Escritor. Poeta.
Traductor de la obra de William Shakespeare.
Desempeñó altos cargos de la vida pública y
fue mecenas de la juventud literaria de su época.
Lo que
veo
Yo miro el cielo
azul y tras su esfera
velados mundos sueña mi
ardimiento;
miro el sol que ilumina el
firmamento
y hallar pienso más luz tras
su lumbrera.
Miro el mar y en
fantástica quimera
5
del mar trasluzco el ámbito
opulento,
y el monte miro, y sueña el
pensamiento
los mil enigmas de la edad
primera.
Mas cielo y
tierra y mar y sol brillante
no anuncian tanto a mi febril
vehemencia
10
como anuncia el pudor de tus
sonrojos.
Pues hallo, si me
fijo en tu semblante,
más mundos, luz, misterios y
opulencia
tras los limpios cristales de tus
ojos.
Marqués de Cabriñana
Córdoba.
Siglo XIX
Poeta.
A Nuestra
Señora de los Dolores
Y miras a
Jesús, Virgen María!
Y latiendo tu pecho de
quebranto
a mares viertes congojoso
llanto
y aun brama de furor la turna
impía!
¡Y goza
contemplando su agonía,
5
y no se abate de mortal
espanto!...
¡Y al ver la pena en tu
semblante santo
su alma a la piedad se ostenta
fría!
¿Mas,
quién, ¡María! brindará consuelo
a la honda angustia que en tu ser
impera,
10
si ella cubre a la vez de luto el
cielo?
¡Y es tan
ardiente y tan profunda y fiera,
que si al mundo asaltase tanto
duelo,
roto en pedazos con fragor
muriera!
Marqués de Casa Cagigal
España.
Hacia 1817
Poeta hallado en
Internet.
El caballo del
fabulista
Más de
cien veces he, señor, sufrido
un hambre que aún me aflige
imaginada,
porque otras tantas me faltó
cebada
después de haber sin
término corrido.
Soy caballo, y de
usted; mas ha debido
5
usted a mi constancia ya
cansada,
que del contrario la tajante
espada
no le haya pierna o brazo
dividido.
Soy honrado;
sufrí; mi fuerza y brío
han hecho que triunfante usted se
vea,
10
y no una sola vez. Pero, amo
mío,
si pretendiese
usted que útil le sea,
mucha paja y cebada a mi
albedrío,
porque aquel que no come no
pelea.
Marqués de Quintanar
España.
1889
La novicia
muerta
Ha muerto la
novicia...; toda blanca está muerta.
Sonríe entre sus labios una
triste azucena,
y a la luz amarilla,
litúrgica e incierta
de los cirios, su carne de candor
está llena.
Ya pasó
bajo el arco sombrío e inquietante
5
que la vida separa de la eternal
mansión...
La novicia era humilde, sensitiva y
fragante
y un árbol muy frondoso era
su corazón.
¿A
qué jardín de ensueño volará tu
mirada,
novia feliz que has muerto bella y
enamorada?
10
¿A qué arroyo sonoro,
cristalino y riente
irá tu
alma enjoyada de místicos cantares?
¿A qué flor tu
exquisita fragancia adolescente?
¿A qué verso la
esencia de tus labios azahares?
Martí, José
La Habana (Cuba).
1853 - Dos Ríos. 1895
A pesar de su
corta vida (murió a los 42 años) conoció el
presidio político y el destierro. Murió combatiendo
en el frente de batalla. Fue periodista, político, patriota,
poeta y escritor, y sobre todo apóstol de su pueblo.
¡10 de
octubre!
No es un
sueño, es verdad: grito de guerra
lanza el cubano pueblo,
enfurecido;
el pueblo que tres siglos ha
sufrido
cuanto de negro la opresión
encierra.
Del ancho Cauto a
la Escambraica sierra
5
ruge el cañón y al
bélico estampido
el bárbaro opresor,
estremecido
gime, solloza y tímido se
aterra.
De su fuerza y
heroica valentía
tumbas los campos son y su
grandeza
10
degrada y mancha horrible
cobardía.
Gracias a Dios
que ¡al fin con entereza
rompe Cuba el dogal que le
oprimía
y altiva y libre yergue la
cabeza!
Dolor
sagrado
Tienes el don,
tienes el verso, tienes
todo el valor de ti, tienes la
altiva
resolución que arrostra y
que cautiva
y llama las coronas a las
sienes.
Tienes la fuga,
el verbo, los desdenes
5
divinos de quien es, y el habla
viva
de quien cruza la tierra cielo
arriba
y ni adula al feliz, ni aguarda
bienes.
-¡Pero no
tengo el impudor odioso
de enseñar mis
entrañas derretidas
10
en estuche de verso recamado!
Viva mi nombre
oscuro y en reposo,
si he de comprar las palmas
perseguidas
sacando al viento mi dolor
sagrado.
Quieren; ¡oh mi
dolor!...
Quieren,
¡oh mi dolor! que a tu hermosura
de su ornamento natural
despoje;
que el árbol pode, que la
flor deshoje,
que haga al manto viril broche y
cintura.
Quieren que el
verso arrebatado en dura
5
cárcel sonante y apretada
aherroje,
cual la espiga deshecha en la alta
troje
o en el tosco lagar la vid
madura.
No puede ser: La
crónica alquilada
el paso ensaye y el sollozo, en
donde
10
llena de untos, fingirá que
implora.
El gran dolor, el
alma desolada,
ni con carmín su lividez
esconde,
ni se trenza el cabello cuando
llora.
En un dulce
estupor...
En un dulce
estupor soñando estaba
con las bellezas de la tierra
mía:
fuera, el invierno lívido
gemía,
y en mi cuarto sin luz el sol
brillaba.
La sombra sobre
mí centelleaba
5
como un diamante negro, y yo
sentía
que la frente soberbia me
crecía,
y que un águila al cielo me
encumbraba.
Iba hinchando
este gozo el alma oscura,
cuando me vi de súbito
estrechado
10
contra el seno fatal de una
hermosura,
y al sentirme en
sus brazos apretado,
me pareció caer desde la
altura
y rodar por la tierra
despeñado.
A Adelaida
Baralt
Ayer, linda
Adelaida, en la pluviosa
mañana, vi brillar un
soberano
árbol de luz en flor,
-¡ay! un cubano
floral,- nave perdida en mar
brumoso.
Y en sus ramas
posé, como se posa,
5
loco de luz y hambriento de
verano,
un viejo colibrí, sin pluma
y cano
sobre las ramas de un jazmín
en rosa.
¡Mas parto,
el ala triste! cruzo el río,
y hallo a mi padre audaz, nata y
espejo
10
de ancianos de valor, enfermo y
frío,
de nostalgia y de
lluvia: ¿cómo dejo
por dar, linda Adelaida, fuego al
mío,
sin fuego y solo el corazón
del viejo?
Martí Folguera, José
España.
Siglo XIX
Poeta.
Residía en Reus (Tarragona).
La vida
humana
(Pensamiento de Alfieri)
Esperanza,
recuerdo, amarga queja;
eterno desear nunca apagado;
marchar tras la verdad, tenerla al
lado,
y al alcanzarla ¡ay Dios! ver
que se aleja;
satisfacción, tiniebla que no ceja;
5
sentirse por un vértigo
arrastrado;
hallarse al borde del sepulcro
helado
con la conciencia que jamás
nos deja;
la vida humana es
tal, tal es lamía,
la gloria y el amor
constantemente
10
me tientan con sus rayos
seductores;
pero viendo su
luz, vivo en la umbría,
y hasta ahora, os lo juro,
solamente
de ambos he recibido los
furores.
Martín Fernández Neda,
Rafael M.
La Orotava (Santa
Cruz de Tenerife). 1833 - 1908
Estudió
Jurisprudencia.
A
Carmen
Gozo tanto en
mirarte, que me olvido
de lo mucho que sufro con no
verte,
y vivo con tu vida de tal
suerte
que me figuro que antes no he
vivido.
Tu amor el rayo
fulgurante ha sido
5
que dio aliento vital al pecho
inerte:
el ángel eres que
arrancó a la muerte
la vaga sombra de mi bien
perdido.
No hay un solo
recuerdo en mi memoria
que no te pertenezca; un
pensamiento
10
que tú no inspires, y te
adoro tanto,
que no envidio la
dicha de la Gloria
mientras guarde la fe de un
juramento
que por ser de tus labios es tan
santo.
Martínez, Florentino
Cuba. Siglo
XIX
Caricaturas
Lorenzo Farragut,
un buen sujeto
que cree que hacer versos es
sencillo,
se propuso contar de un
pajarillo
la pintoresca historia de un
soneto.
Al cabo de dos
meses un cuarteto
5
pudo al fin componer, más
tan malillo,
que inútil fue pulirlo y
darle brillo:
más que estrofa era un
bloque de concreto.
Creo que al
año le dio fin. Y ahora,
cuando en el semanario «La
Rasqueta»
10
se habla de Farragut, -que nadie
ignora
que es para
escribir versos, un maleta-
se le llama con frase
altisonora:
«el inspirado y
clásico poeta».
Soneto
Antonio
Chivaletes, un cajista
que para letras con presteza
suma,
no escribe dos palabras con la
pluma,
pues nunca fue escritor ni
periodista.
Un día, en
una escuálida revista
5
de esas cuya lectura nos
abruma,
le hizo un reclamo al restaurant La
Espuma
con prosa infame. Al fin, de tal
prosista...!
De entonces, por
la prensa cotidiana,
en la que alguna vez
apareciera
10
su nombre bajo un suelto en cuarta
plana,
sin cabeza, ni
pies, ni... ortografía,
se le llama: «escritor, pluma
galana,
el periodista más sutil del
día».
Soneto
¿Ríes, lector? Recorta lo que
quieras,
borra algún adjetivo
majadero,
o supón simplemente que
exagero
al quererte pintar estas
lumbreras.
Podrás
pensar de estas cabezas hueras
5
que algo me habré dejado en
el tintero,
que son duros mis juicios... Yo no
quiero
negarte que hay sus bromas en las
veras.
Podré
haber recargado el colorido,
mas no me negarás, lector
querido,
10
que tú conoces bardos y
escritores
que si no han
rebuznado todavía
nos sueltan un rebuzno cualquier
día,
por no saber hacer cosas
mejores.
Martínez, Saturnino
Cuba. Siglo
XIX
A los
poetas
Decid: ¿en
dónde la sonante lira
colgada permanece, cuando
truena
en ronco son que los espacios
llena,
la tempestad que se desborda en
ira?
¿Qué, solo, ¡oh Dios!, al
trovador inspira
5
el mar bullendo en la rojiza
arena,
o allá en la tarde
plácida y serena
la clara ninfa que al pasar
suspira?
¡Bardos!...
¡Qué el estro sin cesar depure
cantares dignos de obtener la
palma
10
que siempre el mundo bendecir
procure:
Pedid que al
huracán siga la calma,
y que tras noche de dolor
fulgure
el sonrosado porvenir del
alma.
Martínez Barrionuevo, Manuel
Málaga.
1857 - Madrid. 1917
Periodista,
novelista y autor dramático. Vivió en Sevilla,
Barcelona y Madrid.
¡Madre!
Siempre te miro,
siempre, madre mía,
de tu vida llevar la triste
carga
y por tu santo amor, es menos
larga
y menos dolorosa mi
agonía.
¡Qué
no te quiero dices! ¿Quién podría
5
asegurar la duda que te
embarga?
¡Si tú haces dulce mi
existencia amarga!
¡Si conviertes mi noche en
claro día!
¿Qué no te beso nunca,? Lo
confieso,
y que llegue a besarte nunca
esperes
10
aunque dudaras de mi amor por
eso.
¿Por
qué mis besos y caricias quieres,
si te pondrá una mancha a
cada beso
la boca que ha besado otras
mujeres?
Martínez de Argote y Salgado,
Ignacio M.
Córdoba.
1825 - 1891
Marqués de
Cabriñana del Monte. Poeta.
Soneto
Su fino rostro en
luz azul bañado
de sus grandes pupilas
luminosas,
se recata en las ondas
caprichosas
del mar de sus cabellos
encrespado.
Su mirar dulce,
suave, está velado
5
por plácidas visiones
amorosas,
y un rumor leve de ansias
misteriosas
en su boca entreabierta ha
aleteado.
Su talle esbelto,
airoso se cimbrea:
ora se yergue altivo,
dominante,
10
ora se mece en lánguido
vaivén,
cuando le arrulla
la feliz idea
de abrir su pecho a un
corazón amante
y decirle: estoy sola y triste,
ven.
Martínez Durán,
Baltasar
Granada. Siglo
XIX
Poeta.
La
escultura
Estatua colosal,
que el arte inspira,
y al tiempo asombra y a la tierra
espanta,
si el Coloso de Rodas se
levanta
dos continentes enlazar se
mira.
Palpita el bronce
y el peñón respira
5
del genio audaz bajo la mano
santa;
de Belvedere en el Apolo
encanta
y en la Venus de Médicis
admira.
El arte griego en
su arrogancia loca
eterna quiso hacer a la
hermosura,
10
y al golpe del cincel latió
la roca.
La humanidad te
aplaude ¡oh escultura!
y en ti bendice cuando al arte
invoca
al Divino escultor de la
Criatura.
Martínez Monroy, José
España.
1837 - 1861
Con un
duro
Sentí, al
pisar de nuestro amado el suelo,
de perder a mis padres la
amargura;
no supe que era amor ni qué
hermosura,
ni hallé un amigo a quien
decir mi anhelo.
En la tumba final
del desconsuelo
5
gime mi corazón: si, por
ventura,
ansioso busco a Dios tras esa
altura,
y al cielo miro, se oscurece el
cielo.
Nada soy, nada
tengo, nada valgo;
he dado a la ilusión mi
adiós postrero:
10
¿puedo ya en adelante creer
en algo?
Ni honores
alcancé, ni fama espero;
entré muerto en la vida, y
muerto salgo.
Me queda un duro: ¿para
qué lo quiero?
El sol en
oriente
Ya rutilante en
raudo remolino
hierve ¡oh Sol! en Oriente el
polvo de oro
que tus ruedas levantan; ya el
tesoro
de tus rayos relumbra
diamantino.
Desplegase
ondeante y purpurino,
5
al revolar el céfiro
sonoro,
tu regio manto, y en alegre
coro
siguen las rubias Horas tu
camino.
Naturaleza
ríe y se levanta
del sueño en que
nació suspensa y muda,
10
y con su pompa y su beldad
encanta;
y el hombre que
vacila ante la duda,
al contemplar magnificencia
tanta,
vuelve a la fe y al Hacedor
saluda.
Gonzalo en la batalla
de Cerinola
Cierra Nemur, de
su escuadrón seguido,
contra el audaz ibero, que le
atiende;
truena el bronce, chocando el
hierro esplende,
retumba en torno el bélico
alarido.
Estrago a mil
estragos añadido,
5
en la pólvora hispana el
fuego prende:
ella furiosa por el aire
asciende
en llama y humo y hórrido
estampido.
Mas tú,
Gran Capitán, la espada al viento,
en fogoso corcel raudo
atraviesas
10
tus huestes, deslumbrando con tu
gloria.
Y a tus leones,
con alegre acento,
ánimo, gritas, mis amigos,
esas
las luminarias son de la
victoria.
Celajes de
abril
Pura nube, que
vaga en manso vuelo,
si el rojo sol que fúlgido
amanece
la ilumina, magnífica
parece
púrpura y oro en el azul del
cielo.
Cual de la blanca
aurora rico velo,
5
al hálito del céfiro
se mece:
crece en carmín, y en
resplandores crece,
y al alma infunde misterioso
anhelo.
Así, llena
de encanto y lozanía,
esplende, si en su luz amor la
dora,
10
dulce ilusión de joven
fantasía.
Mas
¿qué vale si al fin se descolora
la ráfaga, y cual flor de un
solo día,
lo ideal pierde el lustre que
atesora?
El
beso
El beso, como
tierna mariposa,
que va de flor a flor volando
breve,
de boca a boca desprendido,
mueve
sus tenues alas de color de
rosa;
es a veces
sonrisa cariñosa,
5
que el dulce gozo sobre el labio
llueve,
o lágrima tal vez ardiente y
leve,
que del llagado corazón
rebosa;
o bien suspiro
triste y anhelante,
que da la angustia a la perdida
calma;
10
mas para mí, que gimo
delirante,
de amor ornado
por la hermosa palma,
es la esencia del alma de mi
amante,
que baña las esencias de mi
alma.
Martínez Nacarino, Juan
España.
Siglo XIX - XX
De su libro
Recuerde el Alma Dormida publicado en Madrid en 1915.
Súplica
Yo cifraba, mi
Dios, todo mi anhelo
en aquella mujer que fue el bien
mío
y, muerta ya, mi hogar deshecho y
frío
sólo es morada de amargura y
duelo.
No protesto
¡ay de mí! no me rebelo,
5
ni en medio del dolor blasfemo
impío;
Tú, sumo Dios, en cuyo amor
confío
hiciste bien en reintegrarla al
cielo.
Mas, pues la ves
y pues me ves, Dios santo,
dila que resignado con mi
suerte
10
te bendigo y te adoro en mi
quebranto.
Que mi dolor
inmenso se convierte
en inmensa pasión; que la
amo tanto
que vivo de su amor, pese a la
Muerte!
A mi
virgen
No me atrae hacia
Ti mi hondo quebranto,
ni el hallarme tan solo y
abatido,
que Tú, Virgen del Carmen,
siempre has sido
mi amor más puro y mi mayor
encanto.
Mas si en horas
felices te amé tanto,
5
y tu divino amor busqué
rendido,
ahora que estoy tan triste y
dolorido,
¡cómo no he de
acogerme a tu amor santo!
¡Y ya que
tu hermosura me fascina,
consérvame la vista y la
memoria
10
para llevar grabada en la
retina,
cuando deje esta
vida transitoria,
la dulce imagen de tu faz
divina,
celestial anticipo de la
gloria!
Como
tú
Juntó
nuestras dos almas de tal suerte
aquel inmenso amor que nos
unía
que Dios solo entre sí las
distinguía:
¡así fue nuestra
unión de íntima y fuerte!
Pero la Muerte
mísera no advierte
5
cuál es el alma tuya y
cuál la mía,
¡y juntos padecimos la
agonía,
y de un golpe a los dos mató
la Muerte!
Verdad que yo,
que te adoraba tanto
amortajé después tu
cuerpo yerto
10
y te enterré, ay de
mí, bañado en llanto!
Pero para
mí el mundo es un desierto
y a mí nadie me lleva al
Camposanto,
¡aunque también estoy,
como tú muerto!
Miserias
I
Yo pienso como
tú. Tampoco quiero
a la hora de la muerte ver
visiones
que vengan ofreciéndome
perdones
por el buen parecer, cuando me
muero.
Sólo el
perdón de Dios busco y espero
5
y el cariño de honrados
corazones,
que conviertan más tarde en
oraciones
lo que era afecto fiel o amor
sincero.
Que la hora
decisiva de la Muerte
no es hora de visitas de
cumplido,
10
ni de cubrir menguadas
apariencias,
ni momento de
verme, ni de verte,
quienes en la injusticia y el
olvido
aparentan tranquilas sus
conciencias.
II
Pero aquella
mujer inimitable,
de inteligencia grande y
poderosa,
justa, noble, pacífica,
amorosa,
de conciencia cristiana
insuperable;
mi Madre, en fin,
la que encontró execrable
5
la ingratitud y la llamaba
odiosa,
¡te hizo siempre justicia, y
orgullosa,
te quiso con ternura
incomparable!
Yo, ante esta
ejecutoria, inmaculada
por proceder de tan excelso
origen,
10
y cuya validez se te ha
negado,
siento aliviarse
el alma acongojada
de todos los pesares que la
afligen
¡y doy gracias a Dios de
haberte amado!
III
Si pudiera
arrancar de mi memoria
las horas tristes que, por culpa
ajena,
han sido para ti de angustia y
pena,
las habría borrado de tu
historia.
Y de recuerdos de
ilusión y gloria
5
teniendo sólo la existencia
llena,
no estaría sujeto a la
cadena
que me impone la línea
divisoria.
No ya amor para
ti mendigué necio,
pues sacié tu
ambición de ser amada,
10
ni a tu afán generoso puse
precio;
ni aun justicia
exigí, siendo obligada,
pedí un poquito menos de
desprecio
¡y ni eso me otorgaron!
Total... nada.
Fe y
orgullo
Precisamente
Porque soy altivo
creo en Dios y le adoro
reverente,
porque se cree en El o
fatalmente
de la propia impotencia se es
cautivo.
Y es más
noble creer en un Dios vivo,
5
sabio, justo inmortal,
omnipotente,
que a cada paso tropezar
ruinmente
por rechazar su eterno
imperativo.
¿Y a
qué no creer en Dios? Para ser luego
sectario de otros hombres, mis
iguales,
10
aceptando su error como un
borrego,
para no hallar
consuelos en mis males,
para vivir esclavo y morir
ciego
y no gozar los bienes
inmortales!
La última
noche
Inmóvil y
entre luces y en el suelo,
con plácida expresión
de paz bendita,
eras como una virgen carmelita
por un ángel audaz robada al
cielo!
Sólo
cuando, al besarte, sentí el hielo
5
con que la Muerte halló tu
faz marchita,
advertí consternado la
infinita
bárbara pesadumbre de mi
duelo!
Al contemplar las
funerales galas
al ver la Cruz entre tus manos
yertas
10
y pagada la lumbre de mis
ojos,
el Ángel
del Amor plegó las alas,
que un tiempo tuvo en nuestro hogar
abiertas,
y se dejó enterrar con tus
despojos.
Martínez Villergas, Juan
España.
1817 - 1894
Hallado en
Internet. Poeta.
Soneto
Mandó el
tío Antonio, el ciego, al lazarillo
que si su tabernera conocida
no llenaba fielmente la medida
le diese un golpecito en el
tobillo.
Fueron a la
taberna, y el chiquillo
5
hizo luego la seña
convenida,
y el ciego dijo en voz
descomedida
¿Por qué no llena
usted ese cuartillo?
Viendo la
tabernera que no era
el dicho ningún falso
testimonio,
10
contestó: crea el diablo en
tu ceguera.
Bastante ciego
soy, dijo el tío Antonio;
pero es usted capaz tía
tabernera
de hacer abrir los ojos al
demonio.
Soneto
Brindó
Brabo, no el padre, sino el hijo
(y de gracias de entrar en el
reparto,
que harto me tiene su meneo, y
harto
su voz broco-chillona, de
botijo)
este semiparto,
posma y prolijo,
5
cantó... un soneto de
desgracia parto,
y al llegar al renglón
decimocuarto
«¡Bravo, Bravo!»
escuchó con regocijo.
«¡Bravo, Bravo!»,
exclamó. «¡Triunfo completo!
El lauro eterno de alcanzar
acabo
10
que orló la sien de Lope y
de Moreto!»
Y es que uno dijo
de la mesa al cabo:
«¿Quién es
autor de tan fatal soneto?»
y respondieron todos: «Brabo,
Brabo».
El
calesero
Ni en versos
hábil, ni en la prosa ducho,
¿cómo dejar la gente
satisfecha?
Juzgo que de la cruz hasta la
fecha
yerro si de otros el consejo
escucho.
¿Echo a
cara o a cruz? Arriba. ¡Chucho!
5
¿Cruz? Bien está; me
luzco de esta hecha:
de mis versos acudo a la
cosecha
que como fruto malo abunda
mucho.
Yo bien conozco,
y lo diré de paso,
que me hundieran con pullas
maliciosas
10
si acá volvieran Lope y
Gracilazo;
mas oíd,
las que cuento, varias cosas
y lo que es de la forma no
hagáis caso
que allá se van mis versos y
mis prosas.
Sonetos
I
Un día, y
no por cierto muy remoto,
en un congreso con afán
urgente,
tratose de elegir un
presidente
sin intriga, sin riña ni
alboroto.
Yo que
allí estaba atisbo y ando y troto
5
cuento, gracias a ser tan
diligente,
con la unanimidad de aquella
gente,
y ¿qué vine a sacar?
Un solo voto.
«Ese voto,
me dio un gran juramento,
fue el mío», y lo juro
por el bautismo;
10
y otro tanto escuché de
más de ciento.
Pero aunque me lo
tachen de egoísmo,
quiero decir para acabar el
cuento,
que había yo votado por
mí mismo.
II
El hombre de dos caras
Merecerá
morir entre arcabuces
el hombre de dos caras, por
aleve
traidor y criminal; más
diré breve,
aunque lo negaron cuatro
avestruces.
Que es hombre
venturoso a todas luces
5
porque a cuatro carrillos come y
bebe:
porque el buen jugador saberse
debe
que más gana con caras que
con cruces.
Porque aunque de
maldades todo un cesto
le echen en cara, a repartir
comienza,
10
y dos tocan a menos por
supuesto.
En fin, y esto
presumo que convenza;
porque tiene otra cara de
repuesto,
si se le cae la cara de
vergüenza.
III
Inés, moza
criada en Fuencarral,
¿Usted gusta cenar?
Clamó cerril,
y su ama, Concepción, dama
sutil,
«Ya es después»
contestó con mucha sal.
¿Ya es
después?, dijo Inés, modismo tal
5
no comprendo; mas juro por San
Gil
encajarle una vez y ciento y
mil,
cuadre o no, venga bien o venga
mal.
Sintió
grandes dolores Concepción,
y ofreciose la Inés con
interés
10
en tanto que llegaba el
comadrón.
Chica, dijo la
enferma viendo a Inés,
¿Gustas salir por mí
del apretón?
Y respondió la
moza...»Ya es después»
IV
A don Leandro Fernández Moratín
autor de innumerables sátiras contra Pedancio
¡Que de
pedantes tu atención se ocupe!
Oye, escucha de ti lo que se
infiere,
diga el mundo después lo que
dijere
de si supe juzgarte o si no
supe.
No me
pareció bien que el hueso chupe
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quien malezas del tuétano
refiere,
quien mal quiere a su imagen mal se
quiere,
su rostro moja quien al cielo
escupe.
Mostraste conocer
a los pedantes;
bien puedes ¡veterano en el
servicio!
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Pero, ¿a qué tus
clamores incesantes?
Mas ya a Pedancio
sé por impropicio
en prosa en ristras
fulminantes,
pues ¿quién es tu
enemigo? El de tu oficio.
Mas y Prat, Benito
Ecija (Sevilla).
1846 - 1892
Poeta, novelista y
autor dramático.
A
Cervantes
Si todo el peso
del orgullo humano
un tiempo gravitó sobre el
«Quijote»,
alzándose en titánico
rebote
al fin lo sacudió cual polvo
vano.
Su autor, de los
ingenios soberano,
5
y de la Edad Moderna
sacerdote,
venció a Roldán,
Orlando y Lamarote,
derribando a los tres con una
mano.
Como el alud que
rueda en la montaña,
el libro sin rival y sin
segundo,
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rodó desde el palacio a la
cabaña.
Logrando el
héroe, pensador profundo,
con la tizona, contener a
España
y con la pluma, conmover al
mundo.
A un
crítico
Dícenme
que denuestas a mi musa
sin el menor asomo de respeto,
por esquivar el clásico
soneto
que todo vate por difícil
usa:
Razón de
tal valer no admite excusa,
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yo ratifico el concienzudo
veto,
y resarcir la falta te prometo
si el rebelde laúd no lo
rehúsa.
Diversos cobijaba
en mi carpeta,
que tal vez los prohíja con
descoco
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algún alto erudito a la
violeta;
mas yo no peco y
tu indulgencia invoco,
pues ha tiempo que dijo un buen
poeta
que para muestra y de lo malo
poco.
Matta, Guillermo
Copiapó
(Chile). 1829 - Santiago de Chile. 1899
Poeta
romántico chileno. Exiliado a España en 1857. Al
regresar a Chile ocupó puestos políticos.