Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

1

Cito por la edición de Jordi Doménech: Antonio Machado, Prosas dispersas (1893-1936), introducción de Rafael Alarcón Sierra, Madrid, Páginas de Espuma, 2001, p. 649. Entre la abundante bibliografía sobre la vida y obra de Antonio Machado, destacamos: A. Sánchez-Barbudo, Los poemas de Antonio Machado, Barcelona, Lumen, 1967; José Luis Cano, Antonio Machado. Biografía ilustrada, Barcelona, Destino, 1975; J.-M.ª Valverde, Antonio Machado, Madrid, Siglo XXI, 1975; J. Urrutia, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. La superación del modernismo, Madrid, Cincel, 1980, pp. 7-35; B. Sesé, Antonio Machado (1875-1939), Madrid, Gredos, 1980; L. de Luis, Machado. Ejemplo y lección, Madrid, Fundación Banco Exterior, 1988; Antonio Machado hoy, ed. de J. Urrutia, Sevilla, Alfar, 1990; y J. C. Mainer, «Introducción» a su edición de Antonio Machado, Poesía, Barcelona, Vicens Vives, 1995.

<<

2

Sobre diferentes aspectos de la tradición clásica en la obra de Antonio Machado, véase F. J. Escobar, «Ecos míticos en la obra poética de Antonio Machado: evocación y añoranza de la Antigüedad clásica», Alfinge. Revista de Filología, 15, 2003, pp. 97-111; y «Tradición clásica en Soledades (1903), de Antonio Machado», en Actas del Congreso internacional 1903: Antonio Machado y la nueva poesía, Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (en prensa; con bibliografía específica al respecto). En cuanto a la vertiente simbolista y romántica del escritor, cf. J. M.ª Aguirre, Antonio Machado, poeta simbolista, Madrid, Taurus, 1982; y A. Sánchez Fernández y M.ª J. Porro, «Algunos elementos románticos en el teatro de los Machado», en Antonio Machado hoy, cit., III, pp. 277-88.

<<

3

Se cita el texto por la edición de Oreste Macrì (con la colaboración de Gaetano Chiappini): Antonio Machado, Poesías completas, Madrid, Espasa-Calpe/Fundación Antonio Machado, 1989, vv. 21-24, p. 492.

<<

4

Prosas dispersas, pp. 177-78.

<<

5

Así lo recuerda el poeta en el mismo texto referido: «Todo noble espíritu de artista, tiene imágenes que arranca al mundo externo, y estas imágenes constituyen su forma de expresión, que es siempre bella y que nada tiene que ver con la retórica. Soy con usted en despreciar la retórica. Platón, a quien usted tan a tiempo cita, Aristóteles, Plotino, Horacio y Quintiliano, y cuantos legisladores de arte influyeran en la estética española, fueron hombres de indiscutible talento y no pienso yo que debamos embestirles» (Prosas dispersas, p. 179). De igual modo, recordará la importancia de las imágenes al mencionar la palabra de Homero y Virgilio en una carta a Pilar de Valderrama, con data de agosto de 1930: «Virgilio, y antes Homero, piensa que la muerte es el olvido, cuyas aguas muestra Anquises a Eneas en el más bello canto de su Eneida. Mientras podemos recordar -recordamos-, vivimos, y la vida tiene un valor: el de nuestras imágenes» (Prosas dispersas, p. 640).

<<

6

«No creo poseer las dotes específicas del académico. No soy humanista, ni filólogo, ni erudito. Ando muy flojo de latín, porque me lo hizo aborrecer un mal maestro. Estudié el griego con amor, por ansia de leer a Platón, pero tardíamente y, tal vez por ello, con escaso aprovechamiento» (Prosas dispersas, p. 690). Dicha rémora la señala igualmente Machado en una carta a Julio Cejador, datada en septiembre de 1917, en la que el poeta, ya consagrado, requiere cierta benevolencia de su egregio amigo para la inminente evaluación (la cita clásica corresponde a Horacio, Ars poetica, v. 87: «cur ego, si neque ignoroque, poeta salutor?»): «Reducido a mis propios recursos, con la mezquina base del Latín aprendido hace treinta años, gracias a su buen método he traducido la Epístola de Horacio y cuanto tiene V. de Virgilio en su texto, y algo, también, de Salustio y de Cicerón, abarcando cuanto más he podido y, seguramente, apretando poco. Pero ¿para qué decirle lo que ha de ver? Sólo pretendo declararle mi buen deseo, para recomendarme a su benevolencia y para que no vea en mí al fresco capaz de sonrojar a los amigos, ni tampoco al petulante poeta modernista, pues después de traducir, aunque a trancas y barrancas, versos de Virgilio, el cur ego salutor poeta salutor del maestro Horacio es cosa que me digo a mí mismo» (Prosas dispersas, p. 422).

<<

7

Prosas dispersas, p. 365.

<<

8

Véase, por ejemplo, un pasaje de Prosas dispersas, p. 26. Para un desarrollo de la cuestión, cf. M. Sito Alba, «Claves francesas de Antonio Machado», Quaderni Iberoamericana 6, diciembre 1975, pp. 352-71; B. Sesé, «Amistades francesas de Antonio Machado», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 8, junio 1989, pp. 110-15; J. Gómez-Montero, «La recepción de la poesía francesa contemporánea en Soledades. Galerías. Otros poemas. (Una revisión bajo el enfoque de la intertextualidad)», en Antonio Machado hoy, cit., III, pp. 9-32; Ch. Leselbaum, «Antonio Machado y la enseñanza del francés en su tiempo», en ibid., pp. 89-108; L. López Jiménez, «Don Antonio Machado, lector y crítico de literatura francesa», en ibid., IV, pp. 69-82; B. Sesé, «Antonio Machado y Francia», en Pablo Luis Ávila (ed.), Antonio Machado hacia Europa, Madrid, Visor Libros, 1993, pp. 321-32.

<<

9

Las referencias a París en la correspondencia de Machado son abundantes (Prosas dispersas, pp. 37, 244, 246, 257, 259, 333-34, 341, 345); véase al respecto B. Sesé, «Antonio Machado y París», en P. Aubert (ed.), Antonio Machado hoy (1939-1989), Madrid, Casa de Velázquez, 1994, pp. 253-69.

<<

10

Prosas dispersas, pp. 255 y 261, respectivamente.

<<