
A su cabecera tiene
5
arzobispos
y perlados,
a su man derecha tiene
a sus hijos todos
cuatro.
Los tres eran de la reina
y el uno era bastardo:
10
ese que bastardo era
quedaba mejor librado.
arzobispo
es de Toledo,
Maestre de Santiago,
Abad era en Zaragoza,
15
de las Españas primado.
-Hijo si yo no muriera
vos fuérades Padre Santo,
mas con la renta que
os queda
vos bien podéis alcanzarlo.
20
Ellos
estando en aquesto
entrara Urraca Fernando
y vuelta
hacia su padre
desta manera ha hablado.
San Miguel vos haya el alma;
mandastes las vuestras tierras
a quien se vos antojara:
a don Sancho a Castilla,
5
Castilla la bien nombrada;
a don Alonso a León,
y a don García a Vizcaya.
A mí, porque
soy mujer,
dejáisme desheredada.
10
Irme yo por
esas tierras
como una mujer errada,
y este mi cuerpo
daría
a quien se me antojara:
a los moros por
dineros
15
y a los cristianos de gracia,
de lo que ganar
pudiere
haré bien por la vuestra alma.
Alli
preguntara el rey:
-¿Quién es esa que así
habla?
20
Respondiera el Arzobispo:
-Vuestra hija doña
Vrraca.
-Calledes, hija, calledes,
no digades tal palabra,
que mujer que tal decía
25
merece de ser quemada.
Allá en Castilla la Vieja
un rincón se
me olvidaba,
Zamora había por nombre,
Zamora
la bien cercada;
30
de una parte la cerca el Duero,
de otra, peña tajada;
del otro la morería.
Una cosa muy preciada,
quien os la tomare, hija,
35
la mi maldicion le caiga.
Todos dicen amen, amen,
sino don Sancho, que calla.
cuando en Castilla reinó
¡las basbas que le salían,
y cuán poco las logró!
A pesar de los
franceses
5
los puertos de Aspa pasó;
Siete días
con sus noches
en campo los aguardó,
y viendo
que no venían
a Castilla se volvió.
10
Matara al conde de Niebla,
y el condado le quitó,
y a su hermano don Alonso
en las cárceles lo
echó.
Después que le tuvo preso
15
un
pregón hacer mandó:
que el que rogase por
él,
que le diesen por traidor.
No hay dama ni
caballero
que por él rogase, no,
20
sino fuera
una su hermana
que al rey se lo pidió:
-Rey
don Sancho, rey don Sancho,
hermano mío y señor,
cuando yo era pequeña
25
sé que un don
me prometió;
agora que soy crecida,
señor,
otórgamelo.
-Pedidlo vos, mi hermana,
mas con
una condición:
30
que no me pidáis a Burgos,
a Burgos, ni a León,
ni a Valladolid la rica,
ni a Valencia de Aragón,
cualquier otra cosa,
hermana,
35
no se os ha de negar, no.
-Señor,
yo no os pido a Burgos,
a Burgos, ni a León,
ni a Valladolid la rica,
ni a Valencia de Aragón;
40
lo que pido es a mi hermano,
que lo tenéis
en prisión.
-Pláceme, le dijo, hermana,
mañana os le daré yo.
-Vivo lo habéis
de dar, vivo,
45
vivo, que no muerto, no.
-Mal háyades
vos, hermana,
y quien tal os aconsejó,
que mañana,
de mañana,
muerto se le diera yo.
50
no digas que no te aviso
que de dentro de Zamora
un
alevoso ha salido:
llámase Bellido Dolfos,
5
hijo de Dolfos Bellido,
cuatro traiciones ha hecho,
y con ésta serán cinco;
si gran traidor
fue el padre,
mayor traidor es el hijo.
10
Gritos dan
en el real:
que a don Sancho han mal herido:
muerto
le ha Bellido Dolfos,
gran traición ha cometido.
Desque le tuviera muerto,
15
metióse por un postigo;
por las calles de Zamora
va dando voces y gritos:
-Tiempo era, doña Urraca,
de cumplir lo prometido.
20
el moro por la calzada,
caballero a la jineta
encima
una yegua baya;
borceguíes marroquíes
5
y espuela de oro calzada;
una adarga ante los pechos
y en su mano una azagaya.
Mirando estaba a Valencia,
cómo está tan bien cercada:
10
-¡Oh, Valencia,
oh Valencia,
de mal fuego seas quemada!
Primero fuiste
de moros
que de cristianos ganada.
Si la lanza no me
miente,
15
a moros serás tornada;
aquel perro
de aquel Cid
prenderélo por la barba,
su mujer,
doña Jimena,
será de mí cautivada,
20
su hija, Urraca Hernando,
será mi enamorada,
después de yo harto de ella
la entregaré
a mi compaña.
El buen Cid no está tan lejos,
25
que todo bien lo escuchaba.
-Venid vos acá,
mi hija,
mi hija doña Urraca;
dejad las ropas
continas
y vestid ropas de pascua.
30
Aquel moro hi-de-perro
detenédmelo en palabras,
mientras yo ensillo
a Babieca
y me ciño la mi espada.
La doncella,
muy hermosa,
35
se paró a una ventana;
el moro,
desque la vido,
de esta suerte le hablara:
-Alá
te guarde, señora,
mi señora doña
Urraca.
40
-Así haga a vos, señor,
buena
sea vuestra llegada.
Siete años ha, rey, siete,
que soy vuestra enamorada.
-Otros tanto ha, señora,
45
que os tengo dentro en mi alma.
Ellos estando en
aquesto
el buen Cid que asomaba.
-Adiós, adiós,
mi señora,
la mi linda enamorada,
50
que del
caballo Babieca
yo bien oigo la patada.
Do la yegua
pone el pie,
Babieca pone la pata.
Allí hablara
el caballo,
55
bien oiréis lo que hablaba:
-¡Reventar
debía la madre
que a su hijo no esperaba!
Siete
vueltas la rodea
alrededor de una jara;
60
la yegua,
que era ligera,
muy adelante pasaba
hasta llegar cabe
un río
adonde una barca estaba.
El moro, desque
la vido,
65
con ella bien se holgaba,
grandes gritos
da al barquero
que le allegase la barca;
el barquero
es diligente,
túvosela aparejada,
70
embarcó
muy presto en ella,
que no se detuvo nada.
Estando
el moro embarcado,
el buen Cid que llegó al agua,
y por ver al moro en salvo,
75
de tristeza reventaba;
mas con la furia que tiene,
una lanza le arrojaba,
y dijo: -Recoged, mi yerno,
arrecogedme esa lanza,
80
que quizás tiempo vendrá
que os será
bien demandada.
cabalgan caminadores,
que, según dicen las gentes,
ellos eran buenos hombres:
ricas aljubas vestidas,
5
y encima sus albornoces,
capas traen aguaderas,
a guisa de labradores.
Daban cebada de día
y caminaban de noche,
10
no por miedo de los moros,
mas por las grandes calores.
Por sus jornadas contadas
llegados son a las Cortes;
sálelos a recibir
15
el rey con sus altos hombres.
-Viejo que venís,
el Cid,
viejo venís y florido.
-No de holgar
con las mujeres,
mas de andar en tu servicio,
20
de
pelear con el rey Búcar,
rey que es de gran señorío,
de ganarle las sus tierras,
sus villas y sus castillos;
también le gané yo al rey,
25
el su escaño
tornido.
de una muy mala lanzada;
diérasela el rey, su
tío,
con una lanza herbolada.
El hierro tiene
en el cuerpo,
5
de fuera le tiembla el asta.
Tan malo
está don Tristán
que a Dios quiere dar el
alma
Valo a ver la reina Iseo
la su linda enamorada,
10
cubierta de paño negro
que de luto se llamaba.
Viéndole tan mal parado,
dice así la
triste dama:
-Quin os hirió, don Tristán,
15
heridas tenga de rabias,
y que no halle maestro
que sopiese de sanarlas.
Tanto están de boca
en boca
como una misa rezada:
20
llora el uno, llora
el otro,
toda la cama se baña;
el agua que de
ellos sale
una azucena regaba:
toda mujer que la bebe,
25
luego se siente preñada.
Así hice yo,
mezquina,
por la mi ventura mala.
tres hijuelos, que no más;
por enojo que hubo
de ellos
todos maldito los ha:
el uno se tornó
ciervo,
5
el otro se tornó can,
el otro se tornó
moro,
pasó las aguas del mar.
Andábase
Lanzarote
entre las damas holgando,
10
grandes voces
dio la una:
-Caballero, estad parado,
si fuese la mi
ventura,
cumplido fuese mi hado
que yo casase con vos
15
y vos conmigo de grado,
y me diésedes en arras
aquel ciervo del pie blanco.
-Dároslo he yo,
mi señora,
de corazón y de grado,
20
y
supiese yo las tierras
donde el ciervo era criado.
Ya cabalga Lanzarote,
ya cabalga y va su vía,
delante de sí llevaba
25
los sabuesos por la traílla.
Llegado había a una ermita
donde un ermitaño
había:
-Dios te salve, el hombre bueno,
-Buena
sea tu venida.
30
Cazador me parecéis
en los
sabuesos que traía.
-Dígasme tú,
el ermitaño,
tú que haces santa vida,
ese ciervo del pie blanco
35
¿dónde hace su manida?
-Quedaos aquí, mi hijo,
hasta que sea de día;
contaros he lo que vi
y todo lo que sabía:
40
por aquí pasó esta noche,
dos horas antes
del día,
siete leones con él
y una leona
parida.
Siete condes deja muertos
45
y mucha caballería.
Siempre Dios te guarde, hijo,
por do quier que fuer
tu ida,
que quien acá te envió
no te
quería dar la vida.
50
-¡Ay, dueña de Quintañones,
de mal fuego seas ardida,
que tanto buen caballero
por ti ha perdido la vida!
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando
de Bretaña vino,
que dueñas curaban de él,
5
doncellas del su rocino.
Esa dueña Quintañona,
ésa le escanciaba el vino,
la linda reina Ginebra
se lo acostaba consigo;
10
y estando al mejor sabor,
que sueño no había dormido,
la reina
toda turbada
un pleito ha conmovido:
-Lanzarote, Lanzarote,
15
si antes hubieras venido,
no hablara el orgulloso
las palabras que había dicho,
que a pesar de
vos, señor,
se acostaría conmigo.
20
Ya
se arma Lanzarote
de gran pesar conmovido,
despídese
de su amiga,
pregunta por el camino.
Topó con
el orgulloso
25
debajo de un verde pino,
combátense
de las lanzas,
a las hachas han venido.
Ya desmaya
el orgulloso,
ya cae en tierra tendido.
30
Cortárale
la cabeza,
sin hacer ningún partido;
vuélvese
para su amiga
donde fue bien recibido.
sobrino de don Beltrane,
asentado en las sus tierras,
deleitándose en cazare,
cuando le vinieron cartas
5
de Carlos el imperante.
De las cartas placer hubo,
de las palabras pesare,
que lo que las cartas dicen
a el parece male.
10
-Rogar os quiero, sobrino,
el
buen francés naturale,
lleguéis vuestros
caballeros,
los que comen vuestro pane;
darles heis
doblado sueldo
15
del que les soledes dare,
dobles armas
y caballos,
que bien menester lo hane;
darles heis
el campo franco
de todo lo que ganaren;
20
partiros
heis a los reinos
del rey moro Aliarde.
Deseximiento
me ha dado
a mí y a los doce Pares;
grande mengua
me sería
25
si todos se hobiesen de andare.
No
veo caballero en Francia
que mejor pueda emviare,
sino
a vos, el conde Dirlos,
esforzado en peleare.
30
El
conde que esto oyo,
tomó tristeza y pesare,
no por temor de los moros
ni miedo de peleare,
mas
tiene mujer hermosa,
35
mochacha de poca edade;
tres
años anduvo en armas
para con ella casare,
y
el año no era complido,
della lo mandan apartare.
40
De que esto él pensaba,
tomó dello
gran pesare;
triste estaba y pensativo,
no cesa de
sospirare.
Despide los falconeros,
45
monteros manda
pagare,
despide todos aquellos
con quien solía
deleitarse;
no burla con la condesa
como solía
burlare;
50
mas muy triste y pensativo
siempre le veían
andare.
La condesa, que esto vido,
llorando empezó
de hablare:
-¡Triste estades vos, el conde!,
55
¡triste,
lleno de pesare
de esta tan triste partida
para mí
de tanto male!
Partir vos queréis, el conde,
a los reynos de Aliarde;
60
dejáisme en tierras
ajenas
sola y sin quien me acompañe.
¿Cuántos
años, el buen conde,
hazéis cuenta de tardare?
Y volverme he a las tierras,
65
a las tierras de mi
padre,
vestirme he de un paño negro,
ese será
mi llevare;
maldiré mi hermosura,
maldire mi
mocedade,
70
maldire aquel triste día
que con
vos quise casare.
Mas si vos queredes, conde,
yo con
vos querría andare;
mas quiero perder la vida,
75
que sin vos della gozare.
El conde desque esto oyera,
empezola de mirare;
con una voz amorosa
presto tal
respuesta hace:
80
-No lloredes vos, condesa,
de mi
partida no hayáis pesare;
no quedáis en
tierra ajena,
sino en vuestra a vuestro mandare,
que
antes que yo me parta
85
todo vos lo quiero dare.
Podéis
vender qualquier villa
y empeñar cualquier ciudade,
como principal heredera,
que nada os pueden quitare.
90
Quedaréis encomendada
a mi tío don
Beltrane
y a mi primo Gayferos,
señor de París
la grande;
quedaréis encomendada
95
a Oliveros
y a Roldane,
al Emperador, y a los doce
que a una mesa
comen pane.
Porque los reinos son lejos
del rey moro
Aliarde;
100
que son cerca de la Casa Santa,
allende
del nuestro mare.
Siete años, la condesa,
todos
siete me esperade,
si a los ocho no viniere,
105
a los
nueue vos casade;
seréis de veinte siete años,
que es la mejor edade.
El que con vos casare, señora,
mis tierras tome en ajuare;
110
gozará mujer
hermosa,
rica y de gran linaje.
Bien es verdad, la
condesa,
que comigo os querría llevare;
mas
yo voy para batallas
115
y no cierto para holgare.
Caballero
que va en armas,
de mujer no debe curare,
porque con
el bien que os quiere
la honrra habría de olvidare.
120
Mas aparejad, condesa,
mandad vos aparejare,
iréis comigo a las cortes,
a París esa ciudade.
Toquen, toquen mis trompetas,
125
manden luego cabalgare.
Ya se partía el buen conde,
la condesa otro
que tale;
la vuelta van de París
apriesa no
de vagare.
130
Cuando son a una jornada
de París
esa ciudade,
el emperador que lo supo
a recebir se
los sale.
Con él sale Oliveros,
135
con él
sale don Roldane,
con él Darderín de Ardeña
y Urgel de la fuerza grande;
con él salía
Guarinos,
almirante de la mare;
140
con él sale
el esforzado
Renaldos de Montalvane;
con él
van todos los doce
que a una mesa comen pane,
sino
el infante Gaiferos
145
y el buen conde don Beltrane,
que salieron tres jornadas
más que todos adelante.
No quiso el emperador
que hubiesen de aposentare,
150
sino en sus reales palacios
posada les mando dare.
Luego empiezan su partida
apriesa y no de vagare.
Dale diez mil caballeros
155
de Francia más principales,
y con otra mucha gente,
gran ejército reale.
El sueldo les paga junto
por siete años y mase.
160
Ya tomadas buenas armas,
caballos otro que tale,
enderezan su partida,
empiezan de cabalgare;
cuando
el buen conde Dirlos
165
ruega mucho al emperante
que
él y todos los doce
se quisiesen ayuntare.
Cuando
todos fueron juntos
en la gran sala reale,
170
entra
el conde y la condesa,
mano por mano se vane.
Cuando
son en medio dellos,
el conde empezó de hablare:
-A vos lo digo, mi tío,
175
el buen viejo don
Beltrane,
y a vos, infante Gayferos,
y a mi buen primo
carnale,
y esto delante de todos
lo quiero mucho rogare,
180
y al muy alto Emperador,
que sepa es mi voluntade,
como villas y castillos
y ciudades y lugares
los
dejo a la condesa,
185
que nadie las puede quitare;
mas como principal heredera
en ellas pueda mandare,
en vender cualquiera villa
y empeñar cualquier
ciudade;
190
de aquello que ella hiciere
todos se hayan
de agradare.
Si por tiempo yo no viniere,
vosotros
la queráis casare;
el marido que ella tome
195
mis tierras hay en ajuare.
Y a vos la encomiendo, tío,
en lugar de marido y padre;
y a vos, mi primo Gayferos,
por mi la querays honrare;
200
y encomiéndola
a Oliveros,
y encomiéndola a Roldane,
y encomiéndola
a los doce,
y a don Carlos el imperante.
Y a todos
les place mucho
205
de aquello que el conde hace.
Ya
se parte el buen conde
de París, esa ciudade;
la condessa que ir lo vido
jamás lo quiso dejare
210
hasta orillas de la mar
do se había de embarcare.
Con ella va don Gayferos,
con ella va don Beltrane,
con ella va el esforzado
215
Renaldos de Montalvane,
sin otros muchos caballeros
de Francia más principales.
A tan triste despedida
el uno del otro hacen,
220
que si el conde iba triste,
la condesa mucho mase.
Palabras se estan diciendo
que era dolor de escuchare;
el conorte que se daban
225
era continuo llorare.
Con gran dolor manda el conde
hacer vela y navegare.
Como sin la condesa se vido
navegando por la mare,
230
movido de muy gran saña,
movido de gran pesare,
diciendo que por ningún tiempo
de ella lo harán
apartare,
sacramento tiene hecho
235
sobre un libro
misale
de jamás volver en Francia,
ni en ella
comer pane,
ni que nunca emviará carta,
porque
dél no sepan parte.
240
Siempre triste y pensativo,
puesto en pensamiento grande,
navegando en sus jornadas
por la tempestuosa mare,
llegado es a los reinos
245
del rey moro Aliarde.
Ese gran Soldán de Persia,
con poderío muy grande
ya les estaba aguardando
a las orillas del mare.
250
Cuando vino cerca tierra
las naves mandó llegare;
con vn esfuerzo esforzado
los empieza de esforzare:
-¡Oh esforzados caballeros!
255
¡oh mi compaña leale!
¡acuérdeseos
que dejamos
nuestra tierra naturale!
De ellos dejamos
mujeres,
de ellos hijos, de ellos padres,
260
solo para
ganar honra,
y no para ser cobardes.
Pues, esforzaos,
caballeros,
esforzad en peleare;
yo llevaré
la delantera,
265
y no me queráis dejare.
La
morisma era tanta,
tierra no dejan tomare.
El conde
que era esforzado
y discreto en peleare,
270
manda toda
artellería
en las sus barcas posare.
Con el
ingenio que traía
empiézales de tirare;
los tiros eran tan fuertes,
275
por fuerza hacen lugare.
Veréys sacar los caballos,
muy apriesa cabalgare;
tan fuerte dan en los moros,
que tierra les hacen dejare.
280
En tres años que el buen conde
entendió
en peleare,
ganados tiene los reinos
del rey moro Aliarde.
Con todos sus caballeros
285
parte por iguales partes;
tan grande parte da al chico,
tanto le da como al grande;
sólo él se retraía
sin querer
algo tomare.
290
Armado de armas blancas
y cuentas para
rezare,
¡tan triste vida hacía,
que no se puede
contare!
El Soldán le hace tributo,
295
y los
reyes de allende el mare:
de los tributos que le daban
a todos hacía parte.
Hace a todos mandamiento,
y a los mejores jurare,
300
ninguno sea osado
hombre
a Francia embiare,
y al que cartas embiase
luego le
hará matare.
Quince años el conde estuvo
305
siempre de allende del mare,
y no escribió
a la condesa,
ni a su tío don Beltrane,
ni escribió
a los doce,
ni menos al emperante.
310
Unos creían
que era muerto,
otros anegado en mare.
Las barbas y
los cabellos
nunca los quiso afeitare,
tiénelos
hasta la cinta,
315
hasta la cinta y aun mase;
la cara
mucho quemada
del mucho sol y del aire,
con el gesto
demudado
muy feroz y espantable.
320
Los quince años
cumplidos,
deciséis querían entrare,
acostárase en su cama
con deseo de holgare.
Pensando estaba, pensando
325
la triste vida que hace,
pensando en aquel tiempo
que solía festejare,
cuando justas y torneos
por la condesa solía
armare.
330
Durmióse con pensamiento,
y empezara
de holgare,
cuando hace un triste sueño
para
él de gran pesare.
Vía estar la condesa
335
en brazos de un infante.
Salto diera de la cama
con un pensamiento grande,
gritando con altas voces,
no cesando de hablare:
340
-¡Toquen, toquen mis trompetas,
mi gente manden llegare!
Pensando que había
moros
todos llegados se hane.
Desque todos son llegados,
345
llorando empezó a hablare:
-¡Oh esforzados
caballeros!
¡oh mi compaña leale!
yo conozco
aquel ejemplo
que dicen, y es gran verdade,
350
que
todo hombre nacido
que es de hueso y de carne,
el mayor
deseo que tenía
es en sus tierras holgare.
Ya
cumplidos son quince años,
355
y en deciséis
quiere entrare,
que somos en estos reynos
y estamos
en soledade.
Quien tenía mujer hermosa,
vieja
la debe de hallare;
360
el que dejó hijos pequeños,
hallarlos ha hombres grandes;
ni el padre conocerá
al hijo,
ni el hijo menos al padre.
Hora es ya, mis
caballeros,
365
de ir a Francia a holgare,
pues llevamos
harta honra
y dineros mucho mase.
Lleguen, lleguen
naves luego,
mándolas aparejare,
370
capitanes
ordenemos
para las tierras guardare.
Ya todo es aparejado,
ya empiezan a navegare.
Cuando todos son llegados
375
a las orillas del mare,
llorando el conde de sus ojos
les empieza de hablare:
-¡Oh esforzados caballeros!
¡oh mi compaña leale!
380
una cosa rogar vos
quiero,
no me la queráis negare;
quien secreto
me tuviere,
yo le he de galardonare:
que todos hagáis
juramento
385
sobre un libro misale,
que en parte ninguna
que sea
no me hayáis de nombrare,
porque con
el gesto que traigo
ningunos me conocerane;
390
mas
viéndome con tanta gente
y ejército reale,
si vos demandan quién soy
no les digáis
la verdade;
decid que soy mensajero,
395
que vengo de
allende el mare,
que voy con una embajada
a don Carlos
el emperante,
porque es hecho un mal suyo,
y quiero
ver si es verdade.
400
Con l'alegría que llevan
de a Francia se tornare,
todos hazen sacramento
de tenerle puridade.
Embárcanse muy alegres,
405
empiezan de navegare;
el tiempo tienen muy fresco
que placer es de mirare.
Allegados son en Francia,
en sus tierras naturales.
410
Cuando el conde se vio en
tierra,
empieza de caminare;
no va vuelta de las cortes
de Carlos el emperante,
mas va vuelta de sus tierras,
415
las que solía mandare.
Ya llegado que es
a ellas,
por ellas empieza de andare.
Andando por su
camino
una villa fue a hallare;
420
llegado se había
cerca
por con alguno hablare.
Alzó los ojos
en alto
a la puerta del lugare,
llorando de los sus
ojos
425
comenzara de hablare:
-¡Oh esforzados caballeros,
de mi duelo habed pesare,
armas que mi padre puso
mudadas las veo estare!
430
O es casada la condesa,
o mis tierras van a male.
Allegóse a las puertas
con gran enojo y pesare;
miró por entre las
puertas,
435
gente de armas vido estare.
Llamando está
uno dellos,
el más viejo en antiguedade;
de
la mano él lo toma
y empiézale de hablare:
440
-Por Dios te ruego, el portero,
me digas una verdade:
¿de quién son aquestas tierras?,
¿quién
las solía mandare?
-Pláceme, dijo el portero,
445
de deciros la verdade;
ellas eran del conde Dirlos,
señor de aqueste lugare,
agora son de Celinos,
de Celinos el infante.
450
El conde desque esto oyera
vuelto se le ha la sangre;
con una voz demudada
otra vez le fue a hablare:
-Por Dios te ruego, hermano,
455
no te quieras enojare,
que esto que agora me dices
tiempo habrá que te lo pagare.
¿Dime si las
heredo Celinos,
o si las fue a mercare?
460
¿o si en
el juego de dados
él las fuera a ganare,
¿o
si las tiene por fuerza,
que no las quiere tornare?
El portero que esto oyera,
465
presto le fue a hablare:
-No las heredó, señor,
que no le vienen
de linaje,
que hermanos tiene el conde,
aunque se querían
male,
470
y sobrinos tiene muchos
que las podían
heredare;
ni menos las ha mercado,
que no las basta
a pagare,
que Irlos es grande ciudade,
475
y ha muchas
villas y lugares.
Cartas hizo contrahechas,
de que
al conde muerto le hane,
por casar con la condesa,
que era rica y de linaje,
480
y aun ella no se casara
cierto a su voluntade,
sino por fuerza de Oliveros,
y a porfía de Roldane,
y a ruego de Carlo Magno,
485
de Francia rey emperante,
por casar bien a Celinos
y ponerle en buen lugare.
Mas el casamiento han hecho
con una condición tale,
490
que no allegase a
la condesa,
ni a ella haya de llegare,
mas por él
se desposara
ese paladín Roldane.
Ricas fiestas
se hicieron
495
en Irlos esa ciudade;
gastos, galas
y torneos
muchos, de los doce Pares.
El conde desque
esto oyera,
vuelto se le ha la sangre;
500
por mucho
que disimula
no cesa de sospirare,
diciéndole
esto: -Hermano,
no te enojes de contare:
¿quién
fue en aquestas bodas,
505
y quién no quiso estare?
-Señor, en ellos fue Oliveros
y el emperador
y Roldane;
fue Belardos y Montesinos
y el gran conde
don Grimalde
510
y otros muchos caballeros
de los de
los doce Pares.
Pesole mucho a Gayferos,
pesó
mucho a don Beltrane,
y más pesó a don Galbán
515
y al fuerte Meriane.
Ya que eran desposados,
misa les querían dare,
allego un falconero
a
Carlos el emperante,
520
que venía de aquellas tierras
de allá de allende el mare;
y dijo que el conde
era vivo,
y que traía señale.
Plugo mucho
a la condesa,
525
pesole mucho al infante,
porque en
las grandes fiestas
hubo grande desbarate.
Alla traen
grandes pleitos
en cortes del emperante,
530
por lo
cual es vuelta Francia
y todos los doce Pares.
Ella
dice que un año de tiempo
pidió antes de
desposare,
por emviar mensajeros
535
muchos allende
la mare;
y que si el conde era ya muerto,
el casamiento
fuese adelante;
si era vivo, bien se sabía
que
ella no podía casare.
540
Por ella responde Gayferos,
Gayferos y don Beltrane;
por Celinos era Oliveros,
Oliveros y Roldane.
Creemos que es dada sentencia,
545
o que se quería ahora dare,
por que ayer
hubimos cartas
de Carlos el emperante,
que quitemos
estas armas,
pongamos las naturales,
550
y que guardemos
las tierras
por el conde don Beltrane;
que ninguno
de Celinos
en ellas no pueda entrare.
El conde desque
esto oyera,
555
movido de gran pesare,
vuelve riendas
al caballo,
en el lugar no quiso entrare.
Mas allá
en un verde prado
su gente mandó llegare;
560
con una voz muy humilde
les empieza de hablare:
-¡Oh
esforzados caballeros!,
¡oh mi compaña leale!
el consejo que os pidiere
565
bueno me lo queráis
dare:
¿Si me consejáis que vaya
a las cortes
del emperante?
¿o que mate a Celinos,
a Celinos el
infante?
570
¿Volveremos en allende
do podremos bien
estare?
Caballeros que esto oyeron
presto tal respuesta
hazen:
-¡Calledes, conde, calledes!,
575
¡conde, no
digáis vos tale!
No miréis a vuestra gana,
mas mirad a don Beltrane
y esos buenos caballeros
que tanta honra vos hacen.
580
Si vos matáis a
Celinos,
dirán que fuísteis cobarde;
idos, idos a las cortes
de Carlos el emperante.
Conoceréis
quien bien os quiere
585
y quien os quería male.
Por bueno que es Celinos,
vos sois de tam buen linaje,
y tenéis dos tantas tierras
y dineros que gastare.
590
Nosotros vos prometemos
con sacramento leale,
somos diez mil caballeros
y franceses naturales,
que
por vos perder la vida
595
y cuanto tenemos gastare,
quitando al Emperador,
contra cualquier otro grande.
El conde desque esto oyera,
respuesta ninguna hace;
600
da de espuelas al caballo,
va por el camino adelante;
la vuelta va de París
como aquel que bien la
sabe.
Cuando fue a una jornada
605
de las cortes del
emperante,
otra vez llega a los suyos
y les empieza
de hablare:
-¡Esforzados caballeros!,
una cosa os quiero
rogare;
610
siempre tomé vuestro consejo,
el
mío queráis tomare;
porque si entro en París
con ejército reale,
saldra por mí el
Emperador
615
con todos los principales.
Si no me conoce
de vista,
conocerme ha en el hablare,
y así
no sabré de cierto
todo mi bien y mi male.
620
El que no tiene dineros,
yo le daré que gastare;
los unos vuelvan a caza,
los otros pasen delante,
los otros en derredor
625
pasad en villas y lugares;
yo solo con cient caballeros
entráreme en la
ciudade
de noche y escurecido,
que nadie sepa mi parte.
630
Vosotros en ocho días
podéis poco
a poco entrare;
hallaréime en los palacios
de
mi tío don Beltrane;
aparejandoos posada
635
y dineros que gastare.
Todos fueron muy contentos,
pues al conde así le place.
La noche era escurecida
cerca diez horas o mase,
640
cuando entró el
conde Dirlos
en París esa ciudade.
Derecho va
a los palacios
de su tío don Beltrane;
pero
cuando atravesaban
645
por medio de la ciudade,
vido
asomar tantas hachas,
gente de armas mucho mase;
por
do él pasar había,
por allí van a
pasare.
650
El conde, cuando los vido,
los suyos manda
apartare;
desque todos son pasados,
el postrero fue
a llamare:
-Por Dios te ruego, escuder,
655
me digas
una verdade:
¿Quién son esa gente de armas
que
agora van por ciudade?
El escudero que esto oyera
tal
respuesta le fue a dare:
660
-Señor, la condesa
Dirlos
viene del palacio reale
sobre un pleito que
traía
con Oliveros y Roldane.
Los que la llevan
en medio
665
son Roldán y don Beltrane;
aquellos
que van postreros,
donde tantas lumbres vane,
son el
infante Gayferos
y el fuerte Meriane.
670
El conde de
que esto oyera
de la ciudad él se sale.
Debajo
de una espesura
para cabe los adarves,
diciendo está
a los suyos:
675
-No es hora de entrare,
que de que
sean apeados
tornarán a cabalgare.
Yo quiero
entrar en hora
que de mí no sepan parte.
680
Allí están razonando
de armas y de hechos
grandes
hasta que era media noche,
los gallos querían
cantare,
velven rienda a los caballos,
685
y entran
en la ciudade.
Vuelta van de los palacios
del buen
conde don Beltrane;
antes de llegar a ellos
de dos
calles y aún mase,
690
tantas cadenas hay puestas
que ellos no pueden pasare.
Lanzas les ponen a los
pechos,
no cesando de hablare:
-¡Vuelta, vuelta, caballeros,
695
que por aquí no hay pasaje!,
que aquí
están los palacios
del buen conde don Beltrane,
enemigo de Oliveros,
enemigo de Roldane,
700
enemigo
de Belardos
y de Celinos el infante.
El conde, desque
esto oyera,
presto tal respuesta hace:
-Ruégote,
el caballero,
705
que me quieras escuchare.
Anda, ve,
y dile luego
a tu señor don Beltrane,
que aquí
esta un mensajero
que viene de allende el mare.
710
Cartas traigo del conde Dirlos,
su buen sobrino carnale.
El caballero con placer
empieza de aguijare;
presto
las nuevas le daba
715
al buen conde don Beltrane,
el
cual ya se acostaba
en su cámara reale.
Desque
tal nueva oyera,
tornose a vestir y calzare.
720
Caballeros
al derredor
trescientos trae por guardarle;
hachas
muchas encendidas
al patín hizo bajare;
mandó
que al mensajero
725
solo le dejen entrare.
Cando fue
en el patín
con la mucha claridade
mirándole
está, mirando,
viéndole como salvaje.
730
Como el que está espantado
a él no se
osa llegare;
bajito el conde le habla,
dándole
muchas señales.
Conociole don Beltrán
735
entonces en el hablare,
y con los brazos abiertos
corre para abrazarle;
diciéndole está:
-¡Sobrino!
Sin cesar de sospirare;
740
el Conde le está
rogando
que nadie de él sepa parte.
Envían
presto a las plazas,
carnecerías otro que tale,
para mercarles de cena,
745
la cual mándales
aparejare.
Manda que a sus caballeros
todos los dejen
entrare;
que les tomen los caballos
y los hagan bien
pensare.
750
Abren muy grandes estudios,
mándanlos
aposentare.
Allí entra el conde y los suyos,
ningún otro dejan entrare,
porque no conozcan
al conde
755
ni del supiesen parte.
Ver heis todos del
palacio
unos con otros hablare,
si es este el conde
Dirlos,
o quien otro puede estare,
760
según
el recibimiento
le ha hecho don Beltrane.
Oídolo
ha la condesa
a las vozes que dan grandes;
mandó
llamar sus doncellas
765
y encomienza de hablare:
-¿Qué
es aquesto, mis doncellas,
no me lo querráis negare,
que esta noche tanta gente
por el palacio siento andare?
770
Decidme, ¿dó es el señor,
el mi tío
don Beltrane?,
¿si quizá dentro en mis tierras
Roldan ha hecho algún male?
Las doncellas que
lo oyeran
775
atal respuesta le hacen:
-Lo que vos sentís,
señora,
no son nuevas de pesare,
es venido un
caballero
así propio como salvaje;
780
muchos
caballeros con él,
¡gran acatamiento le hacen!
¡muy rica cena le guisa
el buen conde don Beltrane!
Unos dicen que es mensajero
785
que viene de allende
el mare,
otros que es el conde Dirlos,
nuestro señor
naturale.
Alla se ha encerrado,
que nadie no puede
entrare;
790
según ven el aparejo
creen todos
que es verdade.
La condesa, que esto oyera,
de la cama
fue a saltare;
apriesa demanda el vestido,
795
apriesa
demanda el calzare,
muchas damas y donzellas
empiezan
de aguijare.
A las puertas de los estudios
grandes
golpes manda dare,
800
llamando a don Beltrane,
que
dentro la manda entrare;
no quería el conde Dirlos
que la dejasen entrare.
Don Beltran salió a
la puerta
805
no cesando de hablare:
-¿Qué es
esto, señora prima?
no tengáis priesa tan
grande,
que aún no sé bien las nuevas
que el mensajero me trae,
810
porque es de tierras ajenas
y no le entiendo el lenguaje.
Mas la condesa por esto
no quiere sino entrare;
que mensajero de su marido
815
ella lo quiere honrrare.
De la mano la entraba
ese conde don Beltrane;
desque ella es de dentro,
al mensajero empieza a mirare;
820
mas él mirarla
no osaba,
y no cesa de sospirare;
y meneando la cabeza
los cabellos ponía a la face.
Desque la condesa
viera
825
todos callar y no hablare,
con una voz muy
humilde
empieza de razonare:
-¡Por Dios vos ruego,
mi tío,
por Dios vos quiero rogare,
830
pues
que este mensajero
viene de tan luengas partes,
que
si no terná dineros,
ni tuviere que gastare,
decid si nada le falta,
835
no cese de demandare!
Pagarle
hemos su gente,
darle hemos que gastare;
pues viene
por mi señor,
yo no le puedo faltare
840
a él
y a todos los suyos,
aunque fuesen muchos mase.
Estas
palabras hablando
no cesaba de llorare.
Mancilla hubo
su marido
845
con amor que tiene grande;
pensando de
consolarla
acordó de la abrazare,
y con los
brazos abiertos
iba para la tomare.
850
La condesa espantada
púsose tras don Beltrane;
el conde con grandes
sospiros
comenzole de hablare:
-¡No huyades, la condesa,
855
ni os queráis espantare,
que yo soy el conde
Dirlos,
vuestro marido carnale!
Estos son aquellos
brazos
en que solíades holgare.
860
Con las manos
se aparta
los cabellos de la haze;
conociolo la condesa
entonces en el hablare;
en sus brazos ella se echa,
865
no cesando de llorare:
-¿Qué es aquesto,
mi señor?
¿quién os hizo ser salvaje?
¡No, no es este aquel gesto
que vos teníades antes!
870
Quiten os aquestas armas,
otras luego os quieran
dare;
traigan de aquellos vestidos
que solíades
llevare.
Ya les paraban las mesas,
875
ya les daban
a cenare,
cuando empezó la condesa
a decir esto
y a hablare:
-¡Cierto parece, señor,
que lo
hacemos muy male,
880
que el conde está ya en sus
tierras
y en la su heredade,
que no avisemos a aquellos
que su honra quieren mirare!
No lo digo aún
por Gayferos,
885
ni por su hermano Meriane,
sino por
el esforzado
Renaldo de Montalvane.
¡Bien sabedes,
señor tío,
cuánto se quiso mostrare.
890
siendo siempre con nosotros
contra el paladín
Roldane!
Llaman luego dos caballeros
de aquellos más
principales,
el uno emvían a Gayferos,
895
otro
a Renaldos de Montalvane.
Apriesa viene Gayferos,
apriesa
y no de vagare;
desque vido la condesa
en brazos de
aquel salvaje,
900
a ellos él se allega,
y empezoles
de hablare.
Desque el conde lo vido,
levantose abrazarle:
desque se han conocido,
905
grande acatamiento se hacen.
Ya puestas eran las mesas,
ya le daban a cenare;
la condesa lo servía
y estaba siempre delante,
910
en esto llegó Renaldos,
Renaldos de Montalvane,
y desque el conde lo vido,
hubo un placer muy grande.
Con una boz amorosa
915
le empezara de hablare:
-¡Oh
esforzado conde Dirlos,
de vuestra venida me place!
Aunque agora vuestros pleitos
mejor se podrán
librare;
920
más si yo fuera creído,
fueran
fechos antes de vos llegare;
o me halláredes a
vivo,
o al paladín don Roldane.
El conde desque
esto oyera
925
grandes mercedes le hace,
diciendo: -Juramento
ha hecho
sobre un libro misale
de jamás quitar
las armas,
ni con la condesa holgare,
930
hasta que
haya cumplido
toda la su voluntade.
El concierto que
ellos tienen
por mejor y naturale,
era que en el otro
día,
935
se presente al emperante,
el conde vaya
a palacio
por la mano le besare.
Toda la noche pasaron
descansando, en hablare;
940
y cuando vino el otro día,
a la hora de yantare,
cabalgara el conde Dirlos,
muy leales armas trae,
y encima un collar de oro
945
y una ropa rozagante,
solo con cient caballeros,
que no quiere llevar mase,
a la izquierda va Gayferos,
a la derecha don Beltrane.
950
Y viénense a los
palacios
de Carlos el emperante;
cuantos grandes allí
hallan,
acatamiento le hacen
por honra de don Gayferos,
955
que era suya la ciudade.
Cuando son en la gran sala,
hallan allí al emperante
asentado a la su mesa,
que le daban a yantare.
960
Con él está
Oliveros,
con él está don Roldane,
con
el está Valdovinos
y Celinos el infante,
con
él están muchos grandes
965
de Francia la
naturale.
En entrando por la sala
grande reverencia
hacen,
Y al Emperador saludan
los tres juntos a la
pare.
970
Desque don Roldane los vido,
presto se fue
a levantare;
apriesa demanda Celinos
no cesando de
hablare:
-Cabalgad presto, Celinos,
975
no estéis
más en la ciudade,
que quiero perder la vida,
si bien miráis las señales,
si aquel no
es el conde Dirlos,
que viene como salvaje;
980
yo quedare
por vos, primo,
a lo que querrán demandare.
Ya cabalgaba Celinos,
y sale de la ciudade;
con el
va gran gente de armas
985
por haberlo de guardare.
El conde y don Gayferos
lléganse al emperante,
la mano besar le quiere
y él no se la quiere
dare;
990
mas está maravillado,
diciendo: -¿Quién
podrá estare?
El conde, que así lo vido,
empezole de hablare:
-No se maraville vuestra alteza,
995
que no es de maravillare,
que quien dijo que era
muerto,
mentira dijo y no verdade.
Señor, yo
soy el conde Dirlos,
vuestro servidor leale;
1000
mas
los malos caballeros
siempre presumen el male.
Conocídole
han todos
entonces en el hablare.
Levantose el Emperador
1005
y empezó de abrazarle,
y mandó salir
a todos
y las puertas bien cerrare.
Solo queda Oliveros
y el paladín Roldane,
1010
el conde Dirlos y
Gayferos,
y el buen viejo don Beltrane.
Asentose el
Emperador
y a todos manda posare;
entonces con voz
humilde
1015
les empezó de hablare:
-Esforzado
conde Dirlos,
de vuestra venida me place,
aunque de
vuestro enojo
no es de tener pesare,
1020
porque no
hay cargo ninguno,
ni verguenza otro que tale,
que
si casó la condesa,
no cierto a su voluntade,
sino a porfía mía
1025
y a ruegos de don
Roldane,
y con tantas condiciones
que sería
largo de contare;
por do siempre ha mostrado
teneros
amor muy grande.
1030
Si ha errado Celinos,
hízolo
con mocedade,
en escrebir que érades muerto,
pues que no era verdade.
Mas por eso nunca quise
1035
a ella dejar tocare,
ni menos a los desposorios
a
el no dejé estare;
mas por él fue presentado
ese paladín Roldane.
1040
Mas la culpa, conde,
es vuestra,
y a vos os la devéis dare:
para
ser vos tan discreto,
esforzado y de linaje,
dejastes
mujer hermosa,
1045
moza de poca edade;
y de vista no
la visitaste,
de cartas la debíades visitare.
Si supiera que a la partida
llebábades tal pesare,
1050
no os enviara yo, el conde,
que otros pudiera emviare;
mas por ser buen caballero
sólo a vos quise
emviare.
El conde de que esto oyera,
1055
atal respuesta
le hace:
-¡Calle, calle vuestra alteza!,
¡buen señor,
no diga tale!,
que no cabe quejar de Celinos
por ser
de tan poca edade;
1060
que con tales caballeros
yo
no me costumbro honrare.
Por él está aquí
Oliveros,
por él está don Roldane,
que
son buenos caballeros
1065
y los tengo yo por tales.
¡Consentir ellos tal carta!
¡consentir tan gran maldade!
¡o me tenían en poco,
o me tienen por cobarde,
1070
que sabiendo que era vivo
no se lo osaría
demandare!
Por eso suplico a vuestra alteza
campo me
quiera otorgare;
pues por él, pleito tomaban,
1075
pueden el campo aceptare,
si quieren uno por uno,
o amos juntos a la pare;
no perjudicando a los míos,
aunque hay hartos de linaje,
1080
que a esto y mucho
más que esto
recaudo bastan a dare.
Por que
conozcan que sin parientes,
amigos no me han de faltare,
tomaré al esforzado
1085
Renaldos de Montalvane.
Don Roldán que esto oyera
con gran enojo y pesare,
no por lo que el conde dijo,
que con razón lo
veía estare,
1090
mas en nombrarle Reynaldos,
vuelto se le ha la sangre,
porque los que mal le quieren,
cuando le quieren facer pesare,
luego le dan por los
ojos
1095
Renaldos de Montalvane.
Movido de muy gran
saña,
luego habló así don Roldane:
-Soy contento, el conde Dirlos,
y tomad este mi guante,
1100
y agradeced que sois venido
tan presto sin más
tardare,
que a pesar de quien pesara
yo los hiciera
casare,
sacando a don Gayferos,
1105
sobrino del emperante.
-Calledes, dijo Gayferos,
Roldán, no digáis
tale;
por ser soberbio y descortés
mal vos quieren
los doce Pares,
1110
que otros tan buenos como vos
defienden
la otra parte,
y yo faltar no les puedo,
ni dejar pasar
lo tale.
Aunque mi primo es Celinos,
1115
hijo de hermana
de madre,
bien sabéis que el conde Dirlos
es
hijo de hermano de padre;
y por ser de padre hermano,
no le tengo de faltare,
1120
ni porque no pase la vuestra,
que a todos vantaja queréis llevare.
Toma el
guante el conde Dirlos
y de la sala se sale,
tras él
guía Gayferos,
1125
y tras él va don Beltrane.
Triste está el Emperador,
haciendo llantos muy
grandes,
viendo a Francia revuelta
y a todos los doce
Pares.
1130
Desque Renaldos lo supo,
hubo dello placer
grande;
decía al conde palabras,
mostrándole
voluntade:
-Esforçado conde Dirlos,
1135
lo que
habéis hecho me place,
y muy mucho más del
campo
contra Oliveros y Roldane.
Una cosa rogar quiero,
no me la queráis negare;
1140
pues no es principal
Oliveros,
ni menos es don Roldane,
sin perjudicar vuestra
honra
con cualquier podéis peleare;
tomad vos
a Oliveros
1145
y dejadme a don Roldane.
-Pláceme,
dijo el conde,
Renaldos, pues a vos place.
Desque supieron
las nuevas
los grandes y principales
1150
que es venido
el conde Dirlos
y que está ya en la ciudade,
veréis parientes y amigos
que grandes fiestas
le hacen.
Los que a Roldán mal quieren,
1155
al conde Dirlos hacen parte,
por lo cual toda la Francia
en armas veréis estare.
Mas si los doce quisieran,
bien los podían paciguare;
1160
mas ninguno por
paz se pone,
todos hacen parcialidade,
sino el arzobispo
Turpín,
que es de Francia cardenale;
sobrino
del Emperador,
1165
en esfuezço principale,
que
sólo aquel se ponía
si los podía
apaciguare;
mas ellos escuchar no quieren,
tanto se
han mala voluntade.
1170
Veréis ir dueñas,
donzellas
a unos y a otros rogare;
ni por ruegos ni
por cosas
no los pueden apaciguare.
muestra má
saña que todos
1175
el esforzado Meriane,
hermano
del conde Dirlos
y hermano de Durandarte,
aunque por
diferencias
no se solían hablare,
1180
de que
sabe lo que ha dicho
en el palacio reale
que si el
conde más tardara
el casamiento hiciera pasare
a pesar de todos ellos
1185
y a pesar de don Beltrane.
Por esto cartas envía
con palabras de pesare,
que aquello que él ha dicho
no le basta hacer
verdade,
1190
que aunque el conde no viniera
había
quien lo demandare.
El Emperador que lo supo,
muy grandes
llantos hace;
por perdida dan a Francia
1195
y a toda
la cristiandade;
dicen que alguna de las partes
con
moros se irá ayuntare.
Triste iba y pensativo,
no cesando el sospirare,
1200
mas los buenos consejeros
aprovechan a la necesidade.
Consejan al Emperador
para remedio tomare,
mande tocar las trompetas
1205
y a todos mande juntare,
y al que luego no viniere,
por traidor lo mande dare;
que le quitará las
tierras
y mandará desterrare.
1210
Mas todos
son muy leales,
todos juntados se hane.
El Emperador
en medio dellos,
llorando, empezó de hablare:
-¡Esforzados caballeros!
1215
¡oh primos míos
carnales!
Entre vosotros no hay diferencia,
vosotros
las queréis buscare
todos sois muy esforzados,
todos primos, de linaje;
1220
acuérdeseos de
morire
y que a Dios hacéis pesare,
no sólo
en perder a vosotros,
mas a toda la cristiandade.
rogar
os quiero una cosa,
1225
y no os queráis enojare;
que sin mis leyes de Francia,
campo no se puede dare.
De tal campo no soy contento,
ni a mi cierto me place,
1230
porque yo no veo causa
porque lo haya de dare,
ni hay verguenza ni injuria
que a ninguno se pueda
dare,
ni al conde han enojado
1235
Oliveros ni Roldane,
ni el conde a ellos menos
porque se hayan de matare,
de ayudar a sus amigos
ya es la usanza tale.
1240
Si Celinos ha errado
con amor y mocedade,
no ha tocado
a la condesa,
no ha hecho tanto male
que dello merezca
muerte,
1245
ni se la deben de dare.
Ya sabemos que
el conde Dirlos
es esforzado y de linaje,
y de los
grandes señores
que en Francia comen pane,
1250
que quien enojara a él
él le basta a enojare,
aunque fuese el mejor caballero
que en el mundo se
hallare.
Mas porque sea escarmiento
1255
a otros hombres
de linaje,
que ninguno sea osado,
ni pueda hacer otro
tale,
si estimara su honrr
en esto no osara entrare,
1260
que mengüemos a Celinos
por villano y no de
linaje,
que en el número de los doce
no se haya
de contare,
ni cuando el conde fuere en cortes
1265
Celinos no pueda estare,
ni do fuere la condesa
el
no pueda habitare.
Y esta honra, el conde Dirlos,
para
siempre os la darane.
1270
Don Roldán cuando esto
oyera,
presto tal respuesta hace:
-Mas quiero perder
la vida,
que tal haya de pasare.
El conde Dirlos que
lo oyera,
1275
presto se fue a levantare,
y con una
voz muy alta
empezara de fablare:
-Pues requiéroos,
don Roldán,
por mí y el de Montalvane,
1280
que de hoy en los tres días
en campo hayáis
de estare;
si no, a vos y a Oliveros,
dar os hemos
por cobardes.
-Pláceme, dijo Roldán,
1285
y aun si quisiéredes antes.
Veréis llantos
en palacio
que al cielo quieren llegare,
dueñas
y grandes señoras,
casadas y por casare,
1290
a pies de maridos e hijos
las veréis arrodillare.
Gayferos fue el primero
que a mancilla de su madre,
asimesmo don Beltrán
1295
de su hermana carnale,
don Roldán de la su esposa,
que tan tristes
llantos hace.
Tíranse entonces todos,
y vanse
a aposentare,
1300
los valedores hablando
a voz alta
y sin parare:
-Mejor es, buenos caballeros,
a todos
apaciguare;
pues no hay cargo ninguno,
1305
que todo
se haya de dejare.
Entonces dijo Roldán
que
es contento y que le place,
con aquesta condición,
y esto se quiere otorgare:
1310
que Celinos es mochacho
de quince años y no mase,
y no es para las armas
ni aun para peleare,
que hasta veinte y cinco años,
1315
y hasta en aquella edade,
que en número
de los doce
no se haya de contare,
ni en la mesa redonda
menos pueda comer pane,
1320
do fuere el conde y la
condesa
Celinos no pueda estare;
cuando fuere de veinte
años
o puesto en mejor edade,
si estimare la
su honra,
1325
que lo pueda demandare,
y que entonces
por las armas
todos defiendan su parte,
porque no diga
Celinos
que era de menor edade.
1330
Todos fueron muy
contentos,
y a ambas partes les place.
Entonces el
Emperador
a todos los hace abrazare;
todos quedan muy
contentos,
1335
todos quedan muy iguales.
Otro día
el Emperador
muy real sala les hace;
a damas y caballeros
convídalos a yantare.
1340
El conde se afeita
las barbas,
los cabellos otro que tale,
la condesa
en las fiestas
sale muy rica y triunfante.
Los mestresalas
que servían
1345
de parte del emperante,
el uno
es don Roldán,
y el otro el de Montalvane,
por
dar más avinenteza
que hubiesen de hablare.
1350
Cuando hubieron yantado,
antes de bailar ni danzare,
se levantó el conde Dirlos
delante todos los
grandes,
y al Emperador entregó
1355
de las villas
y lugares
las llaves y lo ganado
del rey moro Aliarde;
por lo cual el Emperador
dello le da muy gran parte,
1360
y él a sus caballeros
grandes mercedes les
hace.
Los doce tenían en mucho
la gran victoria
que trae.
De allí quedo con gran honrra
1365
y mayor prosperidade.
y a los antiguos contar,
que ninguno por riqueza
no
se debe de ensalzar,
ni por pobreza que tenga
5
se debe
menospreciar.
Miren bien, tomando ejemplo,
do buenos
suelen mirar,
cómo el conde, a quien Grimaltos
en Francia suelen llamar,
10
llegó en las cortes
del rey
pequeño y de poca edad.
Fue luego paje
del rey
del más secreto lugar;
porque él
era muy discreto,
15
y de él se podía fiar:
y después de algunos tiempos,
cuando más
entró en edad,
le mandó ser camarero
y secretario real:
20
y después le dio un condado,
por mayor honra le dar;
y por darle mayor honra
y estado en Francia sin par
lo hizo gobernador,
25
que
el reino pueda mandar.
Por su virtud y nobleza,
y grande
esfuerzo sin par
le quiso tomar por hijo,
y con su
hija le casar.
30
Celebráronse las fiestas
con
placer y sin pesar.
Ya después de algunos días
de sus honras y holgar,
el rey le mandó al conde
35
que le fuese a gobernar
y poner cobro en las tierras
que le fuera a encomendar.
Pláceme, dijera el
conde,
pues no se puede excusar.
40
Ya se ordena la
partida,
y el rey manda aparejar,
sus caballeros y
damas
para haber de acompañar.
Ya se partía
el buen conde
45
con la condesa a la par,
y caballeros
y damas
que no le quieren dejar.
Por la gran virtud
del conde
no se pueden apartar:
50
de París hasta
León
le fueron acompañar.
Vuélvense
para París
después de placer tomar:
las
nuevas que dan al rey
55
es descanso de escuchar,
de
cómo rige a León
y le tiene a su mandar,
y el estado de su Alteza
cómo lo hacía
acatar.
60
De tales nuevas el rey
gran placer fuera
a tomar,
no prosigo más del rey,
sino que lo
dejo estar.
Tornemos a don Grimaltos
65
cómo
empieza a gobernar,
bien querido de los grandes,
sin
la justicia negar,
trata a todos de tal suerte,
que
a ninguno da pesar.
70
Cinco años él estuvo
sin al buen rey ir a hablar,
ni del conde a él
ir quejas,
ni de sentencia apelar;
mas fortuna que
es mudable,
75
y no puede sosegar,
quiso serle tan contraria
por su estado le quitar.
Fue el caso que don Tomillas
quiso en traición tocar:
80
revolvióle
con el rey
por más le escandalizar,
diciéndole
que su yerno
se le quiere rebelar,
y que en villas
y ciudades
85
sus armas hace pintar,
y por señor
absoluto
él se manda intitular,
y en las villas
y lugares
guarnición quiere dejar.
90
Cuando
el rey aquesto oyera
tuvo de ello gran pesar,
pensando
en las mercedes
que al conde le fuera a dar.
¡Sólo
por buenos servicios
95
le pusiera en tal lugar,
y después
por galardón
tal traición le ordenar!
Él ha determinado
de hacerle justiciar.
100
Dejemos lo de la corte,
y al conde quiero tomar,
que
estando con la condesa
una noche a bel folgar,
adurmióse
el buen conde,
105
recordara con pesar;
las palabras
que decía
son de dolor y pesar:
-¿Qué
te hice, vil fortuna?
¿Por qué te quieres mudar
110
y quitarme de mi silla,
en que el rey me fue a sentar?
¡Por falsedad de traidores
causarme tanto de mal!
Que según yo creo y pienso
115
no lo puede otro
causar.
A las voces que da el conde
su mujer fue a
despertar;
recordó muy espantada
de verle así
hablar,
120
y hacer lo que no solía,
y de condición
mudar.
-¿Qué habéis, mi señor el
conde?
¿En qué podéis vos pensar?
-No
pienso en otro, señora,
125
sino en cosa de pesar,
porque un triste y mal sueño
alterado me hace
estar.
Aunque en sueños no fiemos,
no sé
a qué parte lo echar,
130
que parecía muy
cierto
que vi una águila volar,
siete halcones
tras ella
mal aquejándola van,
y ella por guardarse
de ellos
135
retrújose a mi ciudad;
encima de
una alta torre
allí se fuera a asentar;
por
el pico echaba fuego,
por las alas alquitrán;
140
el fuego que de ella sale
la ciudad hace quemar;
a mí quemaba las barbas,
y a vos quemaba el brial.
¡Cierto tal sueño como este
145
no puede ser
sino mal!
Esta es la causa, condesa,
que me sentiste
quejar.
-Bien lo merecéis, buen conde,
si de
ello os viene algún mal,
150
que bien ha los cinco
años,
que en corte no os ven estar,
y sabéis
vos bien, el conde,
quién allí os quiere
mal,
que es el traidor de Tomillas
155
que no suele
reposar:
yo no lo tengo a mucho
que ordene alguna maldad.
Mas, señor, si me creéis,
mañana
antes de yantar
160
mandad hacer un pregón
por
toda esa ciudad,
que vengan los caballeros
que están
a vuestro mandar,
y por todas vuestras tierras
165
también
los mandéis llamar,
que para cierta jornada
todos se hayan de juntar.
Desque todos estén juntos
decirles heis la verdad,
170
que queréis ir a
París
para con el rey hablar,
y que se aperciban
todos
para en tal caso os honrar.
Según de ellos
sois querido,
175
creo no os podrán faltar:
iros
heis con todos ellos
a París, esa ciudad,
besaréis
la mano al rey
como la soléis besar,
180
y entonces
sabréis, señor,
lo que él os quiere
mandar;
que si enojo de vos tiene
luego os lo demostrará,
y viendo vuestra venida
185
bien se le podrá
quitar.
-Pláceme, dijo, señora,
vuestro
consejo tomar.
Pártese el conde Grimaltos
a
París, esa ciudad,
190
con todos sus caballeros
y otros que él pudo juntar.
Desque fue cerca
París
bien quince millas o más,
mandó
parar a su gente,
195
sus tiendas mandó armar,
hizo aposentar los suyos
cada cual en su lugar.
Luego
el rey de él hubo cartas,
respuesta no quiso dar.
200
Cuando el conde aquesto vido
en París se
fue a entrar;
fuérase para el palacio
donde
el rey solía estar;
saludó a todos los grandes,
205
la mano al rey fue a besar:
el rey de muy enojado
nunca se la quiso dar,
antes más le amenazaba
por su muy sobrado osar,
210
que habiendo hecho tal
traición
en París osase entrar;
jurando
que por su vida
se debía maravillar
cómo,
visto lo presente,
215
no lo hacía degollar;
y si no hubiera mirado
su hija no deshonrar,
que antes
que el día pasara
lo hiciera justiciar:
220
mas
por dar a él castigo,
y a otros escarmentar
le mandó salir del reino
y que en él no
pueda estar.
Plazo le dan de tres días
225
para
el reino vaciar
y el destierro es de esta suerte:
que
gente no ha de llevar,
caballeros, ni criados
no le
hayan de acompañar,
230
ni lleve caballo o mula
en que pueda cabalgar:
moneda de plata y oro
deje,
y aun la de metal.
Cuando el conde esto oyera
235
¡ved
cuál podía estar!
Con voz alta y rigurosa,
cercado de gran pesar,
como hombre desesperado
tal
respuesta le fue a dar:
240
-Por desterrarme tu Alteza
consiento en mi desterrar;
mas quien de mí tal
ha dicho,
miente y no dice verdad,
que nunca hice traición,
245
ni pensé en maldad usar;
mas si Dios me da
la vida
yo haré ver la verdad.
Ya se sale de
palacio
con doloroso pesar;
250
fuese a casa de Oliveros,
y allí halló a don Roldán.
Contábales
las palabras
que con el rey fue a pasar;
despidiéndose
está de ellos,
255
pues les dijo la verdad,
jurando
que nunca en Francia
lo verían asomar,
si no
fuese castigado
quien tal cosa fue a ordenar.
260
Ya
se despedía de ellos;
por París comienza
a andar
despidiéndose de todos
con quien solía
conversar:
despidióse de Valdovinos
265
y del
romano Fincán,
y del gastón Angeleros,
y del viejo don Beltrán,
y del duque don Estolfo,
de Malgesí otro que tal,
270
y de aquel solo
invencible
Reinaldos de Montalván.
Ya se despide
de todos
para su viaje tomar.
La condesa fue avisada,
275
no tardó en París entrar:
derecha
fue para el rey,
sin con el conde hablar,
diciendo
que de su Alteza
se quería maravillar,
280
cómo
al buen conde Grimaltos
lo quisiese así tratar;
que sus obras nunca han sido
de tan mal galardonar,
y que suplica a su Alteza
285
que en ello mande mirar,
y si el conde no es culpado
que al traidor haga pagar
lo que el conde merecía
si aquello fuese verdad,
290
y así será castigado
quien lo tal
fue a ordenar.
Cuando el rey aquesto oyera
luego la
mandó callar,
diciendo que si más habla
295
como a él la ha de tratar,
y que le es muy
excusado
por el conde le rogar,
pues quien por traidores
ruega
traidor se pueda llamar.
300
La condesa que esto
oyera,
llorando con gran pesar,
descendióse
del palacio
para al conde ir a buscar.
Viéndose
ya con el conde
305
se llegó a lo abrazar;
lo
que el uno y otro dicen
lástima era de escuchar:
-¿Este es el descanso, conde,
que me habíades
de dar?
310
¡No pensé que mis placeres
tan poco
habían de durar!
Mas en ver que sin razón
por placer nos dan pesar,
quiero que cuando vais, conde,
315
cuenta de ello sepáis dar.
Yo os demando
una merced,
no me la queráis negar,
porque cuando
nos casamos
hartas me habíades de dar.
320
Yo
nunca las he habido,
aún las tengo de cobrar,
ahora es tiempo, buen conde,
de haberlas de demandar.
-Excusado es, la condesa,
325
eso ahora demandar,
porque jamás tuve cosa
fuera de vuestro mandar,
que cuando vos demandéis
por mi fe de lo otorgar.
330
-Es, señor, que donde fuéredes
con
vos me hayáis de llevar.
-Por la fe que yo os he
dado
no se os puede negar;
mas de las penas que siento
335
esta es la más principal,
porque perderme
yo solo
este perder es ganar,
y en perderos vos, señora,
es perder sin más cobrar;
340
mas pues así
lo queréis,
no queramos dilatar.
¡Mucho me pesa,
condesa,
porque no podáis andar,
que siendo
niña y preñada
345
podríades peligrar!
Mas pues fortuna lo quiere
recibidlo sin pesar,
que los corazones fuertes
se muestran en tal lugar.
350
Tómanse mano por mano,
sálense de la ciudad;
con ellos sale Oliveros,
y ese paladín Roldán,
también el Dardín Dardeña,
355
y ese romano Fincán,
y ese gastón Angeleros,
y el fuerte Meridán:
con ellos va don Reinaldos,
y Valdovinos el galán,
360
y ese duque don Estolfo,
y Malgesí otro que tal;
las dueñas y
las doncellas
también con ellos se van:
cinco
millas de París
365
los hubieron de dejar.
El
conde y condesa solos
tristes se habían de quedar:
cuando partirse tenían
no se podían hablar.
370
Llora el conde y la condesa,
sin nadie les consolar,
porque no hay grande ni chico
que estuviese sin llorar.
¡Pues las damas y doncellas,
375
que allí hubieron
de llegar,
hacen llantos tan extraños,
que no
los oso contar,
porque mientras pienso en ellos
nunca
me puedo alegrar!
380
Mas el conde y la condesa
vanse
sin nada hablar;
los otros caen en tierra
con la sobra
del pesar,
otros crecen más sus lloros
385
viendo
cuán tristes se van.
Dejo de los caballeros
que a París quieren tornar;
vuelvo al conde y la
condesa,
que van con gran soledad
390
por los yermos
y asperezas
do gente no suele andar.
Llegado el tercero
día,
en un áspero boscaje
la condesa
de cansada
395
triste no podía andar.
Rasgáronse
sus servillas,
no tiene ya que calzar:
de la aspereza
del monte
los pies no podía alzar;
400
do quiera
que el pie ponía
bien quedaba la señal.
Cuando el conde aquesto vido,
queriéndola consolar,
con gesto muy amoroso
405
la comenzó de hablar:
-No desmayedes, condesa,
mi bien, queráis esforzar,
que aquí está una fresca fuente
do el
agua muy fría está
410
reposaremos, condesa,
y podremos refrescar.
La condesa que esto oyera
algo el paso fue a alargar,
y en llegando a la fuente
415
las rodillas fue a hincar.
Dio gracias a Dios del
cielo,
que la trujo en tal lugar,
diciendo: -¡Buen
agua es ésta
para quien tuviese pan!
420
Estando
en estas razones
el parto le fue a tomar,
y allí
pariera un hijo,
que es lástima de mirar
la
pobreza en que se hallan
425
sin poderse remediar.
El
conde cuando vio el hijo
comenzóse de esforzar:
con el sayo que traía
al niño fue a cobijar;
430
también se quitó la capa
por a la
madre abrigar;
la condesa tomó el niño
para darle de mamar.
El conde estaba pensando
435
qué remedio le buscar,
que pan ni vino no tienen,
ni cosa con que pasar.
La condesa con el parto
no
se puede levantar;
440
tomóla el conde en los brazos
sin ella el niño dejar
súbelos a una
alta sierra
para más lejos mirar.
En unas breñas
muy hondas
445
grande humo vio estar,
tomó su
mujer y hijo,
para allá les fue a llevar.
Entrando
en la espesura
luego al encuentro le sale
450
un virtuoso
ermitaño
de reverencia muy grande;
el ermitaño
que los vido
comenzóles de hablar:
-¡Oh válgame
Dios del cielo!
455
¿Quién aquí os fue a
aportar?
Porque en tierra tan extraña
gente
no suele habitar,
sino yo que por penitencia
hago vida
en este valle.
460
El conde le respondió
con
angustia y con pesar.
-Por Dios te ruego, ermitaño,
que uses de caridad,
que después habremos tiempo
465
de cómo vengo, a contar:
mas para esta triste
dueña
dame que le pueda dar,
que tres días
con sus noches
ha que no ha comido pan,
470
que allá
en esa fuente fría
el parto le fue a tomar.
El ermitaño que esto oyera,
movido de gran piedad,
llevóles para la ermita
475
do él solía
habitar.
Dioles del pan que tenía,
y agua, que
vino no hay:
recobró algo la condesa
de su flaqueza
muy grande.
480
Allí le rogó el conde
quiera el niño bautizar.
-Pláceme, dijo,
de grado;
¿mas cómo le llamarán?
-Como
quisiéredes, Padre,
485
el nombre le podréis
dar.
-Pues nació en ásperos montes
Montesinos
le dirán.
Pasando y viniendo días,
todos
vida santa hacen;
490
bien pasaron quince años,
que el conde de allí no parte.
Mucho trabajó
el buen conde
en haberle de enseñar
a su hijo
Montesinos
495
todo el arte militar,
la vida de caballero
cómo la había de usar,
cómo ha
de jugar las armas,
y qué honra ha de ganar,
500
cómo vengará el enojo
que al padre fueron
a dar.
Muéstrale en leer y escribir
lo que le
puede enseñar,
muéstrale jugar a tablas,
505
y cebar un gavilán.
A veinte y cuatro de
junio,
día era de San Juan,
padre y hijo paseando
de la ermita se van;
510
encima de una alta sierra
se suben a razonar.
Cuando el conde alto se vido
vido a París la ciudad.
Tomó al hijo por
la mano,
515
comenzóle de hablar,
con lágrimas
y sollozos
no deja de suspirar.
cata París, la ciudad,
cata las aguas de Duero
do van a dar en la mar;
cata palacios del rey,
5
cata los de don Beltrán,
y aquella que ves más
alta
y que está en mejor lugar,
es la casa de
Tomillas,
mi enemigo mortal;
10
por su lengua difamada
me mandó el rey desterrar
y he pasado a causa
de esto
mucha sed, calor y hambre,
trayendo los pies
descalzos,
15
las uñas corriendo sangre.
A la
triste madre tuya
por testigo puedo dar,
que te parió
en una fuente,
sin tener en qué te echar;
20
yo, triste, quité mi sayo
para haber de cobijarte;
ella me dijo llorando
por te ver tan mal pasar:
-Tomes este niño, conde,
25
y lléveslo a
cristianar,
llamédesle Montesinos,
Montesinos
le llamad.
Montesinos, que lo oyera,
los ojos volvió
a su padre;
30
las rodillas por el suelo
empezóle
de rogar:
le quisiese dar licencia
que en París
quiere pasar
y tomar sueldo del rey,
35
si se lo quisiere
dar,
por vengarse de Tomillas,
su enemigo mortal,
que si sueldo del rey toma,
todo se puede vengar.
40
Ya que despedirse quieren
a su padre fue a rogar
que a la triste de su madre
él la quiera consolar
y de su parte le diga
45
que a Tomillas va buscar.
-Pláceme, dijera el conde,
hijo por te contentare.
Ya se parte Montesinos
para en París entrare,
50
y en entrando por las puertas
luego quiso preguntar
por los palacios del rey
que se los quieran mostrar.
Los que se lo oían decir
55
de él se empiezan
a burlar,
viéndolo tan mal vestido
piensan que
es loco o truhán;
en fin, muéstranle el
palacio,
entró en la sala real,
60
halló
que comía el rey,
don Tomillas a la par.
Mucha
gente está en la sala,
por él no quieren
mirar.
Desque hubieron ya comido
65
al'jedrez van a
jugar,
solos el rey y Tomillas
sin nadie a ellos hablar,
si no fuera Montesinos
que llegó a los mirar;
70
mas el falso don Tomillas,
en quien nunca hubo verdad,
jugará una treta falsa,
donde no pudo callar
el noble de Montesinos,
75
y publica su maldad.
Don
Tomillas que esto oyera,
con muy gran riguridad,
levantando
la su mano,
un bofetón le fue a dar.
80
Montesinos
con el brazo
el golpe le fue a tomar,
y echando mano
al tablero
a don tomillas fue a dar
un tal golpe en
la cabeza,
85
que le hubo de matar.
Murió el
perverso dañado,
sin valerle la maldad.
Alborótanse
los grandes
cuantos en la sala están;
90
prendieron
a Montesinos
y queríanlo matar,
sino que el
rey mandó a todos
que no le hiciesen mal,
porque
él quería saber
95
quién le dio tan
grande osar;
que no sin algún misterio
él
no osaría tal obrar.
Cuando el rey le interrogara
él dijera la verdad:
100
-Sepa tu real Alteza
soy tu nieto natural;
hijo soy de vuestra hija,
la que hicisteis desterrar
con el conde don Grimaltos,
105
vuestro servidor leal,
y por falsa acusación
le quisiste maltratar.
Mas agora vuestra Alteza
puédese de ello informar,
110
que el falso don Tomillas
sepan si dijo verdad,
y si pena yo merezco,
buen
rey, mándemela dar,
y también si no la tengo
115
mándesme de soltar,
y la buen conde y la
condesa
los mandéis ir a buscar,
y los tornéis
a sus tierras
como solían estar.
120
Cuando el
rey aquesto oyera
no quiso más escuchar.
Aunque
veía ser su nieto
quiso saber la verdad,
y supo
que don Tomillas
125
ordenó aquella maldad
por
envidia que les tuvo
al ver su prosperidad.
Cuando
el rey la verdad supo
al buen conde hizo llamar,
130
gente de a pie y de a caballo
iban por le acompañar,
y damas por la condesa
como solía llevar.
Llegado junto a París
135
dentro no quería
entrar,
porque cuando de él salieron
los dos
fueron a jurar
que las puertas de París
nunca
las vieran pasar.
140
Cuando el rey aquello supo
luego
mandó derribar
un pedazo de la cerca
por do
pudiesen pasar
sin quebrar el juramento
145
que ellos
fueron a jurar.
Llévanlos a los palacios
con
mucha solemnidad,
y hácenlos muy ricas fiestas
cuantos en la corte están.
150
Caballeros, dueñas,
damas
les vienen a visitar,
y el rey delante de todos
por mayor honra les dar,
les dijo que había
sabido
155
como era todo maldad,
lo que dijo don Tomillas
cuando lo hizo desterrar.
Y porque sea más creído
allí les tornó a firmar
160
todo lo que
antes tenían
y el gobierno general,
y que después
de sus días
el reino haya de heredar
el noble
de Montesinos
165
y así lo mandó firmar.
a la sombra de una oliva,
el pie tiene en el estribo,
cabalga de gallardía.
Mirando estaba a Sansueña,
5
al arrabal con la villa,
por ver si vería algún
moro
a quien preguntar podría.
Venía
por los palacios
la linda infanta Sevilla;
10
vido estar
un moro viejo
que a ella guardar solía.
Calaínos
que lo vido
llegado allá se había;
las
palabras que le dijo
15
con amor y cortesía:
-Por Alá te ruego, moro,
así te alargue
la vida,
que me muestres los palacios
donde mi vida
vivía,
20
de quien triste soy cautivo,
y por
quien pena tenía,
que cierto por sus amores
creo yo perder la vida;
mas si por ella la pierdo
25
no se llamará perdida,
que quien muere por tal
dama
desque muerto tiene vida.
Mas porque me entiendas,
moro,
por quien preguntado había,
30
es la más
hermosa dama
de toda la Morería,
sepas que a
ella la llaman
la grande infanta Sevilla.
Las razones
que pasaban
35
Sevilla bien las oía:
púsose
a una ventana,
hermosa a maravilla,
con muy ricos atavíos,
los mejores que tenía.
40
Ella era tan hermosa,
otra su par no la había.
Calaínos que
la vido
de esta suerte le decía:
-Cartas te
traigo, señora,
45
de un señor a quien servía:
creo que es el rey tu padre
porque Almanzor se decía:
descende de la ventana
sabrás la mensajería.
50
Sevilla cuando lo oyera
presto de allí descendía:
apeóse Calaínos,
gran reverencia le hacía.
La dama cuando esto vido
55
tal pregunta le hacía:
-¿Quién sois vos el caballero,
que mi padre
acá os envía?
-Calaínos soy, señora,
Calaínos el de Arabía,
60
señor
de los Montes Claros.
De Constantina la llana,
y de
las tierras del Turco
yo gran tributo llevaba,
y el
Preste Juan de las Indias
65
siempre parias me enviaba,
y el Soldán de Babilonia
a mi mandar siempre
estaba:
reyes y príncipes moros
siempre señor
me llamaban,
70
sino es el rey vuestro padre,
que yo
a su mandado estaba,
no porque le he menester,
mas
por nuevas que me daban
que tenía una hija
75
a quien Sevilla llamaban,
que era más linda mujer
que cuantas moras se hallan.
Por vos le serví
cinco años
sin sueldo ni sin soldada;
80
él
a mí no me la dio,
ni yo se la demandaba.
Por
tus amores, Sevilla,
pasé yo la mar salada,
porque he de perder la vida
85
o has de ser mi enamorada.
Cuando Sevilla esto oyera
esta respuesta le daba:
-Calaínos, Calaínos,
de aqueso yo no sé
nada,
90
que siete amas me criaron,
seis moras y una
cristiana.
Las moras me daban leche,
la otra me aconsejaba;
según que me aconsejaba
95
bien mostraba ser
cristiana.
Diérame muy buen consejo,
y a mí
bien se me acordaba
que jamás yo prometiese
de nadie ser enamorada,
100
hasta que primero hubiese
algún buen dote o arras.
Calaínos que
esto oyera
esta respuesta le daba:
-Bien podéis
pedir, señora,
105
que no se os negará nada:
si queréis castillos fuertes,
ciudades en tierra
llana,
o si queréis plata u oro
o moneda amonedada.
110
Y Sevilla, aquestos dones,
como no los estimaba,
respondióle: -Si quería
tenella por namorada,
que vaya dentro a París,
115
que en medio de
Francia estaba,
y le traiga tres cabezas
cuales ella
demandaba,
y que si aquesto hiciese
sería su
enamorada.
120
Calaínos cuando oyó
lo
que ella le demandaba
respondióle muy alegre,
aunque él se maravillaba
dejar villas y castillos
125
y los dones que le daba
por pedirle tres cabezas
que no le costarán nada:
dijo que las señalase,
o diga cómo se llaman.
130
Luego la infanta Sevilla
se las empezó a nombrar:
la una es de Oliveros,
la otra de don Roldán,
la otra del esforzado
135
Reinaldos de Montalván.
Ya señalados
los hombres
a quien había de buscar,
despídese
Calaínos
con muy cortés hablar:
140
-Déme
la mano tu Alteza,
que se la quiero besar,
y la fe
y prometimiento
de comigo te casar,
cuando traiga las
cabezas
145
que quesiste demandar.
-Pláceme,
dijo, de grado
y de buena voluntad.
Allí se
toman las manos,
la fe se hubieron de dar
150
que el
uno ni el otro
no se pudiesen casar
hasta que el buen
Calaínos
de allá hubiese de tornar,
y
que si otra cosa fuese
155
la enviaría avisar.
Ya se parte Calaínos,
ya se parte, ya se va:
hace broslar sus pendones
y en todos una señal;
160
cubiertos de ricas lunas,
teñidas en sangre
van.
En camino es Calaínos
a los franceses buscar:
andando jornadas ciertas
165
a París llegado
ha.
En la guardia de París
cabe San Juan de
Letrán,
allí levantó su seña
y empezara de hablar:
170
-Tañan luego esas trompetas
como quien va a cabalgar,
porque me sientan los doce
que dentro en París están.
El emperador
aquel día
175
había salido a cazar:
con
él iba Oliveros,
con él iba don Roldán,
con él iba el esforzado
Reinaldos de Montalván;
180
también el Dardín Dardeña;
y el buen viejo don Beltrán,
y ese Gastón
y Claros
con el romano Final:
también iba Valdovinos,
185
y Urgel en fuerzas sin par,
y también iba
Guarinos
almirante de la mar.
El emperador entre ellos
empezara de hablar:
190
-Escuchad, mis caballeros,
que tañen a cabalgar.
Ellos estando escuchando
vieron un moro pasar;
armado va a la morisca,
195
empiézanle de llamar,
y ya que es llegado el moro
do el emperador está,
el emperador que lo vido
empezóle a preguntar:
200
-Di, ¿adónde
vas tú, el moro?
¿cómo en Francia osaste
entrar?
¡Grande osadía tuviste
de hasta París
llegar!
El moro cuando esto oyó
205
tal respuesta
le fue a dar:
-Vo a buscar al emperante
de Francia
la natural,
que le traigo una embajada
de un moro principal,
210
a quien sirvo de trompeta,
y tengo por capitán.
El emperador que esto oyó
luego lo fue a demandar
que dijese qué quería,
215
por qué
a él iba a buscar;
que él es el emperador
Carlos
de Francia la natural.
El moro cuando lo supo
empezóle de hablar:
220
-Señor, sepa tu
Alteza
y tu corona imperial,
que ese moro Calaínos,
señor, me ha enviado acá,
desafiando
a tu Alteza
225
y a todos los doce pares,
que salgan
lanza por lanza
para con él pelear.
Señor,
veis allí su seña,
donde los ha de aguardar;
230
perdóneme vuestra Alteza,
que respuesta le
vo a dar.
Cuando fue partido el moro
el emperador fue
a hablar:
-¡Cuando yo era mancebo,
235
que armas solía
llevar,
nunca moro fue osado
de en toda Francia asomar;
mas agora que soy viejo
a París los veo llegar!
240
No es mengua de mí solo
pues no puedo pelear,
mas es mengua de Oliveros,
y asimesmo de Roldán;
mengua de todos los doce,
245
y de cuantos aquí
están.
Por Dios a Roldán me llamen
porque
se vaya a pelear
con el moro de la enguardia
y lo haga
de allí quitar:
250
que lo traiga muerto o preso,
porque se haya de acordar
de cómo viene a París
para me desafiar.
Don Roldán cuando esto oyera
255
empiézale de hablar:
-Excusado es, señor,
de enviarme a pelear,
porque tenéis caballeros
a quien podéis enviar,
260
que cuando son entre
damas
bien se saben alabar,
que aunque vengan dos mil
moros
uno los esperará,
cuando son en la batalla
265
véolos tornar atrás.
Todos los doce
callaron
si no el menor de edad,
al cual llaman Valdovinos,
en el esfuerzo muy grande;
270
las palabras que dijera
eran con riguridad:
-Mucho estoy maravillado
de
vos, señor don Roldán,
que amengüéis
todos los doce
275
vos que los habíades de honrar:
si no fuérades mi tío
con vos me fuera
a matar,
porque entre todos los doce
ninguno podéis
nombrar,
280
que lo que dice de boca
no lo sepa hacer
verdad.
Levantóse con enojo
ese paladín
Roldán;
Valdovinos que esto vido
285
también
se fue a levantar,
el emperador entre ellos
por el
enojo quitar.
Ellos en aquesto estando,
Valdovinos
fue a llamar
290
a los mozos que traía;
por las
armas fue a enviar.
El emperador que esto vido
empezóle
de rogar
que le hiciese un placer,
295
que no fuese
a pelear,
porque el moro era esforzado,
podríale
maltratar,
-que aunque ánimo tengáis
la fuerza os podría faltar,
300
y el moro es diestro
en armas,
vezado a pelear.
Valdovinos que esto oyó
empezóse a desviar
diciendo al emperador
305
licencia le fuese a dar,
y que si él no se la
diese
que él se la quería tomar.
Cuando
el emperador vido
que no lo podía excusar,
310
cuando llegaron sus armas
él mesmo le ayudó
a armar:
diole licencia que fuese
con el moro a pelear.
Ya se parte Valdovinos,
315
ya se parte, ya se va,
ya es llegado a la guardia
do Calaínos está.
Calaínos que lo vido
empezóle así
de hablar:
320
-Bien vengáis el francesico,
de
Francia la natural,
si queréis vivir comigo
por paje os quiero llevar;
llevaros he a mis tierras
325
do placer podáis tomar.
Valdovinos que esto oyera
tal respuesta le fue a dar:
-Calaínos, Calaínos,
no debíades así de hablar,
330
que antes
que de aquí me vaya
yo os lo tengo de mostrar
que aquí moriréis primero
que por paje
me tomar.
Cuando el moro aquesto oyera
335
empezó
así de hablar:
-Tórnate, el francesico,
a París, esa ciudad.
que si esa porfía
tienes
caro te habrá de costar,
340
porque quien
entra en mis manos
nunca puede bien librar.
Cuando
el mancebo esto oyera
tornóle a porfiar
que
se aparejase presto
345
que con él se ha de matar.
Cuando el moro vio al mancebo
de tal suerte porfiar,
díjole: -Vente, cristiano,
presto para me encontrar,
350
que antes que de aquí te vayas
conocerás
la verdad,
que te fuera muy mejor
comigo no pelear.
Vanse el uno para el otro,
355
tan recio que es de espantar.
A los primeros encuentros
el mancebo en tierra está.
El moro cuando esto vido
luego se fue apear;
360
sacó un alfanje muy rico
para habelle de matar;
mas antes que le hiriese
le empezó de preguntar
quién o cómo se llamaba,
365
y si es de
los doce pares.
El mancebo estando en esto
luego dijo
la verdad,
que le llaman Valdovinos,
sobrino de don
Roldán.
370
Cuando el moro tal oyó
empezóle
de hablar:
-Por ser de tan pocos días,
y de
esfuerzo singular
yo te quiero dar la vida,
375
y no
te quiero matar;
mas quiérote llevar preso
porque
te venga a buscar
tu buen pariente Oliveros,
y ese
tu tío don Roldán,
380
y ese otro muy esforzado
Reinaldos de Montalván,
que por esos tres ha
sido
mi venida a pelear.
Don Roldán allá
do estaba
385
no hace sino sospirar,
viendo que el moro
ha vencido
a Valdovinos el infante.
Sin más
hablar con ninguno
don Roldán luego se parte
390
íbase para la guardia
para aquel moro matar.
El moro cuando lo vido
empezóle a preguntar
quién es o cómo se llama,
395
o si era
de los doce pares.
Don Roldán cuando esto oyó
respondiérale muy mal:
-Esa razón, perro
moro,
tú no me las has de tomar,
400
porque a
ese a quien tú tienes
yo te lo haré soltar:
presto aparéjate, moro,
y empieza de pelear.
Vanse el uno para el otro
405
con un esfuerzo muy grande:
danse tan recios encuentros
que el moro caído
ha;
Roldán que al moro vio en tierra
luego se
fue apear:
410
-Dime tú, traidor de moro,
no
me lo quieras negar:
¿cómo tú fuiste osado
de en toda Francia parar,
ni al buen viejo emperador,
415
ni a los doce desafiar?
¿Cuál diablo te engañó
cerca de París llegar?
El moro cuando esto oyera
tal respuesta le fue a dar:
420
-Tengo una cativa mora,
mujer de muy gran linaje:
requeríla yo de amores,
y ella me fue a demandar
que le diese tres cabezas
425
de París, esa ciudad:
que si éstas
yo le llevo
comigo había de casar;
la una es
de Oliveros,
la otra de don Roldán,
430
la otra
del esforzado
Reinaldos de Montalván.
Don Roldán
cuando esto oyera
así le empezó de hablar:
¡Mujer que tal te pedía
435
cierto te quería
mal,
porque esas no son cabezas
que tú las puedes
cortar!
mas porque a ti sea castigo,
y otro se haya
de guardar
440
de desafiar a los doce,
ni venirlos a
buscar,
echó mano a un estoque
para el moro
matar.
La cabeza de los hombros
445
luego se la fue
a cortar:
llevóla al emperador
y fuésela
a presentar.
Los doce cuando esto vieron
toman placer
singular
450
en ver así muerto al moro,
y por
tal mengua le dar.
También trajo a Valdovinos
que él mismo lo fue a soltar.
Así murió
Calaínos
455
en Francia la natural,
por manos
del esforzado
el buen paladín Roldán.
los gallos querían cantar,
conde Claros con amores
no podía reposar;
dando muy grandes sospiros
5
que el amor le hacía dar,
por amor de Claraniña
no le deja sosegar.
Cuando vino la mañana
que quería alborear,
10
salto diera de la cama
que parece un gavilán.
Voces da por el palacio,
y empezara de llamar:
-Levantá, mi camarero,
15
dame vestir y calzar.
Presto estaba el camarero
para habérselo de dar:
diérale calzas
de grana,
borceguís de cordobán;
20
diérale
jubón de seda
aforrado en zarzahán;
diérale
un manto rico
que no se puede apreciar;
trescientas
piedras preciosas
25
al derredor del collar;
tráele
un rico caballo
que en la corte no hay su par,
que
la silla con el freno
bien valía una ciudad,
30
con trescientos cascabeles
al rededor del petral;
los ciento eran de oro,
y los ciento de metal,
y los
ciento son de plata
35
por los sones concordar;
y vase
para el palacio
para el palacio real.
A la infanta
Claraniña
allí la fuera hallar,
40
trescientas
damas con ella
que la van acompañar.
Tan linda
va Claraniña,
que a todos hace penar.
Conde
Claros que la vido
45
luego va descabalgar;
las rodillas
por el suelo
le comenzó de hablar:
-Mantenga
Dios a tu Alteza.
Conde Claros, bien vengáis.
50
Las palabras que prosigue
eran para enamorar:
-Conde
Claros, conde Claros,
el señor de Montalván,
¡cómo habéis hermoso cuerpo
55
para con
moros lidiar!
Respondiera el conde Claros,
tal respuesta
le fue a dar:
-Mi cuerpo tengo, señora,
para
con damas holgar:
60
si yo os tuviese esta noche,
señora
a mi mandar,
otro día en la mañana
con
cient moros pelear,
si a todos no los venciese
65
que
me mandase matar.
-Calledes, conde, calledes,
y no
os queráis alabar:
el que quiere servir damas
así lo suele hablar,
70
y al entrar en las batallas
bien se saben excusar.
-Si no lo creéis, señora,
por las obras se verá:
siete años son
pasados
75
que os empecé de amar,
que de noche
yo no duermo,
ni de día puedo holgar.
-Siempre
os preciastes, conde,
de las damas os burlar;
80
mas
déjame ir a los baños,
a los baños
a bañar;
cuando yo sea bañada
estoy a
vuestro mandar.
Respondiérale el buen conde,
85
tal respuesta le fue a dar:
-Bien sabedes vos, señora,
que soy cazador real;
caza que tengo en la mano
nunca la puedo dejar.
90
Tomárala por la mano,
para un vergel se van;
a la sombra de un aciprés,
debajo de un rosal,
de la cintura arriba
95
tan dulces
besos se dan,
de la cintura abajo
como hombre y mujer
se han.
Mas la fortuna adversa
que a placeres da pesar,
100
por ahí pasó un cazador,
que no debía
de pasar,
detrás de una podenca,
que rabia debía
matar.
Vido estar al conde Claros
105
con la infanta
a bel holgar.
El conde cuando le vido
empezóle
de llamar:
-Ven acá tú, el cazador,
así
Dios te guarde de mal:
110
de todo lo que has visto
tú nos tengas poridad.
Darte he yo mil marcos de
oro,
y si más quisieres, más;
casarte
he con una doncella
115
que era mi prima carnal;
darte
he en arras y en dote
la villa de Montalván:
de otra parte la infanta
mucho más te puede dar.
120
El cazador sin ventura
no les quiso escuchar:
vase por los palacios
ado el buen rey está.
-Manténgate Dios, el rey,
125
y a tu corona real:
una nueva yo te traigo
dolorosa y de pesar,
que
no os cumple traer corona
ni en caballo cabalgar.
130
La corona de la cabeza
bien la podéis vos quitar,
si tal deshonra como ésta
la hubieseis de comportar,
que he hallado la infanta
135
con Claros de Montalván,
besándola y abrazando
en vuestro huerto real:
de la cintura abajo
como hombre y mujer se han.
140
El rey con muy grande enojo
al cazador mandó
matar,
porque había sido osado
de tales nuevas
llevar.
Mandó llamar sus alguaciles
145
apriesa,
no de vagar,
mandó armar quinientos hombres
que le hayan de acompañar,
para que prendan al
conde
y le hayan de tomar
150
y mandó cerrar
las puertas,
las puertas de la ciudad.
A las puertas
del palacio
allá le fueron a hallar,
preso llevan
al buen conde
155
con mucha seguridad,
unos grillos
a los pies,
que bien pesan un quintal;
las esposas
a las manos,
que era dolor de mirar;
160
una cadena
a su cuello,
que de hierro era el collar.
Cabálganle
en una mula
por más deshonra le dar;
metiéronle
en una torre
165
de muy gran escuridad:
las llaves de
la prisión
el rey las quiso llevar,
porque sin
licencia suya
nadie le pueda hablar.
170
Por él
rogaban los grandes
cuantos en la corte están,
por él rogaba Oliveros,
por él rogaba
Roldán,
y ruegan los doce pares
175
de Francia
la natural;
y las monjas de Sant Ana
con las de la
Trinidad
llevaban un crucifijo
para al buen rey rogar.
180
Con ellas va un arzobispo
y un perlado y cardenal;
mas el rey con grande enojo
a nadie quiso escuchar,
antes de muy enojado
185
sus grandes mandó llamar.
Cuando ya los tuvo juntos
empezóles de hablar:
-Amigos y hijos míos,
a lo que vos hice llamar,
190
ya sabéis que el Conde Claros,
el señor
de Montalván,
de cómo le he criado
fasta
ponello en edad,
y le he guardado su tierra,
195
que
su padre le fue a dar,
el que morir no debiera,
Reinaldos
de Montalván,
y por facelle yo más grande,
de lo mío le quise dar;
200
hícele gobernador
de mi reino natural.
Él por darme galardón,
mirad, en qué fue a tocar,
que quiso forzar
la infanta,
205
hija mía natural.
Hombre que
lo tal comete
¿qué sentencia le han de dar?
Todos dicen a una voz
que lo hayan de degollar,
210
y así la sentencia dada
el buen rey la fue a firmar.
El arzobispo que esto viera
al buen rey fue a hablar,
pidiéndole por merced
215
licencia le quiera
dar
para ir a ver al conde
y su muerte le denunciar.
-Pláceme, dijo el buen rey,
pláceme de
voluntad;
220
mas con esta condición:
que solo
habéis de andar
con aqueste pajecico
de quien
puedo bien fiar.
Ya se parte el arzobispo
225
y a las
cárceles se va.
Las guardas desque lo vieron
luego le dejan entrar;
con él iba el pajecico
que le va a acompañar.
230
Cuando vido estar
al conde
en su prisión y pesar,
las palabras
que le dice
dolor eran de escuchar.
-Pésame
de vos, el conde,
235
cuanto me puede pesar,
que los
yerros por amores
dignos son de perdonar.
Por vos he
rogado al rey,
nunca me quiso escuchar,
240
antes ha
dado sentencia
que os hayan de degollar.
Yo vos lo
dije, sobrino,
que vos dejásedes de amar,
que
el que las mujeres ama
245
atal galardón le dan,
que haya de morir por ellas
y en las cárceles
penar.
Respondiera el buen conde
con esfuerzo singular:
250
-Calledes por Dios, mi tío,
no me queráis
enojar;
quien no ama las mujeres
no se puede hombre
llamar;
mas la vida que yo tengo
255
por ellas quiero
gastar.
Respondió el pajecico,
tal respuesta
le fue a dar:
-Conde, bienaventurado
siempre os deben
de llamar,
260
porque muerte tan honrada
por vos había
de pasar;
más envidia he de vos, conde
que mancilla
ni pesar:
más querría ser vos, conde,
265
que el rey que os manda matar,
porque muerte tan honrada
por mí hubiese de pasar.
Llaman yerro la fortuna
quien no la sabe gozar,
270
la priesa del cadahalso
vos, conde, la debéis dar;
si no es dada la
sentencia
vos la debéis de firmar.
El conde
que esto oyera
275
tal respuesta le fue a dar;
-Por
Dios te ruego, el paje,
en amor de caridad,
que vayas
a la princesa
de mi parte a le rogar,
280
que suplico
a su Alteza
que ella me salga a mirar,
que en la hora
de mi muerte
yo la pueda contemplar,
que si mis ojos
la veen
285
mi alma no penará.
Ya se parte el
pajecico,
ya se parte, ya se va,
llorando de los sus
ojos
que quería reventar.
290
Topara con la princesa,
bien oiréis lo que dirá:
-Agora es tiempo,
señora,
que hayáis de remediar,
que a
vuestro querido el conde
295
lo lleven a degollar.
La
infanta que esto oyera
en tierra muerta se cae;
damas,
dueñas y doncellas
no la pueden retornar,
300
hasta que llegó su aya
la que la fue a criar.
-¿Qué es aquesto, la infanta?
aquesto, ¿qué
puede estar?
-¡Ay triste de mí, mezquina,
305
que no sé qué puede estar!
¡que si al conde
me matan
yo me habré desesperar!
-Saliésedes
vos, mi hija,
saliésedes a lo quitar.
310
Ya
se parte la infanta,
ya se parte, ya se va:
fuese para
el mercado
donde lo han de sacar.
Vido estar el cadahalso
315
en que lo han de degollar,
damas, dueñas
y doncellas
que lo salen a mirar.
Vio venir la gente
de armas
que lo traen a matar,
320
los pregoneros delante
por su yerro publicar.
Con el poder de la gente
ella no podía pasar.
-Apartádvos, gente
de armas,
325
todos me haced lugar,
si no... ¡por vida
del rey,
a todos mande matar!
La gente que la conoce
luego le hace lugar,
330
hasta que llegó el conde
y le empezara de hablar:
-Esforzá, esforzá,
el buen conde,
y no queráis desmayar,
que aunque
yo pierda la vida,
335
la vuestra se ha de salvar.
El
aguacil que esto oyera
comenzó de caminar;
vase
para los palacios
adonde el buen rey está.
340
-Cabalgue la vuestra Alteza,
apriesa, no de vagar,
que salida es la infanta
para el conde nos quitar.
Los unos manda que maten,
345
y los otros enforcar:
si vuestra Alteza no socorre,
yo no puedo remediar.
El buen rey de que esto oyera
comenzó de caminar,
350
y fuese para el mercado
ado el conde fue a hallar.
-¿Qué es esto, la infanta?
aquesto, ¿qué
puede estar?
¿La sentencia que yo he dado
355
vos la
queréis revocar?
Yo juro por mi corona,
por
mi corona real,
que si heredero tuviese
que me hubiese
de heredar,
360
que a vos y al conde Claros
vivos vos
haría quemar.
-Que vos me matéis, mi padre,
muy bien me podéis matar,
mas suplico a vuestra
Alteza,
365
que se quiera él acordar
de los servicios
pasados
de Reinaldos de Montalván,
que murió
en las batallas,
por tu corona ensalzar:
370
por los
servicios del padre
al hijo debes galardonar;
por malquerer
de traidores
vos no le debéis matar,
que su
muerte será causa
375
que me hayáis de disfamar.
Mas suplico a vuestra Alteza
que se quiera consejar,
que los reyes con furor
no deben de sentenciar,
380
porque el conde es de linaje
del reino más principal,
porque él era de los doce
que a tu mesa comen
pan.
Sus amigos y parientes
385
todos te querrían
mal,
revolver te hían guerra,
tus reinos se
perderán.
El buen rey que esto oyera
comenzara
a demandar:
390
-Consejo os pido, los míos,
que
me queráis consejar.
Luego todos se apartaron
por su consejo tomar.
El consejo que le dieron,
395
que le haya de perdonar
por quitar males y bregas,
y por la princesa afamar.
Todos firman el perdón,
el buen rey fue a firmar:
400
también le aconsejaron,
consejo le fueron dar,
pues la infanta quería
al conde,
con él haya de casar,
Ya desfierran
al buen conde,
405
ya lo mandan desferrar:
descabalga
de una mula,
el arzobispo a desposar.
Él tomóles
de las manos,
así los hubo de juntar.
410
Los
enojos y pesares
en placer hubieron de tornar.
en el su estrado asentada,
tisericas de oro en mano,
su hijo afeitando estaba.
Palabras le está diciendo,
5
palabras de gran pesar,
las palabras tales eran
que al niño hacen llorar:
-Dios te dé barbas
en rostro
y te haga barragane;
10
dete Dios ventura
en armas
como al paladín Roldane,
porque vengases,
mi hijo,
la muerte de vuestro padre:
matáronlo
a traición
15
por casar con vuestra madre.
ricas
bodas me hicieron
las cuales Dios no ha parte;
ricos
paños me cortaron,
la reina no los ha tales.
20
Maguera pequeño el niño
bien entendido
lo hae.
Allí respondió Gaiferos,
bien
oiréis lo que dirae:
-Ruégole así
a Dios del cielo
25
y a Santa María su Madre.
Oído lo había el conde
en los palacios
do estáe.
-Calles, calles, la condesa,
boca
mala sin verdade!
30
que yo no matara al conde,
ni lo
hiciere matare,
mas tus palabras, condesa,
el niño
las pagarae.
Mandó llamar escuderos,
35
criados
son de su padre,
para que lleven al niño,
que
lo lleven a matare.
La muerte que él les dijera
mancilla es de la escuchare:
40
-Córtenle el
pie del estribo,
la mano del gavilane,
sáquenle
ambos los ojos,
por más seguro andare,
y el
dedo y el corazón
45
traédmelo por señale.
Ya lo llevan a Gaiferos,
ya lo llevan a matare,
hablan los escuderos
con mancilla que de él hane:
50
-¡Oh, válasme Dios del cielo
y Santa María
su Madre!
si a este niño matamos,
¿qué
galardón nos darane?
Ellos en aquesto estando,
55
no sabiendo qué harane,
vieron venir una perrita,
de la condesa su madre;
allí habló el
uno de ellos,
bien oiréis lo que dirae:
60
-Matemos
esta perrita
por nuestra seguridade,
saquémosle
el corazón
y llevémoslo a Galvane,
cortémosle
el dedo al chico,
65
por llevar mejor señale.
Ya toman a Gaiferos
para el dedo le cortare;
-Venid
acá, vos, Gaiferos,
y querednos escuchare;
70
vos idos de aquesta tierra,
que no parezcáis aquí
mase.
Ya le daban entre señas
el camino que
harae:
-Iros heis de tierra en tierra
75
a do vuestro
tío estáe.
Gaiferos, desconsolado,
por
ese mundo se vae;
los escuderos se volvieron
para do
estaba Galvane.
80
danle el dedo y corazón
y
dicen que muerto lo hane.
La condesa que esto oyera
empezara a gritos dare,
lloraba de los sus ojos
85
que querría reventare.
Dejemos a la condesa
que muy grande llanto hace,
y digamos de Gaiferos,
del camino por do vae,
90
que de día ni de noche
no hace sino caminare,
hasta que llegó a la
tierra
adonde su tío estáe.
Dícele
de esta manera
95
y empezóle de hablare:
-Manténgaos
Dios, el mi tío,
-Mi sobrino, bien vengaises,
¿qué buena venida es esta?
vos me la queráis
contare.
100
-La venida que yo vengo
triste es y con
pesare
que Galván, con grande enojo,
mandado
me había matare;
mas lo que os ruego, mi tío,
105
y lo que os vengo a rogar,e
vamos a vengar la muerte
de vuestro hermano, mi padre;
matáronlo a traición
por casar con la mi madre.
110
-Sosegáos, el
mi sobrino,
vos os queráis sosegare,
que la
muerte de mi hermano
bien la iremos a vengare.
Ellos
así estuvieron
115
dos años, y aún
mase,
hasta que dijo Gaiferos
y empezara de hablare.
en París, esa ciudade,
en figura de romeros,
no nos conozca Galvane,
que si Galván nos conoce
5
mandaría nos matar.
Encima ropas de seda
vistamos las de sayale,
llevemos nuestras espadas,
por más seguros andare,
10
llevemos sendos bordones,
por la gente asegurare.
Ya se parten los romeros,
ya se parten, ya se vane,
de noche por los caminos,
15
de día por los jarales.
Andando por sus jornadas
a París llegado hane;
las puertas hallan cerradas,
no hallan por dónde entrare.
20
Siete vueltas
la rodean
por ver si podrán entrare,
y al cabo
de las ocho,
un postigo van a hallare.
Ellos que se
vieron dentro
25
empiezan a demandare:
no preguntan
por mesón,
ni menos por hospitale,
preguntan
por los palacios
donde la condesa estáe;
30
y
a las puertas del palacio
allí van a demandare.
Vieron estar la condesa
y empezaron de hablare:
-Dios te salve, la condesa.
35
-Los romeros, bien vengades.
-Mandedes nos dar limosna
por honor de caridade.
-Con Dios vades, los romeros,
que no os puedo nada dare,
40
que el conde me había mandado
a romeros no
albergare.
-Dadnos limosna, señora,
que el conde
no lo sabrae,
así la den a Gaiferos
45
en la
tierra donde estáe.
Así como oyó
Gaiferos,
comenzó de sospirare;
mandábales
dar del vino
mandábales dar del pane.
50
Ellos
en aquesto estando,
el conde llegado hae:
-¿Qué
es aquesto, la condesa?
aquesto, ¿qué puede estare?
¿no os tenía yo mandado
55
a romeros no albergare?
Dijo y alzara su mano
puñada le fuera a dare,
que sus dientes menudicos
en tierra los fuera a echare.
60
Allí hablaran los romeros
y empezáronle
de hablare:
-¡Por hacer bien la condesa
cierto no merece
male!
-Calledes vos, los romeros,
65
no hayades vuestra
parte.
Alzó Gaiferos su espada
un golpe le fue
a dare
que la cabeza de sus hombros
en tierra la fue
a echare.
70
Allí habló la condesa
llorando
con gran pesare:
-¿Quién érades, los romeros,
que al conde fuistes matare?
Allí respondió
el romero,
75
tal respuesta le fuera dare:
-Yo soy Gaiferos,
señora,
vuestro hijo naturale.
-Aquesto no puede
ser,
ni era cosa verdade,
80
que el dedo y el corazón
yo lo tengo por señale.
-El corazón que
vos tenéis
en persona no fue a estare,
el dedo
bien es aqueste,
85
aquí lo veréis faltare.
La condesa que esto oyera
empezóle de abrazare,
la tristeza que ella tiene
en placer se fue a tornare.
90
de Mérida, esa ciudade;
los pies llevaba descalzos,
las uñas corriendo sangre;
una esclavina trae
rota,
5
que no valía un reale,
y debajo traía
otra,
¡bien valía una ciudade!
que ni rey ni
emperador
no alcanzaba otra tale.
10
Camino lleva derecho
de París, esa ciudade;
ni pregunta por mesón,
ni menos por hospitale,
pregunta por los palacios
15
del rey Carlos do estaen.
Un portero está a la
puerta,
empezóle de hablare:
-Dígadesme
tú, el portero,
el rey Carlos ¿dónde estáe?
20
El portero, que lo vido,
mucho maravillado se hae,
cómo un romero tan pobre
por el rey va a preguntare.
-Dígademeslo, señor,
25
de eso no tengáis
pesare.
-En misa está, buen palmero,
allá
en San Juan de Letrane:
dice misa un arzobispo,
y la
oficia un cardenale.
30
El palmero que lo oyera,
íbase
para San Juane;
en entrando por la puerta,
bien veréis
lo que haráe:
humillóse a Dios del cielo
35
y a Santa María, su madre,
humillóse
al arzobispo,
humillóse al cardenale,
porque
decía la misa,
no porque merecía mase,
40
humillóse al Emperador
y a su corona reale,
humillóse a los doce
que a una mesa comen pane.
No se humilla a Oliveros,
45
ni menos a don Roldane,
porque un sobrino que tienen
en poder de moros estáe,
y pudiéndolo hacer,
no lo van a rescatare.
50
De que aquesto vio Oliveros,
de que aquesto vio Roldane,
sacan ambos las espadas,
para el palmero se vane.
con su bordón el palmero
55
su cuerpo va a mamparare.
Allí hablara el buen rey,
bien oiréis
lo que diráe:
-Tate, tate, Oliveros,
tate, tate,
don Roldane,
60
o este palmero es loco,
o viene de sangre
reale.
Tomárale por la mano,
y empiézale
de hablare:
-Dígasme tú, el palmero,
65
no me niegues la verdade,
¿en qué año
y en qué mes
pasaste aguas de la mare?
-En el
mes de mayo, señor,
yo las fuera a pasare;
70
porque yo me estaba un día
a orillas de la mare,
en el huerto de mi padre
por haberme de holgare,
cautiváronme los moros,
75
pasáronme allende
el mare,
a la Infanta de Sansueña
me fueron
a presentare;
la infanta, cuando me vido,
de mí
se fue a enamorare.
80
La vida que yo tenía,
rey, quieroósla yo contare:
en la su mesa comía,
y en su cama me iba a echare.
Allí hablara el
buen rey,
85
bien oiréis lo que diráe:
-Tal cautividad como esa
quien quiera la tomaráe.
Dígasme tú, el palmerico,
si la iría
yo a ganare.
90
-No vades allá, el buen rey,
buen rey, no vades alláe,
porque Mérida
es muy fuerte,
bien se vos defenderáe.
Trescientos
castillos tiene,
95
que es cosa de los mirare,
que el
menor de todos ellos
bien se os defenderáe.
Allí hablara Oliveros,
allí habló
don Roldane:
100
-Miente, señor, el palmero,
miente y no dice verdade,
que en Mérida no hay
cien castillos,
ni noventa a mi pensare,
y estos que
Mérida tiene
105
no tien quien los defensare,
que ni tenían señor,
ni menos quien los
guardare.
Desque esto oyó el palmero,
movido
con gran pesare,
110
alzó su mano derecha,
dio
un bofetón a Roldane.
Allí hablara el rey,
con furia y con gran pesare:
-Tomadle, la mi justicia,
115
y llevédeslo a ahorcare.
Tomádolo
ha la justicia
para haberlo de justiciare;
y aun allá
al pie de la horca
el palmero fuera hablare:
120
-¡Oh
mal hubieses, rey Carlos!
Dios te quiera hacer male,
que un hijo solo que tienes
tú le mandas ahorcare.
Oídolo había la reina,
125
que se le paró
a mirare;
-Dejeslo, la justicia,
no le queráis
hacer male,
que si él era mi hijo
encubrir no
se podráe,
130
que en un lado ha de tener
un
extremado lunare.
Ya le llevan a la reina,
ya se lo
van a llevare;
desnúdanle una esclavina
135
que
no valía un reale,
ya le desnudaban otra
que
valía una ciudade;
halládole han al infante,
hallado le han la señale.
140
Alegrías
se hicieron
no hay quien las pueda contare.
el infante vengador,
caballero a la gineta
en caballo
corredor,
su manto revuelto al brazo,
5
demudada la
color,
y en la su mano derecha
un venablo cortador;
con la punta del venablo
sacaría un arador,
10
siete veces fue templado
en la sangre de un dragón,
y otras tantas afilado
porque cortase mejor,
el
hierro fue hecho en Francia
15
y el asta en Aragón.
Perfilándoselo iba
en las alas de su halcón.
Iba buscar a don Cuadros,
a don Cuadros el traidor.
20
Allá le fuera a hallar
junto del Emperador,
la vara tiene en la mano,
que era justicia mayor.
Siete veces lo pensaba
25
si lo tiraría o no,
y al cabo de las ocho
el venablo le arrojó.
Por dar al dicho don Cuadros,
dado ha al Emperador,
30
pasado le ha manto y sayo,
que era de un tornasol,
por el suelo ladrillado
más de un palmo lo metió.
Allí le habló el rey,
35
bien oiréis
lo que habló:
-¿Por qué me tiraste, infante?
¿Por qué me tiras, traidor?
-Perdóneme
tu alteza,
que no tiraba a ti, no,
40
tiraba al traidor
de Cuadros,
ese falso engañador,
que siete hermanos
que tenía
no ha dejado, si a mí no.
Por
eso delante de ti,
45
buen rey, lo desafío yo.
Todos fían a don Cuadros
y al infante no fían,
no,
sino fuera una doncella,
hija es del Emperador,
50
que los tomó por la mano
y en el campo los
metió.
A los primeros encuentros
Cuadros en
tierra cayó.
Apeárase el infante,
55
la
cabeza le cortó
y tomárala en su lanza
y al buen rey la presentó.
De que aquesto vido
el rey
con su hija le casó.
60
en las sierras de Moncayo
fue do el rey mandó
prender
al conde Grifos Lombardo,
porque forzó
una doncella
5
camino de Santiago,
la cual era hija
de un duque,
sobrina del Padre Santo.
Quejábase
ella del fuerzo,
quéjase el conde del grado;
10
allá van a tener pleito
delante de Carlo Magno,
y mientras el pleito dura
al conde han encarcelado
con grillones a los pies,
15
sus esposas en las manos,
una gran cadena al cuello
con eslabones doblados;
la cadena era muy larga,
rodea todo el palacio,
20
allá se abre y se cierra
en la sala del rey Carlos.
Siete condes la guardaban,
todos se han juramentado
que si el conde se revuelve,
25
todos serán a
matarlo.
Ellos estando en aquesto,
cartas habían
llegado
para que casen la infanta
con el conde encarcelado.
30
buen caballero probado!
hinquedes la lanza en tierra
y arrendedes el caballo,
preguntaros he por nuevas
5
de Valdovinos el franco.
-Aquesas nuevas, señora,
yo vos las diré de grado:
Esta noche, a media
noche,
entramos en cabalgada
10
y los muchos a los pocos
lleváronnos de arrancada.
Hirieron a Valdovinos
de una mala lanzada,
la lanza tenía dentro,
15
de fuera le tiembla el asta;
su tío, el Emperador,
a penitencia le daba;
o esta noche morirá,
o de buena madrugada.
20
Si te plugiese, Sevilla,
fueses tú mi enamorada;
amédesme, señora,
que en ello perderéis nada.
-¡Nuño Vero,
Nuño Vero,
25
mal caballero probado!
yo te pregunto
por nuevas,
tú respóndesme al contrario,
que aquesta noche pasada
conmigo durmiera el franco;
30
él me diera una sortija,
y yo le di un pendón
labrado.
¡que mala rabia os mate!
En jueves matáis el puerco
y en viernes coméis la carne.
Ya hace hoy los
siete años
5
que ando por aqueste valle,
pues
traigo los pies descalzos,
las uñas corriendo sangre;
pues como las carnes crudas
y bebo la roja sangre.
10
Busco, triste, a Moriana,
la hija del emperante,
pues me la han tomado moros,
mañanica de Sant
Juane
cogiendo rosas y flores
15
en un vergel de su
padre.
Oído lo ha Moriana,
que en brazos del
moro estáe,
las lágrimas de sus ojos
al moro dan en la faze.
20
de ese os quiero decir,
que le dé Dios mala vida
y a la postre peor fin.
Armó naves y galeras,
5
pasan de sesenta mil,
para ir a dar combate
a Narbona
la gentil.
Allá va a echar áncoras,
allá
al puerto de Sant Gil,
10
donde han cautivado al conde,
al conde Benalmeniquí;
deciéndenlo de
una torre,
cabálganlo en un rocín,
la
cola le dan por riendas,
15
por más deshonrado ir.
Cien azotes dan al conde,
y otros tantos al rocín:
al rocín, porque anduviese,
al conde, por lo
rendir.
20
La condesa que lo supo,
sáleselo a
recibir:
-Pésame de vos, señor,
conde,
de veros así,
daré yo por vos, el conde,
25
las doblas sesenta mil,
y si no bastaren, conde,
a Narbona la gentil,
si esto no bastare, el conde,
a tres hijas que yo parí:
30
yo las pariera,
buen conde,
y vos las hubistes en mí,
y si no
bastare, conde,
señor, védesme aquí
a mí.
-Muchas mercedes, condesa,
35
por vuestro
tan buen decir;
no dedes por mí, señora,
tan sólo un maravedí,
que heridas tengo
de muerte,
dellas no puedo guarir.
40
Adiós,
adiós, la condesa,
que ya me mandan ir de aquí.
-Váyades con Dios, el conde,
y con la gracia
de Sant Gil,
Dios os eche en vuestra suerte
45
a ese
Soldán paladín.
a un sabor a tan grande,
los siete reyes de moros
no lo osaban acordare,
recordólo Bobalías,
5
Bobalías el infante:
-Si dormides, el mi tío,
si dormides, recordad,
mandadme dar las escalas
que fueron del rey, mi padre,
10
y dadme los siete mulos
que las habían de llevar,
y me deis los siete
moros
que las habían de armar,
que amores de
la condesa
15
yo no los puedo olvidar.
-Malas mañas
has, sobrino,
no las puedes ya dejar:
al mejor sueño
que duermo
luego me has de recordar.
20
Ya le dan las
escalas
que fueron del rey, su padre,
ya le dan los
siete mulos
que las habían de llevar,
ya le
dan los siete moros
25
que las habían de armar.
A paredes de la condesa,
allá las fueron a echar,
allá, al pie de una torre,
y arriba subido han;
30
en brazos del conde Almenique
la condesa van a hallar,
el infante la tomó,
y con ella ido se han.
vi venir un renegado:
Bobalías ha por nombre,
Bobalías el pagano;
siete veces fuera moro
5
y otras tantas mal cristiano
y al cabo de las ocho
engañólo su pecado,
que dejó la
fe de Cristo,
la de Mahoma ha tomado.
10
Este fuera
el mejor moro
que de allende había pasado.
Cartas
le fueron venidas
que Sevilla está en un llano;
arma naos y galeras,
15
gente de a pie y de a caballo,
por Guadalquivir arriba
su pendón llevan alzado.
En el campo de Tablada
su real había asentado
20
con trescientas de las tiendas
de seda, oro y brocado;
en medio de todas ellas
está la del renegado:
encima, en el chapitel,
25
estaba un rubí preciado,
tanto relumbra de noche
como el sol en día claro.
la Pasión quieren decir,
cuando moros y cristianos
todos entran en la lid.
Ya desmayan los franceses,
5
ya comienzan de huir;
¡oh, cuán bien los esforzaba
ese Roldán paladín!
-¡Vuelta, vuelta,
los franceses,
con corazón a la lid!,
10
¡más
vale morir por buenos
que deshonrados vivir!
Ya volvían
los franceses
con corazón a la lid,
a los encuentros
primeros
15
mataron sesenta mil.
Por las sierras de
Altamira
huyendo va el rey Marsín,
caballero
en una cebra,
no por mengua de rocín.
20
La sangre
que de él corría
las yerbas hace teñir,
las voces que iba dando
al cielo quieren subir:
-¡Reniego de ti, Mahoma,
25
y de cuanto hice por ti!
Hícete cuerpo de plata,
pies y manos de un marfil,
hícete casa de Meca
donde adorasen en ti,
30
y por más te honrar, Mahoma,
cabeza de oro te
fiz.
Sesenta mil caballeros
a ti te los ofrecí,
mi mujer, la reina mora,
35
te ofreció otros
treinta mil.
la caza de Roncesvalles!
Don Carlos perdió la
honra,
murieron los doce Pares,
cativaron a Guarinos
5
almirante de las mares:
los siete reyes de moros
fueron en su cativare.
Siete veces echan suertes
cuál de ellos lo ha de llevare;
10
todas siete le
cupieron
a Marlotes el infante.
Más lo preciara
Marlotes
que Arabia con su ciudade.
Dícele de
esta manera,
15
y empezóle de hablare:
-Por Alá
te ruego, Guarinos,
moro te quieras tornar;
de los
bienes de este mundo
yo te quiero dar asaz.
20
De dos
hijas que yo tengo
yo te las quería dare,
la
una para el vestir,
para vestir y calzare,
la otra
para tu mujer,
25
tu mujer la naturale.
Darte he en
arras y dote
Arabia con su ciudad;
si más quisieses,
Guarinos,
mucho más te quiero dare.
30
Allí
hablara Guarinos,
bien oiréis lo que dirá:
-¡No lo mande Dios del cielo
ni Santa María
su Madre,
que deje la fe de Cristo
35
por la de Mahoma
tomar,
que esposica tengo en Francia,
con ella entiendo
casar!
Marlotes con gran enojo
en cárceles lo
manda echar
40
con esposas a las manos
porque pierda
el pelear;
el agua fasta la cinta
porque pierda el
cabalgar;
siete quintales de fierro
45
desde el hombro
al calcañar.
En tres fiestas que hay en el año
le mandaba justiciar;
la una Pascua de Mayo,
la
otra por Navidad,
50
la otra Pascua de Flores,
esta
fiesta general.
Vanse días, vienen días,
venido era el de Sant Juan,
donde cristianos y moros
55
hacen gran solemnidad.
Los cristianos echan juncia,
y los moros arrayán;
los judíos echan
eneas
por la fiesta más honrar.
60
Marlotes con
alegría
un tablado mandó armar,
ni más
chico ni más grande,
que al cielo quiere llegar.
Los moros con alegría
65
empiezan de le de tirar:
tira el uno, tira el otro,
no llegan a la mitad.
Marlotes con enconía
un plegón mandara
dar,
70
que los chicos no mamasen,
ni los grandes coman
pan,
fasta que aquel tablado
en tierra haya de estar.
Oyó el estruendo Guarinos
75
en las cárceles
do está:
-¡Oh válasme Dios del cielo
y Santa María su Madre!
o casan hija de rey,
o la quieren desposar,
80
o era venido el día
que me quieren justiciar.
Oídolo ha el carcelero
que cerca se fue a hallar:
-No casan hija de rey,
85
ni la quieren desposar,
ni es venida la Pascua
que
te suelen azotar;
mas era venido un día,
el
cual llaman de Sant Juan,
90
cuando los que están
contentos
con placer comen su pan.
Marlotes de gran
placer
un tablado mandó armar;
el altura que
tenía
95
al cielo quiere llegar.
Hanle tirado
los moros,
no le pueden derribar;
Marlotes de enojado
un pregón mandara dar,
100
que ninguno no comiese
hasta habello derribar.
Allí respondió
Guarinos,
bien oiréis qué fue a hablar:
-Si vos me dais mi caballo,
105
en que solía
cabalgar,
y me diésedes mis armas,
las que yo
solía armar,
y me diésedes mi lanza,
la que solía llevar,
110
aquellos tablados altos
yo los entiendo derribar,
y si no los derribase
que me mandasen matar.
El carcelero que esto oyera
115
comenzóle de hablar:
-¡Siete años había,
siete
que estás en este lugar,
que no siento
hombre del mundo
que un año pudiese estar,
120
y aún dices que tienes fuerzas
para el tablado
derribar!
Mas espera tú, Guarinos,
que yo lo
iré a contar
a Marlotes el infante
125
por ver
lo que me dirá.
Ya se parte el carcelero,
ya
se parte, ya se va;
siendo cerca del tablado
a Marlotes
hablado ha:
130
-Una nueva vos traía
queráismela
escuchar:
sabed que aquel prisionero
aquesto dicho
me ha:
que si le diesen su caballo,
135
el que solía
cabalgar,
y le diesen las sus armas,
que él
se solía armar,
que aquestos tablados altos
él los entiende derribar.
140
Marlotes de que esto
oyera
de allí lo mandó sacar;
por mirar
si en caballo
él podría cabalgar,
mandó
buscar su caballo,
145
y mandáraselo dar,
que
siete años son pasados
que andaba llevando cal.
Armáronlo de sus armas,
que bien mohosas están.
150
Marlotes desque lo vido
con reír y con burlar
dice que vaya al tablado
y lo quiera derribar.
Guarinos
con grande furia
155
un encuentro le fue a dar,
que
más de la mitad dél
en el suelo lo fue a
echar.
Los moros de que esto vieron
todos le quieren
matar;
160
Guarinos como esforzado
comenzó de
pelear
con los moros, que eran tantos,
que el sol querían
quitar.
Peleara de tal suerte
165
que él se hubo
de soltar,
y se fuera a su tierra
a Francia la natural:
grandes honras le hicieron
cuando le vieron llegar.
170
mataron a don Beltrán,
nunca lo echaron de menos
hasta los puertos pasar.
Siete veces echan suertes
5
quién lo volverá a buscar,
todas siete
le cupieron
al buen viejo de su padre;
las tres fueron
por malicia
y las cuatro con maldad.
10
Vuelve riendas
al caballo
y vuélveselo a buscar,
de noche por
el camino,
de día por el jaral.
Por la matanza
va el viejo,
15
por la matanza adelante;
los brazos
lleva cansados
de los muertos rodear,
no hallaba al
que busca,
ni menos la su señal;
20
vido todos
los franceses
y no vido a don Beltrán.
Maldiciendo
iba el vino,
maldiciendo iba el pan,
el que comían
los moros,
25
que no el de la cristiandad,
maldiciendo
iba el árbol
que solo en el campo nace,
que
todas las aves del cielo
allí se vienen a asentar,
30
que de rama ni de hoja
no le dejaban gozar;
maldiciendo
iba el caballero
que cabalgaba sin paje:
si se le cae
la lanza
35
no tiene quién se la alce,
y si se
le cae la espuela
no tiene quién se la calce;
maldiciendo iba la mujer
que tan sólo un hijo
pare:
40
si enemigos se lo matan
no tiene quién
lo vengar.
A la entrada de un puerto,
saliendo de un
arenal,
vido en esto estar un moro
45
que velaba en
un adarve;
hablóle en algarabía,
como
aquel que bien la sabe:
-Por Dios te ruego, el moro,
me digas una verdad:
50
caballero de armas blancas
si lo viste acá pasar,
y si tú lo tienes
preso,
a oro te lo pesarán,
y si tú lo
tienes muerto
55
désmelo para enterrar,
pues
que el cuerpo sin el alma
sólo un dinero no vale.
-Ese caballero, amigo,
dime tú qué señas
trae.
60
-Blancas armas son las suyas,
y el caballo
es alazán,
en el carrillo derecho
él
tenía una señal,
que siendo niño
pequeño
65
se la hizo un gavilán.
-Este
caballero, amigo,
muerto está en aquel pradal;
las piernas tiene en el agua,
y el cuerpo en el arenal;
70
siete lanzadas tenía
desde el hombro al carcañal,
y otras tantas su caballo
desde la cincha al pretal.
No le des culpa al caballo,
75
que no se la puedes dar,
que siete veces lo sacó
sin herida y sin señal,
y otras tantas lo volvió
con gana de pelear.
80
la esposa de don Roldán.
trescientas damas con
ella
para la acompañar:
todas visten un vestido,
5
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan,
si no era sola doña
Alda
que era la mayoral;
10
las ciento hilaban oro,
las ciento tejen cendal,
las ciento instrumentos tañen
para doña Alda holgar.
Al son de los instrumentos
15
doña Alda adormido se ha,
ensoñado
había un sueño,
un sueño de gran
pesar.
Recordó despavorida
y con un pavor muy
grande,
20
los gritos daba tan grandes
que se oían
en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
bien
oiréis lo que dirán:
-¿Qué es aquesto,
mi señora?
25
¿quién es el que os hizo mal?
-Un sueño soñé, doncellas,
que
me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte
en un desierto lugar;
30
bajo los montes muy altos
un azor vide volar;
tras dél viene una aguililla
que lo afincaba muy mal.
El azor, con grande cuita,
35
metióse so mi brial,
el aguililla, con grande
ira,
de allí lo iba a sacar;
con las uñas
lo despluma,
con el pico lo deshace.
40
Allí
habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
-Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo
soltar:
el azor es vuestro esposo
45
que viene de allende
el mar,
el águila sedes vos,
con la cual ha
de casar,
y aquel monte es la iglesia
donde os han
de velar.
50
-Si así es, mi camarera,
bien te
lo entiendo pagar.
Otro día de mañana
cartas de fuera le traen;
tintas venían de dentro,
55
de fuera escritas con sangre,
que su Roldán
era muerto
en la caza de Roncesvalles.
que Tarquino se llamaba
namoróse de Lucrecia,
la noble y casta romana,
y para dormir con ella
5
una gran traición pensaba.
Vase muy secretamente
a donde Lucrecia estaba;
cuando en su casa lo vido
como a rey lo aposentaba.
10
A hora de medianoche
Tarquino se levantaba.
Vase para su aposento,
a donde
Lucrecia estaba,
a la cual halló durmiendo
15
de tal traición descuidada.
En llegando cerca
de ella
desenvainó su espada
y a los pechos
se la puso;
de esta manera le habla:
20
-Yo soy aquel
rey Tarquino,
rey de Roma la nombrada,
el amor que
yo te tengo
las entrañas me traspasa;
si cumples
mi voluntad
25
serás rica y estimada,
si no,
yo te mataré
con el cruel espada.
-Eso no haré
yo, el rey,
sí la vida me costara,
30
que más
la quiero perder
que no vivir deshonrada.
Como vido
el rey Tarquino
que la muerte no bastaba,
acordó
de otra traición,
35
con ella la amenazaba:
-Si
no cumples mi deseo,
como yo te lo rogaba,
yo te mataré,
Lucrecia,
con un negro de tu casa,
40
y desque muerto
lo tenga
echarlo he en la tu cama;
yo diré por
toda Roma
que ambos juntos os tomara.
Después
que esto oyó Lucrecia
45
que tan gran traición
pensaba,
cumplióle su voluntad
por no ser tan
deshonrada.
Cuando Tarquino hubo hecho
lo que tanto
deseaba
50
muy alegre y muy contento
para Roma se tornaba.
Lucrecia quedó muy triste
en verse tan deshonrada;
enviara muy aprisa
55
con un siervo de su casa
a
llamar a su marido
porque allá en Roma se estaba.
Cuando ante sí lo vido
de esta manera le habla:
60
-¡Oh!, mi amado Colatino,
ya es perdida la mi fama,
que pisadas de hombre ajeno
han hollado la tu cama:
el soberbio rey Tarquino
65
vino anoche a tu posada,
recibíle como a rey
y dejóme violada.
Yo me daré tal castigo
como adúltera
malvada
70
porque ninguna matrona
por mi ejemplo sea
mala.
Estas palabras diciendo
echa mano de una espada
que muy secreta traía
75
debajo de la su halda,
y a los pechos se la pone
que lástima era mirarla.
Luego allí, en aquel momento,
muerta cae la
romana.
80
Su marido, que la viera,
amargamente lloraba;
sacóle de aquella herida
aquella sangrienta
espada,
y en su mano la tenía
85
y a los sus
dioses juraba
de matar al rey Tarquino
y quemarle la
su casa.
En un monumento negro
el cuerpo a Roma llevaba
90
y púsola descubierto
en medio de una gran
plaza,
de los sus ojos llorando,
de la su boca hablaba:
-¡Oh, romanos!, ¡Oh, romanos!
95
doleos de mi triste
fama,
que el soberbio rey Tarquino
ha forzado esta
romana
y por esta gran deshonra
ella misma se matara.
100
Ayudadme a la vengar
su muerte tan desastrada.
Desque aquesto vido el pueblo
todos en uno se armaban,
y vanse para el palacio
105
donde el rey Tarquino estaba
danle mortales heridas
y quemáronle su casa.
y a buen recaudo poner,
por una traición que hizo
en los palacios del rey:
porque forzó una doncella
5
llamada doña Isabel.
Siete años lo tuvo
preso,
sin que se acordase de él,
y un domingo
estando en misa
mientes se le vino de él.
10
-Mis caballeros, Vergilios,
¿qué se había
hecho de él?
Allí habló un caballero
que a Vergilios quiere bien:
-Preso lo tiene tu alteza
15
y en tus cárceles lo tien.
-Vía, a
comer, mis caballeros,
caballeros, vía, a comer,
después que hayamos comido
a Vergilios vamos
ver.
20
Allí hablara la reina:
-Yo no comeré
sin él.
A las cárceles se van
adonde
Vergilios es.
-¿Qué hacéis aquí,
Vergilios?
25
Vergilios ¿aquí qué hacéis?
-Señor, peino mis cabellos
y las mis barbas
también:
aquí me fueron nacidas,
aquí
me han encanecer,
30
que hoy se cumplen siete años
que me mandaste prender.
-Calles, calles tú,
Vergilios,
que tres faltan para diez.
-Señor,
si manda tu alteza,
35
toda mi vida estaré.
-Vergilios,
por tu paciencia
conmigo irás a comer.
-Rotos
tengo mis vestidos,
no estoy para parecer.
40
-Yo te
los daré, Vergilios,
yo dártelos mandaré.
Plúgole a los caballeros
y a las doncellas también;
mucho más plugo a una dueña
45
llamada
doña Isabel.
Llaman un arzobispo,
ya la desposan
con él.
Tomárala por la mano
y llévasela
a un vergel.
50
cuando hace la calor,
cuando canta la calandria
y
responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
5
van a servir al amor,
sino yo, triste cuitado,
que
vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo
es de día,
ni cuándo las noches son,
10
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela
un ballestero
¡Dele Dios mal galardón!
Cabellos
de mi cabeza
15
lléganme al corvejón,
los cabellos de mi barba
por manteles tengo yo;
las
uñas de las mis manos
por cuchillo tajador.
20
Si lo hacía el buen rey,
hácelo como señor,
si lo hace el carcelero,
hácelo como traidor.
Mas quien ahora me diese
25
un pájaro hablador,
siquiera fuese calandria,
o tordico, o ruiseñor,
criado fuese entre damas
y avezado a la razón,
30
que me lleve una embajada
a mi esposa Leonor:
que me envíe una empanada,
no de trucha, ni salmón,
sino de una lima sorda
35
y de un pico tajador:
la
lima para los hierros
y el pico para el torreón.
Oídolo había el rey,
mandóle quitar
la prisión.
40
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
5
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo
de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco
de dulzor,
10
en la su cara muy blanca
lleva un poco
de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco
de alcohol,
a la entrada de la ermita,
15
relumbrando
como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir,
no,
monacillos que le ayudan
no aciertan responder,
no,
20
por decir: amén, amén,
decían:
amor, amor.
Fontefrida y con amor,
do todas las avecicas
van tomar
consolación,
sino es la tortolica
5
que está
viuda y con dolor.
Por allí fuera a pasar
el
traidor del ruiseñor,
las palabras que le dice
llenas son de traición:
10
-Si tú quisieses,
señora,
yo sería tu servidor.
-Vete de
ahí, enemigo,
malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo verde,
15
ni en prado que tenga flor,
que si el agua hallo clara,
turbia la bebía
yo;
que no quiero haber marido,
porque hijos no haya,
no;
20
no quiero placer con ellos,
ni menos consolación.
¡Déjame, triste enemigo,
malo, falso, mal traidor,
que no quiero ser tu amiga
25
ni casar contigo, no!
mañanica de San Juan,
vide estar una doncella
ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce,
5
sola
tiende en un rosal;
mientras los paños se enjugan
dice la niña un cantar:
-¿Dó los mis
amores, dó los,
¿dó los andaré a
buscar?
10
Mar abajo, mar arriba,
diciendo iba el cantar,
peine de oro en las sus manos
por sus cabellos peinar:
-Dígasme tú, el marinero,
15
sí,
Dios te guarde de mal,
si los viste mis amores,
si
los viste allá pasar.
tan garrida y con amor,
cuando yo os tuve en mis brazos
no vos supe servir, no,
y ahora que os serviría
5
no vos puedo haber, no.
-Vuestra fue la culpa, amigo,
vuestra fue, que mía no:
enviástesme
una carta
con un vuestro servidor
10
y en lugar de recaudar
él dijera otra razón:
que érades
casado, amigo,
allá en tierras de León,
que tenéis mujer hermosa
15
y hijos como una
flor.
-Quien os lo dijo, señora,
no vos dijo
verdad, no,
que yo nunca entré en Castilla
ni
allá en tierras de León,
20
sino cuando era
pequeño
que no sabía de amor.
todo lleno de pesar,
cuentas negras en sus manos
do
suele siempre rezar,
palabras tristes diciendo,
5
palabras
para llorar:
-Véoos, hija, crecida,
y en edad
para casar;
el mayor dolor que siento
es no tener que
os dar.
10
-Calledes, padre, calledes,
no debéis
tener pesar,
que quien buena hija tiene
rico se debe
llamar,
y el que mala la tenía
15
viva la puede
enterrar,
pues amengua su linaje
que no debiera amenguar,
y yo, si no me casare,
en religión puedo entrar.
20
los cazadores del rey,
ni fallaban ellos caza,
ni
fallaban qué traer.
Perdido habían los halcones,
5
¡mal los amenaza el rey!
Arrimáranse a un castillo
que se llamaba Mainés.
Dentro estaba una doncella
muy fermosa y muy cortés;
10
siete condes la
demandan,
y así facen tres reyes.
Robárala
Rico Franco,
Rico Franco aragonés;
llorando
iba la doncella
15
de sus ojos tan cortés.
Falábala
Rico Franco,
Rico Franco aragonés:
-Si lloras
tu padre o madre,
nunca más vos los veréis,
20
si lloras los tus hermanos,
yo los maté todos
tres.
-Ni lloro padre ni madre,
ni hermanos todos tres,
mas lloro la mí ventura
25
que no sé cuál
ha de ser.
Prestédesme, Rico Franco,
vuestro
cuchillo lugués,
cortaré fitas al manto,
que no son para traer.
30
Rico Franco de cortese
por las cachas lo fue tender,
la doncella, que era artera,
por los pechos se lo fue a meter;
así vengó
padre y madre,
35
y aun hermanos todos tres.
¡Cuán traidor de corazón!
Por dormir con
tu señora
habías muerto a tu señor.
Desque lo tuviste muerto
5
quitástele el chapirón;
fuéraste al castillo fuerte
donde está
la Blanca Flor.
-Ábreme, linda señora,
que aquí viene mi señor;
10
si no lo quieres
creer,
veis aquí su chapirón.
Blanca
Flor, desque lo viera,
las puertas luego le abrió;
echóle brazos al cuello,
15
allí luego
la besó;
abrazándola y besando
a un palacio
la metió.
-Marquillos, por Dios te ruego
que
me otorgases un don:
20
que no durmieses conmigo
hasta
que rayase el sol.
Marquillos, como es hidalgo,
el
don luego le otorgó;
como viene tan cansado
25
en llegado se adurmió.
Levantóse muy ligera
la hermosa Blanca Flor,
tomara cuchillo en mano
y a Marquillos degolló.
30
como el sol a mediodía,
cuando el buen conde Alemán
con esa dama dormía.
No lo sabe hombre nacido
5
de cuantos en la corte había,
si no sólo
era la infanta,
aquesa infanta su hija.
Así
su madre le hablaba,
desta manera decía:
10
-Cuanto
viéredes tú, infanta,
cuanto vierdes, encobridlo;
daros ha el conde Alemán
un manto de oro fino.
-¡Mal fuego queme, madre,
15
ese manto de oro fino,
cuando en vida de mi padre
tuviese padrastro vivo!
De allí se fuera llorando;
el rey su padre la
ha visto:
20
-¿Por qué lloráis, la infanta?
decid ¿quién llorar os hizo?
-Yo me estaba aquí
comiendo,
comiendo sopas en vino,
entró el conde
Alemán,
25
y echólas por el vestido.
-Calléis,
mi hija, calléis,
no toméis de eso pesar,
que el conde es niño y muchacho,
hacerlo ha
por burlar.
30
-¡Mal fuego quemase, padre,
tal reír
y tal burlar!
Cuando me tomó en sus brazos,
conmigo quiso holgar.
-Si él os tomó en
sus brazos
35
y con vos quiso holgar,
en antes que el
sol salga
yo lo mandaré matar.
bien así como solía,
viviendo muy descontenta
de la vida que tenía,
viendo que ya se pasaba
5
toda la flor de su vida,
y que el rey no la casaba,
ni tal cuidado tenía.
Entre sí estaba
pensando
a quien se descubriría,
10
acordó
llamar al rey
como otras veces solía,
por decirle
su secreto
y la intención que tenía.
Vino el rey siendo llamado,
15
que no tardó su venida:
vídola estar apartada,
sola está sin
compañía;
su lindo gesto mostraba
ser
más triste que solía.
20
Conociera luego
el rey
el enojo que tenía:
-¿Qué es aquesto,
la infanta?
¿qué es aquesto, hija mía?
Contadme vuestros enojos,
25
no toméis malenconía,
que sabiendo la verdad
todo se remediaría.
-Menester será, buen rey,
remediar la vida mía,
30
que a vos quedé encomendada
de la madre que
tenía.
Dédesme, buen rey, marido,
que
mi edad ya lo pedía:
con vergüenza os lo demando,
35
no con gana que tenía,
que aquestos cuidados
tales
a vos, rey, pertenecían.
Escuchada su
demanda,
el buen rey le respondía:
40
-Esa culpa,
la infanta,
vuestra era, que no mía,
que ya
fuérades casada
con el príncipe de Hungría.
No quisistes escuchar
45
la embajada que venía,
pues acá en las nuestras cortes,
hija, mal recaudo
había,
porque en todos los mis reinos
vuestro
par igual no había,
50
sino era el conde Alarcos,
hijos y mujer tenía.
-Convidadlo vos, el rey,
al conde Alarcos un día,
y después que
hayáis comido
55
decilde de parte mía,
decilde que se acuerde
de la fe que dél tenía,
la cual él me prometiera,
que yo no se la pedía,
60
de ser siempre mi marido,
y yo que su mujer sería.
Yo fui de ello muy contenta
y que no me arrepentía.
Si la condesa es burlada,
65
que mirara lo que hacía,
que por él no me casé
con el príncipe
de Hungría:
si casó con la condesa,
dél
es culpa, que no mía,
70
Perdiera el rey en la oír
el sentido que tenía,
mas después en
sí tornado
con enojo respondía:
-¡No
son estos los consejos,
75
que vuestra madre os decía!
¡Muy mal mirastes, infanta,
do estaba la honra mía!
Si verdad es todo eso
vuestra honra ya es perdida:
80
no podéis vos ser casada
siendo la condesa
viva.
Si se hace el casamiento
por razón o por
justicia,
en el decir de las gentes
85
por mala seréis
tenida.
Dadme vos, hija, consejo,
que el mío
no bastaría,
que ya es muerta vuestra madre
a quien consejo pedía.
90
-Yo os lo daré,
buen rey,
de este poco que tenía:
mate el conde
a la condesa,
que nadie no lo sabría,
y eche
fama que ella es muerta
95
de un cierto mal que tenía,
y tratarse ha el casamiento
como cosa no sabida.
De esta manera, buen rey,
mi honra se guardaría.
100
De allí se salía el rey,
no con placer
que tenía;
lleno va de pensamientos
con la nueva
que sabía;
vido estar al conde Alarcos
105
entre
muchos, que decía:
-¿Qué aprovecha, caballeros,
amar y servir amiga,
que son servicios perdidos
donde firmeza no había?
110
No pueden por mí
decir
aquesto que yo decía,
que en el tiempo
que yo serví
una que tanto quería,
si
muy bien la quise entonces,
115
agora más la quería;
mas por mí pueden decir
quien bien ama tarde
olvida.
Estas palabras diciendo
vido al buen rey que
venía,
120
y hablando con el rey
de entre todos
se salía.
Dijo el buen rey al conde
hablando
con cortesía:
-Convidaros quiero, conde,
125
por mañana en aquel día,
que queráis
comer conmigo
por tenerme compañía.
-Que
se haga de buen grado
lo que su Alteza decía;
130
beso sus reales manos
por la buena cortesía:
detenerme he aquí mañana,
aunque estaba
de partida,
que la condesa me espera
135
según
carta me envía.
Otro día de mañana
el rey de misa salía;
luego se asentó
a comer,
no por gana que tenía,
140
sino por
hablar al conde
lo que hablarle quería.
Allí
fueron bien servidos
como a rey pertenecía.
Después que hubieron comido,
145
toda la gente salida,
quedóse el rey con el conde
en la tabla do comía.
Empezó el rey de hablar
la embajada que traía:
150
-Unas nuevas traigo, conde,
que de ellas no me placía,
por las cuales yo me quejo
de vuestra descortesía.
Prometistes a la infanta
155
lo que ella no os pedía,
de siempre ser su marido,
y a ella que le placía.
Si a otras cosas pasastes
no entro en esa porfía
160
Otra cosa os digo, conde,
de que más os pesaría:
que matéis a la condesa
que así cumple
a la honra mía:
echéis fama que es muerta
165
de cierto mal que tenía,
y tratarse ha el
casamiento
como cosa no sabida,
porque no sea deshonrada
hija que tanto quería.
170
Oídas estas
razones
el buen conde respondía:
-No puedo negar,
el rey,
lo que la infanta decía,
sino que otorgo,
es verdad,
175
todo cuanto me pedía.
Por miedo
de vos, el rey,
no casé con quien debía,
no pensé que vuestra Alteza
en ello consentiría:
180
de casar con la infanta
yo, señor, bien casaría;
mas matar a la condesa,
señor rey, no lo haría,
porque no debe morir
185
la que mal no merecía.
-De morir tiene, buen conde,
por salvar la honra mía,
pues no mirastes primero
lo que mirar se debía.
190
Si no muere la condesa
a vos costará la vida.
Por la honra de los reyes
muchos sin culpa morían,
que muera pues la condesa
195
no es mucha maravilla.
-Yo la mataré, buen rey,
mas no será
la culpa mía:
vos os avendréis con Dios
en el fin de vuestra vida,
200
y prometo a vuestra Alteza,
a fe de caballería,
que me escriba por traidor
si lo dicho no cumplía
de matar a la condesa,
205
aunque mal no merecía.
Buen rey, si me dais
licencia
yo luego me partiría.
-Vades con Dios,
el buen conde,
ordenad vuestra partida.
210
Llorando
se parte el conde,
llorando sin alegría;
llorando
por la condesa,
que más que a sí la quería.
Llorando también el conde
215
por tres hijos
que tenía,
el uno era de teta,
que la condesa
lo cría,
que no quería mamar
de tres
amas que tenía
220
sino era de su madre
porque
bien la conocía;
los otros eran pequeños,
poco sentido tenían.
Antes que el conde llegase
225
estas razones decía:
-¿Quién podrá
mirar, condesa,
vuestra cara de alegría,
que
saldréis a recibirme
a la fin de vuestra vida?
230
Yo soy el triste culpado,
esta culpa toda es mía.
En diciendo estas palabras
ya la condesa salía,
que un paje le había dicho
235
como el conde
ya venía.
Vido la condesa al conde
la tristeza
que tenía,
viole los ojos llorosos
que hinchados
los tenía
240
de llorar por el camino
mirando
el bien que perdía.
Dijo la condesa al conde:
¡Bien vengáis, bien de mi vida!
¿Qué habéis,
el conde Alarcos?
245
¿por qué lloráis, vida
mía,
que venís tan demudado
que cierto
no os conocía?
No parece vuestra cara
ni el
gesto que ser solía;
250
dadme parte del enojo
como dais de la alegría.
¡Decídmelo luego,
conde,
no matéis la vida mía!
-Yo vos
lo diré, condesa,
255
cuando la hora sería.
-Si no me lo decís, conde,
cierto yo reventaría.
-No me fatiguéis, señora,
que no es la
hora venida.
260
Cenemos luego, condesa,
de aqueso que
en casa había.
-Aparejado está, conde,
como otras veces solía.
Sentóse el conde
a la mesa,
265
no cenaba ni podía,
con sus hijos
al costado,
que muy mucho los quería.
Echóse
sobre los hombros;
hizo como que dormía;
270
de lágrimas de sus ojos
toda la mesa corría.
Mirábalo la condesa;
que la causa no sabía;
no le preguntaba nada,
275
que no osaba ni podía.
Levantóse luego el conde,
dijo que dormir quería;
dijo también la condesa
que ella también
dormiría;
280
mas entre ellos no había sueño,
si la verdad se decía.
Vanse el conde y la condesa
a dormir donde solían:
dejan los niños
de fuera
285
que el conde no los quería:
lleváronse
el más chiquito,
el que la condesa cría:
el conde cierra la puerta,
lo que hacer no solía.
290
Empezó de hablar el conde
con dolor y con
mancilla:
-¡Oh desdichada condesa,
grande fue la tu
desdicha!
-No soy desdichada, conde,
295
por dichosa
me tenía
sólo en ser vuestra mujer:
esta
fue gran dicha mía.
-¡Si bien lo miráis,
condesa,
esa fue vuestra desdicha!
300
Sabed que en
tiempo pasado
yo amé a quien bien servía,
la cual era la infanta.
Por desdicha vuestra y mía
prometí casar con ella;
305
y a ella que le placía,
demándame por marido
por la fe que me tenía.
Puédelo muy bien hacer
de razón y por
justicia:
310
díjomelo el rey su padre
porque
de ella lo sabía.
Otra cosa manda el rey
que
toca en el alma mía:
manda que muráis, condesa,
315
a la fin de vuestra vida,
que no puede tener honra
siendo vos, condesa, viva.
Desque esto oyó la
condesa
cayó en tierra amortecida:
320
mas después
en sí tornada
estas palabras decía:
-¡Pagos
son de mis servicios,
conde, con que yo os servía!
si no me matáis, el conde,
325
yo bien os consejaría:
enviédesme a mis tierras
que a mi padre me ternía;
yo criaré vuestros hijos
mejor que la que vernía,
330
yo os mantendré castidad
como siempre os
mantenía.
-De morir habéis, condesa,
en antes que venga el día.
-¡Bien parece, conde
Alarcos,
335
yo ser sola en esta vida;
porque tengo
el padre viejo,
mi madre ya es fallecida,
y mataron
a mi hermano
el buen conde don García,
340
que
el rey lo mandó matar
por miedo que dél
tenía!
No me pesa de mi muerte,
porque yo morir
tenía,
mas pésame de mis hijos,
345
que
pierden mi compañía:
hacémelos venir,
conde,
y verán mi despedida.
-No los veréis
más, condesa,
en días de vuestra vida:
350
abrazad este chiquito,
que aqueste es el que os perdía.
Pésame de vos, condesa,
cuanto pesar me podía.
No os puedo valer, señora,
355
que más
me va que la vida;
encomendáos a Dios
que esto
hacerse tenía.
-Dejéisme decir, buen conde,
una oración que sabía.
360
-Decila presto,
condesa,
antes que amanezca el día.
-Presto
la habré dicho, conde,
no estaré un Ave
María.
Hincó rodillas en la tierra
365
y esta oración decía:
«En las tus manos,
Señor,
»encomiendo el alma mía:
»no me
juzgues mis pecados
»según que yo merecía,
370
»mas según tu gran piedad
»y la tu gracia
infinita».
-Acabada es ya, buen conde,
la oración
que yo sabía;
encomiéndoos esos hijos
375
que entre vos y mí había,
y rogad a Dios
por mí
mientras tuviéredes vida,
que
a ello sois obligado
pues que sin culpa moría,
380
Dédesme acá ese chiquito,
mamará
por despedida.
-No le despertéis, condesa,
dejadlo
estar, que dormía,
sino que os pido perdón
385
porque ya viene el día.
-A vos yo perdono,
conde,
por el amor que vos tenía;
mas yo no
perdono al rey,
ni a la infanta su hija,
390
sino que
queden citados
delante la alta justicia,
que allá
vayan a juicio
dentro de los treinta días.
Estas
palabras diciendo
395
el conde se apercebía:
echóle por la garganta
una toca que tenía,
apretó con las dos manos
con la fuerza que podía:
400
no le afloja la garganta
mientras que vida tenía.
Cuando ya la vido el conde
traspasada y fallecida,
desnudóle los vestidos
405
y las ropas que tenía:
echóla encima la cama,
cubrióla como
solía;
desnudóse a su costado,
obra de
un Ave María:
410
levantóse dando voces
a la gente que tenía:
-¡Socorred, mis caballeros,
que la condesa se fina!
Hallan la condesa muerta
415
los que a socorrer venían.
Así murió
la condesa,
sin razón y sin justicia;
mas también
todos murieron
dentro de los treinta días.
420
Los doce días pasados
la infanta ya se moría;
el rey a los veinte y cinco,
el conde al treinteno
día,
allá fueron a dar cuenta
425
a la
justicia divina.
Acá nos dé Dios su gracia,
y allá la gloria cumplida.
que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta
donde
estaba en el castillo.
-Abráisme, dijo, señora,
5
abráisme, cuerpo garrido.
-¿Quién sois
vos, el caballero,
que llamáis a mi postigo?
-Gerineldo soy, señora,
vuestro tan querido amigo.
10
Tomárala por la mano,
en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando
Gerineldo se ha dormido.
Recordado
había el rey
15
de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado,
ninguna le ha respondido.
-Gerineldo, Gerineldo,
mi camarero pulido,
20
si
me andas en traición,
trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta
o me has vendido el
castillo.
Tomó la espada en la mano,
25
en gran
saña va encendido,
fuérase para la cama
donde a Gerineldo vido.
Él quisiéralo
matar,
mas criole de chiquito.
30
Sacara luego la espada,
entre entrambos la ha metido,
porque desque recordase
viese cómo era sentido.
Recordado había
la infanta
35
y la espada ha conocido.
-Recordaos, Gerineldo,
que ya érades sentido,
que la espada de mi padre
yo me la he bien conocido.
40
más alegre y placentero,
encontré con un
palmero
que me habló y dijo así:
-¿Dónde
vas, el caballero?
5
¿Dónde vas, triste de ti?
Muerta es tu linda amiga,
muerta es, que yo la vi;
las andas en que ella iba
de luto las vi cubrir,
10
duques, condes la lloraban
todos por amor de ti;
dueñas, damas y doncellas
llorando dicen así:
-¡Oh triste del caballero
15
que tal dama pierde aquí!
casóse mi linda amiga,
casóse con un villano,
que es lo que más me dolía.
Irme quiero
a tornar moro
5
allende la morería,
cristiano
que allá pasare
yo le quitaré la vida.
-No lo hagas, compañero,
no lo hagas, por tu
vida.
10
De tres hermanas que tengo
darte he yo la más
garrida,
si la quieres por mujer,
si la quieres por
amiga.
-Ni la quiero por mujer,
15
ni la quiero por
amiga,
pues que no pude gozar
de aquella que más
quería.
en una cama yacía,
los bancos eran de oro,
las tablas de plata fina,
los colchones en que duerme
5
son de una holanda muy fina,
las sábanas que
le cubren
en el agua no se vían,
la colcha que
en ella ponen
sembrada es de perlería;
10
a su
cabecera tiene
Mataleona, su amiga,
con las plumas
de un pavón
la su cara le resfría.
Estando
en este solaz
15
tal demanda le hacía:
-Espinelo,
mi Espinelo,
¡cómo naciste en buen día!
El día que tú naciste
la luna estaba
crecida,
20
ni punto le sobraba,
ni punto le fallecía.
Contádesme, Espinelo,
contádesme vuestra
vida.
-Yo te lo diré, señora,
25
con amor
y cortesía:
mi padre era de Francia,
mi madre
de Lombardía;
mi padre con su poder
a Francia
toda regía.
30
Mi madre como señora
una
ley hecha tenía:
la mujer que dos pariese
de
un parto y en sólo un día,
que la den por
alevosa
35
y la quemen por justicia,
o la echen en la
mar,
porque adulterado había.
Quiso Dios, y
su ventura,
que ella dos hijos paría
40
de un
parto y en una hora
que por deshonra tenía.
Fuérase a tomar consejo
con tan loca fantasía
a una cautiva mora,
45
sabia en nigromancía.
-¿Qué me aconsejas, la mora,
por salvar la honra
mía?
Respondiérale: -Señora,
yo
de parecer sería,
50
que tomases a tu hijo,
el
que te se antojaría,
y lo eches en la mar
en
un arca de valía
bien embetunada toda,
55
mucho
oro y joyería,
porque quien al niño hallase
de criarle se holgaría.
Cayera la suerte en
mí,
y en la gran mar me ponía,
60
la cual
estando muy buena
arrebatado me había
y púsome
en tierra firme,
con la furor que traía,
a la
sombra de una mata
65
que por nombre espina había,
que por eso me pusieron
de Espinelo nombradía.
Marineros navegando
halláronme en aquel día,
70
lleváronme a presentar
al gran Soldán
de Suría.
El Soldán no tiene hijo,
por
su hijo me tenía;
el soldán agora es muerto.
75
Yo por el soldán regía.
morilla de un bel catar,
cristiano vino a mi puerta,
cuitada, por me engañar;
hablóme en algarabía,
5
como aquel que la bien sabe:
-Ábreme las puertas,
mora,
sí Alá te guarde de mal.
-¿Cómo
te abriré, mezquina,
que no sé quién
te serás?
10
-Yo soy el moro Mazote,
hermano
de la tu madre,
que un cristiano dejó muerto,
tras mí venía el alcalde.
Si no me abres
tú, mi vida,
15
aquí me verás matar.
Cuando esto oí, cuitada,
comencéme a
levantar,
vistiérame una almejía
no hallando
mi brial,
20
fuérame para la puerta
y abrila
de par en par.
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar
en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga
5
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis
doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse
unas a otras,
no hacen sino reír;
10
vergüenza
he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
-Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo
mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,
15
mi
madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
-¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!
20
-No os maldigáis vos,
señora,
no os queráis maldecir,
que hijo
soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,
25
señora, para
os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora,
para os servir.
que buena hija tenía.
que del conde don Galván
tres veces parido había,
que no lo sabía
ninguno
5
de los que en la corte había,
si no
fuese una doncella
que en su cámara dormía,
por un enojo que hubiera
a la reina lo decía.
10
La reina se la llamaba
y en su cámara la metía,
y estando en este cuidado
de palabras la castiga:
-Ay, hija, si virgen estáis,
15
reina seréis
de Castilla;
hija, si virgen no estáis,
de mal
fuego seáis ardida.
-Madre, tan virgen estoy
como el día que fui nacida;
20
por Dios os ruego,
mi madre,
que no me dedes marido,
doliente soy de mi
cuerpo,
que no soy para servirlo.
Subiérase
la infanta
25
a lo alto de una torre;
si bien labraba
la seda,
mejor labraba el oro;
vido venir a Galván
telas de su corazón.
30
Ellas en aquesto estando
el parto que la tomó.
-¡ay por Dios! ¡ay mi
señor!
Alleguéisos a esa torre.
Recogedme
ese mochacho
35
en cabo de vuestro manto.
Dedésmelo
a criar
a la madre que os parió.
la infanta parida estaba;
para cumplir con el rey
decía que estaba mala.
Envió a llamar al
conde
5
que viniese a la su sala;
el conde siendo llamado
no tardó la su llegada.
-¿Qué me queredes,
mi vida?
¿Qué me queredes, mi alma?
10
-Que toméis
esta criatura
y la deis a criar a un ama.
Ya la tomaba
el buen conde
en los cantos de su capa,
mas de la sala
saliendo
15
con el buen rey encontrara.
-¿Qué
lleváis, el buen conde,
en cantos de vuestra capa?
-Unas almendras, señor,
que son para una preñada.
20
-Dédesme de ellas, el conde,
para mi hija
la infanta.
-Perdónedes vos, el rey,
porque
las traigo contadas.
Ellos en aquesto estando,
25
la
criatura lloraba.
-Traidor me sois vos, el conde,
traidor
me sois en mi casa.
-Yo no soy traidor, el rey,
ni
en mi linaje se halla:
30
hermanos y primos tengo
los
mejores de Granada.
Revolvió el manto al brazo
y arrancó de la su espada,
el conde, por la
criatura,
35
retiróse por la sala.
El rey decía:
-¡Prendedlo!;
mas nadie prenderlo osaba.
La infanta,
que luego oyera
rencilla tan grande e brava,
40
a una
de las damas suyas
lo que era preguntaba.
-Es que el
rey, señora, al conde
de traidor lo difamaba
porque en la su falda un niño
45
del palacio lo
sacaba,
creyendo que a vos, señora,
el conde
vos deshonrara.
Sale la infanta de prisa
adonde su
padre estaba,
50
y la espada de la mano
de presto se
la quitara,
diciendo: -Oídme, señor,
una cosa que os contara.
El rey, que la quería
bien,
55
que dijese le mandaba.
-Mía es la criatura
que el conde, señor, llevaba,
y el conde es
mi marido,
yo por tal lo publicaba.
60
El rey, que aquello
oyera,
triste y espantado estaba:
por un cabo quería
vengarse,
y por otro non osaba;
al fin al mejor consejo
65
como cuerdo se allegaba:
con voz alta y amorosa
dijo que les perdonaba.
Mándales tomar las manos
a un cardenal que allí estaba,
70
y hacer bodas
suntuosas
de que todo el mundo holgaba,
y así
el pesar pasado
con gran gozo se tornaba.
de Francia la bien guarnida,
íbase para París,
do padre y madre tenía.
Errado lleva el camino,
5
errada lleva la guía,
arrimárase a un
roble
por esperar compañía.
Vio venir
un caballero
que a París lleva la guía.
10
La niña, desque lo vido,
de esta suerte le
decía:
-Si te place, caballero,
llévesme
en tu compañía.
-Pláceme, dijo, señora,
15
pláceme, dijo, mi vida.
Apeóse del
caballo
por hacerle cortesía;
puso la niña
en las ancas
y subiérase en la silla.
20
En el
medio del camino
de amores la requería.
La niña,
desque lo oyera,
díjole con osadía:
-Tate,
tate, caballero,
25
no hagáis tal villanía,
hija soy de un malato
y de una malatía,
el
hombre que a mí llegase
malato se tornaría.
30
El caballero, con temor,
palabra no respondía.
A la entrada de París
la niña se sonreía.
-¿De qué vos reís, señora?
35
¿De
qué vos reís, mi vida?
-Ríome del
caballero
y de su gran cobardía:
¡Tener la niña
en el campo
y catarle cortesía!
40
Caballero,
con vergüenza,
estas palabras decía:
-Vuelta,
vuelta, mi señora,
que una cosa se me olvida.
La niña, como discreta,
45
dijo: -Yo no volvería,
ni persona, aunque volviese,
en mi cuerpo tocaría:
hija soy del rey de Francia
y de la reina Constantina,
50
el hombre que a mí llegase
muy caro le costaría.
a cazar como solía,
los perros lleva cansados,
el halcón perdido había;
arrimárase
a un roble,
5
alto es a maravilla,
en una rama más
alta,
vido estar una infantina,
cabellos de su cabeza
todo el roble cubrían.
10
-Note espantes, caballero,
ni tengas tamaña grima.
Fija soy yo del buen
rey
y de la reina de Castilla,
siete fadas me fadaron
15
en brazos de una ama mía,
que andase los siete
años
sola en esta montiña.
Hoy se cumplían
los siete años,
o mañana en aquel día;
20
por Dios te ruego, caballero,
llévesme en
tu compañía,
si quisieres, por mujer,
si no, sea por amiga.
-Esperáisme vos, señora,
25
hasta mañana, aquel día,
iré
yo tomar consejo
de una madre que tenía.
La
niña le respondiera
y estas palabras decía:
30
-¡Oh, mal haya el caballero
que sola deja la niña!
Él se va a tomar consejo,
y ella queda en la
montiña.
Aconsejóle su madre
35
que la
tomase por amiga.
Cuando volvió el caballero
no la hallara en la montiña:
vídola que
la llevaban
con muy gran caballería.
40
El caballero,
desque la vido,
en el suelo se caía;
desque
en sí hubo tornado,
estas palabras decía:
-Caballero que tal pierde,
45
muy grande pena merecía:
yo mismo seré el alcalde,
yo me seré
la justicia:
que me corten pies y manos
y me arrastren
por la villa.
50
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón
en la mano
5
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía
de seda,
la jarcia de un cendal,
10
marinero que la
manda
diciendo viene un cantar
que la mar ponía
en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan
al hondo
15
arriba los hace andar,
las aves que andan
volando
las hace a el mástil posar.
-Galera,
la mi galera,
Dios te me gaurde de mal,
20
de los peligros
del mundo
sobre aguas de la mar,
de los llanos de Almería
del estrecho de Gibraltar,
y del golfo de Venecia,
25
y de ñps bancos de Flandes,
y del golfo de
León,
donde suelen peligrar.
Allí habló
el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
30
-Por Dios te ruego, marinero,
dígaisme ora
ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta
le fue a dar:
-Yo no digo esta canción
35
sino
a quien conmigo va.
allá dentro de París
¡Cuán bien
que guía la danza
esta doña Beatriz!
¡Cuán bien que se la miraba
5
el buen conde don
Martín!
-¿Qué miráis aquí,
buen conde?
conde, ¿qué miráis aquí?
Decid si miráis la danza
o si me miráis
a mí.
10
-Que no miro yo a la danza,
porque muchas
danzas vi,
miro yo vuestra lindeza
que me hace penar
a mí.
-Si bien os parezco, conde,
15
conde, saquéisme
de aquí,
que un marido me dan viejo
y no puede
ir tras de mí.
más que el rayo del sol,
¿si la dormiré
esta noche
desarmado y sin pavor?
Que siete años
había, siete,
5
que no me desarmo, no;
más
negras tengo mis carnes
que un tiznado carbón.
-Dormidla, señor, dormidla,
desarmado sin temor,
10
que el conde es ido a la caza
a los montes de León.
-Rabia le mate los perros
y águilas el su halcón,
y del monte hasta casa
15
a él arrastre el morón.
Ellos en aquesto estando
su marido que llegó:
-¿Qué hacéis, la blanca niña,
hija de padre traidor?
20
-Señor, peino mis cabellos,
péinolos con gran dolor,
que me dejáis
a mí sola
y a los montes os vais vos.
-Esas
palabras, la niña,
25
no era sino traición:
¿Cúyo es aquel caballo
que allá bajo
relinchó?
-Señor, era de mi padre,
y
enviolo para vos.
30
-¿Cúyas son aquellas armas
que están en el corredor?
-Señor, eran
de mi hermano,
y hoy vos las envió.
-¿Cúya
es aquella lanza,
35
desde aquí la veo yo?
-Tomadla,
conde, tomadla,
matadme con ella vos,
que aquesta muerte,
buen conde,
bien os la merezco yo.
40
de mañana ha madrugado;
entró donde está
la reina
sin la haber avisado,
por holgarse iba con
ella,
5
que no iba sobre pensado.
Hallóla lavando
el rostro,
que ya se había levantado,
mirándose
está a un espejo,
el cabello destrenzado.
10
El rey con una varilla
por detrás la había
picado;
la reina que lo sintiera
pensó que era
su querido:
-Está quedo, Landarico
15
le dijo
muy requebrado.
El buen rey cuando lo oyera
malamente
se ha turbado;
la reina volvió el rostro,
la
sangre se ha cuajado.
20
Salido se ha el rey,
que palabra
no ha fablado,
a su caza se ha ido,
aunque en ál
tiene cuidado.
La reina a Landarico
25
dijo lo que ha
pasado:
-Mira lo que hacer conviene,
que hoy es nuestro
fin llegado.
Landarido que esto oyera
mucho se [ha]
acuitado.
30
-¡En mal punto y en mal hora
mis ojos te
han mirado!
¡Nunca yo te conociera
pues tan cara me
has costado!
que ni a ti hallo remedio,
35
ni para mí
le he hallado.
Allí hablara la reina
desque
lo vio tan penado:
-Calla, calla, Landarico,
calla,
hombre apocado;
40
déjame tú hacer a mí
que yo lo habré remediado.
Llama a un criado
suyo,
hombre de muy bajo estado,
que mate al rey, le
dice,
45
en habiéndose apeado,
que sería
a boca de noche
cuando hubiese tornado.
Hácele
grandes promesas
y ellos lo han aceptado.
50
En volviendo
el rey decía
de aquello muy descuidado;
al punto
que se apeaba
de estocadas le han dado.
-¡Traición!
-dice el buen rey,
55
y luego ha expirado.
Luego los
traidores mismos
muy grandes voces han dado:
criados
de su sobrino
que habían al rey matado.
60
La
reina hizo gran duelo
y muy gran llanto ha tomado,
aunque en su corazón dentro
otra cosa le ha quedado.
dentro de mi corazón,
Catalina había por nombre,
no la puedo olvidar,
no.
Rogóme que la llevase
5
a las tierras de
Aragón.
-Catalina, sois muchacha,
no podréis
caminar, no.
-Tanto andaré, el caballero,
tanto
andaré como vos;
10
si lo dejáis por dineros,
llevaré para los dos:
ducados para Castilla,
florines para Aragón.
Ellos en aquesto estando,
15
la justicia que llegó.
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,
5
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis,
gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de
responder:
10
-Ven acá, el pastorcico,
si quieres
tomar placer;
siesta es del mediodía,
que ya
es hora de comer,
si querrás tomar posada
15
todo es a tu placer.
-Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer y hijos,
y casa de mantener,
20
y mi ganado en la sierra,
que
se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no
tenían qué comer.
-Vete con Dios, pastorcillo,
25
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadica en la cintura,
blanca
soy como el papel,
30
la color tengo mezclada
como rosa
en el rosel,
el cuello tengo de garza,
los ojos de
un esparver,
las teticas agudicas,
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que el brial quieren
romper,
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de
lo ver.
-Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.
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llegáos acá y paréis,
hinquedes
la lanza en tierra,
vuestro caballo arrendéis.
Preguntaros he por nuevas
5
si mi esposo conocéis.
-Vuestro marido, señora,
decid ¿de qué
señas es?
-Mi marido es mozo y blanco,
gentil
hombre y bien cortés,
10
muy gran jugador de tablas
y también del ajedrez,
En el pomo de su espada
armas trae de un marqués,
y un ropón
de brocado
15
y de carmesí al envés;
cabe
el fierro de la lanza
trae un pendón portugués,
que ganó en unas justas
a un valiente francés.
20
-Por esas señas, señora,
tu marido
muerto es;
En Valencia le mataron,
en casa de un ginovés,
sobre el juego de las tablas
25
lo matara un milanés.
Muchas damas lo lloraban,
caballeros con arnés,
sobre todo lo lloraba
la hija del ginovés;
30
todos dicen a una voz
que su enamorada es;
si habéis
de tomar amores,
por otro a mí no dejéis.
-No me lo mandéis, señor,
35
señor,
no me lo mandéis,
que antes que eso hiciese,
señor, monja me veréis.
-No os metáis
monja, señora,
pues que hacerlo no podéis,
40
que vuestro marido amado
delante de vos lo tenéis.
Romance del cautivo
Mi padre era de Ronda
y mi madre de Antequera;
cautiváronme los moros
entre la paz y la guerra,
y lleváronme a vender
5
a Vélez de la Gomera.
Siete días con
sus noches
anduve en el almoneda,
no hubo moro ni mora
que por mí una blanca diera,
10
sino fuera un
perro moro
que cien doblas ofreciera,
y llevárame
a su casa,
echárame una cadena.
Dábame
la vida mala,
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dábame la vida negra:
de día
majaba esparto,
de noche molía cibera,
echóme
un freno a la boca
porque no comiese della,
20
Pero
plugo a Dios del cielo
que tenía el ama buena;
cuando el moro se iba a caza
quitábame la cadena;
echábame en su regazo,
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mis regalos me hiciera,
espulgábame y limpiaba
mejor que yo mereciera;
por un placer que le hice
otro muy mayor me hiciera:
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diérame casi cien doblones
en libertad me
pusiera,
por temor que el moro perro
quizá la
muerte nos diera.
Así plugo a Dios del cielo
35
de quien mercedes se espera
que me ha vuelto a vuestros
brazos
como de primero era.