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- LXIII -


A los que murieron en África con el rey don Sebastián


ArribaAbajo   Con triste voz ¡oh triste musa! suena
de estos excelsos héroes la memoria,
de quien recela el hado la victoria
y las mustias exequias mustia ordena.

   Porque puede cantar, si en tanta pena  5
da lugar el dolor, la ingrata historia,
es parte en tanto en honra suya y gloria
el jacinto, amaranto y azucena.

   Vos, no rendidas almas generosas,
con desigual asedio y dura suerte  10
en la ribera Libia, que el mar baña,

   al cielo id veneradas, id dichosas;
que no osará negar soberbia muerte
que sois eterna luz y prez de España.



- LXIV -


ArribaAbajo   De aquella ardiente luz y ardor luciente,
en quien los ojos abre el amor ciego,
centellas de suave y blando fuego
vuelan con alas de oro dulcemente.

   Unas llegan al orbe, a do presente  5
Venus, estrellas puras forma luego,
que le ornan más, errando en bello fuego,
que el Héspero hermoso al Occidente;

   Mas otras, descendiendo por mi suerte,
para darme valor al tierno pecho,  10
lo abrasan, condenado a eterna pena.

   Yo pido, por envidia de mi muerte,
que en este corazón, de amor deshecho,
todas pongan mi alegre luz serena.



- LXV -


ArribaAbajo   Suave Filomela, que tu llanto
descubres al sereno y limpio cielo,
si lamentaras tú mi desconsuelo,
o si alcanzara yo tu dulce canto,

   prometer a mi cuita osara tanto,  5
que esperara el dolor algún consuelo,
y que tal vez moviera tierno celo
los ojos cuya bella lumbre canto.

   Mas tú con puro acento y armonía
tu afrenta, y gimes bárbaros despojos,  10
yo, triste, mayor daño ausente lloro.

   Quiera Amor que tu voz la pena mía
resuene, o que yo alivie mis enojos
vuelto en ti, ruiseñor blando y canoro.



- LXVI -


ArribaAbajo   Volved, suaves ojos, la luz pura,
si a esto da lugar vuestra grandeza,
y templad mi dolor, que la dureza
no cabe en vuestra inmensa hermosura.

   La soberbia y desdén harán oscura  5
la mucha claridad de vuestra alteza,
y no es blasón de singular belleza
trocar en mal el bien de mi ventura.

   Después que Amor dejó, serenos ojos,
por vos el celeste orbe, el dulce puesto  10
mejoró alegre en vos, y honró la tierra.

   Mirad o no mi cuita y mis enojos
(¡tal es mi noble afán!), yo estoy dispuesto
para morir ufano en esta guerra.



- LXVII -


ArribaAbajo   El roto lazo había ya del muerto
fuego alegre del cuello sacudido:
mas fue en vano el reposo concedido,
y recreció mayor el desconcierto.

   Amor a vuestros ojos trajo cierto  5
el corazón, y en ellos defendido,
allí encendió su flecha, allí herido
vos entregué mi pecho, al hierro abierto.

   En la tibia ceniza resplandece
de vuestra dulce luz centella ardiente,  10
y su blando calor desata el frío.

   ¡Oh cuál venganza al justo rey se ofrece!
Porque ya vuestro ardor mi pecho siente,
y siente vuestro pecho el hielo mío.



- LXVIII -


ArribaAbajo   Amor, ¿para qué vale el sufrimiento
en su pecho enseñado a tanta gloria,
si es todo lo que guarda la memoria
causa de afán al alma, y de tormento?

   Porque no pierde triste el flaco aliento  5
quien perdió, y no en su culpa, la victoria,
y de su dulce bien la alegre historia
vio trocar en eterno sentimiento.

   ¿Por qué se esfuerza en vano mi esperanza,
y ajeno en luenga ausencia de mi suerte,  10
me sostiene en dolor y llanto fiero?

   Harto es al que padece en tal mudanza
poder honrar su vida con la muerte,
que lentamente llega al fin postrero.



- LXIX -


ArribaAbajo   La luz serena mía, el oro ardiente,
en mil cercos lucientes dividido,
y en dulce nieve y púrpura teñido,
casa, el color suave de la frente,

   canto, y como el ingrato Amor consiente,  5
ciego en su esplendor bello, estoy herido,
y oscurezco sus glorias ofendido
de tanto bien, con lira y voz doliente.

   Oso, y aunque el deseo me levante,
el peso es grande, y culpa mi osadía  10
quien amara el peligro de mi pena;

   mas el cielo cansó al soberbio Atlante,
y no es mayor su empresa que la mía,
pero si el vago error que me condena.



- LXX -


ArribaAbajo   Cuando el dolor desmaya al sufrimiento,
estoy de todo bien desamparado,
y sacudir del cuello quebrantado
pruebo el yugo inmortal de mi tormento;

   mas, viendo el oro terso suelto al viento,  5
o entre sortijas bellas enlazado,
vuelvo alegre de nuevo a mi cuidado;
¡tal dulce me es por él el mal que siento!

   Al ardiente crispar de dulces ojos
del tierno y puro amor hermosa llama,  10
descubro sin temor el pecho abierto.

   Mal puedo yo negarle mis despojos
si blanda enciende y áspera me inflama,
y con el mal y el bien me tiene incierto.



- LXXI -


ArribaAbajo   Ahora, que cubrió de blanco hielo
el oro la hermosa aurora mía,
blanco es el puro sol y blanco el día,
y blanco el color lúcido del cielo.

   Blancas todas tus viras, que recelo,  5
es blanco el arco y rayos de alegría,
Amor, con que me hieres a porfía;
blanco tu ardiente fuego y frío hielo.

   Mas, ¿qué puedo esperar de esta blancura,
pues tiene en blanca nieve el pecho tierno  10
contra mi fiera llama defendido?

   ¡Oh, beldad sin amor! ¡Oh, mi ventura!
Que abrasado en rigor de fuego eterno,
muero en un blanco hielo convertido.



- LXXII -


ArribaAbajo   Por estrecho camino, al sol abierto
de espinas y de abrojos mal sembrado,
al tardo paso muevo, y voy cansado
a do cierra la vuelta el mar incierto.

   Silencio triste habita este desierto,  5
y el mal que hay me importa ser callado;
cuando acaballo cuido, acrecentado
veo el sendero y veo el daño cierto.

   A un lado empina yerto inmensa cumbre
el monte hórrido, opuesto al alto cielo;  10
corta un despeñadero la otra parte.

   Crecer la sombra y anublar la lumbre
siento, y no hallo, solo en mi recelo,
a do pueda valerme alguna parte.



- LXXIII -


ArribaAbajo   Temiendo su valor, tu ardiente espada,
sublime Carlo, el bárbaro africano
y el espantoso a todos otomano
la altiva frente inclina quebrantada.

   Italia, en propia sangre sepultada,  5
el invencible, el áspero germano,
y del francés osado el pecho ufano
al yugo rinde la cerviz cansada.

   Alce España los arcos en memoria,
y en columnas a una y otra parte  10
despojos y coronas de victoria;

   que ya en tierra y en mar no queda parte
que no sea trofeo de tu gloria,
ni resta más honor al fiero Marte.



- LXXIV -


ArribaAbajo   Si algo puedo cuidar que vos ofenda,
muera en ausencia vuestra perseguido,
y en ciego engaño y confusión perdido,
a remediar mi daño nunca atienda;

   y jamás la esperanza me defienda  5
de ese injusto desdén y tibio olvido;
y cuando más me importe ser oído,
tarde la voz de mi dolor se entienda.

   Pero si no da entrada el pensamiento
a cosa que no sea vuestra gloria,  10
y de cuanto es ajeno se desvía,

   ¿por qué negáis, ingrata a mi tormento,
que se ufane mi mal con la memoria
de ser la causa vos, Estrella mía?



- LXXV -


ArribaAbajo   Cuando el fiero tirano de Oriente
la afrenta que sufrió con osadía
se aventura a pagar, y, España mía,
contrasta con valor su saña ardiente,

   amor se esfuerza en mi pasión doliente,  5
y finge, y me presta una alegría,
vana, para que sienta en mi porfía,
del bien cayendo, el mal más duramente.

   Yo cuido defenderme en mejor suerte,
y resistir sin miedo el duro asalto,  10
y descansar seguro en mi sosiego.

   Cuando importa mostrar el pecho fuerte,
me pierdo, y hallo de valor más falto
y rindo el corazón al hierro y fuego.



- LXVI -


ArribaAbajo   El sátiro que el fuego vio primero,
en su alegre esplendor embebecido,
llegó a tocar, y conoció, encendido
que era cuanto hermoso, ardiente y fiero.

   Yo, que la luz vi, mísero, en quien muero,  5
vuelto llama, engañado y ofrecido
a mi dolor, no en llanto convertido,
cuidé triste acabar, como ya espero.

   Belleza y claridad nunca antes vista
dieron principio al mal de mi deseo,  10
dura pena y afán a un duro pecho.

   Padezco el dulce engaño de la vista;
mas, pues me pierdo al fin con cuanto veo,
¿Cómo todo ceniza no estoy hecho?



- LXXVII -


ArribaAbajo   Alcé la vista acaso, descuidado
de mi futuro afán y cierta pena,
destejida del cuello la cadena,
que me trajo en mil males enredado;

   y queriendo mirar ¡ay duro hado!  5
el puro ardor de aquella Luz serena,
en quien amor me inflama y me condena
y con sus flechas vibra el arco armado,

   sus ojos en los míos se encontraron,
y con la fuerza de su fuego el pecho  10
sintió la aguda vira en las entrañas,

   que no livianamente me abrasaron,
y el golpe fiero descendió derecho
a mostrar en mi alma sus hazañas.



- LXXVIII -


ArribaAbajo   Eustacio, yo seguí al Amor tirano
esperando en su fe, por dolor mío;
que al intenso rigor y ardiente estío
prometido descanso busqué en vano.

   Veo, y se me desliza de la mano,  5
la ocasión, y aunque en este invierno frío
inundo en luengo llanto el hondo río,
siento crecer el mal más inhumano.

   Vos, a quien Febo dio la dulce lira
y la arte gloriosa de Melampo,  10
remediad la pasión de un vuestro amigo;

   que la poción de aquella que suspira
por su cruel belleza el frigio campo,
tal vez podrá tener valor conmigo.



- LXXIX -


ArribaAbajo   Duro el pecho, y fue grande el sufrimiento
que enceló la crudeza de esta llaga;
mas bien no sé, mezquino, ya que haga
en el dolor esquivo que consiento.

   Oso y fallece el ánimo al tormento,  5
de mi arrojado intento justa paga;
pero, aunque más la pena me deshaga,
acabará en silencio el sentimiento.

   Tan grave el golpe fue, que el fiero arquero
de las purpúreas alas quedó ufano  10
viéndome atravesado las entrañas.

   Temblé al furor que trajo y gemí; empero
después ¡oh simple yo! alabé la mano
ocasión de estas ásperas hazañas.



- LXXX -


ArribaAbajo   Aura mansa y templada de Occidente,
que con el tierno soplo y blando frío
halagas el ardor del pecho mío,
¿qué espíritu te mueve vehemente?

   Ni Euro espira ni Austro suena ardiente  5
en el furor más grave del estío,
y tú abrasas el verde prado y río
cual el suelo africano el sol caliente.

   Mas ¡ay! tú te encendiste en mi Luz bella,
y enemiga del bien de mi ventura,  10
abrasaste las ondas y las flores.

   Cesa aura, no me enciendas más, que en ella
ardo siempre y me abraso en llama pura;
¡ah! no añadas más fuego a mis ardores.



- LXXXI -


ArribaAbajo   Si deseáis que muera a vuestra mano,
¿por qué dais vida a un corazón abierto?
es crueldad vengar en cuerpo muerto,
culpa, si la hay, de un simple error liviano.

   Si con saña buscáis de Amor tirano  5
dolor eterno a un mísero desierto,
¿por qué hacéis ¡oh extraño desconcierto!
que mengue, y mi pasión fallezca en vano?

   Poco es esto si debo yo, Luz mía,
que mis entrañas corte el hierro y parta,  10
y me acabe el desdén que el mal me ha hecho.

   Más que mis esperanzas y alegría
rompa quien tanto bien, cruel, me aparta,
¿cómo sufre y no estalla un tierno pecho?



- LXXXII -


ArribaAbajo   Bello cerco y ondoso, que enlazado
en sutil vuelta y varia de ámbar pura
tenéis mi preso cuello, que aun procura
hallarse más revuelto y anudado;

   si el vigor de este fuego renovado  5
veo que abrasa ¡oh bien de mi ventura!
a aquella que me tiene, ingrata y dura,
ausente y de mí todo enajenado,

   no habrá en el suelo nuestro ni en el cielo
hebras lucientes de oro terso tales,  10
no de amor tan hermosa red y llama;

   ni aun en el cielo habrá, ni habrá en el suelo
despojos de cabello ilustre iguales,
honor o rica trenza de quien ama.



- LXXXIII -


ArribaAbajo   Trenzas que en la serena y limpia frente
de anillos de oro crespo coronadas
formáis lucientes vueltas y lazadas,
donde el mayor Vulcano espira ardiente,

   el Sol, o que aparezca en Oriente  5
con las puntas de llamas dilatadas,
o que las junte, de subir cansadas,
se rinde a vuestra luz resplandeciente.

   Vos, mis hermosos cercos, anudado
tenéis mi cuello, y nunca espero el día,  10
principio a libertad, fin a la pena.

   Porque alegre en el mal de mi cuidado,
de la prisión huir no pienso mía;
ni los lazos romper de esta cadena.



- LXXXIV -


ArribaAbajo   Aquí do lloro en ti, fiel desierto,
y aquejo con mi llanto el son del río,
vi la luz y belleza y amor mío
en la serena noche al cielo abierto.

   Esperé entonces vida, espero, muerto,  5
sepulcro ahora en este asiento frío,
y en el aliento último que envío,
perdón humilde haber de quien me ha muerto;

   porque a tanta grandeza y hermosura
fue mi error temerario, y justa pena  10
la muerte, aunque menor que mis tormentos.

   Mas nunca mi memoria será oscura;
que amor no siempre a olvido me condena,
pues muero osando grandes pensamientos.



- LXXXV -


ArribaAbajo   Alma, que ya en la luz del puro cielo
ardes de santo fuego, a quien suspira
tu ausencia, con suaves ojos mira
y alienta a levantar el flaco vuelo.

   Ceñida en torno tú de rojo velo,  5
la llama en mi lloroso pecho inspira,
porque sin odio, sin temor, sin ira
desprecié el vano amor y error del suelo.

   Lloré yo tu partida, amé tu gloria,
y en tu último dolor creció mi pena  10
para seguir contigo el mismo hado.

   Si la fe te renueva la memoria,
en esta sombra ven con faz serena
a consolar el corazón cuitado.



- LXXXVI -


ArribaAbajo   En esta selva hórrida y desierta,
que tiene en temor triste el viento airado,
contemplo, en mis desdichas obstinado,
mi peligroso estado y vida incierta.

   Hallo del impío amor la senda abierta,  5
que descubrió el principio a mi cuidado;
espacio luengo veo y no tratado,
salud siempre difícil, muerte cierta.

   No veo árbol ramoso ni desnudo
que no sea mi bella fiera, y siento  10
cuajárseme la sangre al pecho fría.

   ¡Dichoso quien su miedo venció, y pudo
contrastar su pasión! Mas el tormento
que sufro no se rinde a mi porfía.



- LXXXVII -


ArribaAbajo   Luces en quien su luz el sol renueva,
y Cupido su llama, y las estrellas,
con cuya claridad florecen bellas
con el nocturno horror, con alba nueva.

   ¿Qué pesar os destiñe osado y prueba  5
desmayar el vigor de esas centellas?
¿Por qué no descubrís con fuerza en ellas
de vuestro puro fuego alguna prueba?

   Así podrá con llanto, dulces ojos,
turbar vuestro esplendor oscuro velo,  10
cual nube rara al vivo ardor de Apolo.

   Después que al dolor dais estos despojos,
de luto cubre Amor su faz, y el cielo
confuso yace en triste sombra y solo.



- LXXXVIII -


ArribaAbajo   Quejoso ya del tiempo mal perdido,
las armas con que al dulce rey tirano
ofrecido seguí, esperando en vano,
pongo, de mis deseos ofendido.

   Basta en mi tierna edad haber crecido  5
Amor, que en mí cansó su diestra mano;
consejo me parece ya bien sano
desviarme del curso proseguido.

   Bien puedo, y tengo fuerzas y osadía,
y valgo a contrastar su gran dureza  10
y negar de mis males la victoria.

   Mas no sufre el cruel que en la alma mía
mi luz no me presente su belleza;
y así, me aflige y vence la memoria.



- LXXXIX -


ArribaAbajo   Suspiro y pruebo con la voz doliente
que en su dolor espire el alma mía,
crece el suspiro en vano y mi agonía,
y el mal renueva siempre su accidente.

   Estas peñas, do solo muero ausente,  5
rompe mi suspirar en noche y día
y no hiere, ¡oh dolor de mi porfía!
a quien estos suspiros no consiente.

   Suspirando no muero y no deshago
parte de mi pasión, mas vuelvo al llanto,  10
y, cesando las lágrimas, suspiro.

   Esfuerza Amor el suspirar que hago,
y como el cisne muere en dulce canto,
así acabo la vida en el suspiro.



- XC -


ArribaAbajo   El tiempo que se alarga, al mal extraño,
y me muestra mis pasos bien contados,
si término pusiese a mis cuidados
sería a mi esperanza desengaño.

   Que el oro, que me tiene en nuevo engaño  5
los ojos dulcemente regalados,
sin valor, a mis años mal gastados,
el remedio serían de su daño.

   Pero si en él se aumenta el dolor mío,
si el oro es, y las luces, inmortales,  10
y es eterno el valor y altivo intento,

   será de amor perpetuo el desvarío
y en las penas, que a todos son mortales,
renacerá contino mi tormento.



- XCI -


A Alfonso Ramírez de Arellano


ArribaAbajo   Sola y en alto mar, sin luz alguna,
con tempestad sañosa yace y viento
mi popa abierta, y no abre el negro asiento
del cielo la confusa incierta luna.

   Esperanza, Arellano, ya ninguna  5
procuro, ni se debe al pensamiento;
fallecen fuerza y arte, y triste siento
la muerte apresurárseme importuna.

   Pues el amor me olvida y cierra el puerto,
y veo en las reliquias de mi nave  10
que el ponto esparce y vuelve mis despojos,

   la veste y armas de este amante muerto
colgad, que restan del naufragio grave,
a la ara de mis bellos dulces ojos.



- XCII -


ArribaAbajo   En los lucientes nudos enlazado,
ufano yo sufría mi tormento,
y en llama dulce ardía y puro aliento,
cual ave Arabia, en ella renovado.

   Creía en tales lazos anudado  5
se escondía el cruel que el mal que siento
causa de su cadena, tan contento
cuan sin memoria alguna en mi cuidado.

   Cuando los ricos cercos relazaron
el oro terso, a la aura desparcido,  10
y quedé nuevamente asido en ellos,

   en los ramos que a suerte se enredaron
me abrasé, en vivo fuego convertido,
y amor se consumió en los bellos ojos.



- XCIII -


ArribaAbajo   Sombra y vano temor del pensamiento
mi alma en un confuso error condena,
y aparece, de horror medroso llena,
la sañosa aspereza que lamento.

   Desmaya en el silencio el sufrimiento,  5
y al ausencia ensandece más la pena;
crece y arde el desdén, y el miedo enfrena
las iras de un honrado sentimiento.

   Revuelvo en la inquieta fantasía
cosas que dan principio a mayor daño,  10
y no acierto el remedio en tal mudanza.

   ¿De qué sirve huir, si mi porfía
contrasta, asegurada de su engaño,
y abraza en el peligro a la esperanza?



- XCIV -


ArribaAbajo   ¿Podrá ser que este afán indigno acabe,
y que de mi debida gloria cobre
un bien pequeño, y en mi mal me sobre
razón con que tu nombre Amor, alabe?

   Gran bien te pido, pero en mi bien cabe;  5
mas cuando tu favor en mí más obre,
la esperanza se halla ya tan pobre,
que ni gozarlo puede ya, ni sabe.

   Si no valgo este bien, ¿a cuánto aguarda
tu crueldad, que su furor no harta  10
en lo que más me vale y me disculpa?

   O muerte o vida luego, que si tarda
cualquiera, y tu dudanza no se aparta,
será la dilación la mayor culpa.



- XCV -


A Fernando de Cangas


ArribaAbajo   Ardí, Fernando, en fuego claro y lento
muchos días dichoso, y si el turbado
reino de amor no tiene fiel estado,
entre los presos yo viví contento.

   Después, por dar la vela al blando viento,  5
cuando la luz del cielo se ha mostrado
de aquel estrecho nudo desatado,
esparcí con el pie la llama al viento;

   Mas la imagen de amor airada y fiera
siempre delante trae a mi enemiga,  10
tal. que estoy a la orilla del Leteo.

   Si muriendo pasare su ribera,
escríbase en mi mármol que huía
y que murió luchando mi deseo.



- XCVI -


ArribaAbajo   ¿Es este el fruto, Amor, que al fin recojo
del contino servicio de mis años?
¿Esta es la cierta fe de tus engaños?
¿De tus promesas este es el despojo?

   ¡Ay, que bien yo merezco el mal que escojo,  5
pues que cierro los ojos en mis daños,
y huyo de tus claros desengaños,
y contra mí tan sin razón me enojo!

   Porque no debe un noble entendimiento
tanto abatirse, que te de el imperio,  10
y de ti sólo penda su esperanza.

   Mas ¿qué si yo amo y sigo mi tormento,
y por la gloria abrazo el vituperio,
y estimo por firmeza la mudanza?



- XCVII -


ArribaAbajo   Aquel sagrado ardor que resplandece
en la belleza de la Aurora mía,
mi espíritu moviendo, al pecho envía
la pura imagen que en mi alma crece.

   En ella está fijada, y de allí ofrece  5
al pecho su valor en compañía,
y de sí misma efectos altos cría,
con que mi ingenio y nombre se engrandece.

   Vuelo tan alto, que con rayo fiero
o con ardiente sol fuera impedido  10
si no me diera aliento mi Luz pura;

   mas, ya que muero como siempre espero,
ni en mar seré ni en río sumergido;
que el mundo me será la sepultura.



- XCVIII -


ArribaAbajo   Temerario pintor, ¿por qué, di, en vano
te cansas en mostrar la hermosura
de la excelsa Heliodora, y la luz pura
y el semblante amoroso y soberano?

   Será trabajo el tuyo sobrehumano,  5
que no debe esperar lo que procura.
¿Mas cuando ofreció el cielo tal ventura
al rudo conseguir de mortal mano?

   Si tú, muy confiado en la grandeza
de toda la beldad, que espira en ella,  10
osares descubrir alguna parte,

   pinta la misma imagen de belleza,
y si puede imitar las luces de ella
habrás llegado a perfección de la arte.



- XCIX -


ArribaAbajo   Muestra de breve bien, que huye luego,
antes que la ocasión vuelva la frente,
fueron las que el Amor halló presente,
con que mi alma ardió en su eterno fuego;

   pero glorias de un niño solo y ciego,  5
que presto las deshace un accidente,
¿Cómo pueden valer a un pecho ausente,
que no sabe que es tiempo de sosiego?

   Alcé mis esperanzas sobre arena,
que el viento aparta y lleva sin concierto,  10
y no temo los golpes de mudanza;

   cayeron, y el amor, por mayor pena,
quedó en la saltas nubes descubierto,
con temor, y sin fuerza y confianza.



- C -


A Baltasar de Escobar


ArribaAbajo   Esas columnas y arcos, grande muestra
del antiguo valor, que admira el suelo,
olvidad, Escobar; moved el vuelo
a la insigne y dichosa patria vuestra;

   que no menos alegre acá se muestra  5
o menos favorable el claro cielo,
antes en dulce paz y sin recelo
vida suave y ocio y suerte diestra.

   No con menor grandeza y ufanía
que el generoso Treno al mar Tirreno,  10
Betis honra al Océano pujante;

   mas si oye vuestra lira y armonía,
no temerá vencer, de gloria lleno,
la corriente del Nilo resonante.



- CI -


ArribaAbajo   ¿Adónde me dejáis al fin perdido,
ingratas horas de mi bien pasado?
¿Por qué no lleváis todo mi cuidado,
y con favor tan corto mi sentido?

   Nunca volváis del puesto conocido  5
a amancillar el corazón cuitado;
torced antes el curso apresurado
a la oscura región del hondo olvido.

   Corred, huid con alas presurosas,
horas de mi dolor, y mi memoria  10
arrebatad, el vuelo acelerando.

   Si sois crueles tanto, envidiosas
por usurpar la sombra de mi gloria,
que a vosotras vais mismas acabando.



- CII -


ArribaAbajo   Quien la luz de belleza amando adora,
si quiere ver la vuestra, al sol dorado
y al lucero de Venus estimado
mire, y la claridad de blanca aurora;

   los rayos que esparciendo nuestra Flora,  5
de Diana el semblante venerado,
el valor, la grandeza, ingenio, estado
y cuánto el ser humano en sí atesora;

   que en ellos vuestra alteza y hermosura
verá, y la aurora y Flora y sol vencido,  10
y rendirse el lucero con Diana;

   Mas si hermosa, blanca la luz pura
volvéis, de casto amor dirá encendido,
que sois toda inmortal y soberana.



- CIII -


ArribaAbajo   Al mar desierto, en el profundo estrecho,
entre las duras rocas, con mi nave
desnuda, tras el canto soy suave,
que forzado me lleva a mi despecho.

   Temerario deseo, incauto pecho,  5
a quien rendí de mi poder la llave,
al peligro me entregan fiero y grave,
sin que pueda apartarme del mal hecho.

   Veo los huesos blanquear y siento
el triste son de la engañada gente  10
y crecer de las ondas el bramido.

   Huir no puedo ya mi perdimiento,
que no me da lugar el mal presente,
ni osar me vale en el temor perdido.



- CIV -


ArribaAbajo   Estoy pensando en mi dolor presente
y procuro remedio al mal instante,
pero soy en mi bien tan inconstante
que a cualquier ocasión vuelvo la frente.

   Cuando me aparto y pienso estar ausente,  5
de mi peligro estoy menos distante;
siempre voy con mis yerros adelante
sin que de tantos daños escarmiente.

   Noble vergüenza del valor perdido,
¿por qué no abrasas este frío pecho  10
y deshaces mi ciego desvarío?

   Si tú me sacas de este error de olvido,
podré decir en honra de este hecho
que sólo debo a ti poder ser mío.



- CV -


ArribaAbajo   Alegre, fértil, vario, fresco prado,
tú, monte y bosque de árboles hermoso,
el uno y otro siempre venturoso,
que de las bellas plantas fue tocado;

   Betis, con puras ondas ensalzado  5
y con ricas olivas abundoso,
¡cuánto eres más felice y glorioso
pues eres de mi Aglaya visitado!

   Siempre tendréis perpetua primavera
y del Elisio campo tiernas flores  10
si os viere el resplandor de la luz mía.

   Ni estéril hielo o soplo crudo os hiera,
antes Venus, las gracias, los amores
os miren y en vos reine la alegría.



- CVI -


ArribaAbajo   Tiéneme ya el dolor en tanto estrecho,
que el desmayado corazón doliente
ve el grave mal que más temió, presente,
y no cuida rendirse al triste hecho.

   Obstinada porfía esfuerza el pecho,  5
y vence endurecido este accidente;
honra es, y no es valor, quien no consiente
que el mal tejido nudo esté deshecho.

   Vos, que con generoso y alto vuelo
alzáis alegre el noble y dulce canto,  10
libre de este amoroso sentimiento,

   herid la lira, y dad algún consuelo
a mi pena y afán antes que el llanto
último ponga fin a mi tormento.



- CVII -


ArribaAbajo   Yo vi unos ojos bellos, que hirieron
con dulce flecha un corazón cuitado,
y que para encender nuevo cuidado
su fuerza toda contra mí pusieron.

   Yo vi que muchas veces prometieron  5
remedio al mal, que sufro no cansado,
y que cuando esperé vello acabado,
poco mis esperanzas me valieron.

   Yo veo que se esconden ya mis ojos
y crece mi dolor y llevo ausente  10
en el rendido pecho el golpe fiero.

   Yo veo ya perderse los despojos
y el caro premio de mi bien presente
y en ciego engaño de esperanza muero.



- CVIII -


ArribaAbajo   Llegado al fin de cierto desengaño,
¿qué debo hacer más en mi tormento,
sino mostrar el ciego entendimiento
el error de su curso, siempre extraño?

   Desespero, no temo ya algún daño,  5
huyo, osando en el mal mi perdimiento;
y aunque no gusto bien el bien que siento,
huelgo hallarme libre de mi engaño.

   Mas todo es vanidad, todo es braveza,
de estos mis pensamientos desvalidos,  10
que con cualquier favor harán mudanza.

   Mal excusar ya puedo mi flaqueza
si amor a mis mejores dos sentidos
promete viva lumbre de esperanza.



- CIX -


ArribaAbajo   Yo voy ¡oh bello sol de alma mía!
buscando el nuevo ardor del sol luciente,
porque desamparado el occidente,
vuestro esplendor no veo y mi alegría.

   Podré decir que voy en noche fría  5
por donde humano paso no se siente;
mas llévame el osado amor presente,
pensando que a nacerme torna el día.

   Encúbrense las luces que aparecen,
cuando en ellas humilde a vos me inclino,  10
y el oriente tardo se me aparta;

   que las muestras en Ispal resplandecen,
y la tersa corona de oro fino,
do procuro que el cuerpo a veros parta.



- CX -


ArribaAbajo   La falda y el tendido yerto lado
del abrasado Etna, a do suspira
del preso opreso, y con furor respira
el espantoso Encélado inflamado,

   con yerba y verdes árboles ornado  5
florece, y todo el fuego que con ira
resonando su cumbre excelsa expira,
no ofende al fresco sitio variado;

   mas el cruel incendio de mi pecho
consume, aunque pequeña, si aparece  10
la flor de la esperanza incierta mía.

   Ardo todo, y en fuego al fin deshecho,
me rehago en su llama, y siempre crece
con el ardor la fuerza y la porfía.



- CXI -


ArribaAbajo   La red, el hacha, la cadena, el dardo
que en el bello esplendor alegre veo
de mi luz, al Amor dieron trofeo,
y al fuego me llevaron en que ardo.

   Apresa tan veloz jamás el pardo  5
saltó como el cruel a mi deseo;
yo resistí en mi ofensa, y no deseo
ser ya contra sus fuerzas más gallardo.

   El orgullo, el desdén, el libre pecho
y ufanas esperanzas de victoria  10
son vergüenza del daño que consiento.

   Tan sujeto y sin gloria alguna y hecho
estoy, por mi dolor, en mi tormento,
que sólo reina el mal por mi memoria.



- CXII -


ArribaAbajo   Si Amor el generoso y dulce aliento
en mi rendido pecho ardiendo inspira,
yo ufano ensalzaré con noble lira
la hermosa ocasión de mi tormento.

   Aquel que en tierno y nuevo y alto acento  5
celebró el verde lauro en quien espira
Erato, y a quien sigue, honra y admira
de Italia bella el docto ayuntamiento,

   Oiría en le puro Elisio prado
entre felices almas la armonía  10
que llevaría deleitosa el aura,

   y diría, del canto arrebatado:
«O es esta la suave lira mía,
o Betis, cual mi Sorga, tiene a Laura».



- CXIII -


ArribaAbajo   Rojo sol, que con hacha luminosa
coloras el purpúreo y alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo
que iguale a mi serena luz dichosa?

   Aura suave, blanda y amorosa  5
que nos halagas con tu fresco vuelo
cuando el oro descubre y rico velo
mi luz, ¿trenza tocaste más hermosa?

   Luna, honor de la noche, ilustre coro
de los errantes astros y fijados,  10
¿consideraste tales dos estrellas?

   Sol puro, aura, luna, luces de oro,
¿oísteis mis dolores nunca usados?
¿Visteis luz más ingrata a mis querellas?



- CXIV -


ArribaAbajo   Hebras que Amor purpura con el oro,
de celestial ambrosía rociado
tanto mi gloria sois y mi cuidado
cuanto sois del amor mayor tesoro,

   luces que al estrellado y alto coro  5
prestáis el bello resplandor sagrado,
cuanto es Amor por vos más estimado
tanto humildemente os honro más y adoro.

   Purpúreas rosas. perlas de Oriente,
marfil terso y angélica armonía,  10
cuanto os contemplo tanto en vos me inflamo

   y cuanta pena el alma por vos siente
tanto es mayor valor y gloria mía,
y tanto os temo cuanto más os amo.



- CXV -


ArribaAbajo   El bello nombre quiere Amor que cante
de mi Luz, por do en propia o tierra ajena
nunca otro español pie imprimió la arena,
siguiendo Cintia y Delia a vuestro amante.

   Seré el primero osado que levante  5
la humilde voz do el Betis grande suena,
y que las flores coja a mano llena
del rico huerto nuestro y abundante.

   Vos, a quien de Cefiso, Eurota, Ismeno
las dulces ondas bañan, y del Tebro,  10
oíd mi canto y dad a Amor la gloria;

   porque admirando el esplendor sereno
de mi Luz, ni al Erídano ni al Ebro
pensaréis honorar con la victoria.



- CXVI -


ArribaAbajoAl puro ardor que vibran mis estrellas,
do Amor sus rayos templa en dulce fuego,
siente abierto mi pecho el daño luego,
apurando mi alma en sus centellas.

ArribaAbajoCrueles, aunque siempre luces bellas,
que no me sufren consentir sosiego;
y es el mal que herido y preso y ciego,
la pena es galardón que nace de ellas.

ArribaAbajoSi algún lugar me finca de esperanza,
es para padecer, y en dura suerte
nueva ocasión presente a mis enojos.

ArribaAbajoTal me tiene este ingrato en viva muerte,
que puedo ya decir sin confianza:
«Amor para mi error cerró los ojos».



- CXVII -


ArribaAbajo   Puede oponerse, osando, mi cuidado
con razón al rigor del amor fiero,
y de este afán en que penando muero
buscar tarde el remedio no hallado.

   Puede traer la culpa del pasado  5
error, y del presente y del que espero,
y darme a conocer que sigo y quiero
y amo mi perdición más obstinado.

   Y no podrá romper el nudo estrecho
ni aliviar la cerviz del grave peso;  10
que tal valor su vil temor no encierra.

   Sólo me muestra el mal al fin del hecho,
y aconseja que huya estando preso,
porque me haga el impío mayor guerra.



- CXVIII -


ArribaAbajo   ¡Oh cómo vuela en alto mi deseo,
sin que de su osadía el premio tema;
que ya las puntas de sus alas quema,
donde ningún remedio al triste veo!

   Que mal podrá alabarse del trofeo  5
si cae, estando ufano, en la suprema
parte del fuego, en esta banda extrema,
y acaba con su error y devaneo.

   Debía en mi fortuna ser ejemplo
Dédalo, no aquel joven atrevido  10
que honró el mar con la gloria de su nombre;

   mas ya tarde mis lástimas contemplo;
si porque osé ya muero al fin perdido,
jamás empresa igual osó algún hombre.
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