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Salvador Rueda en México (1916-1917)

Amparo Quiles Faz


Universidad de Málaga



El poeta malagueño Salvador Rueda Santos (Benaque [Málaga], 1857-Málaga, 1933) fue un viajero impenitente tanto por España como por los Estados americanos. Entre 1909 y 1917 realizó un total de seis viajes a América y Filipinas, más uno que no llegó a culminar en 1918 y que tenía como destino Chile. Los viajes fueron a Puerto Rico, Cuba, Argentina, Brasil, México, Estados Unidos y Filipinas. En todos ellos, el escritor enarboló la bandera de la unificación y el hermanamiento de la metrópoli española con América y Filipinas. Para él, el español era la base de dicha unión, una lengua que era el elemento configurador de la literatura y la cultura. Estaba convencido del poder y de la singularidad del mensaje hispánico, por lo que sus viajes fueron un mensaje de hermanamiento entre los pueblos:

El amor a España, y el deseo de toda mi juventud de honrar a mi patria, poniéndola en comunicación con las tierras del Nuevo Continente, determinaron mi visita a las repúblicas americanas. Yo quise llevar allí el alma de una raza noble, y a la par, aromas y cariños de la madre a las hijas lejanas. Pretendí relacionar con devoción los amores de aquella con los de éstas, hermanar la gesta de Castilla con el perfil aguileño, atrevido y temerario, de los hijos de América. Yo fui enviado allí por reales órdenes para estrechar lazos espirituales, y esto fue para mí una gran alegría. Es verdad, sí, que en América recibí homenajes de admiración y cariño que no olvidaré jamás; pero yo era un representante de España, y, como tal, aceptaba tan cordiales manifestaciones. Es sabido que en Buenos Aires me recibió una muchedumbre que paralizó el tráfico del puerto; pero no por esto me sentí orgulloso. Aquél era un acto de simpatía hacia mi España, y en muchas ocasiones en que recibí agasajos y bienvenidas, las lágrimas acudieron a mis ojos, y más de una vez en que debí hablar al público, fueron mis discursos sollozos1.



Fruto de sus viajes por América y de exaltación de los Estados Unidos Castellanos son sus libros de poesía Cantando por ambos mundos (1914) y El milagro de América (terminado en 1918 y editado en 1929), además de multitud de poemas publicados en la prensa española y americana y también artículos y cartas tanto en los periódicos americanos (El Demócrata, El Universal, El Excelsior de México) como en los españoles (El Liberal, El Heraldo de Madrid). Sus poemas son una reivindicación del concepto de Hispanidad, que se constituye sobre la base de la sangre, la religión, la cultura, el ademán y sobre todo, la lengua, tal y como dice en su poema «La campana del idioma»:


España en su idioma, cual sarta de perlas,
todos su estados sujeta y engarza,
y del noble coro de ricas naciones
las manos retiene y agrupa en su falda.
[...]
La lengua es el lazo que funde los pueblos;
su cáliz divino mi mano levanta;
cual palmar tronchado, los cuerpos se inclinen,
y a la hostia que asciende, giremos las almas.
¡Hispanas Repúblicas, ya el día se anuncia
de la eucaristía que funde las razas;
Dios habla en el cielo la lengua española;
cantemos la lengua sublime de España!2



El viaje a México de Salvador Rueda comenzó a gestarse a mediados de 1916, cuando recibió una carta de invitación de Gustavo Solano -director del diario mexicano La Reforma- en la que lo conminaba a visitar la república azteca. A ello se unió la invitación oficial de las autoridades mexicanas, la del presidente Vetustiano Carranza y del gobernador de Coahuila Gustavo Espinosa Mireles, así como el apoyo del Gobierno español, quien por Real Orden «me facilita los pasajes para mis viajes a naciones que adoro (sólo los pasajes)»3.

Las intenciones de Rueda en su visita mexicana quedaban patentes a mediados de agosto de 1916:

No voy a dar conferencias (que jamás las di), ni a buscar intereses de ninguna clase, ni a mezclarme en asunto alguno público, ni a vivir a costa de nadie, sino solamente a tener el infinito orgullo de pisar las tierras consagradas de México y a verla con la frente, con el corazón y con los ojos4.



Salvador Rueda inició su sexto viaje a América el 28 de diciembre de 1916 desde el puerto de Cádiz a bordo del vapor Montserrat con destino a Cuba y México. El poeta viajó a México acompañado de un inseparable amigo, del que contamos con muy escasas referencias. La primera noticia sobre su acompañante, al que consideraba y nombraba como «su padre», aparece en la carta que antes de emprender su viaje a México envía en octubre de 1916 a su amigo Gustavo Solano:

Me acompañará quien es a la vez mi anciano padre y camarada de excursiones espirituales. Él y yo somos personas de la más extremada humildad y estamos acostumbrados a la pobreza, así es que nuestro hospedaje no debe preocupar a usted por modesto que sea5.



La prensa mexicana también se refería al acompañante del poeta y así, en El Nacional se habla de «su amigo inseparable que es a la vez su padre»6. Sin embargo, no tendremos más referencias de este misterioso acompañante hasta que, tras su llegada a la capital mexicana un 7 de marzo, encontramos en El Nacional una entrevista a Rueda donde se menciona su presencia:

La barba que cubre su rostro, blanqueada por los años, le dan un aspecto venerable. Se le llama mi amigo inseparable que es a la vez su padre. Se llama Juan Perlé y lleva veinte años acompañándome... El abuelo, nos dijo el poeta, me acompaña en mis viajes. La Compañía Trasatlántica lo provee en cada expedición mía, de un pasaporte para que me cuide, porque estoy algo enfermo7.



Datos éstos singulares, por ser la primera vez en que Rueda menciona a su compañero de viajes, como si una especie de nebulosa hubiese cubierto este apartado de su vida.

La primera noticia sobre este viaje de Rueda a México que aparece en la prensa mexicana se data en diciembre de 1916, cuando a mediados de este mes se anuncia su visita a Saltillo (Coahuila) y los preparativos para «la magna recepción» que estaban preparando al invitado y «exquisito poeta hispano»8. En Saltillo se preparaban «con entusiasmo» dos eventos: una velada literaria en el teatro García Carrillo y la apertura del Ateneo Saltillense, actos a los que asistirán el escritor y periodista Gustavo Solano y el poeta coahuilense García Rodríguez.

No hallamos más noticias en la prensa mexicana hasta el 4 de enero de 1917, cuando en El Demócrata9 leemos que la Dirección General de Bellas Artes -y en concreto el director general Alfonso Cravioto- organizará diversos festejos en honor «del laureado Salvador Rueda». Tres días después -el 7 de enero y de nuevo en El Demócrata-, se publica una pequeña nota donde se presenta a Rueda como «delicadísimo poeta español que por su brillante estilo es muy leído en América»10.

El viaje hasta México en el vapor Montserrat resultó accidentado, pues antes de realizar una parada en La Habana, una tormenta hizo que los vapores españoles, tanto el Montserrat -donde viajaba Rueda- como el Pío IX, estuvieran a merced de un mar embravecido. Para colmo de males, un submarino alemán torpedeó y hundió al vapor Pío IX, sin que pudiera recibir ayuda alguna del otro mercante, escena contemplada por Rueda de tal modo que «fue tal su impresión y congoja por este espantoso crimen, que cuando llegó a La Habana estaba seriamente enfermo»11. Él mismo reconocería posteriormente que su estado de ansiedad era causado desde hace tiempo por «una enfermedad crónica de los nervios»12.

Una vez restablecido, Rueda partió el 24 de enero con destino a Veracruz13, tal y como anunció en un cablegrama enviado a su amigo Gustavo Solano. Se anunciaba repetidamente que el 27 de enero llegaría a tierras mexicanas a bordo del vapor Montserrat, donde sería recibido por el redactor jefe del periódico La Reforma, Enrique Guardiola. Pero aunque tales eran los planes del poeta, éstos se retrasaron hasta el día siguiente 28, ya que el vapor no pudo entrar en el puerto de Veracruz «debido al fuerte viento del norte y que hubiera impedido la maniobra del desembarco»14. Mientras se esperaba la llegada del poeta y como apoyo a su bienvenida el periódico El Demócrata insertó en sus páginas dos poemas del vate malagueño: «A Riña» y «Cantos de la vendimia. La misa» (perteneciente a su libro Cantos de la vendimia, publicado en 1891)15.

Finalmente, Rueda desembarcó en el puerto mexicano de Veracruz a las 7 de la mañana del día 28 de enero de 191716, donde fue recibido por una banda militar de música y por tres comisiones del Ayuntamiento, el profesorado y el periodismo. Se alojó en el hotel Terminal, donde recibió los cablegramas de bienvenida de las asociaciones estudiantiles mexicanas17, así como de estudiantes argentinos, chilenos y brasileños que le felicitaban por su llegada al país «centinela avanzado de la América Latina»18.

Durante su estancia en Veracruz, el poeta apenas si tuvo un momento de descanso, pues según informaba la prensa local, este mismo viernes 28 por la mañana asistió al Círculo Español Mercantil, donde departió algunas horas con la junta directiva, por la tarde visitó la Casa de Salud de la Beneficencia de España y como culmen presenció un partido de football invitado por el club Iberia19.

El día 29 visitó la isla de Sacrificios acompañado de una comitiva entre la que se encontraba el cónsul español y el día 30 viajó en tren a la ciudad de Córdoba, alojándose en el hotel Ceballos. Allí asistió a un banquete de la colonia española y tras «una amplia sobremesa», concurrió a otro banquete en la hacienda San Fernando, para por la noche asistir a una fiesta en el casino Cordobés20, que se prolongó hasta bien entrada la medianoche. El 31 por la mañana visitó el lugar conocido como La Alameda y a mediodía el gobernador le ofreció otro banquete en el hotel Ceballos. En su despedida de la ciudad el poeta fue acompañado por una multitud que lo vitoreaba, y ante la que el poeta «derramó lágrimas emocionado»21.

Sin embargo, no todo fueron halagos y vítores, pues en estos días en que la prensa mexicana ofrecía dos y tres noticias diarias sobre Rueda, encontramos un artículo firmado por «Perodi» en el que se preguntaba con cierto recelo de si realmente este poeta llegaba a México para dar un abrazo fraternal:

...¿o viene, como tantos turistas a estudiar nuestra manera de ser, nuestro modo de vestir, nuestras costumbres, etc.... como si se tratara de algún empresario yanqui de películas cinematográficas, que tuviera la creencia de que los mexicanos damos saltos como los monos, comemos carne cruda y gastamos argollas de metal en las narices?

...¿Salvador Rueda trae el alma abierta a los afectos de fraternidad y de raza, o trae la lente de observación para mirarnos con el frío interés del naturalista?22



En un tono menos receloso, pero a su vez defensor de la tesis indigenista, encontramos un editorial publicado en El Universal con fecha 2 de febrero en el que se hace un recorrido histórico por la conquista española en términos de «hombres blancos con barba rubia y ojos azules», que simbolizan al «león íbero que iba a hincar su garra poderosa y dominadora en el suelo americano», frente al «águila altanera mexicana que irguió su pico para defender lo suyo». La llegada de los españoles fue «espanto y dolor y humillación para la raza heroica y brava que poblaba este pedazo de continente desconocido». Pese al tono reivindicativo del pasado indígena, el artículo concluye dando la bienvenida al abrazo fraternal del poeta Rueda.23

De vuelta a Veracruz, el 1 de febrero Rueda fue agasajado en el teatro Principal con una velada literario-musical en la que se recitaron poemas del autor en boca de dos jóvenes estudiantes, concierto de piano, de violín y canciones de ópera y música española. Terminó el acto con un lunch-champagne y por fin, ya de noche, Rueda se retiró a sus habitaciones «acompañado por un grupo de amigos íntimos».

Tras pasar 8 días en Veracruz visitando lugares cercanos, Rueda se dirigió en un vapor a Tampico, el puerto del estado de Coahuila, a donde llegó el día 6 de febrero a las 10 de la mañana. Allí fue recibido por representaciones del Ayuntamiento, de las escuelas oficiales «de ambos sexos», del Gobierno Nacional y del Estado de Coahuila. En el muelle le recibieron las palabras del poeta local Eugenio Méndez y de varios niños y fue acompañado en comitiva al hotel Imperial, donde se alojó. Ese mismo día 6 se le ofreció «una exquisita comida» en el paraje Miramar y por la noche tuvo una velada en el teatro Princesa. Al día siguiente, 7 de febrero, fue agasajado en el hotel por «todas las clases sociales» y por la noche asistió a un banquete ofrecido por la colonia española. A su término, a las 9 de la noche, partió en tren hacia Saltillo24, previa breve parada en Monterrey.

A Saltillo llegó en un tren especial «enviado por el gobernador de Coahuila Gustavo Espinosa Mireles», el viernes 9 de febrero de 1917 a la 13'15 minutos de la tarde25, donde fue recibido por una «multitud» de gente: representantes del Gobierno, banca, comercio, militares, y quienes lo acompañaron hasta el hotel Coahuila donde se le ofreció un lunch. Por la tarde, y como el gobernador se encontraba enfermo, Rueda lo visitó para comunicarle «sus impresiones del viaje»26.

En Saltillo Rueda asistió a una «suntuosa velada literario musical» en el teatro García Carrillo y a la inauguración del Ateneo Saltillense. La noche del 14 de febrero tuvo lugar la velada literario musical en honor a Rueda en el teatro García Carrillo, organizada por el gobernador, Espinosa Mireles y en cuyo transcurso se recitó el poema de Rueda «Las piedras de México». Asimismo, se leyeron las bases de los Juegos Florales Latinoamericanos que se celebrarían en Saltillo al año siguiente y en los que Rueda -junto a Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina- harían de jurados.

Todas estas manifestaciones de bienvenida al poeta español presentaban el mismo esquema: poema laudatorio de escritores locales, notas operísticas y toques de violín, amén de banquetes, lunch-champagnes, etc. Tal vez por ello, y por el nivel que tenían dichos eventos, se publicó en La Información un artículo firmado por «Ariel» donde se criticaban las «veladas caseritas», «los conciertos de gorgoritos», actividades todas estas de carácter localista y popular. Frente a ellas, el autor propone enseñar a Rueda los vestigios del arte, las bibliotecas y los museos para que el poeta tuviera una verdadera imagen de México y no «la de una sociedad estúpidamente pintoresca que usa rebozo y yanta tamales y de un grupo de individuos que hacen versos caseritos y prosas dignas de periódicos como La Guacamaya»27.

Siguiendo con su infatigable periplo por tierras mexicanas, Rueda se dirigió a la ciudad de San Luis Potosí28, a cuya estación llegó las 9'30 de la noche del miércoles 21 de febrero. Allí fue recibido por las autoridades locales, la reina de los juegos florales y los miembros del Ateneo Libertad29. El acto de bienvenida estuvo amenizado por una banda musical y desde la estación fue acompañado por una multitud hasta la casa de Pedro Zavala donde se alojaba el poeta español. El día 22 visitó la presa de San José y por la noche asistió en el teatro de la Paz de San Luis de Potosí a una velada literario musical organizada por la colonia española en la que hubo números poéticos y musicales. A continuación tuvo lugar un banquete en el edificio del Casino Español que se prolongó la medianoche30.

El 23 de febrero todos los alumnos y alumnas de las escuelas de San Luis realizaron un desfile con «niños y niñas de corta edad» y estudiantes de escuelas superiores que Rueda contempló desde «uno de los balcones de la casa en que se aloja, mostrándose verdaderamente conmovido»31.

La noche del 25 de febrero Rueda asistió a un banquete en el Casino Español que concluyó a las 4 de la madrugada y el sábado 28 visitó el Instituto Científico y Literario donde admiró varias obras de arte32.

Hasta tal punto llegaban los actos en homenaje al poeta español, que algunas voces criticaron la profusión de veladas y homenajes, caso del artículo de «Iván», titulado «Los festivales a Rueda»:

Hace ya como un mes que el gran poeta malagueño se encuentra entre nosotros y estoy admirado de que se encuentre todavía con vida. ¡Pobre Salvador Rueda, pobre poeta bondadoso! ¡Cómo tendrá el estómago de echado a perder, con la serie de cosas malsanas que habrán hecho ingerir al bardo, sus aztecas festejadores: chicharrones, tamales, moles, chilitos, frijoles, pulque, mexcal...33



Y no sólo era un problema la comida, sino que ésta iba aderezada con «retretas de palillos y tambores», con miles de discursos, banquetes, ramos y bouquets, así como por «composiciones literarias» de tan ínfima calidad, que si Rueda no fuera un caballero, «ya habría mandado con viento fresco a toda la cáfila de sus admiradores mexicanos».

Mientras que el poeta seguía siendo agasajado por las provincias mexicanas, en la prensa capitalina aparecían artículos y poemas en honor del bardo español. Así, en el diario El Universal encontramos cuatro noticias en primera página del domingo 25 de febrero34: un poema laudatorio del poeta mexicano Marcelino Dávalos sobre su homónimo español; el poema de Rueda «Las piedras de México»; un artículo en laudatorio en exceso sobre Rueda y una defensa del gobernador Espinosa Mireles, quien había invitado a Rueda a visitar su patria. Mientras que en La Información de México se insertó una larga entrevista realizada en Madrid por Juan José de Soiza Reilly al poeta malagueño muchos meses antes de que éste pisara suelo americano: «Aún tengo que pulsar la lira y quién sabe si hasta ir a América»35. En sus palabras, Rueda incidirá en su teoría sobre la poesía americana, desechando las copias extranjeras (inglesas y francesas) y apostando por las voces propias y singulares de América:

Ahora está empeñado en una noble lucha americana. Dice que los americanos deberíamos tener una literatura propia. Que no debemos recurrir ni a la literatura de Inglaterra ni a la de Francia, ni a la de Noruega ni a la de Barataria. Oíd lo que me ha dicho:

-¿No tienen pampas? Pues canten en las pampas. ¿No tienen sauces? Pues canten en los sauces como los zorzales y no como los pájaros de Europa?...

Aún tengo que pulsar la lira y quién sabe si hasta ir a América. Allí me quieren mal porque les pido una literatura propia... ¿Verdad?36.



Pero junto a las tesis poéticas, el mundo íntimo de poeta, de sus neurosis y enfermedades salen a la luz de las páginas del periódico:

Si vais a visitar su modesta habitación -Glorieta de Quevedo número 7, segundo derecha, de Madrid- os llevará al balcón. Allí os dirá lo que sufre. Os contará que sufre un mal horrible. Un espantoso mal... No puede salir solo a la calle. Los carruajes y la gente lo marean. Si tiene que cruzar de una acera a la otra, hace que alguien le lleve del brazo y él cierra los ojos... ¡Pobrecito!

(...) Tengo los nervios hechos un remolino. Pronto me practicarán una grave operación. Me han dado varias veces cloroformo. Dicen que algunos cloroformizados no retornan a la vida. Se quedan en el éxtasis eterno. ¿Si me moriré por fin en ese sueño artificial que suprime el dolor humano? ¡Qué miedo! Desde niño me asalta la preocupación de la muerte. Es mi única infelicidad. A veces la visión de un entierro me recluye en casa y sufro ataques de asombro y de pavor. A veces mi olfato se irrita. Siento olor a cadáver. Quién habría de pensar leyendo mis obras, que en mi cerebro ha hecho nido el pájaro de la muerte. Pero aparte de esa sombra trágica, soy robustísimo... El doctor Tolosa Latour, un gran médico de niños, es quien me suministra el cloroformo ¡Qué horror! Dios me libre del sueño total37.



Al tiempo que Rueda continuaba con su periplo mexicano, recibía invitaciones de otros estados mexicanos, caso del gobernador de la ciudad de Guadalajara38 o de los estudiantes de Toluca39, invitaciones que no pudo atender. También se publicó en su honor el número especial de «Cultura» del diario El Nacional dedicado a su obra, volumen poético para el que «el poeta ha remitido algunos originales inéditos»40.

Pese a las invitaciones y agasajos recibidos, en la prensa nacional aparecía el rumor de que posiblemente Rueda no pudiera visitar la capital México D. F. «por carecer de fondos suficientes»41, aunque rápidamente se informaba de que «será la Secretaría de Instrucción Pública y la Dirección General de Bellas Artes la que sufrague los gastos del viaje del poeta»42. Así, el itinerario del poeta se contemplaría con la visita a la capital mexicana, previo paso por la ciudad de Guadalajara.

Finalmente, tras varios anuncios en la prensa, y sin poder visitar otras zonas mexicanas, Salvador Rueda llegó a la capital de México el día 7 de marzo a las 8 de la mañana. Su anunciada llegada estaba prevista para las 3 de la tarde, pero el tren que le traía no hizo una parada nocturna en el Empalme González, por lo que se adelantó su llegada43. Por ello, cuando Rueda llegó a la estación del norte, «descendió del convoy y se encontró solo en los andenes de la estación», por lo que el poeta y su acompañante decidieron deambular por las calles de la capital: «Salimos de la estación el abuelo y yo y vagamos por las calles», hasta dar con el periódico El Pueblo, desde donde los guiaron hasta la Dirección General de Bellas Artes. Allí fueron recibidos por el Subsecretario de Instrucción Pública Sr. Craviotto quien se encargó de avisar a cuantas instituciones pensaban ir a la estación a esperar al poeta benaqueño. Tras alojarse en el hotel Gillow concedió varias entrevistas, una de ellas al diario El Nacional donde ofreció sus primeras impresiones sobre la ciudad:

En el rato que he vagado por las calles, la metrópoli me ha producido la impresión de una ciudad maravillosa. Tiene aspecto de cosa de pergaminos. Sus casas parece que están habitadas por personalidades ilustres: príncipes, condes, marqueses. Las piedras hablan de siglos y de cosas históricas. Bien puesto está el nombre de Ciudad de los Palacios. Conozco grandes ciudades y ninguna me ha producido la impresión de esta44.



Todo ello sin olvidar su reiterada opinión sobre la influencia francesa en la literatura hispanoamericana:

Juzgo que está desapareciendo la imitación del decadentismo francés. Los hombres van dejando de ser fonógrafos para adquirir personalidad propia45.



En el diario El Demócrata encontramos otra entrevista, acompañada de tres fotografías en las que se aprecia a Rueda rodeado de los visitantes que acudieron al hotel Gillow y en esta ocasión, se nos describe al poeta como una curiosa figura:

Su baja estatura, su garrida constitución, su porte modesto, y su mirada inteligente y apacible, como debió de ser la de Fray Luis de León, no permiten discernir a golpe de vista, si se habla con un bonachón burgués, con un sacerdote o con un poeta... Viste modesto traje negro y sombrero del mismo color: es afable, cortés, y habla como lo hacen los académicos46.



La misión de este viaje era estrechar los lazos intelectuales entre España y México y para ello, Rueda insistía en:

(...) Retirar de todos los libros de texto que estudian los niños mexicanos, las animosidades contra España; no sembrar en el espíritu infantil ese resabio de animadversión hacia la Madre Patria.



Este mismo día y en La Información aparece otra entrevista unida con un autógrafo del poeta, y en ella Rueda hace una elogiosa descripción del paisaje mexicano, impresionado por la grandiosidad de sus montañas y embriagado por una naturaleza fusionada con la personalidad del poeta:

Las montañas tienen aquí una configuración especial, las siluetas de las sierras parecen poseer cierta personalidad, muy característica... Cuando he atravesado en el tren grandes llanuras, he sentido un enorme goce; porque yo amo los campos estériles, los paisajes áridos. Es porque me parece que la naturaleza me invita entonces a reconcentrarme en mí mismo, a trabajar dentro de mi propio yo. Soy un solitario. Mi modo de ser se caracteriza por un gran amor a la soledad. Fuera de mis viajes, procuro estar siempre solo47.



En suma, imágenes del carácter solitario, humilde y ajeno a todo cariz político que caracterizaban al poeta, notas que se reiterarán a lo largo de su vida:

Yo huyo de todo lo que tenga que ver algo con la política; no puedo concebir que haya quienes dediquen su vida a la política... Yo soy humilde, yo derramo torrentes de humildad; pero así estoy emocionado y satisfecho de mi paso por distintas ciudades.



En México D. F. las actividades en su honor se multiplicaban. Nada más llegar, el mismo día 7 por la noche ya acudió a un concierto en la sala Wagner, además de atender a los numerosos periodistas que se reunieron en el hotel Gillow. Sin embargo, Rueda declinaría cualquier tipo de invitación particular, bien por causas físicas o por no alejarse de sus principios:

Rueda nos dijo que traía por norma no aceptar invitaciones para fiestas particulares; pues no quería descender en la misión que lo ha traído a nuestra patria. Es un enfermo del estómago, y si aceptara el precedente de aceptar una comida, tendría que comer en todas las casas de México. Si aceptara una fiesta particular, tendría que visitar todas las casas de la ciudad. Tiene siete días para permanecer en México y las atenciones oficiales lo abstraerán por completo48.



Aunque no todos fueron elogios hacia el poeta, pues en este mismo día 8 de marzo, encontramos un artículo de Manuel de la Parra en las páginas de El Nacional, en el que se le criticaba con dureza:

Desorientado, a pesar de su exclusiva labor, no ha logrado decirnos nada nuevo nunca. Llega a ser extenso. Poeta de la transición, no logra dejarnos en el espíritu más que la sensación de un amontonamiento de colores y de imágenes que nos deslumbran, acaso, pero de los que al día siguiente ya no nos acordamos. Falta en ellos enteramente la «emoción estética». Y lo mismo puede decirse de toda su obra. Sin embargo, no hay que negar que D. Salvador Rueda es un muy notable poeta, aunque su obra, bastante extensa, nunca llega a ser intensa49.



La tarde del 8 de marzo, Rueda fue agasajado en el casino español de México por numerosas personalidades españolas y mexicanas. Allí admiró los cuadros que adornaban los salones, departió, saludó y posó para los fotógrafos. Concluyó el acto con un «te con pastas» hacia las 9 de la noche, momento en que Rueda se retiraba a su alojamiento, pues:

Estoy encantado... y un poco cansado. Es natural. He de corresponder como se merece a todas las atenciones, a todas las cortesías y a los homenajes que me dispensan. Estoy muy agradecido, muy sinceramente agradecido50.



Al día siguiente, el 9 de marzo por la mañana visitó el Museo Nacional, acompañado por su amigo «el abuelo» y por dos profesores del museo como cicerones. Ante la grandiosidad de las muestras de la civilización precolonial, Rueda volvía a defender la originalidad de la literatura americana:

¿Pero por qué no ven esto los poetas de México y se inspiran en estas piedras? -preguntose el poeta, expresando nuevamente su idea de que algunos de nuestros poetas se han limitado a hacer el oficio de fonógrafos51.



Las fiestas y banquetes de bienvenida se sucedían a un ritmo frenético, de tal modo que el poeta Rueda utilizó los periódicos mexicanos para disculparse por carta ante la imposibilidad de contestar a cuantos le escribían:52

México, D. F., 9-3-17

Sr. D. Rafael Martínez.

Respetado amigo:

Sin tiempo para nada, y además, casi ciego por el trabajo de toda mi vida, me cuesta un trabajo increíble contestar a las innumerables cartas que recibo a diario, y yo desearía de la bondad de usted, que rogase al hospitalario y noble público de México, que me concediera la gracia de no contestar, por imposibilidad, a los documentos incesantes que llegan a mí. ¿Cree usted que el público me concederá ese favor?

Le besa las manos su agradecido servidor y amigo,

Salvador Rueda



El domingo 11 de marzo asistió a las 11 de la mañana a una matinée en el Anfiteatro de la Escuela Preparatoria, organizada por la Dirección General de Bellas Artes y presidida por las autoridades locales y cuyo programa incluyó números musicales y poéticos53. Terminado el acto hacia la una de la tarde, se trasladó al casino español donde se celebró un banquete en honor del poeta y al que asistieron más de doscientos comensales. La única nota que desentonó -según la crónica del periodista Noel- fue:

que la lista rezara en francés, lo cual nos pareció de un gusto deplorable. Tamaño descuido, tal alarde de ridículo extranjerismo extraña mucho...54



El lunes 12 de marzo a las 10 de la mañana asistió a una fiesta deportiva en el hipódromo de la Condesa55, a la que acudieron los estudiantes y el profesorado de la capital, así como «conocidas familias invitadas expresamente»56. Una vez llegaron los invitados al palco de honor comenzó el programa que consistía en un partido de basket-ball entre los equipos de «Supremos Poderes» y «Universitarios»; un partido de basket-ball entre estudiantes femeninas y un partido de foot-ball entre universitarios y militares. El acto fue amenizado por banda de música del Orfeón de la Militarización y Rueda entregó los premios deportivos así como «algunas bandas a las señoritas que jugaron al basket-ball».

En la noche de este día 12, Rueda presenció la celebración de «Un gallo estudiantil» a la puerta del hotel Gillow. Desde las 10 de la noche se congregaron frente al Museo Nacional los estudiantes que participaron en el gallo. La caravana estaba formada por una vanguardia de borricos montados por estudiantes y varios carros donde iban estudiantinas, escuela de ciegos y el orfeón popular. A las 11 de la noche interpretaron bajo el balcón de Rueda numerosas canciones populares mexicanas y dedicaron poemas laudatorios al poeta malagueño57.

El martes 13 de marzo, el escritor asistió a una «comida íntima» celebrada a mediodía en la delegación española a la que asistieron personalidades de la embajada española y de la política mexicana58. Para por la tarde asistir a una fiesta lírica organizada en su honor por la Sociedad de Literatura y Artes Ariel. Se celebró desde las 4'30 de la tarde en la galería central de la Escuela Nacional de Bellas Artes y el programa se componía de números musicales y poéticos59. Una crónica del acto nos revela algunos datos interesantes, tales como que «los ruidos de los fotógrafos impertinentes y celosos de su deber sorprendieron a los nervios de los asistentes, con las explosiones del magnesio y conversaciones familiares empeñaron las audiciones musicales»60. Tras el acto, el poeta -acompañado de autoridades locales y de su amigo «el abuelo»- contempló los trabajos escultóricos de artistas mexicanos y señaló:

que las demostraciones de simpatía de que había sido objeto en México las llevaba muy adentro, y que siempre recordaría con satisfacción y orgullo, que los días que había pasado en México constituían unos de los más felices que en su vida de artista había tenido61.



El miércoles 14 Rueda asistió «como invitado de honor» a otro concierto musical, esta vez en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria62. Y el jueves 15 de marzo fue agasajado con una sesión solemne en la Sociedad de Geografía y Estadística63. El acto duró desde las 6 hasta las 7'30 de la tarde, y en él se presentó un estudio sobre el «origen del nombre de Nueva España» y varios poemas alusivos al acto.

En estos días de incesantes actos culturales, aparece entre las notas periodísticas la queja del poeta malagueño contra los fotógrafos mexicanos. Rueda, tal y como ya había hecho anteriormente, utilizaba a la prensa para difundir su malestar ante la promesa incumplida de los fotógrafos:

Nos encarga el poeta don Salvador Rueda, que por medio de la prensa de esta ciudad, pidamos a los señores fotógrafos que lo han retratado, se sirvan pasar a su alojamiento, el hotel Gillow, a fin de que él les recuerde sus promesas de obsequiarle una copia de cada una de las fotografías que de él han obtenido; pues, hasta la fecha, pocos han cumplido sus promesas, por lo cual se halla el poeta «cariñosamente quejoso» de los mencionados señores artistas64.



El viernes 16 de marzo y antes de abandonar la capital, Rueda visitó a las 11 de la mañana al presidente de la República Vetustiano Carranza con quien departió en el Palacio Nacional durante media hora65.

Después de comer «con unos íntimos» en el hotel Gillow se dirigió a la estación de ferrocarriles desde donde partió a las 2 de la tarde en un carro especial hacia Puebla, ciudad a la que había sido invitado personalmente por el gobernador de la ciudad66. En la estación fue despedido por una multitud de manifestantes al toque de la marcha real española, y hasta tal punto llegó el enfervorecimiento de sus seguidores, que «los estudiantes asaltaron el carro en el que iba el señor Rueda y manifestaron deseos de acompañarlo hasta la ciudad de Puebla, a lo cual accedió el señor Rueda»67.

El viaje de Rueda a las ciudades de Puebla y Cholula tuvo lugar entre los días 16 y 20 de marzo y de dicho periplo se publicó un curioso librito titulado Salvador Rueda en Puebla, donde se detallan todas las actividades que el poeta desarrolló en estos días68.

Rueda llegó a la ciudad de Puebla a las 7 de la tarde del viernes 16 de marzo y se alojó en el palacio del consulado español junto «a su compañero inseparable, el rico español, don Juan Perlé, dueño de grandes riquezas en Cuba, de cuyo país venía acompañando a Rueda en su triunfal peregrinación. A este cariñoso alter ego Don Salvador le llama "el abuelo"»69.

Esta misma noche fue agasajado en el Giacopello con un banquete íntimo al que asistieron veinte comensales de entre las autoridades poblanas y que se prolongó hasta la medianoche. Ya en esta primera noche, Rueda dio muestras de sus peculiaridades de carácter: ni hablaría en público, ni tampoco quería que se recitaran sus poemas. Así que cuando el poeta estudiante León Sánchez Arévalo le pidió:

(...) en plena mesa y a la hora del champagne, en pública demanda, que recitase alguna de sus joyas... Por poco el visitante se nos vuelve loco. Trinó, balbuceó, se llevó las manos a los cabellos, dejó caer los lentes, protestó, se convulsionó casi epilécticamente y concluyó por revelarnos su secreto: no había que hablarle de hablar, ni pedirle que recitara, ni recitar en su presencia versos suyos, si no se quería verlo tomar las de villadiego por medio de la calle, hasta sin sombrero si era necesario70.



El sábado 17 de marzo muy temprano Rueda fue acompañado por el profesor José Miguel Sarmiento quien le hizo de cicerone por las calles de Puebla hasta que:

cuando salimos de San Francisco, Rueda se sentía tan fatigado que nos pidió la gracia a sus acompañantes de que descansáramos, por una buena media hora, bajo las frondas densísimas del Paseo Viejo... No sé verdaderamente a cuantas otras partes arrastré a nuestro poeta71.



Tras comer en el Giacopello, continuaron con las visitas por la tarde hasta las 8'30 de la noche, momento en que asistió a una velada homenaje en el Palacio del Congreso. La velada fue amenizada por números musicales y poéticos y concluyó a las 11'15 minutos de la noche. Tras este acto, Rueda contempló un gallo estudiantil organizado por unos dos mil estudiantes poblanos a los que se dirigió desde el balcón diciendo:

Jóvenes y buenos amigos:

Tenéis que excusarme si no os doy gusto, dirigiéndoos la palabra. Porque yo seré todo lo poeta que Uds. quieran pero no tengo, ni nunca he tenido una brizna de orador. Así es que para expresar a Uds. mi gratitud por sus agasajos, el que va a hablaros en mi nombre es vuestro profesor el Sr. Sarmiento, que ese sí es orador, ese sí que es persuasivo, ese sí que es elocuente72.



Pero este primer y agotador día no había concluido aún, pues a las 12 de la noche se trasladó al Ayuntamiento donde asistió a un lunch-champagne en el Palacio Municipal. Al día siguiente -domingo 18 de marzo- Rueda tenía una cita a las 10 de la mañana con el profesor Sarmiento para visitar al poeta enfermo Manuel Rivadeneyra y Palacio y puntual a su encuentro dijo:

Este día era el señalado para los festejos organizados por la colonia española, por lo que a las 11 de la mañana Rueda llegó al Consulado español desde donde partieron «en tres flamantes automóviles» a la Beneficencia, centro que visitaron además del Hospital General Jesús Carranza y la fábrica de tejidos «La Esperanza». A la 1 del mediodía acudieron a un banquete en el casino español, al que asistieron ciento cincuenta comensales y donde se le obsequió a Rueda con «una grande y soberbia medalla de oro purísimo»73. Por la tarde, Rueda asistió a un partido de football organizado por el consulado español y cuyo trofeo fue la «copa Rueda» entregada personalmente por el poeta.

Al finalizar el evento deportivo, Rueda se trasladó al casino español donde se le ofreció un lunch-champagne que concluyó a las 8 de la tarde, porque a las 9 de la noche hubo una cena íntima en casa del vice-cónsul Alejandro Guijarro que concluyó a las 11 y media74.



El lunes 19 de marzo se dedicó a una excursión a Cholula en la que participaron unas cien personas. Una vez recibidos en la estación por el alcalde y «un ruido ensordecedor de músicas, chirimías, cohetes, gritos y relinchos de caballos» (p. 209), la comitiva se dirigió a la Pirámide en cuya cumbre se encuentra la ermita de la Virgen de los Remedios. Tras esta visita se trasladaron a caballo al pueblo de Ecatepec donde visitaron la parroquia del pueblo y a mediodía se celebró un banquete campestre con «una casi comida a estilo del país».

A su regreso a Puebla por la noche, Rueda asistió a una función organizada por los estudiantes y celebrada en el Colegio del Estado, en el que hubo números musicales y poéticos y que concluyó a las 9'30 de la noche.

Tras salir de Puebla el martes 20 de marzo a las 6 de la mañana -y camino hacia México-, Rueda se trasladó por tren a la ciudad de Santa Ana de Chiautempan acompañado por el gobernador del Estado de Puebla y varios acompañantes75. Tras ser agasajado «con un refrigerio» en casa del general Máximo Rojas, la comitiva se trasladó en tranvías especiales a conocer los templos tlaxcaltecas. A mediodía le ofrecieron un banquete en casa del gobernador y por la noche, asistió a una velada literaria y a un baile en el salón rojo del palacio de gobierno. Tras este intenso periplo, el día 21 partió en tren hacia la capital de la República76, a la que llegó a las 8 de la tarde acompañado de «su inseparable amigo Juan Perlé» y con quien se trasladó a descansar al hotel Gillow77.

Con la vuelta de Rueda a México D. F. se prepararon nuevos eventos, tales como una «sencilla fiesta» organizada para las 8 de la tarde del jueves 22 de marzo por el periódico El Demócrata. Dicho evento fue la respuesta a la visita del poeta al periódico y en ella se sucedieron los números musicales y poéticos78. El evento se prolongó hasta las doce de la noche y en él hubo que suprimirse -por petición expresa del poeta- la lectura del poema de Rueda «¡Qué viejecita eres!» dedicado a su madre, pues «siempre le ha conmovido y probablemente anoche con más fuerza». Rueda agradeció públicamente dicho gesto «pidiendo, a la vez, se le disculpara, por la afección nerviosa que padecía»79. Relacionada con la salud del poeta se publicó una carta que el poeta de Benaque había enviado al oculista Dr. Mayorga por haberle dado el don de la vista gracias a unas «lentes bifocales»:

En forma de lentes bifocales, usted me traerá el paso de la sombra a la luz, la sustitución del día por la noche, ¿y qué podría yo aguardar con más amor ni más gratitud? México ha sido para mí, no sólo la República hospitalaria que me ha colmado de las más delirantes fiestas de entusiasmo, sino que hasta ha sido la divina tierra de promisión donde, en las divinas manos de usted he hallado mi segunda pila bautismal, bautismo de luz para mis ojos, a los cuales usted ha dicho: «¡Yo os bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!» y me ha hecho entrar de nuevo en la vida. Ya leo, ya puedo enumerar los valores y términos y perspectivas del horizonte, puedo ver las caras de mis amigos, puedo ver, escribir, puedo admirar el universo.

Gracias, gracias mi generoso doctor, por haberme reintegrado de nuevo al torrente circulatorio de la sociedad y de los hombres80.



El viernes 23 a las 8 y media de la tarde se celebró una función teatral organizada por la colonia española en el teatro Colón a cargo de la compañía de Julio Taboada que representó la comedia de los Quintero «La Rima Eterna» y «En la boca del lobo» de Pedro Mata81. A esta función acudieron el ministro de España así como las más altas personalidades del Estado82.

También a través de la prensa sabemos que Rueda debería adelantar su regreso a España, pues «la Compañía Trasatlántica Española no concede un plazo a Rueda a fin de que pudiera estar entre nosotros quince o veinte días más», de tal modo que el poeta debía abandonar en breve México sin poder visitar las ciudades de Guadalajara, Guanajuato, Toluca y otras ciudades a las que estaba invitado83.

Pese a la rapidez de su despedida, el poeta expresó su agradecimiento por todas las atenciones recibidas, «pero lo que más le ha agradado a nuestro ilustre visitante, es que todas esas manifestaciones han sido hechas por la juventud, por los hombres libres y pensadores y algo más, que revela la espontaneidad del agasajo, que las mujeres y las niñas mexicanas han salido de sus hogares sin prevención alguna, para acudir a las fiestas que se han dado en su honor». Igualmente, reiteró sus intenciones de que «a su regreso a España procurará, por todos los medios posibles, el acercamiento entre españoles y mexicanos»84.

La partida tuvo lugar el sábado 24 de marzo a las 6 de la mañana, cuando el poeta de Benaque partió «acompañado de su inseparable amigo Juan Perlé» rumbo al puerto de Veracruz85. Fue despedido en la estación de ferrocarriles por una comisión de Bellas Artes, varios estudiantes españoles y admiradores del poeta, ante quienes mostró sus impresiones de México:

Con su acostumbrada parquedad, nos dijo textualmente: «que no encuentra palabras en el diccionario, después de mucho ojearlo, con qué expresar su gratitud, por el entusiasmo y cariño con que se le alborozó en todas partes. Respecto al pueblo bajo, que según pudo notar, es el que compone la mayoría de la nación, es sumiso, fraternal y está muy educado. No estoy conforme con que se le llame peladito, porque todos ellos son en general ricos... muy ricos de espíritu»86.



Rueda permaneció en la ciudad de Veracruz hasta principios de abril, pues aunque su salida hacia Cádiz estaba fechada para el día 27 de marzo, sin embargo, un retraso en el arribo del vapor Montserrat hizo que el poeta hubiera de permanecer más días en la citada ciudad87.

Así Rueda, tras despedirse de las autoridades mexicanas, abandonó el hotel Terminal de Veracruz el domingo 8 de abril a las 3 de la tarde y en el puerto fue despedido por la colonia española y por la Sociedad Iberia, que lo nombró socio honorario. La salida del vapor Montserrat tuvo lugar en la madrugada del lunes 9 de abril, y entre los deseos de Rueda estaba el dirigirse directamente a España «para saludar a su familia, pues desde el mes de noviembre que salió de España, no sabe nada de ella», y sin hacer por ello parada alguna en La Habana, «a pesar de los deseos de su compañero Juan Perlé»88.

Sin embargo, Rueda hubo de parar en La Habana el 12 de abril «donde estuve breves horas»89 y desde allí envió una carta al director del periódico mexicano El Pueblo, en la que expresaba su gratitud hacia México:

Reciba esa gran tierra, una vez más, la inmedible, la inmensa gratitud que le debo, por sus excepcionalísimos actos de patriotismo, de cultura, de hospitalidad caballeresca y de entusiasmo sin límites90.



El vapor Montserrat partió de Cuba hacia Nueva York a donde llegó el 16 de abril. Desde allí Rueda envió una carta fechada el 2 de mayo a un amigo de Madrid y que fue reproducida tres veces en medios españoles y mexicanos91. Gracias a esta epístola sabemos que el vapor Montserrat hubo de recalar en Nueva York hasta el 12 o 15 de mayo mientras se arreglaban sus ejes. Ocasión ésta aprovechada por el poeta para visitar las cataratas del Niágara -invitado por el millonario Luis Gallopín- y donde presenció «el arrollador y grandioso espectáculo de las aguas en delirio cayendo del corte pavoroso a los abismos».

Finalmente, Salvador Rueda arribó al puerto de Cádiz el 26 de mayo de 1917 y al día siguiente partió en tren hacia Málaga, tal y como anunciaba la prensa local92.

Una vez llegado a España, las cartas del poeta serán las que nos muestren sus impresiones de México, epístolas que vieron la luz en la prensa mexicana y que demuestran la admiración del poeta por México:

Yo lo he dicho ya en todos los tonos para que se entere bien Europa: México, que es un milagro de fecundidad y de riqueza, lo es también de hidalguía, de inteligencia, de hospitalidad y de amor. He conocido a muchos militares, a muchos hombres de pluma, a muchos políticos, a muchos periodistas, y todos honran y engrandecen a su tierra gloriosa. México me ha hecho una impresión grandísima, verdaderamente sublime y es la nación quizás a la que le he encontrado más parecido con nuestra gran España93. Todo el panorama de México, y lo que es más, todo el panorama de cada una de las ciudades que me honraron, lo llevo especificado hasta en sus menores detalles en mi fantasía. México, su modo de ser, sus gentes, su carácter, su pueblo, a quien adoro con un verdadero amor, sus figuras ilustres, sus llanuras, todo me ha producido una impresión de originalidad, de cosa única, sin amalgamas ni imitaciones94.



Así como los deseos de renovación pedagógica de la infancia mexicana a fin de desterrar los recelos contra España:

El tema de los libros de los niños, con referencias, dejos y vestigios de desamor a España, lo llevo sentidísimamente en el corazón. Vosotros los que aman de veras nuestra raza y vuestra historia, y nosotros, los que también amamos la nuestra, debemos rogar al honorable Presidente y de su Gobierno, que transforme esos libros por otros de amor y de paz, porque los pecados de los siglos, si los hubiere, no deben recaer sobre las almas divinas de los niños, de los cuales se deben hacer hombres universales, capaces de estrechar sus manos con las de todos los hombres de la tierra95.







 
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