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Sonetos
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- I -
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Ardo, suspiro y vivo...
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- XIX -
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A un lienzo que le dio su dama
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- XXX -
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De Fileno a la que dio a besar sus manos
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- XXXII -
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A las que preguntaron como podía amar sin dar
muestras de ello
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¿A do miraste,
ojos desdichados,
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A Fileno vi estar
llorando un día
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A la sombra de un
mirto estaba un día
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A solas en un monte
trasportado
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Afuera el fuego, el
lazo, el hielo y flecha
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Águila caudal
que con gran vuelo
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Al tiempo que ya el
sol está templado,
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Alcida, ¿ves
perdida en la montaña
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Amor, yo juro por la
flecha de oro
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«Antes resuelva
el paso presuroso
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Aquel que de Dios
padre fue enviado,
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Ardo, suspiro y vivo
en triste llanto
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Debajo de un aliso
recostado
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«Deshechas
esperanzas, que algún día
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¿Do
estás, cuerpo mortal? -Alma, ¿qué
quieres?
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En un hermoso llano
estando un día
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Ha muerto una sonrisa
en mi ventana;
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Juntó
naturaleza dos borricos,
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No falta amor do no
falta firmeza
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No pudo el grave
mal, tan largo y fiero,
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Ora, sus, mi soneto,
ve en buen hora,
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Póngame Amor
en medio del contento
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Que amante fue de
amor tan regalado,
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Queda mi rostro de
temor turbado,
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Quiero contar,
Fileno, mi cuidado:
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Salió de un
bosque en rastro de un venado
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Se escribe de
Achilles el greciano,
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Señora
Alcida, no se entone tanto,
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Señora
Alcida, si de su Phileno
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Si en esta clara
ausencia he de olvidarte,
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Si lágrimas
pudiesen ablandarte
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Si rota el asta del
cruel tirano,
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Siendo albergue de
cuanto el santo cielo
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Siendo de vuestro
bien, ojos, ausentes,
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Tendido al pie de un
sauce en el arena,
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Tenéis,
señora Aldonza, tres treinta años,
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Tiernas, frescas,
suaves, dulces flores
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¿Ves la
imposibilidad de la fortuna,
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Vuelto Damón
el rostro al Occidente,
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-¿A
quién buscas, Amor? -Busco a Marfida.
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-¿Adónde vas, Amor? -Vengo
huyendo.
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-¿Qué
haces, hombre? -Estoime calentando.
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