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Taibo I es autor, según Musacchio (ob. cit., p. 1965), de las siguientes novelas: Uno de los tres (1970), Pálidas banderas (1975), Fuga, hierro y fuego (1979) y Siempre Dolores (1984).

 

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Taibo I ha publicado, por ejemplo, Gloria y achaques del espectáculo en México, 1900-1929 (México, Ediciones Leega/Júcar, 1988) o Por el gusto de estar con ustedes (México, Instituto Nacional de Bellas Artes-Pangea, 1987), además de breviarios gastronómicos como el ya citado Breviario de la fabada, el Breviario del mole poblano o el Breviario del comer americano, los dos últimos citados por Musacchio (ob. cit., p. 1965).

 

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México, Alejandro Finisterre, editor, colección 0º0’0’’ (24 de febrero de 1967).

 

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Rafael Dieste, Teatro II, edición de Manuel Aznar Soler. Barcelona, Laia, 1981, pp. 167-182.

 

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México, Alejandro Finisterre, editor, colección 0º0’0’’ (24 de julio de 1967), p. 9. A partir de este momento, por razones de espacio, precisaré la referencia bibliográfica no a pie de página sino en el propio texto, con indicación entre corchetes de la abreviatura QA, dos puntos y la página o páginas correspondientes. Así, en este caso: [QA: 9].

 

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Paulino Masip, El hombre que hizo un milagro, «farsa en cuatro actos, el segundo dividido en tres cuadros» (México, Editorial Atlante, 1944). La película mexicana El barbero prodigioso se estrenó en 1941.

 

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«Pero... ¿qué puede hacer una persona que acaba de ver a un arcángel? Algo debe cambiar en su vida; no es posible que todo continúe igual; debo de encontrar un camino nuevo. Algo he de hacer. Yo no creía en Dios y ahora... (...) No es posible que algo tan importante me ocurra y que yo continúe como siempre, es necesario que alguien me ayude a transformar mi vida» (ob. cit., p. 37).

 

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«Yo iba a suicidarme por causa de un hombre, de un militar. Vivíamos juntos desde hace tres años; él me dijo que nos casaríamos. Pero, de pronto, cuando se anunció que la guerra era inminente cambió de parecer. Me dijo que se casaba con otra. Fue tan repentino, tan brutal. Entonces yo salí a la calle y en taxi llegué a la playa. Desde allí comencé a caminar...» (ob. cit., p. 36).

 

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«Dentro de unos minutos salgo para la frontera. Tengo ya un salvaconducto. Elegiré un lugar desierto para lanzar al arcángel. Creo que será cerca del gran río; allí está el núcleo principal de los dos ejércitos. Ustedes deben de escuchar la radio; acaso den alguna noticia. Si todo va bien estaré de vuelta en la madrugada» (ob. cit., p. 46).

 

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El Muchacho asegura que «nunca se aceptará que el arcángel es falso. Por el contrario, el Jefe encontró en el arcángel el aliado perfecto, al guía necesario. Incluso al heraldo de la publicidad, para una guerra que no era bien recibida por el pueblo y que, ahora, no es rechazada ni por el hombre más pacifista» (ob. cit., pp. 64-65).