Escritor
español. Trabajó de ebanista, tipógrafo, y
taquígrafo de las Cortes. Su éxito teatral Los
Amantes de Teruel le permitió dedicarse por entero a la
literatura. Director de la Escuela Normal, de la Biblioteca
Nacional y Académico de la Lengua.
A
Calderón
Con voz clamaste
de pesar profundo
al contemplar la pequeñez
humana:
«Sombra es la vida como el
sueño vana,
fantástica existencia la del
mundo»:
Pero brillando
tú claro y fecundo,
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sol en los cercos de la escena
hispana,
¿cómo ilusión
te pareció liviana
la fuerza de tu ingenio sin
segundo?
Tú, desde
el envidiado Manzanares,
al Arno, al Rhin y al Plata
mereciste
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respeto, admiración, lauros
y altares:
Y pues eterna
vive tu memoria,
con más justa razón
decir debiste:
«Sueño todo
será, verdad mi gloria.»
El pintor
ciego
Faltó la
luz al genio peregrino,
de la gloria de Aquiles
instrumento;
mas sin la luz quedole el
pensamiento,
y a la inmortalidad libró el
camino.
Vendad los ojos
con doblado lino
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a Fidias y Arión; Fidias a
tiento
la cara esculpe, y Arión el
viento
suspende con su cántico
divino.
¿Qué le resta al discípulo
de Apeles
cuando, sin ver, con
lágrimas de artista
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riega desesperado sus
pinceles?
«Para que
yo, Destino, te resiste,
dame (dirá) que olvide mis
laureles,
y arráncame a la par talento
y vista.»
Soneto
Puro y luciente
sol, ¡oh qué consuelo
al alma mía en tu presencia
ofreces,
cuando con rostro cándido
esclareces
la oscura sombra del nocturno
velo!
¡Oh!
¡cómo animas el marchito suelo
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con benéfica llama! y
¡cómo creces
inmenso y luminoso, que
pareces
llenar la tierra, el mar, el aire,
el cielo!
¡O sol!
entra en la espléndida carrera
que el dedo te señala
omnipotente,
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al asomar por las etéreas
cumbres;
y tu increado
autor piadoso quiera
que desde oriente a ocaso
eternamente
pueblos felices en tu curso
alumbres.
Soneto
Canta, blanco
palomo, y de la aurora
el róseo carro con tu acento
llama;
que atenta escucha en la mullida
cama
la esposa a quien tu cántico
enamora.
Canta y anuncia
la estación de Flora
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y el delicioso incendio que te
inflama,
mientras sentado en la frontera
rama
otro palomo solitario llora.
¡Felice
tú que puedes con tu canto
al alma penetrar por el
oído
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del ave amante en que tu bien se
funda!
Y
¡mísero de mí, que el triste llanto
en que a solas me miras
consumido,
sin fruto el rostro y sin cesar me
inunda!
A Lope de
Vega
Único en
el ingenio y en la fama,
fecundidad pasmosa fue su
dote,
amó seglar y llora
sacerdote
dos esposas, tres hijos, una
dama.
Huella el Parnaso
y el hispano drama
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se alza del suelo con pujante
brote,
y el inmortal autor de Don
Quijote
de nuestra escena rey a Lope
aclama.
Su labio miel, cu
corazón ternura,
nadie juntó más
cándidas y bellas
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las gracias del amor y la
hermosura.
Claro sol entre
pálidas estrellas
que ofuscaban su luz inmensa y
pura,
sólo cuando él
faltó brillaron ellas.
A la prematura muerte
del venturoso joven y eminente artista don Leonardo
Alenza
Para el mortal,
en cuya sien fulgura
del genio creador la ardiente
llama,
tiene el mundo un laurel,
clarín la fama,
y mármoles y bronces la
escultura.
Para premiar a la
virtud oscura,
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flor que en la soledad su olor
derrama,
tiene el Padre común su
seno, que ama
con inefable amor, que siempre
dura.
Genio en ti,
Alenza, con virtud se unía;
consiguió tu pincel famoso
hacerte;
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ya este mundo te dio cuanto
podía.
Dios hoy te llama
a su celeste gremio;
pero es adelantársete la
muerte
anticipar a tu virtud el
premio.
A una
romántica
Mujer: hazles la
cruz de Caravaca
¡O tu juicio va a andar de
ceca en meca!
A tanto libro de palabra
hueca,
merecedores de cruel matraca.
Borda, en vez de
gemir, una petaca,
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o cósele un vestido a una
muñeca,
o si te cansan almohadilla y
rueca,
diviértete en cuidar tiestos
de albaca.
Tu traje en forma
de villana alcuza,
sólo puede agradar a
algún mostrenco,
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que te juzga salmón y eres
merluza.
No leas, cuando
comas, llena le cuenco,
y haz por trocar tu cara de
gazuza
en colorado rostro de
flamenco.
A la batalla de
Waterloo
Ea, quien tenga
de valor un cacho,
dijo Napoleón, sígame
al cerro
donde fuego nos hace tanto
perro,
y del pendón inglés
no quede hilacho.
Yo a vuestra
frente montaré en un macho
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que pació solamente flor de
berro;
y de esa hueste el enemigo
hierro
quebrará cual juguete de
muchacho.
Dijo: pero el
soldado se hace el sordo,
y aunque le ofrecen de oro un
cucurucho
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el miedo de morir habla más
gordo.
Cede el gran
general a otro más ducho,
y mientras huye en su caballo
tordo,
quema la guardia el último
cartucho.
Heredia, José María
Cuba. 1803 -
1839
Político,
dramaturgo, periodista y poeta. Vivió gran parte de su vida
en México.
Inmortalidad
Cuando en el
éter fúlgido y sereno
arden los astros por la noche
umbría,
el pecho de feliz
melancolía
y confuso pavor siéntese
lleno.
¡Ay!,
así girarán cuando en el seno
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duerma yo inmóvil de la
tumba fría!...
Entre el orgullo y la flaqueza
mía
con ansia inútil suspirando
peno.
Pero
¿qué digo? -Irrevocablemente
también los astros a morir
destina,
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y verán por la edad su luz
nublada.
Mas superior al
tiempo y a la muerte
mi alma, verá del mundo la
ruina,
a la futura eternidad ligada.
Desconfianza
Mira, mi bien,
¡cuán mustia y desecada
del sol al resplandor está
la rosa
que en tu seno tan fresca y
olorosa
pusiera ayer mi mano
enamorada!
Dentro de pocas
horas será nada...
5
No se hallará en la tierra
alguna cosa
que a mudanza feliz o dolorosa
no se encuentre sujeta y
obligada.
Sigue a las
tempestades la bonanza;
siguen al gozo el tedio y la
tristeza...
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Perdóname si tengo
desconfianza
de que duren tu
amor y tu terneza:
cuando hay en todo el mundo tal
mudanza,
¿sólo en tu
corazón habrá firmeza?
A mi
esposa
Cuando en mis
venas férvidas ardía
la fiera juventud, en mis
canciones
el tormentoso afán de mis
pasiones
con dolorosas lágrimas
vertía.
Hoy a ti las
dedico, esposa mía,
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cuando el amor más libre de
ilusiones,
inflama nuestros puros
corazones,
y sereno y de paz me luce el
día.
Así
perdido en turbulentos mares
mísero navegante al cielo
implora,
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cuando le aqueja la tormenta
grave;
y del naufragio
libre, en los altares
consagra fiel a la deidad que
adora
las húmedas reliquias de su
nave.
Mi
gusto
Llénase de
placer el marinero
cuando la dulce playa ve
cercana:
gózase el sabio que
estudiando afana,
cuando su parecer es
verdadero.
Goza
también impávido guerrero
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cuando gloria fatal en lides
gana;
gózase entre la gente
cortesana
quien miró a su señor
menos severo.
Nada de esto me
place; soy dichoso
tan sólo estando a par de mi
Belisa,
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que paga con su afecto mi
ternura.
Si al tiempo que
me mira advierto ansioso
en su boca asomar dulce
sonrisa,
llega a su colmo entonces mi
ventura.
A
Flérida
Si es dulce ver
en el glorioso estío,
ceñida el alba de
purpúreas flores,
y entre blancas arenas y
verdores
con manso curso deslizarse el
río;
si es dulce al
inocente pecho mío
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atisbar de las aves los
amores,
cuando tiernas modulan sus
ardores
en la plácida paz del bosque
umbrío;
si es dulce ver
cual cobran estos prados
fresco verdor en la estación
florida,
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y al cielo y mar profundo
serenados,
más dulce
es verte, Flérida querida,
darme en tus negros ojos
desmayados
muerte de amor más grata que
la vida.
La
mañana
Ya se va de los
astros apagando
el trémulo esplendor. Feliz
aurora
en las aves despierta voz
canora
y en oriente sereno va
rayando.
Con
purpúreos colores anunciando
5
el ya próximo sol, las nubes
dora,
que en rocío disueltas, van
ahora
las yerbas y las flores
argentando.
Ven,
mañana gentil, la sombra fría
disipa en tus albores y de
Elpino
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el triste pecho colma de
alegría.
Pues a pesar de
bárbaro destino
más bello sol darále
aqueste día
de dos ojuelos el fulgor
divino.
Roma
Envuelta en
sangre y pavoroso estrago
combate Roma con feroz anhelo:
llena el mundo su nombre, sube al
cielo,
y las naciones tiemblan a su
amago.
Su águila
fiera por el aire vaga
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hiende las nubes con ardiente
vuelo,
y apenas mide en el distante
suelo
las ruinas de Corinto y de
Cartago.
¿Qué la valió?
Carbón, Mario implacable,
y Sila vengador y César
fuerte,
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huellan del orbe, a la infeliz
señora.
Y otros...
¡Oh Roma grande y miserable
que ansiando lauros y poder de
muerte,
no supo ser de sí
reguladora!
Napoleón
Sin rey ni leyes,
Francia desolada
de anárquico furor
cayó en la hoguera:
salvóla Bonaparte:
lisonjera
la gloria en cetro convirtió
su espada.
Tembló a
su voz Europa consternada:
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reyes la dispensó con faz
severa;
en Moscou, en Madrid, su
águila fiera
en Roma y Viena y en Berlín
vio alzada.
¿Cómo cayó?... Vencido,
abandonado,
en un peñasco silencioso
expira
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dando ejemplo a los déspotas
terrible.
Al contemplar su
fin desventurado,
clama la historia, que su genio
admira:
«¡no hay
opresión por fuerte irresistible!»
A mi
querida
Ven, dulce amiga,
que tu amor imploro:
luzca en tus ojos esplendor
sereno,
y baje en ondas el ebúrneo
seno
de tus cabellos fúlgidos el
oro.
¡Oh mi
único placer! ¡Oh mi tesoro!
5
¡Cómo de gloria y de
ternura lleno,
extático te escucho, y me
enajeno
en la argentada vos de la que
adoro!
Recíbate
mi pecho apasionado:
ven, hija celestial de los
amores,
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descansa aquí, donde tu amor
anida.
¡Oh! nunca
te separes de mi lado;
y ante mis pasos, de inocentes
flores
riega la senda fácil de la
vida.
Para grabarse en un
árbol
Arbol, que de
Fileno y su adorada
velaste con tu sombra los
amores,
jamás del Can ardiente los
rigores
dejen tu hermosa pompa
marchitada.
Al saludar tu
copa embovedada,
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palpiten de placer los
amadores,
y celosos frenéticos
furores
nunca profanen tu mansión
sagrada.
Adiós,
árbol feliz, árbol amado;
para anunciar mi dicha al
caminante
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guarde aquesta inscripción
tu tronco añoso:
«Aquí moró el placer:
aquí premiado
miró Fileno al fin su amor
constante:
sensible amó, le amaron, fue
dichoso.»
Renunciando a la
poesía
Fue tiempo que la
dulce poesía
el eco de mi voz hermoseaba,
y amor, virtud y libertad
cantaba
entre los brazos de la amada
mía.
Ella mi canto con
placer pía;
5
caricias y placer me
prodigaba,
y al puro beso que mi frente
hollaba,
muy más fogosa
inspiración seguía.
¡Vano
recuerdo! En mi destierro triste
me deja Apolo, y de mi mustia
frente
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su sacro fuego y esplendor
retira.
Adiós
¡oh Musa, que mi gloria fuiste!
Adiós. amiga de mi edad
ardiente:
el insano dolor quebró mi
lira.
Voto de
amor
Ven, suspirada
noche, y dirigiendo
tu denegrido carro por la
esfera,
a la ciudad, el monte y la
pradera
ve con rápidas sombras
envolviendo.
Ven, y sopor
balsámico vertiendo,
5
tus pasos tenebrosos aligera,
pues anhelante Flérida me
espera,
a mi pasión mil glorias
prometiendo.
Si a mis
súplicas das fácil oído,
y misteriosas velas con tu
manto
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los goces y delirios de amor
ciego,
inmolarte prometo
agradecido
un gallo rojo y negro, cuyo
canto
importuno perturba tu sosiego.
Recuerdo
Despunta apneas
la rosada aurora:
plácida brisa nuestras velas
llena;
callan el mar y el viento, y
sólo suena
el rudo hendir de la cortante
prora.
Ya separado
¡ayme! de mi señora
5
gimo no más en noche tan
serena;
dulce airecillo: mi profunda
pena
lleva al objeto que mi pecho
adora.
¡Oh!
¡cuántas veces, al rayar el día
ledo y feliz de su amoroso
lado
10
salir la luna pálida me
vía!
¡Huye,
memoria de mi bien pasado!
¿Qué sirves ya?
Separación impía
la brillante ilusión ha
disipado.
Soneto
Terrible
incertidumbre, angustia fiera,
que siempre me tenéis
atormentado,
dejad ya descansar a un
desgraciado,
que de vosotros compasión
espera.
Decidme de una
vez si es verdadera
5
la triste suerte de mi padre
amado,
de que todos me dicen que
encerrado
está en fluctuante
cárcel de madera.
Si acaso fuese
falsa la noticia,
se quitara de mi alma el cruel
recelo
10
que en ella tengo fijo a mi
pesar.
Pero si fuera
cierta, y no ficticia,
quiero ver mi desgracia ya sin
velo,
para poderme de ella lamentar.
Heredia, José María
Cuba. 1842 -
Francia. 1905
Poeta
francés, primo hermano y con el mismo nombre que el
anterior.