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- C -

A la muerte de don Rodrigo de Silva y Mendoza, duque de Pastrana

   ¿Quién llora aquí? -Tres somos, quita el manto.

-La Muerte soy.- ¿La Muerte? ¿Pues tú lloras?

-Sí, qué corté sus fatales horas

a un César español término tanto.

   -¿Y tú robusto? -Marte soy. -¿Con llanto
5

el resplandor del claro arnés desdoras?

-Perdí por otras manos vencedoras

yo luz, España sol, Flandes espanto.

   -¿Y tú, niño, quién eres? -Antes era

Amor, pero murió mi nombre y llama,
10

muerto el más bello que la Fama escribe.

   -Muerte, Amor, Marte, no lloréis que muera

don Rodrigo de Silva, que la fama

de su valor eternamente vive.


- CI -

   Cayó la torre que en el viento hacían

mis altos pensamientos castigados,

que yacen por el suelo derribados

cuando con sus extremos competían.

   Atrevidos, al sol llegar querrían
5

y morir en sus rayos abrasados,

de cuya luz contentos y engañados

como la ciega mariposa ardían.

   ¡Oh siempre aborrecido desengaño,

amado al procurarte, odioso al verte,
10

que en lugar de sanar abres la herida!

   Pluguiera a Dios duraras, dulce engaño,

que si ha de dar un desengaño muerte,

mejor es un engaño que da vida.


- CII -

   Cuando el mejor planeta en el diluvio

templa de Etna y volcán la ardiente fragua,

y el mar pasado el límite desagua,

encarcelando al sol dorado y rubio;

   Cuando cuelgan del Cáucaso y Vesubio
5

mil cuerpos entre verdes ovas y agua,

cuando balas de nieve y rayos fragua,

y el Gange se juntó con el Danubio;

   cuando el tiempo perdió su mismo estilo

y el infierno pensó tener sosiego
10

y excedió sus pirámides el Nilo;

   cuando el mundo quedó turbado y ciego,

¿dónde estabas, Amor, cuál fue tu asilo,

que en tantas aguas se escapó tu fuego?


- CIII -

   Amor, mil años ha que me has jurado

pagarme aquella deuda en plazos breves;

mira que nunca pagas lo que debes,

que esto sólo no tienes de hombre honrado.

   Muchas veces, Amor, me has engañado
5

con firmas falsas y esperanzas leves;

a estelionatos con mi fe te atreves,

jurando darme lo que tienes dado.

   Hoy que llega mi vida al plazo estrecho,

si en palabras me tares y en engaños,
10

que te echaré en la cárcel no lo dudo.

   Mas, ¿cómo pagarás, Amor, si has hecho

pleito de acreedores por mil años

y, en buscando tu hacienda, estás desnudo?


- CIV -

De Absalón

   Suspenso está Absalón entre las ramas

que entretejen sus hojas y cabellos,

que los que tienen la soberbia en ellos

jamás espiran en bordadas camas.

   Cubre de nieve las hermosas llamas
5

al eclipsar de aquellos ojos bellos,

que así quebrantan los altivos cuellos

las ambiciones de mayores famas.

   ¿Qué es de la tierra que usurpar quisiste?

pues apenas la tocas de liviano,
10

bello Absalón, famoso ejemplo al suelo.

   Esperanza, ambición, cabellos diste,

al viento, al cielo, a la ocasión tan vano,

que te quedaste entre la tierra y cielo.


- CV -

   Ojos de mayor gracia y hermosura,

que han dado envidia al sol, color al cielo

si es al zafiro natural el hielo,

¿cómo encendéis con vuestra lumbre pura?

   ¿Por qué de la modesta compostura
5

con que os adorna de vergüenza un velo,

nace un deseo, que derriba al suelo

lo que el amor platónico procura?

   Miráis y no teméis, ojos traidores,

que con vuestros venenos fueran vanos
10

cuantos el miedo halló ni vio el profundo.

   Matáis de amor y no sabéis de amores,

seguros de veneno y más tiranos

que fue Nerón, pues abrasáis el mundo.


- CVI -

   La noche viene descorriendo el velo

bordado de las luces de Diana,

bese la bella Copa y Ariana

con la corona de que ilustra el cielo.

   Vense la hermosa Andrómeda y el vuelo
5

del alado Pegaso y la inhumana

espada de Orión, y con su hermana

Helice clara, tan notoria al suelo.

   Sólo faltan aquí mis luces bellas

que, si salieran no se viera alguna
10

de cuantas hace el resplandor de Apolo.

   Salid, que a vuestra luz, mis dos estrellas,

esconderase la envidiosa luna,

y gozaré mi bien secreto y solo.


- CVII -

   Cuando a las armas inclinó la mano

el capitán mejor, el más bienquisto,

que dio su nombre al polo de Calixto

desde el cabello juvenil al cano;

   cuando en defensa de Filipo Hispano
5

y para aumento de la ley de Cristo,

las regiones antárticas le han visto,

alta la espada y el pendón cristiano;

   celoso estaba de su pluma Apolo,

mas ya que desarmado la ejercita,
10

vuelto a su patria, es cisne dulce y solo.

   Ya que la soledad y el campo habita,

con su pluma enriquece nuestro polo,

olvida a César y a Virgilio imita.


- CVIII -

   Amor por ese sol divino jura,

siendo negro color vuestros despojos,

quizá por luto, más que por enojos,

de muchos que mató vuestra hermosura.

   Ojos, que un negro túmulo procura
5

al alma que de vos tuviere antojos;

tal fuera mi ventura, hermosos ojos,

que yo quiero tener negra ventura.

   Ojos, no me guardé, que por honrados,

mirándoos de color negro vestidos,
10

fuistes de mis sospechas estimados.

   Robásteme por eso los sentidos,

pero también quedastes engañados,

pues fuistes en el hurto conocidos.


- CIX -

   Con lágrimas escucha Masinisa

al grave Scipión, y ardiendo en saña

maldice la amistad hecha en España

y de Numidia los laureles pisa.

   Arde el amor, y la virtud remisa
5

no se resuelve a tan heroica hazaña

mas, cuando el justo honor le desengaña,

a Sofonisba de su muerte avisa.

   Un veneno le envía que formalle

pudiera bien del agua que lloraba;
10

no sé que corazón pudo bastalle.

   Pero, ¿cuál hizo más, el rey que amaba

en darle aquel veneno, o en tomalle

la que era reina y vino a ser su esclava?


- CX -

   Un instrumento mismo sonoroso

es en distintas manos diferente;

la espada en el cobarde o el valiente

hace efecto encogido o animoso.

   Labran dos joyas de un metal precioso,
5

éste famosa, aquél impertinente,

dos diversos artífices, y siente

el oro, sin sentir, que está quejoso.

   Honran una pintura o la difaman,

con las mismas colores acabada,
10

pinceles del discípulo o maestro.

   Yo soy con el amor, que todos aman,

instrumento, pintura, joya, espada,

más afinado porque soy más diestro.


- CXI -

A don Álvaro de Guzmán

   Tantas virtudes, honras, glorias, famas,

sólo se hallarán, Álvaro famoso,

en sangre de Guzmán, que el generoso

tronco produce siempre iguales ramas.

   Que muestre el sol al Austro ardientes llamas
5

es fuerza, está en la suya poderoso,

pero al Oriente es caso prodigioso;

tal es la luz con que al nacer te inflamas.

   En el mirar al sol claro y sereno,

para que de sus dudas se confirme,
10

es del águila el hijo conocido.

   Probándote a su sol, Guzmán el Bueno,

llamarte puede, viéndote tan firme,

corona y gloria de su excelso nido.


- CXII -

(De versos diferentes tomados de Ariosto, Camoes, Petrarca, Tasso, Horacio, Serafino y Garcilaso)

   Le donne, y cavalier, le arme, gli amori,

en dolces jogos, en placer contino,

fuggo per più non esser pellegrino,

ma su nel cielo infra e beati chori.

    Dulce et decorum est pro patria mori,
5

sforzame, amor, fortuna, il mio destino,

ni es mucho en tanto mal ser adivino,

seguendo l`ire, e giovenil furori.

    Satis beatus unicis Sabibis,

parlo in rime aspre, e di dolceza ignude
10

deste passado ben, que nunca fora.

   No hay bien que en mal no se convierta y mude,

nec prata canis albicant pruinis,

la vira fugge, e non se arresta un hora.


- CXIII -

   Desde que viene la rosada Aurora

hasta que el viejo Atlante esconde el día,

lloran mis ojos con igual porfía

su claro sol, que otras montañas dora.

   Y desde que del Caos, don de mora,
5

sale la noche perezosa y fría,

hasta que a Venus otra vez envía,

vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.

   Así que ni la noche me socorre

ni el día me sosiega y entretiene,
10

ni hallo medio en extremos tan extraños.

   Mi vida va volando, el tiempo corre,

y mientras mi esperanza con vos viene,

callando pasan los ligeros años.


- CXIV -

   Océano mar, que desde el frío Arturo

las antárticas márgenes combates,

así con vientos prósperos dilates

las ondas de tu campo crespo y puro,

   que a la Armada Católica seguro
5

una laguna de cristal retrates;

vuelve a don Félix que dejó su Acates

salvo a lo menos a su patrio muro.

   Y tú, que con la espada en el Piamonte,

Castilla, Portugal, Italia y Flandes,
10

Girón, que entre los rayos del sol vive;

   y con la pluma en el Castalio monte

has hecho hazañas de valor tan grandes,

sé César español, vence y escribe.


- CXV -

A Juan Bautista Labaña

   Maestro mío, ved si ha sido engaño

regular por amor el movimiento,

que hace en paralelos de su intento

el sol de Fili, discurriendo el año.

   Tomé su altura en este desengaño,
5

y en mi sospecha, que es cierto instrumento,

por coronas conté su pensamiento

y señalome el índice mi daño.

   O no son estos arcos bien descritos,

(digo estos ojos) o este limbo indicio,
10

que a aquella antigua oscuridad me torno,

   o yo no observo bien vuestros escritos,

que si hace Fili en Géminis solsticio,

no escapa mi Cenit de Capricornio.


- CXVI -

   Codro, el temor con la piedad venciendo,

el tronco helado de Pompeyo espera,

que, impelido del mar, a la ribera

sacó en los brazos y lloró diciendo:

   -No está soberbio túmulo pidiendo
5

el gran Pompeyo aquí, Fortuna fiera,

ni que en la llama funeral postrera

suba aroma oriental el sol cubriendo.

   No pide el hombre a su familia y gente.

Sepultura común y honor plebeyo
10

sin fuego y triunfo a sus desdichas basta.

   Ya basta, dioses, que, del cuerpo ausente,

no cubra las heridas de Pompeyo

el tierno llanto de Cornelia casta.


- CXVII -

   Rompa con dulces números el canto

de alguno al son de la confusa guerra,

entre el rumor del escuadrón que cierra

el silencio a la voz y a Juno el manto.

   Cante las armas de Fernando Santo,
5

o el de Aragón en la nevada sierra,

del Duque Albano en la flamenca tierra,

y del hijo de Carlos en Lepanto.

   Otro cante a Cortés, que por España

levanta las banderas sobre el polo,
10

que cuando nace el sol de sombras baña.

   Que yo, Lucinda, si me ayuda Apolo,

aunque vencerme tú fue humilde hazaña,

nací para cantar tu nombre solo.


- CXVIII -

De Elisa Dido

   Yo soy la casta Dido celebrada,

y no la que Virgilio infama en vano,

porque jamás me vio Eneas Troyano,

ni a Libia descendió su Teucra armada.

   No fue lascivo amor, fue casta espada
5

la que me hirió por Jarbas el tirano;

viví y matéme con mi propia mano,

mis muros levantados, y vengada.

   Pues yo viví sin ofender las glorias

de mi fama y hazañas, ¿por qué inflamas
10

mi castidad, Virgilio, en versos tales?

   Pero creed los que leéis historias

que no es mucho disfame humanas famas

quien se atreve a los dioses celestiales.


- CXIX -

   ¡Ay dulce puerta en cuyo mármol cargas,

dueño cruel, las armas homicidas,

empresa y sepultura de las vidas,

que para fin tan miserable alargas!

   ¡Ay piedras que a mis lágrimas amargas,
5

con ser piedras, estáis enternecidas,

en quien son y serán entretenidas

de mi corto vivir las horas largas!

   Yo os adoro y respeto por aquélla,

cuy retrato sois, porque sin duda
10

alguna alma de piedra vive en ella,

   tan dura, helada y de calor desnuda,

para dar a mi llanto una centella

que sólo os diferencia en que se muda.


- CXX -

A don Juan de Arguijo, viendo un Adonis, Venus y Cupido de mármol

   Quien dice que fue Adonis convertido

en flor de lirio y venus en estrella,

no vio, señor don Juan, la imagen bella

que a España habéis de Génova traído.

   Transformación, que no escultura, ha sido,
5

y porque no quedó beldad sin ella

ni amor sin él, a las espaldas de ella

también en piedra se mudó Cupido.

   Los mismos son, que no pudiera el arte

vencer al cielo en perfección tan rara;
10

testigo son las piedras de Anaxarte.

   Y si todas a sí las transformara,

yo os diera un mármol tan divino en parte

que el olvidado amor resucitara.


- CXXI -

A la Venus de mármol

   Con inmortal valor y gentileza,

mármol hermoso, para siempre quedes,

pues quiere amor que de mi prenda heredes

la gracia, la blancura y la dureza.

   Que al fin, si te excedió naturaleza
5

en dar alma a sus cuerpos, tú la excedes

en que sin almas nuestras almas puedes

mover con arte y con mayor belleza.

   Lleva del tiempo y de la muerte palma,

del límite mortal milagro indigno,
10

pues no podrán sin alma deshacerte.

   No sienta quien te ve que estás sin alma,

porque tan bello cuerpo no era digno

de estar sujeto al tiempo ni a la muerte.


- CXXII -

A la muerte de Agustín de Carpio

   Este sepulcro lagrimoso encierra

un viejo en seso, aunque mancebo en años,

que por desengañar nuestros engaños,

el alma a Dios, el cuerpo dio a la tierra.

   Su virtud, que del mundo se destierra,
5

ejemplo a propios y dolor a extraños,

dejó a sus padres miserables daños;

tanto del mundo la esperanza yerra.

   Fue su nombre Agustín, su ingenio raro

y, como prenda que era ya del cielo,
10

fue milagroso en todo su discurso.

   Pasó su resplandor como el sol claro,

de las estrellas imitando el vuelo

que alumbran más para acabar el curso.


- CXXIII -1

   Cayó la Troya de mi alma en tierra,

abrasada de aquella griega hermosa,

que por prenda de Venus amorosa

Juno me abrasa, Palas me destierra.

   Mas como las reliquias dentro encierra
5

de la soberbia máquina famosa,

la llama en las cenizas victoriosa

renueva el fuego y la pasada guerra.

   Tuvieron y tendrán inmortal vida

prendas que el alma en su firmeza apoya,
10

aunque muera el troyano y venza el griego.

   Mas, ¡ay de mí!, que con estar perdida,

aun no puedo decir: aquí fue Troya,

siendo el alma inmortal y eterno el fuego.


- CXXIV -

   Blancos y verdes álamos, un día

vi yo a Lucinda a vuestros pies sentada,

dándole en flores su ribera helada

el censo que a los suyos le debía.

   Aquí pedazos de cristal corría
5

esta parlera fuente despeñada,

y la voz de Narciso enamorada,

cuanto ella murmuraba, repetía.

   Aquí le hurtaba el viento mil suspiros,

hasta que vine yo, que los detuve
10

porque era el blanco de sus dulces tiros.

   Aquí tan loco de mirarla estuve

que, de niñas sirviendo a sus zafiros,

dentro del sol sin abrasarme anduve.


- CXXV -

A una sangría de una dama

   Mano amorosa a quien amor solía

dar el arco y las flechas de su fuego,

porque como era niño, y al fin ciego,

matases tú mejor lo que él no vía.

   El cielo ha sido autor de tu sangría
5

para poner a tu crueldad sosiego,

haciendo su milagro con mi ruego

nacer corales entre nieve fría.

   Vierte esa fuente de rubíes puros,

¡oh peña de cristal! con blanda herida,
10

¿pero cómo podrán al hierro impío

   mis tiernos ojos asistir tan duros,

pues vengándome a costa de mi vida,

la sangre es tuya y el dolor es mío?


- CXXVI -

   Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso.

   No hallar fuera del bien centro y reposo,
5

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso.

   Huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,
10

olvidar el provecho, amar el daño.

   Creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño,

esto es amor, quien lo probó lo sabe.


- CXXVII -

   Con una risa entre los ojos bellos

bastante a serenar los accidente

de los cuatro elementos diferentes,

cuando muestra el amor del alma en ellos;

   con dulce lengua y labios, que por ellos
5

muestran los blancos y menudos dientes,

con palabras tan graves y prudentes,

que es gloria oírlas, si es descanso vellos;

   con vivo ingenio y tono regalado,

con clara voz y pocas veces mucha,
10

con poco afecto y con serena calma;

   con un descuido en el mayor cuidado

habla Lucinda. ¡Triste del que escucha

pues no le puede responder con alma!


- CXXVIII -

A don Francisco de Quevedo

   Vos, de Pisuerga nuevamente Anfriso,

vivís, claro Francisco, las riberas,

las plantas atrayendo, que ligeras

huyeron de él, con vuestro dulce aviso.

   Yo triste en vez de Dafne a Cipariso
5

tuerzo en la frente, y playas extranjeras

a vista de las ánglicas banderas

donde Carlos tomó su empresa, piso.

   Vos coronado de la excelsa planta

por quien suspira el sol, no veis, Francisco,
10

si canta la Sirena o Circe encanta.

   Y yo sin mí y sin vos atado a un risco,

no habiendo hurtado al sol la llama santa,

sustento de mi sangre un basilisco.


- CXXIX -

   A las ardientes puertas de diamante,

coronado del árbol de Peneo,

mostraba en dulce voz llorando Orfeo

que allí puede llorar un tierno amante.

   Suspendidas las furias de Atamante
5

y parado a sus lágrimas Leteo,

en carne, que no en sombra, su deseo,

vio su querida Eurídice delante.

   ¡Oh dulces prendas de perder tan caras!

tú, Salicio, ¿qué dices?, ¿amas tanto,
10

que por la tuya a suspender barajas

   los tormentos del reino del espanto?

Paréceme que dices que cantaras

que el doblaran la prisión y el llanto.


- CXXX -

A Melchor Prado

   ¡Ay cuántas horas de contento llenas

pensé tener, oh alegre prado mío!

mas, ¡quién se gobernó por desvarío

que las gozase de menguante ajenas?

   Nazcan en vos claveles y azucenas
5

al seco fin del sagitario frío,

pues que pasaste del olvido el río,

volviendo en gloria un Ángel vuestras penas.

   Que estén tan juntos una vega y prado,

yo en nieve y vos en flor, ¿a quién no ofende?
10

¡oh qué distinto, aunque es un propio estado!

   ¿Mas qué milagro, si su margen tiende

de aquellos pies angélicos pisado,

y que me hiele a mí quien no me enciende?


- CXXXI -

El duque de Béjar

   En tanto que deshace el claro Apolo

de la sierra de Béjar la alta cumbre,

y por Gibraleón su menor lumbre

pasa por nuestro mar al otro polo;

   y mientras sobre el oro de Pactolo
5

su líquido cristal Tormes encubre,

y de Atlante la excelsa pesadumbre

oprime el hombro, que sustenta solo:

   con mil despojos, armas y laureles,

después que otro Virgilio Eneidas cante
10

del gran Sotomayor de Benalcázar,

   con nuevo timbre y nuevos coroneles

vuestro nombre con letras de diamante

pondrá la fama en su dorado alcázar.


- CXXXII -

   Al viento se encomienda, al mar se entrega,

conjura un áspid, ablandar procura

con tiernos ruegos una peña dura,

o las rocas del mar donde navega;

   pide seguridad a la fe griega,
5

consejo al loco y al enfermo cura,

verdad al juego, sol en noche oscura,

y fruta al polo donde el sol no llega;

   que juzgue de colores pide al ciego,

desnudo y solo al salteador se atreve,
10

licor precioso de las piedras saca;

   fuego busca en el mar, agua en el fuego,

en Libia flor, en Etiopía nieve,

quien pone su esperanza en mujer flaca.


- CXXXIII -

   Yo no quiero más bien que sólo amaros,

ni más vida, Lucinda, que ofreceros

la que me dais cuando merezco veros,

ni ver más luz que vuestros ojos claros.

   Para vivir me basta desearos,
5

para ser venturoso conoceros,

para admirar el mundo engrandeceros

y para ser Eróstrato abrasaros.

   La pluma y lengua respondiendo a coros,

quieren al cielo espléndido subiros,
10

donde están los espíritus más puros;

   que entre tales riquezas y tesoros

mis lágrimas, mis versos, mis suspiros

de olvido y tiempo vivirán seguros.


- CXXXIV -

Los inventores de las cosas

   Halló Baco la parra provechosa,

Ceres el trigo, Glauco el hierro duro,

los de Lidia el dinero mal seguro,

Casio la estatua en ocasión famosa,

   Apis la medicina provechosa,
5

Marte las armas y Nemrot el muro,

Scitia el cristal, Galacia el ámbar puro,

y Polignoto la pintura hermosa.

   Triunfos Libero, anillos Prometeo,

Alejandro papel, llaves Teodoro,
10

Radamanto la ley, Roma el gobierno,

   Palas vestidos, carros Ericteo,

la plata halló Mercurio, Cadmo el oro,

Amor el fuego y celos el infierno.


- CXXXV -

   Cuando digo a Lucinda que me mata

y que me hiela y juntamente enciende,

libre responde que mi mal no entiende,

como quien ya de no pagarme trata.

   ¡Ay de mi amor satisfacción ingrata!
5

pues lo que un monte, un árbol comprende,

niega Lucinda, que mi mal pretende,

y la esperanza de mi bien dilata.

   Montes que de mi mal testigos fuistes,

piedras donde lloré corrientes ríos,
10

que con mis tiernas lágrimas crecistes:

   decidle mis confusos desvaríos,

declaradle mi mal, paredes tristes,

pues alma os dieron los suspiros míos.


- CXXXVI -

   Probemos esta vez el sufrimiento,

tantas veces rendido a la fortuna;

quizá podrá de tantas veces una

resistir a la fuerza del tormento.

   Y vos, rebelde y dulce pensamiento
5

que aun tiempo os engendraste con la luna,

¿de qué sirve tener firmeza alguna,

pues la mayor del mundo imita al viento?

   Salid del alma, confianza vana,

esperanza fundada en apariencias,
10

si os falta calidad, ¿qué importa el nombre?

   Quien hoy pasare, pasará mañana:

si enojada Lucinda sufre ausencias,

¿qué más vergüenza que rendirse un hombre?


- CXXXVII -

A la noche

   Noche, fabricadora de embelecos,

loca, imaginativa, quimerista,

que muestras al que en ti su bien conquista

los montes llanos y los mares secos;

   habitadora de cerebros huecos,
5

mecánica, filósofa, alquimista,

encubridora vil, lince sin vista,

espantadiza de tus mismos ecos.

   La sombra, el miedo, el mal se te atribuya,

solícita, poeta, enferma, fría,
10

manos del bravo y pies del fugitivo.

   Que vele o duerma, media vida es tuya;

si velo, te lo pago con el día,

y si duermo, no siento lo que vivo.


- CXXXVIII -

   Inmenso monte, cuya blanca nieve

te muestra antes de tiempo encanecido,

en ti quiero vivir, por ver si ha sido

fuego este amor, pues acabar se debe.

   Pero si está en el alma, aunque más pruebe
5

hacer de nieve a su memoria olvido,

será trabajo eterno del sentido

y de mi largo error engaño breve.

   Nieve por nieve al fin, puerto por puerto,

blancura y condición, Lucinda helada,
10

a mi fuego darán remedio cierto.

   ¿Oh duro puerto una mujer airada!

pero pásele yo quedando muerto,

que a quien cansa el vivir, la muerte agrada.


- CXXXIX -

De Venus y Palas

   La clara luz en las estrellas puesta

del fogoso León por alta parte

bañaba el sol, cuando Acidalia y Marte

en Chipre estaban una ardiente siesta.

   La diosa por hacerle gusto y fiesta
5

la túnica y el velo deja aparte,

sus armas toma y de la selva parte,

del yelmo y plumas y el arnés compuesta.

   Pasó por Grecia, y Palas viola en Tebas

y díjole: -Esta vez tendrá mi espada
10

mejores filos en tu blanco acero.

   Venus le respondió: -Cuando te atrevas

verás cuanto mejor te vence armada

la que desnuda te venció primero.


- CXL -

   Estas postreras lágrimas te ofrezco,

ídolo de metal, imagen dura,

por diezmo de mis penas y locura,

si recibirlas tu piedad merezco.

   Con este don tus aras enriquezco
5

de la cosecha de mi desventura,

que en sacrificio de mi sangre pura,

como en el falso dios, indio parezco.

   Responde como Oráculo, enemiga,

pues eres piedra, y diosa, y adorada,
10

¿dime si es bien que esta jornada siga?

   Mas, ¿que responderás estando airada,

si fuiste cuando más, mi dulce amiga,

alma de fuego en una piedra helada?


- CXLI -

   Amor, no pienses que te pintan tierno,

porque lo mismo que pareces eres,

ni así desnudo, porque ardiendo mueres,

que no hay Scitia cruel como tu invierno.

   Tu pecho es roble, tu interés eterno,
5

loco tu ardor, prestados tus placeres;

fingida y breve gloria, cuando quieres;

cuando aborreces, verdadero infierno.

   Si dios, siendo tan malo, te llamaron,

no ha sido porque tú lo merecieses,
10

mas porque tantos necios te adoraron.

   Y viendo que era fuerza que debieses

a cuantos tus haciendas te fiaron,

las alas te pusieron porque huyeses.


- CXLII -

A Madrid al partir hacia el destierro en Valencia

   Hermosa Babilonia, en que he nacido

para fábula tuya tantos años,

sepultura de propios y de extraños,

centro apacible, dulce y patrio nido;

   cárcel de la razón y del sentido,
5

escuela de lisonjas y de engaños,

campo de Alarbes con diversos paños,

Elisio entre las aguas del olvido;

   cueva de la ignorancia y de la ira,

de la murmuración y de la injuria,
10

donde es la lengua espada de la ira;

   a lavarme de ti me parto al Turia,

que reír el loco lo que el sabio admira,

mi ofendida paciencia vuelve en furia.


- CXLIII -

   Si al espejo Lucinda para agravios

de amor y el mundo, armarte solicitas

de veneno y color, con que marchitas

tanto jazmín y rosa en frente y labios;

   si ves los ojos con que a tantos sabios
5

a idolatrar como Idumea incitas,

y aquellas niñas con que vidas quitas

a mil Torcuatos, Césares y Fabios;

   pues a ellas y a mí vivo y perfeto

en ellas viste, cuando en ti me vía,
10

teniéndote el cristal, del rostro objeto;

   mírate en él con mi memoria un día,

que si el imaginar produce efeto,

ausente podrás ver la imagen mía.


- CXLIV -

En Toledo a Francisco de Ribera, al marqués de Malpica

   Mientras el Austro rompe el pardo lino

y Scila suele dar voces dispares,

juntando al cielo los distintos mares,

es Bóreas santo y Júpiter divino.

   No llora, antes se alegra el peregrino
5

sobre la lumbre de los patrios lares;

no llanto, plata ofrece a los altares

el que del indio Gange a Cádiz vino.

   Gracias a Dios que la paloma escucho,

pues de oliva tu frente coronada,
10

podrás poner en paz tus elementos.

   Reales esperanzas tardan mucho,

de la virtud al premio hay gran jornada.

Mejor es no llevar merecimientos.


- CXLVI -

   Lucinda, el alma, pluma y lengua mía

en vuestras alabanzas ocupara

si en mil comparaciones una hallara

para satisfacción de su porfía.

   Ni el lucero, el alba, el sol, el día,
5

la perla, el oro ni el diamante para,

que desde el cielo hasta la fénix rara

mil veces discurrió con osadía.

   Con esto el pensamiento ya vencido,

no hallando igual con vos, compara aquélla
10

que de vos en mi pecho amor estampa.

   Ríndese la razón, calla el sentido,

y vos, porque confieso que es tan bella,

celos tenéis de vuestra misma estampa.


- CXLVII -

A la muerte de don Juan de Ulloa, conde de Villalonso

   Don Juan, el hilo de oro de tu intento

que por el laberinto de esta vida

llevaba el alma a la esperanza asida,

cortole el tiempo y esparciole el viento.

   Al alto vuelo estaba el mundo atento
5

cuando la general fiera homicida,

de envidia armada, de traición vestida,

precipitó del sol tu pensamiento.

   Ahora ¿quién habrá que el llanto enfrene

al Duero y a mis ojos, que a su vega
10

y a mí de dueño eternamente priva?

   Conde, quien va subiendo, como tiene

un pie en vacío, si la muerte llega,

¡ay Dios! qué fácilmente le derriba.


- CXLVIII -

   Suspenso aquel divino movimiento

del sol de sus estrellas celestiales,

encendida la nieve en dos corales,

al pie de un lauro, haciendo son el viento,

   durmió Lucinda, y el Amor atento
5

a la causa amorosa de mis males,

dijo, alzando la voz, palabras tales

que parece que hurtó mi pensamiento:

   -Venus, hermosa y dulce madre mía,

con Psiques andarás de nuevo en puntos;
10

ésta es cárcel de amor, ya tengo dueño.

   Oyó Lucinda lo que Amor decía,

y abrazando al rapaz, durmieron juntos

para quitarme eternamente el sueño.


- CXLIX -

   Cadenas desherradas, eslabones,

tablas rotas del mar en sus riberas,

tronchadas astas de alabardas fieras,

reventados mosquetes y cañones;

   ruinas de batidos torreones
5

a cuya vista forma blancas eras

el labrador, jirones de banderas,

abollados sangrientos morriones;

   jarcias, grillos, reliquias de estandartes,

cárcel, mar, guerra, Argel, campaña y vientos
10

muestran en tierra o templos suspendidos.

   Y así mis versos en diversas partes

mi amor cautivo, el mar de mis tormentos

y la guerra mortal de mis sentidos.


- CL -

   Rota barquilla mía que, arrojada

de tanta envidia y amistad fingida,

de mi paciencia por el mar regida

con remos de mi pluma y de mi espada,

   una sin corte y otra mal cortada,
5

conservaste las fuerzas de la vida

entre los puertos del favor rompida

y entre las esperanzas quebrantada:

   sigue tu estrella en tantos desengaños,

que quien no los creyó sin duda es loco,
10

ni hay enemigo vil, ni amigo cierto.

   Pues has pasado los mejores años,

ya para lo que queda, pues es poco,

ni temas a la mar ni esperes puerto.


- CLI -

Al contador Gaspar de Barrionuevo, en la enfermedad de su amante, Micaela de Luján

   Gaspar, si enferma está mi bien, decilde

que yo tengo de amor el alma enferma

y en esta soledad desierta y yerma

lo que sabéis que paso persuadilde.

   Y para que el rigor temple advertilde
5

que el médico también tal vez enferma,

y que segura de mi ausencia duerma,

que soy leal, cuanto presente humilde.

   Y advertidle también, si el mal porfía,

que trueque mi salud y su accidente,
10

que la que tengo, el alma se la envía.

   Decidle que del trueque se contente:

¿mas para qué le ofrezco salud mía,

que no tiene salud quien está ausente?


- CLII -

A una dama que hilaba

   Hermosa Parca, blandamente fiera,

dueña del hilo de mi cortada vida,

en cuya bella mano vive asida

la rueca de oro y la mortal tijera;

   hiladora famosa a quien pudiera
5

rendirse Palas y quedar vencida,

de cuya tela, Amor, de oro tejida,

si no fuera desnudo, se vistiera:

   déte su lana el Vellocino de oro,

Amor su flecha para el huso, y luego
10

mi vida el hilo, que tu mano tuerza.

   Que a ser Hércules yo, tanto te adoro

que rindiera a tu rueca atado y ciego

la espada, las hazañas y la fuerza.


- CLIII -

   Si la más dura encina que ha nacido

del corazón de la Morena Sierra

o el Alpe en su nevada cumbre encierra,

fiero desdén, te hubiera producido;

   si tu primer sustento hubiera sido
5

leche de tigres en la Hircana tierra,

si engendrado te hubieran en la guerra,

entre sus voces, armas y ruido,

   no fuera más esquiva y desdeñosa;

mas si mirando airada me das muerte,
10

vida me das, mirándome amorosa.

   Luego si vivo, cuando vuelvo a verte,

ni tú puedes dejar de ser hermosa

ni yo de tener vida y de quererte.


- CLIV -

   Cesen tus aguas, conjurado cielo,

que está doliente por tu causa el mío;

sigue tu curso, nieva, haz tiempo frío,

cubre el campo de plata, escarcha y hielo.

   Si es por vengar al sol, sol tiene el suelo,
5

que será su Faetón con mayor brío:

¡ay rompan los suspiros que te envío

de tantas nubes el oscuro velo!

   Deja reinar a la serena boca

cuyos dientes esconden los enojos
10

de esta humildad, que a envidia os atribuyo.

   Amaina el tiempo que su mal provoca,

salga tu sol en ti, y en mí sus ojos.

Tendrá salud mi cielo, y arco el tuyo.


- CLV -

A Micalela de Luján, su amante

   Belleza singular, ingenio raro

fuera del natural curso del cielo,

Etna de amor, que de tu mismo hielo

despides llamas entre mármol Paro;

   sol de hermosura, entendimiento claro,
5

alma dichosa en cristalino velo,

norte del mar, admiración del suelo,

émula al sol, como a la luna el Faro;

   milagro del autor de cielo y tierra,

bien de naturaleza el más perfeto,
10

Lucinda hermosa en quien mi luz se encierra;

   nieve en blancura y fuego en el efeto,

paz de los ojos y del alma guerra;

dame a escribir, como apenar, sujeto.


- CLVI -

   Si para comparar vuestra hermosura

fuera de vos buscase alguna cosa,

e hiciese de jazmín, narciso y rosa

la Griega Helena la mayor pintura,

   no se tuviera por mayor locura
5

hurtar al mismo sol la llama hermosa,

y así quedara en mano temerosa

sin color el pincel, la tabla oscura.

   Mas porque no viváis con arrogancia

que nada puede haceros competencia,
10

sabed que tengo yo quien os la hace.

   Que de vuestra hermosura no hay distancia

de mi infinito amor a la excelencia,

que al fin la iguala porque de ella nace.


- CLVII -

Al doctor Arjona

   Celoso Apolo en vuestra sacra frente,

más bello que en su curso, el laurel mira,

culto escritor, cuya divina lira

merece ser estrella eternamente.

   El Caistro jamás por su corriente
5

tan dulce ha visto cisne, cuando espira;

Dauro ensancha su margen y se admira

que su oro puro vuestro canto aumente.

   Miran por quién sus náyades y drías,

y, viendo que es un extranjero, mueven
10

risa en las hojas y en las fuentes frías.

   Yo viendo cuánto las del Tajo os deben,

digo que allá lo pagarán las mías

cuando en sus aguas vuestro nombre lleven.


- CLVIII -

A una dama que se limpiaba los dientes

   Gente llama la caja belicosa

cuando se dora y limpia la gineta,

y cuando la ballesta o la saeta,

señal es de la caza codiciosa.

   Cuando desnuda de la banda ociosa
5

la espada el cortesano, honor le aprieta;

cuando se limpia el tiro o la escopeta,

señal es de la guerra sanguinosa.

   Y cuando el arco de marfil bruñido,

de sus diente Lucinda los despojos,
10

con la saeta de su lengua asido,

   señal es que a matar y a dar enojos;

si no es arco del cielo que ha salido

a serenar la lluvia de mis ojos.


- CLIX -

A la Verdad

   Hija del tiempo, que en siglo de oro

viviste hermosa y cándida en la tierra,

de donde la mentira te destierra

en esta fiera edad de hierro y lloro;

   santa Verdad, dignísimo decoro
5

del mismo cielo, que tu sol encierra,

paz de nuestra mortal perpetua guerra

y de los hombres el mayor tesoro;

   casta y desnuda virgen, que no pudo

vencer codicia, fuerza ni mudanza,
10

del sol de Dios ventana cristalina;

   vida de la opinión, lengua del mundo.

Mas ¿qué puedo decir en tu alabanza

si eres el mismo Dios, Verdad divina?


- CLX -

   Esto de imaginar si está en su casa,

si salió, si la hablaron, si fue vista,

temer que se componga, adorne y vista,

andar siempre mirando lo que pasa,

   temblar del otro que de amor se abrasa
5

y con hacienda y alma la conquista,

querer que al oro y al amor resista,

morirme si se ausenta, o si se casa,

   celar todo galán rico y mancebo,

pensar que piensa en otro si en mí piensa,
10

rondar la noche y contemplar el día,

   obliga, Marcio, a enamorar de nuevo.

Pero saber cómo pasó la ofensa,

no sólo desobliga, mas enfría.


- CLXI -

   Cual engañado niño que, contento,

pintado pajarillo tiene atado

y le deja en la cuerda confiado

tender las alas por el manso viento;

   y cuando más en esta gloria atento,
5

quebrándose el cordel quedó burlado,

siguiéndole en sus lágrimas bañado

con los ojos y el triste pensamiento;

   contigo he sido, amor, que mi memoria

dejé llevar de pensamientos vanos,
10

colgados de la fuerza de un cabello.

   Llevose el viento el pájaro y mi gloria

y dejome el cordel entre mis manos,

que habrá por fuerza de servirme al cuello.


- CLXII -

   Ya vengo con el voto y la cadena,

Desengaño santísimo, a tu casa,

porque de la mayor columna y basa

cuelgue de horror y de escarmiento llena.

   Aquí la vela y la rompida entena
5

pondrá mi amor, que el mal del mundo pasa,

y no con alma ingrata y mano escasa,

la nueva imagen de mi antigua pena.

   Pero aguárdame un poco, Desengaño,

que se me olvidan en la rota nave
10

ciertos papeles, prendas y despojos.

   Mas no me aguardes, que serás engaño,

que si Lucinda a lo que vuelvo sabe,

tendrame un siglo con sus dulces ojos.


- CLXIII -

A la muerte de Félix de Vega Carpio

   ¿Parca, tan de improviso airada y fuerte

siegas la vega donde fui nacido

con la guadaña de tu fiero olvido,

que en seco polvo nuestra flor convierte?

   ¿Ni vale el nombre ni el valor se advierte?
5

Cárcel de enfermedad no ha precedido,

ni información de haberla merecido,

y, ¿sin proceso le condenas, Muerte?

   Oh tribunal, a donde no hay reparo,

¿en un hora del mundo se destierra
10

a quién Félix nació, sin que lo fuese?

   Mas justo fue, que siendo sol tan claro,

se pusiese al ocaso de la tierra,

y al oriente del cielo amaneciese.


- CLXIV -

   Si el padre universal de cuanto veo

en la naturaleza nuestra humana

despreció la sentencia soberana,

obedeciendo un femenil deseo;

   si un rey David y un nazareno Hebreo,
5

a Betsabé y a Dalila tirana

la fuerza y la victoria rinde llana,

que no pudo el león, ni el filisteo;

   ¿en qué valor mis ojos se fiaron

y presumió mi ingenio saber tanto,
10

que no le hiciera tu hermosura agravio?

   Pues con fuerza virtud y ciencia erraron,

Adán el primer hombre, David santo,

Sansón el fuerte y Salomón el sabio.


- CLXV -

Al doctor Mira de Mescua

   Viendo que iguala en su balanza Astrea

los rayos y las sombras desiguales,

Dauro no ha reparado en las señales

de la extranjera Vega que pasea.

   Mas ya que el oro que le dais emplea,
5

en mis arenas a la Libia iguales,

florecerán mi Vega sus cristales,

y vos mi ingenio, de mi mundo idea.

   A que sois primavera me resuelvo,

por quien las flores que perdí restauro:
10

tal abundancia vuestro ingenio cría.

   Y así en tanto que al patrio Tajo vuelvo,

serán entre las márgenes del Dauro

las flores vuestras y la Vega mía.


- CLXVI -

   Circe, que de hombre en piedra me transforma,

quiere, o lo quieren los contrarios cielos,

que viva ausente, sin matarme celos,

cosa imposible si de amor se informa.

   Tanto el temor con el amor conforma
5

que era pedir centellas a los hielos

estar ausente y no tener recelos

aun a la sombra que el pensarlos forma.

   Al contrario presente aunque atrevido,

bien puede hacer un hombre resistencia,
10

mas no cuando a traición otro le enviste.

   Los celos por los ojos me han venido,

pero por las espaldas el ausencia,

y lo que no se ve no se resiste.


- CLXVII -

Al doctor Tejada

   De hoy más, claro pastor por quien restauro

la fama que sin vos perder pudiera,

os cantarán del tajo en la ribera,

y, si esto es poco, del mar indio al mauro.

   Oirase, antes que vuelva el sol al Tauro,
5

vuestro nombre en su orilla que me espera,

pues mi musa por vos, siendo extranjera,

halló lugar en las del fértil Dauro.

   Por vos, como en la antigua, en la edad nuestra

correrá más dorado que Pactolo,
10

de que su cisne sois indicio y muestra.

   Humillarase a vos el laurel solo,

que no serán para la frente vuestra

ni Dafne esquiva ni celoso Apolo.


- CLXVIII -

   Si verse aborrecido el que era amado

es de amor la postrera desventura,

¿qué espera en vos, señora, que procura

el que cayó de tan dichoso estado?

   En vano enciendo vuestro pecho helado,
5

pues lo que ahora con violencia dura

ya no es amor, es natural blandura

con tibio gusto de un amor forzado.

   Cuando vos me seguisteis, iba huyendo;

huir ahora vos, cuando yo os sigo:
10

si es amor, ya le tengo y no le entiendo.

   Ya huyo como esclavo del castigo;

guardaos que ya me voy y, al fin partiendo,

no sé qué haré de vos pues vais conmigo.


- CLXIX -

A don Felipe de África, príncipe de Fez y Marruecos

   Alta sangre real, claro Felipe,

a cuyo heroico y generoso pecho

el límite africano vino estrecho,

aunque en grandeza a Europa se anticipe,

   porque el cielo ordenó que participe
5

de otro imperio mayor vuestro derecho

y que se ocupen en tan alto hecho

los cisnes de las fuentes de Aganipe;

   tanto os estima a vos, Príncipe, solo,

que un día aventuró para ganaros
10

con cuatro reyes veinte mil personas,

   trocando el bajo por el alto polo,

a Fez en Fe, y a vuestros montes claros

por claros cielos y por mil coronas.


- CLXX -

   No tiene tanta miel Atica hermosa,

algas la orilla de la mar, ni encierra

tantas encinas la montaña y sierra,

flores la primavera deleitosa,

   lluvias el triste invierno, y la copiosa
5

mano del seco otoño por la tierra

graves racimos, ni en la fiera guerra

más flechas Media en arcos belicosa,

   ni con más ojos mira el firmamento

cuando la noche calla más serena,
10

ni más olas levanta el Océano,

   peces sustenta el mar, aves el viento,

ni en Libia hay granos de menuda arena,

que doy suspiros por Lucinda en vano.


- CLXXI -

   Llamas y huyes, quieres y aborreces,

y cuando estás más cerca te retiras,

no quieres que te miren, Silvia, y miras,

duermes y sientes, guárdaste y pareces,

   vuelas y no te vas, niegas y ofreces,
5

disfrazas las verdades en mentiras,

ciegas y ves, desdeñas y suspiras,

y, siendo claro el sol, menguas y creces.

   Contigo a solas estas cosas mide,

que de tu estrecha condición me espanto
10

en quererse vestir amor tan justo.

   Silvia, o te agrado, o no; si no, despide;

si agrado, no consultes mi amor tanto,

que amor no es encomienda, sino gusto.


- CLXXII -

   El ánimo solícito y turbado,

como se ve en el mar la inquieta boya

miraba Albano el campo en que fue Troya

de fuego un tiempo y de dolor cercado.

   Adonde el Ilión se vio fundado,
5

que ya la fama en su grandeza apoya,

y estuvo la greciana, hurtada joya,

vio la ceniza convertida en prado.

   Estuvo un rato así, mas dijo luego:

¡Oh campos, ya de fuego, en mis dolores
10

y en vuestro ejemplo mis consuelos fío!

   Que si en lugar que cupo tanto fuego,

ahora veo verde hierba y flores,

también podrá tener templanza el mío.


- CLXXIII -

   Del corazón los ojos ofendidos

hacen batalla sobre cuál me mata.

El corazón con agua los maltrata,

que los quiere cegar por atrevidos.

   Los ojos, por quien entran encendidos
5

espíritus de amor, que amor dilata,

dan fuego al corazón porque los trata

con tanto mal, en tanto bien perdidos.

   Ojos, si el corazón con llanto os ciega,

corazón, si los ojos con el fuego,
10

un contrario abrasado, y otro frío,

   sin duda que mi fin de acerca y llega,

que no puede durar ni hallar sosiego

reino tan dividido como el mío.


- CLXXIV -

   Daba sustento a un pajarito un día

Lucinda, y por los hierros del portillo

fuésele de la jaula el pajarillo

al libre viento en que vivir solía.

   Con un suspiro a la ocasión tardía
5

tendió la mano y, no pudiendo asillo,

dijo (y de las mejillas amarillo

volvió el clavel, que entre su nieve ardía):

   -¿Adónde vas por despreciar el nido,

al peligro de ligas y de balas,
10

y el dueño huyes que tu pico adora?

   Oyola el pajarillo enternecido,

y a la antigua prisión volvió las alas:

que tanto puede una mujer que llora.


- CLXXV -

   Deseando estar dentro de vos propia

Lucinda, para ver si soy querido,

miré ese rostro, que del cielo ha sido

con estrellas y sol natural copia.

   Y conociendo mi bajeza impropia,
5

vime de luz y resplandor vestido,

en vuestro sol, como Faetón, perdido,

cuando abrasó los campos de Etiopía.

   Ya cerca de morir, dije: Teneos,

deseos locos, pues lo fuistes tanto,
10

siendo tan desiguales los empleos.

   Mas fue el castigo para más espanto,

dos contrarios, dos muertes, dos deseos,

pues muero en fuego y me deshago en llanto.


- CLXXVI -

Al Duque de Osuna

   En láminas de plata, en letras de oro,

que en almas escribirse merecía,

vuestro nombre a la fama el mundo envía,

Girón divino del mayor tesoro.

   Será sujeto del Castalio coro
5

mientras dura del cielo el armonía,

famoso en cuanto el sol dilata el día,

del Pez al Cantro, de la Libra al Toro.

   Verá la envidia, en la mayor alteza

de títulos tan grandes y escogidos
10

el del ingenio fértil y abundante.

   Igualará la pluma a la grandeza,

y el Parnaso de vos favorecido

tendrá en su frente el cielo como Atlante.


- CLXXVII -

De Abel y José

   Sangrienta la quijada, que por ellas

Adán comenzó a ser inobediente,

Caín deja mil bocas en la frente

del tierno Abel, para formar querellas.

   Tiran del manto de Josef las bellas
5

manos de una mujer, y, de impaciente,

por adúltero prende al inocente

que cegó con la capa las estrellas.

   Allí los padres muerto al mártir vieron;

allí al vendido, en carro de oro, el año
10

estéril, los hermanos piden trigo.

   Muere Abel, Josef triunfa, porque fueron

Caín hermano y Faraón extraño,

y no hay cuchillo como el propio amigo.


- CLXXVIII -

A su hija Teodora difunta

   Mi bien nacido de mis propios males,

retrato celestial de mi Belisa,

que en muchas voces y con dulce risa

mi destierro y consuelo hiciste iguales.

   Segunda vez de mis entrañas sales,
5

mas pues tu blanco pie los cielos pisa

¿por qué el de un hombre que entierra tan aprisa

quebranta tus estrellas celestiales?

   Ciego llorando, niña de mis ojos,

sobre esta piedra cantaré, que es mina,
10

donde el que pasa al Indio, en propio suelo

   halle más presto el oro en tus despojos,

las perlas, el coral, la plata fina:

mas ¡ay que es ángel y llevolo al cielo!


- CLXXIX -

A Micaela de Luján, su amante

   Ángel divino, que en humano y tierno

velo te goza el mundo, y no consuma

el mar del tiempo, ni su blanca espuma

cubra tu frente en su nevado invierno,

   beldad que del artífice superno
5

imagen pura fuiste en cifra y suma,

sujeto de mi lengua y de mi pluma,

cuya hermosura me ha de hacer eterno;

   centro del alma venturosa mía,

en quien el armonía y compostura
10

del mundo superior contemplo y veo:

   Alba, Lucinda, cielo, sol, luz, día,

para siempre al altar de tu hermosura

ofrece su memoria mi deseo.


- CLXXX -

   Matilde, no te espantes que felino

ame a Valeria en público y secreto,

que el albedrío no ha de estar sujeto

y cada cual lo vive a su destino.

   ¿Qué nombre pierdes? ¿qué valor divino?
5

¿qué estimación? ¿qué prendas? ¿qué conceto?

¿quién fue tu fundador? ¿quién tu arquitecto?

¿qué Alejandro? ¿qué Rómulo? ¿qué Nino?

   Así naciste, así es razón que seas,

deja que goce lo que más le agrada;
10

y si vivir sin él no te conviene,

   mátame como Elisa la de Eneas,

que aunque Felino no te deja espada,

basta el dolor para quien honra tiene.


- CLXXXI -

De doña Inés de Castro

   Con pálido color, ardiendo en ira,

en los brazos de Avero y de Alencastro,

de la difunta doña Inés de Castro

el bravo portugués el rostro mira.

   Tierno se allega, airado se retira,
5

(trágico fin de amor, infeliz astro)

y abrazado a su imagen de alabastro,

con este llanto y voz habla y suspira:

   -Si ves el alma, Nise, de mis ojos

desde el cielo, en que pisas palma y cedro,
10

más que en este laurel y fe constante,

   verás que soy, honrando tus despojos,

portugués en amor, en rigor Pedro,

rey en poder, y en la venganza amante.


- CLXXXII -

   Fingido amigo, en las lisonjas tierno,

no iguala al enemigo declarado;

si amor me tiene ciego y engañado,

yo sé que hay redención, aunque es infiero.

   En tu breve placer mi daño eterno
5

bebiendo voy en dulce error cifrado,

ya por costumbre a tanto mal llegado

que por mi propio engaño me gobierno.

   Para ser desdichado fui nacido,

y, con estarme bien, morir no quiero
10

por no perder un mal también sufrido.

   Tales son unos ojos por quien muero

que en el tormento del dolor me olvido

y en quien me ha de matar vivir espero.


- CLXXXIII -

A Micaela de Luján, su amante

   Fugitivo cristal, el curso enfrena

en tanto que te cuento mis pesares;

pero ¿cómo te digo que te pares

si lloro y creces por la blanda arena?

   Ya de la sierra que de nieves llena
5

te da principio humilde Manzanares,

por dar luz al que tiene tantos mares,

mi sol hizo su ocaso en la Morena.

   Ya del Betis la orilla verde adorna

en otro bosque de árboles desnudos,
10

que en aire dan por fruto plata en barras.

   Yo triste en tanto que a tu margen torna,

de aquestos olmos, a mis quejas mudos,

nidos deshago y desenlazo parras.


- CLXXXIV -

   Lágrimas que partiendo de mi cielo

los rayos de su sol oscurecistes,

bañando el rostro mío, en que imprimiste

cristal, aljófar, llanto, fuego y hielo;

   dulce seguridad de mi recelo
5

en quien mil firmes de lealtad me distes,

de tanta ausencia y soledades tristes

vosotras sois el último consuelo.

   En fin bebí vuestro licor suave,

con cuya lluvia, como firme palma,
10

nació en el alma la esperanza mía.

   Que no es posible que sin causa grave

se viera el cielo entonces todo en calma,

llorara el sol y se turbara el día.


- CLXXXV -

   Meliso, amor no es calidad ni elige

ni de la sangre ni el valor se informa;

él dura, donde el alma se conforma

con ley de no escuchar quien le corrige.

   A sólo conservarse amor dirige
5

la materia amorosa de su forma,

y, si el que ama en lo amado se transforma,

amor sin calidad a nadie aflige.

   Quiérome a mí, queriendo lo que quiero;

es lo que soy, luego mi amor no es culpa;
10

y si pueden vencerse las estrellas,

   las de unos ojos no; por eso espero

que entrambas me darán justa disculpa

éstas por fuerza, y por belleza aquellas.


- CLXXXVI -

De doña Blanca de Borbón

   La Blanca en el valor, venida a España,

y en Francia y en el mundo más preciosa,

vertiendo hielo marchitó la rosa

de las mejillas que llorando baña.

   Del fuerte Pedro, armado en la campaña,
5

vencido de otro amor, está quejosa,

y aunque no la de oír con voz piadosa,

movió la lengua propia en lengua extraña:

   -Amor, sangre conforme, estrella, trato,

faltando todo en mí, pudo hallar modo
10

que amase, y me olvidase Pedro ingrato.

   Amo, aborrece; pido, niega en todo;

su sombra adoro, y huye mi retrato;

yo tierna, él fuerte; yo francesa, él godo.


- CLXXXVII -

De Nino y Semíramis

   Al rey Nino Semíramis famosa

por último pidió de tantos dones

el cetro, que tan bárbaras naciones

redujo a paz y a sujeción forzosa.

   Rendida pues la mano victoriosa
5

a la lasciva, humillan sus blasones

los capitanes, y entre mil pendones

corona de laurel su frente hermosa.

   -Pasadle el pecho, dijo, pues ya reino,

con una flecha de una persa aljaba,
10

que no quiere el gobierno compañía.

   Perdiendo Nino, en fin, vida, honor, reino,

dijo muriendo: -Justamente acaba

con muerte vil quien de mujer se fía.


- CLXXXVIII -

   Suelta mi manso, mayoral extraño,

pues otro tiene de tu igual decoro,

deja la prenda que en el alma adoro

perdida por tu bien y por mi daño.

   Ponle su esquila de labrado estaño
5

y no le engañen tus collares de oro;

toma en albricias este blanco toro

que a las primera hierbas cumple un año.

   Si pides señas, tiene el vellocino

pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
10

como durmiendo en regalado sueño.

   Si piensas que no soy su dueño, Alcino,

suelta y verasle si a mi choza viene,

que aún tiene sal las manos de su dueño.


- CLXXXIX -2

   Querido manso mío, que vinistes

por sal mil veces junto aquella roca,

y en mi grosera mano vuestra boca

y vuestra lengua de clavel pusistes.

   ¿Por qué montañas áspera subistes
5

que tal selvatiquez el alma os toca?

¿qué furia os hizo condición tan loca,

que la memoria y la razón perdistes?

   Paced la anacardina porque os vuelva

de ese cruel y interesable sueño,
10

y no bebáis el agua del olvido.

   Aquí está vuestra vega, monte y selva;

yo soy vuestro pastor, y vos mi dueño,

vos mi ganado y yo vuestro perdido.


- CXC -

A unos papeles rompidos

   Papeles rotos de las propias manos

que os estimaron por reliquia santa,

bien muestra ahora el viento que os levanta

que, cuanto más pesados, sois livianos.

   Si de mi libertad fuistes tiranos
5

por la Sirena que escribiendo encanta,

ya no tendrán conmigo fuerza tanta

palabras locas y conceptos vanos.

   Sosiéguense celosos alborotos,

sin tener en romperos mi osadía
10

torpes las manos y los dientes botos.

   Venid así, ¡mas ay, mortal porfía!

que pues os vuelvo a mis entrañas rotos,

hijos debéis de ser del alma mía.


- CXCI -

   Es la mujer del hombre lo más bueno

y locura decir que lo más malo,

su vida suele ser y su regalo,

su muerte suele ser y su veneno.

   Cielo a los ojos cándido y sereno
5

que muchas veces al infierno igualo,

por raro a mundo su valor señalo,

por falso al hombre su rigor condeno.

   Ella nos da su sangre, ella nos cría,

no ha hecho el cielo cosa más ingrata,
10

es un ángel y a veces una arpía.

   Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,

y es la mujer al fin como sangría

que a veces da salud y a veces mata.


- CXCII -

A un pintor enamorado de una dama cuyo retrato hacía

   Artífice rarísimo que a Apeles,

a Zeuxis, a Parrasio, a Metrodoro,

vencéis en precio, como al plomo el oro,

en modelos, en tablas y papeles:

   Suspended los colores y pinceles,
5

pues os suspende el alma el bien que adoro

y no perdáis el tiempo en su decoro,

pues imitáis jazmines y claveles.

   Que si os viera del Tormes al Hidaspe

medir llorando el áspero camino,
10

no me ablandara más que bronce o jaspe;

   que si vos sois de ser de Apeles dino,

yo para dar mi celestial Campaspe,

de ser Magno Alejandro soy indino:

   
Que fuera desatino

daros yo su belleza,

y en él fue poco amor, si fue grandeza.


- CXCIII -

A la encamisada del Príncipe Nuestro Señor

   Desata el capirote y las pigüelas,

águila de Filipo soberano,

verá el antiguo y nuevo mundo hispano

que al sol te acercas y a su lado vuelas.

   El aire dejen, cuando el aire impelas,
5

el pardo azor, belígero otomano,

y aquel sacre o sacrílego cristiano

que tiembla ya de que su nombre celas.

   Muestra, subido al cielo, al bajo mundo

las nuevas uñas con que alzarle puedes,
10

ahora asidas a una débil caña.

   Porque, Tercero de tan gran Segundo,

podrás, como su espada y cetro heredes,

vencer al mundo y gobernar España.


- CXCIV -

Del señor don Juan de Austria

   Nací en la alta Alemania, al mundo espanto,

gloria a Felipe, a Carlos esperanza,

viví en España humilde entre labranza,

que rayo de tal sol encubrió tanto.

   Para bañar al moro en sangre y llanto
5

tomé en Granada la primera lanza,

y en cuanto la memoria humana alcanza

la victoria mayor gané en Lepanto.

   Rompí a Túnez, vencí, volviendo a Flandes,

mil guerras, mil rebeldes, mil engaños,
10

y tuve de ser mártir santo celo.

   No quise a Irlanda con promesas grandes,

muero en Bouges, viví treinta y tres años,

fuí César de la Fe, triunfé en el cielo.


- CXCV -

Al casamiento del Duque de Saboya y doña Catalina de Austria, Infanta de España, en cuatro lenguas

   Sit, o sancte Hymene, hace dies clara,

las bellas ninfas en alegre coro

ornen le tempie con ghirlande di oro

al dulce esposo y a su esposa cara.

   Abesto procul invida et amara
5

fortuna, e longe fuja o triste choro,

accinge, o Iuno, il giogo al bel laboro,

y llueva el cielo de su gracia rara.

    Carolus Dux, et Infans Catherina,

hoje celebraon desejadas bodas,
10

et in duoi corpi un alma si racoppia.

   Ecce aperitur iam aula divina,

y en nubes de oro las deidades todas

vengono ad honorar la bella copia.


- CXCVI -

Al casamiento de Filipo III y Margarita de Austria Nuestra Señora

   Las Águilas de Carlos soberano,

al gran Filipo en cielo convertido,

quieren sobre un castillo hacer su nido

en la mitad del corazón hispano.

   Ya de Clemente la sagrada mano
5

el cuello tiene al yugo de oro asido,

y con su bendición divina ungido

para columnas del valor cristiano.

   Ya de diamantes, perlas y esmeraldas

cetro imperial adorna su alta frente,
10

que España ofrece en sus preciosas faldas.

   Pero queda el blasón tan diferente

que sus Águilas siempre están de espaldas,

y éstas han de mirarse eternamente.


- CXCVII -

   Humíllense a tu sacro Mausoleo

fuerte David y Salomón prudente,

el rebelde gigante del Oriente

y el idolatra del contrario polo;

   y a tu pendón crucígero, que solo
5

fue del África y Asia rayo ardiente,

cuantos beben la bárbara corriente

de Eúfrates, Nilo, Ganges y Pactolo.

   La religión y la justicia lloren,

oh pacífico Numa, oh gran Torcuato,
10

España, Italia y Francia enternecida.

   Y todos juntos nuevamente adoren

encima de tus aras tu retrato,

Tercero entre tu muerte y nuestra vida.


- CXCVIII -

   Faltaron con el tiempo riguroso

la torre a Faro, a Babilonia el muro,

a Grecia aquel milagro en mármol duro

de Júpiter Olímpico famoso;

   A Caria aquel sarcófago amoroso
5

y a Menfis del Egipto mal seguro

las columnas que hoy cubre olvido escuro,

el templo a Efesia, a Rodas el coloso.

   Pero cayendo con mayor ejemplo

la gran columna, que en virtudes y obras
10

las puso con plus ultra al fin del mundo,

   torre, muro, coloso, estatuas, templo,

pierde, oh España; mas las mismas cobras

en el Tercero de tan gran Segundo.


- CXCIX -

   La muerte para aquél será terrible

con cuya vida acaba su memoria,

no para aquél cuya alabanza y gloria

con la muerte morir es imposible.

   Sueño es la muerte y paso irremisible
5

que en nuestra humilde humana historia

pasó con felicísima victoria

un Hombre, que fue Dios incorruptible.

   Nunca de suyo fue mala y culpable

la muerte, a quien la vida no resiste,
10

al malo aborrecible, al bueno amable.

   No la miseria en el morir consiste,

sólo el camino es triste y miserable,

y si es vivir, la vida sola es triste.


- CC -

Alfa et Omega Jehová

   Siempre te canten, santo Sabaot,

tus ángeles, gran Dios, divino Huleq:

mi vida excede ya la de Lameq,

huir deseo como el justo Lot.

   Cayó en viéndote el ídolo Behemot,
5

sacerdote mayor Melchisedeq;

no ha tocado a mi alma Abimeleq,

ni Jezabel la viña de Nabot.

   Profetas falsos dan la muerte a Acab,

David desea ya el agua de Bet,
10

por la paciencia con que espera Job.

   Crüel está con Absalón Joab,

sal del arca a ver el sol Jafet,

y el cielo de la escala de Jacob.


Rimas (1634)

- CCI -

A doña Ángela Vernegali

   Zeuxis, pintor famoso, retratando

de Juno el rostro, las facciones bellas

de cinco perfectísimas doncellas

estuvo atentamente contemplando.

   De cuál las rubias trenzas imitando,
5

de cuál la blanca frente, y las estrellas

que expiraban de amor puras centellas,

fue el rostro celestial perfeccionando.

   Pero si viera lo que en vos contemplo

de valor y hermosura, la famosa
10

tabla fuera inmortal con vuestro ejemplo.

   Porque Grecia, mirándoos tan hermosa,

os consagrara su Lucinio templo;

la imagen fuera Juno, y vos la Diosa.


- CCII -

Soneto

    Podrá ser que mirando los cabellos

que hicieron de oro ya la edad, ya el arte,

aparte plata y bajo cobre aparte,

colgar por almas desengaños de ellos;

   podrá ser que mirando de los bellos
5

ojos, que adoro, oscurecida en parte

la luz que con el sol términos parte,

y al envidioso amor vengado en ellos;

   podrá ser que marchitos los claveles,

y el hilo de las perlas roto, olvide
10

la causa, amor, con que abrasarme sueles?

   No podrá ser, que el alma no se mide

con tiempo, y cuanto más, oh tiempo, vueles,

tanto más tiempo para amar la pide.


- CCIII -

Natura paucis contenta

Soneto

   Venturoso rincón, amigos mudos,

libros queridos, pobre y corto lecho,

viejas paredes donde el tosco techo

muestra apenas sus árboles desnudos.

   Pintura humilde de pinceles rudos,
5

roto escritorio de haya frágil hecho,

donde, a la traza de mi abierto pecho,

de paciencia no más guardáis escudos.

   Vidros, ejemplo de ambición subida

que de los vientos vive con recato;
10

dichoso yo que sin tener asida

   el alma al oro, a la esperanza el plato,

pasó en vosotros descansada vida

lejos de idolatrar un dueño ingrato.