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Abril volante, viva
primavera,
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Al viento su esperanza y su
porfía,
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Alzad, Señor, vuestra
Sión divina
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Amante ruiseñor que das al
viento
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Aunque de Europa el robador
divino
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Bárbaro el Fénix a su
fin aplica
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Bruto feliz, venciste; ya se
inclina
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Cese ya de un engaño
repetido
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Cobrote el cielo en tu primer
mañana
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Como en estancia, que de
mármol fino
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Como enfermo que anhela en lecho
ardiente
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Crece el dolor y, en orden a su
aumento,
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Creció el infierno
aquí, Nilo violento
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Crédito fue de la
naturaleza
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Creyó el Jordán que
vez segunda oía
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Culpa, Celia, tu error y no tu
daño;
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Del ya postrero sueño en que
yacía
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Detén, Jáuregui
docto, el curso altivo
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Dio el agua procurada
sepultura
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Dos naufragios se oponen
igualmente
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Entonces vivo, porque muero,
cuando
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En vivas ondas de ofendida
grana
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Escrito en Roma está, yo lo
he notado
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Ese de la amistad indicio
raro,
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Ese reloj que mano soberana
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Esta partida imagen de la
vida,
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Este morir, esta postrera
suerte
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Este, que a voz en grito (¡o
Bulequino!)
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Felice yo, si de mis sueños
tiemplo
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Fénix divino que en mortal
oriente
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Filis, en cuyo amante muerte
fiera
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Gerardo, quien su engaño
repetido
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Grandes los ojos son, la vista
breve
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Habla, bulto animado, no tu
esquivo
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Hasta que mueres tú, joven
valiente,
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Hoy a tu brazo infiel, Hebreo
esquivo,
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Hoy, Fabio, te casaste con
Lisena,
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Hoy, Noroña, el sangriento
Rey de fieras
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Huésped, no yace
aquí, falta severo
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Huye del Sol, el Sol, y se
deshace
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Huye por minas de cristal y
grana
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¡Señor, que viera un
pedernal helado
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¿De qué seno
infernal, de cuyo seno
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¿Hasta cuándo esta
tinta, dime, Fabio,
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¿Qué engaños,
Celia, qué locuras mueve
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¿Qué importa al
Mongibelo estar nevado
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¿Qué son los celos?
El mayor tormento;
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¿Quién es, Gaspar
ilustre, el que fallece:
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Jacinta, aquel artífice
violento,
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La voz a Italia, cuando el eco a
España,
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Lloras, Filis, que el pueblo te
murmura
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Lloro, Filis, mas es sin
apariencia,
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Mendoza prodigioso, a quien la
fama
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Miré un laurel, cuyo
desdén sagrado,
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Noble ciudad, de reyes
coronada,
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No donde plumas de oro el Tajo
baña,
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No puede ser; y miente el
sentimiento,
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No se debió a la bala tu
caída
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Ocios son de un afán que yo
escribía
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Oh tú, que el polvo amado
mudamente
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Recoge el temerario lino
alado,
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Róguete, oh Lisi, que tu
edad florida
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Sabio Marqués, con quien
Apolo parte
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Sceva, después de la
postrera herida
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Señor, estoy de vos tan
alcanzado,
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Tu obstinado cadáver nos
advierte
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Un tirano formó de bronce
ardiente,
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Venciste, Filis. Ya en el pecho
mío
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Venganza fue de amor, flechada en
vano,
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Viendo España la
pérdida temprana
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Vivo de amor tan libre, y he
vivido,
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Vuestra carrera creo y la
imagino,
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Ya de puro dolor, dolor no
siento,
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Ya el polvo no es ruina, sino
aliento,
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Ya falta el sol, que quieto el mar y
el cielo
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Yo aquel que un tiempo con
semblante ledo
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Yo cantaré de amor tan
dulcemente