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ArribaAbajoLa suerte de un pliego suelto en la Inquisición novohispana196

La avasalladora venida de los españoles a tierras americanas trajo consigo la implantación de su contexto, códigos y modos de pensar. La gran Tenochtitlán vio cómo su prominente y pujante sociedad era transformada en una región dominada y poseída por la cultura que la rebautizaba. La Nueva España fue invadida por la imposición de un sistema estatal y eclesiástico ajeno que se sobrepuso y arrasó a su paso, inundándolo todo con sus reglamentaciones, evangelización, normas, costumbres y, claro está, su literatura. Control de toda manifestación y sujeción: espacio en el que la ley del poderoso imperaba, erradicaba, evitaba la difusión y escondía, para así -en este nuevo mundo de entremezclada consolidación y contradicción-, custodiar e involuntariamente conservar.

El Santo Oficio novohispano, en su enconada y extrema vigilancia, cuidadosamente recaudó toda información y manifestación discorde, contribuyendo a constituir un legado de invaluable documentación que ha llegado a nuestras manos para su estudio. Cúmulo de legajos representativos de los sucesos de la época colonial y del tremendo alcance del Tribunal en sus casi tres siglos de existencia. Institución que se alteró desde su fundación hasta su disolución, pues predominaban distintos tipos de intereses y, por ende, de víctimas, conforme cambiaban los tiempos. No obstante, representó la firme ortodoxia impuesta por el imperio español en sus dominios: cuerpo que prescribía los límites de lo puro y lo impuro, lo lícito y lo ilícito, la norma y lo marginal, en el espacio del continuo devaneo entre los componentes de la ineludible e indisociable pareja formada por la ortodoxia y la herejía.

  —136→  

Herejía que se puso de manifiesto de muchas y diversas maneras -desde la más peligrosa o «mayor» de la gente letrada de pensamiento profundo o con amplios conocimientos científicos o teológicos, hasta la «menor», más común y cercana a la superstición, propia de hechiceros, blasfemos o solicitantes197- y que llegaba a las posesiones españolas, las más de las veces subrepticiamente, aprendida de memoria, cantada, narrada, manuscrita o impresa. Largos escrutinios y registros inquisitoriales en los que había cabida tanto para obras permitidas como prohibidas que lograban infiltrarse, a pesar de las medidas que intentaban reprimir su propagación. No se dejaba esperar el edicto o censura, amén de la obligada consulta al Índice de libros prohibidos, que prácticamente garantizaban su requisa.

Llama poderosamente la atención que en esta escena haga su aparición el impreso que hoy nos ocupa: un pliego suelto198 en cuarto, de ocho páginas, cuyo diseño muy probablemente se deba a la facilidad para llevarlo en la faltriquera. Sigue la estructura típica de este tipo de impresos: título en el que se indica su género, autor, licencia para imprimir, editor, lugar y fecha de edición, amén de una xilografía compuesta por una estrella de ocho puntas con una banda de orlas a cada lado, como motivos ornamentales. El texto está a dos columnas. Helo aquí:

Gracioso cuento y ardid que tuvo una discreta muger para engañar a tres demonios, por librar a su marido de cierta promesa que les avía hecho, librándola della y la traga que dio para salir con su intención; es de mucho aviso y curiosidad. Compuesto por Francisco de Aguirre. Con un famoso romance al cabo del consejo   —137→   que dio un soldado a los moriscos para que empleassen sus dineros en mercaderías, que se gastassen en África, señalándoselas.


Impresso con licencia en Granada, por Juan Muñós. Año de 1662199. [fol. 291r]                



Si me dan grato silencio,
les contaré en tiempo breve
un sucesso extraordinario
para que todos se alegren.
Que sucedió a una muger,
en la ciudad de Albacete,
este verano passado
por julio a los diez y siete.
Ésta engañó a tres demonios,
y no es mucho de mugeres,
que según su abilidad
engañaran ciento y veinte.
El marido desta tal,
que llamavan Jayme Pérez,
tenía muchos sembrados
de semillas diferentes.
Hallóse un día afligido
para recoger sus miesses,
no hallava segadores,
siendo ocasión convincente.
Salió un día de mañana,
antes que Febo saliesse,
a ver los fértiles trigos
entre las márgenes verdes.
Y va pensando entre sí
imaginaciones leves,
que hazen caer en culpa
a los hombres muchas vezes.
El demonio, que es subtil,
desseoso que los bienes
[fol. 291v]
del cielo pierda el christiano,
tendió en el inter sus redes.
A vista del labrador
tres mancebos se parecen,
cada qual con su çamarro,
hozes, blancos caragüelles.
Aparecieron del modo
como quando algunos vienen
de camino, desseosos
de llegar donde pretenden.
Llegaron a él diziendo:
«buen hombre, el cielo os prospere
¿está lejos el lugar?».
Y él respondió brevemente:
«mancebos, no ay media legua,
mas escuchad si os parece,
que quien pregunta no yerra
si es pregunta conveniente.
Yo tengo, amigos, hazienda
—138→
donde ocuparos dos meses,
y si me queréis servir
yo os pagaré noblemente».
Los demonios respondieron:
«señor, por tiempo tan breve
no pretendemos segar,
ved si otra cosa os parece.
Si vos queréis concertaros,
por un año avrá quien siegue
y donde no adelante
que se parte Benavente».
El labrador cudicioso
les pide que se concierten
a cuya razón replican
lo que este papel refiere.
«Señor, si en todo este año
dais en qué ocuparnos siempre,
os serviremos de valde
sin que una blanca os cueste.
Y si faltare algún día
de lo puesto, te sujetes
a ser después nuestro esclavo
a la s y clavo obediente.
Y as de hazer escritura:
mira bien si te parece».
Y el labrador ignorante
todo lo dicho promete.
Hizieron, pues, la escritura
donde firmó Jayme Pérez,
sin saber lo que hazía
el majadero insapiente.
Llevólos luego a su casa,
mandó a una moça les diesse
de almorzar, y, en almorzando,
una haça les enseñe.
Assentáronse a la mesa,
mas como ellos no tienen
necessidad de comida,
no le hincaron el diente.
Fueron cerca de las ocho
a segar ¡mas consideren
que estava el trigo segado,
antes que diessen las nueve!
Mandóles acarrear,
mas sin carreta ni bueyes
le llevaron a las eras,
sin que nada se perdiesse.
No uvo llegado a la parva,
quando lo limpian y meten
en las troxes del villano,
con más presteza que él quiere.
[fol. 292r]
Dezían después al amo:
«Jayme Pérez en que entiendes,
danos en qué trabajar
¿para qué ociosos nos tienes?».
Si les mandava ya por leña,
en un momento breve
le traýan medio monte
antes que se rebolviesse.
El necio del labrador
se desvelava en su mente
buscando traças y modos
en que ocuparlos pudiesse.
Viéndole, pues, la muger
tan melancólico siempre
preguntó: «¿de dónde os vino
tan desabrido acidente?».
«Pues que lo queréys saber,
escucha Mari Ximénez,
—139→
sabed que estos tres criados
en tal estremo me tienen.
Yo pienso que son demonios,
pues que no comen ni beven
y hazen más en un día
que cien hombres treinta vezes».
Contóle al fin todo el caso
y dixo Mari Ximénez:
«marido ¿sabéis sus nombres?».
Y él respondió desta suerte:
«uno dize que se llama
Arambel, otro Baybenes
y otro se llama Borrugo;
nombres de demonios tienen».
«Pues marido, no os dé pena,
ni esse cuydado os desvele,
que yo os prometo de hazer
de manera que me sueñen».





Otro romance


Al momento los llamó
y, estando en su presencia,
los demonios preguntaron:
«¿ay algo que se te ofrezca?».
Ella luego respondió
a Borrugo con presteza:
«quiero que vays a Segura
a hazer una diligencia:
y es que del más alto pino,
me traygáys una cruz hecha,
porque le soy muy devota,
para poner a mi puerta.
El cuydado es importante,
hazeldo por vida vuestra
que con esto me tendréis
agradecida y contenta.
Y vos Arambel iréis
y, en el río de Pisuerga,
lavá este pellejo negro
hasta que blanco se vuelva.
Y advertid que ha de quedar,
sin que tenga diferencia,
la nieve blanca del Puerto
arrojada de su esfera.
No es menester avisaros,
hombre soys de buena cuenta,
que con grande brevedad
lo haréys como se espera.
Vos Baybenes, por ser noble,
que en vuestra cara se muestra,
oy quiero mucho encargaros
un negocio de gran ciencia:
yo os mando luego y encargo
que de allá del monte Etna
[fol. 292v]
traygáis un volcán de aquellos
al gran Corral de Beleta,
que es en la Sierra Nevada,
porque es mi patria aquella,
y los pastores al fuego
se calientan la melena.
Porque el invierno no abitan
aquel paraje ni aun bestias
y se pierden grande pasto,
cabras, carneros y obejas».
Confusos los tres demonios
de lo impossible se quexan,
pero al fin los desdichados
a lo mandado se aprestan.
—140→
Tomó Borrugo el camino,
llegado que fue a la sierra,
derribó el pino más alto
para empeçar su tarea.
Ya despedaça, ya corta,
ya acepilla, ya endereça,
sin hallar modo ni traça
con toda su diligencia.
Y al cabo de veinte días,
cansado y molido queda
y, en lugar de hazer la cruz,
hizo un trompo con que juega.
Quien duda que no dixesse:
«bien dizen, qué saben éstas
un punto más que, no yo,
algún Lucifer las crea.
Como tengo de hazer cruz,
pues es mi enemiga fiera,
corrido y afrentado estoy
por engañarme una hembra».
Bolvamos, pues, a Arambel,
que estava sobre una peña,
xabonando aquel pellejo
en la corriente ligera.
Con un fervor nunca visto
remoja, estrega, golpea,
mas siempre estava tan negro,
como fue la vez primera.
Yo pienso que éste diría:
«bien dizen que es mala bestia
la muger, y, quien le dixo,
deviera de conocellas.
Que una muger me engañasse,
si yo tuviera vergüença,
no me dexara engañar
de una muger lisonjera.
Aunque gaste más xabón
que ay en Madrid y en Valencia
no le podré blanquear,
en vano es mi diligencia».
Digamos, pues, de Baybenes,
que de sí mismo reniega,
viendo cómo no podía
salir con aquella empresa.
Después que estuvo cansado,
viendo que nada aprovecha,
visitó sus compañeros
por ver en lo que se emplean.
Preguntóles: «¿cómo os va?».
Y respondió con sobervia
Borrugo de enojo y rabia:
«a mí el alma me rebienta;
veinte días a que estoy
molido como una alheña,
en las sierras de Segura,
por cumplir con mi promessa.
[fol. 293r]
Nunca supe hazer la cruz».
Otro dixo: «¿quién creyera
que una muger te engañasse?
Rabio y no tengo paciencia,
pues yo e estado treinta días
en mi pellejo o pelleja,
y está como de principio;
todos caemos en mengua.
Rape la una Morgollón,
ue ya no tengo deshecha»,
dixo Arambel, «de estregar
en estas frígidas piedras.
¿Y a vos también cómo os va,
—141→
Baybenes, con nuestra dueña?».
Y a la pregunta responde:
«ya de mí no se haga cuenta».
Viendo el pleyto mal parado,
algas por el viento velas,
y van huyendo al infierno,
corridos de tal afrenta.
La muger de Jayme Pérez
dixo victoriosa y leda:
«oy vítor Mari Ximénez
contra la canalla fiera».
Viéndose el marido libre,
trocando en gozo su pena,
a su muger del sucesso
le dio mil enorabuenas.
Diziéndole: «bien mereces
darte el lauro de discreta,
que quien burló a tres demonios,
puede ser de sabias reyna.
Publíquesse por el mundo
la victoriosa cautela
de mi muger, y los hombres
abran los ojos y adviertan;
que saben más las mugeres
y tienen mayor destreza
que no los mismos demonios,
pues que los engañan ellas».

FIN





Romance del castigo que dio Lucifer a los tres demonios por averse dexado engañar de una muger


Llegaron los tres demonios
a las puertas del infierno
corridos y avergonçados
de lo que atrás e propuesto.
Preguntóles Lucifer:
«¿tenemos algo de nuevo?».
Y ellos contaron el caso
y cómo passó el sucesso.
A cuyas quexas injustas
dixo Lucifer sobervio,
colérico y enojado:
«¡oy del corage rebiento!
Gente civil, vil y baxa
de frágil entendimiento,
bárbaros, necios, villanos
inútiles sin provecho.
¿Pues cómo? ¿De una villana
y de un villano grossero
os dejastes engañar?
Oy de vosotros reniego.
¿Possible es que en mi preferencia
que tengáis atrevimiento
a aniquilar vuestro honor?
Maldigo tal sufrimiento.
[fol. 293v]
¿Ola? ¿Qué digo Noturno?
Llama al diablo coxuelo».
Y apenas lo pronunció,
cuando vino en un momento.
«¿Qué digo? Toma a Berrugo
y poneldo [sic] en el tormento
que avéys hecho para el otro,
que es tabernero en zebreros.
Y ponedme a Arambel
en el luminoso assiento
del famoso salteador
que tantos hombres ha muerto.
—142→
Y tú Baybenes yrás
y de quien burla os a hecho,
procura tomar vengança:
lleva contigo otros ciento.
Quitáosme de delante,
que no tengo buen concepto
de gente que es tan ruyn
de poco valor y precio».


Resulta evidente que se trata de una obra de ficción, breve y llena de guiños200, cuya intención -como indica el título- es la de divertir. Descrita como cuento y elaborada en verso de romance201, visiblemente fue concebida para ser leída en voz alta o contada (versos 1-4). Su historia ligera, sin embargo, no implica falta de cuidado en el diseño, pues su técnica narrativa pone de manifiesto la preocupación por parte del autor en suscitar el interés del auditorio. Clara muestra de ello son los cortes entre las partes del cuento que corresponden a la estructura y los planteamientos de la acción: situación del falso protagonista202 (Jayme Pérez), aparición de los antagonistas (demonios-mancebos), conflicto (primer engaño, cédula y rapidez de actos), trasposición de papeles protagónicos (Jayme Pérez/Mari Ximénez), intervención directa de la auténtica protagonista (treta) y solución del conflicto (segundo engaño, mutis de los demonios y regaño subsecuente). Se podría caer en la trampa de pensar en un viraje antagonista-protagonista: es necesario tener en cuenta que el motivo principal no es el pacto indolente y avaricioso del labriego que no mide las consecuencias, sino que el relato está esmeradamente delineado en función de la mujer del labrador, su verdadero eje central. Es así que el narrador desempeña también un papel fundamental con sus eventuales entradas y salidas: ya siguiendo el hilo narrativo, ya aconsejando a los oyentes (versos 10-12, 29-31, 47-48, 277-280), ya describiendo al campesino (codicioso, ignorante, majadero y necio) -con el que, a pesar de   —143→   todo, simpatiza- mostrando aparente predilección por la discreta203 mujer. Parecería que el autor la acicala de epítetos positivos, cuando en realidad el entorno está implícita y explícitamente perneado de un constante discurso nada halagador: las mujeres son tan astutas y mañosas que ni tres demonios pueden con ellas. Más aún, viniendo la afrenta de una villana, no merece intervención directa de Lucifer; éste se limita, en su indignación, a castigar a sus secuaces.

El autor, siguiendo la vasta tradición que le antecede, hace de sus personajes héroes típicos y no sobrehumanos, es decir, del mismo estrato que los oyentes, y da a su relato visos de realidad con su ubicación espacio-temporal (lugares como Albacete y Benavente, el 17 de julio del verano «próximo pasado»). Logra así hacer que la tradición conviva en tres niveles: como hecho real, como cuento y como romance: nueva prueba fehaciente del carácter poético-narrativo de la obra que no conlleva intención didáctica, concepto de la vida o reglas prácticas; no se instruye ni se previene, sino que se da una solución humorística a un problema, sin que tenga que intervenir la casualidad ni la ayuda sobrenatural, pues, sencillamente, se trata de entretener en un ambiente en el que las cosas imaginadas, por el simple hecho de serlo, se vuelven reales.

No debemos olvidar, por cierto, que la creencia en lo demoníaco nos viene de la antigüedad. Cabe, pues, hacer un sucinto rastreo de las fuentes temáticas contingentes a nuestro escrito y su influencia en él.

Como es sabido, el pacto con el diablo es un elemento muy socorrido dentro de la literatura tradicional. Por lo demás, el contrato puede ser tácito o explícito204. Durante la Edad Media hay pocas narraciones de este tipo en las que no aparezca un intermediario de la corte celestial que intercede entre el hombre y la divinidad, evitando así que el pactario pierda su alma para siempre. Hay que recordar que estas narraciones son didácticas. Basten sólo dos ejemplos: el «Milagro de Teófilo», Milagros de Nuestra Señora205   —144→   de Berceo (núm. XXIV), y el parágrafo 187 de El espéculo de los legos206.

Incide también en nuestro cuento otra tradición no didáctica en la que el personaje no necesita de un auxiliar divino para poder rescatar su alma. Siempre resulta más sencillo lidiar con los subalternos demoníacos que con el diablo mismo; para combatirlos no se necesita de protección deífica, sino que con la ayuda de la «vieja» esposa es más que suficiente. En los «Hechos y dichos heroicos del buen Pantagruel»207 (libro III, capítulos XLVI y XLVII) es ésta la fórmula.

  —145→  

Resulta útil recordar que en la Edad Media son pocos los ejemplos de estos tratos, pues el pacto con el diablo no se presta a fines didácticos con facilidad. Es hasta el Renacimiento que se lo utiliza como motivo de burla.

Según la tradición, la astucia y el engaño son armas femeniles. De tal manera se manejaba esta maliciosa forma de actuar de las mujeres, que se decía que una sola era peor que tres demonios. Es ésta la moraleja del sermón 97 de Herolt208, en el cual el diablo asustado, evita acercarse a quien le ha ayudado. No podemos dejar de mencionar la famosa comedia La dama duende de Calderón de la Barca, en la que no obstante que se desarrolla en un ambiente de nobleza y honor, a la protagonista se le califica como «mujer diablo», lo cual, se indica, no es novedad alguna, pues tradicionalmente, la mujer por sus recursos femeninos «es un demonio en figura/ de mujer»209.

El último tema tradicional que revisaremos aquí es el apegarse literalmente a la fórmula empleada en el momento mismo en que se hace el pacto demoníaco. Del empleo e interpretación de las palabras usadas depende que el hombre pueda salvarse de servir al diablo para siempre210.

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La breve panorámica anterior nos indica que si bien los temas demoníacos -con sus variantes de planteamiento y de solución a los problemas que acarrea su aparición, las intercesiones o ayudas, engaños y demás- se manejaban desde tiempos primigenios, tuvieron y siguen teniendo difusión extra peninsular. Por otra parte, dada la popularidad y divulgación de este tipo de narraciones, sigue habiendo relatos del mismo tenor: la tradición ha resistido los embates de los tiempos, se conserva, se trasmite y sigue viva aún.

Dado lo que hemos esbozado, no sorprenderá que resulte hasta cierto punto desconcertante encontrarse con un texto de este tipo en los anales inquisitoriales. Si bien el Santo Oficio se interesó en temas que a nuestros ojos modernos podrían parecer inverosímiles, la inclusión de este cuento tendría que tener una explicación coherente. Hasta donde sabemos, no es así. Vayamos por partes.

Era costumbre del Tribunal hacer revisiones de los sitios donde se vendían libros, de bibliotecas -tanto privadas211 como de los conventos- y de las obras mismas, en su acechante búsqueda de escritos con posibilidad de ser sancionados o ya prohibidos de antemano. No era ésta la situación de nuestro cuentito, pues se halla inserto en un proceso del siglo XVIII contra Marta de la Encarnación, beata ilusa212. Se encuentra seguido de un diario de la misma (fols. 295r-343v), en el que describe sus supuestas visiones y conversaciones con Dios y el Niño Jesús, caso que sí atañía directamente al Tribunal porque, como he descrito en otra parte213, entre otras muchas cosas, los seguidores de estas mujeres corrían el riesgo de confundir la santurronería con la santidad, separándose así del «buen camino» trazado por la Iglesia.

  —147→  

Quizá podría pensarse que era parte del ¿cómo llamarlo? «bagaje cultural» de la beata. Aunque esta mujer decía ver a los demonios, como indica la declaración de uno de los testigos,

En una occaçión le oý decir a Marta que vio entrar una prosesión o chusma de demonios, en traje de Antoninos, y que iban diciendo en forma de pregón algunas cosas que le daban miendo [sic] y no entendió. Sus padres de la dicha, decía que oían el ruido de los demonios como que entrava una tropa y un tamborito [sic] muy triste una noche.


(fol. 348r)                


ponemos seriamente en duda que una de las fuentes de sus desvaríos fuera el cuento en cuestión. Si tan siquiera se incluyera en el texto alguna frase burlesca como «que al que no fornicaba en esta vida, lo fornicaba el diablo en la otra» (vol. 466, exp. 1)214, se podría entender el interés del Santo Oficio en sacarlo de la circulación.

Por otra parte y como hemos visto, en el cuento se hace mención de un pacto demoníaco, el cual se acepta más que nada por la ignorancia del poco calculador protagonista Jayme Pérez que, al estar ensimismado por la preocupación de su cosecha y viendo una forma de ahorrarse la mano de obra, no se da cuenta cabal de lo que en realidad está negociando. En los anales inquisitoriales encontrarnos varios procesos -que distan mucho de ser ficticios- de este tenor, pero en ningún momento eran motivo de bromas, ni mucho menos didácticos en sí, aunque al ser perseguidos y expuestos servían para disuadir a la gente del uso de este tipo de contratos215. Una   —148→   vez más, no es ésta la situación del escrito, ni se podría pensar que sirviera como aliciente de esta práctica prohibida y perseguida por el Tribunal.

En fin, también llegamos a pensar que nuestro cuento se encontrara entre las posesiones de la ilusa, al ser éstas confiscadas por la Inquisición pero, al revisar someramente los más de cuatrocientos folios de que consta el proceso, resulta que tampoco es éste el caso. Por último, recordamos que al elaborar el Catálogo de textos marginados (1992)216, nos topamos, entre otros, con dos documentos mal encuadernados. Uno, que como éste no tenía relación alguna con el proceso dentro del cual estaba, ni con ningún otro (ficha 2326, p. 548217) y, el segundo, que pertenecía a un legajo distinto (ficha 616, p. 1302218). Una vez más, al revisar los índices referentes a la segunda mitad del XVII219, no encontramos información que aclarara la situación220. Como corolario, se podría argüir que dadas las vicisitudes de encuadernación por las que ha pasado la documentación de la Inquisición en el AGN -y, por lo demás de cualquier archivo de este tipo que se respete-, es bien factible que el texto fuera incluido al comienzo del volumen para evitar que se extraviase. Conveniente salida, aunque poco convincente.

Ahora bien, y para terminar, el único indicio de interés por parte del Santo Oficio lo muestra un subrayado a pluma de los versos 131-133 en los que se menciona el nombre de los tres demonios-mancebos, protagonistas de la primera parte del cuento, con una nota al margen: «ojo!»221 (fol. 291v). Gracias a   —149→   esta llamada de atención, creemos, la suerte del pliego no fue nada mala, puesto que se salvó de llevar el mismo fin que sus congéneres de vida perecedera, a pesar de la inmensa cantidad de ellos que se imprimía. El nuestro, de hecho, tuvo varias reimpresiones, como apuntan bibliófilos eruditos españoles de la talla de José Simón Díaz222 y Antonio Palau y Dulcet223, que consignan datos de pliegos que son posteriores a nuestro ejemplar. Por ellos sabemos que hubo, por lo menos, dos impresiones más, una de alrededor de 1680 y otra del siglo XVIII, con variantes en los títulos. Así, ya sea por su formato, accesibilidad o por el tipo de lectura que implicaba, gozó de popularidad y amplia circulación, dado que además su uso fue múltiple y su lectura compartida por diferentes grupos, pues podía ser adquirido por todos, desde personas instruidas y de alto nivel económico hasta los menos adinerados que no podían comprar libros. ¿Pensaría algún inquisidor que influía negativamente en sus lectores u oyentes esta obrita aprobada? ¿Habría una razón poderosa, además de la mención de los nombres -hasta donde sabemos ficticios- de tres diablos menores para que el pliego con licencia de impresión fuese recogido? ¿Era ésta una más de las intervenciones del Santo Oficio para fomentar su «pedagogía del miedo»?224 La inclusión del pliego en los anales inquisitoriales ¿es una muestra del control que se ejercía sobre libros e impresos importados legalmente? ¿Es éste un ejemplo de represión de ideas y censura sistemática hubiera o no herejía explícita? Quizá nunca lo sabremos...



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ArribaAbajoEntre España y Nueva España: la palabra maliciosa de la canción prohibida en el siglo XVIII225

Se abre ante el investigador interesado en los tiempos coloniales novohispanos que se enfrenta a esos océanos de información que son los archivos un mundo ordenado en mayor o menor grado, en apariencia inerte y muerto, pero de contenido vital y vivo, que le permite rescatar modos de pensar, sentimientos, pasiones o acciones de épocas pasadas. Por medio de estos materiales, al desempolvarlos del letargo de los acervos, al exponer y restaurar vidas y prácticas cotidianas de hace ya muchos ayeres, se recupera -y, en el mejor de los casos, a veces redime- a los que fueron los hombres y mujeres de antaño pero, más importante aún, se restituye su palabra. Palabra censurada y escondida eficientemente por los tribunales inquisitoriales, que es la que interesa aquí.

Tal palabra marginada en sus muy diversas acepciones, compuesta y elaborada las más de las veces por desconocidos o por anónimos, no deja de ser una muestra importante del discurso literario en el siglo XVIII y, en particular, un ejemplo de lo que los textos elaborados colectivamente pueden ofrecernos como expresión de sentires, como maneras de plasmar algunas veces incluso hasta lo que mal se podría haber dicho o escrito en su circunstancia. El cantar jocoso, malicioso -creado por el pueblo de Nueva España y recogido por una Inquisición celosa del respeto a las creencias y a las normas de conducta social calificadas como «buenas costumbres»- es una parte no desdeñable de esta producción. A menudo sus tópicos son erótico-burlescos   —152→   y, dentro de esta vasta materia, la irreverencia, la falta de respeto, a veces la franca rebeldía ante las normas de la sociedad dominante nos ofrecen textos reveladores de la tan difícil relación entre los estratos hegemónicos y los subalternos.

Pocos son los que parecen haber prestado la suficiente atención, de manera sistemática, hacia esta fuente importante para una historia de las mentalidades en la Nueva España del XVIII que ambicione cierta pertinencia. Está en preparación una antología de las más significativas de estas manifestaciones requisadas por la Inquisición en el siglo XVIII cuyo título será Amores prohibidos. La palabra condenada en el México de los virreyes226. Se trata de una selección de textos -muchos de ellos versos censurados por el aparato eclesiástico-estatal novohispano a lo largo de todo el siglo XVIII y parte del XIX- paleografiados con el mayor cuidado, pero con la preocupación de hacerlos legibles para todos los que se inclinen hacia ellos, amén de introducirlos y explicarlos razonadamente para que sus peculiaridades, tanto filológicas como históricas o temáticas puedan ser entendidas. Presentaré aquí, un poco más adelante, unos cuantos ejemplos, como una especie de anticipo.

Dentro de la canción popular, de estos bailes, sones y versitos maliciosos que nos ocupan, mucha era la correspondencia temática intrínseca que mantenía la Nueva España con la inspiración metropolitana de la Vieja, pues aun en la intimidad del discurso popular de los novohispanos la lejana península era muchas veces fuente de inspiración para los textos más atrevidos o quizá hasta más punzantes.

Bien sabemos que muchos de los textos populares ya conocidos, tanto los tratados por González Casanova227 como por Gabriel Saldívar228, entre otros, venían de horizontes muy diversos dentro de lo que entonces aún podía llamarse el Imperio Español. Así, por ejemplo, el conocido son El Chuchumbé229   —153→   es de origen claramente cubano, y conlleva más de una rítmica y de un México oriundos de la esclavitud africana traída al Caribe. Algo parecido podría decirse de toda una larga lista de cantos o sones como los descritos y enumerados en un documento de 1796, que es una denuncia hecha por el clérigo y maestro de música José Mariano Paredes «Sobre los indecentes sones que se cantan en las misas que se llaman de Aguinaldo»230, como el Pan de Manteca, el Peregiles o el Mambrú, que, según advierte, fueron «inventados para aliciente de la sensualidad» (vol. 1312, exp. 17, fols. 149r-150v). De igual manera, en una testificación obtenida de Veracruz, hacia 1799, nos enteramos de que un testigo informó sobre el Sacamandú,

el qual siempre que lo ha visto bailar le ha parecido muy deshonesto, cada vez más, que dicen lo traxo un negro de La Havana, que estuvo forzado en el castillo de San Juan de Ulúa.


(vol. 1178, exp. 1, fols. 1r-40r)                


Asimismo, en la costa del sur -uno de los focos de contaminación hacia tierras del interior-, en 1819, nos encontramos con la airada información proporcionada por Juan José Simón de Haro que espeta con lujo de indignación la descripción de

ciertos bailes, los más escandalosos que pudo vomitar el infierno. Se conocen por los nombres del Sapo Gallinazo y Abuelo que son [...] mucho peores que el que se titulaba Jarabe Gatuno, prohivido por Vuestra Señoría Ylustrísima en años pasados con excomunión. Cuántas actitudes y movimientos se practican   —154→   en dichos bailes, dicen los que me han informado, son tantas lubricidades, que se ordenan a imitar a los brutos en el acto de su propagación. Los cantos con que se vailan son correlativos a ellos y uno y otro a inducir al pecado vergonzoso de la sensualidad231,


sin dejar de informar que la corrupción de costumbres «en toda la tierra caliente del sur ha sido especialmente escandalosa» sin que el celo ni los azotes de los párrocos sean suficientes «para separar las almas de tales precipicios» (fol. 89r).

En otros casos, el origen es bastante más lejano y nos llega de las entonces remotas posesiones españolas del Pacífico, es decir, las Islas Filipinas, traído por el Galeón de China que regularmente desembarcaba en el puerto de Acapulco no sólo porcelanas, lozas y sedas, sino palabras y cantos maliciosos de Manila. Convendría en un futuro próximo rastrear y ubicar todo este material para empezar a ver cuáles eran las vías de comunicación de la picardía erótico-burlesca por encima y, me atrevería a decir, por debajo de aquellas que transportaban mercancías.

Evidentemente, España no podía faltar en este panorama y en tal ambiente popular y dicharachero donde se seguía la aculturación instaurada desde principios de la evangelización -aunque de manera bien distinta a la que pudo haberse pensado en el XVI- en una suerte de transculturación fundamental, en una transfusión semántica bastante extraordinaria entre México y la distante Metrópoli.

Así, de entre los ejemplos más claros de esta correspondencia hispano-novohispana, entresaco una relación formada contra Antonio Ramonet, notario de alcabalas de un pueblo michoacano cercano a Santa Clara de los Cobres, como se le conocía entonces, a principios del siglo XIX, en 1809, en la que se le denuncia por haber sido «cómplice» del Bayle de las ánimas y por su peculiar modo de bailarlo, pues, para escándalo de los inquisidores era

desonestísimo [...] que a ciertas horas de la noche se hacía en una casa solitaria de Madrid, a que concurrían hombres muy disipados e igual número de mugeres prostituidas y todos baylaban desnudos enteramente, llevando músicos   —155→   ciegos para que éstos no pudiesen dar razón de su impúdico modo de danzar232.


lo cual le costó a nuestro personaje el casamiento con la hija del diezmero de Valladolid, ya que éste «ya no pensaba en ello», por haberse enterado de las andanzas y costumbres poco recomendables de su futuro yerno que, además, y para mayor escarnio, eran del dominio público.

También, retomo un testimonio de 1805 sobre el Viage del arriero, cantado por un andaluz de apellido Gutiérrez y que incluía varias proposiciones que se calificaron como «indecentes». Entre otras, la mención de un burro, que cargado de bulas, se las había comido, y, lleno de indulgencias, se había muerto. Por si esto fuera poco, camino a Sevilla el arriero se había encontrado unas posadas que parecían templos, pesebres que asemejaban altares y paja que era como hostias. Jesús al morir había inclinado la cabeza en esa dirección, «como enseñando que aquélla era Su tierra» (vol. 1362, exp. 14, fols. 125r y 129r)233.

No puedo dejar de incluir un texto más que, si bien no se ciñe estrictamente al género en cuestión, forma parte de este tejido textual del ambiente dieciochesco hispano-novohispano. En 1784, fue apresado Francisco de Laxe, peluquero «natural de San Pedro de Bordoneo, a dos leguas de Pontevedra, en el reyno de Galicia», por haber proferido proposiciones heréticas. La Inquisición, cual era su costumbre y en aras de sufragar los gastos en que incursionaba al «cuidar» de los reos, mandó incautar los bienes de ésta, su víctima en turno. El alguacil encargado de tales menesteres se topó con un cuaderno de versos -del cual nuestro barbero rápidamente negó la autoría. Recupero dos muestras que exhiben más beneficio que oficio:

  —156→  



Carta que escrivió el autor a un amigo suyo, dándole cuenta de lo que le sucedió una noche en una rexa


Esdrújulos

    Ya que mi numen poético
me ilumina algo venático,
quisiera amigo Don Líquido,
en este ocurrente cálamo,
explicarte no sofístico,  5
ni valerme de preámbulos,
un pasage que verídico es,
sin que cause escándalo.
   Si quieres saverlo léhelo,
y si te gustare trágalo,  10
con que empiezo sin estrépito
en este siguiente párrafo.
   Una noche un poco lóbrega
salí de mi casa enfático
a divertir melancólicos  15
humores bastante crásicos,
pues dentro del pecho un Etna
me abrasava, cuyos álitos
formavan así mirif...234
obgeto a la pena árbritro.  20
    Caminaba un poco tímido,
quando ohí un dulce cántico
que me dejó casi inmóbil
a lo menos, estático.
Aproximéme a lo dórico  25
de un alcázar lupánico,
donde la excelente música
—157→
fue de mis potencias rapto.
   En una reja madérica
hize venturoso tálamo,  30
escuchando celebérrimo
y viendo el cielo diáfano
de una dama, que ya en énfasis,
cantava lírico cálamo.
   Aquellos acentos líquidos,  35
aquel sonoroso cántico,
aquella hermosura sólida,
aquel estimable orgánico
fueron causa de que intrépido,
(eximiéndome de escándalo),  40
le dixera un poco místico
mil requiebros amoráticos.
   Me contestó, cuyas réplicas
me pusieron algo lánguido,
pues con palabras satíricas  45
me dixo que yo era pájaro.
Giraron muchos coloquios
[de] aquel amable tránsito,
viendo mi afecto lícito,
siendo de su veneplácito.  50
   [M]e intimó con su política
[que] viese a verla constántico;
me despedí. Algo lógico,
desamparé aquel ámbito,
considerando en la fémina  55
mi amor echizo rápido,
que fue causa verídica.
   E yo sin ser escolástico
escribiere poco crítico
aquestos versos erráticos.  60


(vol. 1253, exp. 3, hojas 13 y 14, entre los fols. 92bis v y 93r)                


  —158→  

Por último, no puedo dejar de mencionar un expediente -también de la primera década del siglo XIX- que abrieron los celosos inquisidores a propósito de la Colección de las mejores coplas, de seguidillas, tiranas y polos que se han compuesto para cantar a la guitarra, por Don Preciso, recogida por el Santo Oficio en 1808235. La obra, en dos «tomitos» escandaliza a los censores fray Fernando de San Cirilo y fray Mariano de la Santísima Trinidad y suscita su indignación cuando indican que

esta obrilla es una de las muchas que Sathanás instiga a sus ministros para que, difundiendo con ellas el veneno de la mala doctrina, perviertan las costumbres de los fieles [...] No admite duda que debe vedarse, pues su lección causará las más lamentables ruinas en las almas redimidas con la sangre preciosísima de nuestro adorable Redemptor, pues quasi todas sus canciones no tienen otro espíritu que el perversísimo de enseñar los zelos, los modos de expresar el amor mutuo, y por lo mismo de promover la obscenidad, hasta el sumo grado de provocar hasta la cópula consumada [...] Y es tan del todo dañosa su doctrina, que está comprehendida en la regla séptima por tratar y enseñar cosas de propósito lascivas y de amores, y por lo mismo dañosas a las buenas costumbres de la Yglesia Cristiana. Ygualmente clama contra esta detestable obrilla la regla décima, por no tener nombre propio de autor, pues se ha dado a la prensa, con el supuesto de Don Preciso, que es lo mismo que sin nombre de autor.


(fol. 70r-70v)                


Indican además que tendrían que copiar casi todas las canciones «para expresar la desmedida obscenidad que vierte este disoluto poeta» (loc. cit.) pero, para nuestra poca suerte, sólo trasladan algunas, de las que entresaco las siguientes:



    Con los ojos me explicas
tu amante llama
repara bien los míos
verás la paga:
y en los extremos
serán los ojos lenguas
para entendernos.
—159→

A 78    Si a otro quando me quieres
la mano le das
quando ya no me quieras
di ¿qué le darás?
Mas no lo digas
que yo estaba creyendo
que eras más fina.

A 105Amor antiguamente
fue trato honesto
y haora [sic] de tanto trato
se ha echo comercio:
y como en feria,
quien da más por la alaja
aquél la lleva.

A 105   Toda la noche velo
considerando
quándo serás tú mía
y yo tuyo quándo.

A 105   Yngrata que me engañas
bien lo conosco
pasas conmigo el tiempo
con otro el poso.

A 105   Ponte un alfilerito
en el pañuelo
que se te ven los naypes
y haces mal juego.

A 105   Dame niña la mano
que jugaremos,
porque tu amor sin licencia
todo es respeto.

A 105   Contra veneno triaca
agua fría quando hay sed,
para las sardinas vino
para el hombre, la muger.


  —160→  

Arguyendo que no es menos obsceno el segundo tomo, también incluyen otras:



43Quántas veces mi sueño
finge apariencias
de que estás [en] mis brazos
horas enteras:
y en despertando
sólo veo evidencia
de que he soñado.

87    Encima de tu puerta
pondré un letrero:
aquí se vende a todos
a menos precio:
bastante digo
que echar mi tiempo en valde
nunca he querido.


(fols. 70v-71v)                


Y, finalmente, se dan las razones por las que la obra debe ser requisada:

Desde que la libertad poética a pasado a libertinage, los poetas han savido [...] sus propios apetitos, siendo con ellos las deidades ideales de este mundo el vulgo crédulo a lo que lisongeava la pasión, llegó a santificar las acciones más impuras. Es, cosa ciertamente digna de extrañarse el ver que los poetas pretendan con empeño avivar por medio de una poesía lasciva los sentimientos impuros de una pasión que sin estos incentivos, ha podido causar en todos tiempos incendios, llamas y rruynas en las costumbres [...] Decimos que se deben prohibir por contener proposiciones falsas, malsonantes, escandalosas y ofensivas a los oídos piadosos y perniciosas a las costumbres.


(fol. 74r)                


No es difícil percatarse, dadas las muestras anteriores, de la riqueza y profusión de las múltiples manifestaciones de audacia liberadora que sin duda representan una especie de válvula de escape para dar salida a la palabra prohibida hecha literatura de la picardía, del bullicio y el alboroto en busca de libertad emancipadora. La naturaleza fundamental de la palabra era   —161→   y es de cambio y vida; la del Santo Oficio era la de pasividad y muerte del pensamiento, en su prohibición, en su inmovilización. Difícil contacto entre la imposición «civilizadora», la aculturación forzada y la autonomía buscada en este intercambio de distintos y opuestos, entre inercia e inquietud.